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Consejo nutricional y alimentario LI. Serra Majema,b, L. Ribasa,b C. Castellb V. Arija c, G. Lloverasb y L. Sallerasa,b a Unidad de Medicina Preventiva. Facultad de Medicina. Universidad de Barcelona. Dirección General de Salud Pública. Departamento de Sanidad y Seguridad Social. Generalidad de Cataluña. c Concejalía de Sanidad y Servicios Sociales. Ayuntamiento de Reus. b estado nutricional, atención primaria, dieta, educación sanitaria Introducción La mejora general del estado nutricional en los países desarrollados, que va ligada a un aumento de las tasas de crecimiento durante la infancia, ha contribuido al descenso de las enfermedades infecciosas producido en el presente siglo. Por otra parte, durante las últimas décadas se ha adquirido conciencia de los nefastos efectos a largo plazo de la denominada «plétora alimentaria», propia, así mismo, de los países desarrollados, y que se caracteriza por un exceso de alimentos demasiado calóricos y con un elevado contenido en grasas y azúcares, y pobres en hidratos de carbono complejos. La investigación epidemiológica ha evidenciado una estrecha y coherente asociación entre la instauración de este tipo de alimentación y el incremento de una serie de enfermedades crónicas no infecciosas: cardiopatía coronaria, enfermedad cerebrovascular, diversos tipos de cáncer, diabetes mellitus, cálculos biliares, caries dental, patologías digestivas y afecciones óseas y articulares1-3 . La continua eclosión de pruebas científicas confirma el importante papel del régimen alimentario en la aparición de las causas más frecuentes de muerte prematura, que en nuestro país son el cáncer y las enfermedades cardiovasculares4. Durante las 2 o 3 últimas décadas, se ha podido observar, tanto en Cataluña como en el resto del Estado español y en otros países, una tendencia a aumentar el consumo de carne, particularmente porcina y bovina, pescado, leche y sus derivados, así como a disminuir el de pan, cereales, legumbres y patatas. Esto representa una evolución de las pautas alimentarias de la población que tiende a disminuir el consumo de hidratos de carbono complejos y a incrementar el de proteínas y de grasas saturadas. Por otra parte, se constata también un aumento leve, pero mantenido, de las enfermedades cardiovasculares y de algunos cánceres, como el de mama. En todo el mundo se están llevando a cabo programas de salud nutricional, que en los países desarrollados se orientan a reducir la morbilidad y la mortalidad de la patología denominada de plétora o abundancia1,5,6. A pesar de que la traducción de los resultados de las investigaciones en recomendaciones alimentarias ha sido siempre controvertida, de los resultados de los diferentes estudios, realizados en nuestro país en el contexto de los conocimientos actuales sobre la relación entre la dieta y las enfermedades crónicas, surgen algunas recomendaciones alimentarias para la población general7. Conviene moderar el conCorrespondencia: Dr. LI. Serra Majem. Facultad de Medicina. Avda. Diagonal, s/n (Pedralbes). 08028 Barcelona. Med Clin (Barc) 1994; 102 Supl 1: 93-99 sumo de carne y grasas de origen animal, y aumentar el de alimentos que contienen hidratos de carbono complejos (pan, legumbres, pasta, arroz). El consumo de aceite de oliva debe prevalecer sobre el de otros aceites vegetales o grasas de adición. En este último aspecto, la política del país ha sido desafortunada, y es necesario promocionar el cultivo del olivo que nos ha legado la cultura mediterránea en lugar de promocionar cultivos alternativos de aceites de semillas8. También es conveniente moderar el aumento en el consumo de productos lácteos, promocionando estos productos en su forma desnatada o semidesnatada. El consumo de frutas y verduras es considerable si se compara con el de otros países comunitarios; no obstante, debe mantenerse y aumentar en una parte de la población. Por último, a pesar de que el consumo de azúcar no es demasiado elevado, convendría disminuirlo, particularmente entre los jóvenes7,9. Por lo tanto, las recomendaciones alimentarias para la población deben incorporar la promoción de la dieta tradicional y autóctono, y evitar la adquisición de nuevos hábitos «occidentalizadores» en ella7,9. Magnitud del problema La educación nutricional, como parte de la estrategia de intervención nutricional, debe