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1 TECNOGRAFÍA HISTÓRICA DE LA TRADICIÓN CULTURAL CIENTÍFICA II. CULTURAS DE LA INFORMACIÓN ESCRITURAL Y DEL CONOCMIENTO CIENTÍFICO OPERATIVO Manuel Medina Universitat de Barcelona EMERGENCIA DE LA TRADICIÓN DE LAS CULTURAS CIENTÍFICAS Complejidad cultural en las sociedades de la información escritural En los asentamientos permanentes del Neolítico situados en los valles ribereños de los grandes ríos Tigris y Eufrates, Nilo, Indo o Hoang-ho se dieron entre el 5000 y el 3000 una serie de innovaciones y transformaciones culturales decisivas. En la Baja Mesopotamia, las primeras comunidades campesinas autosuficientes aparecieron entorno al principio del quinto milenio. Se encontraban en zonas semiáridas donde la agricultura intensiva se hizo posible a partir de técnicas de riego basadas en la construcción de canales y presas. La realización y el mantenimiento de los sistemas de riego promovieron formas de trabajo comunitario y la concentración de la población en núcleos urbanos de sencillas casas entorno a un templo o palacio. Con la introducción de la azada y más tarde del arado tirado por animales se establecieron los cultivos intensivos de cereales y la crianza a gran escala de ganado menor con la consiguiente producción de excedentes alimentarios, aumento demográfico y crecimiento de las ciudades. Hacia finales del cuarto milenio floreció en la región de Sumer la ciudad de Uruk, una de las primeras ciudades-estado. En la misma se habían estabilizado grandes transformaciones culturales generadas por la revolución agrícola y urbana. Las innovaciones en el ámbito de las biotécnicas de producción alimentaria, el comercio y la concentración urbana propiciaron la división del trabajo y la especialización en todos los dominios técnicos en contraste con la homogeneidad politécnica predominante en las comunidades neolíticas precedentes, donde todos sus miembros podían ejercer, en general, las diversas técnicas del grupo. En las nuevas culturas que aparecen con las ciudades, en cambio, mientras que en el campo los campesinos se centraban en la producción agrícola y ganadera, en los núcleos urbanos proliferaron los artesanos especializados, como alfareros, ladrilleros, albañiles, carpinteros, trabajadores del metal, tejedores, curtidores, panaderos, cerveceros, etc. quienes pusieron en marcha y mantuvieron a través de siglos un gran desarrollo y perfeccionamiento de las técnicas productivas. En metalurgia se llegó a dominar perfectamente con la ayuda de fuelles la fusión y la forja del bronce. En alfarería se introdujo la rueda de alfarero y se fabricó cerámica de gran perfección. Hacia el 2000 se obtenía en Egipto lapislázuli sintético y en Mesopotamia el vidrio. Quinientos años más tarde, los egipcios, fabricaban recipientes de cristal. En la preparación de alimentos se emplearon procesos de fermentación, como para el pan, el queso, la cerveza (2500) y el vino (2000 en Egipto) y también se utilizaron los procedimientos de salazón y ahumado. El telar horizontal era conocido en Mesopotamia en el tercer milenio y luego en Egipto, donde en 1500 aparecen telares verticales. Desde muy antiguo se usaron para el transporte vehículos de ruedas y embarcaciones movidas con remos, pértigas y 2 posteriormente a vela. En el segundo milenio se utilizaban, además de elaboradas herramientas propias de cada oficio, mecanismos como el taladro de arco, el shaduff o cigoñal para la elevación de agua, la pinga (pértiga a cuyos extremos van colgadas cargas sostenidas en equilibrio sobre los hombros) para el transporte individual y balanzas de considerable precisión. Los simples y escasos dispositivos mecánicos empleados en la construcción, la palanca y el plano inclinado, contrastaban con las monumentales obras de la época, como la pirámide y el zigurat. En artesanía artística se fabricaban con madera, cristal, metal y otros materiales preciosos, objetos de lujo y todo tipo de obras e instrumentos artísticos. De los instrumentos musicales, la flauta (conocida ya en tiempos paleolíticos) aparece en una representación egipcia alrededor de 3300 y, tanto en Egipto como en Mesopotamia, se empleaban durante el tercer milenio diversas variedades de arpa, lira y laúd. De esta forma, en la Edad de Bronce los dominios de las técnicas materiales relacionadas con la fabricación y modelación de objetos, el empleo de artefactos materiales y mecanismos y la obtención y transformación de substancias experimentaron grandes avances gracias a la especialización artesanal en las grandes concentraciones urbanas. Pero tanto o más notables fueron las innovaciones en el dominio de las técnicas organizativas que se fueron poniendo de manifiesto en la formación de populosas ciudades con sus diferenciaciones sociales y jerarquización política, en la creación de grandes ejércitos para la guerra o para las inmensas obras de construcción y en el mantenimiento de vastos imperios gobernados por un monarca de forma autoritaria y centralizada. Con las nuevas formas de organización social, política y económica fue surgiendo un nuevo tipo de especialistas, los escribas y funcionarios al servicio real, encargados de dominar la creciente complejidad de la producción, la administración y el gobierno. Estos tuvieron a su cargo desde la organización de la producción y la distribución de aguas y simientes, la fijación de los tiempos de siembra y recolección, el almacenamiento del grano, la composición y distribución de los rebaños, etc. hasta la administración y el control de las finanzas, los impuestos, el censo, el comercio, las propiedades y las obras públicas. Para llevar a cabo su cometido los nuevos especialistas, liberados de los trabajos de producción material, se dedicaron a desarrollar nuevas técnicas de la información y la comunicación, como la escritura, la notación y el cálculo matemático, la geometría y la astronomía, destinadas al registro y control de datos, a la medición y el cálculo, y, en general, al procesamiento y la anticipación de la información. Así, el conjunto de los colectivos pertenecientes a las diversas especialidades técnicas que constituían la ciudad se articuló en una compleja diversificación laboral y cultural con la correspondiente estratificación social en clases definidas por claras relaciones de poder y surgió el estado junto con la complejidad de las primeras sociedades de la información escritural. En la ciudad-estado, los campesinos y los artesanos junto con los comerciantes, por un lado, mantenían la producción económica en marcha y los escribas, los funcionarios reales, los sacerdotes, los militares y las clases dirigentes, por otro, se ocupaban de la dirección y la organización de todas las actividades así como de la administración y del control de los recursos y de las riquezas acumuladas y, en definitiva, del ejercicio del poder. La complejidad de las culturas que emergen en las primeras ciudades-estado se constituye a partir de la formación de colectivos de agentes con prácticas y entornos propios que se estabilizan como sistemas culturales diferenciados (como en el caso de los campesinos, los artesanos, los escribas, los gobernantes, etc.) y a la vez relacionados entre sí formando un complejo entramado cultural. Las diversas prácticas que caracterizan dichos sistemas vienen dadas por determinados agentes junto con el ejercicio por parte de los mismos de actividades específicas modeladas por técnicas, es decir, por un conjunto de capacidades que determinados individuos y colectivos actualizan en entornos específicos conforme a procedimientos y formas de acción e interacción reproducibles y susceptibles de ser enseñadas y aprendidas. Ahora bien, en la realización de cualquier práctica por parte de un determinado agente intervienen, de una forma más o menos inmediata, artefactos y recursos materiales, otros 3 agentes humanos y organizaciones sociales, agentes y medios bióticos, elaboraciones y recursos simbólicos, interpretaciones... Su ejecución activa, simultáneamente, todas las técnicas relativas a la organización de los colectivos y al conjunto de los artefactos de todo tipo implicados. En otras palabras, todo colectivo y práctica cultural viene mediada artefactualmente, representada e interpretada simbólicamente, articulada socialmente y situada ambientalmente. Así, toda práctica técnica material o biotécnica se realiza socialmente, está sostenida simbólicamente y es objeto de interpretaciones. Toda práctica referente a la organización social tiene una base simbólica y