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JUNIO - JULIO 1995 BOLETÍN INFORMATIVO Nº 2 SÍNDROME DE INMUNODEFICIENCIA ADQUIRIDA (S.I.D.A.) PROPUESTAS PEPTÍDICAS LINFAR S.R.L. INTRODUCCIÓN Cuando se pensaba que para el siglo XX las enfermedades infecciosas habrían dejado de ser una amenaza para el mundo desarrollado y que las agresiones que sufriría el hombre estaban emparentadas con patologías no infecciosas como el cáncer, cardiopatías, patologías degenerativas, etc., tales especulaciones murieron con la llegada del S.I.D.A.. Esta nueva patología infecciosa, causada por un retrovirus ha ocasionado en pocos años consecuencias devastadoras. Sin embargo el mundo científico ha respondido prestamente, logrando en pocos años conocer las características especiales del virus de inmunodeficiencia humana (H.I.V.), a pesar de no tener al momento la solución del problema en términos positivos y quedan todavía aspectos oscuros por conocer del virus y posibilitar la solución final y definitiva del problema. Hay que reconocer, que pasada la eclosión inicial se ha avanzado a pasos agigantados en algunos aspectos, mientras que en otros se ha perdido por lo menos por ahora la batalla contra el virus. No hay medicación, ni vacuna y la epidemia continua su expansión y es muy posible que el retrovirus se quede entre nosotros un largo tiempo. GENERALIDADES Al igual que otros virus, este retrovirus no posee el sistema químico para su replicación, sino que requiere del sistema químico de un huésped; este sistema biosintético termina siendo usado por el virus en su beneficio mediante el cual elabora las proteinas estructurales y enzimáticas con las cuales creará otro virus descendiente. El material genético de una célula normal, está contenido en el A.D.N. que se encuentra en el núcleo, la biosíntesis de un a proteina implica que la información contenida en un gen se transcriba desde el A.D.N. al A.R.N. y a partir de este la síntesis. En un retrovirus la información genética está contenida en una molécula de A.R.N. que ese encuentra en el citoplasma y cuya información se transcribe luego a una molécula de A.D.N. constituyendo el genoma vírico que al final se inserta en el genoma humano. En síntesis en una célula común, la información genética pasa del A.D.N. al A.R.N., es decir desde el núcleo al citoplasma; en cambio en un retrovirus la información genética pasa del A.R.N. al A.D.N. y este se integra al genoma humano pasando desde el citoplasma al núcleo, es decir que sigue el camino reverso al normal. Una vez que el genoma vírico se incorpora al genoma humano permanece latente allí por un tiempo indefinido hasta que comienza la duplicación y luego la síntesis de proteinas hasta la conformación total de un nuevo virus, que emerge de la célula huésped por gemación. En este proceso de gemación la célula humana se destruye. El A.D.N. humano que posee integrado a él el genoma vírico, es capaz de producir diversos tipos de cáncer. Los retrovirus y su potencial cancerígeno no son nuevos y desde hace tiempo se han identificado en animales retrovirus capaces de producir leucemias y tumores varios. Hasta el año 1974 se habían identificado retrovirus en varias especies animales (simios, gatos, caballos, etc.) y en ese año precisamente el doctor 1 Howard Temin de la Universidad de Wisconsin y el Doctor David Baltimore del Instituto Tecnológico de Massachusett por separado, descubrieron la presencia de una enzima encargada de transcribir la información genética desde el A.R.N. vírico a una molécula de A.D.N.. Esta enzima recibió el nombre de transcriptasa inversa. Este descubrimiento vino a confirmar una hipótesis del Doctor Temin: “El ciclo de vida de los retrovirus incluye una forma intermedia de A.D.N.”, al que llamó pro-virus. Sin embargo hasta el año 1970 no se habían observado infecciones por retrovirus en seres humanos e incluso era idea de muchos que esto no sucedería jamás. Recién en 1980 el doctor Robert Gallo aisló el primer retrovirus humano al que se llamó Virus Linfotrópico-T humano de tipo I al que se lo identificó con las siglas HTLV-I. Este virus ataca al linfocito T afectando el sistema inmunológico y a la vez genera un cáncer muy maligno llamado Leucemia adulta de las células T. Posteriormente este mismo científico con el mismo grupo aisló un nuevo retrovirus al que llamó HTLV-II que también produce leucemia en las células T y células pilosas, y también linfomas. Tanto