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Tanatología La muerte como transición Acostumbrado a ver la muerte bajo un prisma negativo, el hombre occidental se siente perdido ante la propia mortalidad. Según la tanatología- rama del conocimiento que estudia esta temática- encarar el hecho como una transformación inevitable es fundamental para vivir el presente con intensidad. MUERTE- palabra temida, olvidada, rechazada, símbolo de mal augurio, final de todo. En la civilización occidental, todo es hecho para encubrir la muerte: la prohibición social de tocar el tema; el culto a la juventud y al dinamismo; el rechazo a envejecer; el alejamiento de las personas moribundas de sus casas; el cuidado de los hospitales de esconder los muertos en la morgue; la costumbre del maquillaje y las flores en los entierros; las ceremonias rápidas; y, muy en el fondo, la sensación de "aún no me tocó a mí". La palabra "muerte" no es mencionada nunca en los comerciales de ninguna clase. La muerte no es vendible, no es viable en esta sociedad capitalista ni valorizada por ella –finalmente, sólo arrebata un antiguo adepto del mundo del consumo, un ser productivo del mundo de los negocios. Y, sin embargo, la muerte no es ninguna novedad, pues sólo repetimos lo que muchas civilizaciones antiguas hacían frente a lo inevitable, o sea, enterrar a sus muertos, quemarlos o arrojarlos al mar, colocarlos en ánforas y vasos, exorcizarlos de alguna forma para olvidarse del asunto. En realidad, ya hubo épocas en nuestra historia en que conseguimos mirar la muerte más de cerca y nos preparábamos mejor para ella, como en la Edad Media. Pero a mitad del siglo XIX, con el desarrollo del capitalismo, eso fue desapareciendo. Mientras, en otras sociedades, sobre todo orientales, el significado de la muerte es totalmente opuesto: ese hecho marca el corazón de la vida, la liberación de un estadío de sufrimiento e infortunios, el despertar a una realidad mayor. Ella es encarada con calma, naturalidad y alegría, algunas veces es hasta festejada, como en la antigua China. Para esas culturas, el final de la existencia física no parece ser tan desbastador como para nosotros. En vísperas del tercer Milenio, aunque se haga todo lo posible para prolongar la vida a través de nuevas drogas, tecnologías, aparatos y procedimientos, la ciencia moderna no consiguió vencer o descifrar el enigma de la muerte. El resultado de esa ecuación no resuelta es escapismo, ansiedad, angustia y mucha preocupación. En el camino estrecho donde sólo las religiones tenían condiciones de ofrecer algún consuelo, ha surgido la tanatología, el estudio de la muerte. En realidad, un estudio tan antiguo como la humanidad misma, pero traído a luz y viendo sus conocimientos aplicados a la práctica terapéutica por la psiquiatra suiza naturalizada norteamericana Elizabeth KÜBLER-ROSS, que desarrolló un trabajo inédito sobre el tema en la década del 60. Ella organizó seminarios donde los pacientes terminales, los médicos, enfermeras, capellanes y estudiantes hablaban de sus problemas, de los hospitales, de los tratamientos recibidos y de lo que sentían en los estadíos finales de la vida. Las conclusiones permitieron una asistencia más humana y adecuada frente a la muerte, además de mayor comprensión de cómo una persona actúa y piensa delante de esa perspectiva. Incomodando mucha gente y quebrando un rígido silencio, lentamente la tanatología se fue sofisticando y alcanzando niveles de investigación cada vez más profundos. Son famosos, por ejemplo, los estudios norteamericanos respecto a visiones de los pacientes que volvían de la muerte o el desarrollo de teorías y técnicas que derivan de la física quántica, de la psicología transpersonal y de la filosofía oriental, focalizándose siempre en el aspecto de cómo lidiar con la muerte y el morir, tanto como con su trascendencia. En el Brasil, la tanatología también camina con buenos resultados. La Dra. Gislaine María D’Assumpçao, psicóloga