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Revisión bibliográfica sobre las funciones y evolución del clítico se Por: Manuel Burgos Este ensayo presenta una breve revisión bibliográfica sobre las funciones del clítico se, y los estudios diacrónicos enfocados en su proceso de evolución. Dada la diversidad teórica, se presentan de forma separada los estudios formalistas y funcionalistas en cuanto a sus usos sincrónicos. Por otra parte, se exponen diferentes perspectivas sobre su proceso de evolución, haciendo énfasis en las propuestas dentro del marco teórico de la gramaticalización. 1. Introducción El estudio sobre los usos y valores del clítico se es el tema que mayor atención ha recibido dentro de la lingüística hispánica1. No hay gramática del español que no dedique un apartado al fenómeno, y es lugar común en los trabajos que abordan este asunto, el advertir sobre la redundancia que puede suponer el mismo y la imposibilidad de proveer tanto un completo estado de la cuestión, como unos resultados conclusivos. El gran interés por este clítico tiene una natural justificación: se trata de un elemento gramatical de enorme productividad en términos cuantitativos y cualitativos. En relación con el primer aspecto, es altísima su frecuencia de aparición. La búsqueda de su uso como forma aislada, es decir, no ligada a un verbo, ni a sus variantes personales (me, te, nos, os) resulta en 1’131.175, siendo una de las palabras más frecuentes dentro del corpus del español (Davis, 1 Dado el enorme caudal bibliográfico, no cito estudios específicos en esta afirmación. Las referencias usadas en este ensayo son sólo una fracción de los cientos de trabajos dedicados al tema. 2002-). Si se asume que su uso aislado es tan sólo una parte de sus diferentes representaciones, podemos decir que estamos frente a una de las unidades más usadas del español. En cuanto al aspecto cualitativo, y en relación con lo anterior, su productividad se evidencia en la gran diversidad funcional que el clítico puede desempeñar. El número de funciones, y el tipo de las mismas, varía de acuerdo a los autores que se consulte. Esta falta de consenso entre los estudiosos del tema es una muestra indirecta de la complejidad semántica del clítico se. A esto debe añadirse su gran versatilidad sintáctica, que complejiza aún más los intentos de darle una caracterización gramatical. Los factores planteados permiten matizar los objetivos y alcances de este ensayo. Por una parte, mis propuestas sobre las funciones actuales del se y su proceso de desarrollo diacrónico es una modesta síntesis de las teorías que considero más adecuadas en su explicación. Por otra parte, no busco dar respuesta a los problemas que supone un tema tan complejo, sino exponer algunos criterios que podrían resultar útiles en análisis posteriores y de mayor envergadura. Teniendo esto en cuenta, son dos los objetivos generales de este trabajo: describir los usos actuales del clítico se y exponer su proceso de evolución, a partir de estudios previos hechos sobre el tema. Dada la diversidad de enfoques en relación a las funciones del clítico se, separo los trabajos sincrónicos de acuerdo a dos perspectivas teóricas: estudios formalistas y estudios funcionalistas. Por otra parte, integraré diversas perspectivas dentro de los estudios diacrónicos en un mismo apartado. Este orden de ideas corresponde a la estructura global del presente ensayo. A continuación paso a explicar brevemente la forma en que abordaré cada uno de estos temas, y a justificar la elección de los contenidos internos de cada uno. El proponer una taxonomía de los usos actuales del clítico se, supone un punto de partida epistémico: asumir que existen usos diferenciados e identificables. La gran mayoría de estudios hechos sobre el tema parten de este principio. Dado que las aproximaciones al fenómeno varían de acuerdo al marco teórico dentro del cual se inscriben, es natural que la clasificación de los 1 usos se haga a partir de diversas categorías conceptuales. Por otra parte, es común que, incluso dentro de un mismo marco teórico, los términos correspondan a nociones distintas, como lo prueba el hecho de que un mismo enunciado sea usado como ejemplo para describir dos categorías diferentes. Teniendo en cuenta esta diversidad teórica, propongo una aproximación que separa los estudios en dos grupos diferentes: perspectivas formalistas y perspectivas funcionalistas. El uso del plural en estas agrupaciones evidencia que no se trata de marcos teóricos homogéneos, sino con diversidad en su interior. Por otra parte, la separación no implica una ruptura absoluta de los dos modelos: encontramos casos en que, partiendo desde postulados diferentes, se llega a conclusiones similares. Este breve estado de la cuestión de los estudios sincrónicos sobre el se sirve como base para mi propuesta de clasificación de sus usos actuales, haciendo énfasis en que la categorización debe ser en forma de prototipos, dentro de un continuo de niveles de transitividad. En cuanto al segundo apartado, el desarrollo diacrónico del se, propongo una aproximación similar. Presentaré un estado de la cuestión de los estudios históricos y, a la luz de éstos, expondré el proceso de gramaticalización que explica el aumento funcional y distributivo del clítico se. Concluyo la importancia de estudiar la gramaticalización de construcciones específicas, en oposición a estudios genéricos. 