aumentar los conocimientos y modificar las actitudes de la población en aquellos aspectos que relacionan la alimentación con la salud10. El etiquetado nutricional desempeña un papel muy importante. Hay que revisar los currícula escolares y satisfacer la incesante demanda sobre temas relacionados con la nutrición, utilizando de forma adecuada los medios de comunicación. Por último, es fundamental establecer una política de prevención de los trastornos o desequilibrios alimentarios desde la atención primaria. Los médicos y otros profesionales sanitarios se encuentran en disposición óptima para llevar a cabo este tipo de acción10. Los hábitos alimentarios han sido relacionados con las siguientes patologías: Enfermedad coronaria. La elevada concentración de colesterol plasmático es uno de los tres factores de riesgo modificables de la enfermedad coronaria. Los principales factores nutricionales que se han identificado con una elevada concentración de colesterol plasmático y el desarrollo de la enfermedad cardiovascular son las grasas, y en particular los ácidos grasos saturados y el colesterol, y un desequilibrio energético que conduce a la obesidad. Otros constituyentes de la dieta, como la fibra y el alcohol, pueden interaccionar con estos factores de diferentes formas, aún poco conocidas11-17 . 93 MEDICINA CLÍNICA VOL. 102. SUPLEMENTO 1. 1.994 En Cataluña, el tanto por ciento de grasas en relación al aporte calórico total superaba en el año 1986 el 40 %, correspondiendo un 13 % a grasas saturadas. El aceite representa casi el 20 % de la ingesta calórica media, lo que contribuye al hecho de que la ingesta de ácidos grasos monoinsaturados represente más del 18 % del aporte calórico diario. El consumo de fibra, de 15 g diarios, es inferior al recomendado7. El estudio de Reus aportó datos ligeramente inferiores en cuanto al consumo de grasas18. Hipertensión arterial. Los factores dietéticos que contribuyen a la hipertensión arterial son la obesidad y la ingesta excesiva de sodio y alcohol19,20. La prevalencia de la hipertensión arterial definida en el área rural catalana se estimó en el año 1985 en un 25 %. Cáncer. Los factores dietéticos estudiados por su posible relación con el riesgo de cáncer son el exceso de grasas y de calorías, el déficit de fibra y de alimentos ricos en vitamina A y carotenos, y el consumo de alcohol. Otros factores propuestos son el déficit de vitamina C, vitamina E y selenio, el exceso de proteínas y los alimentos ahumados o salados21-27. El cáncer en Cataluña supone en la actualidad la primera causa de años potenciales de vida perdidos, y se calcula que un 35 % de los cánceres están íntimamente relacionados con la dieta y los hábitos alimentarios28. Diabetes. La obesidad aumenta de forma importante el riesgo de desarrollar una diabetes tipo II en los individuos genéticamente predispuestos. Las grasas tienen más del doble de calorías que las proteínas o los hidratos de carbono; por tanto, una reducción en su ingesta comporta un balance calórico más favorable, sobre todo cuando al cambio dietético se añade a un nivel adecuado de actividad física. El control de la obesidad puede contribuir a la reducción de la prevalencia de la diabetes mellitus tipo Il. A destacar además que cualquier tipo de diabetes mellitus tiene una evolución condicionada por los hábitos alimentarios3. Obesidad. La obesidad aparece cuando un individuo gasta pocas calorías y las ingiere en exceso según sus necesidades metabólicas. La elevada prevalencia de obesidad en nuestro medio y su relación como factor de riesgo con la diabetes, la hipertensión arterial, la enfermedad coronaria y el ACV, enfermedades de la vesícula biliar y algunos tipos de cáncer supone que una disminución del peso medio de la población general puede suponer una mejoría para la salud de la misma 29,30. Enfermedades esqueléticas . En la población española, la osteoporosis constituye un problema de salud pública a causa de su prevalencia, sus consecuencias en general para la salud de la población anciana y los costes económicos que produce31. Los factores alimentarios de interés son el calcio, el fosfato, la vitamina D (y su forma con actividad hormonal: calcitriol), las proteínas, el sodio, las calorías y el alcohol. La forma en que estos factores afectan al desarrollo de la masa ósea es compleja y requiere más investigaciones. Otros factores que