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JESÚS ACOMPAÑANTE Red ignaciana de acompañamiento El Maestro sentía un gran cariño por las personas, un sentimiento gratuito y espléndido. Eso era bastante para dedicarles tiempo, escucharles, caminar a su lado, tenerles infinita paciencia… ¡acompañarlos! Y, como era tanto lo que llevaba dentro, no podía sino contagiar, animar, llenar sus vidas. Eso fue, precisamente, lo que hizo con los dos ejemplos que presentamos: ¡llenarles de vida! ¡de Vida! Jesús es acompañante en el pozo de Sicar: Jn. 4,5-30 Sed y agua: dos soledades se encuentran. Jesús baja de Judea a Galilea y tenía que pasar por Samaria. Jesús llega fatigado alrededor de la hora sexta, las doce: el calor es abrasador. Cansado y sediento, se sienta junto al pozo… Está solo: respira jadeante, siente sed, su reflexión es casi delirio bajo un sol ardiente. En ese momento, llega una mujer a sacar agua. Esta mujer está situada en los márgenes: por ser mujer, por su cultura y forma de vivir, por su religión… Jesús toma la iniciativa. Pide con sencillez: dame de beber. Una presencia que se convierte en compañía. Suplicando un poco de agua, Jesús se hace solidario de la sed de todo ser humano. Rompe prejuicios y leyes para adentrarse en el misterio de la otra persona. La ética de Jesús está centrada en la persona. Junto a la desconocida, Jesús elimina la superioridad proverbial de los judíos con respecto a los samaritanos. Se presenta como un hombre necesitado y reconoce que la otra persona tiene, internamente, posibilidades infinitas. Ahí se centra el acompañamiento de Jesús: sacar a flote, descubrir, personalizar y conseguir que toda esa riqueza interior se incorpore a su propia vida en nuevas actitudes personales. La pedagogía de Jesús está conduciendo a la mujer al diálogo, al interés… el don de Dios y el amor del Padre, verdaderos resortes de fraternidad. Y lo encuentra. El agua de Jesús se convertirá en manantial que salta dando vida definitiva. ¡Señor, dame de esa agua! Jesús consigue despertar los anhelos de la mujer…Quiere romper con su pasado y comenzar algo nuevo. Se abre a la fe. Jesús no se detiene en lo cultual o religioso, en los elementos periféricos, sino que va al centro de la persona. La mujer ha descubierto otra hondura en su propio pozo. Vete a tu casa, llama a tu marido y vuelve aquí. No tengo marido. El Señor “empezó pidiendo de beber. Y termina presentando valores teocéntricos, autotrascendentes, es decir, su persona”. Llevó a la samaritana a la soledad y le habló al corazón: ya está seducida. (Os 2,16) Ella abandona el cántaro y corre a la población para anunciar a la gente: me ha dicho todo mi pasado. ¿No será el Mesías? Encendida interiormente, dejará de hablar de sí misma: ¡Es el salvador del mundo! El Acompañante de Sicar tiene como características: - Desde un inicio, mira en profundidad e intuye la sed de vida de aquella persona. - Le hace tomar conciencia, mirar en profundidad su propia realidad: desde una situación de desestructuración personal, dolor y fracaso, hacia una dinámica de liberación. - Su trato es íntimo, delicado. No condena, provoca anhelos hondos sin herir ni humillar. - Devuelve la autoestima y el sentido verdadero de la vida. Se convierte en apóstol. Jesús es acompañante rumbo a Emaús: Lc. 24,13-35 Dos caminantes desolados. Han salido sigilosos... y escapan. Entre aburridos, decepcionados y llenos de miedo. Dos más que dan su espalda a la esperanza; dos menos en una comunidad que se desmiembra…y conversaban entre sí todo cuanto había pasado. Jesús iba a ser el libertador de Israel. Pero todo se ha ido al garete. Cabizbajos, entristecidos, interiormente derrotados, hablando de todo lo que había pasado, y cuando ya atardece, cierran el último capítulo de su desconcertante aventura. Lo mejor es volver a casa, olvidarse de todo…La vida de fe, a veces, se nos hace tan dura y, frecuentemente, tan desesperanzada. Un camino que nos parece no ir a ninguna parte y