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TEMA : Valoración del soporte nutricional del paciente en estado crítico: nutrición y cáncer. Stress quirúrgico. Grandes traumas. Esquema: 1. Fisiopatología del stress biológico. 2. Bases nutricionales en los pacientes en estado crítico. 2.1. Aporte de aminoácidos. 2.2. Aporte de lípidos. 2.3. Aporte de carbohidratos. 2.4. Suplementos de nucleótidos. 2.5. Aporte de vitaminas y elementos traza. 2.6. Empleo de probióticos. 2.7. Aporte energético. 2.8. Vía de administración del soporte nutricional. 2.9. Tratamiento hormonal y farmacológico. 3. Stress quirúrgico. 3.1. Fase preoperatoria. 3.2. Fase postoperatoria. 4. Grandes traumas. 5. Nutrición y cáncer. 5.1. Introducción. 5.2. La dieta como causa del cáncer. 5.3. Efectos del cáncer sobre el estado nutricional. 5.4. Efectos del tratamiento antineoplásico sobre el estado nutricional. 5.5. Atención nutricional en el cáncer. 6. Referencias bibliográficas y documentales 1. FISIOPATOLOGIA DEL STRESS BIOLOGICO Cuando hablamos de pacientes en estado crítico, nos referimos a cualquier situación clínica especialmente grave, ya sea traumática, séptica, quirúrgica, neoplásica o de cualquier otro origen, que a pesar de su variada etiología, se manifiesta desde el punto de vista metabólico por una respuesta con unas características comunes relacionadas con el stress biológico al que está siendo sometido el organismo del paciente. Dichas características son: a) Aumento del gasto energético, que se manifiesta por un incremento del consumo de oxígeno y de la producción de CO2, con tendencia a la acidosis metabólica. En el laboratorio, el gasto energético se valora mediante calorimetría indirecta a través de la velocidad de consumo de oxígeno (en ml/min/m2), que supone un buen indicador de la gravedad de la agresión (es alta en cirugía programada y muy alta en traumatismos severos y sepsis). También se utiliza el cociente respiratorio, que relaciona velocidad de consumo de oxígeno y producción de CO2. El cociente respiratorio aumenta proporcionalmente en función del grado de stress. b) Redistribución de la masa magra corporal, de forma que el tejido muscular esquelético se moviliza muy rápidamente liberando aminoácidos, algunos de los cuales se oxidan en el propio músculo para obtener energía, mientras que otros son transportados al hígado para la neoglucogénesis o son utilizados en la reparación tisular de las áreas lesionadas. En definitiva, la masa muscular esquelética desaparece rápidamente y se redistribuye a áreas viscerales y zonas de lesión, el catabolismo excede a la síntesis y se presenta un balance nitrogenado neto negativo (aumentando la concentración de nitrógeno en orina). c) Utilización acelerada de los substratos, ya que en los pacientes en estado crítico, su estado hipermetabólico precisa grandes cantidades de glucosa. Sin embargo, su utilización oxidativa esta disminuida, por lo que se produce una hiperglucemia como respuesta a la agresión. La elevación de la glucemia sigue siendo uno de los parámetros más fiables para valorar el grado de stress. (siempre que el paciente no sea diabético, padezca una pancreatitis o esté sometido a tratamiento esteroideo). El origen de la hiperglucemia es una resistencia a la insulina, que en el laboratorio se refleja como hiperinsulinemia. La necesidad orgánica de glucosa se refleja en la persistencia de la neoglucogénesis a pesar de la hiperglucemia. Los lípidos se movilizan para cubrir las necesidades energéticas cardíacas y musculares, en un intento de ahorro de glucosa para su uso en el Sistema Nervioso Central y en el tejido inmune, y aunque la oxidación y el metabolismo de las grasas aumentan en las situaciones de stress, la cetogénesis es mucho menor que en las personas sometidas a ayuno. d) Tendencia a la inmunosupresión, ya que en todos los pacientes en estado crítico, el elevado catabolismo protéico tiende a afectar a casi todos los componentes del sistema inmune. Esta deficiencia, que es una de las claves en la fisiopatología del stress biológico, se asocia con mucha frecuencia con estados de desnutrición más o menos acusada, en la que se constatan tanto anomalías en la respuesta inmunitaria inespecífica (disminución de la actividad del complemento, disminución de opsonización y de la capacidad fagocitaria del neutrófilo,...) como anomalías en la respuesta inmunitaria específica (disminución de inmunoglobulinas séricas y de linfocitos T y B). La consecuencia de la inmunosupresión es la elevada frecuencia de complicaciones infecciosas, que comprometen el pronóstico de un paciente quirúrgico, de un gran quemado o de un politraumatizado. De hecho, la sepsis se considera el grado máximo de stress biológico y es una de las complicaciones mas frecuentes en las unidades de cuidados intensivos. 