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SUDESTE ASIÁTICO, RUSIA Y AMÉRICA LATINA: EL FANTASMA DE LA CRISIS DE GLOBALIZACION Hugo Fazio Vengoa * Hace 150 años Carlos Marx afirmaba en el Manifiesto comunista que "Un fantasma recorre Europa, es el fantasma del comunismo". Difícilmente se puede sostener que esa amenaza tenga vigencia hoy en día. La caída del muro de Berlín, la desintegración de la Unión Soviética y la reorientación de China y Cuba hacia sistemas que conjugan elementos planificadores con capitalismo son una clara demostración de que el comunismo constituyó una fase en el desarrollo del siglo xx que, como lo señalara Erick Hobsbawm1 , culminó prematuramente: en 1989. Pero ese aforismo puede resultar muy pertinente para denotar el sentimiento generalizado que se ha apoderado del mundo 150 años después que Marx escribiera su célebre libro: "Un fantasma recorre el mundo, es el fantasma de la crisis de globalización". Este año que ya se aproxima a su fin ha sido tan convulsionado desde el punto de vista económico que no han faltado voces que comparan la situación actual con la experimentada por el mundo en ese fatídico año de 1929. Un reciente informe del Fondo Monetario Internacional publicado en el Financial Times del pasado 17 de septiembre anunció que el crecimiento mundial para 1998 será del 2%, menor a las previsiones anunciadas en mayo (3,1%) y la mitad de lo que el mismo organismo preveía en 1997:4,25% y que los oasis de prosperidad (Estados Unidos y Europa) ya estaban comenzando a manifestar los primeros síntomas de desgaste, sobre todo en la industria manufacturera y en los intercambios con las regiones más azotadas por la crisis. Incluso en zonas aparentemente tan distantes del epicentro de esta crisis y tan poco "globalizadas" como el África Subsahariana, se estima que la situación mundial ha hecho revisar a la baja la tasa proyectada de crecimiento real y se ha elevado en unos dos puntos el déficit de cuenta corriente (6% del PiB)2. Además de la incertidumbre que depara la fragilidad de varias de las economías del Sudeste Asiático, del comportamiento ulterior que tengan cuatro regiones y países depende la evolución en un futuro cercano de la econo- * Profesor del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia y del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes. 1 Erick Hobsbawm, Historia del Siglo xx, Barcelona, Crítica, 1997. 2 "Efectos de la crisis de Asia en otras regiones", en Finanzas y Desarrollo, Washington, septiembre de 1998, p. 14. 6 • Colombia Internacional 43 mía mundial: la crisis financiera japonesa, las incertidumbres que depara el futuro de Rusia, la estrategia monetaria de China y la inestabilidad de América Latina3. Independientemente de si los acontecimientos actuales son más intensos que los de la "Gran Depresión", lo que resulta evidente es que una vez que queden atrás los efectos de esta gran crisis, el panorama mundial con seguridad va a ser diferente al que hemos conocido en los ocho primeros años de la década de los noventa. Dos tipos de escenarios se pueden prever: el primero es que la crisis económica asiática y sus efectos en otras latitudes, a lo que cabría sumar las políticas restrictivas aplicadas en el Viejo Continente para dar nacimiento al euro4, pueden significar "la segunda caída del muro de Berlín", como decía uno de los arquitectos del modelo económico chileno, Jorge Pinera5, inmediatamente después del estallido financiero en el Asia Pacífico. Es decir, como resultado de la crisis puede ocurrir que los países en problemas practiquen políticas de liberalización, desregulación y privatización, lo que se traduciría en un ulterior fortalecimiento y universalización del modelo liberal de corte anglosajón. El otro escenario viene sugerido por los recientes cambios electorales en Europa, que pueden interpretarse como una reacción ciudadana en contra de los desequilibrios sociales que han generado las políticas macroeconómicas y financieras inducidas por los órganos comunitarios de la Unión Europea. En ese sentido, una reacción socialdemócrata constituye un llamado de atención de que el mercado no conduce a ningún mundo ideal y que se requiere conservar la autoridad y el poder de los órganos de regulación. De otra parte, seguramente se fortalecerá la sensibilidad en torno a que los modelos económicos deben ser socialmente justos. Todo ello puede redundar en un debilitamiento de las tendencias que comúnmente se asocian con la globalización y en un fortalecimiento de modelos de desarrollo que, sin renegar del mercado y de la interdependencia, se alejen del fundamentalismo esencialista. Difícil es por el momento decir cuál de estos dos probables esquemas triunfará o si se optará por un modelo híbrido que conjugue indistintamente elementos de ambos o si se profundizará la división del mundo en divergentes modelos de acumulación y desarrollo. Lo único que por el momento podemos hacer es tratar de comprender la profundidad de esta crisis así como los factores que la han detonado para distinguir algunos elementos que nos permitan entender la trayectoria que, probablemente, seguirá el mundo en su conjunto en los años venideros. 3 Le Monde, 18 de septiembre de 1998. 4 Véase Hugo Fazio V, "La batalla del euro ha comenzado", en Análisis Político No. 33, enero-abril de 1998. 5 Le Monde, 12 de julio de 1997. Sudeste Asiático, Rusia y América Latina Con esta preocupación en mente, dividiremos el trabajo de la siguiente manera: en un primer momento, realizaremos una breve comparación de la crisis del Sudeste Asiático con situaciones similares que se presentaron en Europa en los años 1992 y 1993 y en México y América Latina a finales de 1994 e inicios de 1995. Este proceder nos permitirá distinguir la especificidad de la crisis asiática. En segundo lugar, veremos cómo esta crisis de alcance global ha afectado a Rusia y a nuestro continente y, por último, a manera de conclusión, intentaremos extraer algunas conclusiones útiles para los países latinoamericanos. UNA MIRADA A LA DINÁMICA DE LAS CRISIS DE 1992 Y 1994 Desde inicios de la década de los años noventa tres grandes crisis han sacudido al mundo. La primera tuvo lugar en Europa poco después de aprobado el Tratado de Maastricht. Esta crisis financiera atacó al Sistema Monetario Europeo, SME, y en ese entonces pareció poner en entredicho la posibilidad de seguir avanzando en el proceso de integración monetaria que debía conducir a la creación de la moneda única. El factor detonante fue la reunificación alemana. El Bundesbank se había comprometido con una política monetaria restrictiva para combatir el recalentamiento y la inflación producidas por los gastos de la reunificación de las dos Alemanias. El aumento de las tasas de interés y la mejor remuneración del mercado financiero alemán atrajeron los capitales internacionales. Esto repercutió en los restantes países europeos, los cua- les mantenían artificialmente la paridad de sus monedas para conservar bajos los costos de importación y contener la inflación sin tener que llegar a situaciones extremas en materia de salarios y gasto social. El desencadenamiento de la crisis se inició en septiembre de 1992 con el desenganche de la markka finlandesa del ecu y la caída de las monedas más débiles de la Comunidad Europea: la lira italiana y la libra esterlina. La especulación se abalanzó sobre ellas y en pocos días se depreciaron entre un 20% y un 30%. El franco francés pudo capear el temporal porque dispuso de 160 mil millones de francos en divisas y contó con el apoyo incondicional del Banco Central germano para mantener la estabilidad de la moneda. No obstante la concertación de los bancos centrales, la especulación prosiguió su curso. Las divergencias de la clase política francesa en torno a la pertinencia de mantener el franco fuerte y la decisión de los directivos del Bundesbank de no rebajar las tasas de interés hicieron explotar el SME. Los ministros de finanzas de los Doce decidieron, el lo. de agosto de 1993, aumentar el margen de fluctuación de las monedas comunitarias que participaban en el mecanismo de intercambio del sistema a un 15% en lugar del 2,25% anterior. La ampliación de la banda de oscilación se tradujo de hecho en que, a partir de ese momento, cada país miembro podía practicar una política monetaria casi completamente autónoma. Ello significaba que no sólo cada gobierno disponía de un mayor grado de independencia para valorizar su moneda, sino además para definir una política económica mucho Colombia Internacional 43 más