que, en el fondo, reclama a gritos la presencia de un verdadero acompañante. Se alejaban como muchos de nosotros, creyentes de Viernes Santo, incapaces de ser ante el mundo testigos de la Vida. Compañero de camino: acompañante. Mientras conversaban y discutían, Jesús mismo se acercó y comenzó a caminar con ellos. Sale a su encuentro en el camino. Él toma la iniciativa. No les reprende por su desilusión o por su desánimo, sino que se interesa por la situación que están viviendo. Se pone al servicio de sus sentimientos. ¿De qué van hablando? Parte de la vida, de su realidad, de lo que han vivido y viven los discípulos. Ellos están desconcertados y tristes. Algo les impedía darse cuenta de quién era. Caminan y conversan, pero estaban cegados y no podían reconocerlo. El proceso de la fe es un largo camino. Se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero Él desapareció. El proceso del acompañamiento y de ver en lo profundo ha sido largo. La razón busca pero quien verdaderamente encuentra es el corazón. Jesús desaparece, pero queda para siempre en los corazones de sus discípulos. Lo importante de la vida se atesora en el corazón. Se quita de su vista como el profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo, para convertirse en el corazón de su corazón: el Señor de la Vida. El Acompañante de Emaús tiene como características: - No se hace protagonista. Calla su historia personal y su verdadera personalidad. - Hace camino con ellos, uno más, paso a paso. Porque el camino se hace al andar... - No se impacienta ante su ceguera y cerrazón. - Propicia nuevos lugares de encuentro: el camino, la Palabra, la mesa, el corazón. - Los anima y los lanza, sin que ellos se sientan forzados, al retorno, a la comunidad. - No espera agradecimientos ni aplausos. Se retira… desapareció de su lado. Jesús, el maestro que acompaña. En los caminos de Galilea, Jesús se hace compañero acompañante de las masas desamparadas. Trató con pecadores, pobres, mujeres y niños, enfermos, gentes de corazón roto, enseñándoles los misterios del Reino. Para educarles, acudió a una pedagogía enormemente realista y popular: utilizó imágenes, parábolas, hipérboles gráficas, alegorías (Mc 4,1; Mt 7,1-5), sacadas de su propia vida y de su larga experiencia por el repetidísimo transitar de Nazaret a Jerusalén, y de Jerusalén a Nazaret. ¿Recorrió 100 ó 120 veces los 150 Km. que separan ambas poblaciones? Posiblemente así fue. Siempre acompañado, siempre acompañando. Siempre observando, guardando siempre en su interior la imagen y el juicio sobre diversos personajes y situaciones que más tarde propondría en sus conversas y parábolas. Estimuló la generosidad de los pobres y se les presentó como el maestro humilde y sencillo de corazón (Mt 11,28). Entre él y las gentes no se estableció distancia alguna. Acompañar significa eso precisamente: estar junto a, marchar con, escuchar, impulsar sin imponer. El magisterio de Jesús se realiza, no desde el estrado o la cátedra sino en medio, acompañando. Jesús es el maestro acompañante. Este adjetivo matiza y define completamente lo más peculiar de su magisterio: iba recorriendo pueblos y aldeas enseñando (Lc 13,22). El principio básico de la pedagogía de Jesús es la incorporación en el otro. No son los discípulos los que han de ascender hacia él, sino que Él se abaja y se iguala con ellos. Él entiende a Pedro y a Judas: para uno basta una fija mirada para el otro, una palabra: compañero. Se sienta a la mesa con Simón o se invita a la casa de Zaqueo. Se incorpora al dolor o al hambre de las multitudes: para unos hay curación o aliento; para los otros, panes y pescados. Jesús enseñó desde la cercanía del pueblo y para un pueblo cercano. El modelo de los de Emaús nos hace pensar en los muchos y largos coloquios que sin duda tuvo quien no tenía dónde reclinar su cabeza por los caminos de Galilea y Judea, en las orillas del lago, o bajo un cielo tachonado de estrellas. Y las entrevistas con Nicodemo o la