está mediada por técnicas y artefactos materiales. Toda práctica simbólica es esencialmente social y se plasma, de una forma más o menos inmediata, materialmente. Lo que configura una práctica determinada son, pues, sus correspondientes entornos constituidos por los legados culturales que modelan las actuaciones de los agentes en cuestión, o sea, los complejos de las técnicas, los artefactos, las instituciones, los recursos (tanto materiales y simbólicos como de carácter organizativo y biotécnico), los diversos colectivos, etc. implicados en el ejercicio de dicha práctica. Aunque los entornos en su conjunto constituyen, de hecho, un entramado prácticamente inseparable, se pueden distinguir analíticamente el entorno material m como el conjunto de artefactos, técnicas, construcciones y recursos materiales, el entorno simbólico s, formado por el conjunto de los artefactos y técnicas simbólicas de representación, interpretación y procesamiento del saber, los significados, las representaciones, las interpretaciones, etc., el entorno organizativo o de las instituciones y las formas de organización e interacción comunitarias, sociales y políticas, las reglas, los roles... y el bioentorno de las comunidades de seres vivos y los medios bióticos implicados. El concepto de sistema cultural c=(p, m, s, o, b) se puede precisar así como el entramado de una práctica determinada p (el colectivo de los agentes portadores de las capacidades culturales específicas) y sus entornos m, s, o y b. Si comparamos en el contexto de una ciudad-estado mesopotámica los sistemas culturales integrados, por ejemplo, por los campesinos, los artesanos y los escribas, son obvias las diferencias básicas que se dan entre las prácticas respectivas. Mientras lo campesinos ejercen prácticas de tipo biotécnico y los artesanos las propias de las técnicas materiales, los escribas se diferencian, a su vez, por sus ocupaciones relacionadas fundamentalmente con las técnicas simbólicas. Cada uno de los sistemas en cuestión se diferencia por sus propios entornos. Así, los entornos materiales de la práctica de los artesanos (los utensilios, los materiales y las correspondientes técnicas propias de su oficio, los talleres…) y los de la práctica de los escribas mesopotámicos (básicamente el estilete, las tablillas de arcilla, la técnica de la escritura cuneiforme, las bibliotecas…) son claramente distintos, como lo son los entornos simbólicos de los campesinos (basados en la información y la comunicación puramente oral) y los de los escribas (centrados distintivamente en la información y la comunicación escrita). Sin embargo, en el caso de los colectivos de campesinos, artesanos y escribas pertenecientes a una misma ciudad, sus entornos respectivos no son completamente disjuntos sino que llegan a solaparse, es decir, tienen componentes en común. Así, los bioentornos que vienen dados por un emplazamiento geográfico y ambiental determinado pueden ser muy similares y también, en parte, los entornos materiales relativos al medio urbano en el que se realizan las actividades del conjunto de los habitantes de la ciudad. Asimismo, aunque los entornos organizativos específicos de cada colectivo se diferencien por formas propias de interacción y organización, también comparten instituciones, normas y leyes que rigen para toda la ciudad. Incluso diversos sistemas culturales, por ejemplo, el de los escribas y el de los sacerdotes, pueden tener agentes que les son comunes, como en el caso frecuente de los sacerdotes que eran asimismo escribas. Así pues, los sistemas culturales no están completamente desvinculados de los otros sistemas de su medio cultural sino que están entramados entre sí, es decir, sus prácticas y/o sus entornos respectivos tienen componentes en común. Un conjunto de sistemas culturales forman una red cultural cuando están concatenados de forma reticular, o sea, para cualquier par de dichos sistemas se cumple que los sistemas están entramados 4 directamente entre sí o bien mediante una serie de sistemas intermedios tales que entre dos sistemas consecutivos de la serie se da la relación de estar entramados entre sí. Recapitulando, los sistemas culturales son complejos híbridos integrados por personas, artefactos, técnicas, recursos simbólicos, formas de organización, interpretaciones, valoraciones, etc. Al formar redes culturales, los sistemas no están aislados sino que comparten entre sí (de una forma más o menos inmediata a través de toda la red de sistemas) agentes y/o elementos de sus diversos entornos. Estas relaciones de intersección cultural son, precisamente, las que articulan e interconexionan reticularmente los sistemas formando complejos espacios culturales. Fundamentalmente, una cultura está constituida por un conjunto de numerosos sistemas culturales C={c1,c2,...,cn} que forman una red cultural. Una cultura viene dada por una gran red de sistemas culturales que un complejo de colectivos de agentes humanos han producidos o han asimilado a lo largo de su historia y cuyos entornos configuran las prácticas de esos colectivos portadores de todos los dominios de la cultura en cuestión, perdurando más allá de la acción de los individuos. En el ámbito de las inmensas redes que constituyen las culturas podemos distinguir convenientemente diversas subculturas como subconjuntos de sistemas culturales que forman, a su vez, redes culturales. En este sentido, podemos hablar de la cultura de la importante ciudad-estado de Uruk en los inicios de la escritura, de la cultura sumeria que abarcaba varias ciudades en la Baja Mesopotamia o de la posterior cultura acadia que se extendió por toda Mesopotamia bajo el dominio de la ciudad de Akkad y también de la gran cultura babilónica que floreció en varias épocas de esplendor y dominio político mediante grandes imperios centrados en la ciudad de Babilonia. En el contexto de esas culturas, nos podemos fijar, como subculturas, en los colectivos organizados de escribas que actuaban en una ciudad, como en el caso de Uruk, o los diversos grupos de escribas que ejercían su función en cada una de las ciudades integradas en las culturas sumeria, acadia o babilónica, pero que estaban muy relacionados entre sí. Obviamente, las culturas o las subculturas no están aisladas, respectivamente, unas de otras ni permanecen constantes y estables sino que se relacionan y se trasmiten entre sí elementos de sus entornos culturales, se suceden, cambian y se transforman a lo largo del tiempo generando tradiciones culturales. Dada una serie de dos o más culturas/subculturas, estas están relacionadas como componentes de una tradición cultural, cuando es el caso que sus respectivos entornos m, s, o, b tienen elementos idénticos, o sea, rasgos culturales en común que se han trasmitido entre sí. Se pueden dar series verticales o diacrónicas de culturas/subculturas relacionadas que están situadas en diferentes periodos de tiempo, series horizontales o sincrónicas de culturas/subculturas ubicadas en diferentes ámbitos espaciales en el mismo periodo de tiempo y series oblicuas de carácter mixto. En general, una serie E1, E2 ... En de culturas/subculturas con elementos culturales comunes constituye una tradición cultural cuando dichos elementos o rasgos culturales se han transmitido de unas culturas/subculturas a otras mediante la interacción y la reproducción cultural llevadas a cabo por sus agentes. E1, E2,..., En representan los diferentes estadios de la tradición cultural. Así, durante el vasto periodo de tiempo que va desde la emergencia de la escritura a finales del cuarto milenio y los primeros usos de la grafía cuneiforme hacia el 2900 en las culturas sumerias hasta la conquista de Babilonia por Alejandro Magno en el 331, la escritura cuneiforme se fue trasmitiendo a través las culturas acadias, babilónicas y asirias dando lugar a la gran tradición cultural mesopotámica. A lo largo de dicha tradición milenaria, muchos elementos culturales fueron cambiando en las sucesivas culturas, como las lenguas o las etnias de los agentes culturales dominantes, pero las técnicas, los artefactos y los productos de la escritura cuneiforme se fueron conservando y trasmitiendo a través de los escribas, sus escuelas y sus bibliotecas de tablillas de arcilla. Junto con la escritura cuneiforme se trasmitieron y se fueron desarrollando las técnicas y los conocimientos matemáticos y astronómicos y también viajaron relatos míticos como el Enuma Elish y epopeyas como la de Gilgamesh. Pero no menos relevantes que los 5 legados del dominio simbólico