Download Economía: ¿racionalidad sustantiva o procesal?
Document related concepts
Transcript
E CONOMÍAEYCONOMÍA DESARROLLO ,V O L U SUSTANTIVA M E N 4 N Ú MOEPROCESAL R O 1, M A?R Z O 2005 : ¿RACIONALIDAD 89 Economía: ¿racionalidad sustantiva o procesal?* LUIS FERNANDO GAMBOA NIÑO* * Resumen El documento discute las motivaciones que subyacen en las decisiones de los individuos, y muestra que bajo algunas condiciones los individuos no son autónomos para manifestar su racionalidad. Las distintas posturas de autores como G.L. SCHACKLE, H. SIMON y, A. SEN evidencian la complicación existente en la búsqueda de elementos que permitan delimitar los ámbitos individuales. Abstract This document discusses the motivations inherent in individual choices and shows that under some conditions they are not autonomous to be rational. Different approaches such as: G.L. SCHACKLE, H. SIMON and A. SEN tell us that is difficult to find robust elements for delimiting individual spheres. Palabras clave: racionalidad, elección, teoría económica. Clasificación JEL: A11, B41, D10, D70 * El autor agradece los comentarios de los participantes en el seminario de elección social y de racionalidad. Cualquier error u omisión es responsabilidad del autor. ** Economista Universidad del Rosario, magíster en Economía Universidad Nacional, master en Economía Industrial Universidad Carlos III (Madrid). Profesor de la Universidad del Rosario. Las sugerencias y comentarios serán recibidas al e-mail: lfgamboa@urosario.edu.co o en la dirección: Calle 14 No. 4-69, Bogotá, Colombia. Fecha de recepción: 22 de noviembre de 2004. Fecha de aceptación: 18 de enero de 2005. Universidad Autónoma de Colombia 90 LUIS FERNANDO GAMBOA NIÑO 1. Introducción Hace más de doscientos años que los estudiosos de la teoría económica han tratado de dar respuesta a los problemas económicos, enmarcados en su mayoría, en la corriente neoclásica, que hoy se conoce como corriente ortodoxa. No han tenido un rotundo éxito, ya que sus conclusiones, en la mayoría de los casos se alejan considerablemente de la realidad y, aunque autores como FRIEDMAN (1953) argumentan en favor del papel de los supuestos irreales, no es claro que utilizar supuestos irreales sirva para resolver que los problemas que la teoría pretende solucionar1 . Esto ha conducido a críticas hacia la economía, que van desde su aparente inaplicabilidad hasta la sobresimplificación de la realidad. El cuestionamiento por el papel de la formalización y sobreutilización matemática es redundante y es el que más se encuentra en las críticas. La presunción de la teoría económica por “formalizar” o “modelar” los hechos y la toma de decisiones de los hombres, la conducen a una tendencia bastante particular. Esta tendencia es la de convertirse en una ciencia exacta, en aras de lograr su mayor ‘cientificidad’. Es más, su constitución hace que los hechos económicos encajen en ella, de una manera ‘manipuladora’. El carácter ‘social’ de la economía debe anteponerse a cualquier intento formalizador que implique sacrificios conceptuales, de lo contrario estaremos frente a una especie de ‘ingeniería humana’. ¿Pero lo estaremos frente a una ciencia?, o mejor, ¿es la economía una ciencia? Este último es el interrogante fundamental para quienes suponen que al hacer más y más ecuaciones están haciendo más ciencia. La ciencia supone un cuerpo de conocimientos y un objeto de estudio claro, delimitado y en cierto sentido, autosuficiente. En el caso de la economía, “...se ha supuesto que el campo de los acontecimientos económicos está encerrado en sí mismo y es autosuficiente, separado del resto de los asuntos de la humanidad por un muro de racionalidad” (SHACKLE, 1972, p. 26). Lo anterior, supone sacrificar la diversidad que la economía debería recoger. Existen comportamientos no siempre modelables, relaciones causa efecto no derivables y, por ello, no menos importantes en los que siempre se indaga por la racionalidad. Pero qué implica comportarse racionalmente? En las siguientes líneas pretendo comentar algunos aspectos sobre la racionalidad y sobre su significado en economía. No pretende ser más que un escrito introductorio, y por lo tanto, quedan abiertos muchos aspectos y posibles interrogantes por responder. Por este motivo las ideas expresadas 1 Desde la teoría del valor hasta los estudios sobre la formación de expectativas, hay un sinnúmero de problemas que estudia la economía y que no tiene sentido enumerar. Economía y Desarrollo - marzo 2005, vol. 4, n° 1 ECONOMÍA: ¿RACIONALIDAD SUSTANTIVA O PROCESAL? 