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Departamento de Sociología Encuentro Anual de Investigadores 2014 Condiciones laborales y gestión del riesgo en una empresa papelera Francisco Pucci (*) Soledad Nión (**) (*) Doctor en Sociología. Profesor Titular del Departamento de Sociología. Area de Investigación: Sociología de la Gestión de los Recursos Humanos. Mail: francisco.pucci@cienciassociales.edu.uy (**) Master en Sociología Profesora Asistente del Departamento de Sociología. Area de Investigación: Sociología de la Gestión de los Recursos Humanos. Mail: soledad.nion@cienciassociales.edu.uy Introducción Este trabajo fue realizado en el marco del Grupo de Investigación “Sociología de la gestión de RRHH” financiado por la Comisión Sectorial de Investigación Científica de la Universidad de la República. El mismo surgió de una iniciativa conjunta de la Gerencia de Recursos Humanos de una empresa papelera y su sindicato, con el objetivo general de mejorar los niveles de seguridad laboral en la organización. Para cumplir con el mismo, el trabajo se orientó a analizar el impacto de las políticas de seguridad implementadas por la empresa, caracterizar las culturas de seguridad presentes en los diferentes sectores o áreas de trabajo, definir la percepción que los trabajadores tienen de los riesgos presentes en el proceso de trabajo y dar cuenta de las estrategias individuales y colectivas para enfrentar estas situaciones. Los antecedentes nacionales1 muestran que los comportamientos hacia el riesgo de los trabajadores, se encuentran delimitados por procesos de selección de riesgos en el marco de actitudes (normas – valores – creencias), dada su situación socio-económica particular (sea objetiva y/o sentida). Dichos elementos se conjugan en organizaciones productivas que tienen la tendencia a desarrollar políticas de seguridad y producción contradictorias entre sí, marcando espacios de control y autoregulación específicos, donde los desvíos de las normas de seguridad son aceptados por trabajadores y tolerados por la organización como un todo. En este sentido, el análisis de las percepciones de los riesgos de los trabajadores resulta un claro indicador de las formas de regulación del mismo y de los niveles de legitimidad de las políticas implementadas por la empresa. En el desarrollo del trabajo presentaremos, en primer lugar, parte del marco conceptual utilizado en la investigación. En segundo lugar, mostraremos, de manera breve, la metodología utilizada. En tercer lugar, realizaremos una síntesis del análisis realizado de las entrevistas y, por último, plantearemos las reflexiones finales del estudio. 1) Cultura de seguridad integral y sostenible La existencia de políticas de seguridad no es suficiente para el desarrollo de una cultura de seguridad. Petersen (1989) señala que la responsabilidad es uno de los elementos centrales a la hora del desarrollo de una cultura de seguridad en una empresa, ya que la existencia de una responsabilidad clara y definida permite: a. definir las actividades relativas a la seguridad en las distintas funciones, 1 Ver PUCCI, F.; LEVIN, R.; TRAJTENBERG, N.; BIANCHI, C. (2004b) “La negociación de los umbrales aceptables de riesgo en la industria de la construcción uruguaya”. Informe Final del Proyecto CSIC. Montevideo. //PUCCI – NIÓN – MANNISE (2013) La regulación autónoma del riesgo: el caso de una empresa papelera .En: El Uruguay desde la sociología XII. Montevideo, DS – FCS – Udelar. (págs. 189 – 200) //PUCCI – NIÓN – CIAPESSONI (2011) Componentes organizacionales en la gestión del riesgo de las empresas forestales uruguayas. Informe de investigación Num. 48 DS, FCS – UdelaR. http://www.fcs.edu.uy/archivos/Informe%20No.%2048.pdf – enero 2012- // FRANCO- NIÓN – MIRANDA – FAGÚNDEZ – MARROIG – CORREA (2012) Percepción del riesgo laboral por el trabajador. Factores psicológicos y culturales. Proyecto de vinculación ANCAP – UdelaR. Montevideo. // NION, M. S. (2012) “La construcción social del riesgo laboral. Los trabajadores de la fase rural de la industria forestal.” Tesis de maestría en sociología. DS – FCS- UDELAR b. la existencia de supervisores que cuenten con la confianza de las jerarquías y que tengan capacidad para desempeñarlas bajo una planificación adecuada, c. la evaluación periódica del desempeño de las funciones relacionadas a la seguridad y la existencia de recompensas asociadas. Según este autor, el cumplimiento de las acciones y de las políticas de seguridad tiene estrecha relación con la percepción por parte de los trabajadores de que la dirección y los supervisores desempeñan cotidianamente, de manera correcta, las tareas respectivas relativas a la seguridad. Por tanto, el liderazgo y su vínculo con la participación activa, concreta, en materia de seguridad, son cuestiones significativas a la hora de comprender los resultados y el tipo de cultura de seguridad de una empresa. Las jerarquías, con sus acciones y decisiones, envían mensajes perceptibles a todos los niveles de