2. Estudios sincrónicos del clítico se Dentro de la abundante bibliografía respecto al estudio del se, los trabajos sincrónicos ocupan la mayor parte de ella. No es extraño, sin embargo, que dentro de varios de estos análisis se haga menciones periféricas sobre sus origenes, o que se integren observaciones históricas elaboradas. Las razones que utilizo para definir lo que son estudios formalistas y funcionalistas son cuatro criterios relacionados. El primer criterio tiene que ver con la naturaleza de los datos usados para sustentar las hipótesis. Mientras muchos estudios formalistas proponen ejemplos sin 2 mencionar su origen, los mayoría de estudios funcionalistas se basan en muestras recogidas de corpus. Es importante aclarar que esta diferencia metodológica no es absoluta: hay estudios enmarcados dentro del paradigma formalista que usan ejemplos extraídos de textos, por lo general clásicos literarios o “lo que se dice hoy en día” (Bello 1988), como hay estudios claramente funcionalistas que proponen ejemplos plausibles del español, pero sin mencionar de donde fueron extraídos (Maldonado 1999). El segundo criterio se deriva del primero. Al partir de ejemplos concretos, los autores de la corriente funcionalista proponen las categorías, siguiendo un método inductivo. Por el contrario, los autores formalistas establecen desde un principio las categorías, para luego proponer ejemplos que las sustenten, en una metodología deductiva. Esta última estrategia supone un grave error argumentativo: no es difícil encontrar dentro de enorme variedad de construcciones con se aquellas que se adapten a una teoría, y, por otra parte, se pasan por alto los ejemplos que no concuerdan, o simplemente se toman como usos vulgares no adaptados a la norma (Gili Gaya 1943; Fernández Soriano 1993). El tercer criterio también se deriva del uso corpus. Cuando estos son el origen de las tesis, se pueden establecer hechos discursivos que inciden en el uso del se, como procesos paralelos (Aaron 2003), o hechos pragmáticos como subjetivización (Aaron and Cacoullos 2005). Por el contrario, cuando la base de las afirmaciones son ejemplos aislados, se pierde de vista la importancia del contexto discursivo o situacional, y con ello se deja de lado aspectos determinantes en cuanto a la configuración semántica y usos discursivos del clítico se. Por último, el criterio más importante para determinar si un estudio pertenece a la corriente formalista o funcionalista tiene que ver con la forma de categorizar. En los estudios formalistas se tiende a presentar a las categorías de forma discreta, donde cada una supone un nivel autónomo e independiente. En los estudios funcionalistas, la categorización se hace sobre un modelo de prototipos (Givón 1986; Geeraerts 2006), en donde las diferentes categorías no 3 tienen límites absolutos sino que se dan dentro de un continuo. Este modelo no sólo resulta útil para demostrar cómo una construcción puede ser altamente prototípica con respecto a una función, sino que evidencia el nivel de relación en cuanto a su valores semánticos. Este hecho, a su vez, permite una explicación en los procesos de cambio diacrónico (Company Company 2003). Teniendo en cuenta los cuatro criterios establecidos: uso de corpus, método inductivo vs. deductivo, análisis de contexto discursivo-situacional y modelos de categorización, paso a plantear lo que se ha propuesto sobre los usos del se, desde los dos paradigmas de la lingüística: formalismo y funcionalismo. Una vez presentadas estas dos aproximaciones, plantearé cuáles son los elementos que considero relevantes para dar cuenta de los usos actuales del clítico se. 2.1 Estudios sincrónicos formalistas La caracterización de estudios formalistas sobre el se tiene que ver con los criterios expuestos, más que con una adscripción explícita por parte de los autores que abordan el tema. De hecho, muchos de ellos no podrían ser clasificados como tal, ya que la aparición de sus textos preceden a la consolidación de la escuela formalista (Bello 1847; Menéndez Pidal 1905). Asumo a los trabajos como formalistas, más por su oposición con los criterios funcionalistas, que por una coherencia total en sus postulados. En este grupo se pueden diferenciar dos aproximaciones básicas: los estudios de base filológica y estructuralista, y los estudios generativistas. Considero que el primer grupo es el que mejores aportes brinda para una caracterización de los usos del se, por lo que dedico a ellos la atención de este apartado. Brevemente comentaré algunas propuestas generativistas. Los autores de la línea filológica-estructuralista asumen el valor reflexivo del se como su uso central (Gili Gaya 1943; Montes Giraldo 2003; Bello 1988; Zorraquino 1979). Este se considera su uso paradigmático, puesto que los autores asumen que es el más frecuente - hecho negado por los estudios de corpus (Bogard 2006)- y por la influencia del análisis filológico que 4 se centra en la evolución desde el latín clásico, en donde el uso reflexivo efectivamente es el dominante (Alvar 1983; Lapesa 1980). Este principio epistémico es determinante para la clasificación del se. Una consecuencia terminológica es que esta forma sea llamada “pronombre reflexivo” a pesar de que su uso como pronombre solo haga parte de una de las funciones (correferencialidad) y que, dentro de ella, la de reflexivo sea sólo la que se refiere a una entidad que ejerce una acción transitiva sobre sí misma. A partir de este criterio, las demás funciones se verán como un tipo de reflexivo. Así, la función recíproca es asumida como una variante reflexiva. Se utilizan dos argumentos para tal agrupación. Según Bello, lo que caracteriza la reflexividad es el hecho de que “una persona es paciente y agente a la vez” (Bello 1988, 492). En una construcción recíproca, esta condición se manifiesta en que las entidades son sujeto y objeto simultáneamente (Molina Redondo 1974). A partir de tal representación, la construcciones recíprocas son un tipo de reflexivas donde hay múltiples participantes (Alcina Franch and Blecua 1975, 910). Por otra parte, se asume que tanto la función reflexiva, como la recíproca, tiene origen en que el clítico actúa como un duplicador de