el HTLV-I como el HTLV-II se transmiten por vía sanguínea, por contacto sexual y de madre a hijos, ambos afectan a los linfocitos T y dentro de este grupo a las células T4. Producto de esta infección disminuyen el número de estas células y los portadores caen víctimas de patologías que habitualmente en un estado normal no causan problemas. El Doctor Max Essex de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard, comprobó experimentalmente que un retrovirus felino (F.L.U.) que causa leucemia felina, también podía causar cáncer y supresión inmunológica. Este concepto es precisamente el que llevó a los científicos a pensar que el S.I.D.A. era causado por un retrovirus cuyas características serían parecidas a los retrovirus HTLV. En enero del año 1983, se obtuvo un nódulo linfático de un infectado fallecido y se lo envió al Doctor Luc Montagnier. Este nódulo se desmenuzó y se cultivó, y en el cultivo se investigó la presencia de la enzima transcriptasa inversa encontrándola allí. Allí mismo se investigó la presencia de algún retrovirus conocido, siendo negativa esta búsqueda y a partir de aquí el trabajo se orientó hacia la identificación de un nuevo retrovirus. El grupo liderado por los Doctores David Klatzman y Claude Gluckman del Hospital Salpetriere en colaboración con el grupo del instituto Pasteur, ambos de Francia, descubrieron un nuevo virus que se desarrollaba en las células T4 y no en las T8, al que se lo llamó Virus de la Linfoadenopatía (LAU). Se demostró que este virus mataba las células T4 o inhibía su crecimiento. Casi simultáneamente un grupo americano liderado por el Doctor Robert Gallo y el francés liderado por Luc Montagnier, observaron que este era el retrovirus causante del S.I.D.A.. ESTRUCTURA DEL RETROVIRUS H.I.V. 2 Dijimos que el H.I.V. es un retrovirus, estos tipos de virus como los virus comunes son parásitos intracelulares, por lo tanto la partícula vírica es inerte y no puede reproducirse ni causar daño alguno mientras no penetre en la célula huésped. La figura 1 muestra el H.I.V.. Entre 1982 y 1984, en escasamente dos años, se definió el perfil de la epidemia. Se aisló el virus de la inmunodeficiencia y se puso a punto una técnica bioquímica para detectarlo en sangre y se identificaron los objetivos del virus en el interior de la célula. Pero el aspecto más importante es la determinación de la estructura del virus, que permitió conocer con más detalle su funcionamiento. El virus representa aproximadamente una esfera de un diámetro º comprendido entre 1000 y 1500 A (Amstrong), cuya capa externa es similar a la membrana plasmática. En el interior de la esfera se encuentra una estructura en forma de cono truncado llamada núcleo cápside cuya capa externa es de naturaleza proteica, formadas por las proteinas p24 y p25. En el interior del núcleo cápside se encuentran el material genético, representado por dos cadenas de A.R.N. y dos enzimas, que son las encargadas de la transmisión genética llamadas transcriptasa inversa. Sobre la estructura externa se encuentra la glicoproteina llamada gp120, altamente esterificada con grupos glucosídicos, y anclada en otra glucoproteina llamada gp41. La glucosidación de la proteina gp120, tiene por objetivo evitar la acción de las proteasas celulares que degraden la cubierta del virus haciéndolo vulnerable. La cubierta exterior del virus se encuentra prácticamente tapizada por el sistema gp120-g41 y representa la clave para la interacción virus-huésped. La figura 2 representa el sistema gp120-gp41. El anclaje del virus a la célula diana se realiza por medio de la gp120 y la proteina CD4 de la célula T4, formando un complejo muy estable. La enzima trancriptasa inversa, es en realidad un complejo enzimático formado por tres enzimas: A. Una polimeraza encargada de la elaboración de una cadena de A.D.N. tomando como molde el A.R.N. vírico primero y luego la segunda cadena de A.D.N. tomando como molde la primera cadena. B. Una ribonucleasa encargada de la destrucción de la cadena de A.R.N. vírico una vez que se ha elaborado la primera cadena de A.D.N.. c. Una integrasa encargada de integrar el genoma vírico el genoma humano. REPRODUCCIÓN VIRAL El primer paso del proceso de infección viral en una cé lula que contenga el receptor protéico CD4, es el anclaje de la glicoproteina gp120 con la proteina CD4. Este es un complejo estable y la fusión dura el tiempo necesario como para que la núcleo cápside penetre