samaritana nos abren al misterio de largas intimidades y gratos momentos de mutuo fervor. Las entrevistas de Jesús como método. Acerquémonos a las actitudes internas de Jesús en cada uno de los tres momentos claves de sus relaciones interpersonales: - Puesta: delicadeza, prudencia, humildad, sin prejuicios, iniciativa, interés por el otro, deja hablar, escucha, no rechaza, bondad, humano, observador. - Propuesta: firmeza, claridad, respeto, seguridad, crea confianza, perdona, alienta. - Respuesta: paz, confianza en el otro, satisfacción, agradecimiento, consolación, delicadeza. Comienza su encuentro con el otro desde una actitud sumamente delicada y prudente; se lanza al tema central con firmeza y claridad; y queda, al retirarse el interlocutor, en un estado de serena y profunda paz, con la certeza de que no le van a fallar. En todos los encuentros personales con Jesús, la persona queda marcada por el Maestro y su vida adquiere un nuevo sentido. • El acompañante estimula, impulsa, pero no impone; respeta la libertad del otro (Mt 19,16ss). • Acompañar es un proceso que se hace en el espacio y en el tiempo. Hay que respetar el ritmo de la persona acompañada, pues ella es un sacramento y un signo de Dios (Jn 3,1ss). • Acompañar es marchar con el otro haciendo Historia de Salvación (Mt 5,1-11). • Acompañar es vivir una doble fidelidad: fidelidad a Dios en su Iglesia y fidelidad al otro como persona distinta (Mc 12,28-34). • En el encuentro con el otro, surge la alegría festiva de la fraternidad. Celebramos la fe como esperanza, no sólo a nivel ético, sino como esperanza en el Resucitado (Lc 24,34). • Acompañar es ir trabajando las claves de la fe (Jn 4,4). • La pedagogía del acompañamiento supone la pedagogía de la paciencia (Lc 24,25). • Acompañar es ir haciendo Iglesia. Descubrir la comunidad de hombres y mujeres creyentes que es la Iglesia de la que recibimos la fe, la celebramos y la compartimos (Jn 15,7s). • La reconciliación se convierte en eje de vida como actitud fundamental (Lc 15,11-32). • El acompañamiento tiene sus dificultades. Hay que saberse desmitificar, porque no somos perfectos. El lenguaje tiene que posibilitar la sintonía, ser asequible e inteligible. • El acompañamiento se realiza en el secreto de la persona. Ese compartir con el otro se hace en el espesor de la realidad, acercándose a la vida y al hondón del hermano (Lc 19,1-10). • Acompañar es compartir con el otro la experiencia de que Dios nos ama (Jn 16,27; 13,1). • Acompañar es un camino de encuentro con Dios: la persona concreta (Jn 7,36-50). • El acompañante debería vivir un tiempo de oración personal diario, para transmitir su necesidad como fuente de humildad, como fuerza innovadora y como caricia de Dios (Lc 6,12). • El acompañamiento tiene que desembocar en reconocer a Cristo en la Fracción del Pan y en la escucha de la Palabra como centros de la vida de fe manifestada en el compromiso por la construcción del Reino (Lc 24,31). El contenido de su programa. El programa de la pedagogía de Jesús está en las Bienaventuranzas. La felicidad de los infelices: mansos, buenos, pobres, pequeños… todo el evangelio, cada palabra y cada acción de Jesús, contienen la propuesta para su proyecto sobre el ser humano. No podemos hacer acompañamiento cristiano de espaldas al acompañamiento de Cristo. La espiritualidad del acompañante consistirá, primeramente, en ese esfuerzo teórico-práctico de identificar su proceder educativo con el modo de sentir y hacer pedagógico de Jesús. Tener sus mismos sentimientos (Fil 2,5) nos lleva, a nivel pedagógico, a adoptar los principios y la metodología del Señor Jesús, y a tener su mismo sistema de valores. A imitar, al menos, las características principales de su pedagogía: encarnación e incorporación, coherencia y testimonio personal, sencillez, realismo, capacidad de interpretar la realidad y capacidad, al mismo tiempo, de interiorizar; paciencia, entusiasmo, capacidad de contagiar, bondad y auténtico cariño.