función (Bogard 2006), por lo que estos dos usos deben ser agrupados bajo una misma categoría. La mayoría de estudios formalistas (y algunos funcionalistas) concuerdan en que el uso reflexivo y recíproco constituye una misma función del se en construcciones verbales transitivas. Los usos mencionados se asumen como los más claros y evidentes, y, por lo tanto, no son incluidos en los estudios amplios sobre el fenómeno (Sánchez López 2002; Mendikoetxea 1999). La atención se centra en las funciones que desempeña el se en construcciones donde no tiene un valor reflexivo. En este punto la categorización tiene múltiples aristas y sería de poco benéfico para el propósito de este ensayo proveer una lista exhaustiva de sus funciones, que en algunos casos llegan hasta doce (Montes Giraldo 2003) 5 Puede decirse que la clasificación general de los estudios formalistas proviene de un criterio básico: la sustitución por parte del se de uno de los argumentos de la oración o valencias del verbo. Desde este principio, se propone que cuando el se sustituye al sujeto, se da una función impersonal, y que cuando el se aparece junto a un objeto directo, asumido como sujeto nocional, convierte la oración en una pasiva. Los argumentos utilizados para diferenciar estas construcciones resultan por lo general de un análisis sintáctico, por ejemplo: a) Se venden casas b) Se vende casas En el primer caso, dada la concordancia entre el único argumento nominal de la oración (objeto directo) con el verbo, se asume que esta oración es equivalente a una pasiva, mientras en el segundo caso, la falta de concordancia supone que el sujeto está representado por el se, lo que la haría impersonal (Alarcos Llorach 1980; Molina Redondo 1974). Un tipo similar de argumentación subyace a los análisis generativistas. Estos plantean que existen dos tipos de estructuras profundas diferentes (activas y pasivas) representadas superficialmente a través del uso del se como marcador de impersonalidad o un elemento transformador de una pasiva perifrástica (Luján 1979; Fernández Soriano 1993). Por último, quedan los muchos casos donde el se no tiene un correlato dentro de la oración (reflexivo-reciproco), ni se puede decir que reemplace a uno de los argumentos (impersonal-pasiva). En estos casos, los estudios formalistas presentan una clasificación variopinta según el autor que se consulte. Dada la amplitud en las aproximaciones, no me detendré a explicar cada una de ellas. Sin embargo, vale la pena destacar el trabajo de Bello (1988, original de 1847). Pese a no estar elaborado sobre una marco analítico consistente, las observaciones del autor son muy agudas frente a los distintos matices significativos que el se puede incorporar a las construcciones que él llama “cuasi-reflejas”. Es interesante ver que muchas de sus observaciones coinciden con las interpretaciones que dan los estudios funcionalistas, en especial en lo que respecta al grado de afectación. 6 2.2 Estudios sincrónicos funcionalistas Como mencioné antes, el criterio fundamental para la inclusión de los estudios en la perspectiva funcionalista tiene que ver con su forma de categorización. A diferencia de la clasificación en categorías discretas, como las mostradas en el apartado anterior, los estudios funcionalistas proponen una mirada holística que ve un continuo en las diferentes categorías desde un modelo de prototipos (Givón 1986; Geeraerts 2006). De acuerdo a este principio común, presento lo que, hasta donde he podido estudiar, son los trabajos más completos sobre las funciones semánticas del se en términos globales (Maldonado 1999; Garcia 1975; Clements 2006; Azpiazu Torres 2004) y los estudios en construcciones específicas (Aaron 2003; Aaron and Cacoullos 2005; R. Torres Cacoullos and Schwenter 2008). Con respecto al primer grupo, vale la pena destacar las tesis doctorales de García (1975) y Maldonado (1999). El trabajo de García constituye el primer estudio que refuta los postulados generativistas en la explicación de los usos del se. Su perspectiva se basa en una correlación entre forma y contenido que busca proporcionar una explicación homogénea para todos los usos (y no usos) de lo que ella llama el reflexivo romance. Esta posición, lleva a la autora a proponer que en realidad existe un único tipo de se, que adquiere diferentes valores bajo procesos de inferencia que se dan en la interacción comunicativa y de naturaleza semántica. De esta manera, presenta ejemplos del tipo: a) Juan y María se besan b) Juan y María se asustan Para un análisis estrictamente formalista, no habría forma de explicar el porqué las dos oraciones tienen lecturas distintas (recíproco/voz media) dado a que guardan características sintácticas idénticas y ambos verbos son transitivos. García muestra que esta diferencia de significado se debe a un proceso inferencial que se da de acuerdo a las nociones activadas por los dos verbos (Garcia 1975, 154). En este sentido, se adelanta a lo que más adelante Fillmore 7 llamará marcos semánticos (Fillmore 1982), es decir, conocimientos previos que determinan la forma de interpretación de las unidades lingüísticas. De esta manera, García da cuenta detallada de los diferentes usos del se, a partir una lógica de inferencias mediadas por conocimientos del mundo, y sin necesidad de recurrir a una taxonomía de niveles discretos. Además de este aporte, es el primer trabajo que introduce nociones de frecuencia sobre corpus, lo que le da una sólida evidencia empírica a sus postulados. El segundo trabajo importante, A media voz, de Ricardo Maldonado (1999), sigue una línea de análisis similar, en el sentido de que se basa en criterios semánticos para la explicación de los usos del clítico se. El autor propone, como se evidencia en el título, la existencia de la voz media en español. Esta concepción