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Razón y Revolución, nº16, Buenos Aires, 2ºsemestre de 2006, pp. 9-16 Dossier: ¿Cómo funciona esto? Debates sobre las tendencias de la economía capitalista Carta a Razón y Revolución Rolando Astarita (UBA-UNQ) Resumen: En esta carta, el autor explica las razones por las cuales abandona el debate acerca de la situación económica mundial iniciado meses atrás. Repite las acusaciones de catastrofismo económico y voluntarismo contra sus oponentes Juan Iñigo Carrera y Eduardo Sartelli. Palabras clave: condiciones de debate –crisis mundial – catastrofismo Abstract In this letter, the author explains the reasons by which he gives up the debate, started e few months ago, about the world economic situation. He repeats the accusations of economic catastrofism and voluntarism against Juan Iñigo Carrera and Eduardo Sartelli Key words debate conditions – world crisis - catastrofism Teoría-Historia-Política Estimado Juan Kornblihtt: Buenos Aires, 18 de abril de 2006 Por tu intermedio quiero hacer llegar esta carta a Razón y Revolución. El miércoles 12 de abril dos compañeros me hicieron llegar el número de RyR con las respuestas de Sartelli e Iñigo Carrera a mis críticas sobre el catastrofismo económico, y el ejemplar de El Aromo, que viene con una crítica de Marina Kabat a mi posición sobre las 6 horas. Los compañeros me invitaron a continuar la discusión, e incluso a participar en un debate oral en el futuro. Ya en ese momento les manifesté mi escepticismo sobre lo fructífero que podía ser tal debate, porque me parecía que llegado un punto los argumentos terminan bloqueados, y que no hay manera de avanzar. Ahora, después de leer los artículos, constato que efectivamente el debate se mete en un callejón sin salida. Por ejemplo, JIC “demuestra”, con un gráfico de elaboración propia, que el PBI de Estados Unidos es más bajo en los 1990s que en 1792. Ante semejante afirmación, no creo que tenga sentido seguir la polémica. No veo el objeto de demostrar que hoy el PBI de Estados Unidos es superior al de 1792. El que esté convencido del argumento de JIC, pues bien, que siga convencido. Si en la izquierda hay personas que piensan que el PBI de Estados Unidos hoy es más bajo que hace tres siglos, y que esto es ciencia, pues “allá ellos”. Posiblemente haya gente que se interese en rebatir afirmaciones como ésta; en lo personal, tengo otras preocupaciones que me resultan intelectualmente más atractivas. Algo similar ocurre con la respuesta de Sartelli. En mi nota lo que demostré es que no se puede decir que las recesiones de 199091, o de 2001 “anularan” el crecimiento económico anterior. Pero 10 Razón y Revolución nº 16 11 esta cuestión no es tocada siquiera por Sartelli. Por el contrario, se lanza a atribuirme posiciones que no son mías, sin poner siquiera una cita. Por ejemplo, sostiene que en mi opinión las crisis “surgen de la nada”. He escrito lo suficiente sobre la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, o sobre las crisis de Argentina, para eximirme de responder a esta falacia. De la misma manera sostiene que soy un “apologista” de la nueva economía. En mi libro doy cantidad de datos y testimonios de lo que ha significado esta expansión del capitalismo en términos de miseria, explotación y hambre para miles de millones de seres humanos. Otro ejemplo: en mi libro cito los datos del FMI. Nos dicen que la economía de Estados Unidos creció, entre 1982 y 1991 a una tasa del 2,9% anual; y que entre 1992 y 2000 creció a una tasa anual del 3,8%. O sea, hubo un aumento de la tasa de crecimiento con relación a la segunda mitad de los setenta. Sartelli ni se molesta en examinar este dato, ni en responderlo. Planteé que la tasa de crecimiento del PBI entre 1950 y 1973 fue del 3,7%. De hecho entonces fue igual a la tasa de crecimiento durante los noventa. Sartelli no menciona este dato. Agrego en mi libro que la productividad creció el 1,53% entre 1990 y 1995, pero pegó un salto al 2,9% anual entre 1995 y 2000. Sartelli tampoco examina este dato ni lo refuta. Sobre la economía mundial, planteé en mi libro que en los 10 años que van desde 1982 a 1991 creció a una tasa anual promedio del 3,3%, y que de 1992 a 2000, lo hizo a una tasa del 3,4%. Por lo tanto entre estas dos décadas no hubo desaceleración del crecimiento mundial. Digo también en mi libro que estas cifras están lejos del boom de posguerra, cuando la economía mundial creció, entre 1950 y 1973, a una tasa anual del 7%. Pero también están lejos de mostrar una gran depresión, como se anunció desde el marxismo