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PAUTA DE LECTURA Las invitamos a leer atentamente estas palabras del Padre Kentenich dirigidas especialmente a la juventud femenina. Luego, entre todas, respondan las siguentes preguntas: ¿Cuál es el llamado más importante que nos está haciendo el Padre con este texto? ¿Cómo estamos viviendo HOY lo que nos pide el Padre? «Mi querida juventud de Schoenstatt: ¿Qué esperan ustedes de esta tarde?, ¿me permiten que les diga algo? Me dijeron que casi para la mayoría de ustedes ésta es la primera visita a Schoenstatt. ¿Será que se repite la antigua ley: “como cantaron los viejos trinan los jóvenes”?, ¿Qué han cantado los “viejos” y qué repiten ustedes?. El canto de los viejos podríamos expresarlo así: cada encuentro con Schoenstatt es una bendición de Dios. No conozco el motivo que las trajo. ¿Vinieron para poder decir que estuvieron en Schoenstatt?, ¿o su viaje nació del afán por un pequeño viaje, para contar luego, en casa, que vieron el Rhin? ¡Puede ser! Santa Teresa la Grande dijo una vez que cuando se forjan las decisiones suelen unirse muchas intenciones inconscientes, que no siempre son nobles. Pero Dios acrisola estos motivos y los purifica. Aplicado a nosotras: no sé lo que las ha traído hasta aquí, pero espero que Dios y la Madre de Dios cambien el pequeño corazón. ¿Qué aspecto tiene un corazón así cambiado? En él se despiertan ansias que estaban dormidas. Ahora llegó a lo que quisiera decirles: ¡Cada encuentro con Schoenstatt es una bendición de Dios! ¿Qué debe obrar en nosotras? Somos jóvenes, tenemos toda la vida por delante (…) Tal vez hayan leído a fondo la vida de José Engling. En él encontramos muchas veces la expresión: “¡Volo”! Tengo una meta delante de mí, y pase lo que pase, la debo alcanzar. ¡Volo! En cambio, el hombre moderno se inclina a dejar correr todo así como viene. En estos días me contaron de un joven que antes había sido un dirigente schoenstattiano. Lo intentó, fue dirigente, y ahora, punto final. Había una vez… ¿por qué lo ha dejado todo? El también quiere alcanzar algo, pero así como lo suele hacer la juventud moderna. Ella ve la vida como un mar agitado, una ola detrás de la otra. Lo único que debo hacer es sentarme sobre una de estas rocas y dejarme llevar. Me dejo llevar por la corriente, sin voluntad propia, me dejo empujar. Ya no me decido libremente sino que me dejo influenciar por el ambiente. Y aún pienso: la vida me rodea y en mí bulle la vida. ¿Qué otra cosa quiero? En cambio, ¿A qué aspiramos nosotros? José Engling dice: Mi aspiración a lo grande ha crecido más aún. Esta es la gran pregunta: ¿Sentimos todavía en nuestros corazones juveniles la fuerza que nos impulsa hacia arriba? Muchas veces rezamos y escuchamos en la liturgia la palabra: ¡Sursum corda! ¡Siempre arriba, siempre más alto! ¿Puede aplicarse esto también a mi vida? Recuerdo el tiempo en que comenzó la primera guerra mundial cuando se despertó en todos los muchachos el entusiasmo por lo grande. En aquel entonces, usé repetidas veces el ejemplo de un joven alpinista. Abandonó todo lo que necesitaba y trepando venció cumbre tras cumbre. En la mano llevaba un estandarte con la palabra: “ascende superius”. ¡Siempre más alto! Estaba sin aliento y tuvo que soportar tormentas, pero nada le importaba. ¡Siempre más alto! ¿Por qué les cuento esto? Solamente para que ustedes se pregunten: ¿Nuestro joven corazón conoce también tales afectos? ¿Quisiéramos llegar más allá de lo terrenal? ¿Tenemos un ideal, un ideal grande y alto? El encuentro con Schoenstatt es una bendición de Dios, ¿Qué significa para nosotras el encuentro con Schoenstatt? Un nuevo despertar del idealismo que nos lleva hacia las alturas. ¡Siempre más alto, hasta la cumbre! ¡Más cerca Dios de Ti… más cerca sí! Si más tarde van detrás del santuario encontrarán allá una piedra. Probablemente encontrarán la misma piedra en todos los santuarios filiales o centrales. A esta piedra la llamamos “piedra de José Engling”. Ustedes podrán leer en ella los nombres de los jóvenes que han sentido en sus corazones una fuerte atracción por lo de arriba. “Quiero saber de tu gran pensamiento”, “¡Héroe es quien consagra su vida a algo grande!”