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Paula Pinto e Silva La cocina de la colonia U na tierra en la que “todo lo que se planta crece”. Esta es la máxima de las crónicas y de los relatos de los viajeros extranjeros, que presentan a las nuevas tierras como siendo deliciosamente ricas en especies alimenticias, plantadas, cultivadas, y también especies nativas, nacidas sin orden, al sabor del viento, de la tierra abundante y del clima propicio. Por no tener compromisos con la sociedad que lo recibía, la mirada del viajero se volvía única en el sentido de extrañar y captar las diferencias, buscando en ellas alguna semejanza con lo que ya era conocido y ofrecía una versión de los hechos. Sabores de Brasil 15 Así es que se describe una tierra llena de pomares, repleta de aguacates, açaís, ananás, cajás, ingás, jacas (frutas de jack) y membrillos, sin dejar de mencionar los diversos tipos de plátanos, naranjas y mangos diseminados por todo el territorio. Huertos repletos de perfumes y condimentos, como ajo, cebolla, cebollino, perejil, cilantro, laurel, nuez moscada. Las pimientas, amarillas, rojas, verdes, pimenta-castanha, pimenta-cumarim, pimenta-malagueta (guindilla), pimenta-fidalga. Verduras y hortalizas, tales como calabazas, espárragos, maxixes, nabos, palmitos, pepinos, quingombó, además de las raíces y tubérculos nativos, como la mandioca, el boniato, el cará, el ñame, y de los deliciosos mangaritos (malanga amarilla) que alegraban los ojos de los viajeros y dejaban, en los relatos, una sensación de hacerse la boca agua. Una variedad enorme de peces, mariscos, crustáceos, carnes de todos los tipos, insectos comestibles, aves en profusión, cerdos criados en el patio. Pero, si las posibilidades eran tantas, ¿cómo explicar las constantes quejas – en cartas reunidas por Capistrano de Abreu y Sérgio Buarque de Holanda –, por parte de los habitantes que intentaban acostumbrarse a las nuevas tierras, de la falta de alimentos, de la carencia y de la escasez de comida en este periodo? La investigación de los alimentos y prácticas alimenticias en la América portuguesa sigue los cuatro caminos de colonización y población que pueden ser definidos como: la colonización costera, de Pernambuco y Bahía, principalmente, caracterizada por el monocultivo de la caña de azúcar; los frentes de expansión y reconocimiento de territorio, en dirección al Norte, acentúan la corrida por las llamadas “drogas del páramo”; la colonización tierra adentro, partiendo de la Villa N. del E: maxixe es una hortaliza tradicional del Nordeste, de origen africana y de la familia de las cucurbitaceas. 16 Así es que se describe una tierra llena de pomares, repleta de aguacates, açaís, ananás, cajás, ingás, jacas (frutas de jack) y membrillos, sin dejar de mencionar a los diversos tipos de plátanos, naranjas y mangos diseminados por todo el territorio. de Piratininga, São Paulo, llegando a la región de Minas Gerais; y, finalmente, el surgimiento de la ganadería en el interior de Brasil. Desde la década de 1530, el litoral de las llamadas tierras nuevas es motivo de conflicto y disputas. La región que va desde la capitanía de Pernambuco hasta la de São Vicente recibió las primeras mudas de caña y los expertos en la fabricación del azúcar. A pesar de las particularidades de ese sistema de producción, marcado por la esclavitud, fue en las cocinas de la casa señorial y en sus alrededores – los huertos, pomares y patio – que las señoras portuguesas se vieron obligadas a modificar y adecuar a sus hábitos más íntimos, eliminando las cocinas y chimeneas de estilo francés y utilizando las posibilidades indígenas y negras de cocinar fuera de la casa, debajo del cobertizo, limpiando y cortando la carne en el jirau (armazón de madera), y utilizando los métodos para asarlas o ahumarlas en el moquém (asador de varas). En los documentos, se observa la utilización de muchos espacios como cocina, y que