es motivo de polémica en los estudios formalistas, puesto que el español no tiene un marcador formal exclusivo para ella (Alarcos Llorach 1980). Este argumento formalista no presenta mayor dificultad en su refutación: la voz es un fenómeno semántico que puede ser expresado con múltiples recursos formales, incluida la forma del pronombre reflexivo, como es común en varias lenguas indoeuropeas (Croft, Shyldkrot, and Kemmer 1987; Clements 2006). El autor asume a la voz media como un complejo sistema de representación semántica que se da por medio de distintos grados de flujo de energía y de focalización de los participantes. Esta concepción gradual lo lleva a plantear la existencia de categorías difusas que están condicionadas por los dos continuos mencionados. Así, un enunciado como Valeria se peinó, que bajo la mirada formalista sería considerado un ejemplo paradigmático de construcción reflexiva, para una mirada desde la semántica cognitiva corresponde a una instancia intermedia entre la voz reflexiva y la voz media, ya que “la separación entre sujeto y objeto no se puede establecer, dado el carácter inherente de pelo con respecto a su poseedor” (Maldonado 1999, 21). Este es un ejemplo de su tipo de análisis: parte de una interpretación detallada de los enunciados para situarlos en estadios no discretos, de manera inductiva, en 8 contraste con el determinismo de la posición formalista, que adecua enunciados a categorías absolutas y preestablecidas. El trabajo de Maldonado desarrolla gradualmente los criterios de focalización y flujo de energía, para crear una red de instancias que actúan como base en la representación de otras. En este sentido, las formas medias presentan un sistema coherente de relaciones semánticas, sintácticas y conceptuales (Maldonado 1999, 400). Este objetivo totalizador es similar al de García (1975), sin embargo, el aparato teórico de la autora tiene más influencia comunicativa y el motor explicativo de los usos tiene relación estrecha con los procesos de inferencia. Considero que estos dos trabajos son los estudios más completos sobre el se, y que, en conjunto, proporcionan un panorama integral de sus usos, sin recurrir a una categorías discretas. Sin embargo, no creo que cumplan absolutamente con los objetivos generalizadores propuestos. En el caso de Maldonado (1999), su argumentación parte de: X enunciado es realizable, Y no, por lo tanto…(teoría). Este método genera dudas en varios argumentos, por ejemplo: según el autor “Nacho se le comió la manzana a Valeria” es agramatical (1999, 418). Desde mi posición de hablante nativo, y mi conocimiento del dialecto colombiano (Bogotá-Cali) no solo diría que este tipo de enunciados son gramaticales, sino incluso frecuentes. Si se demuestra la existencia en el discurso de lo que Maldonado llama construcciones agramaticales, sus teorías resultan muy debilitadas. Considero que esta deficiencia se debe a la falta de uso de corpus, y asumir criterios de agramaticalidad a priori. Con muchos menos casos, García cae en generalizaciones similares: por ejemplo, según la autora “Pedro se murió” implica que definitivamente él no fue asesinado (García, 4; 155). Esta criterio no daría cabida a fenómenos como el que un rehén, en una toma guerrillera en Colombia, haya dicho “acá nos vamos a morir si no hacen algo” en una 9 llamada a un noticiero2. Este comentario evoca claramente la potencial muerte por asesinato, por lo que la afirmación de García tendría que se matizada. Otro de los aportes de la línea funcionalista al análisis del se lo dan los artículos de Clements (2006) y Azpiazu Torres (2004). Estos autores parten del principio de que la transitividad no es una categoría binaria, como lo propone la gramática tradicional, sino que se trata de un fenómeno gradual (Hopper and Thompson 1980). Partiendo de que la función del se está en gran medida determinada por el nivel de transitividad del verbo con el que interactúa, proponen una escala de valores que varía de acuerdo al menor o mayor grado de transitividad de la construcción. La propuesta de Clements es que el clítico aporta un valor opuesto al nivel de transitividad del verbo, es decir, si el clítico aparece con un verbo altamente transitivo, éste reducirá su transitividad, al punto de llegar a anular una de las valencias del verbo. Uno de sus ejemplos es el verbo enamorar, si este verbo es acompañado del se, no se hace necesario la inclusión de un agente que genere el estado, sino que el participante asume el valor de experimentante. Por otro lado, si el clítico interactúa con un verbo intransitivo, este incrementará su transitividad, añadiendo uno o más de los criterios establecidos por Hopper and Thompson (1980). Así, la diferencia entre dormir o dormirse radica en la telicidad, mientras que la diferencia entre comer y comerse es la especificidad del objeto. Azpiazu Torres (2004) llega a una conclusión similar. Su modelo propone un continuo entre construcciones altamente transitivas donde el se ejerce una fuerza semántica que desintrativiza el verbo, dando como resultado varios niveles dentro de la escala diatética, que puede sintetizarse en: sujeto hace – sujeto experimenta – sujeto padece (Azpiazu Torres 2004, 11). Y en el otro extremo del continuo, el clítico tiene una función contraria, expletiva, donde se 2 Tomado de las grabaciones hechas durante la toma, por parte del M-‐19, del palacio de justicia en Colombia, en 1985. 