Download Romanin-Homilia Misa Lujan 2007-05-08
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Obispado de Río Gallegos Errázuriz 53 - Tel: (02966) 42-2616 - 42-2325 Fax: (02966) 42--6183 - Email: diorigal@ciudad.com.ar Web : www.diocesisriogallegos.com.ar 9400 – Río Gallegos – Provincia de Santa Cruz - Argentina Homilía de la Misa de la Fiesta de Nuestra Señora de Luján Patrona de la Iglesia Catedral Gimnasio del Colegio Salesiano Río Gallegos, 8 de Mayo de 2007 Queridos hermanos y hermanas: Con un corazón agradecido y lleno de esperanza, celebramos a la Santísima Virgen, Nuestra Señora de Luján, patrona de nuestra iglesia catedral. De manera particular quiero agradecerles todas manifestaciones y muestras de afecto, de cariño, de acompañamiento que han tenido para conmigo en estos días. Nuestro pueblo creyente reconoce en la Iglesia la familia que tiene por madre a la Madre de Dios. Tenemos como un “instinto evangélico” (Puebla 285) según el cual reconocemos en María el modelo perfecto del cristiano, la imagen ideal de la Iglesia. Acompañados por María queremos vivir una auténtica espiritualidad de comunión, y de ese modo realizar la “nueva evangelización”, dando prioridad a nuestros jóvenes y asumiendo un sincero compromiso social. Así lo hemos reflexionado en la Asamblea Diocesana. Creemos así que María despliega con generosidad su maternidad espiritual sobre cada uno de nosotros, encomendada por Jesús en la cruz: “Aquí tienes a tu madre” (Jn 19,27). Nuestro vínculo con Ella constituye un puente seguro a través del cual nos regala su manera de ser y su forma de obrar, su ser hija fiel de Dios Padre, servidora humilde del Hijo y templo transparente del Espíritu Santo. Así como María acompañó a Jesús durante toda su vida y acompañó a la joven Iglesia naciente esperando el Espíritu Santo, hoy nos sigue acompañando en nuestra tarea evangelizadora y misionera abriéndonos caminos nuevos para el Señor. “No se puede hablar de la Iglesia si no está presente la Virgen María.” (Pablo VI). Sobre todo en estos tiempos de abierta persecución, donde molesta el mensaje del Evangelio, el escándalo de la cruz, el fermento de las bienaventuranzas. La joven discípula de Jesús nos ayuda a acelerar nuestros pasos en el camino de santidad que nos hemos propuesto como primer gran desafío diocesano. Esto será una realidad en la medida en que la tengamos en cuenta como madre, como maestra y como modelo. María es la madre sensible, cercana y fiel. En Caná de Galilea, con su delicadeza de mujer e intuición de madre, estuvo atenta a las necesidades de la joven familia, señalando a Jesús para darles “su vino nuevo”. Con esta misma servicialidad María sigue intercediendo por nuestras familias, para que nunca nos falte el pan, el afecto, la contención, el calor de una sonrisa y de un abrazo sincero. María es la madre cercana que, como hizo con su prima Isabel, se queda con nosotros para sanar nuestras heridas, darnos fortaleza en los desafíos, escuchar nuestros gritos y compartir nuestras alegrías. Es la madre que se pone inmediatamente en camino, en actitud de desprendimiento y de servicio. María es maestra en la búsqueda, en la obediencia, en la alegría. Su vida fue un contínuo sorprenderse de las realidades que Dios iba obrando en su vida. No estuvo pasiva ni quieta ante las propuestas que Dios le iba indicando. Fue la mujer inquieta que siempre supo buscar, Mons. Juan Carlos Romanín, sdb. Homilía de la Fiesta de Nuestra Señora de Luján, 8-05-2007 sin conformarse con nada. Sólo le interesaba encontrarse y vivir en la presencia del Dios “que hace nuevas todas las cosas”. María es maestra en el servicio. Se hizo servidora, esclava. No esclava servil, ni degradante, ni discriminante. María se hizo esclava por amor. Se hizo nada, vacío total, silencio absoluto, sombra plena. Era la única manera de poder ser habitada por la Palabra. María es la mujer “feliz porque escuchó la Palabra de Dios y la puso en práctica.” (Lc 11,28) Es la mujer toda revestida de la Palabra. Profunda, llena de esperanza, fuente de gozo sereno. Le dijo que sí a Dios y lo repetirá durante toda su vida. La fidelidad de su sí fue nuevo en cada jornada, porque el Espíritu Santo estaba en Ella y el Espíritu Santo es el que va recreando, “haciendo nuevas todas las cosas.” María es modelo de oración. Es la joven mujer que supo contemplar a Dios en la propia historia. Llena del Espíritu Santo, iluminó proféticamente la realidad: “El poderoso ha hecho en mí maravillas... dispersó a los soberbios de corazón, derribó a los poderosos de su trono, y elevó a los humildes, colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.” (Lc 1, 46-55) Rezar la vida, contemplar el paso de Dios en el día a día de la historia. Descubrir su presencia y alabar, bendecir, glorificar, dar gracias, pedir, perdonar. María es la mujer modelo de sabiduría. Dicen los Evangelios que Ella “conservaba todas las cosas en su corazón” (Lc 2, 19). Era capaz de ver con los ojos del corazón el corazón de todas las cosas. Mirada profunda, capaz de descubrir el proyecto del amor de Dios en las pequeñas cosas de cada día. Sin la superficialidad ni la mediocridad de los que vuelan por lo bajo, en las tinieblas, en las sombras, en el pecado. María es la madre fiel, la que siempre está. En los momentos del mayor dolor, supo perder todo para poder acompañar. “Junto a la cruz de Jesús estaba su madre...” (Jn 19,25). En este tiempo de tanto dolor para nuestra sociedad santacruceña: dolor provocado por la injusticia, por el atropello de los derechos, por la mentira, por el enfrentamiento, por la intolerancia, por el mal trato, por la violencia, María está presente. Ella nos enseña que el dolor, abrazado y compartido, nos devuelve la vida y la dignidad, y que sólo desde la recuperación de esta vida y de esta dignidad podremos cambiar injusticia por justicia, mentira por verdad, odio por amor, esclavitud por libertad. Los tiempos que hoy nos toca vivir nos piden actitudes y miradas nuevas. Algo distinto podrá seguir creciendo entre nosotros si somos capaces de aprender de María, la joven mujer llena de gracia, audaz y valiente, testigo y protagonista del tiempo que le tocó vivir. Le pedimos a Dios, al Señor de la historia, que en su bondad quiso que la Virgen María se quedara en nuestras pampas, a orillas del río Luján, que mire a su pueblo que clama y grita, y le conceda los dones de la justicia, la libertad y la paz. Que, a partir del ejemplo de fidelidad y piedad del negro Manuel, que se quedó en Luján para cuidar a su Virgencita, podamos imitar su sencillez y sepamos ser serviciales, querernos como hermanos, comprendernos y perdonarnos mientras construimos una sociedad donde la dignidad y la libertad sean valores innegociables. Que así sea. + Juan Carlos Romanín, sdb. Padre Obispo . Página 2