al interior de la célula diana. Un esquema de este proceso se representa en la fig. 3. Una vez que la núcleo cápside se encuentra en el citoplasma, las proteasas celulares degradan su cubierta y dejan en libertad el material genético y el complejo enzimático de la transcripción. Comienza en forma inmediata el proceso de transcripción del A.R.N. a A.D.N. y que culmina cuando la integrasa integra el genoma vírico en el genoma humano. Por un 3 estímulo que aún no se conoce con precisión, en un momento dado comienza replicación viral lo que posibilita la invasión de otras células T4. Los viriones estás constituidos por múltiples copias de dos proteinas diferentes que se encuentran entre sí en una relación de 20 a 1. Una de las dos proteinas, la que se encuentra en mayor proporción es la precursora de la proteina que forma la cápside y que envuelve las cadenas de A.R.N. y el sistema enzimático de transcripción. La otra proteina que está en menor proporción, pero que es la de mayor tamaño, es la precursora de las enzimas y está formada por una estructura similar a la anterior pero con un complemento. Éstas proteinas una vez sintetizadas en el citoplasma migran hacia la periferia de la célula diana y allí un ácido graso une los extremos de cada proteina con la parte interna de la membrana formando una e sfera que abandona la célula por un proceso similar a la gemación. Cuando la esfera se está formando se introducen en ella las dos cadenas de A.R.N.. La proteina mayor, dijimos que está formada por una estructura similar a la otra, pero que posee un complemento que contiene el precursor de las enzimas y que termina de completar el virus formando la cápside. La estructura final del virus se completa con la formación de la superficie de las proteinas de anclaje: gp120 y gp41. La glucosidación de esta protei na es de fundamental importancia porque determina el potencial de infección del virus. Hasta el momento se han determinado en el genoma vírico 9 genes que codifican la síntesis de proteinas víricas, algunas de ellas actúan como controles de la producción, tres de ellas codifican las proteinas de la membrana y de la núcleo cápside. La figura 4 muestra un esquema del genoma vírico. Se observa que tres genes codifican tres proteinas que actúan como moderadores de la proliferación vírica. Es a través de un meca nismo moderador que el virus puede permanecer en un estado de latencia, reproducirse explosivamente o producir un mesurado desarrollo del virus. De estos tres genes, el gen TAT es el responsable de la replicación explosiva del virus, cosa que se observa en las células T4 estimuladas por un antígeno. Se observa en el esquema que el gen TAT está formado por dos secuencias de nucleótidos separados entre sí por una distancia considerable. El gen TAT codifica una proteina pequeña que es capaz de multiplicar por mil el nivel de expresión de los restantes genes víricos e inclusive el mismo, lo que produce una espectacular producción de proteinas y por ende de una producción masiva de viriones. Este gen es un regulador positivo y se cree que su actividad comienza cuando se desencadena una respuesta inmunológica por la presencia de un antígeno en el medio intercelular. Un segundo gen regulador es el NEF, este regula la transcripción del genoma vírico y es el responsable de la capacidad del H.I.V. de paralizar su desarrollo y permanecer en latencia por tiempo indeterminado. El tercer gen regulador es el REV que controla la diferenciación vírica, es decir, determina si se sintetizarán proteinas estructuras o bien proteinas reguladoras (TAT y NEF). Mientras las proteinas TAT y REV se ubican en el núcleo cerca del genoma humano, la proteina NEF se ubica en el citoplasma ligada a un ácido graso que a la vez lo liga con la cara interna de la membrana celular del huésped. Como conclusión podemos decir que: la interrelación ent re las proteinas TAT, REV y NEF determinan el estado latente o de replicación del virus. 