autónoma frente a las directrices comunitarias. No fue gratuito que Jacques Delors calificara esa decisión "como la peor para Europa"6. Esta crisis del sistema monetario europeo fue un fiel testimonio de las dificultades que enfrentaban los países comunitarios para realizar la convergencia hacia la unión económica y monetaria. La caída de la mayoría de las monedas entrañó para esos países un aumento en el costo de las importaciones, lo cual estimuló un crecimiento de las tendencias inflacionarias. Algunos beneficios, como las que obtuvieron España, Italia, Suecia y el Reino Unido, como resultado del desenganche de sus monedas del Sistema Monetario Europeo, lo que les permitió aumentar sensiblemente sus exportaciones, al cabo de poco tiempo tuvieron que comenzar a ser abandonados. En condiciones de tránsito hacia la moneda única, el único mecanismo de control inflacionario real de que se disponía en ese momento consistía en la adopción de políticas de reducción salarial y de disminución del gasto social, imposibles de generalizar en momentos en que las huelgas y el descontento social se hacían sentir con gran fuerza en Francia, Alemania, España, Italia y Bélgica. No obstante esta crisis, ya desde los años ochenta, el avance hacia la unión monetaria había recibido un sólido estímulo que se fortaleció con la liberalización del movimiento del capital entre los Estados miembros. A no ser en situaciones particulares como las de 1992, aquellos países que tenían monedas débiles 6 Le Monde, 3 de agosto de 1993. ya no podían impedir la fuga de capitales a través de la manipulación de las tasas de cambio y de interés. Tuvieron finalmente que enganchar sus monedas al marco. De ahí a la moneda única no había más que un paso. La crisis financiera europea si bien afectó a algunas de las grandes economías del planeta, no desbordó los marcos regionales y no derivó, por ende, en una crisis de dimensión mundial. Con el tiempo, este remezón financiero contribuyó para que la clase política de los países miembros de la Unión Europea tomara mayor consciencia de la necesidad de crear una moneda única que impidiera que el país más poderoso utilizara las tasas de interés en beneficio propio y que los otros, los más débiles, dejaran de practicar devaluaciones competitivas que de modo recurrente paralizaban los esfuerzos de concertación de las políticas monetarias y financieras. La segunda crisis se presentó en diciembre de 1994 y tuvo como epicentro a México, país que registraba graves desequilibrios macroeconómicos en condiciones en que se aplicaba una política monetaria expansiva, a lo que se sumó una serie de hechos políticos y sociales que comprometían la estabilidad del régimen. El lo. de enero de 1994, el preciso día en que entraba en vigencia el acuerdo suscrito por México con Estados Unidos y Canadá para crear una zona de libre comercio en América del Norte (el NAFTA), el Ejército Zapatista de Liberación Nacional desencadenó una insurrección en el sureño estado de Chiapas. Sudeste Asiático, Rusia y América Latina Los objetivos del movimiento eran la realización de elecciones sin fraude, acabar con la corrupción, protestar contra la entrada en vigor del tratado de libre comercio de América del Norte y exigir la repartición de tierras. Este levantamiento armado no fue, sin embargo, un hecho aislado. El 23 de marzo de ese año, en Tijuana, al finalizar una reunión electoral, fue asesinado el candidato del PRI a la Presidencia, Luis Donaldo Colosio. Este hecho golpeó duramente la opinión pública y tuvo directas repercusiones en las finanzas mexicanas, lo que llevó al Departamento del Tesoro y a la Reserva Federal a otorgar una línea de crédito de US$ 6.000 millones para sostener el peso mexicano y menoscabar las inquietudes del mercado financiero. La ola de violencia siguió su escalada. El 28 de septiembre fue asesinado José Francisco Ruiz Massieu, Secretario General del PRI, uno de los principales ideólogos del partido gobernante y actor fundamental en el proceso de modernización y democratización del mismo. Un informe del Banco de México cifró el impacto que tuvieron estos acontecimientos políticos en las reservas mexicanas: Se estima que el asesinato del candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio, le costó al país la salida de US$ 10.338 millones. La tensión política en Chiapas tuvo un impacto en las reservas de US$ 1.549 millones. La efervescencia política que causó el amago de renuncia del ministro de Gobernación del presidente Salinas, jorge Carpizo, provocó también una fuga de capitales de US$ 2.902 millones y el asesinato de Francisco Ruiz Massieu derivó en una pérdida en reservas de US$ 3.173 millones7. En este adverso contexto político, México, el otrora mejor alumno del Fondo Monetario Internacional, en diciembre de 1994, se hundió en una profunda crisis financiera. El incremento del déficit de la balanza de pagos corrientes que de US$ 13.900 millones en 1991 aumentó a los US$ 28.900 millones en 1994, debido al enorme desequilibrio de la balanza comercial que bordeó los US$ 24.000 millones y una estrepitosa disminución de las reservas internacionales que en un año se contrajeron de US$ 24.000 millones a US$ 6.500 millones, en condiciones en que el endeudamiento externo no dejaba de aumentar, aproximándose a los US$ 150.000 millones, obligó al recién electo presidente Ernesto Zedillo, a anunciar la devaluación del peso. Al igual que ocurriera en Europa años atrás, la especulación se hizo sentir en toda su dimensión, lo que desencadenó la espiral de la crisis. Sólo gracias al oportuno apoyo del presidente norteamericano y de la banca multilateral, México pudo beneficiarse de un importante paquete de ayuda por un monto superior a los US$ 40.000 millones. Pese a que la crisis fue el resultado de la conjugación de un enrarecido ambiente político, caracterizado por la violencia política y la movilización social, y el deterioro de los principales indicadores macroeconómicos, como producto de la aplicación de una estrategia de crecimiento fundamentada en la presencia 7 Base de Datos del Cenda, Santiago de Chile, 14 de febrero de 1995. 10 Colombia Internacional 43 masiva de capitales foráneos, eventualidades de orden externo contribuyeron también a agravar la delicada situación del país azteca. Lester Thurow, en su trabajo La crisis del capitalismo, al respecto, escribió que: Si uno quiere saber las causas fundamentales de la crisis mexicana será mejor echar un vistazo a los Estados Unidos. Debido a las bajas tasas de interés bancario destinadas a combatir la recesión norteamericana de 1990-91, cientos de millones de dólares pasaron de las cuentas de ahorro norteamericanas a los fondos mutuales de altos rendimientos. Para pagar más altos rendimientos, los gerentes de los fondos mutuos tenían que obtener más altas ganancias y con esa finalidad enviaban su dinero a México. Cuando las tasas de interés de Estados Unidos volvieron a subir, los mismos gerentes comenzaron a repatriar el dinero. Con el dinero que salía a montones y manejando un déficit en la cuenta corriente, era sólo cuestión de tiempo hasta que México agotara sus reservas de divisas (...). Al tener información interna con respecto a lo que estaba sucediendo con sus menguantes reservas de divisas, los ciudadanos mexicanos comenzaron una estampida en pos del éxito financiero. Una vez que los extranjeros se enteraron de lo que estaba sucediendo, ellos también corrieron tras el éxito8 . La crisis financiera mexicana no fue, empero, un fenómeno exclusivamente nacional. Rápidamente se propagó por varios países latinoamericanos (el efecto tequila). Brasil asistió en pocos meses a una masiva fuga de capitales y casi se re- pitió una situación análoga a la azteca en la República Argentina. La semejanza en el comportamiento de varios indicadores macroeconómicos y financieros avalaba la pertinencia de esta compara-' ción. Al igual que en México, en Argentina existía un abultado déficit del comercio exterior (US$ 5.400 millones) y un deficiente comportamiento de la balanza de pagos. Pero el factor de mayor riesgo era que en el país austral la moneda nacional también se encontraba enormemente sobrevaluada lo que hada evidente una radical transformación en tipo de cambio fijo. En este país el temporal pudo ser capeado porque existía confianza por parte del mercado financiero y de la comunidad internacional en las habilidades del ministro Domingo Cavallo, y porque era evidente que no habría devaluación, por lo menos, hasta después de las elecciones presidenciales