la organización, que son más determinantes de los comportamientos en materia de seguridad que las propias políticas específicas. Estas últimas, muchas veces, definen valores claves en materia de seguridad que luego no se condicen con la gestión del trabajo y el desempeño, e incluso, pueden entrar en contradicción. En la misma línea, Simard (1989) plantea la posibilidad de evaluar las actitudes de los trabajadores en materia de seguridad ante una característica organizativa generada social y culturalmente desde las jerarquías, a partir de las percepciones constitutivas del clima de seguridad. La motivación y el comportamiento de los trabajadores en materia de seguridad se encuentran estrechamente ligados a su percepción de la prioridad que los supervisores y directivos conceden a la seguridad en el trabajo (Andriessen, 1978). Una dimensión central en este análisis es la de la participación en la seguridad, concibiendo la misma como el trabajo conjunto (en equipo) de supervisores y empleados en el desarrollo de la seguridad. El enfoque de la cultura organizacional en materia de seguridad, supone que niveles elevados de intervención y participación contribuyen a mejorar los resultados, ya que fomenta entre todos los miembros de la organización el sentido de propiedad y responsabilidad, redundando en una mayor participación voluntaria que reduce la necesidad de aplicar sistemas formales de control burocrático (Denison 1990). La participación sería tanto una herramienta de la dirección para conseguir actuaciones deseadas en materia de seguridad, como un instrumento de los trabajadores para mejorar su entorno de trabajo. Cuando los niveles de participación son elevados, tanto en las jerarquías como en los trabajadores de línea, existiría una llamada cultura de seguridad integral, donde la seguridad en el trabajo representa un valor esencial de la cultura organizacional y, por tanto, es integrada en el comportamiento de todos los miembros de la organización. Esta situación, a su vez, refuerza simultáneamente la propia participación de todos los miembros de la organización en materia de seguridad. (Denison 1990). En una perspectiva complementaria, Reynaud (1988) 2 plantea que, en una organización del trabajo, se pueden establecer dos grandes dimensiones. La primera es la organización formal, sustentada en una lógica técnica y de eficacia. Es la lógica que 2 Parte de este desarrollo lo hemos presentado en Pucci; Nión; Mannise. “La regulación autónoma del riesgo: el caso de una empresa papelera.” En: El Uruguay desde la sociología XII. DS, FCS-UdelaR, 2014. Montevideo proviene de la gerencia, de la dirección técnica de la producción y de los que standarizan los procesos de producción. La lógica técnica es una lógica de control que busca resolver las coerciones externas de la organización: producción, plazos, calidad del producto, seguridad, entre otras. La segunda es la organización informal, en la que imperan los sentimientos y los valores. Esta es la lógica de los trabajadores expresada en su trabajo cotidiano. La lógica de sentimientos es una lógica que busca resolver conflictos entre valores internos: constituye una forma de regulación que se opone a las regulaciones formales y afirma la autonomía de los trabajadores frente a las tentativas de control por parte de los técnicos y jerarcas. Estas dos lógicas no necesariamente se oponen, ni constituyen extremos de la dicotomía racional- afectivo tan utilizada en las ciencias sociales Desde esta perspectiva, en una organización siempre existen diferentes fuentes de regulación: la regulación de control y la regulación autónoma. La regulación de control es formal y explícita, orientada por criterios técnicos y racionales. La regulación autónoma, por su parte, si bien es informal, no es espontánea ni caprichosa. Es una regulación muy elaborada, compartida por los trabajadores, que se enseña a los nuevos miembros y que se impone a aquellos que no la aceptan. Esta forma de regulación también es racional; a través de ella los trabajadores pueden aceptar la racionalidad técnica de la producción y de la eficacia. Los valores afectivos que los trabajadores encarnan en la regulación autónoma no se explican por la oposición racional-afectiva, sino por las luchas de poder ligadas al encuentro de las dos formas de regulación. Una tercera forma es la regulación conjunta. Esta forma de regulación implica un acuerdo explícito, la mayor parte de las veces entre el sindicato y la gerencia o dirección, en la cual se establecen determinadas normas para regular la producción, los salarios y las condiciones de trabajo. Este tipo de regulación, si bien tiene un origen colectivo, debe diferenciarse de la regulación autónoma, en la medida en que es también una forma de regulación de control. Las estrategias sindicales generalmente se orientan fuertemente al desarrollo de la regulación conjunta, y le dan un espacio muy limitado a la regulación autónoma. Diagrama. Esquema de análisis sobre cultura de seguridad