4 El hecho de que la replicación del virus solo se produzca en las células T4, lleva a pensar que la maquinaria de la replicación utiliza intermediarios que se encuentran solamente en las células T4 y la ausencia de estos intermediarios en otros tipos de células impediría que estas sean productoras del virus y el genoma vírico permanece en forma latente permanente. Existe un cuarto gen llamado VIF por ser factor de infecc ión del virión, la proteina codificada por este gen es una proteina muy pequeña que le otorga al virus la capacidad de infectar otras células, sin esta proteina el virus carece de eficiencia en la infestación. De todos modos la replicación explosiva, moder ada o simplemente la latencia del genoma vírico, no solo depende de los genes reguladores del virus, sino también de la presencia de cantidad suficiente de proteinas iniciadoras de la síntesis de proteinas víricas. Una de las características mas notables q ue posee el H.I.V. es su constante variabilidad producto de su constante mutación. La enzima A.D.N. polimeasa vírica carece de la capacidad de corregir sus errores de replicación, cosa que sí tienen las enzimas celulares. Como consecuencia los errores que se producen en la duplicación permanecen en la cadena de A.D.N. del genoma vírico. Estas mutaciones dan lugar a viriones no viables estos se eliminan, quedando solamente los virus que han sufrido mutaciones intranscendentes, quedando las características estructurales y patológicas sin modificar. Lo cierto es que aún con las mutaciones frecuentes que sufre el genoma vírico su patología sigue intacta. Robert Gallo y sus colaboradores han demostrado que la composición genética del virus varía mucho de una estirpe a otra, cosa que dificulta la obtención de una vacuna contra el S.I.D.A.. Gallo y Temin han usado la técnica de la divergencia entre las estirpes H.I.V. y la tasa probable de mutación de los virus para calcular en que momento se produjo la infección el ser humano. La conclusión provisional es que el H.I.V. infectó al hombre hace más de 20 años y menos de 100 años. Es posible que el virus haya infectado durante mucho tiempo a un grupo reducido de gente y la epidemia quedó centrada a ese grupo, pero la posterior integración de esos grupos con otros, permitió la extensión de su propagación. De esta manera es posible que el virus haya permanecido muchos años en los núcleos africanos sin que se conociese su patología. PROCESO DE INFECCIÓN Las glucoproteinas de la superficie virósica gp120 y gp41 son las responsables de la etapa inicial de la infección y el anclaje del virus en la proteina CD4 de la célula huésped. Este receptor es una proteina formada por 433 aminoácidos y la zona de anclaje con la proteina gp120 está formada por 7 aminoácidos. En la figura 5 se muestra la estructura de la proteina CD4. La proteina gp120 posee 3 grupos activos que son los puntos de interacción con la CD4, estos puntos están distantes entre sí, y si estuvier a extendida la molécula no sería posible la interacción, por lo tanto es dable de pensar que la molécula gp120 tiene que plegarse para cumplir con los sitios de interacción. Para ello la estructura al plegarse forma un bolsillo en el cual encaja perfectamente la CD4. 5 La proteina CD4 se encuentra en cantidades considerables en los linfocitos T4, y en menor proporción en los macrófagos y sus precursores, los monocitos. Pero no sólo las células del sistema inmunológico contienen los receptores CD4 sino también las células presentadoras de antígenos que se encuentran en los ganglios linfático, células de la piel, células B (aproximadamente en un 5%) responsables de la síntesis de anticuerpos, etc.. Un esquema completo de los tipos de células que presentan sobre su superficie la proteina receptora CD4 se observa en la figura 6. Se ha demostrado que el gen que codifica la proteina CD4 se encuentra en todas las células, pero solo se expresa en algunas con distintas intensidades, pero fundamentalmente en las células del sistema inmunológico. Esta proteina está enclavada en la célula diana de manera tal que queda una cola en el interior del citoplasma con una función carboxilo, mientras que el resto de la molécula con la función amina queda libre fuera de la célula. El anclaje del virus se hace en realidad por intermedio de la parte externa de la glucoproteina gp120, una vez que se produce el anclaje en forma franca con el receptor CD4 el extremo de la glucoproteina gp41 que se encuentra inmersa en la membrana plasmática, sale de esta y perfora la membrana de la célula diana e inmediatamente comienza la fusión entre el virus y la célula. A continuación se produce la introducción de la núcleo cápside en la célula diana, esta se desintegra por acción de las enzimas proteas as celulares, liberando su carga genética formada por dos cadenas de A.R.N. y la enzima de transcripción inversa. Inmediatamente comienza la transcripción de