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Camino de la buenaventura El sol estaba alto, las calles vacías, nadie a quien preguntar, ni a quien dar los buenos días. La paz reinaba en Olivares. Un murmullo de aguas avanza sin prisa. Repartiendo riqueza en los campos, antes de llegar a su destino. Una suave brisa mueve las plateadas hojas de los álamos, ofreciéndonos aromas de retama y gayombas. Avanzamos caminando desde la parte alta del pueblo, en busca del río Velillos. La flor de los granados, dan un toque de color al paisaje. Cerca de la central eléctrica nos reagrupamos. Cruzamos el puentecillo de madera, alcanzando la otra orilla. Para seguir por el camino de la buenaventura, donde tuvo lugar la historia de Heredia y el Parrón en 1816 contada por Pedro A. de Alarcón http://dgb.conaculta.gob.mx/cerebro/coleccion/coleccion_pdf_otros/27.pdf Entre la maleza y los huertos se abre paso el viejo camino de Tózar. Pronto divisamos el Tajo de las Palomas. Donde anidan las golondrinas en sus escarpadas paredes. Una señal de madera nos indica el itinerario a seguir. Una carigüela nos va elevando. Al mismo tiempo se hace el silencio. Un gorrión malherido se esconde entre los arbustos. Llegamos a una planicie y volvemos a reagrupar. En una roca a la izquierda del camino, una placa dorada en memoria de los hombres y mujeres que lucharon por la justicia, la libertad y la democracia. El camino se suaviza, llevándonos al olivar. Allá arriba, levantando la vista, aparece en la ladera la villa de Tózar. Llamado Túsar en la época árabe. Testigo mudo de las sangrientas batallas del 36 al 39. Nuestra ruta se desvía hacia la izquierda. Dejamos un antiguo cortijo y avanzamos en dirección a la fuente de Corcuela. La sementera verdea y las amapolas visten de rojo los campos. Un descanso para reponer fuerzas, junto a la fuente, nos reanima. El escaramujo nos ofrece sus rosas silvestres. Entre campos de almendros seguimos caminando, vigilados por la Fortaleza de Moclín, hasta alcanzar un denso pinar de repoblación. La sombra de los árboles palia nuestra fatiga. Una vereda a media ladera nos adentra en el pueblo. Enlazamos con la ruta del Camino Mozárabe de Santiago. (Partiendo de Granada, Pinos Puente, Moclín, Alcalá la Real hasta llegar a Mérida, durante 613 kilómetros. Enlaza con la Ruta de la Plata.) Fachadas blancas engalanadas de flores, nos reciben. Conversamos con los vecinos que se alegran de ver tantos “amigos” de visita. El Pósito del Pan se mantiene en pie a través de los siglos. Subimos a la ermita del Cristo del Paño. Sentados un rato en sus bancos relajamos el espíritu durante unos momentos. Una foto de grupo. Reponemos agua junto a la iglesia de La Mota e iniciamos el regreso por la puerta de la ermita de San Antón. Bajamos hasta enlazar nuevamente con el camino de Corcuela. Una breve parada en la fuente. Disfrutamos del agua fresca del nacimiento, para seguir la senda. Alcanzamos un mirador que nos ofrece una espectacular vista de los Tajos del Gollizno. Bajamos zigzagueando hasta la orilla del río. Durante un buen rato seguimos su curso hasta llegar a los Tajos de la Hoz. Por una pasarela colgada de las rocas caminamos hasta un puente que se balancea cuando pasamos. En unos minutos enlazamos con el camino de Tózar. El agua cae con fuerza en la fuente de la buenaventura. A la sombra del cañaveral volvemos la vista hacia una gigantesca roca para observar las caprichosas figuras que el tiempo ha ido dibujando en la piedra a través de los siglos. Continuamos hasta Los Olivares para degustar unas exquisitas croquetas regadas con reserva de La Alhambra. A la caída de la tarde llegamos al pie del Cerro Juan Pedro Castillo, 27-mayo-2.012