integral y sostenible Como vemos en el diagrama, podemos sintetizar la discusión anterior en tres grandes ejes. La primera se refiere al papel de las jerarquías y encargados de seguridad en la regulación de control del riesgo, en las cuales el liderazgo asume una función primordial para establecer políticas de seguridad eficaces. En el segundo eje, nos encontramos con formas de regulación conjunta que pasan por la participación conjunta de jerarquías y trabajadores, fuertemente involucrados y motivados en la temática de seguridad, que desarrollan políticas basadas en la confianza y en el auto control. En el tercer caso, encontramos problemas de legitimidad o simplemente ausencia de políticas de regulación técnica por parte de las jerarquías, por lo que la gestión del riesgo descansa en la regulación autónoma de los trabajadores en función de sus niveles de conocimiento del trabajo y del oficio que desempeñan cotidianamente. Las diferentes formas de regulación, se asocian, a su vez, como vimos en trabajos anteriores (Pucci; Nión; Manisse, 2013) a diferentes culturas de seguridad. Simard (1989) desarrolló cuatro grandes tipos de cultura de seguridad, en función de la mayor o menor participación de los dos actores más involucrados en esta temática: la dirección de la organización y los trabajadores ligados directamente a la producción. Estos cuatro tipos de cultura de seguridad son: a) la cultura fatalista, que presupone que los accidentes son producto del destino o de la fatalidad, ningún actor se preocupa por el tema de la seguridad; b) la cultura de oficio, que se caracteriza por una débil participación de la Dirección en los temas de seguridad; los trabajadores autorregulan sus comportamientos en relación a la seguridad, sobre la base de la elaboración de normas de grupo de aplicación cotidiana, sustentadas en el conocimiento técnico del oficio; c) la cultura normativa, sustentada en el respeto a las normas y procedimientos definidos por los expertos y por las gerencias. Este tipo de cultura implica un rol preponderante de la Dirección en la elaboración y desarrollo de medidas de seguridad; y d) la cultura integrada, basada en una situación en el cual la Dirección asume el liderazgo en materia de seguridad, pero favorece la participación de los trabajadores en la gestión de la seguridad y en la aplicación de medidas concretas. Las diferentes culturas de seguridad generan, a su vez, percepciones y actitudes hacia el riesgo específicas. En el caso de la empresa papelera analizada, las diferentes percepciones sobre el riesgo se construyen, como veremos, en el marco de procesos de regulación autónomos, cuyo sustento es la el saber de oficio y el conocimiento práctico generado por las rutinas laborales. 2) Percepción, actitudes y tipos de riesgo. En los estudios sobre riesgo, las ciencias sociales dejan al desnudo la necesidad de gestionar la incertidumbre y convivir con ella. Dichos estudios aportan en la comprensión de las estrategias racionales que desarrollan los actores y los procesos mediante los cuales el riesgo se construye y se gestiona en las organizaciones, bajo la premisa de que no existe el riesgo cero. Lo que existe es un proceso de selección de riesgos, es decir, un proceso en el cual se decide a qué riesgos se le da preeminencia3. Luhmann (1991), desde la teoría de sistemas, sostiene que la racionalidad plena nunca se alcanza, ya que el aumento de la racionalidad está ligado al aumento de la complejidad. En la medida de que el sistema aumenta en cantidad de operaciones, va también aumentando en complejidad; este proceso lleva a tener cada vez más decisiones (y cadenas de decisiones) que observar, lo que implica que cada vez es más difícil desarrollar la racionalidad en ese sistema. En este sentido, complejidad y racionalidad son opuestas. Desde el enfoque utilizado en este estudio, la racionalidad en relación al riesgo, tiene que ver con la articulación de los diferentes riesgos considerados, para los cuales se manejan distintas alternativas, según la percepción que se tenga de cada uno de ellos. Hablar de tipos de riesgo, en definitiva, implica tener en cuenta la complejidad de la realidad a la que se enfrentan los individuos, para la cual desarrollan estrategias según la información de la que disponen, sus costumbres, valoraciones y posibilidades de atención frente a la incertidumbre. La antropóloga británica Mary Douglas (1996), una de las máximas exponentes del enfoque socio-cultural sobre el riesgo, propone una perspectiva cultural sobre los riesgos en la vida cotidiana y sobre la percepción de los mismos por parte de los individuos. Las culturas de riesgo en el trabajo se construyen a partir de las valoraciones de los riesgos que hacen los individuos y de las reglas (implícitas y explícitas) que conforman su historia y su mundo de vida cotidiano. (Douglas, 1996; Douglas, Wildavsky, 1982) A su vez, la variante cultural de la construcción social del riesgo, desarrollada particularmente en Francia, supone