previstas para el 14 de mayo de 1995, en las que Carlos Menem se presentaba para su reelección. Por su parte, la devaluación en el corto plazo era improbable porque desataría la espiral de la inflación, cuya contención era el eje central del proyecto económico argentino. Estas dos crisis que acabamos de reseñar, e inclusive si llevamos la analogía a la situación que se vivió en América Latina a inicios de la década de los ochenta, tienen en común el hecho de que se produjeron en condiciones de desequilibrio macroeconómico y, a veces, también político, y que un factor decisivo resultó ser el comportamiento de las tasas de interés en Alemania para Europa y 8 Lester Thurow, El futuro del capitalismo, Buenos Aires, Javier Vergara Editor, 1996, p. 242. Sudeste Asiático, Rusia y América Latina • 11 en los Estados Unidos en lo que respecta a América Latina. No obstante, el impacto que tuvieron en otros mercados, estas crisis no desbordaron los marcos regionales y por ello no pueden catalogarse como crisis mundiales. LA CRISIS ASIÁTICA: PRIMERA CRISIS DE GLOBALIZACIÓN El tercero y más importante remezón que ha sacudido a la economía mundial, se inició en julio de 1997 en el SudesteAsiá-tico y sus efectos todavía se hacen sentir en regiones y países tan distantes como América Latina y Rusia. Al igual que en los casos anteriores, en la crisis del Sudeste Asiático estuvo también presente un fuerte e inesperado aumento en la cotización de la divisa norteamericana. Esta tendencia de apreciación del dólar se había iniciado en 1996 y fue esto lo que llevó a los países del Sudeste Asiático a verse en la incapacidad de mantener la paridad con el dólar en razón del deterioro de su balanza comercial 9 . En 1997, el dólar se apreció un 12,1% con respecto al yen y un 15,3% si se le compara con el marco. La crisis comenzó con la devaluación el 2 de julio de 1997 del bath tailandés. El factor que desencadenó la crisis en este país fue un déficit de cuenta corriente de 7% del PIB. La devaluación si bien mejoró la competitividad de las exportaciones provocó un duro golpe en los sectores que habían contraído deu- 9 das en monedas extranjeras y tuvo un impresionante impacto inflacionario y contractivo. El bath posteriormente contagió y arrastró la caída con respecto al dólar de las monedas de Filipinas, Malasia, Singapur, Indonesia, Corea y Japón. En diciembre de 1997, la moneda indonesia se había devaluado en un 52,5% con respecto a la cotización que tenía el lo. de julio de ese mismo año, la tailandesa, un 42%, la coreana un 48%, la malasia un 33%, la filipina un 30% y el dólar de Singapur un 13,5%. Como lo demuestran estas experiencias, escasos son los países que han logrado mantener los tipos de cambios fijos y, por lo general, son éstos los más duramente golpeados por la especulación financiera. Siempre se llega a un momento determinado en que se desmoronan como resultado de desequilibrios que tienen lugar en el sector externo, por la casi inevitable acción especulativa o por el propio accionar de capitales que buscan protección en una moneda distinta a la local. Desde 1992, Finlandia, Noruega, Reino Unido, Italia, España, Portugal, México, la República Checa, Tailandia, Indonesia, Malasia, Filipinas, Corea del Sur y Vietnam debieron abandonarlos10. Un primer elemento interesante de esta crisis es que no sólo los países del Asia Pacífico que registraban desequilibrios macroeconómicos sufrieron una caída de sus principales indicadores. Singapur, con una economía muy sana, Francpis Chenai, "La face financiére d'une crise de superproductíon", en Le Monde Diplomatique, Pa rís, febrero de 1998. 10 Hugo Fazio R., El "tigre" chileno y la crisis de los "dragones" asiáticos, Santiago, Lom Ediciones, 1998, p. 37. 12 Colombia Internacional 43 que disponía de elevadas reservas internacionales (US$ 75.000 millones) y un significativo superávit en su cuenta corriente también sufrió la depresión de su moneda (el dólar de Singapur), aun cuando en una dimensión mucho menor. Una situación parecida se presentó en Taiwan, país que si bien no fue arrastrado por la vorágine de la crisis, tuvo que recurrir a la devaluación para sostener la competitividad de sus exportaciones. En tal sentido, la crisis afectó al conjunto de la región, con efectos muy dispares en unos y otros casos. El segundo elemento que se desprende de esta crisis es que sus inmensas proporciones y el efecto de "contagio" fue el producto de que todos estos países han concebido modelos de acumulación y crecimiento con base en el desarrollo del sector externo a lo que se suma el enorme peso que tiene el comercio intrarregional (40,4% del total de exportaciones)11, que agrava en lugar de minimizar el impacto. Para el conjunto de la región, las colocaciones en el extranjero representan un porcentaje elevado del PIB: mientras los países europeos registran un promedio de relación exportaciones/PlB del 22% y Estados Unidos del 13%, los países más afectados por la crisis en Asia alcanzan una participación elevada: Singapur 132%, Malasia 80%, Tailandia 31%, Corea del Sur 27%, Filipinas 25% e Indonesia 24%. La importancia del sector exportador en estas economías se convirtió en una agravante de la crisis en la medida en que todos estos países son muy vulnerables a los vaivenes del comercio exterior y también porque, cuando, con la devaluación quisieron equilibrar sus cuentas corrientes se enfrentaron a un contexto regional que exacerbaba la competición por nuevos mercados en condiciones en que las importaciones tendían a estrecharse. Sin embargo, lo más importante es que por sus características así como por sus dimensiones, la crisis asiática muestra tendencias diferentes a la europea de 1992 y 1993 y a la mexicana de 1994. Si bien, también en estos países se observaban desequilibrios macroeconómicos y en algunos agudos problemas políticos, como la Indonesia de Sukharto donde se produjo un impresionante levantamiento popular contra el dictador, las circunstancias que desencadenaron esta crisis obedecen más a una lógica de funcionamiento de la economía mundial que a factores internos (como en México) o regionales (como en Europa). Dicho en otras palabras, la magnitud y duración de la crisis es imputable a la globalización de los mercados financieros y de la economía más que a problemas económicos internos. Varias característica de estos países convirtieron a esta crisis en un acontecimiento específico: el carácter principalmente privado del endeudamiento exterior, las interconexiones de las economías dependientes de los mercados externos, la incapacidad de Japón, debido a sus propias dificultades para desempeñar 11 John Lipsky, "Crisis de Asia. Una perspectiva de mercado", en Finanzas y Desarrollo, Washington, junio de 1998. Sudeste Asiático, Rusia y América Latina • 13 un papel similar al de Estados Unidos en relación con México en 1994, la entrada de Japón y Corea en la crisis, es decir, que la crisis afectó por igual a dos de los países más grandes, países que eran, a su vez, los principales receptores de las exportaciones de los Estados más afectados. En 1997, más del 50% de los intercambios de Tailandia, Indonesia, Malasia y Filipinas y China eran intrarregionales y de ellos la mitad se realizaba con Japon12. La crisis asiática es una crisis que puede catalogarse de larga duración porque se extiende por diferentes países y porque ha conducido a sensibles transformaciones en las estructuras de la propiedad, ha significado el inicio del desmonte de los concentrados sistemas patrimoniales de la propiedad y, por último, porque se ha traducido en un punto importante de inflexión que está acelerando la transnacionalización de estas economías. No está de más señalar que en la magnitud de la crisis asiática ha influido igualmente la debilidad de los sistemas financieros y el estrecho vínculo que guardan con el Estado. La importancia de este vínculo con el Estado radicaba en que el apoyo de éste creaba la idea en los bancos y en las grandes empresas que no se les dejaría quebrar, aumentando así la cuantía de las operaciones especulativas y riesgosas13. En dos sentidos esta crisis adquirió proporciones mundiales. Primero, porque involucró a dos Estados altamente industrializados -Corea del Sur y a Japón- y, segundo, porque indujo a una drástica caída en los precios de numerosos productos básicos, lo que afectó duramente a economías de regiones distantes como la latinoamericana. En la crisis coreana intervinieron factores políticos y económicos. Entre los primeros se encontraba la proximidad de la elección presidencial, que auguraba el triunfo del candidato de oposición, el cual suscitaba serios recelos por parte de la banca internacional, y entre los segundos cabe mencionar la caída de las reservas internacionales de US$ 22.500 millones en octubre a US$ 6.000 millones a comienzos de diciembre y la elevada deuda externa (US$ 154.000 millones en 1997), buena parte de la cual era de corto plazo. De otra parte, ésta es una crisis de globalización no sólo porque involucró a un amplio abanico de países, sino porque su rápida difusión fue estimulada por las facilidades que existen para el veloz movimiento de los capitales a través del planeta. La novedad que reviste esta crisis es que como se produce en un contexto de internacionalización de las economías, el movimiento mundial de capitales adquiere una gran autonomía. Esto precisamente es lo que ha permitido que, no obstante la crisis se iniciara en un país de escaso peso en la economía mundial, como Tailandia, se convirtiera en el inicio de un acontecimiento que alcanzó dimensiones planetarias. 