pueden reducir el riesgo de osteoporosis son el aumento de ejercicio físico y un descenso en el consumo de tabaco, así como una correcta atención a la mujer menopáusica32-35. En Cataluña, el consumo de calcio es insuficiente para cubrir las recomendaciones en algunos sectores de la población7,18. Caries dental. Los principales factores alimentarios relacionados con las enfermedades dentales son los azúcares y los fluoruros. El consumo frecuente de azúcares, especialmente sacarosa, favorece la formación de la placa dental, elemento 94 clave que predispone a la caries y a las enfermedades periodontales. Su consumo per capita en Cataluña es de 80 g/hab./día36-38 . Anemia. La prevención de la anemia relacionada con la dieta depende de una adecuada ingesta de hierro, vitamina B12 Y folatos, así como de otros nutrientes esenciales39,40. Excluyendo a los niños y a las mujeres en edad fértil, quienes presentan un riesgo incrementado de padecer déficit de hierro, parece que el consumo actual de este nutriente es suficiente para la mayoría de la población catalana, a excepción de las mujeres de la tercera edad7,18. Bocio endémico. En el año 1985, el Departamento de Sanidad y Seguridad Social de la Generalidad de Cataluña finalizó un amplio estudio para determinar la prevalencia de bocio y el déficit de yodo en Cataluña. La prevalencia de bocio resultó del 21 % y la excreción urinaria de yodo de 88 mg/I, lo que catalogaba la totalidad del territorio rural en Cataluña como una zona de endemia leve. En la actualidad parece que este problema se ha reducido considerablemente desde la introducción de la sal yodada en el consumo habitual, desde 198541-43. Una encuesta alimentaria realizada en 1986 en Cataluña por el Departamento de Sanidad y Seguridad Social sobre una muestra representativa de la población catalana arrojó unos resultados, descritos en el Libro Blanco sobre Hábitos Alimentarios y Consumo de Alimentos en Cataluña7, que no serán comentados aquí, debido a la próxima aparición de los resultados de la nueva Encuesta de Evaluación del Estado Nutricional de la Población Catalana (1992). En el año 1990, el Departamento de Sanidad y Seguridad Social, considerada la importancia que los hábitos alimentarios en particular y la nutrición en general tienen sobre la salud, el incremento de la morbimortalidad para las enfermedades relacionadas con la nutrición, así como el bienestar general y el ahorro potencial de programas de prevención primaria nutricional, creó el Programa de Alimentación y Nutrición, culminando las actividades iniciadas en el año 1985 en esté campo44,45. Eficacia y efectividad de la intervención Eficacia de la reducción del riesgo La influencia de los hábitos alimentarios sobre la salud ha sido objeto de numerosas y recientes revisiones bibliográficas. Existe un gran número de experiencias en todo el mundo que evalúan la eficacia de la mejora de los hábitos alimentarios en la prevención de las enfermedades con que están relacionados46. La reducción de las grasas, y especialmente de las grasas saturadas, de la dieta reduce el riesgo de desarrollar enfermedad coronaria. El colesterol plasmático está íntimamente relacionado con la cardiopatía coronaria, y éste puede ser modificado mediante medidas dietéticas apropiadas. Diversos ensayos clínicos controlados han demostrado una reducción del 10 al 15 % en las concentraciones de colesterol en sangre utilizando dietas bajas en grasas saturadas; la incidencia de episodios cardíacos disminuye, en estos casos y en otros estudios de intervención, un 2 % por cada 1 % de reducción del colesterol plasmático14,15,47-50. El colesterol dietético puede influenciar también las concentraciones de colesterol LDL, si bien el efecto es más débil e inconsistente que para la grasa total y para la grasa saturada de la dieta51-54 . Las cifras de tensión arterial también mejoran al reducir el contenido de grasas saturadas y aumentar el de insaturadas, tanto en normotensos como en hipertensos50. Por otro lado, a pesar de que no existen estudios demostrati- M. DOMPER ET AL.