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Musulmanes y cristianos abordan la codicia estructural de hoy en día Conclusiones de la Conferencia Introducción Reunidos/as del 25 al 30 de septiembre de 2011 en Kota Kinabalu, Sabah, Malasia, ciudad rica en diversidad cultural y religiosa, nosotros/as, 43 musulmanes/as y cristianos/as de diversas tradiciones y 10 países, compartimos y entablamos el diálogo sobre el tema “Abordar la codicia estructural de hoy en día”. A través de ese proceso invalorable de escucha, crítica, autodiscernimiento y construcción de la confianza, nosotros/as, musulmanes/as y cristianos/as, llegamos a afirmar nuestra humanidad común. Todos/as somos ciervos/as de Dios y reconocemos recíprocamente nuestra vulnerabilidad común frente a las amenazas sin precedente que se ciernen sobre el bienestar humano y ecológico, y la supervivencia. La conferencia fue auspiciada por la Federación Luterana Mundial y acogida por el Seminario de Teología Sabah. Redescubrimos y volvimos a proclamar nuestros valores comunes en las tradiciones bíblica y coránica para esforzarnos en pro de una comprensión común y profundizando juntos/as en nuestra respectiva fe para cuestionar la codicia estructural de hoy en día. Actualmente, la codicia está normalizada e institucionalizada en las estructuras neoliberales del dinero y la propiedad, así como en las propias formas en que organizamos nuestras economías de consumo, producción y distribución. Muchas esferas de vida, incluidos los bienes ecológicos comunes, fueron capturadas por un sistema mercantil que excluye a los/as pobres y concentra la riqueza en manos de unos/as pocos/as. En medio de las numerosas crisis que trajo aparejada la implosión de la crisis económica y financiera mundial de 2008, muchas personas del mundo entero sintieron que viven en un mundo donde la escasez se dispara, lo que fomenta aún más la inseguridad, la desconfianza y el temor, y divide a hermanas y hermanos musulmanes y cristianos. Confesamos nuestra complicidad e implicación en las estructuras de codicia. A la vez, siendo personas de fe que creen en un Dios justo y compasivo, y haciendo buen uso de nuestros abundantes recursos éticos, religiosos y espirituales, nosotros/as, musulmanes/as y cristianos/as, que juntos constituimos más de dos tercios de la humanidad, tenemos la tarea urgente y común de reflexionar al respecto y, principalmente, de resistir a aquellos aspectos del sistema económico imperante que claramente corrompen las cosmovisiones musulmana y cristiana. Esa corrupción está destruyendo el tejido personal, social, comunal y ecológico de la vida. La economía Musulmanes/as y cristianos/as afirmamos que la definición y el concepto de la corriente principal de la economía no explican la relación básica entre el trabajo y la creatividad del ser humano ni los abundantes recursos naturales y culturales dados por Dios. Musulmanes/as y cristianos/as vemos la economía como un sistema que organiza y vela por el bienestar y los medios de subsistencia de la gente. A parte de esa definición, vislumbramos una economía que: promueva la justicia y la equidad en las esferas personal, social, comunal y ecológica y rechace la idea de la excesiva acumulación de riqueza o la producción injusta con el mero propósito de acumular; fomente la idea de organizar los bienes comunes en el ámbito de la mayordomía de la humanidad, sea circulatoria y redistributiva, antes bien que acumulativa, y reinserte el mercado en la sociedad, habida cuenta de la perspectiva más amplia de organizar los medios de subsistencia en conexión con la sociedad, la comunidad y la naturaleza. Escasez, abundancia y mayordomía En el islam, una forma debilitante de escasez se apodera del ser humano cada vez que el temor de escasez o indigencia vulnera la confianza fundamental en un Dios misericordioso que nos prodiga una creación abundante. Para el cristianismo, la poca fe en la actividad divina compromete la conciencia de un Dios de gracia y amor que quiere abundancia en un mundo quebrantado. Toda vez que la economía se interpreta como la labor de gestionar la escasez, entonces, se compromete el valor musulmán y cristiano fundamental de entender el mundo como un lugar de abundancia potencial y real. Entonces, la cuestión esencial de la fe interior, en particular si musulmanes y cristianos creemos en un Dios justo y amante, y estamos llamados a ser mayordomos del mundo, es congruente con el universo exterior. Tanto el islam como el cristianismo –desde la raíz de sus relatos sobre la creación y las relaciones fundamentales con Dios y unos/as con otros/as– afirman que los seres humanos han de ser mayordomos responsables de un Dios de amor y justicia. La mayordomía (khilafah) es el deber compasivo de promover una asignación equitativa de los recursos abundantes dando con generosidad. El excedente es una bendición divina, una recompensa al trabajo y fruto de la generosidad (Génesis 1.27; Ibrahim 34*). Verdad de fe o acción: Si sembramos generosamente, cosecharemos generosamente. La distinción entre el interés personal y el bien común es relacional. La codicia es una forma de empobrecimiento estructural y depravación social, un impedimento del dar generoso que debería definir la actividad económica. La codicia es una forma de debilitamiento toda vez que fractura el bien común en favor del interés personal. Las sistémicas estructuras de codicia se arraigan en esa fractura y, entonces, la codicia se considera una virtud y la generosidad un valor ingenuo de los menos equipados. Pero esa fractura y esa reversión son contrarias al valor fundamental que compartimos musulmanes/as y cristianos/as en lo que respecta a la relación del ser humano con Dios y la sociedad. El patrimonio común Musulmanes/as y cristianos/as compartimos la creencia de que Dios, el creador, suministró cariñosamente todo aquello que los seres humanos necesitamos para vivir con dignidad: los bienes