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Las letanías son alabanzas, piropos de amor, de
ternura. ¿Te aburres rezándolas? No amas, no
comprendes. ¿Te gustan? Sí amas, sí comprendes.
El que las inventó sí amaba, sí comprendía. Son, en
definitiva, un poema de amor; sólo quien ama a María lo
entiende. Dile a los enamorados que son aburridos
porque repiten con frecuencia frases de amor.
Padre Mariano de Blas L.C
Reina de las familias
Es un título que faltaba en las letanías y que Juan
Pablo II se encargo de añadir. Las familias tenían
necesidad de una Reina. Y una Reina fuerte, que
fuera parte de una familia, abogada y defensora
contra un enemigo abiertamente declarado contra
las familias, el demonio. Hoy tiene el maléfico
pensamiento de destruir la familia. Y ya ha hecho
bastante mal. Pero se le enfrenta su eterna rival,
María Santísima. Todos somos miembros de una
familia y todos queremos que las familias se
sostengan en el amor y en la unidad. Invoquemos a
la Reina de la Familia.
LAS SIETE PALABRAS DE LA
SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:
Séptima palabra:
“Hagan lo que él les diga”
(Jn 2,5)
Mediante esta palabra, nos pone en camino hacia
Jesucristo . Ella es camino que conduce al Camino
verdadero (Jn 14,6). Con esta palabra nos enseña el
carácter de vehículo hacia Jesús que tiene la
devoción mariana, devoción que nunca podrá ser
tomada como una pieza aparte, sino usada como el
mejor camino para glorificar a Dios y empeñar a los
cristianos/as en una vida absolutamente conforme a
la voluntad divina. La tarea de María es infundir en
los discípulos una fe más viva en su hijo. La Virgen
es el camino por el que el Espíritu santo conduce al
Padre.
CONSEJOS DE UN SANTO:
JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER
“FORJA”
“Aquella madre -santamente apasionada, como todas las madres- a su
hijo pequeño le llamaba: su príncipe, su rey, su tesoro, su sol.
Yo pensé en ti. Y entendí -¿qué padre no lleva en las entrañas algo
maternal?- que no era ponderación el decir de la madre buena: tú... eres
más que un tesoro, vales más que el sol; ¡toda la Sangre de Cristo!
¿Cómo no voy a tomar tu alma -oro puro- para meterla en forja, y
trabajarla con el fuego y el martillo, hasta hacer de ese oro nativo una
joya espléndida que ofrecer a mi Dios, a tu Dios?”
864 Acude a la Dulce Señora María, Madre de Dios y
Madre Nuestra, encomendándole la limpieza de alma
y de cuerpo de todas las personas.
- Dile que quieres invocarla -y que la invoquen
siempre-, y siempre vencer, en las horas malas -o
buenas, y muy buenas- de la lucha contra los
enemigos de nuestra condición de hijos de Dios.
FLORES PARA MARIA:
Al inicio del día, conságrate a María:
Apenas comienza el día, conságrate a su
Sacratísimo Corazón, ofrécele el día, todos tus
trabajos, penas y alegrías…
CONSAGRACIÓN A MARÍA
¡Oh señora mía! ¡Oh madre mía! Yo me ofrezco
enteramente a ti, y en prueba de mi filial afecto, te
consagro en este día, y pasa siempre, mis ojos,
mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra
todo mi ser. Ya que soy todo tuyo, ¡oh madre de
bondad!, guárdame y defiéndeme como cosa y
posesión tuya. Amén.
Rezo del Angelus a las 12:00 del día.
Nos recuerda la anunciación y la encarnación del
Hijo de Dios. Momento culminante en la historia de
nuestra salvación. Feliz momento en que, por
designio del amor del Padre por el poder del
Espíritu Sano y la aceptación de María, el Hijo de
Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros.
El Santo Rosario:
El nombre del Rosario en la lengua castellana
proviene del conjunto de oraciones, a modo de
rosas. Rosas blancas de serenidad y pureza,
rosas rojas de sufrimiento y amor.