la información contenida en el A.R.N. al A.D.N. por medio de la polimerasa, formándose una sola cadena de A.D.N.. Una vez terminada esta primera transcripción comienza la segunda usando la cadena de A.D.N. como molde, mientras se desintegra la cadena de A.R.N. original del virus por la ribonucleasa. Al final de la segunda síntesis del A.D.N. la enzima integrasa transporta la cadena de A.D.N. al núcleo y la integra al genoma humano. En la figura 7 se observa un linfocito infectado. La infección del virus al final mata prácticamente toda la población de linfocitos T4 e inclusive a los precursores en el timo y en la médula ósea y casi no afecta a los macrófagos y monocitos infectados, pues estas células no se destruyen. La preocupación de los científicos ha sido la de encontrar una explicación al hecho de que solamente los linfocitos T4 se destruyen y no as í los macrófagos y sus precursores los monocitos. Una vez que se han infectado los linfocitos comienza la síntesis de proteinas víricas y la elaboración de virus que una vez conformados escapan de la célula diana por el proceso de gemación. Al salir, las proteinas gp120 muy abundantes en la superficie, se adhieren a las CD4 y las arrancan de la superficie produciendo “huecos” por los que ingresa líquido intercelular produciendo la hinchazón de la célula y su posterior muerte. Esta situación se presenta cuando la proliferación del virus es muy grande. Esto no sucede con los macrófago, monocitos y otras células donde también se produce proliferación vírica, porque en estas células el número de CD4 es muy bajo. Pero esto no puede explicar la gran caída del número de linfocitos en cierto estadio de la infección. Una observación microscópica de un linfocito permite ver grandes cantidades de células alrededor de una y en algunos 6 casos se observan varias semifusionadas. Este conglomerado de células puede implicar hasta 50 células y recibe el nombre de sincitio. Cuando un virus ingresa a una célula solo lo hace la núcleo cápside y queda en la superficie de la célula infectada en la zona de ingreso la membrana del virus exponiendo todas las proteinas gp120 que conforma n el virus. Estas proteinas sirven de anclaje de otras células, las que se van “pegando” a la célula infectada. Algunas se fusionan y otras quedan solamente adheridas. Éstas células, si bien es cierto no están infectadas, carecen de funcionalidad por su falta de movilidad. Otro mecanismo de eliminación de los linfocitos es el que se realiza por medio de las proteinas gp120 que se desprenden de la membrana del virus que ha ingresado y quedaron en la superficie de la célula. También por las proteinas que se han generado en las células infectadas y que salen al exterior de la célula y comienzan a vagar por el torrente sanguíneo. Éstas gp120 se adhieren a las CD4 de los linfocitos y los anulan al quitarles capacidad para la detección de antígenos y se exponen al ataque de los anticuerpos generados contra las proteinas gp120, que eliminan a la proteina y al linfocito simultáneamente. La figura 8 presenta un esquema que muestra la destrucción de la célula. CUADRO CLÍNICO DE LA INFECCIÓN La característica mas especial de la infección por el virus H.I.V., es la aparición de las patologías producidas por microorganismos que normalmente son benignos y que en esta circunstancia proliferan en forma agresiva, dado que el sistema inmunológico deja de funcionar. El retrovirus H.I.V. desencadena trastornos progresivos que afectan directamente al sistema inmunitario, en donde el S.I.D.A. es la última manifestación de la infección. El diagnóstico precoz permite impedir de alguna manera la aparición las patologías oportunis tas y fundamentalmente el contagio inadvertido. Hoy se puede decir con precisión que existen tres vías de contagio importantes: a) vía sexual. b) infección directa con sangre. c) de la madre al feto o lactante. En el curso de la enfermedad el paciente pasa por cuatro estadios, siendo el último de ellos el S.I.D.A.. Debemos tener en cuenta que el virus infecta no sólo a los linfocitos T4 sino también en menor grado a los macrófagos, monocitos y células somáticas como células dentríticas (estas se encuentran en la piel, en las mucosas, ganglios linfáticos, hígado, bazo y cerebro). El H.I.V. no destruye las células dentríticas y si lo hace en menor grado con los macrófagos y monocitos. Cualquiera sea el mecanismo por el cual el H.I.V. destruye a os linfocitos