Download tratamiento del dolor músculo-esquelético con toxina botulínica
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V CONGRESO DE LASOCIEDAD ESPAÑOLADELDOLOR pacientes experimentando una disminución de dolor de entre un 60 y un 100%. La media de sesiones administradas fue de 11,7% (± 0,5 DE), y la media de edad 54,4 años (± 1,5 DE). En Canadá, la RMT se ha venido aplicando, tras la homologación de los equipos resonadores para el tratamiento del dolor osteomuscular, en diferentes articulaciones, obteniendo unos resultados similares a los españoles y norteamericanos en cuanto a disminución de dolor. La valoración se realizó por sesión, y los datos estadísticos se obtuvieron a partir de los resultados de 47 1488 sesiones de tratamiento. Además, los datos canadienses aportan información sobre la movilidad, rigidez y tensión articular. Todos los parámetros mejoraron de forma estadísticamente significativa, concluyendo que aproximadamente el 90% de las sesiones suponen algún nivel de disminución de dolor, y un porcentaje similar de mejoría en cuanto a tensión, movilidad y rigidez. La realización de ensayos clínicos continúa así como el seguimiento de los pacientes tratados con la terapia. TRATAMIENTO DEL DOLOR MÚSCULO-ESQUELÉTICO CON TOXINA BOTULÍNICA. NUESTRA EXPERIENCIA C. Nieto Unidad de Dolor. Área de Anestesia, Reanimación, Dolor y C. Críticos. Fundación Hospital Alcorcón. Madrid La toxina botulínica se viene utilizando hace más de 20 años aunque el conocimiento de su existencia data de finales del siglo XIX a raíz de las primeras publicaciones sobre botulismo, concretamente se refieren a los estragos producidos por la ingestión de salchichas contaminadas por el Clostridium botulinun en Alemania, de ahí su nombre ya que botulus significa salchicha. A mediados del siglo XX se identifican los 8 tipos de toxina (todos tóxicos excepto el tipo C2) y se obtiene la forma cristalizada de la toxina botulínica tipo A que es el serotipo más potente, de mayor duración de acción y el veneno más potente y mortal que existe hoy. Es a partir de 1960 cuando comienzan los estudios en animales, concretamente el Dr. Scott lo emplea para el tratamiento del estrabismo en monos y ya en España, se registra la primera toxina tipo A en 1993, en 1997 la segunda y en el 2001 se registra la toxina tipo B, menos potente que la anterior pero importante en caso de aparición de fenómenos de inmunogenicidad o lo que es lo mismo, de pacientes que desarrollan resistencia a la toxina tipo A. Resulta conveniente, a efectos prácticos, realizar una clasificación del dolor musculo-esquelético, según su etiología, susceptible de ser tratado con toxina: Clasificación del dolor músculo-esquelético: 1. Dolor secundario a trastornos de movimiento. 2. Dolor muscular de origen desconocido: a) Síndrome de Dolor Miofascial. b) Síndrome Fibromiálgico. El primer grupo corresponde al dolor que con frecuencia acompaña a los trastornos del movimiento como la espasticidad o las distonías, grupo que habitualmente no tratamos pues el Servicio de neurología es el que habitualmente lo realiza desde hace más de 20 años, en principio con el objetivo de conseguir relajación muscular y secundariamente alivio del dolor. Esta mejora del dolor se reflejaba en los trabajos publicados de forma casi anecdótica sin ser el motivo de la investigación a pesar de que en algunos casos la mejoría era espectacular como ocurre en el caso de las distonías cervicales en los que la toxina consigue un alivio del dolor prácticamente en el 100% de los pacientes que aparece incluso antes de conseguir relajación muscular o a pesar de no conseguirla en el grado esperado. A partir de este punto los especialistas comienzan a estudiar otras aplicaciones para aliviar el dolor muscular, una de ellas es el síndrome de dolor miofascial que después de muchas discusiones, se incluye en el apartado “dolor muscular de origen desconocido” denominado así, por no conocer exactamente los mecanismos etiopatogénicos o desencadenantes y por la ausencia de pruebas específicas o patognomónicas que no faciliten el diagnóstico a pesar de que se considera que hasta un 85% de los pacientes que visitan las Unidades de Dolor pueden ser portadores de esta síndrome. Es en este apartado en el que la Unidad ha adquirido experiencia y dónde hemos identificado varios puntos que inciden directamente en el éxito o fracaso del tratamiento. Puntos clave: 