Download Alimentos – fundamentales para la protección de los refugiados
Document related concepts
Transcript
No. 37 – Marzo 2006 Servir Alimentos – fundamentales para la protección de los refugiados En este número: historias desde Alemania, Colombia, Tailandia, Tanzania, Sudán y Namibia. SERVIR No. 37 – Marzo 2006 Servicio Jesuita a Refugiados 1 EDITORIAL Autosuficiencia: ¡Sí! Pero no con recortes de alimentos Lluís Magriñà SJ L os recortes en el suministro de alimentos obligan a los emigrantes forzosos a tomar decisiones que impactan negativamente en sus vidas. Esta edición de Servir examina el tema de la seguridad alimentaria para los refugiados y otros emigrantes forzosos. A menudo, la dificultad de acceder a los alimentos es un asunto institucional. Los estados y la comunidad internacional les abandonan a su suerte sin ofrecerles el derecho a cultivar la tierra o a trabajar. El JRS impulsa proyectos y campañas de advocacy para mitigar los efectos de dichas políticas; pero esto no es suficiente cuando se trata de la supervivencia de los beneficiarios. El señor Keßler describe la situación de Alí, atrapado en una disputa entre dos estados. No puede conseguir alimentos ni cobijo sin el permiso de residencia, para el cual debería contar con el documento de viaje que le niegan si no tiene el permiso de residencia. No se trata de un simple error burocrático. Alemania, como otros estados industrializados, está adoptando nuevas políticas para desanimar la llegada de nuevos refugiados y utiliza la deprivación de alimentos como parte de esta política de desmoralización. El señor Bustillo explica cómo si no hubiera sido por la ayuda de amigos, familiares y organizaciones como el JRS, se vería amenazada la supervivencia de muchos desplazados internos (IDP, por sus siglas en inglés) en Colombia. La situación es compleja. El gobierno colombiano se encarga de la protección de los IDP, pero, a la vez, es también responsable de su desplazamiento, de negarles el apoyo suficiente durante el mismo y de promover su retorno a áreas inseguras. La señora den Otter examina los cambios recientes en las políticas del ACNUR, 2 Cocina de unos refugiados en la frontera venezolana-colombiana la agencia de la ONU para los refugiados, respecto a los refugiados en Tailandia. La agencia quiere promover la autosuficiencia de los refugiados, pero el gobierno tailandés les niega el derecho a trabajar. El ACNUR debe hacer frente a recortes en su presupuesto, y ha recortado la asistencia a los refugiados. Los afortunados que encuentran un trabajo en el mercado laboral informal corren el riesgo de ser sancionados por el gobierno y de ser víctimas de explotación a manos de empresarios sin escrúpulos. Otros, en particular los niños y las niñas, sobreviven como pueden. En Tanzania, la señora Le alerta de las contradicciones en las políticas nacionales e internacionales hacia los refugiados. Explica que los refugiados burundeses dependen casi totalmente del Programa Mundial de Alimentos (PMA) para su supervivencia. Las insuficientes raciones les fuerzan a trabajar ilegalmente. Después de 12 años, ya han tenido suficiente y algunos prefiere arriesgarse a volver a casa. Por supuesto, las raciones deben incrementarse, pero más que esto, debería permitírseles trabajar y contribuir al desarrollo de la economía local. Las consecuencias de la falta de acción quedan perfectamente ilustradas por la señora Kerrigan y por la herma- na Whitaker. Son los más vulnerables quienes pagan. La inseguridad alimentaria impide a los niños y niñas acudir a la escuela. Se ven obligados a trabajar para apoyar a la familia. Los que van a la escuela, a menudo, no pueden concentrarse y aprenden más despacio. Éstos son sólo unos ejemplos de los terribles efectos, intencionales o no, que estas políticas tienen en los desplazados en todo el mundo. Los recortes alimentarios pueden ser causa de la ruptura de familias y de la malnutrición, afectando en particular a los niños, cuyo desarrollo físico y psicológico puede quedar gravemente dañado. Por eso, rezamos con el padrenuestro: Danos hoy el pan nuestro de cada día. Lluís Magriñà SJ, director internacional del JRS ALEMANIA Sin techo y hambrientos por ley Stefan Keßler S egún el último Informe sobre el Desarrollo Humano de la ONU, Alemania es uno de los países más ricos del mundo. A pesar de ello, muchas personas están