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EJEMPLOS TEXTOS EXPOSITIVOS TEXTO 1 El calentamiento global es un término utilizado para referirse al fenómeno del aumento de la temperatura media global, de la atmósfera terrestre y de los océanos, que posiblemente alcanzó el nivel de calentamiento de la época medieval a mediados del siglo XX, para excederlo a partir de entonces. Todas las recopilaciones de datos representativas a partir de las muestras de hielo, los anillos de crecimiento de los árboles, etc., indican que las temperaturas fueron cálidas durante el Medioevo, se enfriaron a valores bajos durante los siglos XVII, XVIII y XIX y se volvieron a calentar después con rapidez.2 Cuando se estudia el Holoceno (últimos 11 600 años), el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) no aprecia evidencias de que existieran temperaturas medias anuales mundiales más cálidas que las actuales.2 Si las proyecciones de un calentamiento aproximado de 5 °C en este siglo se materializan, entonces el planeta habrá experimentado una cantidad de calentamiento medio mundial igual a la que sufrió al final de la Glaciación wisconsiense (último período glaciar); según el IPCC no hay pruebas de que la posible tasa de cambio mundial futuro haya sido igualada en los últimos 50 millones de años por una elevación de temperatura comparable. El calentamiento global está asociado a un cambio climático que puede tener causa antropogénica o no. El principal efecto que causa el calentamiento global es el efecto invernadero, fenómeno que se refiere a la absorción por ciertos gases atmosféricos—principalmente H2O, seguido por CO2 y O3—de parte de la energía que el suelo emite, como consecuencia de haber sido calentado por la radiación solar.3 El efecto invernadero natural que estabiliza el clima de la Tierra no es cuestión que se incluya en el debate sobre el calentamiento global. Sin este efecto invernadero natural las temperaturas caerían aproximadamente en unos 30 °C; con tal cambio, los océanos podrían congelarse y la vida, tal como la conocemos, sería imposible. Para que este efecto se produzca, son necesarios estos gases de efecto invernadero, pero en proporciones adecuadas. Lo que preocupa a los climatólogos es que una elevación de esa proporción producirá un aumento de la temperatura debido al calor atrapado en la baja atmósfera. (Wikipedia) TEXTO 2 Bonnie Tyler regresa. Va a Eurovisión. Tiene 61 años pero podrían ser 215 ó tres siglos, hay ninotsque parecen más naturales. Al margen de lo musical, que nadie le niega su arte a la galesa, su imagen actual es, como poco, inquietante. Un extraño cruce entre la nariz de Heather Locklear en sus buenos años, la lozanía facial de Emma Bunton (a.k.a. la Baby Spice), las cejas en fuga ascendente al estilo Jocker y un cuello que deja mucho desear. “La veo con un mal hecho, lo que llamamos en acento circunflejo, labios recauchutados y unas manos envejecidas que restan credibilidad a su aspecto”, sentencia la Doctora Cristina Villanueva: “Proyecta una imagen incoherente entre la edad que parece tener su rostro y la de su escote”. No es la única estrella que sucumbe en demasía a los encantos de la medicina y la cirugía estética con tal de retardar el paso del tiempo. Michelle Pfeiffer, Cybill Shepherd oGoldie Hawn también son de su cuerda. Tan reparadas que cuesta saber si son realmente ellas o una mala copia de algún mal museo de cera. No es de extrañar que con este plantel el que Gwyneth Paltrow reconozca en el Daily Mail a sus 40 años “no haber pasado por quirófano aunque sí ‘haberse quitado un par de años con el láser Thermage” provoque cierta sorpresa. Tanto más el que asegure “prefiero envejecer como las actrices francesas: cigarrillo, copa de vino y simplemente, disfrutar de la vida”. Debe de ser de las pocas. En Hollywood les va bañarse en la marmita de botox y aniquilar cualquier arruguita de expresión. Por pequeña que sea. Y aquí entra la labor casi de psicólogos de los profesionales de la medicina y la cirugía estética. “Es trascendental explicar al paciente qué se puede y qué no se puede hacer. Y también cómo va a quedar inmediatamente después. Por ejemplo, los autotransplantes de grasa para rellenar arrugas o crear volúmenes en pómulos dejan una hinchazón del rostro de entre uno y cuatro meses hasta que queda implantada la grasa definitivamente”, el Dr. Miguel Chamosa, presidente de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SECPRE). “Durante ese tiempo la paciente tendrá el rostro más o menos deformado y ha de tenerlo en cuenta, por ejemplo, si lo hace para una boda o para una gira promocional. En un lipofilling facial solo sobreviven el 31,8% de las células grasas transplantadas, el resto morirá. De ahí esa hinchazón inicial que se estabiliza hacia el cuarto mes”. Los peores, según relataba recientemente a RNE el Doctor Cristino Suárez, , “son los que te vienen con una foto de otra persona. Yo puedo arreglar sobre un rostro pero no soy Dios. Yo no puedo crear una cara nueva para que un paciente se parezca a un actor. Cuando te piden eso en realidad hay un problema psicológico”. Claro que siempre habrá un cirujano que tire de bisturí o de botox con tal de complacer a la paciente y cobrar por el servicio. “Cada paciente a la que opero es una obra que yo firmo y prefiero negarme a firmar una obra