1. Problemas diagnósticos 2. Problemas técnicos a) Localización muscular. b) Manipulación de la Toxina 3. Protocolos. Uno de los puntos más importantes es el diagnóstico diferencial intentando despistar el síndrome de dolor miofascial (SDM) de otros procesos como las miopatías secundarias (metabólicas, secundarias a drogas…) para lo que necesitamos una batería analítica mínima y orientada. En el caso de las radiculapatías puede ser necesario además de pruebas de imagen un electromiograma diagnóstico. El síndrome facetario puede confundirse con el SDM de la musculatura paravertebral lumbar ya que una presión sobre las articulaciones puede producir su deformación y producir un tipo de dolor parecido al muscular. En estos casos, además de las pruebas de imagen el diagnóstico se basa en una exhaustiva historia clínica asociada a una exquisita exploración física demostrando la alteración articular. Algo parecido ocurre con las sacroileítis, o lo que consideramos sacroileítis postquirúrgicas en la zona de extracción del injerto óseo en pacientes intervenidos de columna. Se trata de un dolor, muy rebelde a cualquier tratamiento, reproducible a punta de dedo que puede confundirnos con un SDM de la musculatura glútea. Por supuesto es necesario hacer el diagnóstico diferencial con el síndrome fibromiálgico. El SDM es más frecuente en la población adulta con una distribución de dolor local o regional acompañado de trastornos psíquicos pero que resultan ser se- 48 V CONGRESO DE LASOCIEDAD ESPAÑOLADELDOLOR cundarios al dolor. Esta distribución asimétrica hace pensar que el origen es periférico y no central como se consudera que ocurre en el síndrome fibromiálgico (SF) cuyos trastornos psíquicos resultan ser una constante así como las alteraciones del sueño y con una distribución de dolor global y frecuentemente simétrica. La diferencia fundamental entre estos dos síndromes radica por un lado en el pronóstico (nefasto para el SF y mucho mejor para el SDM), el tratamiento (ninguno, hoy por hoy, para el SF y múltiple, con mayor o menor eficacia, para el SDM). La diferencia clínica radica en la demostración de los puntos trigger o dolorosos, que en el caso del SDM, se encuentran albergados en el seno de bandas tensas, palpables en la musculatura superficial, con una distribución asimétrica y cuyo estímulo por simple presión reproduce el dolor y su irradiación, dolor que suele desaparecer con infiltración local. En el caso del SF los puntos dolorosos suelen tener una distribución múltiple y simétrica, su estimulo produce dolor local sin irradiación que no cede con infiltración local. Para complicar el diagnóstico aún más siempre hay que tener en cuenta que el SDM puro o aislado es difícil de encontrar y coexiste con frecuencia con otras patologías, sobre todo las que producen alteraciones de la estática vertebral con lo que los resultados no pueden ser con frecuencia espectaculares en el alivio del dolor global del paciente. En la serie que presentamos, se trata de 45 pacientes con un seguimiento no inferior a 6 meses, en el que hemos estudiado las dificultades diagnósticas. Los diagnósticos iniciales son abigarrados y frecuentemente inespecíficos como: cervicalgia mecánica, cervicalgia postquirurgica, lumbalgia crónica no filiada, lumbalgia crónica postquirúrgica, cefalea tensional, dorsalgia, fibromialgia, síndrome piramidal entre otros. En ningún momento se menciona el término SDM (exceptuando el síndrome piriforme) luego son las Unidades de Dolor las que realizan el diagnóstico que insistimos, es puramente clínico. Población estudiada Nº pacientes Edad Sexo Altura T Evolución 45 48 +/- 12 5H / 40M 161 +/- 8.5 52 +/- 49 meses Diagnósticos previos Cervicalgia mecánica Cervicalgia postquirúrgica Lumbalgia crónica no filiada Lumbalgia crónica postquirúrgicas Cefalea tensional Dorsalgia mecánica Fibromialgia Síndrome Piriforme… En resumen, el éxito del tratamiento se basa en principio en un diagnóstico correcto avalado por una historia clínica completa con exquisito examen físico y cumpliendo los criterios mayores y al menos uno menor según autores. Criterios diagnósticos 1. Historia clínica 2. Examen físico a) Mayores Bandas palpables Dolor unilateral Limitación del movimiento b) Menores Puntos trigger Alivio postinfiltración. El segundo punto importante para el éxito del tratamiento son los aspectos técnicos, concretamente la manipulación de la toxina y la