10 presenta un agente esquemático (impersonal), que en la mayoría de casos actúa también como un reforzador aspectual. Por último, dentro de esta breve descripción de las aproximaciones funcionalistas, vale la pena citar los estudios basados en construcciones (Aaron 2003; Aaron and Cacoullos 2005; De Mello 1996; R. Torres Cacoullos and Schwenter 2008). En estos casos, los autores, en lugar de proponer explicaciones genéricas del clítico se, parten del análisis de su aparición junto a verbos específicos. Esta estrategia les permite analizar de forma variacionista los factores estadísticamente relevantes que inciden en la pronominalización. De esta manera, Aaron (2003) propone que en las construcciones que involucran desplazamiento (salir, ir, entrar etc.) la aparición de se junto al verbo genera un grado mayor de dinamismo energético, confirmado la tesis de Maldonado (1999). Por otra parte, factores como proceso paralelo, es decir, la previa aparición de construcciones similares, o elementos pragmáticos, como la contra expectativa frente al evento, juegan un rol importante en la selección de la forma pronominal. El trabajo de Aaron y Cacoullos (2005) presenta la misma metodología, método variacionista, basado en corpus. En este caso, los resultados demuestran que el uso del se es favorecido por factores de subjetividad, es decir, el nivel de involucramiento del hablante frente al evento. La fórmula para medir tal criterio se basa en la aparición del clítico junto a verbos conjugados en primera persona o en tercera con referentes cercanos al hablante. En una línea similar, Torres Cacoullos y Schwenter (2008) analizan el uso del clítico se en los verbos subir(se) y bajar(se). Uno de los resultados más importantes de este trabajo es el reconocimiento de que el uso del se aparece favorecido en determinadas construcciónes. Este punto es significativo, puesto que no son criterios abstractos los que determinan su aparición, sino que intervienen factores relacionados con el frecuencia de uso de la construcción, como niveles de agrupamiento (constuency), y por lo tanto, formularicidad, hechos que han 11 demostrado tener una gran importa en la forma en que se estructura la lengua (Joan L. Bybee 2007; Joan L. Bybee and Paul Hopper 2001). 2.3 Conclusiones Esta primera sección, estudios sincrónicos, ha tenido la intención de responder a la pregunta: ¿Cuáles son los usos actuales del se? La estrategia que he tomado es presentar un breve estado de la cuestión, en vez de dar una lista de usos y ejemplos, como lo haría un enfoque formalista. La mención de los estudios ha demostrado la variedad de perspectivas que se le puede dar a la pregunta, por lo que considero útil el definir primero cual serían aquellos que mejores herramientas analíticas aportan y, a partir de éstos, proponer un modelo que permita la interpretación de los distintas construcciones donde aparece el clítico se. La primera conclusión es que las aproximaciones funcionalistas tienen los métodos y marcos teóricos que mayor profundidad y nivel explicativo pueden proveer al análisis. La perspectiva formalista de asumir al se como un anulador de valencia deja de lado muchos hechos significativos del clítico. Por otra parte, la divergencia terminológica a la que llega este procedimiento y la debilidad en su argumentación crean más dudas que respuestas. Dentro del aproximación funcionalista se ha visto una diversidad de planteamientos. De acuerdo a los criterios que usé para la inclusión de los estudios dentro de esta perspectiva (uso de corpus, método inductivo, análisis de contexto discursivo-situacional, y categorización por medio de prototipos), los diferentes estudios se pueden plantear en un continuo, siendo los que reúnen todas estas características los más funcionalistas, y, a medida que se dejan de lado algunas de ellas, menos funcionalistas. Como conclusión, siguiendo estos criterios, considero a la corriente funcionalista “radical”, la que incluye todos los criterios, la más apropiada para una explicación de los usos del clítico se, y paso a exponer las razones. En primer lugar, destacaría la importancia de una metodología basada en el estudio de corpus. Este método tiene tanto coherencia teórica como beneficios en cuanto a la información 12 que nos provee. En cuanto a la coherencia teórica, nos permite ser consistentes frente a los objetivos de la lingüística, si queremos describir y explicar los fenómenos del lenguaje, tenemos que partir de su manifestación: el uso que de él hacen los hablantes. En cuanto a la información que nos provee, se ha demostrado la existencia de factores discursivos y pragmáticos que influyen en la elección del clítico. Esto sólo es rescatable a través de un análisis de los elementos contextuales dentro de un corpus. Por otra parte, nos permite evitar juicios a priori, y contrastar los contra-ejemplos dentro de un marco estadístico, lo que nos pueden llevar a explicaciones de variación y frecuencia. En segundo lugar, plantearía la importancia de analizar construcciones específicas en lugar de proponer una teórica genérica frente al clítico se, es decir utilizaría un método inductivo. Aunque la generalización y el objetivo de dar un explicación globalizadora es muy sugestiva, creo que la naturaleza del objeto de estudio está condicionada por diferentes variables, que hacen imposible tal empresa. Una de las razones es puramente semántica. Creo que la configuración significativa de las construcciones se da por medio de blendings (G. Fauconnier and Turner 1994), asumidos como “the construction of additional spaces with emergent structure, not directly available from the imput domains” (idem, 365). En este sentido, no es la suma del valor semántico del verbo y del clítico los que generan el significado, sino la interacción entre ellos, del cual emerge un sentido único. Esta posición no significa que cada construcción sea una función única del clítico se. Creo que hay niveles de regularidad (como mencionaré mas adelante) pero que tienen que ser demostrados a partir de instancias específicas. En tercer lugar, considero importante el análisis de construcciones específicas si se tiene en cuenta que cada una de ellas está