cambiaban de acuerdo con el clima y el menú, permaneciendo, en general, la cocina “sucia”, Textos de Brasil . Nº 13 Molino de Mandioca. Butler. Litografía, 1845. del lado de afuera, donde se cortaban y limpiaban las carnes y donde se preparaban los dulces que exigían mucho tiempo, como el de guayaba y del membrillo, y la cocina de adentro o “limpia”, donde se preparaba todo tipo de dulces finos. Con toda la fuerza de trabajo orientada hacia la producción del azúcar, no es difícil confirmar las constantes quejas de escasez de alimentos, por los menos los que eran conocidos, como la sal, la harina del reino, el aceite dulce y el vino, y verificar que la comida cotidiana de los ingenios era más simple, monótona y menos sabrosa de lo que describían los viajeros. Una dieta basada en productos “de la tierra”, basada en la harina de mandioca, por peces y carnes de caza casi siempre secas, con excepción de la carne de cerdo, cocida o asada, frijoles de caldo aguado y tubérculos comidos cocidos. A pesar de la enorme cantidad de árboles de la región, naturales o cultivados, el consumo de frutas frescas no era común entre la gente bien. La mezcla del producto más precioso – el azúcar blanco – con piñas, calabazas, naranjas y papayas, en forma de compotas, dulces secos o en almíbar, revela una manera original de conservar las frutas en clima tropical, así como de introducir, de modo dulcificado, nuevos sabores a un paladar todavía nostálgico de sus dulces preparados a base de huevos, harina de trigo, canela y castañas. La raSabores de Brasil padura, dulce rústico hecho con azúcar moreno, duro como un ladrillo, constituía un excelente substituto para el dulce de azúcar y era mejor que ellos como buena munición de boca, fácil de producir, fácil de cargar y fácil de conservar. La melaza – como era conocida la miel extraída de la caña – mezclada con la harina de mandioca, o de maíz, podía tanto servir para eliminar el gusto de sal de la boca de los señores blancos como para ser el plato principal de los negros esclavos, cuya alimentación estaba basada en un enorme consumo de mandioca cocida o con harina, el maíz machacado, pisado, quebrado o triturado como harina, frijoles y algunos tubérculos nativos, además de los plátanos y las naranjas. El consumo de los alimentos en las propiedades de monocultivo de caña de azúcar estaba, por lo tanto, basado en lo que se podía producir en las brechas de un gran sistema subordinado al mercado externo, resultando en una gran cantidad de harina de mandioca, frijoles de diversos tipos, boniatos, maíz y cará comidos con poco rigor, además de una cultura del dulce, cristalizada en la mezcla de las frutas con azúcar refinado y simbolizada, popularmente, por la rapadura. En la región fronteriza del territorio, situada al Norte, en el llamado Gran-Pará, el consumo de los alimentos tuvo un destino poco diferente. Con la misma intención de defender sus tierras, 17 Mercado y feria . Edgar de Cerqueira Falcão. Acuarela. colonos portugueses se infiltraron en la región Amazónica, aprovechando la ausencia de los jesuitas expulsados por el Marqués de Pombal y disfrutando, incluso, de la infraestructura de las antiguas aldeas. Eso implicaba la explotación del trabajo indígena en la búsqueda de las “drogas del páramo”, organizada en expediciones para encontrar clavo, canela, castañas, zarzaparrilla y anís. También el acceso a la selva y a sus productos dependía, exclusivamente, del conocimiento indígena. Fue de ese modo que los colonos, más que en otros lugares, encontraron un tipo de alimentación basada en la caza y en la pesca de especies poco conocidas, además del consumo de frutas silvestres. La región amazónica proporcionó a una pequeña parte de la población colonial el gusto pegajoso de la grasa de tortuga, el sabor del manatí, asado en hojas, del caimán preparado a las brasas, de las verduras cocidas y de las pimientas estupefacientes. El caso de la Villa de Piratininga también es muy especial, ya que, al contrario de las regiones litorales, volvió a las formas de abastecimiento interno. El impulso económico de su progreso fue dado por los productos agrícolas de subsistencia. 