. ¿Lo entienden? ¿Será que tales pensamientos encuentren eco en sus corazones? Lean después los nombres en la piedra. Quiero nombrar solamente tres: José Engling, Juan Wormer y max Brunner. Lean ustedes luego los demás nombres. La aspiración a las alturas los ha unido a todos. La Madre de Dios quiere despertar ahora en sus corazones esta aspiración. “¡Quiero saber tu gran pensamiento!”. Seguramente conocerán el ideal de José Engling, su gran pensamiento, “¡Omnibus omnia!”. Fue el pensamiento de San pablo, su gran ideal: “Hacerse todo para todos”. Y José Engling agrega: Por la perfecta entrega a la madre de Dios, a la Madre y Reina Tres Veces Admirable de Schoenstatt. ¡Todo para todos! ¿Verdad que nuestro corazón prefiere muchas veces otro cantar? ¿Y cuál es el canto que entona nuestro corazón y lo canta hasta el final? ¡todo para todos! No, a nadie nada, pero todo para mí. ¿Qué significa eso? Nosotras giramos alrededor de nosotras mismas, queremos ser el centro del mundo. Esperamos que nuestros padres nos pongan en el centro. ¿Y qué sucede si mis hermanos en casa me disputan el lugar en el corazón de mis padres? ¡Todo para todos! El Yo deja de tener exigencias propias. ¡Todo para todos porque soy propiedad de la Madre de Dios! Recuerden, siempre más arriba. Dejar el yo y dirigirse al tú. ¡Siempre más arriba hacia el corazón de Dios cobijadas en el corazón de la Madre de Dios! ¿Entienden lo que significa esto? En estos días podemos irradiar una alegría espontánea porque sabemos que las que están con nosotras piensan esencialmente de la misma manera y tienen el ánimo de hablar de altos ideales. No deseo nombrar los ideales que atraen actualmente a las jóvenes. Son ideales falsos; ellos no nos llevan hacia arriba sino que buscan el centro en nosotras mismas. ¿Qué debe regalarnos la Madre de Dios? Una fuerte inclinación a los ideales altos. ”¡Quiero saber tu gran pensamiento!” Pidamos a la Madre, en el santuario, que Ella nos regale un gran pensamiento. Pero no solamente un pensamiento sino mi gran pensamiento, el que Dios ha planeado para mí desde toda la eternidad. Muchas veces nos comportamos como si tuviésemos un sólo día de vida, desaparecemos en la masa. Los dictadores y las demás personas de las que dependemos nos manejan a su gusto. Nos olvidamos de que Dios tiene desde toda la eternidad una idea de cada persona en particular y que me llamó a la vida para que yo realice su plan, realice esa idea suya… Si entiendo esto, suplicaré a la Madre de Dios que Ella me ayude a conocer este gran pensamiento. Ella debe tomarme de la mano, debe iluminar mi inteligencia y disponer mi corazón para el plan que Dios ha tenido de mí desde toda la eternidad. ¡Quisiera conocer el gran pensamiento que Dios ha tenido de mí! Los héroes, cuyos nombres leemos en la piedra recordatoria, estaban unidos en esta aspiración hacia las alturas. Tal vez sería importante que se hiciera explicar una vez más cuan importante es que nosotras vivamos en este mundo. Es tan importante como lo es para el pez el agua y para el pájaro el aire. Es el ambiente que necesitamos. Especialmente cuando estamos en Schoenstatt deberíamos hundirnos en este ambiente especialmente sobrenatural; la cabeza y el corazón deberían respirar hondamente y toda la persona sentir la atracción del más allá. Quisiera decirles algo más sobre Jose Engling. (…) El tan sensible a todo lo grande y hermoso se había jurado: no