12 Francois Chesnais, "La crise menace les digues de l'economie mondiale", en Le Monde Diplomatique, París, septiembre de 1998. 13 Hugo Fazio R., op. cit., p. 14. 14 Colombia Internacional 43 Esta globalización financiera no se debe entender a la manera como usualmente es utilizada por los medios de comunicación, a saber: como el surgimiento de una espacialidad financiera única a escala mundial. La globalización financiera se ha nutrido de numerosos procedimientos que emplean los agentes básicamente privados para soslayar las reglamentaciones multilaterales y nacionales, lo que mina el poder de los Estados, desvirtúa la relación entre mercados y Estados y acaba con los compromisos nacionales14. Dicho en otras palabras, si realmente hiciésemos frente a una genuina globalización financiera, este tipo de desequilibrios no podría tener lugar porque en todos los países "globalizados" se emplearían normas similares. Lo que en realidad significa esta globalización financiera es que el capital internacional fluye a través de las fronteras para sacar tajada de las diferencias nacionales. De modo más preciso, el sistema financiero internacional a través de tres procedimientos ha contribuido al estallido y a la profundización de esta crisis en el Sudeste Asiático: primero, por la excesiva disponibilidad de créditos de corto plazo que pueden eliminarse con demasiada rapidez; segundo, por la demasiada fácil capacidad de los especuladores de hacer grandes utilidades en un círculo descendente, provocando que un ajuste se transforme en pánico; y tercero, por los métodos del típico paquete de rescate del FMI que tienden a convertir las crisis económicas en políticas15. También desde otro ángulo puede considerarse esta situación como una crisis de globalización. La inclinación a poner en práctica modelos de desarrollo, cuyo eje central se ubica en el sector exportador, conduce a exacerbar la competición por recursos, mercados y tecnología. En este plano, uno de los principales problemas que han debido afrontar los "dragones" asiáticos en los últimos años es el peso desmedido que ha alcanzado China en la economía regional y mundial. Antes de la crisis, en 1991, Tailandia y Malasia, por ejemplo, recibían respectivamente el 10% y el 20% de todas las inversiones extranjeras que se realizaban en Asia. En 1994 su participación disminuyó al 1,3% y al 8% mientras que a China se destinaba el 67%. Una situación análoga se presenta a nivel del comercio. El gran crecimiento de las exportaciones chinas se ha realizado a expensas de los países del Sudeste Asiático. En tal sentido, se puede inferir que los importantes déficit comerciales y de cuenta corriente que han registrado estos países son imputables en gran medida a la política china de estructurar también su crecimiento con base en el desarrollo de las exportaciones. De otra parte, la importancia que ha alcanzado China en la economía mundial ha llevado a numerosos empresarios del sudeste asiático a realizar grandes 14 Jacques Adda, La mondialisation de l'economie, París, La Decouverte, 1997, tomo 1, pp. 62,94. 15 Base de datos de Cenda, Santiago de Chile, 2 de marzo de 1998. Sudeste Asiático, Rusia y América Latina • 15 inversiones en este país para beneficiarse de los bajos salarios que registran los productos de exportación desde este país. China, por ejemplo, ha atraído a 16.000 filiales de transnacionales, sobrepasando a Estados Unidos y Alemania en lo que respecta a este tipo de inversiones16 . Este país fue asimismo en 1993 el segundo receptor de inversión extranjera directa (IED) en el mundo, con aproximadamente US$ 46 mil millones, sólo superado por las inversiones en EE.UU., donde la IED ascendió a US$ 49 mil millones. Un dato que permite visualizar la importancia que las corporaciones internacionales le asignan a China es que la inversión extranjera directa en este país dobló la registrada en 1993 por América Latina, el África Subsahariana y el Medio Oriente en su conjunto. Por sus dimensiones y su peso económico y político, el papel desempeñado por China debe ubicarse en el centro de cualquier explicación de esta crisis. Por el hecho de que China no haya sido arrastrada por la vorágine de la crisis, ello no significa que este país no sintiera los efectos recesivos de los países vecinos. China está protegida por sus importantes reservas de divisas (US$ 125 mil millones) y por su escaso nivel de endeudamiento público interno (aproximadamente el 5% de PIB), lo que le permite cubrir, en caso de necesidad, las deudas contraídas por sus bancos sin poner en peligro los equilibrios financieros17. Pero tal vez más importante que ello es que mientras los otros países del Sudeste Asiático han sido receptores de grandes cuantías de capitales especulativos de corto plazo que se utilizaron para equilibrar las cuentas internas o se destinaron a la especulación inmobiliaria, China ha sido un lugar de ubicación de capital principalmente productivo, de largo plazo, que genera nuevas fuentes de trabajo y oportunidades para consolidar su inserción en la economía internacional. China, no obstante, no ha sido del todo ajena a la crisis. Mientras en los años anteriores registraba tasas de crecimiento superiores al 10%, las previsiones de crecimiento para 1998 se sitúan en el 7%. En buena parte esta merma en el crecimiento es el producto de la prolongada e inestable situación económica regional. Esta tasa de crecimiento, de por sí envidiable, es completamente insuficiente para suplir las necesidades del país. Las autoridades consideran que un 87o es el mínimo necesario. Por debajo de ese porcentaje, se considera que no basta para generar suficientes empleos y mitigar así el auge del desempleo provocado por el "aligeramiento" de las 300 mil empresas públicas -se prevé 3.500.000 de desempleados en 1998- y la reducción de una administración pública sobredimensionada. Las necesidades de crecimiento son aún más importantes dado que la fábrica, casi siempre de grandes proporciones, no era 16 Frédéric F. Clairmont y John Cavanach, "Sous les aíles du capitalisme planétaire", en Le Monde Diplomatique, París, marzo de 1994. 17 Stephen Cohén, "Le commerce mondial otage de la Chine?", en he Monde Diplomatique, París, enero de 1998. 