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BARRIOS, DUARTE y Asociados Asesorías, Evaluaciones, Capacitación y Estudios en el Área Social INFORME PARA EL GRUPO SOCIAL CESAP TELF: -373.19.78 Telefax: -9755493 CEL: 0416-807.20.23 E-mail: agraba@telcel.net.ve evaduarte@telcel.net.ve I- PARTICIPACIÓN : TENDENCIAS Y DESAFÍOS II- DESCRIPCIÓN DE LOS PROGRAMAS SOCIALES DEL GOBIERNO ACTUAL. Ana Barrios B. Eva Duarte O. Noviembre 2001 PRESENTACIÓN El documento que presentamos a continuación ha sido elaborado en respuesta a la solicitud emanada del Grupo Social CESAP para realizar una recopilación de dos temas importantes para el quehacer de la organización, como son, la participación y los programas sociales gubernamentales. En relación a la participación, se ha efectuado una revisión bibliográfica a objeto de reflejar las tendencias conceptuales y orientaciones actuales, igualmente se ha hecho mención de los aspectos legales en los cuales se está desenvolviendo la discusión de los diferentes proyectos de ley a ser debatidos en el seno de la Asamblea Nacional, así como los desafíos que de este tema surgen en el contexto presente del país. Respecto a los programas sociales se los ha enfocado desde un punto de vista descriptivo, realizando también un análisis somero de las dificultades actuales para su implementación. Para ello, se ha realizado una consulta de fuentes directas de información así como de datos hemerográficos aparecidos en los principales periódicos de circulación nacional. Esperamos que este documento pueda aportar informaciones básicas que encaminen el intercambio de ideas entre los integrantes del Grupo Social CESAP. 3 PRIMERA PARTE I- PARTICIPACIÓN: TENDENCIAS Y DESAFÍOS 1. Introducción El tema de la participación ha sido uno de los pilares fundamentales en las bases conceptuales de las organizaciones de desarrollo social (Ods), su comprensión, análisis y maneras de aplicación han constituido parte esencial de la reflexión y las funciones de estas organizaciones. Pero el estudio de la participación y sus tendencias en la actualidad ha cobrado mayor vigencia, en tanto observamos cómo el término ha sido incorporado desde diversas perspectivas y enfoques, y de una manera explícita, en el quehacer de muchas otras instituciones y organizaciones tanto públicas como privadas. No cabe duda, que la participación es un tema que ha ido impregnando a sectores tan diversos como son el empresarial, el mundo de la cooperación internacional o el académico, convirtiéndose en requisito o precepto para muchas de las actividades desarrolladas desde estos ámbitos. Por otra parte, en el reciente desarrollo histórico de nuestro país, se han abierto nichos importantes en la esfera institucional para el ejercicio de la participación en diversos ámbitos, como lo son entre otros, el proceso de descentralización y municipalización, y las disposiciones contenidas en la recientemente aprobada Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Igualmente, estamos en presencia de una serie de iniciativas que apuntan al establecimiento de nuevas formas de expresión y de articulación social que incorporan vías distintas, propiciatorias de la participación en nuestra dinámica social, entre las cuales podemos mencionar: el surgimiento de la red de veedores para la vigilancia del proceso electoral, la creación de figuras (ombusdman) y de espacios interactivos en medios de comunicación social que permiten el pronunciamiento de opiniones o la crítica a limitaciones de derechos relacionados con la participación. A pesar de este alcance obtenido, en un intento por entender mejor la lógica y el sentido de la participación, diversos autores han reflexionado 4 recientemente sobre este tema encontrando que existe aún una brecha importante entre el discurso que convoca a la participación y la concreción de ésta en la práctica de las comunidades y colectivos sociales. Por ello, los hitos y espacios que se han establecido, constituyen una oportunidad para comenzar a identificar o retomar metodologías y estrategias de participación que contribuyan a llenar de contenido real este discurso. En este marco situacional, la revisión del tema de participación se vislumbra con nuevos sentidos, que exigen la reflexión tanto desde el punto de vista conceptual como de las señales que puede brindarnos el accionar de la sociedad. 3. Contexto actual para la participación en el país. La revisión conceptual del tema de participación, a nuestro juicio, no puede soslayar el examen del contexto social donde las interpretaciones y apreciaciones teóricas se están efectuando, ya que la participación per se implica acción en un escenario dado. Por ello, identificaremos una serie de elementos favorables y desfavorables que han venido surgiendo para el ejercicio de la participación en nuestro país. Favorables El proceso de descentralización y de establecimiento de gobiernos regionales y locales, generado en nuestro país a partir de finales de los años ochenta, ha posibilitado el surgimiento, tanto de liderazgos y movimientos políticos propios de los estados, como de experiencias de gestión local donde se ha estimulado la participación de la gente. Existe en la esfera oficial, desde hace algunos años y acentuado en los últimos tiempos, un discurso en pro de la participación, en el cual se reconoce que la práctica gubernamental, o los proyectos y programas sociales tienen que contar con la incorporación y gestión de las comunidades y organizaciones sociales pues se establece como un fin de las políticas sociales. El proceso que culminó con la aprobación de la nueva Constitución de la República, produjo una serie de movilizaciones sociales (pronunciamientos públicos, reuniones para la discusión, manifestaciones, lobby, etc.) de diversos sectores del país, que en cierta forma despertaron de la apatía en que estaban sumidos. 5 Incorporación de manera explícita del tema de la participación en una serie de articulados de instrumentos jurídicos, como son, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) y la Ley Orgánica de Protección a la Niñez y Adolescencia (LOPNA). El surgimiento de formas jurídicas y expresiones sociales novedosas en el país que pueden contribuir a una mayor participación del colectivo: figuras paritarias en la LOPNA, referéndum en la CRBV, red de veedores, mesas de diálogo, etc. Desfavorables Falta de promoción, difusión y educación ciudadana para que se conozcan los contenidos e instrumentos jurídicos que favorecen la participación. Ausencia de mecanismos efectivos para operacionalizar y hacer realidad lo que promueven las leyes en cuanto a la participación. Tendencia al autoritarismo, personalismo y hegemonía del sector oficial que atenta contra principios fundamentales de la participación: diálogo, búsqueda de consensos. La sectorización ideológica que ha sido promovida desde el ámbito gubernamental produce una polarización de opiniones y actitudes que excluye e inhibe la participación plural de diversos bloques sociales. Un ambiente de incertidumbre dónde se presenta una ambigüedad acerca de aspectos claves para la participación, como son, los vínculos que se pueden establecer entre el Estado y las organizaciones de la sociedad civil o el apoyo real a los procesos de descentralización. Resultaría aún prematuro hacer un balance efectivo de estos elementos –en tanto algunos de ellos son de reciente data- que permitiera saber el efecto que van a ocasionar finalmente en los niveles y dinámicas de participación de las personas, no obstante, son necesarios tomarlos en cuenta como un conjunto de factores que están operando en el presente contexto social. 