Rézalo a la hora que te resulte más apropiada.
Si te es posible, invita a participar a tu familia.
Recuerda que la familia que reza unida,
permanece unida y la bendice Dios.
Tres Aves Marías al acostarte.
¿Porqué tres? Para honrar a la Santísima
Trinidad.
La primera: para darle gracias por los favores
recibidos durante el día.
La segunda: para pedir perdón si hemos obrado
mal.
La tercera: para pedir ayuda, poniendo en sus
manos la vida misma, para que se digne
cubrirnos con su manto de madre amorosa y
haga que nos bendiga e Padre, el Hijo y e
Espíritu Santo.
Diálogo con tu Madre celestial.
Esta bellísima flor, de fragancia especial y única,
en la que, cada que así tu corazón lo desee, te
dirijas a tu Madre, como un hijo que se siente
amado, que necesita manifestar su amor.
FRUTOS QUE SURGEN DE
LA CARIDAD.
Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma
en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la
gloria eterna.
Frutos del Espíritu Santo.
Caridad
Gozo
Paz
Paciencia
Bondad
Benignidad
Mansedumbre
Longanimidad
Fe
Modestia
Continencia
Castidad
BONDAD: El hombre participa de la Sabiduría y de
la Bondad de Dios que le confiere el dominio de sus
actos y la capacidad de gobernarse con miras a la
verdad y al bien.
BENIGNIDAD: Mostrarse bueno y afable con los
demás sin causarles nunca daño alguno.
MANSEDUMBRE: “Bienaventurados los mansos,
porque ellos poseerán la tierra”, y es que los
obedientes a la voluntad de Dios son de los
escogidos del Padre.
LONGANIMIDAD: Grandeza y constancia de ánimo
en las adversidades.
“Sean perfectos como vuestro Padre celestial es
perfecto”
(Mt. 5,48)
MÁS PIROPOS A MARÍA:
JACULATORIAS (Oración -dardo)
A este hombre moderno “necesitado de lo sobrenatural y hasta con
frecuencia ávido de oración personal” exhortaba Pablo VI “a la práctica de
algo que es al menos la expresión mínima de nuestra conversación con
Dios”, “la oración –dardo”, la invocación casi explosiva que puede brotar
del alma. Las personas piadosas la llaman jaculatoria (jáculum significa
dardo, en latín) invocación, gemido o grito, que puede brotar incluso de
un espíritu no habituado al diálogo religioso. Recordemos al así llamado
Buen Ladrón, quien con implorar una sola vez, arranca a Cristo
crucificado y moribundo, la propia salvación: “¡Señor, acuérdate de mí
cuando llegues a tu reino!”
En la Palabra de Dios encontramos muchas veces la oración –dardo:
“Jesús, Hijo de David, ¡ten piedad de mí!”… “Señor, que yo vea”…
“Señor, sálvanos que perecemos”. A San Francisco le oyeron estar
repitiendo toda una noche: “Mi Dios y mi todo”
V. Por tu limpia concepción ¡oh Soberana Princesa!
R. Una muy grande pureza te pedimos de corazón.
V. ¡Dulce Corazón de María!
R. ¡Sed la salvación del alma mía!
V. María, ¡Madre de gracia y Madre de misericordia!
R. En la vida y en la muerte ¡Ampáranos, oh gran Señora!
SERENATA A LA VIRGEN
El que canta ora dos veces, decía San Agustín.
El canto es el afecto del corazón hecho música. Una
hermosa manifestación hacia el ser amado… demos,
pues, una serenata especial a nuestra Madre
Celestial.
SALVE
Hermana Graciela
María
María
María
Dios te salve,
Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra.
¡Dios te salve!
¡Dios te salve!
A ti llamamos
los desterrados hijos de Eva,
a Ti suspiramos gimiendo y llorando
en este valle de lágrimas.
Ea pues, Señora,
abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos
y después de este destierro muéstranos
a Jesús, fruto bendito de tu vientre.