16 Colombia Internacional 43 sólo una fuente de empleo, sino que también proporcionaba una vivienda, atención médica, una jubilación e incluso, hasta hace poco, era un lugar donde se distribuían los alimentos básicos18. China se enfrenta a un gran dilema: o se traza como objetivo continuar con su impresionante expansión económica y devalúa el yuan y, de ese modo reactiva las exportaciones, o mantiene la paridad de su moneda, ve mermada parcialmente su capacidad de ampliar sus potencialidades de exportación y se convierte así en un actor con el cual la economía mundial tendrá que contar. En Pekín no son pocos los partidarios de la devaluación ya que se prevé en 1998 un crecimiento de las exportaciones de sólo el 5,5% en condiciones en que el año 1997 alcanzó el 20,6%, lo que permitiría a China recuperar la competitividad perdida por las devaluaciones de los vecinos y por la contracción del mercado regional (4% frente a Japón, 30% frente a Corea del Norte y un 12% frente a la Asociación de Países del Sudeste Asiático). En 1994 China ya había ensayado devaluar su moneda en un 33% lo que le permitió aumentar la participación de sus exportaciones en los mercados internacionales, desplazando a varios de sus pares regionales. Si esa política no ha sido adoptada se debe a que para importantes sectores del círculo dirigente una estrategia de devaluación traería consigo secuelas negativas mayores a largo plazo que las ventajas que se alcanzarían en el corto plazo. El beneficio comercial que se consegui18 El País, Madrid, 21 de septiembre de 1998. ría en una primera instancia rápidamente sería superado por el auge del precio de los productos importados, lo que podría desencadenar la espiral de la inflación y, sobre todo, porque incentivaría a los demás países a estimular devaluaciones competitivas lo que agravaría la situación regional. Quizás más importante que ello es otra argumentación de tipo político. Esta crisis financiera es la primera en la que China participa en calidad de "miembro" y protagonista de la economía mundial. Si mantiene la actual paridad, China demuestra ser un actor responsable con el cual la comunidad financiera mundial no sólo debe sino que además puede contar. Asimismo, al conservar el valor de su moneda el gobierno de Pekín quiere enviar señales claras a los consumidores nacionales y a los inversionistas extranjeros de su compromiso con las políticas de reforma. En esta misma línea, Pekín, consciente de los problemas de la región, también ha tendido la mano a los vecinos en problemas. El compromiso de China con la región ha quedado una vez más demostrado con los créditos que, a través del FMI, ha puesto a disposición de Tailandia (US$ 1.000 mülones) e Indonesia (US$ 500 millones). Esta actitud "responsable" de Pekín, sin duda, le traerá enormes beneficios. La confianza que se tiene en sus dirigentes y en la solidez de su economía acrecentará la tendencia de concentrar los flujos de inversión lo que contribuirá a fortalecer la presencia económica china en la región y en el mundo. De otra par- Sudeste Asiático, Rusia y América Latina • 17 te, con ello asistiremos a la emergencia de una China más segura de sí misma ya que la crisis ha golpeado duramente a sus más serios contendientes: Rusia, Japón y Corea. De ello se puede desprender un cambio geopolítico de gran envergadura que incrementará el posicionamiento de China en la región y el mundo. Evidentemente, Asia tendrá grandes dificultades para salir de la crisis mientras Japón prosiga en estado recesivo y no se recupere. La crisis japonesa viene de tiempo atrás. No ha podido superar el peso de los préstamos no cancelados que se concedieron durante la burbuja especulativa y el explosivo crecimiento del mercado inmobiliario de finales de la década de los ochenta. En 1989 el Nikkei cayó en un 70%. Con ello se inició una larga recesión que ha durado toda la década de los noventa. Para tratar de salir de la recesión, el archipiélago reorientó su economía con destino a los vecinos países asiáticos. En 1997 hacia la región se destinó el 41% de sus exportaciones y el 23% de la inversión extranjera directa. En dos sentidos, la situación del archipiélago contribuyó a exacerbar las tensiones que culminaron en la crisis del Sudeste Asiático. De una parte, la debilidad del yen ha fortalecido las exportaciones, mientras que el bajo nivel de actividad económica interna ha ocasionado una disminución de las importaciones. Para sufragar los desequilibrios comerciales en que incurrían los países vecinos, los bancos japoneses tuvieron que ampliar los créditos a los "dragones asiáticos" para que éstos pudiesen, a su vez, comprar los productos japoneses. De esta manera, los bancos japoneses tienen préstamos otorgados en la región muy elevados. Las instituciones financieras niponas han concedido financiamiento por US$ 265.000 millones. Los bancos nipones mantienen un total de US$ 580.000 millones en créditos impagos, monto equivalente al 15% del PIB. De otra parte, la disminución de la actividad económica en el Sudeste Asiático no sólo ha comprometido los créditos otorgados por la banca nipona, sino que también ha conllevado a una severa reducción de las exportaciones japonesas hacia la región. Se prevé que, en 1998, el comercio con el resto de países de la región sea negativo, por primera vez desde 1980. Esta situación se vuelve más complicada porque con la devaluación Corea ha entrado a rivalizar con la producción japonesa. Aproximadamente un 70% de las exportaciones coreanas compiten con productos japoneses. Esta multitud de factores en juego en la crisis asiática es lo que explica su larga duración y la dificultad de encontrar una vía que permita a estos países salir prontamente de la crisis. Todo se ha vuelto una espiral de contradicciones que se retroalimentan mutuamente y que en lugar de allanar el camino para su solución han creado las condiciones para que se prosiga en una situación crítica. En síntesis, a la concurrencia china finalmente se le añade el hecho de que los países del Sudeste Asiático, a excepción de Corea del Sur, no pueden estimular la exportación de productos con un alto valor agregado, debido a que en este plano entrarían a competir con Japón, país que dispone de una altísima 18 Colombia Internacional 43 tecnología y ha mantenido un constante superávit comercial con los dragones asiáticos. De esta manera, los países emergentes del Asia Pacífico han quedado atrapados en medio de dos fuegos: de una parte, la concurrencia china y, de la otra, de la imposibilidad de competir con Japón. Una segunda consecuencia geopolítica de esta crisis, además del aumento de la importancia de China en la región, consiste en que se ha creado un escenario idóneo para que se refuerce la influencia norteamericana en el Asia Pacífico debido al fortalecimiento del dólar, que se ha valorizado y convertido en la moneda refugio de los países problema y por la mayor penetración de las empresas multinacionales norteamericanas que se han beneficiado de la caída de las acciones, de las monedas, así como de la apertura de estas economías19 . RUSIA.- UN ESTADO EN RUINA El 2 de enero de 1992, la Federación Rusa, en su recién estrenada independencia, decretó un vasto programa de transformación económica, que tuvo, como columna vertebral, la liberalización de los precios. En aquel entonces, esta medida se motivaba en el deseo de las autoridades de propinarle un golpe de gracia al moribundo sistema de planificación, con lo que el Estado quedaría privado de un atributo esencial en el manejo económico. El objetivo anhelado consistía en crear las bases de un sistema capitalista de tipo occidental. En el presente, este tema ha vuelto a ubicarse en el centro del debate político ruso. Pero ahora no se trata de liberalizar. Lo que está en juego es el anhelo de numerosos rusos por reintroducir el control estatal de precios. ¿A qué se debe este abrupto cambio de actitud? A que todavía Rusia se encuentra muy distante de poder dar inicio a una economía de mercado de tipo occidental. Al igual que en muchos países en desarrollo y de la Europa Centrooriental, el programa de reconversión económica se apoyó en cinco políticas de reformas interconectadas. Estabilización: restricción presupuestal y monetaria para frenar la inflación y reducir los déficit en la balanza comercial y financiera. Liberalización: libertad de precios, supresión del exceso de liquidez monetaria en circulación, eliminación de la fijación estatal de los intereses, convertibilidad de la moneda y liberalización del mercado de trabajo. Privatización: creación de un sector empresarial privado y transformación de las empresas estatales industriales, agrícolas y de servicios enjoinstock companies y desaparición de las empresas poco o nada rentables. Institucionalización: reformas en la Constitución, en el sistema legal, en la administración fiscal y en el sistema bancario para favorecer la creación de la economía de mercado. Por último, apertura de la economía rusa para atraer capitales internacionales e intro- 19 Laurent Schgwab y Nguyen Thi My Dung, "La crise finandére, en Asie", en Futuríbles No. 227, París, enero de 1998, p. 18. Sudeste Asiático, Rusia y América Latina • 19 ducir la competencia entre las firmas rusas y las extranjeras'20 Esta terapia, o mejor dicho, esta "cirugía" que finalmente se ha convertido en un shock sin terapia, creó una situación diferente a la esperada. La primera medida adoptada el 2 de enero de 1992 para acelerar el tránsito hacia la economía de mercado fue la liberalización de los precios. La decisión se proponía crear un equilibrio real entre la oferta y la demanda, corregir los desajustes en las relaciones entre ingresos y gastos, recuperar las funciones económicas de la moneda e impulsar la formación de un sistema financiero. En