3. Las tendencias presentes en el ejercicio de la participación En América Latina en general y en Venezuela en particular, la participación no ha tenido un desarrollo lineal, sino que, se ha visto fuertemente influida por elementos del contexto, lo que se explica dado su carácter fundamentalmente social y por tanto cambiante. 6 De las lecturas realizadas es posible identificar ciertos momentos en los que las prácticas participativas han evidenciado rasgos específicos. Sin embargo, es necesario acotar que no se trata de establecer fases o etapas claramente delimitadas y rígidas, sino de reconocer elementos preponderantes en el ejercicio y orientación de la participación en situaciones particulares. Así, en la década de los sesenta la participación es entendida como un proceso mediante el cual se pretende que los grupos marginados de la sociedad, sean incorporados a la vida moderna, desde la visión de progreso vigente en la época y con la finalidad de conseguir la integración de la sociedad. Más adelante, las crisis de carácter político que afectaron a gran parte de los países de América Latina, inducen a los gobiernos a impedir la agudización de conflictos sociales y, por ende, a impulsar formas de participación como una manera de abrir compuertas para mantener la legitimidad política formal. La profundización de la crisis económica y la aparición de los programas de ajuste con el consecuente empobrecimiento masivo de la población fomentan, desde los mismos gobiernos y agencias multilaterales, un enfoque en el que la participación es entendida como una estrategia para el desarrollo social; comprendiéndola como un proceso y resultado al mismo tiempo. Proceso porque se cree que las personas y comunidades deben estar involucradas en los proyectos y programas que los afectan, y resultado porque se logra individuos y comunidades capacitadas, mayor autonomía y sostenibilidad de los proyectos. Más recientemente, la participación ha comenzado a verse en una perspectiva que la reivindica como derecho, como un valor en sí misma, y como un deber que todos los miembros de una sociedad deben cumplir. Especialmente en los últimos tiempos y al calor de esta última concepción, diversos sectores sociales han logrado mayor visibilidad y presencia, alcanzando importantes reivindicaciones, tales como las mujeres, los niños, niñas y jóvenes y las poblaciones indígenas. Si establecemos un paralelismo entre este devenir histórico y los contenidos prevalecientes en relación con la participación en la actualidad, encontramos que ha habido un redimensionamiento de la misma, al comenzar a entenderla en un sentido más global que puntual. 7 La participación ciudadana surge como un concepto integrador en el que se suman contenidos y estrategias sociales, políticas y comunitarias. A juicio de Klisberg, esta percepción más integral de la participación, “... pone la discusión sobre la participación en un encuadre diferente al de décadas anteriores. No se trata de una discusión entre utópicos y antiutópicos, sino de poner al servicio de los severos problemas sociales que hoy agobian a buena parte de la población, los instrumentos más efectivos, y allí aparece la participación, no como imposición de algún sector, sino como oportunidad.” (p-3) Por otro lado, es también evidente que las formas de participación, desde esta óptica más integral, han trascendido los espacios tradicionales y formales de ejercicio de la misma (partidos políticos o gremios y sindicatos, por ejemplo), para comenzar a hacerse visibles en los ámbitos locales y más informales. Como lo señala Correa (1997), “... hay que tomar debida nota de que las agrupaciones y los movimientos ya no obedecen en absoluto - y eso ya no tiene retorno - a las pautas de los movimientos sociales clásicos. Los movimientos tienden a ser más temáticos y más locales. En el plano operativo, la participación ha tendido a institucionalizarse al punto que hoy es cada vez más infrecuente encontrar proyectos y desarrollar programas –tanto en las instancias gubernamentales como en las propias multilaterales y en las del campo de la Sociedad Civil- que no contemplen el componente participativo. 4. Cómo se ha entendido la participación Según los tipos de participación Una revisión documental como la presente, no puede dejar de lado el ejercicio conceptual que, en determinados momentos, suele hacerse frente a temas que plantean niveles de complejidad importantes, con el fin de alcanzar su adecuada comprensión. En el caso del tema que nos ocupa, es posible encontrar elementos que han llevado a desarrollar una tipificación de la participación con miras a entenderla y delimitarla más claramente. 8 Aún cuando existen consensos en torno a la definición general de participación la cual se entiende como el hecho de “tomar parte” en algo, en algún momento se planteó, –probablemente debido a los elementos coyunturales de los diversos momentos históricos a los que se hizo mención anteriormente-, la necesidad de calificar esta participación. Las lecturas realizadas parecen evidenciar como criterio fundamental para realizar una tipificación de la participación, dos aspectos centrales: el ámbito desde el cual se actúa y el alcance que la acción participativa tiene. Con base a ello ha existido una suerte de convención en torno a la existencia de tres tipos de participación, a saber: participación social, participación comunitaria y participación política, así como una cuarta categoría de más reciente desarrollo, denominada participación ciudadana, cuya lectura tiene un carácter más integral. Autores como Nuria Cunill, se han planteado este ejercicio desde la identificación de los elementos que diferencian los diversos tipos de participación. Cunill (1991) esboza una clasificación que busca diferenciar la participación ciudadana (tema al que más atención y desarrollo dedica), de otras formas de participación, tomando como eje, las formas de interacción con el Estado. Otros autores se han sumado a ella, derivándose la siguiente categorización: Participación social: entendida como la interacción entre actores sociales (excluye al Estado de esta condición). Así, “Tradicionalmente se asume que la participación social se refiere los fenómenos de agrupación de los individuos en organizaciones a nivel de la sociedad civil para la defensa de sus intereses sociales” y que, “... la diferencia estribaría en que, en el caso de la participación social, se supone que los individuos se relacionan no con el Estado, sino con otras instituciones sociales.” (Cunill, 1991, pág. 44-45) Participación comunitaria: se entiende como las acciones de comunidades o colectivos específicos para resolver necesidades inmediatas. “... tal como ha sido convencionalmente entendida, ésta puede suponer una interacción con el Estado pero que tiene un sentido meramente de impulso asistencial de acciones que, en definitiva, son ejecutadas por los ciudadanos mismos y que, en general, están referidas a cuestiones vinculadas a su vida más inmediata”. (Idem, p. 45). Participación política: lo político ha tenido, cuando ha estado asociado a la participación, un sentido restringido a ámbitos políticos formales, siendo que “... está referida a la intervención de las personas y grupos sociales en las actividades 9 de carácter político: formulación de la