91 tienen como única finalidad tratar de vincular la postura de SHACKLE con la visión tradicional de la racionalidad neoclásica y la nueva postura (crítica de Sen) frente a ella, en el caso de la racionalidad que orienta las decisiones de los individuos. 2. Racionalidad: algunas ideas En la literatura económica se han manejado distintas concepciones de racionalidad individual instrumental, es decir, un individuo cualquiera actúa racionalmente si elige el medio que le genera las mejores consecuencias para alcanzar un fin predeterminado. La razón no puede hacer más que desenvolver y encadenar una serie de premisas, no puede ir más allá. Ir más allá es imaginación, aunque las dos —razón e imaginación—, estén encadenadas son diferentes. La comprensión de la racionalidad del individuo supone tener a la mano, un método consistente para su análisis. Este método debe hallarse implícito en la Teoría económica, si es ella quien pretende estudiar al individuo económico (Homos Œconomicos). En palabras de SHACKLE (1972, p. 25), “...cuando llegó el momento de inventar la teoría económica, se tenía a mano cierto número de modos y esquemas de pensamiento bien establecidos, exactos y cabalmente explorados, que se impusieron a las mentes de los inventores”. Esta idea, implica límites en las acciones de los teóricos. El campo de acción para el ‘científico’ de la economía está predispuesto previamente por la metodología permitida por los “inventores de la ciencia”. El uso de instrumentos analíticos empleados anteriormente en otras ciencias fue la costumbre en los primeros economistas. La ‘importación’ de la estática y dinámica de la física, es un claro ejemplo de ello. Con esos instrumentos se comenzó a construir el conjunto de postulados que hoy hacen parte de la Teoría Económica, y, se empezó a suponer que los individuos operan bajo una racionalidad que es bastante consistente y de paso estable, entendiendo por esto último que bajo las mismas condiciones, los individuos siempre actúan de la misma manera. Sin embargo, ante cualquier situación, ¿los individuos actuarán igual?, ¿hay alguna posibilidad de cambio?, ¿qué motivan estos cambios, o, el cambio debe ser percibido por las teorías como síntoma de irracionalidad? En consecuencia, es importante indagar sobre la forma en que toman decisiones los individuos y sobre las motivaciones implícitas en las mismas. La forma y las motivaciones se toman por separado, aunque sean conexas ya que se pretende mostrar, más adelante, que el individuo está inmerso en un Universidad Autónoma de Colombia 92 LUIS FERNANDO GAMBOA NIÑO conjunto de condiciones que lo afecta y que determinan sus elecciones. Para este efecto se sigue la posición de SIMON (1976), que permite distinguir el ‘nivel de soberanía’ del individuo. 2.1. Racionalidad sustantiva Para SIMON (1976), existen dos racionalidades: sustantiva y procesal. “El comportamiento es sustantivamente racional cuando es apropiado para alcanzar metas dadas dentro de los límites impuestos por las condiciones y restricciones dadas” (SIMON, 1976, p. 133). Ello, no supone tener en cuenta lo que los demás estén pensando o haciendo. Este tipo de comportamientos permite actuar de acuerdo a la voluntad condicionada por la situación pero no se preocupa por el proceso involucrado en la manera como se toma la decisión. La consistencia en las decisiones y las motivaciones