2. BASES NUTRICIONALES EN LOS PACIENTES EN ESTADO CRITICO Teniendo en cuenta los problemas que presentan estos pacientes, es evidente que el soporte nutricional es crucial para la supervivencia, por lo que debe ser pautado precozmente y tanto su composición como la elección de la vía de administración dependerá de muchos factores, aunque en la actualidad existen evidencias que llevan a asegurar que hay varios nutrientes clave en estas situaciones: son la glutamina, la arginina, los ácidos grasos omega 3 y los nucleótidos, con los que se enriquece el contenido de la alimentación por vía enteral, que gana terreno frente a la nutrición parenteral total. Analizando con detalle estos aspectos, se puede concluir lo siguiente: 2.1. Aporte de aminoácidos: Tomando la sepsis como ejemplo de estado crítico con máximo stress metabólico, en ella se constata una gran dependencia de los aminoácidos de cadena ramificada como fuente energética (valina, leucina, isoleucina) y se observa una deplección muy importante de GLUTAMINA, que es uno de los nutrientes esenciales en estados críticos, ya que ayuda a regular la síntesis proteica, es precursora de la neoglucogénesis hepática y actúa como antioxidante hepático (fundamental para prevenir la lesión del órgano en el curso de un shock hemorrágico) Además es la fuente energética de elección para los enterocitos, por lo que protege la mucosa intestinal frente a la translocación bacteriana o paso de las bacterias de la luz intestinal a los ganglios y territorios sistémicos, que juega un papel fundamental en el origen de la sepsis por bacterias intestinales en pacientes inmunodeprimidos. La glutamina es también un nutriente específico del sistema inmune. Ante esto, se hace necesario que el aporte de aminoácidos ramificados aumente hasta suponer entre un 30% y un 45% del total, ya que además de ser fuentes energéticas efectivas, son generadores de glutamina (especialmente la leucina a nivel muscular). En muchos casos podría estar indicado utilizar también suplementos de glutamina. Por otra parte, la ARGININA es un aminoácido semiesencial que se convierte en esencial durante las fases de crecimiento y en situaciones hipermetabólicas y sépticas. Es necesaria para la síntesis del colágeno en la cicatrización de las heridas y mejora la función de las células T. En experimentación animal se ha demostrado su importancia en lesiones malignas (protege de la exposición a carcinógenos, retarda el crecimiento de metástasis), probablemente por su efecto inmunológico. Por todo ello, se considera beneficioso añadir suplementos de arginina en la nutrición enteral para preservar o restaurar la función inmunológica de los pacientes que han sufrido un traumatismo grave o que son sometidos a una intervención quirúrgica mayor. 2.2. Aporte de lípidos: En los pacientes en situación de stress, la movilización de la grasa endógena persiste aunque haya suficiente disponibilidad de glucosa exógena para cubrir los requerimientos calóricos. También se observa que cuando el aporte calórico de la nutrición parenteral es mixto (glúcidos y lipidos), la oxidación grasa aumenta y la hidrocarbonada disminuye, sin embargo, cuando se limita el aporte de lípidos respecto al de glucosa, se pueden producir situaciones de hipercatabolismo, disfunción pulmonar y hepática, déficit de ácidos grasos esenciales, alteración de la función inmune... Por tanto, el aporte calórico debe ser siempre mixto, pero además las modernas técnicas enzimáticas permiten hidrolizar específicamente a un triglicérido natural en una posición concreta e introducir un nuevo ácido graso, un aminoácido, un cetoácido o una droga. De esta forma, en la actualidad tiene una enorme importancia la incorporación de ácidos grasos poliinsaturados omega–3 (cuyo principal representante es el ácido linolénico), que se encuentran en altas concentraciones en el aceite de pescado. Dichos ácidos han demostrado un importante efecto estimulador del sistema inmune, al disminuir los niveles de eicosanoides inmunosupresores derivados del ácido araquidónico. La comparación de la dieta rica en ácido linoleico (omega–6) y sus derivados con la dieta rica en linolénico (omega–3) no ofrece dudas: la primera puede disminuir las funciones inmunológicas y aumentar la susceptibilidad del paciente a las complicaciones sépticas, mientras que con la segunda ocurre todo lo contrario. Por otra parte, la utilización de cuerpos cetónicos puede ser importante como fuente energética en el soporte nutricional del paciente con traumatismo cerebral. 