determinada por factores de gramaticalización distintos (siguiente apartado). En este sentido, por ejemplo, una construcción con verbos como morir/ morirse puede plantear la pregunta de qué aporta semánticamente el clítico se al verbo, mientras que el contraste entre dormir/dormirse no generaría el mismo objetivo, pues puede 13 considerarse que dormirse ha pasado por un proceso de lexicalización en el cual el verbo designa un cambio de estado, mientras dormir es un verbo durativo. Es decir, pese a su factor común, estamos frente a dos verbos distintos. Por otra parte, son muchas las construcciones que se han cristalizado junto al se, por ejemplo “me morí del susto”. Sería bastante raro encontrar “morí del susto” por lo que es importante tener en cuenta estas regularidades formulaícas al momento de presentar un análisis de las construcciones y sus significación. Teniendo estos elementos en cuenta, paso a proponer lo que todos los estudios funcionalistas comparten: una categorización semántica basada en un modelo de prototipos. Esta es, sin lugar a dudas, la mejor manera de caracterizar el clítico se y en general todas las unidades lingüísticas. En este sentido, considero que la escala de transitividad propuesta por Hopper y Thompson (1980) y aplicada por Azpiazu Torres (2004) y Clements (2006), recoge de manera integral las distintas significaciones que el se puede desempeñar en construcciones específicas, y permite incluir, sin necesidad de elaborar otra escala, los criterios de flujo de energía y focalización propuestos por Maldonado (1999). La representación general de esta escala sería: Alta transitividad Baja transitividad + Participantes + Kinesis (flujo de energía) Telico Puntual + Volitivo + Agentividad + Individuación (focalización) + Afectación Reflexivo - Participantes - Kinesis (Flujo de energía) Atelico No puntual - Volitivo - Agentividad - Individuación (focalización) - Afectación valores medios Impersonal A partir de esta escala, una construcción verbal podría ser clasificada dentro del continuo de acuerdo al nivel (o niveles) que sean aumentados o reducidos por la presencia del clítico se. Es importante aclarar que los niveles se modifican de forma independiente, aunque muchas veces el cambio de uno afecte a otros. Según Clements (2006) y Azpiazu Torres (2004) el se desintrativizaría una construcción altamente transitiva y de forma opuesta, construcciones de 14 baja transitividad, serían transitivizadas. Aunque ésta pueda ser una regularidad, no creo que deba ser tomada como principio absoluto. Por ejemplo, en un contraste del tipo: Mataron a mi perrita ayer / Me mataron a mi perrita ayer (comentario escuchado a un conocido) Podríamos decir que, pese a la alta transitividad de la construcción sin se, la presencia del clítico aumenta aun más el nivel de transitividad, ya que: 1) aumenta los participantes - el enunciador se incluye en forma dativa- Esto a su vez genera 2) aumento de focalización – el enunciador aparece situado como tópico relevante en la construcción y 3) la construcción eleva su nivel de afectación – el enunciador aparece como participante afectado por la acción. Otro ejemplo para ilustrar la incidencia en el nivel de transitividad, podría verse en verbos de movimiento: Salí del salón a las cinco / Me salí del salón a las cinco En este caso, la presencia del clítico es consistente con la hipótesis de Clements (2006). La construcción sin se tiene una lectura de baja transitividad. La presencia del clítico en este caso aumenta 1) la agentividad – el enunciador parece tener mas control sobre la acción – 2) la volicionalidad – dado este control, se puede inferir su deseo de realizar la acción, y 3) el nivel de kinesis y aspectualidad – la acción parece ser desarrollada con mayor energía y por lo tanto con mayor rapidez. La elección de este último ejemplo tiene como intención mostrar el hecho en el que he venido insistiendo: no es posible dar una explicación absoluta de enunciados aislados, sin tener en cuenta los factores pragmático-discursivos. En este caso, como lo muestra Aaron (2003) la elección del clítico puede estar relacionada con una contra expectativa (por ejemplo, que dentro del discurso se hubiera indicado que la clase terminaba a las 5:30). Esta lectura es consistente con los factores de transitividad mencionados. Como conclusión, el se puede tener múltiples funciones dentro de una misma construcción, no solo en términos de activar varios de los niveles de transitividad, sino de 15 incorporar elementos pragmático-discursivos de forma integral y complementaria. Su estudio debe partir de las construcciones en contexto, y su caracterización permitirá acercarlos a instancias dentro del continuo. 3. Estudios Diacrónicos Si los estudios sincrónicos sobre el se presentan diversidad de posiciones, no lo es menos lo que respecta a los estudios relacionados con su desarrollo diacrónico. Considero que las diferencias que se han planteado frente a su origen no se derivan de una falta del consenso frente al proceso de cambio como tal, pues los datos son incontrovertibles, sino a los posiciones asumidas con respecto al concepto de voz – de ahí su categorización – y la diferente identificación de lo que es una lengua en el plano diacrónico. Este último criterio tiene un impacto en lo que se ha propuesto como las etapas de cambio. Muchos de los estudios sobre el tema parten de una diferencia no matizada entro lo que es el latín y el español. Este es uno de los motivos que más confusión crea, pues pretende diferenciar dos categorías que en realidad pertenecen a un continuo. Nuevamente toma importancia la categorización en prototipos, que nos permite plantear la relación entre las diferentes etapas de desarrollo de acuerdo a su baja o alta prototipicidad. Si asumimos esta perspectiva, mas que