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El desacuerdo nacional Álvaro Bracamonte Sierra* Manuel Camacho ha estado en el centro de muchas decisiones cruciales de la política y la economía nacionales. Recién egresado de la Facultad de Economía de la UNAM se incorporó al Banco de México a las órdenes de Leopoldo Solís el mítico economista arquitecto del desarrollo estabilizador. Ahí fue observador privilegiado del agotamiento del viejo modelo de crecimiento y del surgimiento de uno distinto cuyo rasgo predominante residía en una participación activa del Estado en la gestión del ciclo económico. Es ahí donde Camacho ubica los primeros desacuerdos entre las élites gobernantes mismos que se han extendido a casi todos los ámbitos de la sociedad. En la coyuntura actual esas desaveniencias son tan profundas que amenazan la unidad de los mexicanos. Anticipándolas, el ex regente de la Ciudad de México escribió en el primer trimestre del año un libro al que precisamente llamó “El desacuerdo nacional”; en él plantea la necesidad de maximizar las bondades de la política para evitar caer en una polarización de consecuencias irreversibles. Lo que Manuel Camacho temía es lo que finalmente tenemos: Una sociedad enfrentada, dramáticamente polarizada y dividida. Porque las reflexiones formuladas por el ex diputado son aún válidas, expongo algunas de las principales. Camacho Solís dice que “aunque las campañas se iban a concentrar en el tema de la economía, al día siguiente de la elección -el 3 de julio- inevitablemente se tendría que plantear el problema de la ingobernabilidad. ¿Qué se puede resolver con un liderazgo político efectivo y que no se puede resolver más que con un nuevo diseño institucional? Conforme se acerca el día de la elección, -continúa- el tema político ha vuelto a cobrar un papel central, sólo que con una diferencia: Ya no tendremos que esperar al día siguiente para definir cómo se va a construir una nueva mayoría legislativa. En el curso de las campañas han aparecido tensiones que aceleran el proceso político. A la gente le preocupa el futuro de la economía. A los gobernantes les debe preocupar la formación de un nuevo Gobierno y la construcción de los respaldos sociales y políticos necesarios para que se pueda gobernar y llevar a cabo los ajustes indispensables para poder crecer, mejorar la seguridad y sacar adelante las nuevas prioridades que exige la población. Pero eso no es suficiente. Hoy el problema principal es que la sociedad y la política ya se polarizaron. Gane quien gane, el próximo Presidente tendrá un problema adicional: Deberá convencer a la parte de la sociedad que no está conforme –o peor aún, que está temerosa o en pie de lucha–, de la necesidad de participación en un esfuerzo común, en una causa común. El desacuerdo nacional es el tema de fondo. En el horizonte se prefigura una crisis que se debe evitar. Sin crecimiento, con una política excluyente y cerrada, sin justicia imparcial, sin diálogo verdadero, el país no llegará a su centenario, al 2010, sin una conflagración mayor que, en las condiciones actuales de la sociedad y el mundo, no resistiría. Si no se abren las posibilidades de un cambio en el rumbo de la economía, y si se persiste en dividir al país, el torrente de la inconformidad terminará chocando con las barreras que encuentre. Si queremos un acuerdo nacional debemos de ser capaces de conducir un cambio verdadero; [se trata de crear una nueva y verdadera república que deje a atrás la simulación y sea capaz] de mejorar el sistema de impartición de justicia para que sea confiable, independiente, transparente y más expedito; tratar el problema social con sensibilidad social, humanista, como un asunto de redistribución de poder y recursos que frene el abuso y la arbitrariedad en contra de los excluidos, no como un problema de número de pobres y ni siquiera de nuevos enfoques tecnocráticos de la política social; reformar la política para que no quede atrapada en un régimen de partidos que reproduzca el distanciamiento del poder de los ciudadanos, la corrupción y la falta de representatividad del antiguo régimen”. Los puntos de vista de Camacho Solís llaman poderosamente la atención debido a que se adelantó parcialmente a los hechos que ahora a todos preocupan. Digo parcialmente porque sin duda la realidad es más compleja que las previsiones del político. El desacuerdo nacional imperante en estos dramáticos días parece insuperable. Para sortearlo será indispensable la mayor generosidad de todos los actores políticos. Veremos si están a la altura que les impone esta dura página de la historia de México.