hambrientas y sin un hogar. Es más, la ley niega a algunas personas el alimento y la casa. Una de estas personas es Alí Mansour (no es su nombre real). En verano de 2003, este palestino refugiado de 23 años llegó a Alemania procedente del Líbano. En Berlín solicitó la residencia, pero su petición fue rechazada. Sin embargo, no se le deportó porque no podía conseguir la documentación necesaria. Las autoridades libanesas suelen negar los documentos de viaje, esenciales para la deportación, a los palestinos que no dispongan del permiso de residencia, en este caso, alemán. El nombre oficial dado al estatuto de Alí es Duldung, o tolerado. Como declaraba el informe de la Comisión Independiente para la Inmigración, establecida por el Ministerio alemán del Interior y encabezada por la antigua Presidenta del Parlamento Federal Alemán, la Dra. Rita Sueßmuth, el “Duldung no es un permiso de residencia sino una suspensión temporal de la deportación... Por tanto, no supone una estancia legal sino que descriminaliza dicha estancia ilegal”. Afortunadamente, el gobierno regional de Berlín ha prometido presentar un nuevo decreto que permita a personas como Alí recibir al menos alimento y alojamiento. No obstante, esto no asegura que el decreto prometido ofrezca a las personas ‘toleradas’ alimentos y alojamiento suficientes ni que se les faciliten otras necesidades como ropa y asistencia médica. El destino de Alí no es en absoluto algo excepcional. El JRS Alemania tiene que hacer frente a muchos casos en los que particulares que han huido de abusos a los derechos humanos reciben apoyo muy reducido o, como en el caso de Alí Mansour, se han quedado sin casa y hambrientos por ley. Stefan Keßler, responsable legal, JRS Alemania Supermercado económico, Alemania Cuando Alí solicitó la residencia en 2003, no tenía dinero y al serle rechazado el permiso tampoco podía trabajar. La oficina de inmigración le dijo a Alí que necesitaba un pasaporte libanés para recibir alimento y cobijo hasta su deportación. La embajada libanesa le dijo que, dada su condición de palestino, no podía recibir un pasaporte a menos que obtuviera el permiso de residencia alemán. Sin el permiso de residencia, no tendía pasaporte y sin pasaporte el departamento de seguridad social no le daría apoyo financiero ni de ningún tipo. Sin sus amigos, que le ofrecieron refugio y compartieron lo poco que tenían con él, Alí Mansour estaría viviendo en la calle. El JRS Alemania ayudó a Alí a recurrir la decisión que le negaba la asistencia básica, pero el tribunal desestimó el recurso. Las provisiones relevantes se encuentran en la ley alemana de beneficios sociales para los solicitantes de asilo (Asylbewerberleistungsgesetz). La ley también regula los beneficios sociales para los no nacionales ‘tolerados’. Según la ley, ciertos grupos de no nacionales deberían recibir un 20 por ciento menos de lo que normalmente se paga a los alemanes. Aparte, el artículo 1 de la ley permite reducir esta asistencia al mínimo de lo estrictamente necesario para sobrevivir. SERVIR No. 37 – Marzo 2006 3 COLOMBIA Refugiada colombiana en Venezuela Forzados a regresar a casa, pero sin protección Juan Manuel Bustillo C uando la población no está siendo atacada por grupos armados o por el ejército, sufre los daños del gobierno que fumiga las plantaciones de coca con herbicidas venenosos. A consecuencia de ello, muchos huyen hacia áreas que creen más seguras. Sólo en los últimos tres años, más de tres millones de personas, tantas como el 5 por ciento de la población colombiana, se han visto desplazadas por la fuerza por el conflicto armado en el país. Más de la mitad de todas las personas desplazadas son niños, menores de 18 años. Colombia se encuentra entre el puñado de países que ha establecido una legislación para proteger a los desplazados internos (IDP); sin embargo, a menudo deja de proveerles ayuda alimentaria. En 2003, casi una cuarta parte de los niños desplazados estaban en riesgo de malnutrición, siendo los de entre uno y dos años los más afectados. La ayuda gubernamental, cuando está garantizada, se limita a los desplazados registrados oficialmente. El trámite de registro y de solicitud de ayuda humanitaria dura meses. La ayuda se ofrece, normalmente, de tres a un máximo de seis meses. Tras el período de tres meses, la mayoría de los desplazados ya no reciben más ayuda humanitaria. 