fueron los otros legados culturales que se conservaron, trasmitieron y fueron configurando los entornos materiales y organizativos y los bioentornos de las diversas culturas en los sucesivos estadios de la tradición, tales como la fabricación de ladrillos normados, la construcción de casas, palacios y zigurats, las herramientas de los artesanos, las balanzas y relojes de sol, el uso de códigos legales, los utensilios de los médicos, los sistemas de regadío o la elaboración de la cerveza. Ahora bien, para estudiar la emergencia de la tradición cultural científica es necesario centrarse en las innovaciones que dieron paso a las subculturas de los escribas y en cómo estas se estabilizaron como las primeras subculturas científicas y pusieron en marcha una tradición cultural que había de tener grandes impactos no solo para las antiguas sociedades de la información escritural sino también para todas las culturas que a lo largo de la historia se incorporarían a la tradición de las culturas científicas. Innovaciones y tradiciones de los sistemas culturales de escritura La escritura sumeria es la más antigua que se conoce, se remonta hacia el 3200/3100 y apareció en forma de pictogramas (imágenes simplificadas de objetos o de una parte característica) que se imprimían junto con símbolos numéricos en tablillas de arcilla formando listas de registro contable de los bienes del templo, principalmente ganado y cereales, almacenados en el complejo religioso de Eanna en Uruk. Las primeras tablillas con escritura sumeria fueron el resultado del desarrollo de técnicas preexistentes de registro y cálculo que habían sido estabilizadas por culturas orales del Cercano Oriente a partir del noveno milenio y cuyo uso se extendía desde Anatolia hasta el valle del Indo. Los sistemas de registro y cálculo contable en cuestión se basaban en el uso de pequeñas fichas modeladas en arcilla (que se conocen con el nombre de calculi) de diversos tamaños y formas como bastoncillos, discos, conos, esferas, etc. que representaban determinadas cantidades (así, un cono pequeño tenía el valor 1, una esfera pequeña 2, una esfera grande 60, un cono grande 180, etc.) y con las que se podía operar conforme a determinados procedimientos de registro y cálculo contable. Los calculi también se empleaban en Uruk y en otras ciudades como parte de un sistema de control de tratos y transacciones que consistía en introducir las fichas correspondientes a las cantidades de los bienes objeto de la operación en un pequeño recipiente de arcilla con forma de esfera o sobre que posteriormente se cerraba y se marcaba con un sello de propiedad. El destinatario podía romper estos recipientes (conocidos como bullae) para comprobar y contar las piezas contenidas y así poder controlar si se correspondían con la partida de bienes que se entregaban. Desde el 3300 se empezó a marcar sobre la superficie externa de las bullae el contenido de las mismas con la ayuda de signos impresos mediante un estilete que reproducían pictográficamente las formas y el número de los calculi en el interior. Con esta práctica, los calculi introducidos en las bullae resultaron superfluos y se pasó, al cabo de un tiempo, a utilizar directamente una especie de panecillos de arcilla sobre cuya superficie se imprimían, junto con los sellos de autentificación, los símbolos numéricos que representaban las formas curviformes de los calculi. Las tablillas de arcilla se fueron refinando y normalizando y las notaciones se hicieron cada vez más ordenadas y regulares al igual que los pictogramas que especificaban las cosas a las que se referían los registros numéricos. Los signos numéricos curviformes permanecieron, pero sus valores variaron con relación a los de los calculi: un cono pequeño tenía el valor 1, una esfera pequeña 10, un cono grande 60, un cono grande con un círculo impreso 600, una gran esfera 3600 y una gran esfera con un círculo impreso 36.000. Todo indica que la aparición de la escritura estuvo asociada con las prácticas de registro contable, es decir, con técnicas de control administrativo y social relacionadas con la gestión de los asuntos económicos y políticos del templo. Se ha dicho que los primeros libros fueron los de cuentas de los almacenes del templo y que, aunque fueron los sacerdotes y los escribas de los templos sumerios los que primero ejercieron y probablemente inventaron la 6 escritura, esta apenas tiene un origen religioso en el sentido corriente de la palabra. 1 Pero la escritura, la notación numérica y el cálculo contable y metrológico desarrollado por los escribas también jugaron, desde el principio, un papel decisivo, tanto en Mesopotamia como en Egipto, para el surgimiento de la burocracia del palacio y el desarrollo de las técnicas funcionariales, relacionadas con la recaudación de impuestos y el censo de los contribuyentes, con la organización de la producción, de las obras públicas y del comercio, con la administración de los bienes de la casa real y, en general, con todo lo relativo a la organización, el control y el ejercicio del poder. Sin embargo, hasta llegar a realizar plenamente todos estos cometidos el desarrollo de las técnicas de la escritura debió recorrer un buen trecho desde las representaciones pictográficas arcaicas de los sumerios. En el siguiente paso, los pictogramas se estilizaron cada vez más y se combinaron para formar ideogramas o signos que expresaban representaciones más complejas. Así, la combinación del pictograma para “mujer” (pubis) junto con el correspondiente a “país extranjero o enemigo” (montañas) venía a significar “mujer extranjera” o “esclava”. Hacia el 2900 fueron desapareciendo los pictogramas, cuando en vez de los cálamos cilíndricos que empleaban los escribas sumerios de la época arcaica (uno con una sección más fina de unos 4 mm y el otro con una más gruesa de 1 cm aproximadamente, mediante los que se imprimían con la punta gruesa los conos y los círculos pequeños y grandes que componían los símbolos numéricos curviformes y con la fina, que estaba muy afilada, se trazaban los pictogramas) empezó a utilizarse un único cálamo de caña cortado en bisel, de forma que imprimía sobre la arcilla fresca marcas en forma de cuña parecida a un clavo o a un ángulo más abierto según se apoyaba más o menos fuerte. Así surgió la escritura llamada cuneiforme, cuyo nombre se deriva de cuneus, “cuña” en latín. Al principio, las composiciones con estas marcas intentaban reproducir, de alguna manera, los pictogramas así como los símbolos numéricos arcaicos, pero cada vez de una forma menos figurativa, hasta que los signos escritos perdieron cualquier semejanza con las figuras representadas y la escritura adquirió un carácter convencional. A continuación se dio el paso más decisivo que consistió en interpretar fonéticamente los caracteres cuneiformes. Los signos no representaban ya cosas, sino que recibían valores fonéticos, que en este caso eran sílabas. Mediante uno o varios signos se podían representar el fonema o la sucesión de fonemas que formaba una palabra. Así, por ejemplo, el signo correspondiente a la flecha, cuyo nombre sumerio es ti, pasa a representar el sonido ti con lo que se usa también para significar “vida”, que en sumerio se llama igualmente ti. Según todos los indicios, la primera escritura jeroglífica egipcia se derivó de las formas arcaicas de escritura mesopotámica y luego siguió un proceso de desarrollo parecido. En Mesopotamia, hacia el 2340 se instauró la dinastía de Sargón con la conquista de toda la región de Sumer y posteriormente de toda la zona sirio-iraquí que dio paso al imperio de Akkad. Con ello, la lengua sumeria hablada fue desapareciendo bajo la presión del acadio, si bien el sumerio escrito se conservó durante siglos entre los colectivos de escribas como lengua de los textos sagrados y de los tratados matemáticos hasta que fue substituido por el acadio en los textos de matemáticas de la época paleobabilónica. Sin embargo, la escritura cuneiforme fue asimilada a lo largo de la historia tanto por los acadios como por otras culturas para transcribir sus propias lenguas, como en el caso de los elamitas, los hititas y los hurritas, y se convirtió en la escritura propia de los imperios babilónicos y asirios, perdurando como tradición cultural durante tres milenios hasta los textos matemáticos y astronómicos de la época seleucida que se estableció en Mesopotamia tras las conquistas y la muerte de Alejandro Magno y duró hasta el siglo –I. La matemática del modo de estabilización tecno-oral Las técnicas de la