normatividad general, que regula el cuerpo social, políticas públicas que definen la direccionalidad de las grandes metas nacionales de desarrollo y la asignación de recursos.” (Soberón, s/f, pág. 197). El Instituto Interamericano de Derechos Humanos, por su parte la define “...como toda actividad de los ciudadanos dirigida a intervenir en la designación de sus gobernantes o a influir en la formación de la política estatal .” (IIDH, 1988, pág. 513) Participación ciudadana: la mayoría de los autores coincide en que lo que distingue a la participación ciudadana de otros tipos de participación es la incidencia en el ámbito público por parte de actores sociales que, desde su contexto particular, pueden incidir –y beneficiar- a grandes colectivos. Esta definición, redimensiona el carácter de lo público, al sacarlo de la esfera exclusiva del Estado y otorgarle al ciudadano común, una corresponsabilidad. Cunill lo define entonces como aquel tipo de participación en el que hay “... intervención de los individuos en actividades públicas, en tanto portadores de intereses sociales.” (Idem, pág. 48). Una nueva lectura de lo público parece ser el rasgo más resaltante y diferenciador de la participación ciudadana, frente a otras formas de participación. En un sentido muy similar a Cunill, otros autores definen a la participación como “... una forma de intervención social que le permite a los individuos reconocerse como actores que, al compartir una situación determinada, tienen la oportunidad de identificarse a partir de intereses expectativa y demandas comunes, y que están en capacidad de traducirlas en forma de actuación colectiva con una cierta autonomía frente a otros actores sociales y políticos.” (González y Duque, c/p González 1995, p.17) Si bien puede considerarse que una tipificación como la anterior, podría contribuir a deslindar ámbitos de actuación, niveles de interlocución y estrategias de acción, no es menos cierto que también puede favorecer una visión parcelada que termina por disminuir o descalificar la acción de algunos sectores (sobre esto volveremos más adelante). 10 Una razón contundente que esgrimen los autores que rechazan estas diversas conceptualizaciones, es que no existen límites claros en torno a la especificidad de estos tipos de participación descritos y que, toda forma de participación conlleva alguna dosis de la otra. Así por ejemplo, (Sánchez, 2000), enfatiza que la participación es en sí misma un hecho social y que carece de sentido tipificarla en este sentido. De igual forma, los colectivos organizados que buscan reivindicaciones sociales o económicas particulares y reducidas a ámbitos físicos específicos, pueden tener una dimensión política, “… las tres formas de participación son participación política, en la medida que se entienda lo político … como relacionado con la manera como se concibe la sociedad, los seres sociales y las relaciones entre ellos, en otras palabras, con los valores que se formulen y con los procedimientos que se adopten para su aceptación. ” (Sánchez, 2000, p. 37) Es por ello que más recientemente se ha hecho énfasis en la utilidad de superar tal tipificación, dada su escasa contribución a un enfoque integral del hecho participativo. La propia Cunill, señala al respecto que “... es importante anotar que si retomamos el concepto de la participación ciudadana en su doble dimensión (social, además de política), la perspectiva de análisis se amplía al punto que es posible que no se puedan establecer diferencias muy claras con los fenómenos de la participación social o popular y, eventualmente comunitaria.” (Idem, p. 55) Según el enfoque conceptual A pesar de los consensos que puedan estar construyéndose en la actualidad en torno a la concepción de participación, es indudable que se deslindaron dos visiones de la misma que subyacen en algunas prácticas institucionales y comunitarias. De acuerdo a sus elementos característicos pueden ser calificados como enfoque instrumental y enfoque principista. El enfoque instrumental (o la participación como medio para): Esta visión parte de entender la participación como un medio para alcanzar resultados, resolver problemas o legitimar la acción de gobierno. Desde esta postura se corre el riesgo de hacer prescindible la incorporación de estrategias participativas, en tanto se pueda entender –como de hecho ha ocurrido-, que en momentos determinados, la participación obstaculiza el logro de resultados en el corto plazo. 11 El enfoque principista (o la participación como fin en sí misma): se parte de entender la participación como un derecho del ser humano y por tanto, un asunto que lo dignifica y le permite su plena realización. Además, la participación conlleva deberes. López (1.999), la define de la siguiente forma: “... participar, cualquiera que sea su ámbito, es un modo de ser persona. La participación es, en consecuencia, un derecho y un deber inherentes al ser humano. No es una posibilidad que debemos aprovechar cuando nos la dan, pues no hay nadie con derecho para privar o despojar a otros de un derecho y de un deber constitutivo del modo humano de vivir.” (pp. 17-18) Desde esta concepción, la participación adquiere la condición de imperativo ético y un valor, por tanto imprescindible e innegociable que, sin negar la importancia de obtener resultados concretos, los trasciende. Estas visiones si bien no son excluyentes y seguramente tienen un punto de encuentro, han venido siendo interpretadas en un sentido irreconciliable. Algunos riesgos a señalar Algunos autores estudiados señalan con particular énfasis los riesgos y las limitaciones que ha significado sectorizar la participación en el sentido anteriormente expuesto. Así para López (1999), existe un claro sesgo ideológico en este asunto que ha llevado a que “... hoy desde diversas instituciones públicas y privadas se está hablando de participación comunitaria, entendiéndola como el modo de participación ciudadana aplicado a los sectores populares ” (López, 1999, p.18). Y aún más, la participación comunitaria “... pierde así su valor real (de la comunidad) y queda reducida a indicar el nivel económico del grupo y, con frecuencia también, el sector popular donde habitan. Más aún, la participación ciudadana pasa a ser la participación a tener en cuenta, pues ella sería la participación cualificada por excelencia. ... Frente a ella, la participación comunitaria es una participación subyugada, pues –aunque de manera errónea- juzgan que en los sectores populares no puede haber participación cualificada”. (Idem) También está presente de alguna manera un sentido restringido de lo político que se homologa al ejercicio de formas de participación en espacios tradicionales (partidos políticos, por ejemplo) y para asuntos formales (designación de representantes, por ejemplo). 