2.3. Aporte de carbohidratos: La hiperinsulinemia y la hiperglucemia de estos pacientes hacen que resulte contraproducente la administración de grandes cantidades de glucosa, ya que aumenta el gasto energético y la producción de CO2, disminuye la función leucocitaria y produce hiperosmoloridad y esteatosis hepática. Por ello, se tienden a incluir fuentes hidrocarbonadas distintas de la glucosa, como el sorbitol, el xilitol, el glicerol y la fructosa. Tienen importantes ventajas como condicionar una lenta formación de glucosa a nivel hepático, con lo que previenen o mejoran la hiperglucemia, suponen un ahorro de consumo proteico, disminuyen los niveles plasmáticos de ácidos grasos no esterificados y tienen un cociente respiratorio inferior a la unidad. 2.4. Suplementos de nucleótidos: Aunque no han sido considerados hasta la fecha como nutrientes esenciales, las purinas y pirimidinas podrían tener un papel clave en la respuesta inmune celular. Se ha demostrado que el uracilo estimula la función de las células T-helper y la producción de interleucina- 2, por lo que la adición de ARN a la dieta como ayuda para prevenir la inmunosupresión en pacientes críticos es una parte importante del tratamiento. 2.5. Aporte de vitaminas y elementos traza: No se conoce con seguridad cuales son los requerimientos exactos de vitaminas y elementos traza en pacientes en estado crítico, aunque en experimentación animal se han obtenido efectos beneficiosos con dosis de vitamina C, A y hierro muy superiores a los requerimientos diarios. El tratamiento con dosis de vitamina E entre 25 y 250 veces superiores a los requerimientos diarios aumenta la supervivencia tras infecciones por pseudomona aeruginosa en ratones con lesiones térmicas. 2.6. Empleo de probióticos: Son microorganismos vivos, como lactobacilos, bifidobacterias y sacharomices boulardii, con capacidad para fijarse a los enterocitos y competir con gérmenes patógenos (colli, clostridium, salmonella,...). Hay razones para pensar que el uso de probióticos podría tratar las infecciones por patógenos resistentes a la antibioterapia en situaciones críticas de inmunosupresión. 2.7. Aporte energético: Aunque evidentemente el gasto energético esta aumentado en pacientes críticos, dicho aumento no siempre guarda una correlación directa con la severidad de la agresión, ya que la falta de actividad y de termogénesis de la dieta reduce las necesidades, por lo que en la práctica, el gasto energético global se debe calcular multiplicando el basal por un factor de agresión estimado entre 1,3 y 1,4 (lo que supone entre un 30% - 40% del metabolismo basal). Hay que tener mucho cuidado para no provocar una sobrecarga que agravaría el cuadro. 2.8. Vía de administración del soporte nutricional: Su elección depende de muchos factores, puede estar indicada la nutrición enteral e incluso la vía oral, pero es evidente que ante la imposibilidad de aporte oral, anorexia insalvable o absorción intestinal reducida, se debe considerar el aporte parenteral complementario o exclusivo y cuando los requerimientos proteicos y energéticos no pueden ser cubiertos por vía enteral en el plazo de 5 – 7 días, se impone la nutrición parenteral total para mantener la masa magra corporal. Sin embargo, está demostrado que la nutrición parenteral total estándar no consigue prevenir las pérdidas de proteinas corporales, por lo que se hace necesario recurrir a modificaciones en los sustratos aportado en la fórmula para frenar la degradación proteica y estimular la inmunidad, como ya hemos comentado. Otro aspecto importante que hay que tener en cuenta en la elección de la vía, es la atrofia del GALT o tejido linfoide asociado al intestino cuando éste no recibe nutrientes, y que influye en que la incidencia de infecciones en estos pacientes sea mucho menor con nutrición enteral precoz que con nutrición parenteral total. Numerosos estudios en pacientes quirúrgicos demuestran que ésta disminuye el porcentaje de complicaciones infecciosas solo en pacientes severamente malnutridos, sin embargo, en aquellos con un buen estado o con una leve malnutrición no representa un beneficio en este sentido. La conclusión final es que siempre que se pueda elegir, se debe recurrir sin ninguna duda a la nutrición enteral con suplementos de nutrientes inmunomoduladores (glutamina, arginina, ácidos grasos omega–3, etc.) 2.9.Tratamiento hormonal y farmacológico: Está justificado para reducir la respuesta catabólica, ya que un soporte nutricional adecuado puede no ser suficiente ante la gran alteración hormonal y metabólica que presentan estos pacientes. Se han utilizado múltiples sustancias como insulina, factor de crecimiento epidérmico, esteroides anabolizantes, hormona del crecimiento, etc.... No obstante, se trata aún de un campo en periodo experimental. 