información y la comunicación escrita, en general, desencadenaron desde un buen principio transformaciones culturales revolucionarias en todos los ámbitos de las antiguas sociedades de la información escritural. La escritura y la notación numérica incrementaron de forma decisiva los soportes simbólicos para la estabilización de nuevos tipos de prácticas en todos los dominios técnicos. Los registros escritos ampliaron 7 enormemente las capacidades de la memoria colectiva. Se podían fijar, conservar durante largos periodos de tiempo, reproducir, almacenar, ordenar, trasladar y transferir con relativa facilidad. El poder manejar, registrar y operar con caracteres de escritura no sólo expandió las posibilidades de almacenamiento y transmisión, sino que también aceleró de manera formidable las habilidades de procesamiento simbólico más allá de los recursos puramente orales y mnemotécnicos. Pero, por encima de todo, nuevas prácticas pudieron estabilizarse como técnicas al fijarlas y transmitirlas con la ayuda de representaciones y recursos escriturales. Una nueva forma de estabilización tecno-escritural dio paso a la innovación de todo tipo de técnicas, artefactos y conocimientos que hubieran sido prácticamente inalcanzables en las culturas de los modos de estabilización puramente tecno-oral, como resulta evidente con sólo considerar los logros fundamentales de las matemáticas mesopotámicas y egipcias. En el caso de Mesopotamia, los escribas sumerios con su emergente matemática escrita desarrollaron nuevas técnicas de registro contable y cálculo que tenían, en un principio, un carácter metrológico muy contextualizado, es decir, los procedimientos se referían, sobre todo, a situaciones y tareas muy determinadas tales como el cálculo de la extensión de campos, del volumen de construcciones como canales de riego, del grano necesario para la siembra o del rendimiento de grupos de trabajadores. En el ámbito de la metrología se fueron desarrollando la geometría o medida de longitud, área y volumen, la hilometría o medida de masa, tanto geométrica (por volumen) como mecánica (con la ayuda de balanzas) y la cronometría astronómica (mediante calendarios y relojes de sol) y mecánica (con el empleo de relojes de agua). La geometría se ocupaba de cálculos planteados, sobre todo, en la construcción y la agrimensura por la determinación de superficies y volúmenes. Para el cálculo del área de superficies circulares y el volumen de objetos cilíndricos los babilonios emplearon el valor 3 para π, mientras que los egipcios operaban con un valor más aproximado de 3,16. El desarrolló de la geometría como práctica matemática estuvo, pues, estrechamente relacionada con la construcción de objetos materiales con formas homogéneas como ladrillos, paredes, columnas, casas, zigurats, etc. y con la configuración de espacios como campos y solares. Así, los sofisticados cálculos relacionados con los ladrillos se referían a una gran variedad de ladrillos normados que se fabricaban con la ayuda de moldes perfectamente calibrados. Esta técnica artesanal fue el resultado de un largo proceso cuyos orígenes se remontan, por lo menos, al —5000. En esta época se empleaban para la construcción de casas en la zona de Oriente Próximo una especie de panes de barro secados al sol. Estos primitivos ladrillos se encuentran también en construcciones sumerias de principios del tercer milenio. En el transcurso de los quinientos años siguientes los ladrillos fueron tomando forma progresivamente. Primero apareció aplanada la base, luego los laterales en perpendicular a ella y, por último la parte superior recibió la forma plana, obteniéndose así el ladrillo tradicional, que luego se fue normalizando conforme a diversas dimensiones para usos determinados. A su vez, el proceso de estabilización social de las incipientes subculturas científicas estaba ya en marcha en 2600, cuando se estableció claramente la profesión de escriba con perfil propio y al mismo tiempo empezaron a tratarse problemas matemáticos que iban más allá de los contextos ligados directamente a las prácticas de cálculo cotidianas. Con posteridad al colapso del imperio acadio, se inició en el 2100 una época de dominio neosumerio con la dinastía III de Ur. Bajo el rey Šulgi de la ciudad de Ur se llevaron a cabo una serie de reformas administrativas basadas en la uniformización y el control burocrático en cuya realización los escribas jugaron un importante papel que afianzó su influencia y su posición social. Estos introdujeron nuevos sistemas de contabilidad junto con el sistema sexagesimal, es decir, un sistema numérico con base 60, y la notación posicional, en la que el valor de los números depende de su lugar en la expresión numérica, así como diversas tablas matemáticas y técnicas para implementar dicha notación. El sistema sexagesimal ha subsistido hasta nuestros días en las medidas angulares y temporales y el sistema de notación posicional continúa siendo básico. 8 Hacia el 2000 el estado de Ur III se vino abajo dividiéndose en numerosas ciudadesestado que finalmente fueron conquistadas por Hammurapi hacia 1760, el cual consolidó a Babilonia como capital de un nuevo imperio. Durante el periodo conocido como paleobabilónico que se extiende del 2000 al 1600, los escribas babilonios no sólo conservaron el legado sumerio-acadio incluido el sistema sexagesimal y la notación posicional juntamente con la escritura cuneiforme sino que produjeron los tratados que se consideran el apogeo de la matemática mesopotámica. Dichos textos están dirigidos a la enseñanza en las escuelas de escribas y en ellos se tratan además de las prácticas y los problemas metrológicos relacionados con las tareas y los contextos administrativos cotidianos, otras cuestiones y procedimientos matemáticos más independientes de dichos contextos e interesados en los propios métodos de cálculo. Los dos géneros principales de textos matemáticos babilónicos son los textos de tablas y los textos de problemas. Los textos de tablas se dividen en tablas matemáticas, metrológicas y técnicas. Entre los del primer tipo se encuentran tablas de multiplicación y de división, que se efectuaba multiplicando por el recíproco del divisor, tablas de cuadrados, raíces cuadradas y cúbicas y tablas de interés compuesto. Las tablas metrológicas se componen de series tabuladas de valores metrológicos que facilitaban la conversión entre diferentes unidades de medida y las tablas técnicas contienen constantes que se empleaban en determinados cálculos. Como su nombre indica, los textos de problemas consisten en colecciones de planteamientos de problemas seguidos de su resolución. Los problemas se planteaban, en lengua acadia, a partir de una pregunta dirigida a la persona que tenía que realizar la tarea como, por ejemplo, “si alguien te pregunta...”. El planteamiento del problema contenía toda la información que se requería para su solución, excepto la relativa a constantes, equivalencias metrológicas o cálculos básicos para los que se podía recurrir a las correspondientes tablas matemáticas o a las tablas de contador 2 . Normalmente la solución se formulaba como una serie de instrucciones en imperativo o en segunda persona del singular que empezaban con el pronombre “tú”. En la exposición de la solución se procedía metódicamente como en un algoritmo en el que el resultado de cada paso se usaba en la resolución del siguiente o se dejaba aparcado hasta que se necesitaba. Se operaba directamente con los resultados de las operaciones de cálculo implicadas dando por supuesta la realización de las mismas. Las instrucciones acostumbraban a finalizar con la expresión “este es el método”. A veces los textos iban acompañados de ilustraciones. Los escribas babilonios estaban en condiciones de resolver complejos problemas que implicaban tanto operaciones aritméticas como operaciones de tipo algebraico que en términos modernos se han interpretado como la resolución de ecuaciones lineales de hasta tres variables y de ecuaciones cuadráticas y cúbicas, así como calcular la suma de progresiones aritméticas y geométricas. En el campo de los problemas geométricos, la tradición matemática babilónica planteaba y resolvía problemas como el siguiente: “Un tablero tiene 0;30 de largo. De arriba se ha bajado 0;6. (¿Cuánto se ha apartado) de abajo?”. 