4 Ante la imposibilidad de sobrevivir, y sin otra opción, los desplazados se sienten forzados a volver a su hogar. Y, aunque insuficiente, la asistencia del estado que consiguen a su regreso es mejor que la que obtienen como desplazados. La ayuda alimentaria al regreso se suministra por un máximo de 60 días. Cada familia recibe también unos 157 dólares al mes, insuficientes para pagar la comida hasta que llegue la cosecha. Dado que el retorno se considera la única alternativa válida, se desalienta la integración en las áreas más seguras. A pesar del peligro, el Plan de Desarrollo Nacional del gobierno colombiano 2002-2006 quiere convencer a 30.000 familias desplazadas de que regresen a sus áreas de origen. Según las líneas maestras del gobierno, los costes sociales y económicos se reducen cuanto más rápido se tome la decisión de retornar. Una vez de vuelta en casa, muchas personas se encuentran con la libertad de movimiento restringida, lo que les impide acceder a comida o a atención médica, y pone en riesgo su seguridad. En 2004, al menos 70 aldeas en todo el país se vieron amenazados por acciones de los paramilitares y de los grupos insurgentes. Se ha acusado a las fuerzas de seguridad del Estado de restringir el movimiento de los pobladores de aldeas y pueblos en toda Colombia, presuntamente para evitar que apoyen a grupos guerrilleros o paramilitares. Como consecuencia de los enfrentamientos entre paramilitares, insurgentes y grupos del ejército, el 1 de mayo, 42 familias de Cerro Azul en el norte de Colombia se vieron desplazadas por la fuerza. Una niña de 18 meses murió y su padre resultó herido durante el enfrentamiento. Los residentes huyeron. Poco después se les invitó a regresar a Cerro Azul con la promesa de apoyo del Estado durante tres meses, pero las familias retornadas sólo recibieron un paquete de ayuda alimentaria. El 20 de agosto, el gobierno colombiano decidió fumigar los campos de coca con glifosfato, un pesticida ácido que quema y seca todo aquello con lo que entra en contacto. Un campo de coca cercano a una escuela fue fumigado desde avionetas. El viento llevó el glifosfato hacia el colegio y quemó la piel de muchos niños y niñas. También quedó quemado el jardín de la escuela. Por temor a ser atacados por grupos paramilitares, los pilotos no son muy cuidadosos al fumigar. A veces ni siquiera lo hacen sobre los cocales, sino sobre personas, animales y casas. Como consecuencia de los graves daños a los cultivos de subsistencia en el área, llegaron la carencia de alimentos y las dificultades económicas. Y hubo nuevos desplazamientos cuando las autoridades no consiguieron dar el apoyo alimentario necesario a la población local. Con estos datos en la mano, el gobierno colombiano no ha sabido tomar las medidas adecuadas. En 2004, el ACNUR, la agencia de Naciones Unidas para los refugiados, instó al gobierno colombiano a no supeditar la ayuda humanitaria a la disponibilidad de presupuestos y a que destinara los recursos necesarios para evitar el desplazamiento forzoso. En el mismo año, el Tribunal Constitucional de Colombia declaró que el sistema gubernamental para asistir a los desplazados era inconstitucional. Declaró que el Estado tenía la obligación de asistir a los desplazados que no estuvieran en condiciones de sustentarse por ellos mismos. En septiembre de 2005, el Tribunal encontró que los pasos dados por el gobierno para cumSERVIR No. 37 – Marzo 2006 plir su mandato eran insuficientes tanto en recursos como en voluntad institucional. No obstante, el proceso de apoyar a los desplazados continúa siendo víctima de la burocracia, no es transparente e ignora a las personas que esperan el registro oficial. Es evidente que la decisión de regresar no es voluntaria. Los desplazados no disponen de información con respecto a la situación de seguridad en sus hogares. Creen que el gobierno les facilitará apoyo socioeconómico para sus necesidades de seguridad a largo plazo. Los desplazados se deben regularmente elegir entre hambre o regresar a casa, aun cuando el retorno signifique vivir en áreas minadas, la amenaza constante de ataques armados, el reclutamiento forzoso de niños, y un apoyo insuficiente de organizaciones de derechos humanos. Aunque no cuentan con garantías de soporte financiero en casa, los lazos sociales y familiares, así como organizaciones como el JRS en Cerro Azul, les