que cada forma de organización social está dispuesta a aceptar riesgos a partir de su adhesión a una determinada forma de sociedad. Desde esta mirada, existen diferentes tipos de riesgo, que incluyen no sólo los ambientales, los laborales, los derivados del uso de tecnologías, sino también los relacionados con procesos económicos, políticos y del ámbito internacional. La percepción del riesgo es un proceso social y es, en sí mismo, una construcción cultural. Dentro de esta perspectiva, los enfoques psicométricos han definido algunos 3 Ver estudios internacionales tales como los de Douglas, M., Zinn, Beck, Giddens, Schmidt, y más recientemente en Latinoamérica Walter, Poy, De la Garza, en Argentina-, Tagle y Bernales , en Chile; Catalán y Riojas; en México , entre otros. “moduladores de la percepción del riesgo”, como ser: voluntariedad, control, efecto retardado, riesgos naturales vs riesgos “hechos por el hombre”, familiaridad y habituación, beneficio y distribución del beneficio del riesgo (Schmidt, 2004). Por último, en la construcción social del riesgo debemos tomar en cuenta la tendencia a la naturalización de las condiciones laborales (y del riesgo asociado a las mismas) analizada por Castillo y Prieto (1981) Dicha naturalización implica que el trabajador no percibe como perjudicial elementos presentes en las condiciones laborales, “…como resultado de una imposición ideológica de amplia influencia. …no es que los trabajadores estimen justa su situación, la encuentran normal…” (Castillo; Prieto, 1981). Estudios anteriores han mostrado, cómo determinados colectivos de trabajadores, priorizan la percepción de aquellos riesgos considerados como no controlables, cuya ocurrencia y consecuencias ocurren en el corto y mediano plazo, signados por su percepción de vulnerabilidad social y laboral, su situación familiar, su género, edad, entre otros elementos (Nión, 2012). Los riesgos se naturalizan aunque no sean considerados justos, y en la explicación de su naturalización atraviesan elementos relacionados a la situación social de los colectivos, que trascienden el espacio estrictamente laboral. 3) Metodología de investigación En función de estos conceptos, analizaremos, a través de las entrevistas realizadas, como perciben y actúan frente a los riesgos los trabajadores de la empresa papelera objeto del trabajo. La investigación utilizó una aproximación cualitativa; se trabajó recolectando información mediante entrevistas semi estructuradas a trabajadores y trabajadoras de las diferentes áreas de planta de la empresa (operativos y supervisores). El muestreo se realizó en dos niveles: primero por sectores y luego por características de los trabajadores/as (nivel jerárquico, antigüedad en la empresa, sexo). Se realizaron un total de 67 entrevistas, entre los meses de junio y octubre 2013. Se entrevistaron trabajadores y trabajadoras de las diferentes secciones de la planta, durante su horario de trabajo, atendiendo a las recomendaciones del personal encargado de la logística de campo en la empresa, con el fin de no perjudicar su normal funcionamiento. Cabe señalar que dentro de las entrevistas, se incluyeron Jefes y el ex Encargado de la Oficina de Seguridad. Asimismo, se tuvieron en cuenta los insumos generados por las primeras reuniones con el sindicato y la gerencia de RRHH, de modo de diseñar el relevamiento y los contenidos a trabajar en el mismo. Se realizaron dos recorridas en planta, primero en las áreas de chipeado, generación de pulpa, producción de papel y terminación, y luego en una segunda oportunidad en las áreas de turbina, caldera y de la planta recuperadora de soda. De este modo, a partir de la observación no participante, se pudo comprender los contextos materiales y sociales del trabajo de los diferentes equipos en las diferentes áreas, de modo de contextualizar la información generada en las entrevistas.4 Para completar la descripción, desarrollaremos, previo al análisis, el perfil que tienen estos trabajadores en términos de condiciones de contratación, formación, régimen de trabajo, desarrollo de carreras laborales y niveles de sindicalización. 4 En el trabajo de campo y análisis preliminar de la información participó también la Lic. Sofía Mannise. 4) Perfil de los trabajadores En términos generales, el plantel de trabajadores de la empresa se componía, al momento de las entrevistas, principalmente de hombres (salvo en las áreas de terminación y administración), en su mayoría jornaleros, residentes en una localidad del interior del país. La localización geográfica cobra central importancia en el proceso de trabajo, debido a que impregna las relaciones sociales que se dan al interior de la empresa. Al mismo tiempo, la empresa adquiere centralidad en la identidad de los trabajadores y en sus vínculos familiares, sociales y con la ciudad en general. La predominancia de varones se asocia a las características del trabajo, principalmente industrial, el que ha estado tradicionalmente masculinizado en nuestro