que sucedería en los 1980s y 1990s. Sostuve que este crecimiento “gris” está en consonancia con la recuperación parcial de la tasa de ganancia, por lo menos en Estados Unidos. La tasa de ganancia para el sector corporativo –quitando las empresas capital intensivas- se divide por un factor de 2 en lo más profundo de la caída, con respecto al promedio 1956-65; pero aumenta casi un 50% de 1982 a 1997 (y recupera las 2/3 partes de la caída si se toman en cuenta las empresas capital intensivas), según datos de Dumenil Levy. Es un nivel similar a 1970 y 1958. Según Edgard Wolf, la tasa en de ganancia en 1997 se ubicaba en 19,1%, contra 20.6% en 1947, 22.2% en 1952 y 13,1% en 1981. Freeman también registra la suba de la tasa de ganancia. Agreguemos que luego de la recesión de 2001, la tasa de ganancia en los últimos años volvió a aumentar en Estados Unidos. 12 Teoría-Historia-Política Según el BEA, los beneficios de la producción corriente crecieron un 12,6% en 2004 y 16,4% en 2005. Son niveles de tasa de ganancia que han correspondido a otros períodos de crecimiento del capitalismo, como el de 1890-1914, que no se caracterizaron por ser de “boom”, pero tampoco de crisis y depresión. Nada de esto es tenido en cuenta en la discusión que hace Sartelli. Por otra parte planteé que entre 2000 y 2004 la economía mundial creció a una tasa del 3,5% anual. Y que el mercado mundial creció a una tasa anual superior al crecimiento de los PBI a partir de 1985. En mi libro (y en otros escritos) expliqué que cuando se trata de “rebotes”, puede efectivamente decirse que la crisis no se ha superado, pero cuando estamos ante tasas positivas y persistentes a lo largo de años del ingreso, la inversión, la productividad y el mercado mundial, ya no podemos hablar de crisis crónica. Complementé todo esto presentando el marco general de una expansión del capitalismo hacia China y los territorios de la ex URSS y Europa del Este. Pero Sartelli no examina ni refuta estos datos. Su tesis inalterable es que la crisis mundial del capitalismo se inició en 1970s, y continúa como tal al cabo de tres décadas y media. Para sostener esta posición contra toda evidencia, inventa entonces una definición de crisis “a gusto”, para que encaje en lo que quiere demostrar. Así, la crisis para Sartelli ya no es el punto de giro del auge a la depresión (o a la recesión), como sucede en Marx (o en Mitchel, Sherman y otros teóricos del ciclo). Ni tampoco es la conjunción del giro y la depresión (cuando se la define en sentido lato). Según la definición “a gusto” de Sartelli, la crisis es “un período” (sic) que comprende por igual a la recuperación, la prosperidad y el auge. De esta manera puede “demostrar” que cuando estamos en la recuperación en realidad estamos en crisis; que cuando se pasa a la prosperidad, la crisis sigue; y que cuando se llega al auge también hay crisis. Sartelli ni siquiera tiene la prudencia de matizar sus afirmaciones, como sí lo hacen los autores que hablan de “crisis estructural”, como Dumenil y Levy. Hacia fines de los noventa estos autores sostenían que las series agregadas no demostraban una restauración de las condiciones de boom económico, pero tampoco permitían descartar su eventualidad. Por eso sostenían que la noción de “crisis estructural” se aplicaba bien, y de manera global, a la situación de la economía estadounidense desde los años 1970s, pero que desde los años 1980s habíamos entrado en una nueva fase, en la cual ciertos problemas macroeconómicos han sido corregidos. Esta visión global sobre la crisis de los autores que cita Sartelli es Razón y Revolución nº 16 13 cuidadosamente ocultada por éste a sus lectores. Toda para sostener, contra viento y marea, que la crisis continúa abierta. Claro que para esto no hacía falta buscar ninguna evidencia empírica sobre las crisis. Es que lo que se quiere demostrar siempre se va a demostrar en tanto la definición garantiza el resultado, cualquiera sean los datos empíricos que se presenten. Es el método que desde hace muchos años inventaron los trotskistas para “demostrar” que las fuerzas productivas están estancadas desde 1914 y que la crisis es crónica. Así, en los años sesenta, y con una “definición” de crisis casi idéntica a la de Sartelli, el Comité Internacional de la Cuarta (esto es, el sector de Lambert) planteaba que “la crisis abierta en los treinta” no se había cerrado. Salvando las distancias, de la misma manera Nahuel Moreno “demostraba” que en Argentina, en 1982, se había producido una revolución: primero definía la noción de revolución como le gustaba, y luego