3. STRESS QUIRURGICO. Las intervenciones quirúrgicas originan siempre alteraciones que se manifiestan en mayor o menor grado dependiendo del estado general del enfermo, de su estado de nutrición, también de la importancia de la intervención, del tipo de anestesia empleada, de la severidad de la enfermedad tratada quirúrgicamente, ..... Siempre hay un stress biológico, con aumento del catabolismo proteico y del consumo energético y una tendencia a la inmunodepresión. Las complicaciones postquirúrgicas y la mortalidad son mayores en pacientes que presentan un deficiente estado nutricional previo y por tanto es crucial detectar y corregir en la medida de lo posible la desnutrición, que junto a una alimentación adecuada en el postoperatorio influirá de forma decisiva en la cicatrización, la resistencia a las infecciones y el anabolismo proteico. 3.1.DURANTE LA FASE PREOPERATORIA, es fácil identificar al gran desnutrido, pero no lo es tanto en aquellos individuos con una desnutrición leve o moderada, que pueden tener un aspecto físico más o menos normal. En estos casos, además de las parámetros antropométricos (peso, talla, pliegue tricipital,....), se deben realizar estudios bioquímicos, de los cuales, los más empleados son la determinación de proteínas totales y de albúmina, y según los valores de ésta última, se puede clasificar a los enfermos quirúrgicos en : a) normonutridos, con albúmina plasmática > 3,5 gr x 100. b) enfermos con desnutrición leve si las cifras de albúmina están entre 3 - 3,5 gr x 100. c) enfermos con desnutrición moderada con cifras entre 2,5 – 3 gr x 100. d) enfermos con desnutrición grave si la albúmina plasmática es menor de 2,5 gr x 100. En los pacientes con un buen estado de nutrición, se debe proponer una alimentación equilibrada y normocalórica, de acuerdo con sus características personales y su actividad. Si existe obesidad, se seguirá una dieta hipocalórica moderada para disminuir el riesgo quirúrgico que comporta el sobrepeso. En la desnutrición leve y moderada, la alimentación debe ser discretamente hipercalórica e hiperprotéica, lo más equilibrada posible, por vía oral o enteral, y con las modificaciones necesarias para ayudar a normalizar lo más posible los parámetros nutricionales. No olvidaremos el empleo de nutrientes inmunomoduladores. Como la mayoría de pacientes de estas características presenta anorexia, se recomienda fraccionar lo más posible el aporte de alimentos. En los pacientes con una nutrición severa, se pueden asociar múltiples circunstancias como problemas deglutorios, anorexia insalvable, pérdidas hemáticas y de líquidos orgánicos, síndrome de malabsorción asociado, malignidad,.... que obligan a hacer un soporte nutricional parenteral, el cual, como ya hemos explicado, no debe prolongarse excesivamente (actualmente se considera que no debe exceder de 10 – 12 días en el preoperatorio). En cuanto a la preparación quirúrgica, en general es suficiente observar un ayuno completo a partir de la víspera de la intervención. Si ésta va a afectar al tubo digestivo, es preciso seguir una dieta controlada o libre de residuos, según los casos. 3.2. DURANTE EL POSTOPERATORIO, se pueden diferenciar tres fases: una primera, que es catabólica como consecuencia del shock quirúrgico, una fase intermedia en la que se recupera el peristaltismo intestinal y una última fase anabólica, en la que predominan los procesos de síntesis y reequilibrio hormonal. En la fase catabólica, que tiene una duración entre 1 – 5 días, la alimentación tiene como objetivo cubrir las necesidades hidroelectrolíticas y frenar al máximo el catabolismo proteico, por lo que durante las primeras 24 horas, el aporte se realiza exclusivamente mediante sueroterapia, con glucosa y vitaminas. Posteriormente, o bien se añaden aminoácidos y lípidos si se prevee que se va a prolongar o se comienza a probar la tolerancia a pequeñas cantidades de agua, infusiones o zumos. En la fase intermedia, puede ya iniciarse la alimentación oral, que consistirá en una dieta líquida a base de infusiones azucaradas, consomés y zumos de frutas que progresivamente va aumentando su consistencia (leche, galletas, arroz,...) hasta llegar en 4 – 5 días a una dieta completa, de fácil digestión. En la fase anabólica, siempre que no hayan surgido complicaciones, el enfermo debe ganar peso, como prueba de su recuperación general. Desde luego, esta evolución cronológica en el postoperatorio sólo es orientativa, ya que existen grandes variaciones que obligarán a mantener o instaurar alimentación enteral y/o parenteral en función de las necesidades de cada paciente. 