país. No obstante, la empresa también ha contratado mujeres, específicamente en el área de terminación, las que realizan tareas que requieren mayor concentración y manualidad, competencias asociadas en el imaginario laboral a perfiles femeninos. En términos generales, la capacitación o calificación requerida por la empresa a sus trabajadores, varía en función de las tareas y responsabilidades que los mismos asumen en el proceso de trabajo. Es así que, para el caso del personal de tipo administrativo, técnico o jefes, en su mayoría cuentan con formación universitaria o de oficio. Los trabajadores de planta, en cambio, poseen calificación media- baja en términos de educación formal. La mayoría (especialmente los más adultos) tienen acreditado el nivel primario de escolarización y entre los más jóvenes sobre todo existen niveles de educación secundaria o su similar en UTU. Son pocos los trabajadores que han ingresado con alguna formación u oficio específico; los mismos se concentran principalmente en el área de mantenimiento (soldador, mecánico, electricista). La formación y la transmisión del conocimiento de oficio en la empresa papelera se realizan a través del clásico “learning by doing”; los trabajadores más jóvenes aprenden el oficio trabajando al lado de los trabajadores de más experiencia. En este sentido, son los trabajadores los que poseen el conocimiento necesario para el manejo de dicha tecnología, lo que revaloriza la calificación adquirida en la experiencia de trabajo. Cabe señalar que la empresa es la única que produce papel plano en nuestro país. Como consecuencia de esto, la transmisión de conocimiento entre los trabajadores se vuelve central para el funcionamiento de la fábrica, marcando una característica definitoria en la organización del trabajo. Por otra parte, son los trabajadores más jóvenes los que poseen mayor predisposición a la formación o participación en cursos de capacitación, específicamente debido a que la formación se considera una forma de promoción dentro o fuera de la empresa. Estas formas de capacitación se realizan principalmente en temas administrativos y en cursos cortos vinculados a la prevención de incendios, primeros auxilios o al manejo de alguna tecnología específica. En los últimos tiempos, la empresa perdió personal operativo de mucha experiencia, debido a la competencia de otras industrias de la cadena papelera que ofrecen mejores condiciones de remuneración o por la vía de reducción de plantilla mediante jubilaciones anticipadas. Esta “sangría” fue vaciando el acervo de conocimiento operativo dentro de las áreas de producción, generando dificultades para la transmisión de conocimiento práctico en la empresa. Esta situación explica que se observe un colectivo de trabajadores más bien jóvenes en los puestos de menor jerarquía, en tanto los que poseen mayor antigüedad son los que ocupan puestos de conductores o encargados y tienen la responsabilidad de enseñar y entrenar a los trabajadores más jóvenes en las tareas propias de sus puestos y en el funcionamiento general de la empresa. Esta diferenciación entre los trabajadores, introduce tensiones generacionales, asociadas a la legitimación de conocimientos y experiencias, entre trabajadores con mayor y menor antigüedad. De los casi 350 trabajadores que tiene la empresa al momento de realizado el trabajo de campo, unos 40 son supervisores o jefes, entre los cuales hay siete ingenieros, la mayoría jóvenes. El resto de los supervisores son trabajadores con larga trayectoria dentro de la empresa, promovidos básicamente por antigüedad. De acuerdo a lo que se desprende de las entrevistas realizadas, existen ciertas tensiones entre los trabajadores y los supervisores. En primer lugar, los ingenieros, a pesar de su formación académica, ven cuestionada la legitimidad de sus conocimientos por su falta de experiencia y su corta trayectoria dentro de la empresa. Por otra parte, se manifiestan las tensiones clásicas entre supervisores y subalternos inherentes a la posición que ocupan dentro de la empresa (control, vigilancia, vínculo con la gerencia, etc.), que se ven agravadas por los vínculos familiares y vecinales que surgen de habitar en la misma localidad. En relación a las condiciones de empleo, una primera dimensión la constituye el régimen de contratación: en este plano, la amplia mayoría de los trabajadores son jornaleros en relación de dependencia con la empresa. En el caso del personal de planta, todos trabajan bajo dicho régimen. Esto significa que mantienen un contrato estable (a pesar de la situación coyuntural en la que se encuentra en la empresa) y reciben su remuneración en función de la cantidad de jornales mensuales trabajados. Asimismo, en los sectores auxiliares de mantenimiento y limpieza, existen empresas tercerizadas que son contratadas específicamente para proveer este tipo de servicios, de acuerdo a las necesidades específicas que se presenten. Si bien antes estos sectores estaban cubiertos por trabajadores directos de la