transpersonal, presidente de la Asociación Brasileña de Tanatología (Belo Horizonte) y directora del Centro de Orientación sobre el Sufrimiento y la Muerte, viene divulgando hace 15 años el tema por todo el país, a través de seminarios y cursos de formación en tanatología. Profesora de UNIPAZ en Brasilia y autora de los libros Gota de Luz y Volviendo a casa del Padre, una orientación sobre la vida y la muerte para niños, Gislaine se muestra incansable en el trabajo con pacientes terminales o portadores de enfermedades graves, con personas que han perdido seres queridos y aún en la prevención del suicidio. Según esta terapeuta, la tanatología tiene como finalidad trabajar el miedo a la muerte, preparando, al mismo tiempo, mejor las personas para la vida. Finalmente, vida y muerte son caras de una misma moneda e, inevitablemente, cuando se trabaja con una, se trabaja con la otra. De la misma manera, quien eme a la muerte tiene también miedo a la vida. La importancia de la tanatología está, de hecho, siendo cada vez más reconocida a nivel mundial, pues solamente en la reflexión sobre la propia muerte encontraremos un sentido para la existencia y aprenderemos como contribuir a enriquecerla, en el trabajo, en las relaciones, en nuestros objetivos e ideales. Vivimos, en realidad, varias muertes en vida, muchas transformaciones nos acompañan desde la infancia hasta la vida adulta. De esta forma, según esta psicóloga, los principales obstáculos a ser vencidos son el miedo y la ansiedad, frutos de una visión distorsionada del mundo, que nos impide percibir a la muerte como un fenómeno natural y como el destino de toda criatura viviente. Pero el ser humano tiene varias razones para sentir tanto miedo: el instinto de conservación; el deseo inconsciente de ser eterno; la frustración de su búsqueda de respuestas para la muerte, lo que lo deja impotente, reprimiendo su necesidad de comprensión; la imprevisibilidad del morir y la imposibilidad de controlar la situación; la idea de no tener futuro o continuidad; la inminencia constante de destrucción con la amenaza de guerras, armas nucleares, etc. Por otro lado, morir hoy en día un acto triste y solitario en la UTI de los hospitales, donde la atención es despersonalizada, el paciente pierde el derecho de opinar y se vuelve un cuerpo a ser tratado; el agonizante pierde su status y la experiencia de la muerte es destituida de contenido, volviéndose un hecho banal y relegado a un segundo plano. Muchos médicos y profesionales de la salud están conscientes de ese estado de cosas. Otro factor importante para el miedo, según Gislaine, es el apego a las personas, a los bienes materiales, a todo lo que dominamos y obtuvimos en nuestra jornada y que, arteramente, la muerte nos va a quitar. Por eso, en la medida en que el desapego sea trabajado, la persona queda preparada no sólo para el momento de la muerte, sino –y sobre todo- para la vida. En la lucha para dominar el miedo, la tendencia es enmascararlo, perder la curiosidad, desafiar constantemente la muerte para probar la invulnerabilidad del cuerpo, endurecerse internamente, volverse violento... Actualmente, los estudiosos discuten hasta que punto la retirada de la muerte de la vida cotidiana ha contribuido para la "enfermedad social", la agresividad y la violencia del hombre. Finalmente, i la muerte no es importante, la vida puede no serlo. El hombre perdió contacto con la idea de la propia mortalidad, poseyendo apenas consciencia de las muertes ajenas. Así, el sentimiento que prevalece es el de perdida, en detrimento de la consciencia de su propia finitud y de qué hacer con ella. Por causa de esto, el ser humano se pierde también en relación con qué hacer con la vida. La cuestión de la muerte desafía el sentido de la vida y favorece la aparición de preguntas como ¿De dónde vengo? ¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Hacia adónde voy?. Nuestra cultura no está vuelta hacia adentro, para el análisis; todo tira hacia fuera de