18 La imposibilidad de un gran cultivo es determinada, primeramente por el suelo, con muchos manglares y pantanos. De espaldas al litoral, el núcleo humano que daría inicio al desarrollo de la villa fue empujado en dirección al planalto, a la búsqueda de oro, indios y piedras preciosas. Al mismo tiempo, se desarrollaba un cultivo de subsistencia, que hasta aquel momento era ignorado por los grandes propietarios de tierra del lugar. Ese tipo de agricultura desempeñó el papel de desbravar y poblar la tierra, estableciéndose en regiones menos fértiles y cada vez más interiores del territorio, tendiendo a una constante movilidad. En este escenario de espacios improvisados y precarios, los extranjeros adoptaron hábitos propios de las poblaciones indígenas, y de sus esclavos, con las cuales convivía la mayor parte del tiempo. En el interior, la caza y la pesca asadas sobre las brasas o amasadas con harina alimentaban a los exploradores y sus esclavos. Para que la subsistencia estuviese garantizada, se plantaban en los senderos de algunas huertas de maíz, frijol, mandioca, plátano, boniato y cará, creándose así, una “despensa” propia de tierra adentro, basada en los cultivos indígenas de los pueblos de idioma tupí-guaraní encontrados en el planalto. Así, Textos de Brasil . Nº 13 Angolana con la azada (c.1660). se comía con las manos una mezcla constante de harina de maíz, frijol sin caldo y, eventualmente, un pedazo de carne o pescados secos. Por último, como género de subsistencia, está también la carne bovina. La inserción del hombre blanco y del mestizo en el territorio del interior para el desarrollo de la actividad pecuaria contribuyó a que el consumidor final encontrase una carne fresca sin grasa y dura, casi podrida. Secar la carne al aire y al sol en finas capas, acción facilitada también por la falta de humedad natural del interior, la hacía más apropiada para el consumo y el almacenamiento. Así como las compotas dulces, que conservaban a las frutas en azúcar, así como la transformación de los cereales y raíces en harina, el charqui se consolidaba como un excelente alimento adaptado al clima y a la necesidad de provisiones, en una tierra todavía precaria en materia de comercio y generación de excedente de productos básicos. En este panorama de abundancia, salta a los ojos, sin embargo, la recurrencia de un tipo de eran adaptados a un paladar más húmedo, como era el portugués, acostumbrado a las comidas cocidas y con caldo. Una comida sin refinamiento, ni ceremonia, ni ritual, preparada para ser comida solitariamente o en grupos formados al azar. Un menú ordinario y común, compuesto por harina de maíz, de mandioca, de pescado, un pedazo de charqui y la mezcla mojada por el caldo de frijol, de las habas o de las verduras, constituyendo el trío culinario del Brasil colonial. Por lo tanto, por tras de ese sistema hay un modo concreto de preparar comida y de comer, que se refiere, más que al alimento en sí, a los procedimientos originales de conservación en los trópicos, a los ajustes necesarios para la subsistencia y la supervivencia, a la negociación entre valores tales como jerarquía, desigualdad y hambre. Paula Pinto e Silva Doutoranda em Antropologia Social pelo Departamento de Antropologia da USP e autora do livro “Farinha, feijão e carne-seca. Um tripé culinário no Brasil colonial.” São Paulo: Editora do Senac, 2005. alimentación permeable a los diversos contextos estudiados. Se trata de alimentos retirados de un modo de producción de subsistencia, ajustada al medio, al mismo tiempo en que dichos alimentos Sabores de Brasil Articulo originalmente publicado en la revista Nossa História año 3, n.29, Marzo del 2006, pp. 20-23. 19