localización muscular. En el caso de la musculatura superficial utilizamos la electromiografía sonora que es capaz de captar la actividad espontánea de los puntos dolorosos, escuchándose un repiqueteo como “lluvia sobre el tejado”. El 57% de nuestros pacientes presentan dolor en la musculatura superficial, siendo el músculo Trapecio el más afectado. El resto (43%) presentan dolor en la musculatura profunda fundamentalmente afectando a los músculos psoas, cuadrado lumbar y piriforme. Para su localización utilizamos: La tomografía axial computerizada (TAC), ecografía (ECO) y la fluoroscopia con inyección de contraste. La técnica más fiable es la TAC aunque sin diferencias significativas con el resto. El método que pensamos más factible de utilizar en las Unidades de Dolor es la fluoroscopia, que visualiza las fibras musculares y su dirección mediante la inyección de contraste. Esta técnica requiere un aprendizaje logrado ya en la mayoría de la Unidades que realizan técnicas intervencionistas. Otro método que estamos utilizando es la estimulación muscular directa (EMD) mediante un estimulador de nervio periférico (de uso común). Hasta ahora no tenemos datos propios para comprobar la fiabilidad del mismo, pero lo que sí es cierto es que, de serlo, simplificaría y abarataría los tratamientos. Por supuesto siempre tenemos que tener en cuenta la especial manipulación de la toxina ya que es una molécula muy inestable y una vez reconstituida con suero fisiológico y protegida de la luz, permanece inalterable solo durante un espacio de tiempo de entre 2 y 8 horas. Al ser una sustancia tan tóxica es necesario una manipulación apropiada tanto durante el tratamiento en sí como en la eliminación de los residuos (paños impermeables, contenedores especiales etc.). Por último otro de los puntos esenciales es el seguimiento de los protocolos de forma estricta. Protocolos 1. Diagnóstico. 2. Fracaso de tratamiento convencional. 3. Información verbal y escrita. 4. Consentimiento informado 5. Solicitud de tratamiento compasivo 6. Técnicas de administración 7. Técnicas de rehabilitación 8. Seguimiento y actuación postinfiltración. Dentro de los protocolos ya hemos ido desgranando cada punto teniendo en cuenta que todos nuestros paciente son enviados al servicio de rehabilitación con admisión en el mismo en el plazo máximo de una semana con fisioterapeutas entrenados especialmente para pacientes que han sido tratados con toxina, concretamente 10 UM en los puntos superficiales y 100 en el caso de la musculatura profunda sin sobrepasar las 200 U.M. por sesión (dosis máxima recomendada 400 U.M.). El seguimiento se realiza a los 15, 30, 90 y 180 días observando el VAS basal, en movimiento y en los puntos trigger así como el Indice de Lattinen, la evaluación por el Servicio de Rehabilitación y la disminución del consumo de analgésicos dato que no hemos encontrado en la literatura actual. En los casos en los que no se encuentra ninguna mejoría, no infiltramos de nuevo. Si la mejoría es parcial reinfiltramos con el 50% de la V CONGRESO DE LASOCIEDAD ESPAÑOLADELDOLOR dosis en un plazo mínimo de tres semanas y si la mejoría es completa no se vuelve a infiltrar quedando el paciente en observación. De esta forma hemos conseguido en nuestros pacientes una mejoría del VAS que desciende desde un valor de 7,9 a 2,8, descenso que resulta ser máximo transcurridos los treinta días desde la infiltración aunque la mejoría significativa se alcanza a los 15 días. Es a partir de los tres meses cuando los pacientes comienzan con síntomas aunque hemos comprobado que no se llega a alcanzar el nivel basal al cabo de 6 meses momento en que hemos reinfiltrado a los pacientes siempre que presentasen un VAS por encima de 3. El ILno mejora de forma tan espectacular aunque su descenso también es significativo. Por otro la- 49 do nosotros tenemos un índice de compilaciones (con curva de aprendizaje incluida) de un 13,33% (debilidad muscular: 2, atrofia muscular: 1 y radiculopatia: 3; todas transitorias y sin revestir gravedad, porcentaje que va disminuyendo con el tiempo). En conclusión, podemos decir que la toxina resulta ser una alternativa terapéutica segura, eficaz y útil para un tipo de dolor muscular que hasta ahora sólo se beneficiaba de técnicas, que aunque eficaces, no resultan útiles por su escasa duración. Quiero hacer notar que todos los datos se refieren a los resultados obtenidos con toxina