nosotros. Como el individuo no se cuestiona el sentido de su vida, la idea de la muerte probablemente se vuelva generadora de pavor para él, no existiendo una preparación adecuada para el momento del gran pasaje, de su mayor transformación. Es como cuando alguien prepara un viaje de estudios, digamos que a Londres señala Gislaine: uno sale con un objetivo, pero al llegar allá queda deslumbrado con la ciudad, quiere pasear, ir de compras, ir a un barcito. El tiempo va pasando y la persona olvida que fue a hacer un curso, pierde la dirección de la escuela, su visa finaliza y tiene que regresar. ¿Cómo se sentiría? Eso sucede con nuestra vida- el tiempo va pasando, llega la hora de partir y usted se pregunta "¿Qué vine a hacer aquí?, ¿Y ahora qué?. El miedo se apodera de usted. En verdad, quien trabaja bien la idea de la muerte vive intensamente. Si usted imaginase hipotéticamente que mañana es su último día en el planeta, ¿ este no tendría un significado, una profundidad mayor?. Cada cosa que usted hiciese, cada amigo que encontrase, cada flor que viese, cada cosa que comiese serían diferentes. El aquí y ahora son todo el tiempo, toda la existencia, donde pasado, presente y futuro se funden en un continuum de tiempo y espacio. La física moderna explica eso. Como dice Ken Wilber, "vivir en el presente por encima del tiempo es no tener futuro, y no tener futuro es aceptar la muertepero eso es lo que el hombre no hace. No acepta la muerte y, por lo tanto, tampoco vive el ahora, no vive de ninguna manera". En esta perspectiva, podemos notar qué importante es la calidad de vida, no el tiempo que resta por vivir. Una vida que deja de ser vivida plenamente hace que el miedo a la muerte aumente. Existe una necesidad de prepararnos para aceptar nuestra condición de seres mortales: esa es la esencia del bien vivir. La base del trabajo de Gislaine M D’Assumpçao en la tanatología es la psicología transpersonal, la rama más nueva de la psicología, que surgió después de los descubrimientos de la física moderna. Según ella, la física quántica abrió una puerta inmensa para comprender todos los fenómenos paranormales y qué es la muerte. De esta forma, se puede trabajar dentro del consultorio con un concepto que antes era dominio exclusivo de las religiones, lo que no era suficiente ya que no se trata acá de adoctrinamiento sino de una manera más objetiva de usar ciertas herramientas para comprenderlo. El objetivo de estudio de la psicología transpersonal es la consciencia, que está fuera del tiempo y del espacio, es holística y eterna - somos parte del todo y al mismo tiempo, somos la parte y el todo. La física quántica dice que el universo es una compleja tela de sucesos interligados y que ellos no pueden ser separados del todo, sino que tienen que ser estudiados integrados en el todo y de acuerdo con sus interrelaciones con él. Gislaine acostumbra decir que Jesucristo fue el primer físico moderno, pues lo que él decía hoy lo comprueba la física. Él decía, por ejemplo, "somos racimos de una misma vid" y la teoría del holograma afirma lo mismo; decía "en la casa de mi Padre hay muchas moradas" y la física de hoy habla de muchas dimensiones. Tales conceptos ayudan a comprender también el post – mortem. Para quien encuentra que la muerte es triste y avasalladora necesariamente, la tanatología será la luz al final del túnel: la muerte es sólo un pasaje, un cambio de nivel de consciencia. El budismo tibetano también trabaja con niveles de consciencia y está bastante más adelantado en este proceso. La psicología transpersonal utiliza mucho de ese conocimiento, a igual que el del Libro Tibetano de la Muerte. Gislaine grabó un cassette que ayuda a la persona a vivenciar el proceso de morir. Su propuesta es imaginar que se ha tenido una muerte clínica y que se regresó a la vida, obteniendo una segunda oportunidad. ¿Qué haría en ese caso?. La idea es que, visualizando una construcción positiva de la vida, la persona se encaminará hacia el equilibrio y