12 Igualmente se corre el riesgo de fortalecer una visión instrumental de la participación –en el sentido expuesto anteriormente-, en tanto se privilegia como medio para alcanzar un fin determinado (resolver problemas comunitarios, atender conflictos gremiales o participar en procesos eleccionarios determinados). Por otro lado, quienes comulgan con la idea de la sectorización, parecieran estar pensando en su contribución a delimitar ámbitos de acción, definir estrategias y esclarecer interlocutores. Como lo señala Cunill, “Aún reconociendo las ambigüedades subyacentes y, en oportunidades, las relaciones necesarias con otras temáticas, se supone que tales instrumentos han sido construidos históricamente para dar cuenta y/o impulsar una práctica específica. Por tanto, si se trata de evaluar y/o fomentar experiencias de participación ciudadana habría que comenzar por identificar tales elementos. Ello posibilitaría a la vez acotar la participación ciudadana respecto de otras modalidades de participación.” (Cunill, op. cit. P. 54) Lo que si puede afirmarse es que la participación, más allá de los calificativos que en determinados momentos pueda tener o de los fines que intenta perseguir, ha ido ampliando su contenido y masificando su alcance, al punto que hoy existe un enfoque más integral (participar no solamente para ejecutar o legitimar), a la par que se ha alcanzado a sectores tradicionalmente marginados (por ejemplo, mujeres y niños y pueblos indígenas), que hoy cuentan con espacios y mecanismos de participación inexistentes en el pasado reciente. 4. Campos semánticos de la participación Las tendencias que se han ido desarrollando en el estudio y práctica de la participación han forjado un entramado conceptual, de una gran riqueza de contenidos y significaciones. La participación entonces es percibida y asociada a una serie de factores y condiciones que determinan una lectura e interpretación particular para cada una de las situaciones. En el afán de organizar estos contenidos hemos diferenciado tres campos semánticos en los cuales fluyen las diversas atribuciones de la participación: a- Un primer campo semántico está asociado con la palabra clave desarrollo. 13 Cuando la participación está interpretada en este campo está referida a la realización de proyectos y programas que pretenden el desarrollo humano y social. Entra de esta manera en el mundo de la gerencia social y se asocia con una serie de contenidos como la eficiencia, la gestión local, la sostenibilidad. En los distintos planes de desarrollo de los países y en la ejecución de sus programas durante mucho tiempo se obvió la necesidad de contar con la participación de los propios usuarios o beneficiarios de los mismos. Pero poco a poco, y gracias a experiencias comunitarias exitosas, se fueron descubriendo las ventajas que significaba la incorporación activa de las personas en los proyectos y programas de carácter social. De esta manera, se reconoce que los diagnósticos son más acertados, que los conflictos de intereses pueden ser trabajados y que el mantenimiento y potencialidades de los logros se efectúa si las personas se involucran en los proyectos y planes, obteniendo al final una mayor eficiencia de la acción gubernamental. Por otra parte, al aceptar la participación y protagonismo de la gente se tuvo la convicción de contar con aliados para el control y vigilancia de la gestión y conseguir así la eficiencia y el uso apropiado de los recursos. Igualmente, se ha ido determinando que el papel activo de las comunidades tiene un alcance mayor en términos de apuntalar los procesos de descentralización y poder local, de conseguir una mayor equidad social y sociedades más democráticas. b- El segundo campo semántico se ordena a través del concepto de lo psicosocial. Los estudios que han dedicado su interés a conocer las variables psicosociales que estimulan el ejercicio de la participación se han orientado por visiones metodológicas tanto de tipo cuantitativo como cualitativo y han aportado una óptica y conjunto de hallazgos que atienden fundamentalmente a conocer las razones por las cuales la gente participa y qué hace que se mantenga la participación. Así podemos mencionar los siguientes aspectos: El arraigo y mayor nivel de vinculación con la comunidad son factores a considerar en el desarrollo de experiencias participativas. Si bien algunas investigaciones afirman que el locus de control interno es decir, aquellas personas que están orientadas por un pensamiento que considera a sus propias acciones como las responsables de sus éxitos o 14 fracasos y no el azar o fuerzas externas, está presente en las personas más participativas, no obstante, otros estudios, consideran que en personas con creencias mixtas o de convivencia de orientaciones también se ha encontrado altos niveles de participación. Por tanto, la externalidad o internalidad no es el concepto más relevante para diferenciar a personas participativas. La forma en que se perciban y se haga conciencia de los problemas existentes puede ser un factor de estímulo o de inhibición a la participación, en la medida en que éstos se perciban de forma jerarquizada o por el contrario de manera avasallante. En la medida en que las personas vislumbren que sus características personales y su actividad van a tener eficacia política, se incrementará la participación. En el mismo sentido anterior, el balance de la relación costo/beneficio, en tanto sea percibido de manera positiva aumentará los niveles de participación de las personas. Cuando la participación tiene un auténtico carácter colectivo genera sentimientos de solidaridad que favorece por un lado la sostenibilidad de los logros, y por otro, la creación de un clima de democracia participativa en la organización. c- El tercer campo semántico tiene como pivote el concepto de ciudadanía. En este plano la participación está vinculada con el derecho, la ética, la democracia, la política y la educación. Mediante estas dos citas podemos comprender las relaciones entre participación y ciudadanía: “…ser ciudadano es estar en política. Esto puede parecer un poco simple y tautológico. Pero de hecho, esta definición encierra varias dimensiones. En primer lugar, se trata de reafirmar para nuestra época lo que escribía Aristóteles: “el hombre es un animal político”. Vive en sociedad y por ende, no puede vivir sin política. Ser hombre significa pues ser ciudadano” ( Blanquer,2000, p.71) 15 “La ciudadanía no requiere espectadores, sino actores y protagonistas de una tarea compartida. El valor fundamental para que pueda darse la cooperación y el compartir es el diálogo interactivo, argumentado y cuyas decisiones finales respondan a los intereses universalizables de todos los afectados en un marco de posibles rectificaciones por el respeto que debemos al otro” ( Pulido, 2000, p.66). Si se quiere la participación, leída desde este campo semántico se torna en un imperativo ético-social que exige a la persona una actitud diferente frente al colectivo y nos lleva a preguntarnos ¿podemos educar para la participación ciudadana? ¿cómo podemos hacerlo? En este sentido, Machado (1997) propone que la relación entre participación y ciudadanía debe ir más allá de las expresiones sobre la exigencia y vigilancia de los postulados expuestos en el marco de los derechos humanos, la ciudadanía tiene que basarse en la construcción de instrumentos legítimos que permitan articular los proyectos individuales con los proyectos colectivos. De este modo la educación en ciudadadanía significaría: “proveer a los individuos de instrumentos para la plena realización de esta participación motivada y competente, de esta simbiosis entre intereses personales y sociales, de esta disposición para sentirse en sí como hacedores del mundo” (Machado, 1997, p.106). Esta idea es coincidente con lo afirmado por Apolinar Pérez quien apunta que lo específico de la participación, ”es el sentir común puesto como proyecto que genera identidad e imaginario de vida que se comparte en la asociatividad” (Pérez, 2001, pag. 247) Postular, en consiguiente una pedagogía del ciudadano consistiría en educarlo en la comprensión de sus propios contenidos políticos como autor y actor de su realidad social. De ningún modo podemos entender que estos tres campos semánticos son excluyentes, por el contrario, son múltiples las combinaciones que pueden realizarse. Más bien, las conexiones de significaciones, son necesarias para estar acordes con una nueva práctica social de exigibilidad de derechos pero también de corresponsabilidad social. 