0; 6 b = 0; 30 a x 9 Es decir, b es el madero y se trata de calcular x (correspondiendo en notación sexagesimal 0;n a n sexagésimas partes de la unidad). En la resolución del problema, se calcula a = 0;30-0;6 = 0;24 y luego se opera según la fórmula x =√b2-a2, obteniendo así x = 0;18. Subculturas y tradiciones científicas matemáticas Mediante sus técnicas, escritos y tradiciones matemáticas los escribas sumerios, acadios y babilonios fueron transformando radicalmente las técnicas de registro y cálculo contable, metrológico y matemático junto con las formas de enseñanza y transmisión de las mismas. A partir de prácticas y artefactos que se habían transmitido a lo largo de tradiciones orales milenarias y con la ayuda de los nuevos recursos de las técnicas de la información y la comunicación escrita, los escribas fueron estabilizando cada vez más refinadas y potentes técnicas de registro y cálculo en las prácticas contables y metrológicas hasta que llegaron a constituirse, en la época babilónica, en las subculturas portadoras de las prácticas y los entornos que dieron paso definitivamente a la tradición de la matemática científica. Esta tradición hundía sus profundas raíces en las prácticas y las realizaciones de antiquísimas culturas orales, como pone de manifiesto el mismo estilo dialógico y personal, propio de la comunicación oral, en el que están redactados los textos de los problemas, en clara conexión con las formas tradicionales de enseñanza y aprendizaje basadas en la intercomunicación y la interacción directa con un maestro. No hay duda de que desde los tiempos del paleolítico las culturas orales practicaron técnicas de contar que se ayudaban con la incisión en huesos de series de muescas dispuestas regularmente o con el empleo de las propias manos. En otros casos, las prácticas contables operaban con nudos en un haz de cordeles como en el caso de los quipos incas o con piedrecillas 3 . Las primeras formas de registro y cálculo contable correspondían a las técnicas metrológicas más básicas, en las que los símbolos numéricos funcionaban como símbolos metrológicos, es decir, como representaciones de unidades contables determinadas o múltiplos de esas unidades que se referían a sacos de granos, cabezas de ganado específico, personas o, en general, piezas de un producto determinado. Sin embargo, mediante este uso metrológico de los símbolos numéricos en dependencia del contexto las antiguas culturas orales lograron estabilizar técnicas fundamentales muy importantes en relación con el trabajo, la economía y el comercio, tales como las prácticas de trueque y transacción de todo tipo de bienes. Como ya se ha apuntado, a partir del noveno milenio se estabilizaron entre las culturas neolíticas del Cercano Oriente prácticas metrológicas contables basadas en el uso de fichas modeladas de arcilla. Estas técnicas de registro y cálculo mediante piedrecillas o pequeñas piezas de cerámica se desarrollaron y difundieron a través de las culturas mesopotámicas y egipcias y pasaron luego a griegos y romanos. La misma palabra “cálculo” proviene del latín calculus, en plural calculi, que eran las piedrecillas o fichas de piedra caliza con las que los romanos enseñaban a los niños a contar y efectuar las operaciones aritméticas básicas. Las técnicas de los calculi mesopotámicos y sus posteriores desarrollos jugaron un papel esencial en la emergencia y la estabilización tecno-escritural de la matemática sumeria y babilónica. Como ya hemos indicado, los calculi se utilizaron como instrumentos de registro contable en el sistema de las bullae y luego sirvieron de modelo para los símbolos numéricos curviformes de la notación sumeria arcaica. Pero tanto o más importante fue su relevancia en el contexto de las técnicas y los artefactos de computación que precedieron y acompañaron el desarrollo de la matemática escritural. Si bien los calculi dejaron de utilizarse con fines de registro contable una vez que desaparecieron las bullae, los escribas continuaron usando sistemáticamente calculi (denominados imna por los sumerios y abnu por los babilonios y los asirios) sobre tablas de madera como instrumentos auxiliares de cálculo. Así, se han encontrado tablillas cuneiformes de la época paleobabilónica donde se recogen listas de profesiones con el nombre sumerio y a menudo el equivalente acadio descritos como “el hombre de...”, 10 especificando el instrumento propio de la profesión. Como profesiones relacionadas con los escribas aparecen, además de la de “hombre de las pesas de piedra” donde se destacan las ocupaciones metrológicas, las de “hombre de las piedrecillas de arcilla”, “hombre de la tabla de contar” y la que se puede traducir como “hombre del ábaco” 4 . También es significativo que el pictograma correspondiente a la palabra “contar” en sumerio arcaico representa una tabla con líneas y columnas y con una especie de mano apoyada sobre la misma y algo parecido representa, de una forma más estilizada, el signo cuneiforme que corresponde a la misma palabra. Aunque no se han encontrado restos de tablas de contar de las épocas sumerias o babilónicas, debido con toda probabilidad a que se construían de madera u otro material no muy duradero, se da por seguro que ya antes del periodo peleobabilónico los escribas llevaban a cabo de forma rutinaria operaciones aritméticas manejando calculi sobre tablas de contador, una técnica que les había sido transmitida desde los tiempos de los sumerios 5 . Una de las referencias más antiguas a estos instrumentos de cálculo se encuentra en un texto conocido como “el debate entre la oveja y el grano” en el que se dice: Cada día se hace un informe sobre ti (la oveja), Se plantan en el suelo las varas de las anotaciones; Tu pastor le dice al dueño, cuántas ovejas hay y cuántos pequeños corderos, Cuántas cabras y cuántos pequeños cabritos. 6 Según las referencias a los “hombres de las dos tablas de contar de madera” y otros indicios, por lo menos los escribas babilónicos debieron servirse de dos tipos de tablas de madera, las de cálculo o ábacos y las de registro, en las que quedaban registrados mediante la disposición de calculi los resultados intermedios en el curso de operaciones de cálculo escalonadas 7 . Esto explica que apenas se hayan encontrado tablillas de arcilla con anotaciones en borrador de la realización de cálculos, cuando en los textos de problemas matemáticos se opera a menudo con los resultados numéricos de operaciones de cálculo complicadas que no se efectúan en las tablillas. De hecho, la notación numérica cuneiforme servía más bien para anotar datos y registrar resultados de cálculos ya efectuados que para llevar a cabo operaciones al modo de cómo se puede operar con las cifras actuales. En cuanto a las tablas de contador o ábacos sumerios y babilónicos hay que tener en cuenta que no se trata exactamente de los ábacos actuales provinientes de la cultura china, aunque su funcionamiento tiene que ver con la misma clase de técnicas de cálculo. Más bien hay que relacionarlas con las tablas de contador llamadas abax por los griegos que muy probablemente procedían de las babilónicas. La tabla de Salamina, que se remonta al siglo – IV es el ábaco más antiguo de este tipo que se conserva, aparte de la representación de una mesa-ábaco sobre la que calcula el tesorero de Dario en el llamado “vaso de Dario” que proviene de Canossa y data del siglo –III 8 . Aunque las reglas precisas para operar con los antiguos ábacos no se han trasmitido, no ha sido muy difícil reconstruir su funcionamiento básico 9 . Los elementos esenciales de estos ábacos eran una superficie plana o tabla sobre la que se podía trazar una serie de líneas paralelas o surcos formando columnas divididas en secciones por otra línea transversal perpendicular y una serie de fichas movibles o calculi que se podían colocar, trasladar y manipular sobre la tabla. El valor de cada ficha dependía de su posición en el “enrejado” trazado sobre la tabla y el valor total de una configuración de fichas venía dado por el conjunto de las mismas. A partir de una configuración de salida se operaba, de hecho, conforme a reglas precisas que indicaban en qué condiciones y cómo había que agregar, mover, trasladar y quitar fichas sobre el tablero para realizar determinadas operaciones. Después de un número finito de pasos que generaban una determinada secuencia de configuraciones se llegaba a una configuración final que daba el resultado. Las reglas conforme a las que de hecho procedían tradicionalmente los escribas en sus operaciones con las tablas de contador correspondían, pues, a las reglas de un cálculo en sentido estricto conforme al que se podía operar con dichos instrumentos de una forma puramente operativa sin necesidad de disponer de símbolos numéricos