la ampliación de la consciencia, pues "somos lo que pensamos" – palabras de Buda que la física sostiene. Es importante para el individuo construir una vida repleta de significado propio, caminando, cada vez más, hacia una realidad perfecta y cósmica. En suma, no desperdiciarla ni rechazar la suerte de vivir. Sea como sea, el mañana es siempre incierto. La experiencia ha demostrado que el estudio de la consciencia ayuda a traer tranquilidad ante la muerte. Los pacientes acostumbran a preguntar a Gislaine sobre lo que van a sentir en el momento de morir, y la tanatóloga suele proponer un entrenamiento. Así, la persona no se encuentra desprevenida, tiene una idea de lo que puede ser el proceso, y libertad para hablar del asunto y no se sienten tan solos. Otra pregunta común es respecto a lo que acontece después. La psicóloga brinda relatos de personas que tuvieron muerte clínica y fueron hasta cierto punto antes de retornar: fuera del cuerpo se sintieron bien y tuvieron oportunidad de ver sus vidas como en un film y reevaluar su sentido. Esos relatos de visiones de post-mortem coinciden con otras experiencias místicas y con las enseñanzas espirituales que afirman que la muerte no existe como un fin, sino que es una transición. El uso de la tanatología en los medios hospitalarios es fundamental para trabajar la parte emocional del paciente terminal en el sentido de lidiar con sus miedos y depresión, posibilitándoles la oportunidad de participar de la muerte como participaron de la vida. Algunos llegan a mejorar después de entrar en contacto con la temática. Kübler-Ross descubrió que los estadíos finales de alguien que sufre de una dolencia terminal se caracterizan por cinco fases emocionales intensas: Negación de la enfermedad: "debe ser un error", búsqueda de otras opiniones y de cualquiera que pueda desmentir el diagnóstico. Rabia: "¿por qué yo? Es muy injusto¡", rebelión contra todo y contra todos. Negociación: "si consigo salir de esta prometo..." Interiorización y toma de consciencia: "tengo que poner mis cosas en orden, tomar providencias", cuando se trata de resolver todo lo pendiente. Aceptación: que está lejos de ser una actitud pasiva, ya que la persona comprende su estado, evaluó su existencia y sabe que llegó al final. Todas estas fases deben ser respetadas y acompañadas de cerca por profesionales y familiares. Si la persona realmente muere, será con dignidad, bien asistida y, seguramente, estará. El trabajo con el equipo de hospital (médicos, enfermeras, asistentes) es de igual importancia, pues si estos no estuvieran tranquilos con relación a la propia muerte, difícilmente lo estarán delante de la muerte de otro. Estarán estresados y emocionalmente abatidos, lo que no facilitará en nada sus trabajos ni la situación del moribundo. Para los que perdieron seres queridos, la tanatología ha sido de gran auxilio, pues hace que lidien de manera positiva con ese intenso sufrimiento, liberen el dolor y reconstruyan la vida. En la atención de personas con enfermedades graves, ha contribuido a que los pacientes se vuelvan conscientes de que son agentes responsables para la cura, cooperen con el tratamiento médico y modifiquen hábitos, trabajando en función de la salud y no de la enfermedad. En algunas partes del mundo ya existen hospedajes listas para atender personas a las que la medicina no tiene nada más que ofrecer que el llamado "cuidado paliativo". Pero para humanizar la muerte en una sociedad, no basta con fundar clínicas especializadas e implantar servicios de tanatología en los hospitales. Lo más importante es crear un soporte que revea la educación para la vida y para la muerte, desde la infancia, en contacto con esa realidad. Así se simplifica la experiencia de vivir y se orienta a las personas a posicionarse en cuestiones existenciales básicas y necesarias para una vida plena y más feliz. Artículo de Marcia M Limongi para la revista Planeta (Brasil), número de diciembre de 1996. Traducción de Susana Binda.