- TOMOGRAFÍA DE EMISIÓN DE FOTONES CEREBRAL. vos, es muy probable que la reducción de grasas en la dieta disminuya el riesgo de desarrollar cánceres de mama y de colon 21,25,26. El incremento en el consumo de alimentos ricos en hidratos de carbono complejos (cereales integrales, legumbres, frutas, verduras) contribuye a reducir la ingesta de grasas, la densidad calórica de los alimentos, y a aumentar el aporte de fibra. La reducción de azúcares refinados, tanto en su cantidad como, sobre todo, en su frecuencia puede reducir la incidencia de caries en una población, hecho que ha quedado demostrado en algunos ensayos clínicos y comunitarios no aleatorizados 37,38,55. Al aumentar la fibra en la dieta aumenta la motilidad intestinal y se reduce el tiempo de tránsito intestinal. A pesar de que el efecto de la fibra dietética varía en función del tipo de fibra y de alimento en el que se consume, al aumentar su consumo se puede mejorar la respuesta al tratamiento de la diabetes mellitus, la obesidad y algunos trastornos lipídicos56,57 . Un aumento de la fibra dietética disminuye el riesgo de diverticulosis así como el de padecer cáncer de colon en personas con poliposis. A pesar de que el papel de la fibra en la etiopatogenia del cáncer de colon es coherente con el mecanismo fisiopatológico, los diversos estudios epidemiológicos no siempre coinciden, y esto puede estar motivado probablemente por dificultades metodológicas en el estudio del binomio enfermedad-exposición21. La reducción del sodio en la dieta es beneficiosa tanto para las personas hipertensas como en una cierta proporción de individuos que poseen una mayor susceptibilidad a serio en el futuro. Numerosos estudios clínicos experimentales han logrado disminuir las cifras de tensión arterial mediante la restricción de sal en la dieta, tanto en personas normotensas como en hipertensas58-60. El estudio lnter-Salt ha demostrado una asociación entre la excreción urinaria de sodio y el cambio en las cifras de tensión arterial con la edad 19. El riesgo de deficiencia de calcio se hace evidente en Cataluña fundamentalmente entre la población de mayor edad. A pesar de que las consecuencias de su inadecuada ingesta no son demasiado conocidas, es sabido que la ingesta deficiente de calcio en las mujeres es un factor de riesgo importante para la fractura ósea y la osteoporosis posmenopáusica. A pesar de ello, el suplemento de calcio no parece, en mujeres posmenopáusicas, disminuir la pérdida de masa ósea, si bien algunos estudios demuestran la eficacia de suplementos de calcio cuando éstos se complementan con otras intervenciones, como la prescripción de la actividad física o la terapia con estrógenos 32-34:. En Cataluña, la ingesta de hierro se encuentra por debajo de las recomendaciones para mujeres en edad fértil, y algunas encuestas dan tantos por ciento de deficiencia de hierro en la población infantil de alrededor del 2 %, hecho que puede condicionar su desarrollo. El aumento del consumo de alimentos ricos en hierro (carnes rojas, legumbres o cereales integrales) y, en determinadas circunstancias, el suplemento farmacológico de este mineral aumentan los depósitos de hierro y mejoran la anemia en personas afectadas por este déficit. Sin embargo, la deficiencia bioquímica en hierro no siempre se correlaciona con una ingesta deficitario en hierro, existiendo otras variables alimentarlas y nutricionales implicadas 61-65. A pesar de que los beneficios de la lactancia materna sobre las leches maternizadas en lo que respecta a la salud del niño no han sido debidamente evaluados, diversos aspectos inmunológicos y psicológicos hacen recomendable este tipo de alimentación en los primeros meses de vida en todos los casos61-65. En la mujer embarazada, los requerimientos nutricionales aumenta66-67 y un bajo estado nutricional durante el embarazo o la falta del adecuado aumento ponderal durante el mismo se relacionan con recién nacidos de bajo peso y con un au- mento de la mortalidad neonatal54,66-73. Los programas prenatales que faciliten soporte nutricional a las mujeres embarazadas, ya sea mediante el consejo dietético y/o suplementación nutricional, mejoran el «producto» (outcome) perinatal. A pesar de que la suplementación mineral y vitamínica está muy generalizada en la práctica de los ginecólogos y obstetras en Cataluña, ésta debería restringirse a las embarazadas que por diversos motivos tuvieran un estado nutricional pobre, una ganancia ponderal deficiente o unos hábitos alimentarios inadecuados para satisfacer las recomendaciones nutricionales durante este período66. Efectividad del consejo dietético en la atención primaria de salud La diferencia más importante entre el consejo