sociales, ecológicos y culturales que constituyen el patrimonio común. En particular, las enseñanzas musulmanas y cristianas consideran que la tierra, el agua, el fuego (fuente de energía) y otras clases de recursos naturales son dones de Dios que no pueden privatizarse, mercantilizarse ni usarse con fines de acumulación. Hoy en día, la codicia de las estructuras económicas y el egoísmo de las relaciones económicas redundaron en una extensa degradación de bosques, cuerpos de agua y atmósfera, bases del sustento, así como en la privación de recursos naturales y culturales (por ejemplo, conocimientos), sobre todo, de quienes viven en la pobreza. Nuestras sagradas escrituras nos enseñan que todos los seres humanos deben beneficiar equitativamente del uso del patrimonio común que, podemos decir, se refiere al trasfondo subyacente de la riqueza natural y cultural del dar de Dios que todos/as compartimos y del cual todos/as dependemos para asegurar la sostenibilidad y prosperidad de nuestros medios de subsistencia. A la vez, todos los seres humanos, en calidad de mayordomos de la creación y personas en comunidad tienen el deber de proteger y participar en la gestión del patrimonio común por el bien compartido. Hoy, más que nunca, es indispensable volver a una relación simbiótica entre cultura y naturaleza en lo que respecta a la forma de organizar nuestros medios de subsistencia. Acerca de la confianza En el actual clima de desconfianza, urge construir la confianza entre Oriente y Occidente, musulmanes/as y cristianos/as, basándonos en nuestra humanidad y valores comunes. A tales efectos, nuestros mecanismos financieros, económicos, jurídicos y políticos deben ser objetivamente fidedignos, lo que implica que, ante todo, han de garantizar la dignidad humana y, con espíritu de responsabilidad y rendición de cuentas, propiciar el bien común. Construir la confianza requiere transparencia en las relaciones, así como procedimientos y mecanismos para promover la transparencia en instituciones y estructuras. También requiere el diálogo en curso para promover el respeto mutuo y la convivencia entre personas y comunidades. Si nosotros/as, cristianos/as y musulmanes/as, confiamos unos/as en otros/as, entonces, podemos trabajar juntos/as para abordar cuestiones relativas a la “vida común”. Acerca de la resistencia y la transformación Siendo personas y comunidades de fe, musulmanes/as y cristianos/as reconocemos las graves dificultades que nos plantean las estructuras económicas de carácter neoliberal. Musulmanes/as y cristianos/as debemos resistir y rescindir la privatización del patrimonio común. De ello se desprende que nuestra respuesta colectiva a esas dificultades ha de ser de índole interreligiosa y sacar fuerzas tanto del rico legado de cada religión como de los valores que comparten ambas religiones. En otras palabras, dado que el problema de la codicia estructural no hace distinción alguna entre religiones, nuestra resistencia debe transcender y superar las diferencias religiosas. Para que nuestra resistencia sea auténtica, resiliente y sostenible ha de tener lugar en los ámbitos personal, comunal, social, nacional y global. Nuestra resistencia debe considerar las peculiaridades y necesidades locales y, por ende, ofrecer respuestas creativas a las reivindicaciones y los problemas locales. Teniendo presente todo lo antedicho, recomendamos que musulmanes/as y cristianos/as tomen las medidas que siguen. Los/as líderes religiosos/as deberían estar al tanto de las cuestiones socioeconómicas que afectan a sus comunidades e intervenir activamente para poder responder en forma sensata y colaborativa a las dificultades sociales y económicas que afronta la sociedad hoy en día. Organizar seminarios en comunidades locales para proseguir el diálogo sobre los retos que plantea la codicia estructural de hoy en día. Elaborar y desarrollar un plan de estudios alternativo que abarque: i) un examen crítico de los términos y conceptos fundamentales que apuntalan la corriente principal de la economía y ii) un estudio comparativo de las corrientes alternativas del pensamiento económico, lo que incluye una lectura minuciosa de los textos clave de economía de los que disponen las tradiciones intelectuales islámica, cristiana y oriental. Establecer y compartir intencionalmente una interpretación del “patrimonio común” en las respectivas comunidades mediante foros, seminarios, programas de desarrollo de la juventud y diálogo interreligioso en el plano comunitario. Forjar una amplia alianza entre musulmanes/as y cristianos/as en las respectivas comunidades para desplegar juntos/as esfuerzos de sensibilización sobre los mayores males sociales que dimanan de la codicia estructural (hambre, desempleo, falta de un techo, etc.). Establecer iniciativas locales para construir una economía solidaria que comprenda estos tres elementos; a) bienes comunes (tierras, recursos minerales, bosques, etc.); b) bienes colectivos (mercados locales, cooperativas y asociaciones de garantía recíproca, productos manufacturados por empresas comunitarias, moneda local y microfinanzas) y c) bienes y servicios privados (productos del hogar y servicios profesionales). Establecer un sistema de mediación financiera que sea socialmente responsable y propicie flujos de ahorro e inversión de hogares e instituciones a empresas sociales o con responsabilidad social. Formar una comunidad autosuficiente mediante sistemas alternativos de generación de energía, por ejemplo, solar, eólico, biomasa, etc. Desarrollar una economía local que sea integral y abarque a todos los hogares de la comunidad en su calidad de productores, inversores, distribuidores y consumidores en una economía circulatoria y redistributiva. Ofrecer oportunidades de aprendizaje durante toda la vida o educación permanente a musulmanes/as y cristianos/as que trabajan juntos/as en aras del bien común. Kota Kinabalu, Sabah, Malasia 30 de septiembre de 2011