6. Algunos mitos y realidades en torno a la participación En torno el tema de la participación se ha creado un conjunto de opiniones y visiones que afectan en un sentido positivo o negativo, el desarrollo de prácticas participativas. Estas percepciones se explican por el hecho de que subsisten posiciones aún muy ideologizadas o porque han existido y continúan existiendo serias dificultades para reconocer y aplicar mecanismos que 16 generen procesos en los que la participación fluya de manera natural y en el sentido deseado. Es así que hemos identificado que los diversos autores y colectivos que han reflexionado sobre el tema, encuentran útil establecer una suerte de categorización sobre aspectos que pueden considerarse realidad o mitos –y en ese sentido incidir de manera positiva o negativa-, en torno a la participación. Realidades La participación forma parte de la naturaleza misma del ser humano: en concordancia con esa visión de derechos, se reconoce que el ser humano es en esencia participativo y que “... la participación eleva su dignidad y le abre posibilidades de desarrollo y realización”. (Klisberg, s/f. p. 26) La participación da resultados: los procesos participativos en la medida en que son genuinos y cuentan con mecanismos claros de implementación, producen “... resultados muy superiores a otros modelos organizacionales de corte tradicional como los burocráticos y los paternalistas”. (Klisberg. Op, cit. P. 4). Especialmente quienes vienen del mundo de las multilaterales, en el cual la exigencia de resultados es un imperativo, reconocen que los “...procesos ampliamente participativos promueven un desarrollo a largo plazo verdaderamente exitoso” (Stiglitz, s/f, p. 2). Aclara este autor que ello “... no significa que dichos procesos garanticen el éxito o que no existan riesgos inherentes sino que ayuda a diseñar políticas –estrategias y procesos- con mayores posibilidades de conducir el crecimiento económico a largo plazo y a reforzar las virtudes de los procesos mismos.” (Idem) Los procesos participativos favorecen la sostenibilidad de los logros e impulsan la eficiencia y la equidad: la participación promueve la autonomía de los actores involucrados, con lo cual se contribuye a no generar lazos de dependencia que obstaculicen el desarrollo de los procesos cuando no exista una figura intermediaria. Además, en la medida que hay mayor participación, se visualizan y atienden las necesidades específicas de quienes participan con un mayor sentido de equidad. 17 Eleva la conciencia ciudadana: desde la óptica de la participación ciudadana se construye una conciencia que promueve por parte de la sociedad de la “rendición de cuentas” y el reconocimiento por parte del Estado del “derecho a saber” de la población. Favorece el alcance de consensos en la implementación de políticas: los procesos de cambio no son siempre fáciles y suelen generar resistencias. Y plantear dificultades. En la medida en que se desarrollen estrategias participativas, estos efectos se disminuirán. Propicia nuevas dinámicas de funcionamiento al interior de las propias instituciones y colectivos organizados: las organizaciones intermedias o de base que liderizan procesos de cambio en las comunidades o diversos espacios sociales y políticos, con frecuencia desarrollan estilos de conducción y vida interna que no se compadecen en criterios participativos. La percepción de esta incoherencia puede ser un factor que le haga perder credibilidad en sus espacios de acción. Incorporar una nueva racionalidad y estilo incidirá positivamente en este sentido. Mitos Los procesos participativos son más costosos y menos eficientes: una concepción de la eficiencia asociada a una menor inversión de tiempo, ha favorecido una percepción de la participación como procesos lentos y poco rentables. Deja por fuera esta visión que “... si no han quedado bases para que la comunidad se sienta estimulada o esté capacitada para seguir sosteniendo el proyecto, la efectividad a corto plazo se transforma en altos niveles de inefectividad a mediano y largo plazo.” (Klisberg, pág. 19). Las comunidades pobres poseen serias limitaciones para llevar adelante procesos participativos: toda comunidad posee un capital social (valores, cultura, saberes) que puede ser movilizado y potenciar la obtención de resultados en cualquier circunstancia. 18 La participación tiene sentido en tanto produce resultados y/o beneficios económicos tangibles: Los resultados obtenidos en procesos participativos trascienden los beneficios concretos (léase económicos) y generan cuestiones como el aumento de la autoestima, de la confianza y el reconocimiento de las potencialidades de las propias comunidades, que se traducen en impactos de largo plazo y que legitiman de por sí, cualquier esfuerzo de este tipo. El discurso sobre participación genera participación: no porque se haya incorporado un discurso favorable a la participación, ésta se ha concretado. “Para participar se requiere espacios, mecanismos y capacidades .” (Foro Ongs/Ildis, 2001) Toda participación es positiva: a pesar de existir un discurso favorable a la participación, esta puede ocurrir bajo formas o en contextos que terminan produciendo un efecto contrario al deseado. Así por ejemplo, la participación meramente ejecutoria o excesivamente limitada por interpretaciones discrecionales de quienes detentan el poder, “... puede generar efectos negativos a la construcción de ciudadanía” (Foro Ongs/Ildis, 2001) La participación tiene que ser masiva: es frecuente encontrar expresiones de desaliento y frustración ante la escasa respuesta que frecuentemente encuentran las convocatorias a participar, en Venezuela. Ello puede estarse debiendo a una falsa creencia que homologa el éxito de las iniciativas participativas a su representación numérica y que olvida los aspectos cualitativos que más allá del número de involucrados, sientan precedentes y se constituyen en referentes para otros colectivos. 