términos estrictamente económicos, la liberalización de los precios tuvo efectos totalmente opuestos a los esperados porque las capacidades productivas se desplomaron, las finanzas escaparon a todo control y la vinculación con el mercado exterior se debilitó. La veloz caída de la producción industrial y de los productos que tradicionalmente se destinaban al mercado externo estranguló la actividad exportadora cuando la propensión a importar aumentaba. Esto originó un enorme déficit de la balanza comercial y se ha convertido en un verdadero problema porque el aumento de las capacidades exportadoras debía transformarse en la pieza esencial para obtener divisas convertibles. Con la liberalización de los precios y la hiperinflación se produjo un gran desorden monetario y financiero, círculo vicioso del que nunca se ha podido salir. La rápida devaluación del rublo se tradujo en un aumento descontrolado de los precios. Si se buscaba estabilizar la moneda en una atmósfera de descenso de la producción, se provocó un aumento de las importaciones y la destrucción del tejido productivo21. En este campo las autoridades no han encontrado fórmula alguna para salir de tan difícil situación. Por esta razón, la circulación monetaria ha escapado al control gubernamental. El trueque se ha vuelto una práctica tan corriente en determinados sectores que los inicios de monetarización de la economía iniciada por Gorbachov han quedado completamente atrás. En la actualidad, el trueque se practica en aproximadamente el 70% de los intercambios, dado que ante la penuria financiera crónica a los empleados se les cancelan sus salarios con productos de las empresas y las firmas, en ausencia de liquidez, intercambian sus productos para dotarse así de los insumos necesarios. Estas características de la economía rusa, que han conducido a una mercantilización primitiva, favorecen el surgimiento y la consolidación de una "economía de bazar" que alimenta y se basa en las actividades especulativas. La constante depreciación del rublo y la dolari- 20 S. Islam, "Russia's rough road to capitalism", en Foreign Affairs, primavera de 1993, Nueva York, pp. 59-61. 21 Véase, F. Luengo, "La convertibilidad externa del rublo. Un horizonte problemático", en Cuadernos del Este No. 9,1993, Madrid, pp. 25-33. 20 Colombia Internacional 43 zación de vastos segmentos de la economía han estimulado el saqueo de los recursos naturales. Estos bienes han podido ser comprados en rublos y revendidos mucho más caros en divisas a compradores occidentales. Así, por ejemplo, mientras en el mercado interno una tonelada de petróleo se adquiría por 17 dólares, a través de la exportación el mismo producto se revendía a 150 dólares la tonelada22 . La depreciación del rublo también se manifestó en un abaratamiento de los activos públicos que podían ser adquiridos en divisas. Con mil dólares se podían comprar activos reales en promedio por un monto de 300 mil dólares. Por estos y otros conductos -la venta de diamantes, manganeso, titanio, oro, etc.- se amasaron inmensas fortunas que fueron a parar a los bancos internacionales23. También estimularon la especulación financiera. Los bancos realizaban préstamos a corto plazo en dólares a tasas muy elevadas. Los directores de empresas estatales y también los particulares adquirían divisas que, por la rápida depreciación del rublo, les reportaban, al cabo de poco tiempo, grandes dividendos. Estas inmensas ganancias se depositaban en cuentas en bancos extranjeros. Este aspecto es muy revelador del tipo de capitalismo que se originó en Rusia. Los aspectos fundamentales son dos: de una parte, la hipermercantilización que se produce en el ámbito especulativo está acompañada por una descapitalización de las empresas productivas, donde todo se vende y todo se compra. Esta "economía de bazar" es un Gran bazar que provoca un impresionante trasvase de rentas cuyo origen no es la creación de nuevos excedentes, sino la descapitalización de lo acumulado en períodos anteriores. De este modo, se produce una fuerte concentración monetaria en manos de aquellos núcleos reducidos de la población que controlan los principales resortes de la actividad mercantil24. De otra parte, de estas actividades especulativas se desprende la precaria base social para el establecimiento de un capitalismo productivo. El sector mercantil que se nutre de la "economía de bazar" es el gran beneficiado con la desarticulación del viejo orden y ha consolidado sus posiciones con la mercantilización de la economía. Los directores de empresas también se han favorecido en este período de transición por la libertad para decretar los precios que ha llevado a muchos a acumular un significativo capital particular. Por último, existe un pequeño segmento privado dedicado a actividades productivas. Pero su reducida base de acumulación no les ha permitido ir más allá de las actividades informales. De no transformarse las re- 22 M. Chossudovsky, "Richesse et misére du grand "bazar" russe", en Le Monde Diplomatique, París, enero de 1993. 23 le Monde, 24 de julio de 1993. 24 E. Palazuelos, "¿Qué está pasando, verosímilmente, en la economía de Rusia? Los dilemas entre Antígona y Electra", en Cuadernos del Este No. 8,1992, Madrid, p. 23. Sudeste Asiático, Rusia y América Latina • laciones sociales que beneficien el proceso productivo, Rusia difícilmente podrá salir del estado de mercantilismo primitivo en que se encuentra. Esto último se ha convertido en una tarea tanto más urgente en la medida en que el desorden económico, administrativo a lo que se suma la inexistencia de un verdadero Estado de derecho ha posibilitado la consolidación de poderosas redes mañosas, las cuales a veces tienen un origen étnico (mafia chechena), territorial (mafia de Kazan), corporatista (de los antiguos funcionarios de la KGB) o económica (del petróleo, de los metales preciosos). Los representantes del mundo criminal se han infiltrado en los órganos y en las estructuras del poder del Estado, controlan de hecho secciones enteras de la administración territorial de Rusia y amplios sectores de la economía. Las mafias rusas tienen bajo su control 40 mil sociedades y 550 bancos, entre los cuales se destacan los 10 más importantes25. Además, de los grupos mafiosos, en Rusia se ha consolidado una imponente oligarquía, principalmente financiera y de grandes conglomerados productivos, que ha tomado control de los bienes del Estado o usufructúa del mismo debido a la inmensa fragilidad de éste26. En ausencia de un tesoro público, los bancos comerciales colectan y administran los fondos públicos, lo que les permite sacar el máximo de beneficios. En julio de 21 1997 se inició una indagación por la desaparición de 237 millones de dólares provenientes de los fondos presupuéstales después de haber transitado por un banco de Vladimir Potanin, quien se desempeñara como Ministro de Hacienda en 1996. Esta oligarquía igualmente se ha apropiado en condiciones muy ventajosas de los bienes públicos. Así, por ejemplo, la empresa petrolera siberiana Sibneft fue subastada por el Estado en US$ 100 millones y su comprador propuso a unos inversionistas franceses el 8% de las acciones por un valor de US$ 118 millones27. Es decir, en este largo y penoso período de reconstrucción, Rusia no ha podido ni sabido encontrar el camino que la conduzca por la senda de la reconstrucción de un sistema económico que funcione y satisfaga las apremiantes necesidades del país. El PIB ha caído desde 1991 en un 47% y todo deja prever que en los años venideros proseguirá la misma tendencia; la tan ansiada inversión directa extranjera dista mucho de satisfacer las necesidades del país, ya que en ocho años sólo se ha registrado una entrada de poco más de US 10 mil millones en condiciones en que la fuga de capitales se calcula en más o menos US 400 mil millones; la reconversión industrial no es más que anhelado sueño, por cuanto la mayor parte de las empresas funcionan de acuerdo con los estándares técnicos y organizacionales de la época soviética; la normalización econó- 25 Le Monde, 22 de septiembre de 1998. 26 Nina Bachkatov, "Qui détient le pouvoir en Russie?", en Le Monde Diplomatique, París, marzo de 1998. 27 Le Monde, 18 de septiembre de 1998. 