dos lenguas discretas, estamos frente a un continuo que va desde un latín prototípico (imperial) – un hispano romance – un español medieval – y un español prototípico (moderno) (Penny 2000). La otra causa de divergencia tiene que ver con la base teórica sobre la cual reposan los estudios, en especial con lo que respecta a la noción de voz. Estas diferencias presentan muchos matices, pero pueden englobarse en dos criterios: aquellas posiciones que establecen una dicotomía entre dos sistemas básicos de voz: activo y pasivo, donde la media constituye un punto entre éstas (la mayoría de estudios filológicos) o donde la noción de voz media es negada (Alarcos Llorach 1980). Por otra parte, están los autores que asumen a los sistemas básicos de 16 voz como activo y medio, donde las pasivas se incluyen y se derivan de este último sistema (Azpiazu Torres 2004; Croft, Shyldkrot, and Kemmer 1987; Maldonado 1999). Como plantee en el modelo para la caracterización de los usos del se, me inclino por esta última perspectiva, si se asume que la voz media presenta una variación relacionada con niveles de transitividad, en especial el grado de distinción (distinguishability) y afectación (Kemmer 1993) así como el grado en el flujo de energía y focalización (Maldonado 1999). Es decir, asumo a la voz media de forma semántica y general como indicador de que “the action or state affects the subject of the verb or his interests” (Lyons, 1969, citado por Kemmer, 1993). Esto no significa que desconozca o descalifique las aproximaciones que se dan desde la otra perspectiva. Por el contrario, creo que allí es donde se plantea de forma más detallada y precisa las etapas de cambio, en especial Bogard (2006) Sánchez López (2002) y Monge (2002, original 1955). Para no generar confusión terminológica, usaré las categorías a las que se refieren los autores mencionados, como pasivas, anticausativas, incoactivas etc., dando por entendido que las considero como parte del continuo de la voz media. La pregunta inicial acerca del origen del se nos remonta al latín prototípico (imperial). El primer factor para tener en cuenta es que esta variedad genera el significado gramatical a partir de morfemas tanto en nombres (declinaciones) como en verbos (desinencias): se trata de una lengua altamente sintética. En este sentido, la desinencia -r como en lavatur podían tener dos interpretaciones: pasiva “es bañado” o reflexivo “se baña” que se infería por el contexto (Monge 2002). Con el proceso de analizabilidad, se pierde esta terminación y se empieza a usar el pronombre se para marcar la reflexividad (Jupiter mutaba sese: Jupiter se transformaba a sí mismo, en Sánchez López 2002, 126). Con el tiempo, la marcación de reflexividad se extiende a otras donde el sujeto no tiene responsabilidad (Iam ego me convortam in hirudinem: ya me convirtiera yo en sanguijuela, ídem). Lo que se evidencia en esta primera etapa es un cambio en el latín donde el reflexivo directo, pasa a un reflexivo indirecto o lo que consideraríamos una 17 voz media. En este sentido, se podría confirmar que “el origen de las pasivas e impersonales con se está en la existencia, ya en latín, de construcciones medias caracterizadas por su forma reflexiva” (Sánchez López 2002, 124) La construcciones “reflexivas” iniciales se caracterizaban por tener un sujeto humano junto a verbos transitivos. De esta instancia se derivan dos cambios paralelos y complementarios: el se empieza a ser usado con sujetos no animados, por ejemplo: yo veo que’s deuen poner las cosas en tres maneras (Siglo XII, tomado de Monge 2002, 354) y a ser usado con verbos intransitivos: E fuese Diana a Senceba (año 1136, tomado de Maldonado 1989). Estos dos cambios representan una “desdibujación del agente” (Sánchez López 2002, 137) dentro de las construcciones con se. Vale la pena advertir que estos usos no significan el origen de la voz media como valor significativo. Este valor, como anotan Croft, Shyldkrot y Kemmer (1987) puede ser manifestado a través del significado léxico del verbo, que se daba en latín en casos como aegrotat: enfermarse o ardeo: arder. Lo que se da es un paso hacia una marcación morfológica de voz media que se realiza por medio del pronombre reflexivo, o en palabras de los autores mencionados “in one of the best attested case of evolution of the middle voice, that of the reflexive forms from Latin to Romance, the middle voice uses were adquiere gradually by the reflexive pronoum form” (idem, 186). El fenómeno interesante es que una vez dada la marcación morfológica a través del clítico, éste se anexa a los verbos con valor medio, que para el 750 d.C eran casi todos intransitivos (Maldonado 1989, 345). Esto supone el inicio de la pronominalización, y explica el hecho de que la mayoría de verbos que tienen sentido medio en español de produzcan con altísima frecuencia usando el clítico se (levantarse, acostarse, enfermarse etc.). A partir de lo mostrado, se hace evidente que el clítico se en latín pasa por un cambio típico de gramaticalización. Este es un proceso central en el cambio lingüístico, y dentro de las 18 características asociadas a él, se encuentra la ampliación funcional (y por lo tanto distributiva) de una unidad lingüística (Company Company 2003). Si asumimos que la unidad central de la lengua es la construcción (Goldberg 1995), estamos frente al hecho de que la gramaticalización no se da en el clítico como tal, sino en las construcciones donde éste aparece, es decir, en su interacción frente a determinados verbos. Este hecho, a su vez, está mediado por la fijación de estrategias discursivas (Company Company 2003). Este último punto es fundamental en la comprensión del cambio lingüístico. A diferencia de los estudios diacrónicos tradicionales, que proyectan la evolución de la lengua desde una mirada