19 8. Enfoques metodológicos de la participación Los cambios en el paradigma de las ciencias sociales, las exigencias de una mayor efectividad a las políticas y programas sociales y la revisión de las formas de relación entre el Estado y la sociedad civil han ido creando un marco de actuación que favorece el trabajo con el tema de la participación y transforma los enfoques metodológicos tradicionales. El papel de los sujetos sociales anteriormente considerados como informadores, receptores o simples beneficiarios de los estudios, proyectos y programas se han convertido ahora en el centro de la acción, no sólo porque son actores principales, protagonistas de sus propios procesos sino porque se reconoce que sin su participación y aportes, los resultados de la acción gubernamental, académica o de otros grupos de la sociedad civil son precarios e insostenibles. De igual modo, ha habido una reconsideración del papel de los agentes externos, quienes se han percatado de la necesidad de convertir su trabajo en un modo de compartir aprendizajes, de tender puentes para la mutua comprensión de las situaciones, respetando los saberes y experticias de cada sector. También desde la perspectiva cualitativa de la investigación se reconoce la importancia de la subjetividad, de lograr incorporar el mundo de significaciones e interpretaciones de la realidad que los participantes otorgan a sus experiencias. Basándonos en la consulta de las diferentes referencias bibliográficas y el enfoque metodológico utilizado podemos derivar lo siguiente: a) una serie de consideraciones básicas desde las cuales se trabaja la participación. b) Una serie de condiciones y mecanismos que posibilitarían la participación de la gente. c) una serie de herramientas y técnicas de trabajo para la investigación o el desarrollo de proyectos participativos. Con relación al primer aspecto metodológico se trata de un conjunto de supuestos que orientan el trabajo con el tema de la participación en tanto deben estar presentes como principios para el trabajo participativo: Se parte de la idea que las personas y/o comunidades no pueden ser receptores pasivos de las intervenciones sociales de los agentes externos, sean estos, investigadores sociales, planificadores, representantes de Ods o de entes gubernamentales. 20 La relación entre el investigador/promotor social/ gerente social/agencia de desarrollo tiene que establecerse en términos de horizontalidad, en términos de igualdad. La comunidad o grupo tiene el derecho a conocer los fines del estudio/proyecto y los posibles efectos y consecuencias que va a generar en y la comunidad. Se reconoce la necesidad de compartir, validar, evaluar los resultados de un proyecto o investigación y de incorporar las objeciones o críticas que se realicen. En cuanto a las condiciones y mecanismos que harían posible la participación, encontramos dos tipos de mecanismos: a- aquellos que son necesarios pero no suficientes para ejercer la participación, como son, los que se usan para compartir información, realizar consulta o evaluar, baquellos donde la participación se puede expresar de una manera franca, como son, la toma de decisiones en conjunto, el apoyo y realización de actividades conjuntas para conseguir las metas de los proyectos, y las formas de empoderamiento de las personas: desarrollo de las capacidades, acceso y manejo financiero, autogestión, etc. El tercer aspecto se refiere a las técnicas y herramientas más frecuentemente aplicadas para el trabajo participativo, que han sido muy reivindicadas por la perspectiva cualitativa de investigación y que traducen los principios orientadores en claves operativas para conseguir la participación: a- buena escucha, b- respeto a la expresión de las opiniones, c- identificación e incorporación de actores claves y de sectores tradicionalmente excluidos (mujeres, niños). Existe una amplia gama de técnicas que promueven la participación que van desde las reuniones de trabajo hasta las evaluaciones participativas, las entrevistas grupales, los grupos focales, los foros, talleres, diagnósticos participativos, mesas de diálogo, etc. Estas técnicas tienen en común que buscan obtener la información y apreciaciones de las personas de una manera más organizada a fin de ser evaluada o incorporada para los objetivos de la investigación, o en documentos de acuerdo entre las partes, pliego de reivindicaciones, que buscan un propósito de lucha social. 21 8. El papel del Estado y la SC en el ejercicio de la participación En la revisión documental realizada surge un punto de análisis que no puede soslayarse, pues contribuye a esclarecer las estrategias y acciones que deben y pueden emprenderse para alcanzar mayores grados de participación. Se trata de la relación Estado/Sociedad Civil. Si se toma como premisa fundamental para el desarrollo de una auténtica participación ciudadana la existencia de una sociedad civil fortalecida y proactiva y un Estado que reconoce, respeta e impulsa su ejercicio, entonces es clara la necesidad de redefinir la relación y la percepción que del Estado tiene la Sociedad Civil y viceversa. En este sentido, surgen algunos elementos a tomar en cuenta: El Estado es moldeable en lo que toca a sus formas de relación con la Sociedad Civil. Con mucha frecuencia se percibe al Estado como un ente infranqueable, lo que ha producido, aún antes de haberlo intentado, un abandono de cualquier iniciativa de acercamiento. Lo cierto es que, especialmente en los últimos años, e indudablemente impulsado por la imposibilidad de asumir la tarea sólo, se ha propiciado un acercamiento entre el Estado y la Sociedad Civil, que ha dejado al descubierto –todavía en una medida reducida-, que el primero puede ser flexible y adoptar mecanismos y formas de funcionamiento que viabilicen una participación más activa y auténtica por parte de la Sociedad Civil. Se impone sustituir el enfrentamiento y la confrontación por el diálogo constructivo. Como consecuencia de esa percepción del Estado, los mecanismos de interlocución que han prevalecido no han sido precisamente el diálogo y el consenso. Por el contrario se ha instalado casi de forma automática una forma de relación basada en el enfrentamiento y la confrontación que hoy comienza a ser superada. Es necesario cambiar autopercepciones erradas: minusvalía de la Sociedad Civil frente al Estado / menosprecio del Estado hacia la Sociedad Civil. Esta correlación que históricamente ha prevalecido, pero que no tiene un sustrato real, se ha demostrado que puede ir cambiando, y de hecho así ha ocurrido en pequeña escala. Como lo señala Ligia Bolívar “La percepción de la autoridad 22 también cambia, en la medida en que se ha roto el círculo del temor y ya la fuerza no surte el efecto paralizante que solía tener (por el contrario, con frecuencia se comienza a desafiar la fuerza), con lo que es posible abrir nuevos espacios de diálogo, llegando a una confrontación positiva, sin transar en lo fundamental. En este sentido, el desarrollo de una cultura ciudadana ‘desde abajo´ puede llegar a incidir en la forma misma en que los representantes del estado perciben al ciudadano y se relacionan con él” (Bolívar, 1994), y agregamos nosotras- viceversa. Releer lo público en tanto interés colectivo y no exclusividad del Estado. Especialmente en Venezuela, lo público necesita ser redimensionado de manera que adquiera un nuevo valor para la sociedad en su conjunto. No significa esto que se trata de sustituir la responsabilidad y la acción estatal, sino que preservando el carácter subsidiario de las iniciativas participativas emprendidas desde la Sociedad Civil, se alcance a revertir una concepción de lo público que ha hecho mucho daño al desarrollo del país. Efectivamente, “... lo público se ha reducido a lo estatal, sin permitirle a la sociedad ocupar el espacio que le corresponde en este ámbito [hay que] crear mecanismos e instancias que propicien la incorporación de las necesidades que demanda la sociedad, mediante procesos incluyentes de toma de decisiones.” (Vinay, 2000) 9. El marco jurídico de la participación en la actualidad La Constitución Bolivariana de la República de Venezuela aprobada en diciembre de 1.999, introduce importantes elementos en torno a la participación y sus formas de implementarla. Si existe un punto de acuerdo entre detractores y seguidores de esta Constitución, es su carácter participativo, expresado en la ampliación de los mecanismos y los espacios para ejercerla. En este sentido, se coincide en señalar que ha habido un salto cualitativo con respecto a constituciones anteriores. Los