permiten sobrevivir semana a semana. Juan Manuel Bustillo, responsable de advocacy, JRS Colombia Maíz, un producto básico de la dieta colombiana Desplazados retornados, Colombia 5 TAILANDIA Luchando por s Vera den Otter L a vida para Xiong Pa (no es su nombre real), un refugiado laosiano, no es fácil. Su familia, nos dice, no tiene ni la comida necesaria para un desayuno diario. El resto del día sólo pueden comer arroz. Recuerda que “pedimos al Bangkok Refugee Centre (una ONG local contraparte del ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados) algún dinero, ya que con lo que nos daban como ayuda de subsistencia no podíamos comprar la comida necesaria. De los 3.500 baht (unos 70 euros) que recibíamos mi hermano y yo, 2.500 iban para el alquiler y los otros 1.000 baht lo gastábamos en jabón, transporte y cosas así. No teníamos para gastar en comida. Los últimos diez días del mes son los peores, el dinero se va rápidamente, y tenemos que saltarnos muchas comidas. Al no tener ni dinero para ropa, fuimos al JRS y ellos nos la dieron”. La cocina de Xiong La habitación de Xiong Xiong Pa vive en una habitación abarrotada con ocho miembros de su familia: tres de sus hermanos y sus esposas e hijos. Los niños no tienen la alimentación variada que necesitan para su crecimiento. Como Xiong, los dos mayores, de 12 y 15 años, sólo hacen dos comidas de arroz blanco por día. Han aprendido a vivir con esto y no se quejan. Su sobrino más pequeño, sin embargo, llora día y noche de hambre, pero todo lo que la familia puede darle es algo de sopa de arroz con un poco de azúcar. Xiong dice que su familia tiene suerte porque viven encima del restaurante de su casero. A veces les dan productos diferentes al arroz a cambio de trabajo. También tienen parientes que, de vez en cuando, les dan algo de dinero extra. Sabe que al menos otros 10 familiares no cuentan con ningún extra y sufren mucho más que él. Antes de que los fondos de subsistencia fueran recortados en un 30 por ciento el 31 de agosto, el ACNUR les entregó a él y a su hermano 5.400 baht. Xiong dice que su vida estaba bien entonces; podía comprar alimentos y a veces ropa. Cuando oyó por primera vez que el ACNUR iba a recortar las ayudas, confiaba en que podría encontrar un trabajo, y que no estaría tan mal. Durante casi cuatro meses no supo 6 TAILANDIA sobrevivir en una gran ciudad nada hasta que en diciembre alguien del BRC le entrevistó. Xiong le dijo que podría trabajar desde casa, pero no volvió a saber nada de ellos desde entonces. Ahora, hay rumores de que el ACNUR cortará totalmente la asistencia a los refugiados en 2006. Xiong no puede encontrar trabajo y no sabe qué hacer. Naturalmente, esto le hace sufrir por su familia y por otros que están en la misma situación. “Conozco familias que tienen 13 hijos. Ellos van a sufrir si no tienen la asistencia financiera. ¿Adónde irán a vivir? ¿Qué comerán?” tencia en alimentos y cobijo para atender a las necesidades básicas de los refugiados. El JRS Tailandia está al corriente de los estudios realizados sobre el impacto de la estrategia para la autosuficiencia de los refugiados del ACNUR en Nueva Delhi, El Cairo y Moscú, pero todavía no existe ningún estudio al respecto en Tailandia. No hay análisis en profundidad sobre los refugiados en Bangkok y otras áreas urbanas que acogen refugiados en Tailandia. Sin embargo, las evidencias de los efectos sobre las personas atendidas por el JRS son extremadamente preocupantes. El gobierno tailandés no ha firmado la Convención de Naciones Unidas de 1951 para los Refugiados ni el Protocolo de 1967. Así, los refugiados reconocidos por el ACNUR no tienen estatuto legal en Tailandia ni el derecho a trabajar. Bangkok, una ciudad de ingresos medios cada vez más cara, ofrece pocas posibilidades para que los refugiados se ganen la vida. Pocos ven el futuro con optimismo. Después de que las ayudas fueran recortadas, muchos refugiados empezaron a buscar desesperadamente comida. Se dirigieron al JRS en busca de ayuda, en particular camboyanos y laosianos con familias numerosas. Los refugiados africanos, para quienes es aún mas difícil encontrar un trabajo en el mercado laboral informal, están buscando que les reubiquen en terceros países. El Programa Urbano para Refugiados del JRS, creado para ayudar a los solicitantes de asilo, respondió lo mejor que pudo para dar salida a las aciagas