quisiera morir y ni siquiera entrar en la eternidad antes de haberme hecho un santo moderno. Por lo menos, aspiraré con todos los medios y capacidades a este fin. (…) Después José sale del santuario con su amigo y hablan de todo lo que conmueve sus corazones. Concluyen dándose la mano y prometiéndose mutuamente; la aspiración a la santidad debe ser nuestro ideal de vida y si uno de nosotros muere el otro debe llevar la misión del amigo. (…) Los encuentros con Schoenstatt deben ser bendiciones de Dios. No sé lo que Dios ha planeado para ustedes. El santo moderno no es una persona envuelta en eterna tristeza. Lean en la vida de José Engling y verán cómo la alegría ha sido su eterno distintivo. Siempre estaba alegre, lleno de vitalidad; un verdadero muchacho que también sabía desarrollar sus capacidades naturales. (...) Pensemos ahora en Max Brunner. Recuerdo aún bien cuando se aprontaba para ir como soldado a la guerra. Tal vez puedan imaginarse el ambiente de aquel entonces. La fiesta de la despedida para los estudiantes que iban a luchar por la patria era muy festiva. Max Brunner desde el escenario exclamó al final de la fiesta: “¡Ave Imperatrix, morituri te salutant!” ¿Saben lo que significa? Max Brunner sabía bien lo que la guerra iba a exigirle por eso repitió las palabras que los mártires repetían en Roma antes de ser tirados a los leones. Jubilosas debían exclamar: “Ave emperador, los que están dispuestos a morir te saludan! (…) “Los que están dispuestos…” Todos estamos dispuestos para Ella y su misión, para lo que Ella quiere realizar desde Schoenstatt… “Héroe es quien consagra su vida a algo grande”. ¿Sienten ustedes el impulso hacia lo alto de los jóvenes fundadores? Ellos poseían espíritu de héroes. ¡Hacia arriba, hacia lo más alto, hacia lo último! Ellos no cedieron a las leyes de gravedad de la naturaleza. Éste es el espíritu de Schoenstatt. Éste es el espíritu de los comienzos de Schoenstatt que ha hecho de toda la Obra un instrumento en la mano de la Mater. “Lo que habéis heredado de vuestros padres adquiridlo para poseerlo”. No quiero relatarles ahora muchos detalles de los héroes sino acentuar su aspiración a las alturas. Teniendo en cuenta esta lucha por alcanzar las alturas recordamos a Juan Wormer. En él vivió el ideal: “Quiero ser algo grande o no ser nada”. Como los demás de la generación fundadora luchó por realizar estos principios durante toda su vida. Nuevamente: ¿Qué queremos? ¿Qué les deseo? Que Dios despierte esta aspiración, este espíritu de héroes en ustedes. Ahora pienso: ¿Qué más espera su corazón? No sé si a su edad suelen pensar ya en el sentido de su vida. ¿Vivimos para jugar? ¿O para gustar de la vida, volando un poco hacia arriba, para descender enseguida, nuevamente a la tierra? ¿Cuál es el sentido de mi vida joven? La realización del plan de Dios, de la idea que, por decirlo así, Dios ha tenido de mí en su corazón desde la eternidad. Este programa concluye tarde o temprano en dos preguntas concretas: debo casarme, o Dios quiere de mi el estado virginal? Años atrás, los jóvenes se ocuparon ya desde temprana edad con estas preguntas: no raras veces, ya en el momento de la primera Comunión, que generalmente se tomaba a los doce años. Ellos estaban convencidos de que Dios cumple las súplicas de este día grande. Y cuántos han pensado en este momento: más tarde consagraré mi vida entera a Jesús. Otras habrán pensado: daré mi mano y mi corazón a mi esposo, para realizar de esta manera el sentido de mi vida. Uds. entienden lo que les quiero decir: pidamos a la Madre de Dios que Ella nos regale claridad, que nos ilumine para que sepamos dónde Dios nos querrá utilizar un día; si en el matrimonio o en el estado virginal…» (P. Kentenich, “Se trata de ti” Conferencia dada a la juventud schoenstattiana de Aquisgrán, 1966).