aparentes para la elección son ideas para tener en cuenta en este tipo de racionalidad. Se comentan algunos puntos que se deben resaltar frente a la consistencia y luego, se revisa porque la motivación individual es importante para comprender los alcances del análisis del individuo económico. En primer lugar, se encuentra la consistencia en la toma de las decisiones. Esta concepción se vincula con el principio de la preferencia revelada. La preferencia revelada ha sido el instrumento empleado para ilustrar la consistencia en las elecciones del consumidor y, para poder pasar del esquema de análisis ordinal (preferencias) al cardinal (funciones de utilidad). Los intereses individuales se reflejan en cada acto de elección. Si se observa que un individuo cualquiera escoge un conjunto de bienes en lugar de otro, entonces se dice que ese individuo tiene una preferencia revelada por el primer conjunto. Bajo esta concepción, intereses individuales, elección y utilidad son esencialmente lo mismo. En consecuencia, “con este conjunto de definiciones, el individuo no podrá dejar de maximizar su propia utilidad, excepto por obra de la inconsistencia” (SEN 1976, p. 181). El comportamiento de un individuo (elecciones) se considera racional si “puede explicarse en términos de alguna relación de preferencia consistente con la definición de la preferencia revelada” (SEN 1976, p. 182). La lógica permite evaluar si un individuo es racional de acuerdo a su consistencia, independientemente de si es snobista, egoísta o altruista. No obstante lo anterior, el tiempo se traduce en una barrera para este tipo de racionalidad, pues puede ocurrir que los gustos o las preferencias cambien, y decir que no se es consistente cuando ante dos opciones se elige una Economía y Desarrollo - marzo 2005, vol. 4, n° 1 ECONOMÍA: ¿RACIONALIDAD SUSTANTIVA O PROCESAL? 93 diferente a la elegida antes, es una afirmación dudosa, porque no son claros los elementos que pueden afectar la decisión, ni tampoco los instrumentos empleados2 (p.e. Ceteris Paribus, Principio de Ockam). Estos instrumentos se traducen en límites informativos tanto para el que analiza el comportamiento como para el que lo efectúa. Son límites porque impiden que sean tenidos en cuenta aspectos que afectan las decisiones en los individuos. Para el que toma la decisión es un límite porque pone en duda su racionalidad cuando se presenta una situación que no ha sido tenido en cuenta previamente. En segundo lugar está el papel de la motivación en la racionalidad del individuo. Las concepciones de racionalidad se pueden ver influidas por las motivaciones y valores que tenga. La economía no se origina en un laboratorio autosuficiente y diferente al de la ética. Los valores guían el comportamiento de los individuos y están influidos por las sociedades. Cuando ARROW propone su “Teorema General de la Posibilidad” advierte que se deben tener en cuenta los valores y no solamente los gustos, como variables de la función de bienestar social, para advertir, implícitamente, el peligro de posiciones extremistas y alejada de la sociedad. Estas posiciones impiden que se pueda lograr un acuerdo entre la elección individual y la social. En la primera aparece el egoísmo, mientras que en la segunda debe aparecer la simpatía y el sacrificio3 . El papel que juega el egoísmo es muy importante en un esquema de libre competencia y, en este sentido, no se puede desligar el análisis económico de las motivaciones éticas que posee un individuo. De lo contrario, no se es consistente con la idea de un individuo inmerso en sociedad. En este sentido un individuo se considera racional cuando maximiza su propio interés, —su voluntad individual—, es decir, existe “una correspondencia externa entre las elecciones que una persona hace y su propio interés” (SEN, 1987, p. 32). Estos intereses se recogen en la función de utilidad que tiene un sentido independiente de las elecciones de los individuos. La utilidad, entonces, puede significar, por ejemplo, la felicidad o la satisfacción de un deseo 4 . Pero el papel evidencial de la satisfacción del deseo puede hacer 2 El uso de este tipo de instrumentos ha sido generalmente hecho para alejar o separar efectos externos que no se desea estudiar en determinados problemas y, en ese sentido permiten suponer laboratorios a los “científicos de la economía”, limitando la información relevante en la racionalidad de los individuos. 