análisis realizados por diversos grupos de la sociedad, encuentran los siguientes rasgos característicos de la participación en el nuevo texto constitucional: 23 En la nueva Constitución, la noción de representación queda disminuida y se enfatiza la democracia participativa o directa, al contemplarse un conjunto de mecanismos de ejercicio directo de participación política antes inexistentes en el marco jurídico venezolano. De acuerdo a esto, se salda el vacío existente en anteriores constituciones que tenían un carácter más representativo que participativo y que, contribuyeron a agudizar la crisis de legitimidad del sistema democrático, poniendo en evidencia la necesidad de “… introducir mecanismos no sólo más representativos, sino verdaderos mecanismos de participación, que permitan al ciudadano ejercer la soberanía popular”. (Ayala, s/f, ponencia) Tiene un carácter principista en tanto se la concibe como elemento constitutivo fundamental de la nación y como un derecho inalienable. Así, el Preámbulo de la CRBV señala que se busca: "... establecer una sociedad democrática, participativa y protagónica...". Mientras que el artículo 62 establece explícitamente que: “Todos los ciudadanos y ciudadanas tienen el derecho de participar libremente en los asuntos públicos, directamente o por medio de sus representantes elegidos o elegidas.” Este carácter principista se esboza a lo largo de toda la constitución al establecerse que la garantía de la mayoría de los derechos contemplados, se deberá hacer por la vía participativa. El concepto de protagonismo se incorpora de forma explícita lo que pudiera interpretarse en un sentido que pretende garantizar una participación activa de la población. Los mecanismos de participación contemplados en la CBRV, comprenden una amplia gama de posibilidades, como lo establece el artículo 70: “ Son medios de participación y protagonismo del pueblo en ejercicio de su soberanía, en lo político: la elección de cargos públicos, el referendo, la consulta popular, la revocatoria del mandato, las iniciativas legislativa, constitucional y constituyente, el cabildo abierto y la asamblea de ciudadanos y ciudadanas cuyas decisiones serán de carácter vinculante, entre otros; y en lo social y económico, las instancias de atención ciudadana, la autogestión, la cogestión, las 24 cooperativas en todas sus formas incluyendo las de carácter financiero, las cajas de ahorro, la empresa comunitaria y demás formas asociativas guiadas por los valores de la mutua cooperación y la solidaridad.” La CBRV contempla una extensa gama de espacios y temas para el ejercicio de la participación. Como lo establece Luis Salamanca, “En el texto constitucional, la participación de los ciudadanos se hace presente en todos los niveles de la gestión pública destacando la presencia y acción de la Sociedad Civil en el gobierno metropolitano, en la seguridad ciudadana, en la provisión de salud, en la seguridad social, educación ciudadana, derechos de los pueblos indígenas, administración pública, gestión municipal y estadal, etc.”. La propia CBRV prevé mecanismos de participación en los diferentes niveles de gobierno en los que se contempla la participación de miembros de la sociedad tales como el Consejo Local de Planificación Pública (Art. 182), el Consejo Federal de Gobierno (Art. 185); y en los diferentes poderes nacionales: Administración de Justicia (Art. 255), Poder Electoral (Art. 296), Poder Ciudadano (Art. 279). Otro aspecto importante que destaca en la CBRV, es el reconocimiento expreso de los nivles en los cuales se ejerce la planificación por parte de la población, estableciendo que se trasciende lo meramente ejecutorio. Así, el artículo 62 establece: Todos los ciudadanos y ciudadanas tienen el derecho de participar libremente en los asuntos públicos, directamente o por medio de sus representantes elegidos o elegidas. La participación del pueblo en la formación, ejecución y control de la gestión pública es el medio necesario para lograr el protagonismo que garantice su completo desarrollo, tanto individual como colectivo. Este panorama que luce tan alentador para el impulso de una cultura verdaderamente participativa, no está exento de amenazas que algunas personas han identificado y reseñado con preocupación. Para muchos sectores la CBRV obedece a un proyecto político específico (el de quienes detentan hoy el poder) y no a los intereses generales de la nación. Ugalde, por ejemplo señala que uno de los objetivos principales del proceso constituyente era “… facilitar al Poder 25 Ejecutivo y a su partido un instrumento jurídico que le diera una envoltura de legalidad al establecimiento de la nueva hegemonía y sus políticas.” (Revista SIC N. 621). Por ello se corre el riesgo de que la CBRV sea interpretada y aplicada con una alta discrecionalidad por parte de los actuales funcionarios públicos, al amparo de la legitimidad que aún otorga el discurso contra la “vieja política”. Por otro lado, el ejercicio de la democracia directa en un país con tan baja tradición de participación no luce muy viable en el corto plazo, corriéndose el riesgo de la mediatización de los mecanismos y espacios de participación recién creados. Por lo pronto, una de las implicaciones más importantes en relación con este marco jurídico que toca a la sociedad civil, es la elaboración de la Ley de Participación Ciudadana, proceso que ya se encuentra en marcha. Aún cuando han existido opiniones contrarias a la promulgación de una Ley de Participación, por considerar que puede tener un efecto restrictivo, o que ya existen suficientes disposiciones en otros instrumentos legislativos que la contemplan, en la práctica el proceso se ha concretado, existiendo razones de peso para impulsarlo. La Escuela de Vecinos, por ejemplo, ha establecido que existen cuatro razones fundamentales para proponer una ley de este tipo: Evitar la discrecionalidad de los organismos y funcionarios públicos en torno a este tema. Establecer mecanismos que orienten a los ciudadanos sobre las formas de participación. Alcanzar y definir la diversidad de actores y mecanismos de participación existentes. Cumplir con el precepto constitucional acerca del desarrollo normativo de la participación. Existen en la actualidad dos anteproyectos de Ley Orgánica de Participación introducidos ante la Asamblea Nacional para su discusión. Uno de ellos fue elaborado por el movimiento Unidos para Legislar (UPALE), mientras que el segundo fue elaborado por la Comisión Permanente de Participación Ciudadana, Descentralización y Desarrollo Regional de la AN. Aparentemente, ambos fueron objeto de una amplia consulta y es posible evidenciar, en el anteproyecto presentado por la AN, un intento de incorporar aspectos presentes en el de UPALE. 