escritos ni, en 11 principio, orales. Los antiguos artefactos y técnicas puramente operativas de computación, de los que prácticamente no se han conservado restos directos, pero que como hemos visto tienen sus orígenes en antiguas culturas orales, fueron esenciales como fundamentos técnicos y materiales para la derivación y la estabilización tecno-escritural de los sofisticados procedimientos matemáticos babilónicos. Así, las tablas de operaciones aritméticas (prácticamente nuestras tablas escolares) no eran otra cosa que prontuarios de cálculos resueltos. En otras palabras, se trataba de representaciones escritas en forma tabulada derivadas operativamente del cálculo con el ábaco mesopotámico que compendiaban sistemáticamente series de operaciones de cálculo registrando en una columna de la configuración inicial del cálculo a realizar o términos de la operación y en otra la configuración final o resultado. La memorización o la consulta de las tablas escritas suplían el manejo de las tablas de contador. Al igual que las tablas matemáticas, los textos de problemas matemáticos que representaban los procedimientos escriturales del cálculo aritmético y algebraico propios de la matemática babilónica no fueron el resultado de descubrimientos casuales de recetas, sino que debieron surgir de los sistemas de reglas del cálculo empleado con las tablas de contador. En este sentido, podemos decir que dichos sistemas de reglas representan la prueba (por descontado no en sentido de deducción teórica sino de derivación operativa) en los que se fundamentan los mencionados procedimientos de la matemática babilónica. Ya que, a través de su práctica continuada y sistemática de operar con las tablas de contador, los antiguos escribas debieron llegar, en determinados casos, a una comprensión precisa de interesantes correlaciones operativas en las secuencias de las configuraciones que generaban determinadas operaciones con los calculi, lo cual les llevó a plantear problemas matemáticos nada triviales y a desarrollar métodos generales para resolverlos de una forma más directa 10 . Una serie de problemas ilustrativos de estos procedimientos se encuentra en la tablilla de arcilla AO 6484 que, aunque fue escrita hacia el -200, se considera parte de una tradición escolar ininterrumpida desde la época paleobabilónica. En la misma se plantean varios problemas relacionados con procedimientos sumatorios de sucesiones numéricas entre los que se encuentra el que trata, en expresión moderna, la suma de elementos de la progresión geométrica {2k| k ≥ 0} 11 . El texto cuneiforme es muy conciso (lo que se considera un indicio de que era un procedimiento estándar en la matemática babilónica) y está además parcialmente destruido por lo que su interpretación ha sido más difícil. En el planteamiento del problema se lee: “Pon de 1 a 10; sobrepasa cada uno con 2 (y) suma.” La solución, expresada en el correspondiente sistema sexagesimal, dice: “Y 8,32 (es el último miembro). Substrae 1 de 8,32; queda 8,31. Suma 8,31 y 8,32. (Da) 17,3.” El planteamiento del problema se interpreta como la instrucción de construir una sucesión de diez números a partir del 1 mediante una duplicación reiterativa (o sea, la progresión 1, 2, 22, ... 28, 29) y luego sumar sus elementos. La solución que se ofrece consiste en restarle 1 al último elemento (29) y luego sumar 29 al resultado de esa operación, con lo que se obtiene, en nuestro sistema decimal, el resultado final de 1023, que es efectivamente la suma total de los elementos de la progresión en cuestión. Ahora bien, aunque en el planteamiento y en la resolución de los problemas particulares se operaba con parámetros determinados, a los escribas babilónicos no les interesaba, por lo general, los resultados numéricos de un problema en particular sino que se trataba, más bien, de trasmitir un método general de solución para una clase de problemas a través de la práctica de su averiguación en un ejemplo concreto 12 . Así pues, en el problema anterior la cuestión no era aprender a calcular el resultado particular para la sucesión de 10 elementos sino para toda serie del mismo tipo con un número cualquiera de elementos. En una versión moderna, el planteamiento y la resolución del problema en cuestión se podrían formular como la suma de los n primeros elementos de una progresión geométrica cuya razón es 2: 1 + 2 + 22 + 23 + ... + 2n-1 + 2n = (2n – 1) + 2n si bien hay que tener en cuenta que este planteamiento no refleja propiamente el carácter operativo propio del antiguo problema babilónico. 12 La tradición matemática astronómica Las prácticas astronómicas se desarrollaron, fundamentalmente, a partir de la necesidad vital para las sociedades basadas en la agricultura de disponer de algún tipo de calendario para regular las actividades agrícolas. Pero no sólo la conveniencia de anticipar las condiciones climáticas impulsó la astronomía en la antigua Mesopotamia y Egipto. El gobierno y la administración centralizados de vastos dominios planteaban, igualmente, la necesidad de un calendario simple y unificado. Por otra parte, el interés por prever todo tipo de acontecimientos terrestres y sucesos humanos, especialmente los relacionados con el rey, su familia y el propio país, también promovió la astronomía en unión con la astrología. Tales eventos se consideraban estrechamente ligados al acontecer astral. Un problema central de la astronomía egipcia consistió en la aparición helíaca de Sirio, que coincidía con el solsticio de verano y anunciaba las inundaciones regulares del Nilo. Dicha aparición representaba el inicio del año egipcio, que estaba regulado por un calendario solar compuesto de 365 días divididos en 12 meses. Los egipcios dividían tanto el día como la noche en doce horas y disponían, desde tiempos muy antiguos, de relojes de agua para marcar las horas de la noche y de relojes de sol para el día. El calendario más antiguo de los babilonios fue lunar, es decir, los meses correspondían al mes sinódico lunar o periodo comprendido entre dos fases consecutivas de luna nueva. El calendario lunar presentaba el problema de que la duración de dicho periodo no es constante y oscila entre veintinueve y treinta días. Por otro lado, existían problemas de visibilidad para determinar la salida helíaca o primera visibilidad de la luna después de la fase de luna nueva, la cual coincidía con el inicio del mes. Se trataba, pues, de anticipar la posición de la luna en su salida y la duración del mes correspondiente. A pesar de que la aparición helíaca de la luna es una cuestión más compleja de resolver que en el caso de una estrella fija como Sirio, los sacerdotes babilonios consiguieron elaborar tablas astronómicas para su cálculo. Otro gran logro de la astronomía babilónica fue la fusión del calendario lunar con el calendario solar. Este último se basaba en el movimiento anual del Sol y determinaba el calendario estacional. La dificultad estriba en que doce meses lunares no corresponden a un ciclo o año solar, el cual dura once días más, y esta diferencia conduce, a la larga, a un desfase estacional. Los astrónomos solucionaron el problema introduciendo cada 19 años 7 meses intercalares, que se añadían como un treceavo mes a los años en cuestión. El ciclo de 19 años correspondía así a 235 meses lunares, lo cual supone una estimación de la duración media del mes lunar sinódico de 29,6 días. Actualmente dicho valor se estima en 29,53 días. El movimiento de los planetas fue seguido con mucha atención, debido a la creencia en su influjo sobre la vida humana. Eran conocidos los cinco planetas brillantes, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, y se constataron las irregularidades de sus movimientos, así como los cursos de retrogradación. También fueron objeto de observación la conjunción de planetas con la luna y las estrellas fijas, la primera y última visibilidad de los mismos, los solsticios y los equinoccios y, de forma especial, los eclipses de Luna y de Sol, por ser considerados de gran importancia para el rey y la familia real. A los astrónomos babilonios se debe la introducción de la eclíptica o círculo máximo a lo largo del cual discurre el movimiento anual del Sol y del Zodiaco o franja del firmamento a ambos lados de la eclíptica, que sirve de referencia para los movimientos planetarios. Dividieron la banda zodiacal en doce secciones de 30° en correspondencia con los meses del año y las nombraron según las constelaciones que abarcan. Mediante las medidas angulares y la división sexagesimal de la hora en