T4, esta destrucción desemboca en la depresión del sistema inmunitario, aspecto que caracteriza evolución de la infección hacia el S.I.D.A.. Una medida de la cantidad de linfocitos T4 da una idea del grado de evo lución la 7 patología. Otro indicador importante del estadio, es la aparición de la linfadenopatía crónica (o crecimiento de los ganglios linfáticos). También existen unos tests cutáneos que indican el funcionamiento general inmunitario. Tanto la linfoadenopatía como los tests cutáneos deben permanecer por lo menos 3 meses para que se sospeche del H.I.V.. Inmediatamente después de la infección y por un tiempo el número de linfocitos permanece dentro de los valores normales, es decir: 800 linfocitos/mm 3 de sangre. La sintomatología en ese momento se parece a la mononucleosis, los síntomas son: fatiga, fiebre, linfadenopatía, cefaleas y se puede llegar inclusive a una encefalitis. Estos síntomas desaparecen al cabo de una o dos semanas, sin embargo la infección sigue a todo ritmo, cosa que se observa con la disminución sostenida de los linfocitos. Esta es la llamada fase o etapa 1. Pasados estos primeros síntomas, el paciente ingresa en una fase que se caracteriza por un estado general bueno y desaparecen los síntomas de malestar. A partir de allí y por un término de 6 a 12 meses comienza a aparecer la linfadeopatía crónica y este es el hito que marca el ingreso a la fase dos. Si bien es cierto que hay una considerable disminución del nivel de linfocitos y por lo tanto de las funciones inmunes, también hay una especie de hiperactividad. Esto se debe a que la presencia del virus en el torrente sanguíneo sobreestimula a las células B que se encuentran en gran cantidad en los ganglios linfáticos y produce un estado de actividad crónica. Este estado es perjudicial para el paciente, pues la síntesis de anticuerpos es vigorosa y disminuye el número de células B en reposo, siendo estas las únicas capaces de diferenciarse para producir anticuerpos a nuevos gérmenes patógenos o vacunas. A pesar de la gran hiperactividad de las células B, el infectado pasa por este período en un apacible bienestar general, que puede prolongarse por espacio de dos a ocho años. Sin embargo el deterioro del sistema inmunitario sigue su camino lento pero sin pausa, pudiendo alcanzar el recuento de linfocitos valores cercanos a 400 y en algunos casos por debajo de este hasta 200. Se trata del llamado período asintomático. Al cabo de este tiempo se ingresa a la fase o etapa tres. Aparecen las primeras manifestaciones de anomalías cutáneas y la linfadenopatía se hace crítica. Comienzan también los síntomas de anergia (ausencia total de hipersensibilidad retardada). En general en el mismo momento o poco tiempo después aparece la primera manifestación del fracaso del sistema inmunológico celular puesta en evidencia por la aparición de Mugret (infección producida por la aparición de la CANDIDA ALBICANS). En algunos casos el Mugret suele aparecer antes de la anergía. Esta infección por hongos de la cavidad bucal y de la mucosa de la lengua, se manifiesta por manchas blanquecinas y úlceras en las zonas infectadas. En este estadio se han detectado valores de linfocitos T menores a 200 y próximos a 50 linfocitos/mm 3 . No solo el Mugret se desarrolla en esta etapa, son frecuentes otros tipos de infecciones fúngicas o virósicas en mucosas y piel. Uno de ello es la infección por Herpes Simple en la zona perianal, boca o genitales, y en algunos casos en las tres partes simultáneamente. La aparición de patologías oportunistas mas graves que las mencionadas, marca el ingreso a la fase o etapa cuatro. Aquí es común un recuento de linfocitos cercano a 50. Además de las enfermedades exóticas, llegan a desarrollarse y resultar especialmente graves patologías como la 8 tuberculosis, toxoplasmosis, criptosporidiosis crónica (que afecta al tracto intestinal produciendo diarreas crónicas), criptococosis (causa frecuente de meningitis, aunque puede afectar también otros tejidos) e histoplasmosis (que produce una infección diseminada que afecta a varios órganos como el hígado, la médula ósea, etc., causando fiebre crónica). El citomegalo virus es un infectador frecuente en el paciente sidótico, puede manifestarse en forma de neumonía, encefalitis, ceguera o inflamación del tracto intestinal. Pero nada mas letal que la PNEUNOCYTIS CARINII (N.C.P.), una neumonía característica del S.I.D.A.. Entre los trastornos