4. GRANDES TRAUMAS. Constituyen uno de los principales grupos de estados críticos en los que el soporte nutricional es básico. En ellos se presentan una serie de peculiaridades que hay que tener en cuenta, como son la prolongada estancia en unidades de cuidados intensivos, también el hecho de que la mayoría de pacientes sean jóvenes o previamente sanos ( no hay que olvidar que la mayoría de grandes traumas se produce en accidentes de trafico) y la gran frecuencia de complicaciones sépticas. En cuanto a la vía de administración, aún en el caso de integridad del tracto gastrointestinal, los grandes traumas, especialmente los neurológicos, suelen producir una disfunción de duración variable (alrededor de una semana o diez días) que hacen preciso iniciar la nutrición parenteral e introducir, cuando el paciente lo tolere, la nutrición enteral (lo antes posible por su importancia en la prevención del fracaso multiorgánico). Por supuesto, es preferible la vía enteral de entrada en traumatismos abdominales que requieren intervención inmediata, dejando colocada una sonda de yeyunostomía. El aporte energético se realiza sobre todo a base de glucosa, pero si existe riesgo de acidosis láctica, que agravaría una posible lesión cerebral, es preferible utilizar una fuente de precursores cetónicos, como los ácidos grasos de cadena corta o substratos que no entren directamente en la vía glucolítica, como los polioles o el glicerol. Los requerimientos calóricos son muy variables dependiendo del tipo de lesión, así son elevados en los traumatismos craneoencefálicos en presencia de fiebre o actividad muscular espontánea, pero descienden cuando la lesión axonal es difusa, mientras que en las lesiones espinales son mucho más bajas (raramente se supera el gasto basal). En cualquier caso, en los traumatismos neurológicos el aporte calórico global no debe exceder de 40 – 50 cal / Kgr./día (alrededor de la mitad si el paciente se encuentra bajo efecto barbitúrico). También es variable el aporte nitrogenado porque aunque siempre hay una pérdida importante de nitrógeno, ésta es mucho mayor en los traumatismos craneoencefálicos que en los espinales o abdominales, por lo que la cantidad de aminoácidos que se debe administrar oscila entre 1,5 –2 gr/Kgr/día (aportes superiores no son útiles para conseguir un balance nitrogenado positivo). Finalmente, recordar de nuevo la enorme importancia de administrar nutrientes inmunomoduladores. 5. NUTRICION Y CANCER. 5.1. INTRODUCCION. El cáncer es la segunda causa de muerte en los países desarrollados, después de la enfermedad cardiovascular. Su incidencia ha ido aumentando en los últimos años aunque ha descendido para algunos tipos como el cáncer gástrico. En España la causa más frecuente de muerte por neoplasia maligna es el cáncer de pulmón en el hombre y el de mama en la mujer. Los estudios epidemiológicos han demostrado una fuerte relación causal entre algunos tipos de cáncer y determinados hábitos de vida, como el tabaquismo, la exposición a contaminantes ambientales y el consumo de alimentos. Se considera que más del 95% de los cánceres se deben a contaminantes ambientales, y de ellos la dieta podría ser responsable de al menos la tercera parte. Por el contrario, algunos nutrientes como determinadas vitaminas y minerales se han demostrado protectores frente al cáncer. En otro sentido y una vez desarrollada la enfermedad cancerosa, ésta y su tratamiento van a conducir con frecuencia a sufrir desnutrición, que en un elevado porcentaje de casos es la primera manifestación de la neoplasia y otras veces se desencadena o se agrava con la terapia antitumoral, ya sea quirúrgica, quimio o radioterápica. En el momento del diagnóstico, aproximadamente el 50% de los pacientes tiene una perdida de peso significativa, y más del 60% presentan síntomas de caquexia en algún momento de la evolución de la enfermedad. La presencia de desnutrición depende tanto del estadio tumoral como del tipo de cáncer y su localización, así son especialmente caquectizantes los de aparato digestivo (sobre todo los de estómago y páncreas), mientras que los tumores hematológicos y de mama lo son mucho menos. La desnutrición se correlaciona con una mayor morbimortalidad, siendo la caquexia la responsable de la muerte en casi la cuarta parte de los enfermos. Afecta negativamente a la reparación tisular y a la inmunocompetencia humoral y celular, con que disminuye la tolerancia al tratamiento antineoplásico y se presenta un mayor riesgo de complicaciones infecciosas, por lo que el mantenimiento de un estado nutricional adecuado puede reducir las complicaciones del tratamiento oncológico y contribuir a mejorar la calidad de vida del paciente. 