3 La idea de sacrificio y simpatía implica considerar las voluntades ajenas, pero esto supone tener en cuenta la racionalidad procesal, que se tratará más adelante. 4 La economía del bienestar convencional es utilitarista en la medida que considera que el bienestar se deriva de la utilidad individual. Universidad Autónoma de Colombia 94 LUIS FERNANDO GAMBOA NIÑO parecer a un individuo como irracional. Si, por ejemplo, se considera que es adecuado tener un vestuario determinado y a un individuo le gusta otro, no es posible afirmar que éste es irracional porque no se puede conocer si está feliz o, simplemente satisfecho. El autointerés es un aspecto importante que se recoge en las motivaciones del individuo en el momento de tomar su decisión. La posición de BAURMANN (1998) es bastante clara a este respecto, “Para un Homo oeconomicus, lo único que cuenta son las consecuencias que para sus intereses y deseos tiene su comportamiento en un caso concreto. Es flexible y adaptable, y se acomoda a cada nueva situación con sus ‘restricciones’ específicas. (...) No subordina voluntariamente sus intereses personales a los intereses de otros o a las normas de la moral y el derecho” (BAURMAN, 1998, p. 47). La corriente tradicional considera que un individuo es maximizador cuando maximiza su función de utilidad, que depende de su propio consumo. Esta corriente tiene tres características, “el bienestar de un individuo depende únicamente de su propio consumo, el objetivo de un individuo es maximizar su propio bienestar y, las elecciones están dirigidas a la consecución del propio objetivo” (SEN, 1987, p. 96). Con lo anterior, se hace explícito que una motivación tan sencilla como el egoísmo hace imposible desligar la ética de la economía. SEN (1987) considera que la separación entre estas disciplinas las ha perjudicado. Pero, la principal perjudicada es la economía porque si ésta pretende dar cuenta de lo que sucede en el mundo real, debería incorporar las motivaciones éticas dentro de la teoría, en la medida en que los individuos reales pueden (y de hecho lo hacen) comportarse así. En síntesis, cualquier intento por evaluar una racionalidad sustantiva debe incorporar la formación de las motivaciones e indagar si éstas son consistentes en el individuo, descartando aquellas situaciones en las cuales se ha presentado un cambio (gracias a otras condiciones) en las preferencias del individuo, no por irracionales sino por obedecer a un cambio en las condiciones bajo las cuales se tomó la decisión. Cualquier tipo de elección que sea tomada por un individuo, poseerá ciertas características que, es importante tener presente, tanto para evaluar su consistencia como su motivación individual. De ahí que, sea necesario identificar cuando las personas pueden moverse como un solo individuo o como un grupo. En ocasiones las decisiones se toman individualmente pero en otras se toman en grupo aunque se tomen de acuerdo a una voluntad común que implica comportarse como individuo. Cuando esto no ocurre, se presenta una decisión de grupo, en la cual el proceso o racionalidad procesal es diferente (RESNIK, 1997). Economía y Desarrollo - marzo 2005, vol. 4, n° 1 ECONOMÍA: ¿RACIONALIDAD SUSTANTIVA O PROCESAL? 