condiciones a las que se enfrentaban muchos refugiados. Una de las razones por las que se recortó la ayuda era promover la autosuficiencia; algo improbable dado que los refugiados tienen prohibido el acceso a trabajos remunerados en el mercado laboral formal. En respuesta a estas duras circunstancias en las que se encontraron muchos refugiados, el ACNUR parece que revocará esta decisión. Un borrador de su política revisada reconoce los fallos cometidos, y compromete a la organización a facilitar asisSERVIR No. 37 – Marzo 2006 En la actualidad, el apoyo provisto por el programa de refugiados urbanos del ACNUR en Tailandia es insuficiente. Si se ejecuta el gran recorte presupuestario anunciado para 2006, parecen inevitables nuevos recortes a las ayudas de subsistencia a los refugiados. Si se les niegan los ingresos suficientes para pagar las necesidades básicas, como en el caso de Xiong Pa, los refugiados corren el riesgo de verse forzados a reducir la cantidad y la calidad de los alimentos que consumen. Por supuesto, serán los niños los más castigados. Niños laosianos refugiados en Tailandia Vera den Otter, responsable de información/advocacy, JRS Tailandia 7 TANZANIA Entre el hambre y el hogar Mujer refugiada recogiendo leña Minh-Chau Le U n grupo de mujeres burundesas aguardan pacientemente que su líder de grupo presente sus cartillas de racionamiento para recoger los sacos de alimentos. En los campamentos del noroeste de Tanzania, los refugiados no recogen sus raciones individualmente. En cada calle, se agrupan según el tamaño de la familia. Normalmente, cuando el líder recibe toda la comida, los miembros del grupo le ayudan, trasladando los sacos y bidones fuera de la alambrada para repartirse los alimentos. Manualmente vierten el aceite en bidones individuales, hacen las medidas del maíz y atan los sacos de alubias. Después de recoger sus raciones, Gloriose (no es su nombre real) se aparta del grupo para equilibrar su saco con 34 kilos de maíz sobre su cabeza. Con una tinaja de aceite en una mano y su bebé de 16 meses atado a su espalda, se marcha con su hija de 9 años, Jackie (tampoco es su verdadero nombre) hacia su hogar construido de adobes. Jackie camina lentamente, cargando 10 kilos de alubias y harina sobre su cabeza. Cada dos semanas, el día de la distribución, no acude a la escuela porque tiene que ayudar a su madre. “No me importa el peso,” sonríe Gloriose, “¡Quisiera que fuese más pesado, mucho más pesado!” 8 Cuando la familia de Gloriose recibe toda su ración, todavía está por debajo del mínimo recomendado de 2.100 calorías al día por persona. Incluso la agencia de la ONU, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) reconoce que no puede esperarse que la gente sobreviva con una dieta tan limitada. La ley y política tanzana prohibe a los refugiados de estos campamentos trabajar, tener negocios o moverse más de cuatro kilómetros fuera de los campamentos. Es esencialmente imposible para un refugiado acatar estas leyes. Al no proveerles de leña para cocinar sus raciones, deben arriesgarse a ser arrestados, a sufrir abusos policiales, asaltos e incluso violaciones como castigo por el simple hecho de abandonar los campamentos para ir por leña, o para comprarla a aquellos que la recogen. Además, el maíz que les han dado, un producto de primera necesidad en su limitada dieta, no se les ofrece ya listo para comer; debe molerse para convertirlo en harina. Gloriose necesita 2.500 shillings – poco más de 2 euros – para comprar leña con que cocinar para su familia, y 700 shillings para moler el grano cada dos semanas. Para hacerlo, un refugiado sin ingresos se ve obli- TANZANIA gado a vender algunas raciones. El aceite es lo primero en venderse, y Gloriose puede conseguir 1.200 shillings por su ración. Para conseguir los otros 2.000 shillings ella tendría que vender aproximadamente 10 kilos de su harina de maíz. Si así lo hiciese, para Gloriose sería literalmente imposible sobrevivir con lo que le quedase de comida. Por esta razón, la familia de Gloriose quebranta regularmente las leyes tanzanas. Su marido trabaja para los campesinos tanzanos de la zona y recibe 600 shillings al día. Aunque los ingresos son menores a 10 euros por mes, basta para comprar leña y pagar la molienda del maíz. A veces, ella también se aventura hasta diez kilómetros fuera del campamento a recoger leña, especialmente cuando la familia debe ahorrar dinero para comprar ropa, un mueble o pagar las tasas escolares. Con el dinero también compra cebollas y tomates para el cocido de alubias que su familia come casi diariamente, así como algo de mandioca y bananas, que tanto gustan a la familia para variar. “Se piensan que podemos comer alubias hervidas y ugali (mantequilla de maíz) cada día, a veces incluso sin sal. ¿Podrías hacer esto durante 12 años?”