5.2. LA DIETA COMO CAUSA DE CANCER. En la dieta existen diversos compuestos que tienen relación con esta enfermedad. Por un lado, determinadas sustancias pueden inducir lesiones mutágenas, comportándose por tanto como carcinógenos y por otro, algunos componentes de la dieta pueden potenciar el desarrollo del proceso una vez que la célula ha sufrido la acción del carcinógeno. Entre las sustancias relacionadas con el cáncer hay que destacar las aflatoxinas producidas por los mohos de algunos hongos durante el almacenamiento de maíz y cacahuetes, las nitrosamidas y nitrosaminas, que se forman como resultado de la reacción entre las aminas de los alimentos y el nitrito sódico que llevan algunos de ellos, especialmente los alimentos curados para mejorar su coloración, los hidrocarburos aromáticos policíclicos, presentes en aquellos alimentos que han sido cultivados en zonas con elevada contaminación ambiental debida a la combustión de derivados del petróleo o del carbón, y también en alimentos que han sido preparados a la brasa o ahumados y las aminas aromáticas heterocíclicas, que se forman durante el cocinado de carnes y pescados por reacción entre las proteínas y los azúcares. También existen carcinógenos naturales como los nitratos de las espinacas, las hidrazinas de las setas o los alcaloides de la patata, aunque ninguno de ellos supone un riesgo cuando el consumo de estos alimentos es moderado. Se ha relacionado la ingesta excesiva de carnes rojas con el cáncer de colon, pero al margen de su contenido graso, no existe confirmación experimental, ni tampoco de la asociación positiva entre el consumo de café y el cáncer de páncreas. Sin embargo, si se ha demostrado la relación entre el consumo de alcohol y el cáncer del aparato digestivo. Finalmente, diversos estudios experimentales y epidemiológicos relacionan la obesidad con el cáncer de colon, mama y endometrio y por otra parte la ingesta excesiva de ácidos grasos poliinsaturados puede potenciar el desarrollo de los cánceres de mama, colon, páncreas y próstata. También debemos hablar de los anticarcinógenos de la dieta: el riesgo es menor en poblaciones que tienen un alto consumo de frutas y verduras. Diversos estudios epidemiológicos lo evidencian, especialmente en el cáncer gástrico y en el de pulmón, y aunque los mecanismos íntimos de acción no se conocen, se valora principalmente su capacidad antioxidante, basada en la presencia de diversos nutrientes como ácido fólico (que participa en la síntesis de ADN), vitamina C (inhibidor de la formación endógena de nitrosaminas y potenciador de la inmunidad celular), selenio (con acción antioxidante), betacarotenos (evitan la proliferación celular e incrementan la respuesta inmune) y la fibra (que disminuye el tiempo de contacto de las sustancias carcinógenas con la mucosa intestinal y modifica la circulación enterohepática de sus metabolitos). Además de estos nutrientes, los alimentos poseen otros compuestos sin valor nutritivo pero con actividad anticarcinógena como los fitoestrógenos presentes en las leguminosas, cereales integrales, guisantes y soja; los polifenoles del té, la patata, la manzana y la soja; las flavonoides de frutas, verduras y cereales, los isotiocianatos de la col y derivados; los alisulfuros de ajos y cebollas o los inhibidores de las proteasas presentes en las leguminosas y en el maíz. Hoy en día se considera que la modificación de los hábitos dietéticos en poblaciones con elevado riesgo puede ser positiva en la prevención del cáncer, y diversos organismos internacionales como el “Comité de Dieta, Nutrición y Cáncer” de Estados Unidos o la “Comisión contra el Cáncer” de la Unión Europea han establecido unas recomendaciones para la prevención que incluyen la ingesta abundante de frutas y verduras frescas y de cereales integrales, y la reducción del consumo de grasas, alimentos en salazón, curados, ahumados y bebidas alcohólicas. 