26 Es posible evidenciar puntos de coincidencia y algunas divergencias como las que se señalan a continuación: En ambos casos está planteada que la Ley tenga un carácter orgánico pues así lo establece la propia CRBV, además de que dicho rango, le permite actuar como ley marco. El anteproyecto UPALE plantea como objetivo general de la Ley “... establecer los principios rectores para el desarrollo legislativo del derecho y deber de paticipar; determinar los medios, las instancias gubernamentales y sociales o comunitarias; expresiones o modalidades, los recursos de la participación; garantizar la educación ciudadana y regular la organización del Estado para la participación...” El anteproyecto de la AN, por su parte establece como objetivo “... desarrollar las normas relativas a los mecanismos directos de participación ciudadana consagrados en la CRBV. ..”, para lo cual entra a tratar con detalle los diversos mecanismos que en este sentido, están contemplados en la CRBV (referendum, asambleas, etc.). Sin embargo, deja abierto el camino para que otras leyes regueln otras formas de participación. Algunos aspectos de importancia para el desarrollo de la participación contenidos en estas propuestas de leyes son los siguientes: Concepción de la participación como derecho humano y por tanto sujeto a los principios que los rigen. Incorporación expresa del tema de los recursos para su desarrollo e implementación No pareciera haberse concretado un riesgo anunciado por la Sociedad Civil, cual era la obligatoriedad de cumplir con determinados requisitos (registro, figura jurídica, etc.) para poder ejercer el derecho a la participación, bajo el supuesto de garantizar la representatividad. Ambos proyectos establecen que la participación podrá ejercerse de manera individual o colectiva y que, en caso de que sea necesario, se facilitarán las gestiones para acceder a este tipo de requisitos. Se incorpora también de forma expresa, el deber del Estado de educar a la población para la participación, dándole prioridad al desarrollo de programas y estrategias de capacitación y difusión de carácter masivo hacia las comunidades, haciendo uso de los mecanismos más idóneos como los medios de comunicación social. 27 Los aspectos que podrían significar riesgos se refieren a concebir el deber de participar como un correlato del derecho a la participación, lo que podría restringir el disfrute de este derecho con base a la ausencia de participación por parte de la población. Por lo demás, si se toma en cuenta la poca tradición de participación presente en el país y un ejercicio de gobierno –en la actual gestión-, que ha asomado ciertos rasgos autoritarios, hacer depender el disfrute del derecho a participar del deber de hacerlo, podría resultar profundamente antidemocrático. Como lo señala Juan Méndez, experto en derechos humanos en el Diccionario Electoral del IIDH : “... la noción de deberes de la persona en el derecho internacional perdió vigencia en los últimos cincuenta años, y sólo surge de vez en cuando como un intento más o menos velado de limitar los derechos o hacerlos de alguna manera condicionales a un comportamiento considerado ejemplar. Esa idea es intrínsecamente contradictoria con la noción de derechos. En efecto, algunos derechos se pueden perder temporariamente por razón de conductas antisociales y antijurídicas, pero aún en esos casos la persona humana sigue conservando derechos inalienables. Es en este sentido que el intento de ligar a los derechos con los deberes presenta aristas peligrosas y antidemocráticas .” (IIDH, pág. 415) Esta postura no niega la responsabilidad social de la población de contribuir a hacer efectiva la participación actuando de manera proactiva, pues de hecho, si no se participa se corre el riesgo de contar con estructuras vacías de contenidos y acciones meramente formales. Sin embargo, lo que pretende dejar claro es que no existe una relación de dependencia entre derechos y deberes y que, por tanto, el derecho a participar no puede ser restringido en razón de la poca o nula participación. Otro aspecto a tomar en cuenta es que, a pesar de que se incorpora la figura de la rendición de cuentas, ésta tiene un carácter reducido pues se encuentra estrechamente relacionada con los aspectos administrativos o financieros de los proyectos o programas implementados, dejando de lado la visión integral de la gestión de los mismos. En este sentido, es importante superar esta visión y hacer que las autoridades incorporen de manera permanente en sus acciones la obligación de informar y presentar cuentas a la población sobre todos los aspectos relacionados con su 28 gestión. Al respecto, las reflexiones de algunos autores constituyen un aporte de primer orden. Así por ejemplo, Gutiérrez (2000) identifica algunos elementos que deben tener presencia imprescindible en cualquier ejercicio de rendición de cuentas. “Transparencia: medios eficaces para conocer y verificar oportunamente la autoría de las acciones. Voluntad política: voluntad de las y los líderes de asumir las consecuencias políticas, legales y administrativas correspondientes a sus acciones. Marco jurídico e institucional: normas legales que otorgan atribuciones a diversos órganos de control, con capacidad técnica y administrativa para velar y hacer cumplir a los gobernantes, las consecuencias de sus actos. Cultura política: valores y creencias que estimulan la ciudadanía, la solidaridad cívica, la vigilancia sobre la honestidad y transparencia en la gestión de asuntos de interés público.” (Gutiérrez, pág. 4) En términos generales, los textos en discusión pueden considerarse positivos en tanto respetan los principios fundamentales de una participación libre y democrática. Habrá que seguir de cerca la discusión de los mismos y vigilar porque, una vez aprobada, sea efectivamente aplicada. 10. Desafíos De las lecturas realizadas y del análisis del contexto sociopolítico actual se desprende que existen varios aspectos prioritarios a abordar en el corto plazo. Cerrar la brecha entre discurso y práctica El primero de estos desafíos y quizás el que constituye el punto de partida para todos los demás, es cerrar la brecha existente entre el discurso sobre participación y su concreción en la práctica. A lo largo de gran parte de las lecturas se puede notar cómo el discurso ha penetrado –lo que de por sí es un hecho altamente positivo y quizás el primer paso que había que dar-, pero no ha logrado trascender a una práctica fluida y permanente. Educar en Ciudadanía Cómo se ha señalado también a lo largo del texto, el desconocimiento de los mecanismos de participación, así como una escasa tradición de participación son causas que explican su poco ejercicio. Se impone entonces adelantar una tarea educativa que tenga como eje la formación de ciudadanos, que brinde la información requerida pero también las herramientas y capacidades necesarias. 29 Hacer uso de los mecanismos e instancias de participación No basta con conocer los mecanismos e instancias de participación con que contamos, es necesario ponerlos a funcionar de manera de validarlos y convertirlos en herramientas verdaderamente útiles para el ejercicio de la participación. No incluye esta perspectiva los mecanismos ya creados o expresamente contemplados (formales); también incluye a aquellos a los que las comunidades y colectivos apelan en forma creativa (no formales) y que pueden constituirse en referentes importantes. Incorporar y ejercer prácticas participativas al interior de nuestras instituciones Si se está convencido de las bondades y la utilidad de desarrollar procesos participativos, se debe empezar por hacerlos realidad al interior de las propias organizaciones en las que se hace vida. De esta manera, además de estar logrando los resultados esperados, se modela hacia fuera una práctica que se pregona y por la que se apuesta. 30 BIBLIOGRAFIA Ayala C., Carlos (s/f): La Democracia Venezolana frente a la Participación Política. Mimeo. Baño, Rodrigo (1997). Consideraciones acerca de la Participación Ciudadana. Primer Seminario Conceptual Sobre Participación Ciudadana y Evaluación de Políticas Públicas. 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