minutos y segundos, lograron una gran precisión en la observación astronómica. Los resultados de las observaciones astronómicas, realizadas de forma regular durante largos períodos, eran anotados meticulosamente en tablas cuneiformes. Se conservan tablas que contienen listas de estrellas con sus posiciones, relaciones de fechas de primera visibilidad y registros diarios de diversos datos astronómicos relativos al Sol, la Luna y los planetas Sobre la base de los extensos y precisos registros, se elaboraron y fijaron en tablas 13 de procedimientos de cálculo astronómico, que permitían anticipar con exactitud los distintos sucesos y posiciones astrales para un período de tiempo determinado. Un tercer tipo de textos astronómicos estaba formado por las tablas periódicas o efemérides. Por lo general, se trataba de tablas anuales y la primera indicación era el año a que correspondían. Constaban de varias columnas y en la primera estaban anotados los meses del año. Las demás columnas indicaban para cada mes el valor correspondiente de una magnitud variable como, por ejemplo, la medida angular de la distancia recorrida por el Sol a lo largo de la eclíptica o la posición de la conjunción de la Luna y el Sol para ese mes. La variación de los valores presentaba siempre una cierta regularidad que revela su cálculo por un procedimiento matemático determinado. En el caso anterior de la velocidad solar, los valores expresados en grados, minutos y segundos son distintos para cada mes, pero la diferencia entre dos meses consecutivos es constante e igual a ± 18´. Las variaciones periódicas corresponden a una progresión aritmética en forma de zigzag. Es creciente con una diferencia constante hasta un determinado valor, que nunca supera un máximo, y luego decrece con la misma diferencia hasta otro, que nunca está por debajo de un mínimo, para volver a incrementarse y así sucesivamente. El uso de progresiones aritméticas crecientes y decrecientes dentro de máximos y mínimos fijos es característico de los procedimientos matemáticos empleados en la astronomía babilónica. La elaboración de las efemérides supuso el dominio de sofisticados métodos matemáticos para el análisis de registros numéricos y la formulación de ciclos astronómicos. Mediante tales procedimientos de cálculo y las tablas de la tradición astronómica babilónica se podían determinar la longitud y latitud de la Luna para cualquier momento, los puntos estacionarios anteriores o posteriores a la retrogradación de los planetas, su entrada en los signos del Zodíaco, así como anticipar eclipses lunares y solares y la aparición helíaca de los diversos cuerpos celestes, etc. XX Impactos de la subculturas científicas , s i+c , c del control, estado.... Con la escritura y las tablillas de arcilla o los rollos de papiro los antiguos escribas mesopotámicos y egipcios lograron dominar nuevas formas de estabilización y transmisión de prácticas de cálculo matemático y de anticipación astronómica mediante soportes simbólicos escriturales. En ambas culturas, los textos de problemas en los que se revela la capacidad de usar los simbólicos numéricos con relativa independencia de contextos puramente metrológicos, fueron la pieza clave de la estabilización tecno-escritural de nuevos procedimientos matemáticos que podían resolver de una manera general problemas complejos mediante fórmulas relativamente simples. A lo largo de siglos, las subculturas de los escribas fueron capaces de desarrollar y trasmitir los procedimientos característicos de las antiguas culturas científicas preteóricas, en los que la fijación y la transmisión del saber se basan fundamentalmente en tratados consistentes en el planteamiento y la resolución práctica de problemas mediante sistemas de enunciados operativos, instrucciones, algoritmos e instrumentos auxiliares dirigidos a resolver determinadas tareas. Por lo común, no aparecen enunciados asertorios ni principios o interpretaciones generales, como tampoco se plantea la necesidad de probar los sistemas de reglas y procedimientos. Más bien, se da por supuesto que funcionan y su comprobación consistiría, en todo caso, en la aplicación de los mismos. Así, los remarcables logros de la astronomía matemática mesopotámica no fueron objeto de un discurso interpretativo de tipo propiamente matemático sino que su interpretación tomó, más bien, la forma de relatos explicativos mitológicos. En el antiguo poema Enuma Elish, que se leía en Babilonia en las fiestas de principios de año, se narra como Marduk, el dios supremo de Mesopotamia, constituyó el firmamento. Los cuerpos celestes representan dioses bajo las órdenes de Marduk y los resultados de la astronomía se interpretan como dimanantes de disposiciones y actuaciones divinas: Él [Marduk] preparó sus moradas para los grandes dioses Y dispuso en constelaciones las estrellas que son sus imágenes. 14 Fijó el año y determinó sus divisiones, Estableciendo tres constelaciones para cada uno de los doce meses. Después de determinar los días del año por las constelaciones, Estableció el lugar de Nibiru [la banda zodiacal] como medida (de todos ellos), Para que ninguno fuese demasiado corto o demasiado largo, Y estableció también los lugares de Enlil y Ea [los cielos superiores e inferiores]. Y abriendo grandes puertas a los dos lados del cielo, Puso sólidos cerrojos en el este y en el oeste. Y en el centro fijo el cenit. Hizo brillar a Nanna [la Luna], a quien confió la noche, Y le asignó ser la joya nocturna para determinar los días: «A comienzos del mes, cuando te eleves sobre la Tierra, Brillarás como un creciente con cuernos durante seis días; Y con la mitad del disco el séptimo día. En la luna llena estarás en oposición con Shamash [el Sol], en medio de cada mes. Cuando Shamash haya pasado en el horizonte oriental, Te contraerás y dirigirás el creciente hacia atrás. Cuando se acerque el momento de la invisibilidad, Te aproximarás al camino del Shamash, Y el día veintinueve estarás en línea con él por segunda vez». Esta primera parte de la tablilla V del poema constituye un breve tratado de astronomía en el que, entre otras cosas, se describen con exactitud las fases del ciclo lunar y cuyo texto no es sólo significativo como un escrito asertorio sobre astronomía. Es asimismo un ejemplo del discurso interpretativo y explicativo que apareció como otra de las prácticas estabilizadas tecno-escrituralmente por los escribas. El relato representa una interpretación estabilizadora de los procedimientos astronómicos (como el calendario lunar o la banda zodiacal) en cuanto estos se ocupan de estados de cosas y procesos que son el resultado de designios y disposiciones divinas, y, al mismo tiempo, estabiliza la autoridad y la soberanía religiosa del dios Marduk, cuyos mandatos celestiales se cumplen tal y como atestiguan dichos procedimientos. De rebote, en el Enuma Elish queda legitimado interpretativamente el régimen monárquico babilónico al recibir el rey su mandato del propio Marduk como delegación divina, en otro pasaje del poema. Con la fijación de esta modalidad discursiva como recurso escritural para la estabilización interpretativa de sistemas culturales, consistente en formular doctrinas y legitimar discursivamente determinados sistemas religiosos, políticos, sociales, simbólicos o técnicos con vistas a promover su aceptación generalizada, los escribas mesopotámicos ponían en marcha la tradición cultural filosófica que sería recogida y transformada por los discursos teóricos de la filosofía griega. Pero los escritos interpretativos no sólo se plasmaron entorno a discursos religioso-filosóficos sobre el origen y el destino del cosmos, de los dioses y del género humano. Ya en el periodo sumerio aparecieron los primeros textos historiográficos como la Lista real en la que se van recorriendo los reyes de diversas dinastías y relatando sus gestas, y en la época sumerio-acadia proliferaron los textos literarios como el Poema de Gilgamesh. Con ellos se iniciaron asimismo las correspondientes tradiciones culturales de la historiografía y la literatura. Los impactos y transformaciones que las subculturas de los escribas fueron generando en las culturas mesopotámicas a lo largo del tiempo mediante la estabilización tecnoescritural de nuevas prácticas y recursos llegaron más allá de sus logros en los dominios simbólicos de la matemática, la astronomía, la filosofía, la historiografía y la literatura. En el dominio organizativo, los códigos legislativos tuvieron una importancia central para la práctica jurídica, sobre todo a medida que fue creciendo la complejidad de la organización social y económica y fue aumentando la extensión de los territorios imperiales. Las primeras colecciones de disposiciones legislativas escritas, como las Provisiones de rectitud, se remontan a la época de las ciudades sumerias, por lo que no es exagerado afirmar que en ellas nació el Derecho. Pero, sin duda, el código más famoso y significativo es el Código de Hammurabi en el imperio babilónico, gravado en un monolito de 2,25 m de altura y con un prologo, un articulado legal de 282 entradas y un epílogo. La redacción de sus artículos, en el 15 estilo tabular característicamente mesopotámico, sigue asimismo el modo estándar de representación escrita empleado por los escribas para estabilizar y transmitir conocimiento mediante enunciados operativos en forma de un “si..., entonces...” práctico, que ya encontrábamos en la matemática. Así, en los artículos 1 y 131 del Código de Hammurabi se dice: § 1.