demostraba, naturalmente, que había habido una revolución. En general, es el método que cualquier grupo utiliza para moverse con códigos internos que le garantizan la posibilidad de seguir afirmando sus ideas, contra toda evidencia que se le presente. Pues bien, cuando se cae en este terreno, no veo manera de seguir la discusión. Es que se cambian las nociones de forma tal que, sea cual sea la evidencia empírica, se demuestra lo que se quería demostrar. Las categorías teóricas dejan de ser objetivas (en el sentido de que son construcciones resultado de tradiciones teóricas y elaboraciones colectivas) para pasar a ser manejadas subjetivamente con fines polémicos. Por lo tanto, si Sartelli quiere definir la crisis de esta manera, y usar la noción para consumo interno de su grupo y algunos sectores de la izquierda, está en su derecho. En lo que a mí respecta, seguiré trabajando en base a la noción de crisis de Marx. Esto es, según la noción por la cual Marx definía que había habido crisis en 1836-39, en 1847-48, en 1857, en 1866 y en 1873. Noción con la cual también los marxistas “clásicos” posteriores definieron las crisis de 1882-84, de 1890-93, de 1907 y de 1913. Sobre esta base se discutía, por supuesto, si las recuperaciones eran más o menos sólidas, sus características, y otras cuestiones. Incluso desde este punto de vista se podría revisar si la caracterización clásica del marxismo del período 1890-1914, como de desarrollo de las fuerzas productivas, es equivocada, y si es cierto, como sostienen Dumenil y Levy, que se trató de un período de “crisis estructural” (concepción con la que no acuerdo en lo personal). Pero en este caso habría que replantear la caracterización de ese período como una fase A Kondratiev. Y revisar la caracterización 14 Teoría-Historia-Política de este período como de una fase de “desarrollo del capitalismo”, caracterización en la que estuvieron de acuerdo Lenin, Trotski, Rosa Luxemburgo y otros autores clásicos de principios de siglo. En este caso habría que reconocer también que ese período no fue cualitativamente distinto al actual desde el punto de vista de los datos objetivos del crecimiento del capitalismo. Que es lo que he planteado en mi libro: que en el último cuarto de siglo el capitalismo mundial tuvo un crecimiento similar, en muchos aspectos, al del período 1890-1914 (insisto, considerado fase A Kondratiev, o de expansión del capitalismo, por la mayoría de los marxistas). Obsérvese, además, que dado ese tipo de crecimiento, Trotski sostenía que un programa de transición era globalmente inaplicable para el período 1890-1914, y que se imponía la división entre programa máximo y mínimo. Situación que pienso es aplicable a la actual coyuntura del capitalismo mundial. En cualquier caso remarco que se trata de discusiones que deberían llevarse sin apelar a las descalificaciones. Porque sostener que alguien que afirme que el desarrollo del capitalismo de los últimos 25 años no es cualitativamente distinto, en índices de crecimiento, al desarrollo del capitalismo de 1890-1914, es un “apologista de la nueva economía”, cierra la posibilidad de desarrollar un debate en términos medianamente civilizados. Esto último me introduce entonces a la otra razón, y más fundamental, para no continuar el debate con RyR, y se refiere al contenido más profundo de la argumentación. Por empezar, Sartelli sostiene que la razón está del lado de los que suscitan más adhesiones entre los trabajadores con sus posiciones, y que si mis posiciones están aisladas, se debe a que están equivocadas, y a que me puse del lado de los “iluminados”. Con lo cual sostiene, en esencia, que la discusión teórica no tiene sentido. Es que bastaría contar qué teoría o discurso obtiene más adeptos, para darle la razón. ¿Para qué discutir entonces? Si El Capital no tiene adeptos entre la clase trabajadora, será porque sus argumentos son falsos. Y cualquiera que quiera defender la teoría de Marx, según la lógica expuesta, debería explicar primero por qué la clase trabajadora no adoptó como propia la teoría de la plusvalía. De nuevo, ¿para qué discutir? Para colmo Sartelli dice que el grupo de iluminados al que pertenezco se caracteriza por “la inacción y la nulidad histórica”. Pero no tengo ningún deseo de explicar a RyR cuál es mi actividad política, y menos discutir en qué grado soy una “nulidad histórica”. Tampoco comprendo muy bien qué interés puede tener RyR en invitar a debates a “nulidades históricas”. Razón y Revolución nº 16 15 Por otra parte hay agresiones gratuitas. Por ejemplo, Sartelli afirma que “Astarita prefiere olvidar, en su crítica, las barbaridades que dijo sobre la renta de la tierra en Argentina...”