empresa, esta situación ha influido negativamente en la realización de trabajos de mantenimiento, empeorando los resultados y aumentando los plazos en la solución de problemas. Por otra parte, desde la compra de la empresa por capitales extranjeros, se están produciendo cambios que generan entre los trabajadores un contexto de inestabilidad en relación a su situación en la empresa. Las políticas de recursos humanos han priorizado en los últimos tiempos la promoción de retiros anticipados, la realización de despidos y la reasignación de puestos y tareas. Esta situación provoca sentimientos y percepciones de incertidumbre sobre el futuro laboral de los trabajadores, así como sobre el futuro de la empresa. Por razones obvias, dichas percepciones resultan más dramáticas entre los trabajadores de mayor edad, debido a las dificultades que para ellos representa reinsertarse en el mercado laboral. Otro aspecto central para el análisis de las condiciones de empleo es el régimen de pago o retribución salarial. Como se mencionó anteriormente, la amplia mayoría de los trabajadores de planta son jornaleros, al tiempo que no sucede lo mismo en los sectores administrativos y gerenciales, donde la retribución es mensual. Dicha forma de remuneración salarial está vinculada al régimen horario, ya que los trabajadores jornaleros son quienes mantienen turnos y descansos rotativos, mientras que los mensuales son quienes poseen turnos fijos y trabajan principalmente, entre lunes y viernes. Finalmente, sobre el régimen de pago, cabe destacar que no existen incentivos por productividad o de otro tipo, aunque en las entrevistas algunos trabajadores manifiestan la necesidad de introducirlos como forma de aumentar la producción y la motivación de los trabajadores. En lo que refiere al régimen de trabajo y descanso, el mismo varía de acuerdo al sector de la empresa de que se trate. En este sentido, pueden observarse variaciones tanto en los turnos de trabajo, así como en la cantidad de horas y descansos semanales según el sector de la planta analizado. Finalmente, hay que mencionar que la rotación de los turnos se hace en sentido contrario al reloj, aspecto que los trabajadores consideran negativo, debido a que aumenta el cansancio, dificultando la adaptación biológica a los horarios, así como la adaptación a su vida social (especialmente cuando realizan horarios nocturnos). El desarrollo de las carreras laborales, a su vez, se caracteriza por priorizar como criterio de promoción la antigüedad y experiencia que cada trabajador posee dentro de la empresa. Asimismo, la selección de personal se basa en la recomendación de conocidos, especialmente por la relación que poseen los trabajadores entre sí (familia, vecinos, etc.). Para los puestos de jerarquía y de especialización técnica, el proceso de selección e inducción adquiere mayor complejidad y profesionalismo. Para ocupar puestos de mandos medios, el régimen predominante es el ascenso a través de la antigüedad. El nivel de sindicalización parece elevado, especialmente entre los trabajadores con mayor antigüedad. De acuerdo a lo que se desprende de las entrevistas, el sindicato participa activamente en la negociación de las condiciones de empleo y de trabajo y posee alta legitimidad en relación a diferentes situaciones que se dan en la empresa (en materia de seguridad, estabilidad, etc.). 5) La percepción del riesgo de los trabajadores papeleros. Como planteamos en trabajos anteriores5, una de las primeras constataciones que surgen del análisis de la empresa papelera es la ausencia de una regulación técnica de control del riesgo en la organización. En la empresa no se implementan políticas de seguridad ni procedimientos de control de mediano o largo plazo; las políticas de seguridad se remiten más bien a una sucesión de herramientas de gestión de la seguridad desde un enfoque más reactivo que preventivo. La ausencia de una lógica técnica de eficacia y control ha sido sustituida, en materia de prevención de riesgos, por procesos de regulación conjunta entre gerencia y sindicato y por procesos de regulación autónoma desarrollados por los trabajadores. En este sentido, la fábrica es percibida como un sistema de “chacras”, en la cual cada sector productivo tiene una alta autonomía en su forma de gestión y de funcionamiento En la empresa existieron dos intentos recientes de regulación conjunta que no tuvieron éxito. La primera fue el nombramiento de encargado de seguridad propuesto por el sindicato, y la segunda fue la creación de la figura del líder, cargo intermedio entre el encargado y los subalternos, como intento de mejorar la legitimidad de las jerarquías. La falta de confianza entre ambas partes y las permanentes tensiones entre la producción y la seguridad, en un contexto de baja legitimidad de las jerarquías para liderar procesos de seguridad, explican estos fracasos. Ante la ausencia de formas eficaces de regulación conjunta, la regulación autónoma se establece como mecanismo predominante de