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SALMO 119:34 “Dame entendimiento, y guardaré tu ley, Y la cumpliré de todo corazón” Una característica de esta quinta estrofa, es que en casi todos los versos el salmista pide algo a Dios, y luego hace una promesa. En el primer verso (v.33), la petición es: “Enséñame…el camino de tus estatutos”; y la promesa, “Y los guardaré…”. En este verso, el pedido es: “Dame entendimiento”; el compromiso que sigue es, “…y guardaré tu ley”. Cuando el salmista pide “entendimiento”, ¿qué está pidiendo?1 Hay dos clases de ‘entendimiento’; uno intelectual, el otro espiritual o moral. La diferencia es importante. Hay personas que pasan toda su vida estudiando, intelectualmente, la Palabra de Dios. Su actitud es meramente académica. Les fascina el análisis lingüístico y teológico de la Biblia; se deleitan al estudiar el contexto histórico, geográfico y cultural de los autores de las Escrituras. Lo que carecen es un compromiso serio de someterse a la Palabra de Dios. Estas personas ya han escogido su estilo y filosofía de vida, y no permiten que su estudio de la Biblia confronte su forma de vivir. El Señor compara a esas personas con un hombre insensato, que edifica una casa sobre la arena (Mat 7:26-27). Lo que está haciendo no tiene sentido, y no dará resultados a largo plazo. Reconocemos que el estudio de la Biblia requiere cierta habilidad intelectual. Algunos de los grandes pensadores de este mundo han dedicado su vida entera al estudio de la Palabra de Dios. Gente de la talla de Saulo de Tarso, Agustín de Hipona, Martín Lutero, y Juan Calvino. Sin embargo, ellos serían los primeros en afirmar que un acercamiento meramente académico a la Palabra de Dios carece de sentido. Sin un compromiso de obedecer la Palabra de Dios, no tiene sentido estudiarla. El “entendimiento” al cual el salmista se refiere, es un entendimiento espiritual y moral. Al pedir este ‘entendimiento’, el salmista está reconociendo una necesidad general, que comparte con todo ser humano. Uno de los resultados del pecado es la falta de entendimiento espiritual. El ser humano es capaz de muchos logros intelectuales; puede entender muchas de las maravillas del mundo natural. Pero, es totalmente incapaz de entender cosas espirituales. Pablo afirma esto en 1 Cor 2:14, “el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios”; no las percibe, “porque para él son locura, y no las puede entender”. Esta es la triste condición de todo ser humano. Un claro ejemplo de ello es Nicodemo (Juan 3). Cuando él vino a hablar con Cristo, el Señor reconoció que era uno de los grandes maestros de Israel (Juan 3:10). Tenía una tremenda capacidad intelectual. Sin embargo, al hablarle de cosas espirituales, Cristo notó su falta de entendimiento espiritual, y preguntó: “¿…no sabes esto?”; es decir, ‘¿No entiendes lo que te estoy diciendo?’. El ser humano, por sí solo, no es capaz de entender la necesidad de obedecer a Dios. Escucha los mandamientos de Dios, y los considera una afrenta a su libertad, y una amenaza a su felicidad. No solo no puede someterse a ellos, sino que no quiere hacerlo. Aun cuando tiene que enfrentar las consecuencias nefastas de la desobediencia (como el SIDA, el colapso de los valores morales, la destrucción de la familia, etc.), insiste tercamente en seguir desobedeciendo. Cada ser humano es como el faraón, quien ante la destrucción total de su país (por las plagas), siguió desobedeciendo las órdenes de Dios. Aun cuando sus consejeros le preguntaron, ‘¿No ves que todo Egipto ha sido destruido?’, él siguió desobedeciendo la Palabra de Dios. Satanás había 1 El autor usó la misma palabra en el v.27. Ver el comentario sobre ese verso. 75 cegado su entendimiento espiritual en tal manera, que no podía ver la locura de su comportamiento. Para no caer en esta trampa, y para ser librado de las estrategias de Satanás, el salmista pide, “Dame entendimiento…”. Pero, al hacer este pedido, el salmista no solo está reconociendo una necesidad general (que comparte con todo pecador), sino también una necesidad personal. Él, como creyente, necesita este entendimiento espiritual. Por eso dice, “Dame…”. No dice, ‘Danos entendimiento’; personaliza el asunto. Exclama: ‘Dame; dámelo a mí; yo lo necesito’. Al pedir esto de Dios, el salmista está reconociendo otro problema que tenemos, como seres humanos, frente a la Palabra de Dios. Aun cuando entendemos que debemos guardar los mandamiento del Señor, no siempre queremos hacerlo. Podemos tener el entendimiento espiritual que se requiere para ver la importancia de obedecer a Dios, pero no siempre tenemos la voluntad o la disposición de hacerlo. ‘Dame suficiente entendimiento espiritual’, dice el salmista, ‘para que éste toque lo profundo de mi corazón, y me lleve a querer obedecer a Dios’. Indudablemente, el salmista tenía cierto deseo de guardar la ley de Dios. En su hombre interior, se deleitaba en ella; sin embargo, notaba otra tendencia en su cuerpo, que lo llevaba hacia la desobediencia (ver Rom 7:23-24). Por eso clama a Dios: ‘Ayúdame; dame entendimiento’. La confianza del salmista es clara. Afirma, ‘Si me dieras este entendimiento, “guardaré tu ley, y la cumpliré de todo corazón”. Reconoce su necesidad; pero a la vez, reconoce el poder de Dios. Por eso tiene esta gran confianza. Sabe que si Dios obrara en esta manera en su corazón, por el Espíritu Santo, viviría una vida de obediencia total a Dios. No solo guardaría la ‘letra’ de la ley, sino también su espíritu. Guardaría la ley “de todo corazón”. A Dios no le interesa esa clase de obediencia que se limita simplemente a cumplir la letra de la ley; o que solo finge obediencia externa, cuando en su ser interior, constantemente está desobedeciendo a Dios. Dios no quiere que seamos una suerte de ‘fariseos’ del siglo 21. Él quiere hijos e hijas que obedezcan Su Palabra de todo corazón. Que lo hagan con agrado y prontitud. Que sean como Abraham, quien, cuando escuchó la voz de Dios, se levantó muy temprano para obedecer, aunque esta obediencia iba a involucrar la muerte de su hijo (ver Gén 22:3). Él realmente obedeció a Dios de todo corazón, y lo hizo porque tuvo esa clase de ‘entendimiento’ espiritual, del cual el salmista habla aquí. Concluimos con la pregunta, ¿de dónde viene este entendimiento espiritual? La respuesta obviamente es, de Dios. Solo Él la puede dar. Sin embargo, es importante reconocer que el principio de todo entendimiento espiritual es el temor a Dios (Prov 1:7). Si no tenemos una reverencia ante Dios, es en vano pedir entendimiento espiritual. Cuando Dios comienza a contestar nuestra oración, lo primero que hará es producir en nosotros un tremendo temor y una gran reverencia por Su Persona. Esto nos llevará a entender la importancia de la obediencia, y también producirá en nosotros el deseo de hacerlo. Si queremos esta clase de entendimiento espiritual, pidámoslo de Dios. Él estará muy dispuesto a contestar esa oración. Como escribe Santiago, “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente, y sin reproche, y le será dada” (Sant 1:5). “Dame entendimiento, y guardaré tu ley, Y la cumpliré de todo corazón” 76