dietético y la educación nutricional se basa en el hecho de que el primero se dirige a un colectivo o comunidad. El consejo dietético establece una relación entre un profesional sanitario (médico, dietista, nutricionista, farmacéutico o psicólogo) y una persona sana o enferma con la intención de que siga unas determinadas pautas o régimen alimentario. La educación nutricional incluye otros aspectos como el etiquetado nutricional, la información a los consumidores o estrategias comunitarias de modificación del comportamiento. Los modelos propuestos por diversos autores en relación al consejo dietético incluyen siempre el diagnóstico, el tratamiento, la intervención y la monitorización. Por lo tanto, es necesario conocer los métodos de evaluación de la ingesta y comportamiento alimentario y los de evaluación y monitorización de este cambio como consecuencia del consejo o mensaje educativo. Para la educación nutricional, un diagnóstico correcto de los problemas necesita un enfoque multidisciplinario. El diagnóstico del comportamiento se debe llevar a cabo por la evaluación del estado nutricional, poniendo especial énfasis en los hábitos alimentarios. El diagnóstico educacional debe incluir la exploración de otros factores que también participan74,75 . Existen numerosas revisiones y tratados de evaluación del estado nutricional en cuanto a individuos y colectividades que sobrepasan los límites del presente capítulo y que el lector puede consultar76-78 . También es importante conocer los diferentes indicadores bioquímicos y su asociación con el comportamiento alimentario. Por ejemplo, el colesterol sérico como indicador del cumplimiento de una dieta hipolipemiante, o la excreción de sodio en orina de 24 horas para las dietas hiposódicas79-84. Snetselaar25 sugirió un modelo que facilita la secuencia que los profesionales deben seguir en el proceso del consejo dietético. En este modelo, el profesional realiza una programación previa, explica el ámbito y las implicaciones del consejo al paciente, evalúa sus hábitos alimentarios así como los conocimientos y las aptitudes, e inicia el tratamiento con la monitorización y evaluación periódica. La finalización del proceso implica una autoevaluación de las propias habilidades. Los esfuerzos para ayudar a las personas a modificar sus hábitos alimentarios han sido históricamente eclécticos, dibujando un conjunto de teorías a partir de las ciencias de la comunicación, la antropología, la educación, la sociología y la psicología86. Hasta hace 20 o 25 años, el proceso de la educación nutricional estaba conceptuado como un proceso exclusivamente informativo o persuasivo. En general, las estrategias de intervención pueden clasificarse en alguna/s de las siguientes categorías: instructiva (informativa sobre el proceso de la enfermedad o la dieta), nutricional (centrada en la persuasión, la búsqueda de motivaciones o conceptos que mejoren la disponibilidad de los candidatos a modificar sus hábitos) o de comportamiento (incluye los diversos enfoques para modificar el comportamiento mediante la identificación y la modificación de los antecedentes y las consecuencias 95 MEDICINA CLÍNICA VOL. 102. SUPLEMENTO 1. 1.994 nutricionales o no de los comportamientos «diana» u objeto de la intervención )74,75. Los límites entre la información y la persuasión han sido siempre difíciles de delimitar y a menudo hay que considerarlos cuestiones de ética. Es más sencillo incorporar un hábito nuevo que modificar uno ya adquirido, y es necesario negociar con el enfermo qué esfuerzo está dispuesto a realizar87. A pesar de que el consejo dietético es competencia de médicos, enfermeros, dietistas, psicólogos, dentistas e incluso farmacéuticos, es en el médico y en el equipo de atención primaria en quien el público más confía como fuente de información fidedigna y válida sobre los aspectos nutricionales. De hecho, el consejo dietético es una de las actividades de la promoción de la salud más frecuente por parte de los médicos en el mundo anglosajón, si bien los propios profesionales manifiestan falta de tiempo, conocimientos insuficientes y falta de confianza en sus propias habilidades en relación al consejo alimentario y nutricional88-93. Si hay que beneficiarse de los efectos a largo plazo en los hábitos alimentarios, habrá que incorporar mecanismos para reforzar este cambio en el tiempo, incorporándolos al