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LA REAFIRMACIÓN DE LA ESPIRITUALIDAD Y LA ÉTICA EN CHINA Arturo Gálvez Valega, Ph. D* En estas últimas décadas se ha hablado mucho de la República Popular China y normalmente se usan expresiones como “el despertar chino”, como si China estuviera en un proceso de hibernación y súbitamente despertara de un sueño profundo, cuando en realidad es todo lo contrario. Lo que realmente sucede es que occidente apenas se está despertando frente a la actuación milenaria que ha tenido China como actor fundamental en la historia de la humanidad. Casi es habitual escuchar que China se ha convertido en el “taller del mundo”, en la economía emergente más pujante o hablar de los problemas medioambientales, laborales o de recursos naturales. No obstante, una noticia importante de resaltar es el resultado de una encuesta realizada por East China Normal University, la cual estima que el 31.4% de la población China es practicante religiosa de alguno de los credos autorizados, como lo son el Budismo, el Taoísmo, el Catolicismo, el Islam o los Protestantes. Realmente hay que reconocer que a pesar de las distintas trasformaciones que ha sufrido China a través de la historia, una constante fundamental ha sido la espiritualidad y más aún los fundamentos éticos que ha representado el comportamiento de China, en las diferentes facetas de su presencia tanto interna como externa. No hay que olvidar que el Budismo Chino tiene sus orígenes en la India, sin embargo, la connotación, la adaptación y sus manifestaciones en China tienen particularidades muy especiales, debido a que se enriqueció del Confucianismo y del Taoísmo. Por ende, es importante destacar la impronta que ha dejado el Budismo en el arte, en la organización social, comercial, intelectual y burocrática a favor del enriquecimiento de la postura social en todas sus formas. Cuando se habla hoy de que en China hay más de 400 millones de practicantes religiosos, que sigue en aumento la construcción de templos y que la asistencia a dichos centros va ascendiendo, no debe causarnos ninguna sorpresa. Si bien algunos estudios realizados por “Among Wealthy…U.S. Stands Alone in Its Embrace of Religion. The New Research Center for the people and the Press, 19 de diciembre de 2002” consideran que Estados Unidos es una excepción como país industrializado donde su pueblo es creyente frente a los países industrializados, donde la práctica de algún credo es mínima, en el caso de China, se muestra claramente por un lado, que siendo una economía emergente y poderosamente fuerte, entraría dentro de la escala de las excepciones de que habla el informe antes señalado, pero sobretodo, lo que demuestra es la reafirmación de la espiritualidad y de la ética en China. A pesar de las múltiples trasformaciones, aquella espiritualidad y ética china nunca desaparecieron; por el contrario, con el pasar de los años, se han venido fortaleciendo muy silenciosamente debido a que hacen parte de la esencia del pueblo chino. Como expresa el profesor de filosofía Guanghu, de la Universidad de los Pueblos de Beijin: “Espero que el gobierno pueda mirar positivamente al creyente de una religión y verlo como pieza clave en la estabilidad del orden social y la armonía, y no como una posible amenaza”. Resulta oportuno concentrarnos en el documento elaborado por el catedrático de la Facultad de Economía y Administración de la Universidad de Tsinghua, cuando expresa que uno de los retos más importantes es la búsqueda de la nueva dirigencia china. Según este documento, “ahora sus dirigentes y su gente deben tratar con la insatisfacción popular con el gobierno local, la degradación ambiental, escasos recursos naturales, un sistema financiero subdesarrollado, un insuficiente sistema de asistencia médica, una inquieta población rural, una urbanización a escala masiva y una creciente desigualdad social”, que exigirá de estos nuevos dirigentes no solamente una capacidad técnica, sino un compromiso de servicio público y de vocación hacia la honestidad. Compromiso que puede en estos momentos reafirmarse, precisamente, a través de esta espiritualidad que hemos venido exaltando, la cual se convierte en un instrumento fundamental que el gobierno central debe asimilar no como una amenaza, sino como un factor o elemento que contribuye en todo este proceso positivo que vive China de manos de la confirmación de la espiritualidad y del Confucionismo ético, que recalca el aspecto de la organización social, el respeto por los mayores y la meritocracia. * Profesor – Investigador Universidad del Norte. Coordinador del grupo de Investigación “Agenda Internacional” reconocido por Conciencias.