. Pues el hecho es que no mencioné el tema en la crítica porque no quiero mezclar todos los problemas. Pero escribí un pequeño trabajo (“La renta de la tierra y una tesis problemática”) que está colgado en mi página de Internet, y cualquiera puede consultar. Sigo oponiéndome a la teoría de la renta diferencial de la tierra que están sosteniendo muchos en Argentina, y “no prefiero olvidar” la cuestión, como dice Sartelli. ¿Por qué dice entonces algo que no es cierto, y que ya no puedo desmentir, porque está publicado? Sinceramente, no tengo ningún deseo de seguir una discusión en un contexto este tipo. Pero lo que me lleva definitivamente a terminar este debate es el artículo “Argumentos patronales” (el título hace referencia a mis argumentos sobre la consigna de las seis horas de trabajo) donde su autora, Marina Kabat, afirma que Astarita “parece tener siempre una buena razón para oponerse a la huelga”, y que Astarita “nos recomienda no luchar por ninguna mejora porque sólo lograremos enfurecerla [a la burguesía]”. Por supuesto, jamás escribí ni dije esto, pero el hecho es que no veo el objeto de polemizar con alguien que me identifica con los intereses patronales, y que dice que me opongo a todas las luchas de los trabajadores. El que quiera conocer mi pensamiento sobre esto podrá consultar o solicitarme los trabajos al respecto. Pero no veo el objeto de seguir una polémica con gente que me considera pro patronal, y que inventa algo como que recomiendo “no luchar por ninguna mejora”. Confieso que ni siquiera me interesa convencer de algo a quienes sacan la conclusión que soy un contrarrevolucionario leyendo un artículo como el de Marina Kabat. Aclaro, además, que ésta es la actitud que tomo siempre que se llega a este tipo de argumentos. Por ejemplo, un dirigente del partido Obrero escribió que soy un “cruzado contra el socialismo”. Lo que equivale a decir que soy un nazi, esto es, alguien juramentado a luchar contra el socialismo. Desde hace tiempo circula este artículo, y nunca lo he respondido. Otro ejemplo: Hebe Bonafini, con el apoyo de algunos grupos de izquierda e intelectuales, sostuvo que yo era un “agente pagado por los radicales para destruir a la Universidad de las Madres”. Tampoco he respondido a esta acusación. De la misma manera, a partir de que Marina Kabat dice que sistemáticamente me opongo a las huelgas, y que recomiendo no luchar porque asumo los argumentos de la patronal, ya no respondo. Hay niveles de discusión en los que no entro. Sobre esto 16 Teoría-Historia-Política quisiera señalar que mis posiciones sobre los ciclos Kondratiev, sobre el intercambio desigual, sobre la globalización, o mi crítica al uso indiscriminado de consignas de “transición al socialismo” las he discutido con gente diversa (del exterior o del país) sin que se cruzaran acusaciones del tipo de “apologista de la nueva economía”, “enemigo de las huelgas y las luchas”, y cosas por el estilo. Se discrepa en apreciaciones, en teorías y explicaciones, pero la discusión se mantiene un nivel de diálogo civilizado, en el cual ambas partes se reconocen como discrepantes, pero en un marco común de lucha por el socialismo. En cambio, cuando se llega a los niveles de agresión que exhibe RyR, no hay manera de continuar un debate. Lo mejor es cada cual siga su camino. Insisto, no entiendo tampoco para qué RyR puede tener interés en dialogar con alguien a quien considera un enemigo de la clase obrera. Por todo esto es hora de poner punto final a mi relación con RyR. Atentamente, Rolando Astarita Razón y Revolución, nº16, Buenos Aires, 2ºsemestre de 2006, pp. 17-21 Dossier: ¿Cómo funciona esto? Debates sobre las tendencias de la economía capitalista La piedra y la mano Acerca de la respuesta de Astarita Eduardo Sartelli (CEICS) Resumen El autor responde a las apreciaciones de la carta de Rolando Astarita, insistiendo en sus posiciones originales y acusando al mencionado de no conocer los textos que critica. Desde su punto de vista, la discusión debiera girar en torno a las bases de la expansión reivindicada por Astarita. Palabras clave Capital ficticio – crisis – tasa de ganancia Abstract The author responds to the appreciations of Rolando Astarita´s letter. He insists on his original positions, accusing to Astarita of not knowing the texts that criticizes. From his point of view, the discussion should rotate around the bases of the expansion claimed by Astarita. Key words Fictitious capital – rate of profit – crisis