seguimiento y a la monitorización del consejo dietético85. Recientemente, diversos estudios han puesto de manifiesto la falta de capacitación de los médicos en establecer un consejo dietético adecuado, a pesar de su total disposición a incluir este tipo de actividad en su praxis diaria94,95 ; por otro lado, la figura del dietista en los países en que está instaurada no parece haber influido de forma decisiva en el desarrollo del consejo dietético en los pacientes hipercolesterolémicos o con antecedentes de cardiopatía isquémica96. La efectividad del consejo dietético en la atención primaria de salud ha sido ampliamente evaluada en relación a tres patologías: la diabetes, la hipercolesterolemia y la obesidad; dado que las dos últimas ya han sido o serán analizadas en artículos de este número97,98 aquí se revisa la efectividad de la intervención nutricional en el control de la diabetes. El éxito de una intervención nutricional en la normalización de la glucemia y el colesterol plasmático está muy bien documentado. El abordaje multidisciplinario de la diabetes comprende un proceso educativo que tiene por objetivo el autocontrol terapéutico en el que la dieta supone un componente fundamental99. Existen diversos programas publicados realizados en ancianos100-104 obesos1O2-104, diabéticos tipo I105-108 y diabéticos tipo II 102,104,109-111. No obstante, en muchos estudios no se incluye el grado de significación estadística del cambio perpetuado. La consistencia de los cambios favorables de estos estudios y otros100,102-112 apoya la efectividad del consejo dietético en el control de la glucernia100,101,105,108,110,113,115 lípidos plasmáticos111, peso103,114,115 y albúmina urinaria115. Se ha documentado una disminución de los ingresos estancias hospitalarias en varios de estos estudios1O5,1O7,1O8,112,113 pero en los mismos no queda siempre claro que el programa educativo sea el responsable de los cambios observados, dado que a menudo se trata de diseños no experimentales. Pocos estudios facilitan información de seguimientos a largo plazo de dichas intervenciones educativas; en 2 estudios de Sprafka et al114 y de Mulhauser et al107 con seguimientos de 12 y 22 meses, respectivamente, se observan peores controles glucémicos que en un período postintervención inmediato, siendo sin embargo mejores que en la situación basal o de preintervención, lo que denota la importancia de evaluar el efecto a largo plazo del consejo alimentario y nutricional y la necesidad de reforzar y monitorizar la intervención. La efectividad del consejo nutricional y alimentario en la población adulta sana como medida o instrumento de promoción de la salud ha sido poco evaluada en términos de mejora del estado de salud de la misma116,117. Ello obedece básicamente a las dificultades metodológicas de realizar intervenciones a gran escala por la complejidad de estandarizar la intervención (consejo nutricional o alimentario), la dificul96 tad de establecer indicadores para monitorizar o evaluar los resultados, y el tiempo requerido para observarse efectos sobre la salud de la población117. Recientemente se ha evaluado a largo plazo el efecto de un consejo dietético en mujeres para la prevención del cáncer, analizándose la persistencia del cambio en el consumo de grasas118,119. Discusión Existen escasos estudios que evalúen la efectividad del consejo nutricional dietético o alimentario desde la atención primaria de salud en personas aparentemente sanas; la mayoría de estudios se refieren a programas en los que el consejo del profesional sanitario se une a otras actividades terapéuticas o de promoción de la salud en grupos de enfermos. En relación a la evaluación del efecto del consejo existen notables experiencias en grupos de pacientes afectados de enfermedades crónicas, obesos, hipercolesterolémicos y diabéticos. De hecho, no hay que buscar la motivación del paciente en una enfermedad o afección para modificar sus hábitos alimentarios: la mayoría de los españoles son candidatos a consejos simples y estructurados que intenten mejorar sus uniformemente deteriorados hábitos dietéticos. Por ello, y dado el evidente interés de la población sobre los temas alimentarios y nutricionales, está plenamente justificado que los equipos de atención primaria incorporen esta intervención ya desde una óptica preventiva antes que curativa. Los contenidos de los mensajes deben