22 Colombia Internacional 43 mica dista mucho de la realidad, ya que casi el 70% de los vínculos interindustriales se realizan con base en el trueque y el déficit fiscal no se ha podido reducir ni siquiera en los años en que los préstamos de la banca internacional se incluyeron en el presupuesto estatal. Algunos análisis sugieren que un plan Marshall para salvar a Rusia requeriría una inyección de más de US 300.000 millones, lo que desborda la capacidad financiera de los organismos multilaterales. Ante tal oscuro panorama, no era de extrañar que la crisis del Sudeste Asiático tuviera un impacto nefasto en Rusia. El problema se presentó por el lado del sector energético. Ante la imposibilidad de reconvertir y restaurar las bases industriales, las autoridades rusas pusieron todo su empeño en la modernización del sector energético con el propósito de convertirlo en el sector dinamizador de la economía y en el generador de divisas. Como resultado de la crisis del Sudeste Asiático se asistió a una drástica caída de los precios de estos productos lo que, sumado a la reducción de la demanda internacional de muchos artículos rusos de exportación, desencadenó una crisis financiera, que casi de inmediato disparó el déficit fiscal, desató la inflación, el cierre temporal de la bolsa y la depreciación del rublo en un 50%, lo que llevó a las autoridades rusas a decretar una moratoria de tres meses en el pago de la deuda externa. Es decir, la crisis del Sudeste Asiático simplemente agravó el ya de por sí malogrado comportamiento económico de Rusia en estos años, pero, de ningún modo, se le puede considerar como la culpable de los males por los que atraviesa el otrora coloso euroasiático. Tampoco sería correcto suponer que el errático sistema capitalista que se ha implantado en el país es el responsable de la penuria generalizada, porque en Rusia nunca se han podido trascender los marcos de una mercantilización primitiva. Factores políticos también contribuyeron a ampliar la profundidad de la crisis. El vacío de poder existente en el país debido a la falta de liderazgo del actual presidente, Boris Yeltsin, las sucesivas crisis gubernamentales (que se iniciaron en marzo de 1998, con la destitución del Primer Ministro Víctor Chernomirdin, la prolongada pugna entre el Ejecutivo y el Legislativo ante la conformación del gobierno de Kirienko, la destitución del mismo el 23 de agosto, la no-ratificación de Víctor Chernomirdin como Primer Ministro por parte de la Duma y finalmente la elección de Evgueni Primakov como Primer Ministro el 10 de septiembre, que ha encontrado grandes dificultades para designar un gabinete de compromiso entre reformistas y antirreformistas) y la beligerancia de los comunistas, que desde la Duma, luchan por convertirse en una fuerza real de poder, han contribuido a desangrar la frágil economía y a plantear una gran duda sobre la evolución a corto plazo del país. El verdadero problema consiste en que en el caso de un país de las dimensiones de Rusia, con una fuerte tradición estatista y que siempre ha contado con un Estado poderoso que, además de propietario ha sido programador, los pía- Sudeste Asiático, Rusia y América Latina • 23 nes de reconversión económica sugeridos por los organismos financieros internacionales y que fueron apropiados por los dirigentes rusos, desde sus inicios, no correspondían a la realidad y a las necesidades del país. Los únicos resultados tangibles que se obtuvieron fueron la transferencia de gran parte de la riqueza a un puñado de oligarcas, provenientes del antiguo régimen, cuando no de orígenes más dudosos (mafias), y el correspondiente empobrecimiento de la población, gran parte de la cual ni siquiera recibe su salario. A finales del año pasado, el gobierno adeudaba más de US$ 10 mil millones en salarios arrasados. La gran tarea en Rusia, por lo tanto, no consiste en más capitalismo o en un retorno al socialismo. Si no en la puesta en marcha de un sistema acorde con las tradiciones del país que limite el poder y el afán de riqueza de los poderosos y se preocupe por sacar de la miseria a los millones de necesitados. América Latina se ha convertido en el eslabón débil de la cadena mundial de la economía. Si la crisis asiática fue un llamado de atención que obligó a revisar a la baja las proyecciones de crecimiento de la región (2%) en 1998 contra un 5,5% en 1997, la posterior debacle de la economía rusa puso en evidencia las innumerables fragilidades de las economías del hemisferio. El impacto de las crisis asiática y rusa en la economía latinoamericana es bien real. La desaceleración del crecimiento económico mundial y la caída de los precios de los productos de base, la disminución de la demanda en Asia, la competitividad de los productos de los países asiáticos que devaluaron, el aumento del costo del financiamiento exterior y la persistencia de un clima de desconfianza en relación con los mercados emergentes constituyen las primeras causas de transmisión de la crisis28. El ejemplo ruso, por último, también demuestra los nefastos efectos que para un país con grandes desequilibrios económicos, sociales y políticos, y que apuesta por convertir la inserción internacional en el elemento dinamizador y transformador de la sociedad puede traer consigo la globalización. Este caso, que, guardando las proporciones, puede aplicarse a muchos países africanos, asiáticos y latinoamericanos, constituye una evidencia de que no todos los países se convierten en ganadores en un contexto de globalización. A través de tres situaciones se han propagado los efectos de estas crisis externas en América Latina. La primera ha afectado a los países que mantienen un significativo tráfico regular de comercio con los países del Sudeste Asiático. Entre éstos se destacan Chile, que realiza más del 30% de su comercio con el Asia Pacífico y Perú (25%). En ambos casos, la disminución de la demanda en el Sudeste Asiático se ha traducido en una reducción del volumen de exportaciones, en una significativa caída de los precios de sus principales productos de expor- 28 Le Monde, 8 de septiembre de 1998. AMÉRICA LATINA SE CONTAGIA DE LA CRISIS ASIÁTICA 24 Colombia Internacional 43 tación (primordialmente el cobre, que se encuentra en su precio más bajo de los últimos 11 años) y en una radical aminoración del flujo de capitales, razón por la cual el gobierno chileno, por ejemplo, tuvo que suprimir el encaje a los capitales de corto plazo. Para evitar la fuga de capitales y la reconversión de pesos en dólares, las autoridades chilenas tuvieron que aumentar las tasas de interés (30%), aceptar una ligera desvalorización del peso (se utilizaron más de US$ 2.000 millones para defender la moneda nacional) y tener que hacer frente a un déficit de cuenta corriente del 6% del PIB, uno de los más altos de América Latina. Una situación similar, vinculada a la caída del precio del crudo, ha evidenciado Venezuela, país que en el transcurso de 1998 ha perdido US$ 7 mil millones por concepto de reducción de ingresos petroleros. Cuando se inició la devaluación en Rusia y se decretó la moratoria, los grandes operadores se abalanzaron sobre países con características similares a éste: México y Venezuela, que, por ser también productores de crudo, podían llegar a una situación similar a la del coloso euroasiático. Además, otros indicadores asemejaban a Venezuela con Rusia: poco compromiso de los gobernantes con las reformas y excesiva deuda a corto plazo a punto de vencer29. Esta situación aumentó las amenazas de devaluación del bolívar, implicó un aumento de las tasas de interés a corto plazo (70%), con la consecuente contracción de los créditos y del gasto y se ha traducido también en una real aminoración de las reservas internacionales. La segunda, que ha golpeado con dureza a Brasil, se ha presentado principalmente en aquellos países que registran significativos desequilibrios en su cuenta corriente (-3,4% en 1996 y -4,2% en 1997), una moneda sobrevalorizada, un elevado déficit fiscal (8%) y una considerable reducción de las reservas internacionales (de US$ 70.000 millones cayó a US$ 48.000 en pocos meses), tiene amplias necesidades de refinanciamiento de sus deudas en condiciones en que se ha hecho evidente un aumento del costo del financiamiento externo, ya que ha crecido la desconfianza por parte del capital financiero sobre estos mercados emergentes y prefieren capear el temporal en los seguros mercados de Estados Unidos y Europa. El tener que adoptar un paquete de medidas fiscales (incremento de impuestos, reducción del gasto fiscal de aproximadamente US$ 20.000 millones en 1999, despidos masivos, eliminación de exenciones, incremento de los aranceles) y aumentar las tasas de interés (50%) para evitar la fuga del capital especulativo y terminar con la especulación ha contribuido a que en Brasil aumenten las tendencias recesivas. El mayor