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proporcionados por el lenguaje popular. EI término "mercancía" fue una de esas palabras que, por mucho tiempo, se utilizaron sin que surgiera ninguna pregunta acerca de su significado exacto. Esta ausencia de discusión implicaba la tácita aceptación de la definición popular»11z, comentario que, sin duda, puede extenderse a la actualidad, sobre todo en el caso de la Economía Agroalimentaria y de la Economía Industrial, teniendo en cuenta su relativa juventud. En el siguiente aparcado intentaremos delimitar el alcance de las expresiones agrarias y alimentarias, implícitas en nuestro objeto de análisis, la IAA, que también llamaremos, en determinados casos, sector agroalimentario. Respecto al término sector, una vez que se introduzcan las clasificaciones de la actividad económica realizadas por la Encuerta indurtrial y las Tabla.r input-output, estaremos en condiciones de comprobar que se trata de una palabra que, indudablemente, carece de una designación exacta, pese a lo cual, goza de una generalizada utilización en cualquier ámbito del análisis económico. 1.3. La Industria agroalimentaria en la Economía Agroalimentaria y en la Organización Industrial En el primer apartado se han puesto de manifiesto algunas. restricciones metodológicas de la Economía Agraria y Agroalimentaria para explicar el funcionamiento de la IAA. Sin duda, abotdar un estudio económico de ésta bajo el campo exclusivo de aquéllas presenta restricciones. Así, una de las principales limicaciones del enfoque "agroalimentario" es que resulta excesivamente cerrado, prestando una escasa atención a las crecientes relaciones, tanto productivas como tecnológicas y financieras, que se establecen entre los distintos eíementos de la propia cadena y el resto de sectores económicos^^j. Ahora bien, ceñirse exclusivamente a la Economía Industrial también presenta, como acabamos de ver, problemas metodológicos de peso. Por esta razón, creemos que puede ser útil afrontar 112. R. Tri^n (1940), citado por T. Méndez Reyes (1975), pp. 64-65. l l3. M. Radríguez Zúñiga y R. Soria (1991), pp. 11-12. 61 su estudio a partir de las enseñanzas de la Economía Agroalimentaria y de la Economía Industrial, puesto que quizás las limitaciones de una puedan suplirse o, al menos, paliarse con los avances de la otra. Esto no significa que estemos criticando el que se recurra a la Economía Industrial, a pesar de sus limitaciones, en estudios relativos al conjunto de la industria o a alguno de sus sectores diferentes de la IAA. Nos parece adecuado que se utilice su famoso esquema analítico: E.rtructura-Conducta-Re.rultadoa, puesto que esto «no debe considerarse tanto una defensa del paradigma E-^C-^R cuanto un sistema expositivo que consideramos en particular claro y aceptablemente articulado para ofrecer de forma inteligible un volumen de información como el que aquí se incluye»114. De igual forma, como venimos reiterando, también los estudios de la cadena agroalimentaria han suministrado valiosas enseñanzas en cuanto a algunos aspectos del funcionamiento de las IAA. Sin embargo, dadas las características de este grupo industrial, no debe extrañar que pretendamos unir ambas metodologías, decisión que, aunque sin justificar teóricamente, también puede encontrarse en la citada obra de Bueno y Ramos, puesto que se explicita: «la industria alimentaria es analizada al estilo de la denominada escuela de la organización industrial»l^s y, como ya hemos visto, también se realiza un análisis empírico de esta industria en la CAA. En este momento tenemos resuelto, parcialmente, el problema teórico inicial de especificidad o no de la IAA, mediante nuestra postura intermedia en cuanto a la aceptación del carácter industrial de la misma. Quizás esta alternativa no resulte satisfactoria, pero es posible que el purismo metodológico provoque la marginación de aspectos fundamentales. A este respecto, puede ser suficientemente ilustrativa la siguiente afirmación contenida en un inventario de las investigaciones sobre IAA: «si, en particular durante dos períodos concretos (1970-73 y 1981-84), se ha puesto el acento sobre aspectos del funcionamiento de las agro-industrias (en términos de resul114. J. Segura y otros (1989), P. l0. 115. J. Bueno Lastra y A. Ramos Barrado (1988), p. 5. 62 tados económicos o financieros, de modificación de los procesos de producción, de la importancia de la división internacional del trabajo, de difusión de la innovación) comunes a otras industrias de bienes de consumo, en conjunto, las investigaciones (...) insisten más acerca de las especificidades de las IAA que sobre sus funciones en el crecimiento económico o su posición en los sistemas productivos de los países industrializados»116. Aunque cualquier opción metodológica es respetable, no existe o, al menos, no conocemos una alternativa teórica coherente que aborde los temas económicos que estimamos más importantes sobre las IAA, por lo que .nuestra decisión de unir las aportaciones de la Economía Agroalimentaria e Industrial para estudiarlas puede facilitarnos el soporte teórico de este trabajol^^. Un intento más ambicioso ha sido llevado a cabo por P. Caldentey, quien considera que la mayor parte de los estudios de Economía Industrial se han aplicado a sectores horizontales, es decir, a grupos de empresas que venden productos sustitutivos y que actúan en competencia, por lo que «la teoría