que no será armónica. El ideal de la cirugía estética ha de ser el canon clásico, el equilibrio teniendo en cuenta además la etnia con la que trabajas. Los labios o la nariz caucásica no son como las mediterráneas. Si traspasas esos límites el resultado es valleinclanesco. Para ejemplo, Michael Jackson”, comenta Chamosa. Al margen de los límites éticos, ¿existen límites médicos? “En el botox se recomienda no superar las dos aplicaciones al año. Y te encuentras a pacientes que se hacen la ronda por varios centros intentando engañarte diciéndote que se lo puso hace mucho cuando no es así”, señala Villanueva. En lo que la mayoría de los profesionales coinciden es en que es mejor prevenir con cosmética antiedad y tratamientos no invasivos como el botox o el hialurónico para reducir arrugas y mejorar la textura de la piel. “El botox no es malo. Muchas veces en la consulta una paciente se te niega en banda porque mira lo fatal que le queda a Fulanita. El problema es que la que lo lleva bien no se nota y la que lo promociona es aquella que ha abusado tanto que tiene cara de velocidad”, asegura Villanueva. (¿Jóvenes o recauchutadas? Los limites del bótox’, Salomé García, El País, 17/04/2013) TEXTO 3 TEXTO 4 TEXTO 5 JOSÉ MARÍA GUELBENZU Adiós, 'glamour' Ahora que al mundo del cine lo acusan de repetitivo, de insustancial, de vivir a costa de remakes, de comedias tontas y de explosiones, llamaradas y toda clase de efectos especiales, no dejo de pensar en lo que fue el mundo de las estrellas hasta hace apenas treinta años, quizá menos. Porque lo cierto es que las llamadas estrellas de la pantalla han desaparecido del firmamento del cine. ¿Qué estrellas? Bien, estoy pensando en actores como Cary Grant, James Stewart o John Wayne, o en estrellas como Ava Gardner, Audrey Hepburn o Lana Turner. La verdad es que nadie les exigió ser grandes actores o actrices, aunque unos lo fueran de verdad y otros se limitaran a repetir su personaje. De hecho ha habido grandes actores (Charles Laughton, por ejemplo) que no alcanzaron la popularidad o el gancho de las estrellas, pero eso era sencillamente porque las estrellas eran otra categoría y lucían como tales por encima de cualquier otra consideración. La verdad es que aquél era un mundo de una falsedad total en el que nadie era lo que parecía, pero también es cierto que sólo unos cuantos seres de origen humano entre muchos miles alcanzaron la categoría de estrellas. Y si alguien me pregunta qué tenían esos elegidos que no tuvieran los demás, sólo les puedo responder con una palabra: glamour. Por lo general, las estrellas de hoy se caracterizan por ser efímeras o por ser sustituibles. Un año resulta ser la reina de las pantallas Cameron Díaz y cuando ya la tienes localizada resulta que ahora la reina es Jennifer Anniston; y apenas unos meses más tarde la reina es una tal Angelina Jolie, pero luego abres el Tentaciones de la semana siguiente y resulta que la que manda es la hija de Goldie Hawn, que ya ni me ha dado tiempo a enterarme de cómo se llama. Los tiempos cambian, qué duda cabe, y también cambia la velocidad de crucero de los acontecimientos. Los músicos o los actores responden a necesidades simples, a representaciones inmediatas. No hay dos Lou Reed, pero hay centenares de Britneys Spears, y por eso son tan fugaces; hoy todos los ombligos van al aire. ¿También cambian los sueños? Las estrellas, los mitos, responden a deseos y originan sueños. El culto actual a la velocidad, a la prisa, al logro urgente, favorece el intercambio urgente, pero no permite el tiempo de reposo que necesita un símbolo para conformarse; quizá tenga que ver con la diferencia que existe entre un modelo y un espejo: el primero es un resumen de ejemplaridad, del orden que sea; el segundo se limita a reproducir nuestra imagen. No diré que confundo a Gwyneth Paltrow con Cameron Díaz, pero sí diré que, más o menos, me da lo mismo una que otra. La diferencia es escasa, el repertorio también y la imagen responde a un mismo estereotipo. También era un estereotipo la rubia, pero ¡vaya si se distinguía a Lana Turner de Marlene Dietrich! El problema está en que las estrellas eran símbolos y aun mitos, y las estrellitas actuales son chicas y chicos en todo semejantes a los espectadores que les contemplan. ¿Democracia? ¿Igualitarismo? Me temo que la razón es el puro ejercicio de la compraventa. 'Cómprese a sí mismo' vienen a decirte. ¿Y las estrellas qué eran si no? Pues lo mismo, en efecto, pero tenían glamour, que es lo que no tenían los espectadores. La masificación sólo quiere más de lo mismo, y especialmente el consumidor quiere verse reflejado en las pantallas. No quiere imaginarse, quiere verse; ésa es la diferencia. Las estrellas eran un producto, sin duda, pero entraban en una pantalla o en un salón y suspendían el aliento de los presentes. No juzgo; yo, como decía Guillermo Brown, sólo hago constar un hecho. ¿No hay mitos? Lo más parecido hoy quizá sea una Sigourney Weaver, el resto parece un interminable procesión de colegialas arregladas. Actores o actrices admirables sigue habiendo, es una línea que se mantiene constante, pensemos en Kevin Spacey o Julianne Moore; pero estrellas... El cielo se ha desplomado sobre nosotros. O no necesitamos mitos o, lo que sería más doloroso, ya no sabemos lo que es un mito. El País, lunes, 7 de enero de 2002