95 2.2. Racionalidad procesal Para SIMON (1976, p. 135), “...el comportamiento es procesalmente racional cuando es el resultado de una deliberación apropiada. Su racionalidad procesal depende del proceso que lo generó”. Este proceso involucra, de un lado, una dimensión temporal y otra condicional y, del otro, un juicio de valor sobre lo “apropiada”, de la decisión. Antes de indagar sobre el tiempo es importante diferenciar los conceptos ‘apropiado’ y ‘consistente’. El primero involucra un juicio de valor sobre lo que el individuo desea, el segundo no lo hace. El proceso se considera apropiado cuando guarda la consistencia necesaria, pero además, recibe el aval del involucrado. Una decisión consistente tiene que ver con la periodicidad y la estabilidad frente al mismo evento bajo las mismas condiciones. Ahora bien, retomando la dimensión temporal-condicional, ni el tiempo tiene un claro y único referente en las teorías, ni la condicionalidad en la toma de decisiones está delimitada. Términos como continuidad, estática, dinámica, tendencia, cambio; son instrumentos metodológicos que frecuentemente son empleados en economía y cada uno de ellos maneja una visión del tiempo diferente5 . Para cualquier individuo, en particular, no existe el interrogante por alguno de ellos: simplemente actúa. En su racionalidad no existen distinciones temporales. Sin embargo, en el ‘período’ que se decide actuar, no se está solo ni lo puede modificar todo. De aquí surge la idea de condicionalidad. La autonomía es limitada y la idea de libertad es confusa6 . La autonomía no se garantiza en el tiempo. La existencia de modelos de expectativas racionales y adaptativas, ilustra la importancia que tiene un pasado —ajeno al individuo— y, un medio —incontrolable—, dentro del cual se ha pretendido formalizar la toma de decisiones en el tiempo. La posición de SHACKLE frente a los períodos en la producción de MARSHALL (corto y largo Plazo) es bastante clara. La producción requiere de un espacio y un período o una sucesión de eventos. Si a un movimiento se le toma una fotografía (Función de Producción) se está deteniendo por un instante el tiempo. Esta particularidad de tener un tiempo a veces ‘en movimiento’ y, otras ‘detenido’, es la que más ha complicado el análisis del comportamiento de los individuos y, por supuesto su racionalidad. 5 En SHACKLE la preocupación por el tiempo es latente y persiste a lo largo de toda su obra “Epistémica y economía”. 6 Ni el concepto de libertad positiva ni negativa, son capaces de establecer una línea divisoria clara entre autonomía y no interferencia. Por este motivo no pretendo ir más allá de hacer esta advertencia. Universidad Autónoma de Colombia 96 LUIS FERNANDO GAMBOA NIÑO La teoría de juegos es el claro ejemplo de cómo los individuos incorporan en su decisión, la percepción que tienen del actuar de los demás y del tiempo7 . Esto supone una racionalidad que se limita a ‘esperar’ y, no siempre los individuos son seguidores de los demás. Para sintetizar, la racionalidad procesal involucra aspectos ajenos al individuo y, esto hace que su soberanía y autonomía se vean mermadas. En este orden de ideas, pretender que la racionalidad sea entendida como el acto en que un individuo alcanza su interés individual bajo unas condiciones dadas en un proceso de deliberación apropiado, se torna inconsistente. No es posible esperar que un individuo actúe racionalmente cuando no tiene las condiciones necesarias a su alcance. Por este motivo, la postura de SHACKLE sobre el andamiaje inflexible de la economía es pertinente puesto que a la economía su racionalidad tradicional no le permite recoger la realidad que pretende estudiar. Esto muestra como es necesario avanzar más en la comprensión de la racionalidad instrumental para que sea viable una evaluación de la manera en que se vinculan las motivaciones en la toma de decisiones del individuo que no está separado del medio que lo rodea y que lo termina afectando. 