. Violar la ley es la única manera de sobrevivir. Pero recientemente, Gloriose y su marido han tomado en consideración otra vía. “Las cosas van de mal en peor,” dice sacudiendo la cabeza. “El campamento es inseguro. Los niños mueren de malaria. Y las raciones aumentan y disminuyen, pero nosotros somos los últimos en enterarnos”. Su marido, Zenón (no es su nombre real), interrumpe, “quizás debamos dejar el campamento y regresar a Burundi”. Si bien las raciones se han estabilizado desde entonces, siguen sin poder depender totalmente de ellas. Para los refugiados como Gloriose, la inseguridad alimentaria es un factor que presiona. Aunque la repatriación debería ser completamente voluntaria, la insuficiencia de las raciones fuerza a los refugiados a volver a casa como una técnica de supervivencia, no como una elección. Uno de los vecinos de Gloriose comentaba que “es mejor volver y morir de un disparo que la amenaza de morirte de hambre...” Lo inadecuado de las raciones amenaza a los refugiados de formas mucho más complejas que un mero problema de calorías. Los responsables de servicios comunitarios en los campamentos han informado al JRS de que la tensión provocada por las raciones inadecuadas aumentan la violencia doméstica y los abusos. Una mejora en las raciones por parte del PMA mejoraría, ciertamente, la situación, pero ésta es aún una solución que dejaría a Gloriose y a su familia a merced de otros. Los líderes refugiados están de acuerdo en que la mejor solución sería permitir a los refugiados trabajar, poner en marcha sus propios negocios y ser autosuficientes. Esto evitaría la dependencia de la ayuda alimentaria internacional que nunca es del todo fiable. Minh-Chau Le, responsable de relaciones públicas de Radio Kwizera, JRS Tanzania Niño refugiado recogiendo comida Aunque algunas familias llegan a ahorrar sumas considerables de dinero, alimentos, e incluso cultivan tierras fuera del campamento, la familia de Gloriose sobrevive entre una distribución de alimentos y otra. No tienen ninguna garantía para los períodos en que se recortan las raciones. En 2005, cuando éstas se redujeron al 67 por ciento de lo normal, Gloriose recuerda que “teníamos que pedir prestado dinero para comida. Yo iba a buscar leña cada día para venderla. Fue una mala época”. SERVIR No. 37 – Marzo 2006 9 SUDÁN Comida o Emer Kerrigan L obone, a siete kilómetros de la frontera norte de Uganda, es ahora el hogar de muchas comunidades desplazadas por la recién terminada guerra de 21 años entre el Sudan People’s Liberation Movement/Army (SPLM/A) y el gobierno de Sudán. La guerra de 1994 desplazó a muchos miembros de la población Dinka hacia el sur, a Lobone. Al menos las cuatro quintas partes de los 33.000 desplazados internos (IDP, por sus siglas en inglés) en Lobone son Dinka. Las familias se vieron forzadas a abandonar su ganado y a volcarse al cultivo como primera fuente de alimentos. Los métodos inapropiados de laboreo y una excesiva dependencia de tres tipos de vegetales han tenido un efecto pernicioso para la nutrición de la comunidad. Los niveles de malnutrición han aumentado provocando ingresos de niños en el hospital local y que las madres se pierdan las clases de alfabetización de adultos para hacerse cargo de sus enfermos. En 2001, el JRS empezó a ofrecer a las comunidades educación y servicios pastorales, incluyendo asesoramiento, materiales escolares y apoyo económico a los maestros. En consecuencia, la educación ha crecido en el área en los últimos años. Los niveles aumentan anualmente y, en la actualidad, Lobone cuenta con siete escuelas de primaria, una de secundaria, 11 guarderías y nueve centros de alfabetización de adultos, con una población de casi 8.000 estudiantes. Gulu, norte de Uganda, cerca de Sudán A pesar de la abundancia de tierras fértiles en Lobone y de la cada vez mayor disponibilidad de educación, la inseguridad alimentaria sigue siendo una amenaza para la