neurológicos precoces hay que citar a aquellos que comprometen la función cognitiva, especialmente la memoria y el juicio. S e ha especulado que el daño cerebral puede estar causado por el mismo H.I.V. o bien por el sífilis, ya que con mucha frecuencia suelen coexistir. En el caso de H.I.V., este cuando se duplica en las células cerebrales induce la secreción de gran cantidad de citoquinas neurotóxicas. Es muy frecuente que el sidótico sea víctima del complejo demencial del S.I.D.A., caracterizado por la pérdida gradual de precisión en el pensamiento y en el movimiento, llegando en algunos casos a perder la locomoción y la comunicación. Los tumores no están ausentes en el S.I.D.A., haciendo mas desesperante la situación del paciente. El sarcoma de KAPOSI que origina tumores en la piel y en el revestimiento de órganos internos. También son frecuentes los linfomas y los cánceres de recto y lengua. Con respecto al sarcoma de Kaposi, es opinión general que el causante de su aparición prematura son las citoquinas segregadas por las células B durante su hiperactividad en las dos primeras fases de la infección y aún en la cuarta. Este mismo criterio se aplica también para los linfomas. En cambio se postula que en las etapas avanzadas de la enfermedad, los cánceres se deben fundamentalmente a la acción de virus cancerígenos que aprovechan la gran inmunosupresión de la cuarta fase. En algún momento se llegó a suponer que las variaciones genéticas del virus y las características individuales del huésped, eran los factores determinantes del progreso de la enfermedad. A la luz de los conocimientos actuales, esta hipótesis tiende a dejarse de lado y afirmar que todos los infectados por el virus H.I.V., pasan inexorablemente por todos los estadios y siguen una igual evolución. Como resumen del aspecto clínico de la infección por el H.I.V., podemos decir que el lento avance de la infección en el ser humano, se debe fundamentalmente a la gran actividad del sistema inmunológico. A pesar de que el virus es activo en el organismo durante toda la infección, en los primeros estadios el sistema inmunológico controla los efectos citotóxicos del virus y su nivel resulta de fundamental importancia. Al comienzo de la infección, el organismo organiza una vigorosa defensa produciendo diferentes tipos de anticuerpos, los cuales neutralizan parte de los virus, en otros evitan que se fijen en las células T4 y de esa manera controla la replicación del virus. Debido a la gran resistencia del H.I.V., este poco a poco va ganando terreno y comienza a observarse la disminución progresiva del número de linfocitos T4, hasta que su nivel decae a valores ínfimos y es aquí cuand o el H.I.V. aprovecha y se replica vigorosamente hasta liquidar el sistema inmunológico. 9 TERAPIAS DEL S.I.D.A. Según el Dr. Samuel Broder del Instituto Nacional del Cáncer de los Estados Unidos: “La única terapia válida y positiva es la prevención”. Si consideramos que hasta la fecha no existen prácticamente fármacos antivirus de acción positiva, el hecho de pensar en un virus la situación se torna difícil y si se considera que el H.I.V. es un retrovirus, es mucho mas difícil aún. Pero sin embargo, hasta la fecha y en especial entre 1982 y 1984, se trabajó con un especial ahínco en la búsqueda de una solución inmediata de conocer la estructura y características del H.I.V.. Este virus constituye un enemigo especial, hábilmente esquivo ya que se aloja en el genoma humano y allí puede permanecer por tiempo indefinido. No olvidemos que una vez que el genoma vírico se inserta en el genoma humano cada vez que la célula huésped se duplica también se duplica el genoma vírico. Posee una gran capacidad para infectar células somáticas de diversos tejidos. Así es como infecta células del sistema nervioso central y bajo el amparo de la barrera hematoencefálica, se protege de muchos fármacos que hasta allí no pueden llegar. Aún cuando un fármaco pudiera llegar hasta a llí, el daño causado en la célula del cerebro es irreversible. Cualquier producto farmacológico que se diseñe y fabrique contra un proceso infeccioso causado por un virus, bacteria, hongo o protozoo, deberá eliminar al causante de la infección o por lo men os de evitar que se multiplique. En general cuando de una bacteria se trata, el objetivo del fármaco es inhibir alguna etapa del metabolismo y que esto no afecte al huésped. Recordemos que en el caso de un virus, este