gestión del riesgo. Un ejemplo de regulación autónoma relevado es la decisión de parar la producción en caso de riesgo dentro de ciertos límites fijados por las necesidades productivas y en función 5 Ver Pucci; Nión; Mannisse, 2013. de circunstancias específicas que ameriten esta decisión. Otros ejemplos son la coordinación informal de actividades en caso de situaciones de riesgo y el cuidado y protección informal que los trabajadores más experientes dirigen hacia los más jóvenes. En este contexto, podemos dar cuenta de la existencia de diferentes tipos de riesgo que interactúan en el plano de la construcción del riesgo laboral y en las estrategias frente al mismo. Existen 3 tipos de riesgos: el riesgo laboral (asociado a las tareas y su ejecución); el riesgo ecológico (ligado al contexto en donde se realiza la actividad); y el socio-económico (asociado la situación socio económica de las personas que trabajan). Estos tres grandes tipos de riesgos están presentes en todos/as los trabajadores/as, más allá de cuál sea la etapa del proceso productivo en la que se encuentren trabajando. En el discurso de las jerarquías de las empresas (supervisores de área y encargados generales), por el contrario, se mencionan sólo riesgos asociados exclusivamente a la actividad laboral. Dentro de los riesgos laborales, aparecen siempre en primera instancia aquellos riesgos ligados a agentes y factores productores del riesgo intrínsecos a la actividad de trabajo en el sector (caída de troncos, productos químicos, calor ambiente, altas temperaturas, trabajo con máquinas en velocidad, partículas que vuelan en el aire) con sus posibles consecuencias (descompensación por calor, quemaduras, golpes, fractura o pérdida de miembros, incluso la muerte, entre otros). En este sentido, podemos señalar que existe cierto cortoplacismo valorativo en relación a los riesgos: se perciben con mayor frecuencia aquellos que son tangibles en el corto plazo. Por su parte, los accidentes con consecuencias físicas son minimizados y naturalizados, cuando se trata de aquellos que han sido producto de sus rutinas de trabajo, como por ejemplo la amputación de dedos y las quemaduras leves en las manos. Las consecuencias identificadas por los/as trabajadores/as son tanto en el plano de la salud física como en el bienestar socio-económico. Dentro de dichas consecuencias, se repiten condicionantes ligados al desconocimiento de la actividad laboral, es decir: a. “no saber” (“tenes que tener conocimiento o que te enseñen bien, ahí no te metas, o ahí no toques o pasa lejos de esto”), b. desinterés, ya sea por falta de cohesión del colectivo de trabajadores o por “malos hábitos” de trabajo ligados a cuestiones individuales generacionales. Por su parte, los riesgos más percibidos son aquellos que si bien ocurren con menor frecuencia, han tenido un impacto importante en el colectivo laboral, en la medida en que implicaron consecuencias de largo plazo para las víctimas: quemaduras en el cuerpo con productos químicos, aplastamiento en las máquinas de producción de papel. Estas “situaciones paradigmáticas”, relatadas por trabajadores y jerarquías de diferentes áreas, logran unificar el discurso sobre el riesgo, sumamente fragmentado por la lógica de “chacras” sectoriales que reviste el proceso productivo de la empresa. Por su parte, las entrevistas revelan menciones a las condiciones climáticas, cambios de temperatura por calor de ambiente y frío de invierno, calor intenso en los sectores de producción de papel, las cuales son percibidas como parte del contexto físico del trabajo. Estas condiciones generan consecuencias en la salud como un rasgo inevitable del tipo de actividad productiva. Los trabajadores también identifican riesgos ligados a la gestión empresarial en la planta, como por ejemplo, la falta de mantenimiento de los equipamientos. Este tipo de “descuido” hacia las condiciones de la planta que incide negativamente en los riesgos existentes en el día a día, es tomado por los trabajadores como un indicador de la actitud de las jerarquías en materia de gestión de la seguridad. Asimismo, componen los elementos que podemos clasificar como potenciadores del riesgo: falta de mantenimiento e inducción en temas de seguridad, rivalidad entre equipos de trabajo dentro de un área, indicaciones de supervisores contradictorias con las actitudes de prevención de seguridad. Los potenciadores del riesgo tienen impacto en el plano social y en la salud mental del colectivo de trabajadores, produciendo estrés, y aumentando la probabilidad de ocurrencia de algunos de los accidentes relacionados a los riesgos físicos percibidos. En tanto tales, deslegitiman el rol de la dirección y los supervisores en materia de gestión de la seguridad concretos, en el marco de un escaso desarrollo de políticas de seguridad en la empresa. La falta de legitimidad de las formas de regulación formal abre el paso a procesos de regulación autónoma, que no están exentas de conflictos y contradicciones. Las entrevistas