3. Comentarios finales Si bien, la búsqueda sistemática de un instrumento para la comprensión de las acciones “económicas” de un individuo, es una tarea compleja, no lo es menos, pretender entender la racionalidad la acción individual. Esta complicación que enfrenta la economía cuando es incapaz de conciliar la racionalidad instrumental individual con la característica maximizadora de su corriente principal (maximizar la suma de las utilidades totales) le permite a SEN (1976, 1987) criticar a la corriente principal. La crítica a la racionalidad como consistencia consta de varios argumentos. En primer lugar, esta concepción toma en consideración el papel que juegan los objetivos y las acciones. Por ejemplo, un individuo que actuara en contravía de lo que quiere obtener pero lo hiciera de manera consistente sería un individuo racional. Si puedo salvar a mi hijo o a un futuro premio Nobel, debería inclinarme por el segundo si actuase como un utilitarista tradicional, pero salvaría al primero si actuara como un egoísta. ¿Se es consistente? En segundo lugar, cualquier idea de racionalidad debería incorporar algunas consideraciones acerca de la relación existente entre los objetivos y las acciones que los individuos emprenden para alcanzarlos (“racionalidad de correspondencia”). La consistencia interna no es una condición suficiente para garantizar la racionalidad de una persona (SEN, 1987, p. 32). De ahí que Economía y Desarrollo - marzo 2005, vol. 4, n° 1 ECONOMÍA: ¿RACIONALIDAD SUSTANTIVA O PROCESAL? 97 sea necesario evaluar si está en la misma línea de la búsqueda de su propio interés o, en su defecto, de sus motivaciones. Sin embargo, la imposibilidad de distinguir entre inconsistencias y cambios de gustos (el gusto por la diversidad) de los individuos ponen en duda dichas posibilidades. Por último, la estructura conceptual de la cual hace parte es muy débil, ya que carece de bases fuertes que la hagan permanecer incólume ante las críticas. Por su parte, la crítica a la racionalidad como maximización del propio interés tiene un argumento central: las elecciones de los individuos pueden tener motivaciones éticas y no por ello son irracionales. La ética tiene una connotación práctica muy clara que es rechazada por esta concepción de la racionalidad. Las motivaciones de los individuos trastocan la estabilidad reinante de los modelos económicos tradicionales cuando las condiciones se modifican ostensiblemente. Dicho de otro modo, al tener en cuenta las consideraciones éticas dentro de la teoría, se violarán las características del comportamiento egoísta mencionadas. El incumplimiento de estas características implica la introducción de nuevos conceptos relacionados con la motivación (simpatía, compromiso y normas de conducta). Por lo anterior, es necesario seguir avanzando en la búsqueda de elementos que permitan delimitar el ámbito de lo individual y, su margen de maniobra sobre el proceso que genera la toma de decisiones, puesto que, de lo contrario, no será posible conciliar la postura tradicional autointeresada con la posibilidad de hacer tratados sobre racionalidad excluyendo las motivaciones que mueven a los individuos. Bibliografía ARROW, K. (1953). Social choice and individual values. Claredon University Press. BAURMANN, M. (1998). El mercado de la virtud: moral y responsabilidad social en la sociedad liberal. Ed. Gedisa, Barcelona. FRIEDMAN, M. (1953). “La metodología de la economía positiva”. Ensayos sobre economía positiva. SHACKLE, G.L.S. (1972). Epistemics & economics: a critique of economic doctrines. Cambridge University Press. Traducido como Epistémica y economía. Crítica de las Doctrinas Económicas en F.C.E. 1979, Madrid. SEN, A. (1976). “Los tontos racionales: una crítica de los fundamentos conductistas de la teoría económica”. Philosophy and Public Affairs, 6. SEN, A. (1987). On ethics and economics. Oxford University Press. Universidad Autónoma de Colombia 98 LUIS FERNANDO GAMBOA NIÑO RESNIK, M. (1997). Elecciones: una introducción a la teoría de las decisiones. Ed. Gedisa. Barcelona. SIMON, H. (1976). “De la racionalidad sustantiva a la procesal”. Filosofía y teoría económica. F. HAHN y MARTIN HOLLIS comp. Volver al Contenido Economía y Desarrollo - marzo 2005, vol. 4, n° 1