posee material genético, pero no la maquinaria para realizar la síntesis de proteinas víricas. El virus necesita incorporar su genoma en el genoma humano, usar proteinas del huésped como intermediarios en la replicación y estructuración de un nuevo virus, por lo tanto hay muchos elementos comunes tanto para la célula huésped como para el virus. Este es el principal inconveniente para el desarrollo de un fármaco que tenga como objetivo inhibir una etapa metabólica eliminando uno o mas intermediarios, pues este estará afectando también el metabolismo de la célula infectada. Esto se complica aún mas en la etapa de replicación pues en este caso las proteinas del virus interaccionan con las proteinas del huésped. En el afán de conseguir en forma inmediata un fármaco para combatir el H.I.V., se comenzaron a probar en primer lugar algunos antivirósicos que se habían dejado de usar y otros que se usaban en ese momento, y cuanto fármaco anticanceroso que en ese momento anduviera dando vueltas. A fines del año 1985 en el Instituto Nacional del Cáncer y bajo la dirección del Dr. Samuel Broder se habían ensayado aproximadamente 300 fármacos in-vitro, encontrándose 15 que poseían alguna actividad sobre el H.I.V., inhibiendo su replicación. Entre ellos estaba la azidotimidina o AZT. Este producto ha demostrado ser activo contra el virus dilatando el período de supervivencia y mejorando la calidad de vida de los infectados. A partir de allí se comenzaron a buscar estructuras orgánicas análogas y se ensayaron los productos: didesoxicitina (ddc) y didesoxiadenosina (dda), que también presentan cierta actividad de la misma manera que el AZT. En la figura 9 se observan las estructuras de estos compuestos. 10 Se sugieren usar dos de ellos en forma paralela o bien en forma individual pero alternadamente. Todos ellos han presentado cierta toxicidad y por este motivo deben usarse durante períodos y luego suspenderlos. Uno de los puntos claves en el proceso de la infección es el acople de virus con la célula diana, donde participan la glicoproteina gp120 del H.I.V. y la proteina CD4 de las célula humanas. Una alternativa sería inhibir una de las dos proteinas o ambas a la vez y de esta manera se impediría la entrada del virus a la célula. Se han probado para ello proteinas solubles CD4 con relativo éxito, pues la CD4 ha demostrado que sola tiene muy poca efectividad en el acople y esto se ha explicado diciendo que deben intervenir ciertos resortes, desconocidos por ahora en el virus, que hace que este exponga su sitio activo solo cuando está frente al linfocito. Esto seguramente tiene que ver con la presencia del glúcido en la proteina gp120 con que esta proteina se protege de las proteasas celulares. En la figura 10, se observan las posibles formas de inhibir las proteinas. Un objetivo que se está poniendo en práctica en estos momentos, consiste en usar polipéptidos de bajo peso molecular o péptidos, que son molecularmente de menor tamaño, y se ha encontrado mayor éxi to que usando la proteina CD4 directamente. Si se tiene en cuenta que el punto activo de la gp120 está conformado solamente por 7 aminoácidos y esta secuencia se conoce, no es difícil que se encuentre una estructura de tipo proteínica que cumpla esta misión. Se tiene que tratar de evitar a toda costa la formación de sincitios, que es el mecanismo por el cual se produce la pérdida mas grande de linfocitos. Otra posibilidad, es la de introducir en el sistema un anticuerpo monoclonal que ataque la proteina gp120, que se pegarán a las CD4 sin infectarlas e impedir que lo haga el virus. Pero esto tampoco ha tenido éxito, pues afecta directamente al sistema inmunológico, pues los anticuerpos que se han generado contra esta proteina induciría al ataque de los propi os linfocitos. La investigación está orientada entre otros caminos, a seguir buscando análogos al AZT, ddc y dda, que aunque no sean mas efectivos por lo menos sean menos tóxicos. BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA Isolation of a T-Lynphotropic Retrovirus from a patient at risk for acquired inmune deficiency syndrome (A.I.D.S). F. Barre-Sinoussi Science vol. 220 nº 459 - 1983 Isolation of a new human retrovirus from west African patients with A.I.D.S.. Francois Clavel Science vol. 233 nº 4.761 - 1986 11 El primer retrovirus humano. Robert Gallo Investigación y Ciencia 1987 El virus del S.I.D.A.. 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