comunidad. Ésta afecta todos los aspectos de la educación, ya que influye en la asistencia de adultos y niños y en el desarrollo intelectual de los pequeños. La inmensa mayoría de personas en el área sobreviven directamente de lo que cultivan; pocos son quienes cuentan con formación o educación para ganarse la vida en otras partes. Las estaciones del cultivo y la cosecha son cruciales para la supervivencia de la familia. Durante estos períodos, niños y madres, que forman el grueso de los alumnos adultos, no van a la escuela porque tienen que trabajar. Es más, entre mayo y julio, la asistencia escolar también es baja ya que hay menos comida y los estudiantes se ven obligados a ir a Uganda en busca de alimentos. Un medio de responder a la inseguridad alimentaria es mediante el programa de comidas en la escuela llevado a cabo conjuntamente por Catholic Relief Services y el JRS. El programa alienta a los niños a quedarse en la escuela hasta la hora del almuerzo y les ofrece una comida que no tendrían en casa. Ésta es crucial para su desarrollo cognitivo y contribuye a mejorar su nivel de atención. Muchos de los estudiantes son huérfanos y viven con sus familias extensas. Darles sus propias comidas para que las lleven a la escuela sería una carga excesiva para las familias extensas. No obstante, la entrega de alimentos se retrasa de vez en cuando. Los alimentos sólo pueden llegar por la única carretera que procede de Uganda y que, frecuentemente, es atacada por los rebeldes ugandeses del Ejército de Resistencia del Señor. A consecuencia de los ataques, la asistencia escolar se resiente y se reduce a menudo hasta en tres cuartas partes. El futuro de la educación de la comunidad de desplazados internos en Lobone depende por completo de la seguridad alimentaria en el área. Aunque la educación tiene valor por sus beneficios a largo plazo, es la necesidad básica e inmediata de alimentos la que influye de una manera determinante en el éxito del programa educativo. Emer Kerrigan, administrador, JRS Sudán 10 NAMIBIA escuela Joanne Whitaker RSM E l campamento de refugiados de Osire, en Namibia central, es el hogar de 23.000 refugiados, mayoritariamente angoleños. Un día durante el curso escolar, nuestro equipo del JRS hizo su visita rutinaria. Era ya avanzada la mañana cuando llegamos y fuimos directamente a la escuela primaria. Vimos que muchos niños no habían asistido. La mayoría esperaban en una cola para recibir sus raciones alimentarias mensuales o para ayudar a sus familias y otros a recoger sus raciones. Los que no estaban en la cola trabajaban duro transportando grandes fardos de maíz o aceite para cocinar desde el punto de distribución hasta el campamento. La distribución suele tener lugar una vez al mes, pero a veces más. pación. Nos reunimos con la policía y la administración del campamento para pedirles apoyo y establecer un proyecto dirigido a niñas y mujeres jóvenes de entre 10 y 20 años, llamado Osire Girls Club. El propósito del club era ayudar a las chicas para que permanecieran en la escuela ofreciéndoles actividades extracurriculares, incluyendo alimentos suplementarios que podrían llevar a sus familias. Estos esfuerzos, si bien no han sido un éxito rotundo, redujeron de forma significativa el absentismo y la deserción definitiva de las chicas de la escuela. Sentimos que no podíamos hacer nada. Las familias necesitaban ayuda. Muchos estudiantes aprovechaban la oportunidad para obtener raciones suplementarias. Teníamos que asumir la realidad y programar lecciones y exámenes sólo los días en que los niños no tienen que ir a buscar comida. Una realidad más preocupante era el abandono escolar definitivo, especialmente de niñas, para apoyar a sus familias a conseguir alimentos. Se quedan trabajando en el huerto familiar o en casa haciéndose cargo de los más pequeños de la familia mientras los adultos buscan un trabajo en las granjas cercanas o allá donde puedan encontrar un trabajo temporal. Trabajar fuera del campamento suele crear problemas a los refugiados. El gobierno no permite que los refugiados trabajen. En algunos casos, los campesinos no pagan a los refugiados y les dicen que se vayan de sus granjas o llamarán a la policía acusándoles de violar la propiedad y robar su ganado. Las chicas, especialmente las que están solas en el campamento, sin padres, terminan a veces siendo víctimas de explotación