muestran tensiones generacionales ligadas a la regulación autónoma de los riesgos, debido a que los jóvenes con menor antigüedad deben pagar “derecho de piso” y, por lo tanto, se exponen más. Por su parte, los trabajadores más experimentados señalan que los jóvenes trabajan con “exceso de confianza”, lo que los lleva a cometer imprudencias. Asimismo, existen tensiones con las jerarquías, debido a que las mismas priorizan las actividades de producción en contraposición a la seguridad y a la prevención. Según los trabajadores más experimentados o los supervisores, el aprendizaje cotidiano colectivo no es incorporado por los más jóvenes por falta de interés y compromiso hacia el oficio que desarrollan día a día, lo que pone en riesgo no sólo su bienestar individual, sino también el del colectivo. Este tipo de tensiones generacionales han sido relevadas en diferentes sectores productivos de la empresa. Las jerarquías, a su vez, señalan que los trabajadores en conjunto tienen actitudes de descuido, por hábitos culturales ligados al oficio y que están fuertemente arraigados en la práctica laboral. Asimismo, las jerarquías también naturalizan los riesgos, en la medida en que consideran que existen riesgos intrínsecos a la actividad papelera, insoslayables, debidos a las condiciones físicas en las que se trabajan y a los agentes que se manipulan. Para los trabajadores, en cambio, existen condicionantes que potencian los riesgos “normales”, debido a la falta de mantenimiento (y de recursos humanos disponibles para ello) de la maquinaria y locación donde se ejerce la actividad laboral. 6) Reflexiones finales El análisis de los procesos de percepción del riesgo, en el contexto de regulación autónoma del mismo que encontramos en esta empresa papelera, nos muestra que los riesgos propios de la actividad productiva son familiarizados y potenciados por otros riesgos percibidos relacionados al contexto social actual de la empresa. Estos últimos riesgos, producidos por “decisiones humanas”, son jerarquizados por los trabajadores; se perciben como involuntarios, alimentando una construcción del riesgo desde lo externo, percibiendo de manera poco nítida el margen de control del mismo. Por otra parte, las actitudes hacia el riesgo de los trabajadores, lejos de ser preventivas, son más bien de tipo reactivas, propios del contexto de regulación autónoma en el que se despliegan. Las culturas de oficio, a su vez, son construidas sobre múltiples oposiciones: generacionales, jerárquicas y sectoriales. En este marco, el colectivo laboral muestra escasa reflexividad colectiva en relación a los componentes de su cultura de oficio, lo que impide que sea aprovechada y potencializada por las organización sindical o por la empresa para el desarrollo de políticas de seguridad sustentables. En este enclave, el sindicato pierde capacidad de acción en materia de demandas orientadas a la seguridad preventiva y reactiva, ya que se encuentra enfocado a negociar los impactos de las nuevas políticas de gestión del trabajo y del empleo en la empresa. Los procesos de regulación autónoma analizados no implican la inexistencia de reglas formales en relación a la seguridad, sino más bien su falta de legitimidad. A su vez, los intentos de regulación de control desconocen las culturas de oficio existentes e incluso desarrollan políticas de gestión en franca oposición a las mismas. Los resultados muestran la necesidad de indagar acerca de los mecanismos que nos permitan dar cuenta de las formas de negociación de los límites a las migraciones de las normas de seguridad (Poy; Aslanides, 2007). Es decir, la necesidad de profundizar en el estudio de las situaciones normales, entendiendo las mismas como los elementos que caracterizan las culturas de oficio en relación al riesgo (con amplios espacios de auto-regulación), que son implícitos, y que no permiten un aprendizaje colectivo tendiente a generar insumos para una gestión sustentable del riesgo. Esta última, tal como lo señalan De la Garza y Poy (2009), implica un enfoque más integral sobre la seguridad, que toma en cuenta a la organización, la gestión de los recursos humanos y la interacción entre los riesgos inherentes al proceso productivo y las capacidades de los trabajadores. Bibliografía Andriessen, J. (1978) Safe behavior and safety motivation. J Occup Acc 1:363–376 Beck, U. (1998) La sociedad del riesgo. Editorial Paidós, España. Castillo, J. J. Prieto, C. (1981) Una técnica subjetiva de investigación en condiciones de trabajo: las encuestas de satisfacción. En: REIS Nº 13. ESTUDIOS Catalán Vázquez; Riojas; Pelcastre (2013) Risk: for whom? Representations of Mining Activity by Different Social Actors in the Molango Manganese District of Hidalgo, Mexico. En: Society for Risk Analysis. S/D. De la Garza; Poy (2009) Seguridad y salud laboral, seguridad industrial: desafíos de un enfoque de prevención sustentable. En Revista Laboreal Volumen V: No.1: 2009. Portugal. 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