5.3. EFECTOS DEL CANCER SOBRE EL ESTADO NUTRICIONAL. La caquexia cancerosa es un síndrome que aparece casi de forma constante en el cáncer avanzado, pero también puede existir en estadios precoces y en el cáncer localizado, siendo los síntomas típicos astenia, anorexia y pérdida de peso. La astenia es la manifestación más habitual y se acompaña de una intensa debilidad que se atribuye a la deplección de masa muscular, que es causada en parte por el deficiente aporte energético, y en parte por otros factores no bien conocidos (alteraciones del metabolismo proteico, niveles elevados de citoquinas). La anorexia se da siempre en el cáncer diseminado, pero también aparece con frecuencia en estadios precoces. En su patogenia están implicados varios factores: psicógenos, complicaciones infecciosas, alteraciones del gusto espontáneas o a consecuencia del tratamiento y también se ha relacionado con mediadores tipo citoquinas. La pérdida de peso se produce a expensas tanto de la masa grasa como de la masa muscular y se explica a través de la disminución de ingesta calórica unida a los mismos factores implicados en la anorexia. Otros problemas en la alimentación del paciente pueden aparecer por la presencia de náuseas y vómitos y por la alteración en la percepción de los sabores, ya que es frecuente que disminuya para los dulces y aumente para los amargos y salados, lo que explica el frecuente rechazo hacia los alimentos cárnicos (también influyen un posible déficit de zinc y además la radioterapia altera tanto el gusto como el olfato). La patogenia de la caquexia cancerosa no se conoce con exactitud, ya que la malnutrición calórica – protéica puede compensarse con soporte nutricional y sin embargo el síndrome caquéctico no desaparece, lo que lleva a considerar que es multifactorial, interviniendo factores que dependen tanto de tumor como del huésped. 5.4. EFECTOS DEL TRATAMIENTO ANTINEOPLASICO SOBRE EL ESTADO NUTRICIONAL. Como ya hemos comentado, las alteraciones nutricionales en los pacientes cancerosos no depende solo del propio proceso, sino de la agresividad de la terapia. Así la cirugía del aparato digestivo es la que más alteraciones nutricionales produce al interferir con la ingesta, digestión o absorción de los alimentos, por ejemplo la resección esofágica impide la deglución, la gástrica puede dar lugar a un síndrome de dumping, y la intestinal puede originar malabsorción. En cuanto a la radioterapia, las alteraciones dependen de la región irradiada y de la dosis y duración del tratamiento. Las más importantes se dan en la radioterapia de la cabeza y cuello, produciéndose mucositis y atrofia de las papilas gustativas y de las glándulas salivares, lo que conduce a odinofagia y disfagia, estomatitis, lesiones ulceradas en orofaringe, alteraciones del gusto, xerostomía y disminución del pH oral, con tendencia a las infecciones micóticas. Estas alteraciones suelen iniciarse a los 10 – 15 días del tratamiento y se prolongan varias semanas después de finalizar el mismo. La radioterapia torácica produce vómitos diferidos, esofagitis con disfagia y odinofagia y puede dejar como secuela una estenosis esofágica, mientras que la radioterapia pélvica produce enteritis aguda, que aunque se controle al suspender el tratamiento, puede evolucionar hacia la cronicidad. Finalmente, también tiene efectos indeseables la quimioterapia, principalmente naúseas y vómitos, enteritis aguda y mucositis oral. Como los fármacos antineoplásicos afectan sobre todo a las células de proliferación rápida, los efectos más llamativos se producen sobre las células epiteliales del intestino delgado, de forma que se impide su regeneración y se provoca edema y ulceraciones con la consiguiente malabsorción de nutrientes, diarrea y dolor abdominal. La diarrea puede aparecer de forma precoz o más tardía, aunque la enteritis tienen una duración corta debido a la rápida proliferación del epitelio intestinal tras suspender el tratamiento. Su intensidad depende del fármaco utilizado y de la susceptibilidad individual, siendo mayor en tratamientos combinados de quimio y radioterapia. Los vómitos puede ser anticipatorios en pacientes que han presentado emesis en tratamientos previos o bien aparecer en las primeras horas después del tratamiento o tras un periodo de latencia. Su mecanismo no es bien conocido, aunque suelen responder a los antagonistas de la setoronina, por lo que se cree que estarían implicados receptores de este neurotransmisor. La mucositis oral se produce sobre todo a dosis altas, a la semana o 10 días de comenzar el tratamiento y desaparece en un plazo semejante tras su supresión. Algunos quimioterápicos pueden producir estreñimiento que acentúa el que ya con frecuencia padece el paciente, ocasionado por la disminución de la ingesta calórica y líquida y de la actividad física. 