elaborada tiene limitaciones para su aplicación al sistema agro-alimentario»115. Así, tras definirlo, tratará de aplicar la teoría de la Otganización Industtial a dicho sistema. Por otro lado y, volviendo a las cuestiones terminológicas, este autor explicita que utilizará preferentemente los conceptos «sistema agro-alimentario 0 sector agro-alimentario, dado que el término agro-industrial puede dar lugar a confusión debido a los distintos significados de la palabra industria»119. Si se utilizan como sinónimos "sector" y sistema, vocablos típicos de la Economía Agroalimentaria, como venimos reiterando, nos enfrentaríamos con dificultades en el ámbico de la Economía Industrial, donde sector agroalimentario se aplica, exclusivamente, a uno de los llamados "subsectores funcionales" en aquélla, las IAA. Pero t 16. P. Bye, B. Collombel y B. Schaller (1985), p. 33. 117. En J. Briz Escribano (1980), puede enconcrarse un interesance ejercicio de recopilación y análisis de laz .diversaz tendencias y posibilidades en los estudios de seccores, con especial acención al de agroalimencación+, p. 153. 118. P. Caldencey Alben ( 1988), p. 7. 119. Ibid., pp. 127-128. 63 este problema terminológico no presenta una solución fácil. Es criticable que desde esta disciplina se utilice el término sector agroalimentario haciendo referencia, exclusivamente, a determinadas actividades secundarias, las IAA. Pero, como se señaló anteriormente, no debería resultar extraño si se tiene en cuenta que las fuentes estadísticas (por ejemplo, la Encuetta indu.rtrian dividen la actividad industrial en múltiples sectores, lo que nos lleva a identificar como sector a cada uno de los componentes de las IAA, calificándose estas últimas como grupo de actividad. Por otra parte y aunque hemos insistido en los problemas para definir la industria, consideramos que agroindustria, con algunas matizaciones que después señalaremos, puede equipararse a las IAA, más estrictamente que a todo el complejo en el que se encuadran. R. Fanfani y E. Montresor han planteado, recientemente, un nuevo enfoque metodológico para el análisis del sistema agroalimentario que introduce el ámbito territorial. Estos autores consideran que «los instrumentos interpretativos de la teoría económica estándar (...) no son ya suficientes para analizar los nuevos y complejos aspectos de los sistemas productivos, y en particular de los agroalimentarios»120. Ello les lleva a proponer como unidad de investigación el "distrito" agroindustrial, dado que, por un lado, es necesario superar los conceptos de cadena y^rlabón del enfoque agroalimentario y, por otra parte, «es posible encontraz varias limitaciones (...) en el análisis de rama (...) no permite captar algunos fenómenos importantes, como el carácter sustituible de los productos, en relación con la flexibilidad de comportamiento de los consumidores y la multiplicidad de relaciones de las empresas con el entorno»1z^. No vamos a detenernos en el análisis del instrumento apuntado, el di.rtrito, porque en este trabajo se pretende el estudio de la IAA española y sus diferentes sectores sin abordar su análisis regional, utilizando, como única referencia espacial, algunos países comunitarios. Además, también este enfoque presenta, como cabía esperar, restricciones122; entre otras, las propias omisiones señaladas para la 120. R. Fanfani y E. Montresor (1992), p. 22. 121. Ibid., pp. 25-26. t22. Ibid., pp. 40-43. 64 rama que, igualmente, son aplicables al sector, a la cadena y a cualquier tipo de división empírica o analítica del sistema productivo. Reconocimiento que, de nuevo, no debe interpretarse como un rechazo de los importantes y sugestivos resultados que tales nociones pueden permitir; simplemente estamos reivindicando la necesidad de complementarlos. Junto a la inserción del espacio, Fanfani y Montresor introducen una innovación importante en el estudio de los mercados agroalimentarios desde la perspectiva de la demanda que, en principio, puede resultar contradictoria con la idea del "consumidor universal": «junto a esta demanda global, se observa también una progresiva segmentación de los mercados de bienes alimentarios»1^3. Este cambio en la demarida final, es decir, el creciente individualismo del consumidor, incentiva «la innovación de los productos, Ilegándose casi a una integración entre demanda y oferta (...) Con ello cae por tierra el enfoque seguido anteriormente, según el cual el productor se remitía a la demanda como una variable dependiente de las exigencias de economicidad de la oferta»124. Aspectos sobre los que trataremos de aportar alguna evidencia empírica para el caso español en el segundo capítulo. 1.4. Fuentes estadísticas utilizadas Respecto al problema empírico que apuntábamos, vamos a pasar a poner en práccica la decisión de explicar La metodología y conceptos utilizados en las fuentes estadísticas a las que vamos a recurrir; alternativa que, lógicamente, no transformará una deficiente información en datos fiables, pero sí nos permitirá rechazar los mayores errores por defecto y detectar las más importantes omisiones. EI objetivo de este epígrafe es lograr, en la medida de lo posible, que nuestras conclusiones sean el resultado de analizar el contenido económico de la información disponible, utilizando distintas fuen- 123. Ibid., p. 17. En el mismo sencido se pronuncia R. H. Green (1992), p• 37. 124. R. Fanfani y E. Moncresor (1992), pp. 1G-17. 65