abarcar los problemas nutricionales que sean prioritarios en la población, así como aquellos aspectos en los que puede llegar a existir una mayor confusión en el público120. El consejo nutricional sólo se incluye en el «Canadian Task Force» en relación al calcio en mujeres de más de 18 años, y al hierro en mujeres de 18 a 44 años de bajo nivel socioeconómico121. En el «US Preventive Services Task Force» se incluye un gran número de consejos nutricionales para todas las edades y en relación al equilibrio energético, las grasas y el colesterol, la fibra dietética y el consumo de sal; también hace recomendaciones específicas para mujeres en relación al calcio y al hierro122. Estas recomendaciones también las incluyen otras instituciones americanas como el Colegio de Médicos123 la «National Academy of Sciences» 2,124 y la Sociedad Americana contra el Cáncer125. En otras experiencias realizadas, si bien no está estructurado el mensaje y/o los objetivos nutricionales, también se incluye este tipo de intervención126. El contenido o mensaje del consejo nutricional varía considerablemente en nuestro país en relación a los efectuados en el mundo anglosajón1-3,123-125 debido a idiosincrasia y peculiaridades de la dieta mediterránea127. Se necesita la realización de estudios epidemiológicos que evalúen la efectividad del consejo nutricional y alimentario no sólo en la mejora del comportamiento sino, sobre todo, en la mejora de la morbilidad y la mortalidad relacionadas con la dieta. Recomendaciones Los equipos de atención primaria deben facilitar consejo dietético periódico a sus pacientes, sobre todo en relación a la ingesta y gasto de calorías, grasas, particularmente saturadas, e hidratos de carbono. La grasa es probablemente el tema nutricional hacia donde deberían dirigirse la mayoría de los mensajes, ya que es donde existe seguramente el mayor desconocimiento por parte del gran público, tanto en lo referente a las fuentes alimentarias como en la relación existente entre ingesta de grasas y enfermedad, y donde probablemente existe un mayor relieve desde el punto de vista de la M. DOMPER ET AL.- TOMOGRAFÍA DE EMISIÓN DE FOTONES CEREBRAL. salud pública. La ingesta de grasas debe reducirse por debajo de 35 % de la energía total consumida, y la de las grasas saturadas no debe sobrepasar el 10 %. Hay que mantener el consumo del aceite de oliva y recomendar la ingesta de leche y productos lácteos bajos en materia grasa, así como disminuir el consumo de embutidos y carnes con mayor contenido en grasas (cerdo, vísceras). Hay que recomendar la variedad en la elección y consumo de alimentos, debiéndose incluir abundancia de cereales, frutas, hortalizas y verduras, así como la moderación en el consumo de azúcares en la oblación general, particularmente en niños, y el de sal128. Si bien toda la población demandante de atención médica constituye la población diana de esta intervención, las mujeres de más de 25 años y los varones de más de 45 años constituyen los grupos de población prioritarios, además de los que tengan problemas de salud relacionados con la dieta y los que presenten desequilibrios alimentarios. Las mujeres embarazadas deben ser también objeto de detallados consejos dietéticos y de las suplementaciones nutricionales oportunas, que no significa generalizadas. En los casos en los que los equipos de atención primaria no dispongan de tiempo ni técnicas para desarrollar sin diagnóstico nutricional adecuado, o para superar los obstáculos que el paciente presenta a menudo a la hora de cambiar sus hábitos, o para ofrecer consejo específico para la selección y preparación de los alimentos, será preciso que los pacientes sean referidos a médicos especializados, nutricionistas o dietistas (con todos los obstáculos que la falta de estos profesionales comporta en nuestro país). REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 1. Groupe d’étude de I’OMS. Régime alimentaire nutrition et prevention des maladies chroniques. OMS. Ginebra: Organization Mondiale de la Santé, 1990. (Serie de rappods techniques 797. 2. National research council. Diet and health: implications for reducing chronic disease risk. Washington, DC: National Academy Press, 1989. 3. US Department of health and human services. Public health service. The Surgeon General’s report on nutrition and health. 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