5.5. ATENCION NUTRICIONAL EN EL CANCER. Está demostrado que mejora la calidad de vida del paciente y la tolerancia al tratamiento y disminuye las complicaciones infecciosas. Debe ser individualizado en función del pronóstico y de la terapia antineoplásica que se utilice. En general, la nutrición oral está indicada en los pacientes sin desnutrición o con desnutrición ligera que reciben tratamiento con quimio o radioterapia. La intervención dietética consiste en fraccionar las comidas en 6 – 8 tomas al día, administrar comidas más completas en las horas de mayor apetito (habitualmente por la mañana) y aportar proteínas de alto valor biológico en forma de carnes de aves, pescados, huevos y lácteos. Es frecuente tener que eliminar la carne roja al ser un alimento rechazado, al igual que los flatulentos. También se debe modificar la textura y la consistencia de los alimentos siempre que sea posible, tomarlos templados o a temperatura ambiente y valorar la utilización de suplementos calórico –proteicos. Si existen náuseas y vómitos, además de las recomendaciones generales, se deben evitar los alimentos que tienen aromas o sabores penetrantes, los ácidos y las grasas, y se debe recomendar la ingesta liquida a pequeños sorbos fuera de las comidas. En la diarrea por enteritis, hay que aumentar el aporte de líquidos y electrolitos en forma de consomés sin grasa, caldos de cocer zanahorias y arroz, infusiones azucaradas no estimulantes y eliminar la leche, las grasas y la fibra insoluble. En cambio, el estreñimiento se beneficia del aumento de líquidos y de alimentos ricos en fibra. También se puede recomendar el uso de preparados comerciales de fibra y realizar una actividad física moderada si el estado lo permite. La nutrición artificial está indicada cuando el aporte por vía oral es imposible o insuficiente, como ocurre en los tumores que obstruyen algún tramo del aparato digestivo, en la mucositis o esofagitis severa, en la anorexia o desnutrición de grado severo y en las complicaciones quirúrgicas, que impiden el aporte por vía digestiva. Cuando la vía digestiva es posible, el soporte nutricional de elección es la nutrición enteral, que además puede ser administrada en el domicilio del paciente, mediante sonda nasogástrica por gastrostomía o a través de una yeyunostomía. La forma de administración depende del punto de infusión, de la tolerancia digestiva y del riesgo de broncoaspiración. Por ejemplo, los pacientes con cáncer de cabeza, cuello o esófago que precisan de nutrición enteral durante más de 6 semanas o en los que es imposible el paso de una sonda nasogástrica, se benefician de una nutrición enteral a través de una gastrostomía, mientras que aquellos que presentan intolerancia digestiva con vómitos, gastroparesia o diarrea intensa que precisan analgesia intensa que induzca sedación, requieren la infusión continua a través de una yeyunostomia. Las dietas más utilizadas son las poliméricas con fibra (reducen la toxicidad por metotrexate). Es interesante el aporte de glutamina que disminuye la toxicidad de los quimioterápicos en general. La nutrición parenteral está indicada cuando la vía digestiva no es utilizable o cuando el aporte de nutrientes por la misma es insuficiente, por ejemplo en pacientes con complicaciones quirúrgicas digestivas, como fístulas. También cuando la desnutrición severa y la intolerancia digestiva persisten con nutrición enteral. Finalmente comentar que se pueden utilizar diversos fármacos para intentar revertir los efectos de la caquexia terminal. Entre ellos, el más eficaz hasta el momento es el acetato de megestrol, que tiene un efecto orexígeno y aumenta el peso a expensas de la grasa corporal, al incrementar la lipogénesis. En el tratamiento de los vómitos refractarios se ha utilizado dronabinol, sustancia psicoactiva que también tiene un efecto orexígeno, pero que afecta negativamente al sistema nervioso central. Está en estudio la acción de fármacos que inhiben las citosinas, como la pentoxifilina o la melatonina. 6. REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS Y DOCUMENTALES - NELSON, J.K. y col. Dietética y Nutrición. Manual de la Clínica Mayo. Harcourt Brace. Madrid, 1997. - CERVERA, P y col. Alimentación y Dietoterapia. Interamericana McGraw – Hill. Madrid, 1993. - HARRISON y col. Principios de medicina interna. . Interamericana McGraw – Hill. México, 1989. - ROBLES GRIS y col. Apoyo nutricional en el cáncer. . 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