sexual por dinero. De hecho, esto llega a ocurrir incluso con chicas con padres. Éstos se ven forzados por la desesperación a aceptar que sus hijas se prostituyan. Una vez esto empieza, ya casi nunca regresan a la escuela. De nuevo, hallar una respuesta efectiva a este problema era difícil. El JRS se reunió con maestros, padres y líderes de campamento para hablar del tema como uno de los de mayor preocuSERVIR No. 37 – Marzo 2006 Namibia no es un caso único. La elección – comida o escuela – ocurre en toda África austral y, ciertamente, en todo el continente. De hecho, en la vecina Zambia, la agencia de la ONU, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) ha reducido las raciones alimentarias para los refugiados y cree que, a menos que las donaciones aumenten, se verán forzados a cesar la distribución de alimentos a los refugiados en marzo de 2006. Este es un dilema candente, no sólo entre los refugiados y solicitantes de asilo, sino entre muchos jóvenes afectados por la pobreza y huérfanos del SIDA. Sudaneses refugiados, Kejokeji, sur de Sudán Joanne Whitaker RSM, directora regional, JRS África Meridional 11 Cómo ayudar a una persona L • Dar educación a un niño durante un año en una escuela primaria comunitaria en Yei, Sudán a misión de JRS es acompañar, servir y defender los derechos de los refugiados y desplazados forzosos, especialmente los olvidados y los que no atraen la atención internacional. Lo hacemos con proyectos en más de 50 países de todo el mundo, prestando asistencia en forma de educación, cuidado sanitario, labor pastoral, formación profesional, actividades generadoras de ingresos y muchos otros servicios. $30 USA • Ofrecer asesoría legal a un solicitante de asilo o a un refugiado durante un año en Bangkok, Tailandia $31 USA • Dar asistencia médica a un refugiado durante un año en Harare, Zimbabue $37 USA • Construir una casa para una persona con una discapacidad provocada por una mina antipersona y para su familia en Camboya JRS depende en gran parte de donativos de personas privadas y agencias de desarrollo y eclesiales. $400 USA • Ofrecer un taller sobre derechos humanos para desplazados internos en Colombia He aquí algunos ejemplos de cómo JRS invierte sus fondos: $450 USA • Producir y emitir un programa para la paz y la reconciliación durante una semana en el noroeste de Tanzania $1.120 USA APOYE NUESTRO TRABAJO CON LOS REFUGIADOS Su apoyo continuo hace posible que ayudemos a refugiados y solicitantes de asilo en más de 50 países. Si desea hacer una donación, por favor rellene este cupón y envíelo a la Oficina Internacional de JRS. Gracias. (Cheques a nombre de Jesuit Refugee Service) Quiero apoyar el trabajo de JRS Reciban una donación de Se adjunta cheque Apellido: Nombre: Dirección: Ciudad: Código postal: País: Téléfono: Fax: Servir aparece en marzo, septiembre y diciembre, editado por el Servicio Jesuita a Refugiados, organización creada por el P. Pedro Arrupe SJ, en 1980. JRS es una organización católica internacional cuya misión es acompañar, servir y defender los derechos de los refugiados y desplazados forzosos. Director: Editor: Lluís Magriñà SJ James Stapleton Productor: Stefano Maero Asistente de producción: Sara Pettinella Servir se distribuye gratuitamente en español, inglés, italiano y francés. e-mail: servir@jrs.net correo: Jesuit Refugee Service C.P. 6139 00195 Roma Prati ITALIA tel: fax: +39 06 6897 7386 +39 06 6880 6418 Dispatches, boletín bimensual distribuído electrónicamente, recoge noticias de JRS de todo el mundo, reflexiones espirituales e información sobre ofertas de empleo. Está disponible gratuitamente en español, inglés, italiano y francés. Para abonarse a Dispatches: http://www.jrs.net/lists/manage.php Foto de portada: Tanzania. Foto de Mark Raper SJ/JRS. Créditos de fotografías: Francesco Spotorno (págs 2 arriba, 4); Nina Rücker (pág. 3); JRS Colombia (pág. 5); Noparat Thiannimitdomrong/JRS (pág. 6); Jan Cooney/JRS (pág. 7); Libby Rogerson IBVM/JRS (pág. 8); Mark Raper SJ/JRS (págs 9, 12); Don Doll SJ/JRS (págs 10, 11). Email: Para transferencias bancarias a JRS Banco: Banca Popolare di Sondrio, Roma (Italia), Ag. 12 ABI: 05696 – CAB: 03212 – SWIFT: POSOIT22 Nombre de cuenta: JRS Números de cuenta: • para Euros: 3410/05 IBAN: IT 86 Y 05696 03212 000003410X05 • para dólares USA: VAR 3410/05 12 IBAN: IT 97 O 05696 03212 VARUS0003410 www.jrs.net