botulínica tipo A de origen americano (BOTOX). JUSTIFICACIÓN Y EMPLEO DE LAS TÉCNICAS DE ESTIMULACIÓN ELÉCTRICA EN EL TRATAMIENTO DEL DOLOR MÚSCULO-ESQUELÉTICO J. M. López-Millán, J. B. Alcañiz Folch Unidad de Dolor. Departamento de Anestesiología, Reanimación y Tratamiento del Dolor Área Sanitaria Virgen Macarena. Sevilla El uso de la estimulación eléctrica para el tratamiento del dolor tiene numerosos antecedentes históricos (1). Sin embargo se sostiene sobre elementos empíricos hasta que en 1965 Melzack y Wall (2) propusieron la teoría del control de la puerta de entrada (gate control theory), que proporciona fundamentos neurofisiológicos a la estimulación nerviosa transcutánea ya introducida en la terapéutica del dolor años atrás. Melzack y Wall propusieron que la sustancia gelatinosa (láminas II y III), donde sinapsan las fibras C amienlínicas y las fibras A-beta mielínicas mediante interneuronas inhibidoras, sirve como primer modulador en la transmisión de estímulos inocuos y nocivos desde la periferia hasta el sistema nervioso central. La activación de esta barrera da lugar a la transmisión y experiencia del dolor. La barrera se abre selectivamente por la activación de las fibras C amielínicas, de pequeño calibre, y se cierra por la activación de las fibras A-beta mielínicas de mayor diámetro. De este modo la transmisión y percepción del dolor pueden atenuarse por la activación selectiva de las fibras A-beta de umbral más bajo y más grandes que transmiten el impulso nervioso a mayor velocidad. Actualmente, la teoría de la puerta de entrada reconoce el papel de los impulsos descendentes en la modulación del mecanismo de control, y que factores como la experiencia previa y las influencias emocionales pueden desempeñar un papel modulador. La estimulación eléctrica activa las fibras aferentes de diámetro grande a través de la aplicación de un campo eléctrico externo que “cierra la puerta” a la transmisión del dolor. En la periferia no hay separación entre fibras motoras y sensitivas como en la médula espinal, de modo que la estimulación neural ortodrómica puede ocasionar efectos secundarios motores no deseados. Por el contrario la estimulación antidrómica sobre la columna dorsal de la médula espinal originará un bloqueo nervioso sensitivo selectivo con una incidencia menor de efectos secundarios motores no deseados. Además, se puede cubrir un área mayor de dolor con la estimulación medular debido a la convergencia de las fibras aferentes primarias de un área anatómica mayor. El estímulo selectivo de las fibras A-beta mediante estimulación transcutánea se traduce clínicamente como una parestesia a nivel de la zona estimulada utilizando frecuencias entre 60-100 Hz, una amplitud del pulso inferior a 200 mcseg. y una intensidad baja, en el denominado modo convencional de estimulación. De esta forma el estímulo conducido a través de las fibras A-beta mielínicas y de alta velocidad alcanza la sustancia gelatinosa y es capaz de bloquear el estímulo doloroso transmitido por las fibras C amielínicas merced a la inhibición postsináptica de estas y a la inhibición postsináptica de las neuronas de proyección. Posteriormente la utilización de diferentes modos de estimulación neural periférica llevó a demostrar que utilizando frecuencias bajas entre 2-10 Hz, amplitud de pulso elevada y alta intensidad, se obtiene una estimulación en forma de contracciones musculares rítmicas que tiene efecto analgésico (3). Además se sabe que el efecto analgésico de este modo de estimulación es revertido con naloxona (4) y que los niveles de opioides endógenos aumentan en el líquido cefalorraquídeo (5). Este efecto no es reproducible con otras modalidades de estimulación neural transcutánea, lo que pone de manifiesto la existencia de diferentes mecanismos de acción. La estimulación eléctrica de las vías de conducción del impulso nervioso en el sistema nervioso periférico como en el sistema nervioso central, constituye un método de tratamiento analgésico totalmente aceptado actualmente. La estimulación se realiza de manera transcutánea sobre nervios periféricos, a nivel de cordones posteriores en la médula espinal y a nivel cerebral profundo. La electro-estimulación intramuscular (6) (IMS) ha sido desarrollada no sólo en su vertiente analgésica (7,8), ya sea en dolor de origen músculo-esquelético o neuropático, sino también para la rehabilitación del aparato locomotor (9).