teleológica (independiente a su uso), una mirada de gramaticalización asume a éste como el factor determinante en el proceso de cambio, y en relación con esto, propone a la frecuencia como motor central en el proceso de evolución de determinadas instancias (Bybee and Paul Hopper 2001, 3). Esta propuesta explica el hecho de que las primeras construcciones donde se amplía la funcionalidad del clítico se, sean aquellas que incorpora verbos de alta frecuencia: de movimiento y cambio de estado (Sánchez López 2002; Maldonado 1989). El uso continuo de estas expresiones da origen a otro de los fenómenos de gramaticalización, el debilitamiento del significado referencial y la ganancia de nuevos usos (Company Company 1997; Paul J. Hopper and Elizabeth Closs Traugott 2003). Este proceso y su relación con la frecuencia se entiende como semantic bleaching, en términos de Bybee and Thompson (1997), y da como resultado el que la unidades frecuentes puedan ser interpretadas en diferentes contextos discursivos gracias a extensiones metafóricas (Company Company 2003; Maldonado 1989). Este último proceso se relaciona con el fenómeno de subjetivización, o en nivel involucramiento del hablante frente a lo enunciado (Traugott 1995). Este factor explica el aumento funcional del clítico se en los dos grupos verbales mencionados. Con respecto al de cambio de estado, es natural suponer que cuando éste se da en humanos, activen nociones 19 valorativas en el hablante, aumentando las posibilidades del uso de se que elevan el nivel de afectación (Maldonado 1999). Por otra parte, Aaron and Cacoullos (2005), muestran el efecto de la subjetivización en el cambio diacrónico de los verbos de movimiento, en especial salirse, dada la cualidad semántica de esta construcción de expresar un evento no anticipado o de contra-expectativa. Los procesos mencionados, blanqueamiento semántico y subjetivización, permiten explicar la expansión funcional de clítico se en los distintos niveles de la voz media en el latín. En este sentido, hay consenso entre los autores en que cuando el latín llega a su etapa tardía (e inicio del español), ya tiene incorporados a la clásica función reflexiva, aquellas funciones derivadas de la voz media (afectación, telicidad, contraexpectativa etc.). La diferencia entre los autores corresponde a que, según algunos, los valores pasivos e impersonales son una innovación propia de las romances (Azpiazu Torres 2004, 11; Sánchez López 2002, 131), mientras que otros aseguran que estos valores ya estaban dados en Latín (Bogard 2006; Maldonado 1989). Respaldando la última perspectiva, la misma Sánchez López expone un contra-ejemplo a su afirmación: Neque herba nascetur, queque lutamenta scident se – ni la hierba nace, ni se rompe el barro (126). Sin entrar a mediar en esta polémica, y asumiendo que la divergencia tiene un origen terminológico, lo que se puede establecer es que en el inicio del español, el clítico se desempeñaba varias funciones. En este sentido, la única referencia con un corpus extenso que busca explorarlas a cabalidad desde el siglo XII al XVI, se encuentran en Bogard (2006). Por la importancia de su trabajo, cito a continuación la tabla que sintetiza los resultados de su investigación: Función/Siglo XII % XIII % XIV % XV % XVI % Total % Reflexivo Reciproco Impersonal Pasiva Anticausativa Antipasiva 23.3 4.3 2.2 4.3 29.6 8.4 21.5 2.7 3.2 15.3 24.5 10.3 15.5 0.6 4.3 21.2 35.3 10.7 15.3 1.2 5.8 27.2 28.6 6.0 18.6 2.1 3.9 17.1 30.3 8.3 21.5 3.1 1.5 3.8 36.9 3.8 20 Aspecto Afectación 22.3 6.2 20.2 7.2 21.2 0.6 6.4 3.3 Funciones del clítico se (siglo XII al XVI)3 9.7 4.2 14.0 1.5 Si asumimos que las categorías pasíva, anticausativa, antipasiva, aspecto y afectación corresponden a diferentes instancias de la voz media, se evidencia que esta función es la más productiva desde los origenes del español y se mantiene de manera estable hasta el siglo XVI (46.5% del total). Esta conclusión es uno de los resultados más llamativos de la investigación, pues la mayoría de estudios predicen que una vez iniciado el proceso de gramaticalización, este presentará un continuo desarrollo, tanto en funcionalidad como en distribución (Company Company 2003; Croft, Shyldkrot, and Kemmer 1987; Sánchez López 2002; Maldonado 1989). En este sentido, la investigación de Bogard (2006) confirma que se da una tendencia en el aumento cuantitativo del clítico, y sin embargo, “en términos de sus funciones y de su distribución porcentual promedio, el clítico reflexivo ya se comporta en el siglo XII en lo esencial como lo hace actualmente” (Bogard 2006, 865). Según esta conclusión, el clítico se habría llegado a un estado de estabilidad en cuanto a su gramaticalización desde finales del hispano romance y origenes del español medieval. Este resultado debe ser tomado con cierta cautela. En primer lugar, los datos del autor llegan hasta el siglo XVI, por lo que no tenemos evidencia de corpus que nos muestren si en los siglos posteriores se haya presentado variación funcional o distributiva. Por otro lado, y lo que considero más relevante, es que el autor plantea un estudio diacrónico homogéneo, es decir, no separa los tipos de construcciones verbales. Como se expuso antes, la gramaticalización se da en construcciones, por lo que es predecible suponer que algunas de ellas - las más frecuentes y las que mayor nivel de subjetividad supongan - tendrán un proceso diferente al resto, por lo que se hace necesario comparar estos resultados genéricos con estudios de construcciones específicas, y 3 Tomado de Bogard (2006, 774). En la tabla sólo incluyo los valores porcentuales. 21 así determinar cuáles son los núcleos que presentan mayor gramaticalización y cuáles presentan mayor estabilidad. Bibliografía: Aaron, J. E. 2003. 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