problema que se presenta con este remezón financiera en Brasil es que por la interpenetración con otras economías puede conducir a América Latina a una grave recesión, cuando no a una crisis, situación de la que no escaparían ni siquiera Estados Unidos, ya que los bancos de este país 29 The Wall Street Journal Americas, en El Tiempo, 24 de agosto de 1998. Sudeste Asiático, Rusia y América Latina • 25 han realizado inversiones superiores a los US$ 30.000 millones. La tercera consiste en que la devaluación practicada por los países del Sudeste Asiático ha aumentado su competitividad en el mercado internacional y sus productos entran a rivalizar en mejores condiciones en los principales mercados, sobre todo en los Estados Unidos cuando no en la propia América Latina. Como la mayor parte de los países latinoamericanos no tiene grandes intercambios comerciales con el Asia Pacífico la reducción de la demanda asiática le costará a América Latina unos US$ 1.200 millones en exportaciones que no podrá realizar. El abaratamiento de los productos asiáticos en América Latina implicará una pérdida adicional a nuestros países de más o menos US$ 2.100 millones. Ninguna de estas dos cifras es alarmante para los países latinoamericanos. Pero lo que sí es preocupante es la rivalidad de los productos asiáticos a los latinoamericanos en los grandes mercados internacionales. Se cifra este efecto de sustitución en más de US$ 7.600 millones, y los países más afectados serán México con US$ 5.428 millones y Brasil con US$ 1.583 millones30. Como señala Jorge Castañeda, existen dos razones para mostrar preocupación y escepticismo ante la capacidad del hemisferio para capear la actual tormenta. La mayoría de las naciones de la región empiezan apenas a salir de un do- loroso, largo y costoso proceso de reformas económicas, justamente análogas a las que ahora se le quiere recomendar a Rusia y a los países de Asia. El objetivo de las reformas de los ochenta era recuperar el crecimiento y lograr que la región fuera menos vulnerable ante los choques externos que habían destruido en varias ocasiones sus economías, su tejido social y sus regímenes políticos. La lógica principal de las reformas fomentadas durante los últimos quince años consistió en la creación de un amplio y competitivo sector exportador de productos no tradicionales. América Latina debía prosperar gracias a sus ventajas comparativas, su IED y la apertura a mercados foráneos 31. Sin embargo, este paquete de medidas que debían prevenir las crisis, en las actuales circunstancias, son las mismas que han contribuido a que la crisis financiera mundial se haya importado y que la región haya ingresado en una fase de grandes desórdenes económicos. América Latina pende de un hilo. Si en el Sudeste Asiático, la crisis se inició a partir de uno de los países más pequeños y de menos peso económico, como Tailandia, en nuestro continente, los países más amenazados son de grandes proporciones: Brasil, Venezuela y, en menor medida, México. Si alguno de ellos, y sobre todo el primero, llega a una situación crítica, toda la región se verá sacudida por la crisis, lo que tendrá efectos directos sobre Estados Unidos, uno de los dos oasis de prosperidad. 30 The Wall Street Journal Americas, en E! Tiempo, 8 de julio de 1998. 31 El Vais, 10 de septiembre de 1998. 26 Colombia Internacional 43 ALGUNAS LECCIONES De esta crisis se desprende un conjunto de consecuencias que pueden ser de gran utilidad para el futuro ulterior de América Latina y para la orientación que se le dé a sus políticas de transformación. De una parte, el recetario de los organismos financieros multinacionales que presionan para que los países emergentes ubiquen el motor del desarrollo económico en el sector exportador tiene sus límites naturales. Como lo demuestra la experiencia china en la medida en que aumente el número de países, cuyo motor del crecimiento se articula en torno al sector exportador, la competencia por los mercados internacionales se agudizará, lo que entrañará inevitablemente que las ganancias que obtengan algunos se traducirá en pérdidas para otros. Ello significa que, como lo señala Lester Thurow, el crecimiento basado en la exportación funciona cuando participa sólo un pequeño número de países pequeños, pero cuando en esta estrategia -se involucra un gran número de países y algunos de grandes dimensiones como China e Indonesia esta era llega a su fin32. Las economías emergentes deben aprender a buscar conjugar un modelo que sin renegar de la variable exportadora, explore una estrategia de crecimiento con base en el estímulo a la demanda interna. Sólo así se podrá evitar o mitigar los contagios adversos de la economía mundial. En segundo lugar, la experiencia histórica demuestra que no es del todo cierto que la apertura y la transparencia de los mercados eviten crisis como las que estamos viviendo. La experiencia de las dos últimas décadas demuestra que en algunos casos sistemas financieros controlados por el Estado (México 1982) y en otros plenamente liberalizados (México 1994) han sido sacudidos igualmente por crisis. Lo que está en juego no es la transparencia, sino la lógica de los modelos de acumulación y desarrollo. En tercer lugar, una globalización como la que actualmente estamos conociendo requiere imperativamente que se creen mecanismos que impidan que los países más poderosos puedan utilizar la valorización de su moneda para alcanzar ciertos objetivos nacionales. Así, por ejemplo, después que Washington hubiera utilizado la devaluación del dólar como un mecanismo de penetración de los productos norteamericanos en los mercados extranjeros, desde 1997, Estados Unidos ha dejado de tener entre sus principales preocupaciones la apertura de nuevos mercados para sus productos, mantener el crecimiento o disminuir la tasa de desempleo, sino que su centro de atención se ha focalizado en reducir suavemente su economía que presentaba una tendencia a desenfrenarse lo que traería consigo el riesgo de la inflación. Un dólar vigoroso contribuía a este fin, ya que frenaba las exportaciones al tiempo que disminuía el ritmo de la inflación importada33. Esta 32 Lester Thurow, "La crise financiére asiatique: un regard américain", en Esprit, París, mayo de 1998. 33 Le Monde, 26 de abril de 1997. Sudeste Asiático, Rusia y América Latina • 27 política no es, sin embargo, un patrimonio exclusivo de los norteamericanos. La misma obsesión ha tenido Alemania que, con un marco fuerte, ha querido combatir la inflación y valorizar el patrimonio germano a costa, incluso, de sus socios comunitarios. Por último, el hecho de que los once países de la Unión Europea que están transitando hacia la moneda única sean países que han encontrado los mecanismos adecuados para capear este temporal financiero internacional y que en el Sudeste Asiático existan, por el contrario, organizaciones regionales poco institucionalizadas que para nada han servido en estas adversas circunstancias, sugiere que la regionalización profunda e institucionalizada puede ser un buen instrumento de coordinación para superar crisis de esta naturaleza. En este sentido, la crisis asiática parece corroborar la tesis de que pueden existir tres modos de regulación34: el primero, y hoy el más difundido, se caracteriza por el debilitamiento de las estructuras de regulación públicas tradicionales y el consiguiente crecimiento de poder e importancia de las empresas transnacionales y del capital financiero mundial. Como la experiencia demuestra, este esquema ha favorecido la rápida movilidad del capital especulativo internacional y ha contribuido a exacerbar la crisis mundial. El segundo consistiría en la creación de mecanismos y de instituciones de carácter planetario, pero debido a su gran heterogeneidad y a su lógica intergubernamental, es improbable que en el futuro cercano el mundo pueda construir una institucionalidad tal. El tercero, derivado de la experiencia europea, se caracterizaría por el surgimiento de una institucionalidad a nivel macrorregional; es decir, supranacional, que permita a los países miembros dotarse de mecanismos de protección frente a las adversidades externas y que sirva para renegociar con otras institucionales regionales similares el gobierno financiero mundial. Éste sería el esquema más deseado y podría representar un gran avance para los países latinoamericanos en su inserción internacional. 34 Véase, Kímon Valaskakis, "Mondialisatíon et gouvernance. Le défl de la régulation publique planetaire", en Futuribles No. 230, París, abril de 1998.