- Si un señor acusa a (otro) señor y presenta contra él denuncia de maleficio de muerte, pero no la puede probar, su acusador será castigado con la muerte. § 131.- Si la mujer de un señor es acusada por su marido, pero no se la (sor)prende cohabitando con otro hombre, pronunciará el juramento por el dios y volverá a su casa. Y en los tratados de medicina reencontramos exactamente el mismo recurso en forma de prescripciones médicas: Si un hombre sufre un “golpe” en la mejilla, amasarás (8 medicamentos) en el ... y cerveza fuerte, harás hervir en una cacerolita de cobre, lo extenderás sobre un vendaje y vendará su boca. Si alguien sufre una ictericia grave, su cabeza, su cara, la raíz de su lengua y todo su cuerpo se han puesto negros, el médico no debe tocar al enfermo. Este hombre morirá, no sanará. Incluso en el ámbito de las técnicas artesanales y campesinas, cuyos practicantes eran ajenos a la escritura, se redactaron tratados sobre materias que tenían un especial interés estratégico o económico, como la metalurgia o la agricultura, o podían interesar a las clases dominantes, como el entrenamiento de caballos o la elaboración de cerveza. Para comprender la dinámica de los trascendentales impactos generados por las innovaciones de las técnicas de la información y la comunicación escritural desde su nacimiento en las ciudades sumerias hasta los imperios babilónicos o asirios, no se puede contemplar dichos sistemas técnicos como meros procedimientos de representación gráfica del habla, sino que se han de tratar desde sus mismos inicios como complejos sistemas culturales. Y lo mismo vale para cualquier otro sistema innovador de la historia de las técnicas de la información y la comunicación. Desde buen principio, las innovaciones técnicas de la escritura se estabilizaron culturalmente en forma de colectivos de escribas con prácticas especializadas y entornos propios que constituyeron sistemas culturales entramados de forma especial en la compleja urdimbre cultural de las ciudades. Los sistemas culturales especializados en el modo de estabilización tecno-escritural de técnicas y entornos se articularon como subculturas generando tradiciones específicas especializadas en el manejo y desarrollo de sofisticadas técnicas y recursos simbólicos, como la matemática y la astronomía. En este sentido se las puede considerar las subculturas científicas originarias, sobre todo teniendo en cuenta que sus legados culturales constituirían los estadios fundamentales sobre los que se levantaría la tradición de las culturas científicas al ser recogidos, asimilados y desarrollados por la antigua ciencia teórica griega y helenística. Pero las prácticas y los recursos desplegados por las subculturas científicas mesopotámicas sirvieron también para innovar otras prácticas y entornos de las tradiciones culturales orales, dando paso a la estabilización de nuevos sistemas culturales que transformaron desde el ejercicio de la medicina y la administración de justicia hasta la construcción, la agricultura, el comercio o la guerra y generaron los nuevas sistemas del derecho, la literatura, la historiografía... Los impactos de la tradición científica basada en la técnicas de la información y la comunicación escritural fueron, pues, el resultado de las transformaciones operadas en el conjunto de la cultura por el establecimiento y la consolidación de nuevos sistemas culturales y subculturas y por la consiguiente desestabilización de sistemas y subculturas tradicionales que se reconfiguraron o fueron desapareciendo. Sin duda alguna, el impacto de mayor magnitud que, de alguna forma, englobaba la totalidad de los demás impactos fue el surgimiento del propio estado. Diversos colectivos de agentes en los entornos de las subculturas científicas llegaron a innovar y estabilizar una 16 compleja red de sistemas de control de base escritural que hicieron posible la expansión y la consolidación de la organización estatal y transformaron radicalmente las culturas tradicionales orales. En dicha red se integraban sistemas matemáticos de registro, cálculo y resolución de tareas, sistemas escriturales de fijación, comunicación y transmisión de documentos, contratos, escrituras, mandatos y disposiciones legislativas, sistemas astronómicos de anticipación, previsión y fijación temporal de eventos, sistemas burocráticos de planificación, supervisión y comprobación de la ejecución de tareas, sistemas militares de imposición de normas, decretos y órdenes y los no menos importantes sistemas religiosos, filosóficos y literarios de interpretación, adoctrinamiento y legitimación discursiva. Todos estos sistemas contribuyeron conjuntamente al funcionamiento estable de ciudades e imperios con administraciones centralizadas, burocracias de carácter impersonal, ejércitos permanentes, clases dominantes y clases laborantes sometidas. Recapitulando, se puede afirmar que el estado fue la más completa expresión de la una nueva cultura del control surgida de los entornos de las subculturas científicas en las primigenias sociedades de la información escritural. Sin embargo, para comprender bien esta conclusión, no habría que entender aquí control de una forma restringida como “dominio de agentes humanos sobre otros agentes” sino en un sentido más general de control cultural. De hecho, podríamos decir que cualquier cultura es control en el sentido de que se basa en la capacidad de estabilizar actividades como técnicas y medios como artefactos, de forma que llegan a ser culturalmente controlables 13 . Ahora bien, la posibilidad de estabilizar medios como artefactos controlables mediante técnicas no excluye el caso particular de los entornos organizativos formados por grupos de agentes determinados sobre los que otros agentes buscan tener dominio, es decir, la capacidad de conseguir su obediencia. En este sentido, el dominio equivaldría al control de entornos organizativos. En todo caso, guste o no, las técnicas y artefactos que confieren a determinados agentes dominio sobre otros son también cultura, si bien no del tipo más deseable. Pero, volvamos al tema de la nueva cultura del control y sus impactos. Ciertamente, las sociedades de la información oral precedentes tuvieron su propia cultura de control, en la que seguramente los entornos organizativos eran más comunitarios y personalizados y menos jerarquizados y clasistas. Pero, la cuestión que se plantea es si de entre el complejo entramado de innovaciones que emergieron conjuntamente con las ciudades-estado sumerias nos podemos fijar en una con un mayor peso específico que marcara la nueva cultura de control y sus impactos. En definitiva, se trata de comprender la dinámica que conduce de ciertas innovaciones a nuevos estadios en la tradición de las culturas científicas y a los consiguientes impactos en direcciones determinas, incluidos los que están conmocionando nuestra propia cultura tecnocientífica. Por lo pronto, de nuestro breve viaje al inicio de la tradición de las culturas científicas se puede concluir que si cultura en general es control, cultura científica es supercontrol tanto para bien como para mal. 17 1 Goody. La lógica..., p.74. Cf 3 Ifrah 4 Liebermann, Waschkies, Ifrah 5 Waschkies 6 Postgate, p. 72 7 Waschkies, 87 8 van der Waerden, 78; Waschkies, 219, 230. 9 Waschkies, ibid. 10 Waschkies, ibid 11 Waschkies, ibid 12 Waschkies, p. 184¸Neugebauer, p. 43-44. 13 No hay que olvidar que los términos “técnica” y “artefacto” no se reducen al dominio de las técnicas materiales sino que se refieren también a los dominios simbólicos, organizativos y biotécnicos. 2