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El papel de la inmunotolerancia en la prevención de las alergias Rodolphe Fritsché La inmunotolerancia puede ser inducida por la exposición por vía respiratoria u oral a un antígeno. Se han demostrado estrategias inductoras de tolerancia, autoinmunidad, alergia y trasplante en modelos animales. Los mecanismos de tolerancia incluyen la anergia clonal y la eliminación y supresión activa por la células T reguladoras, que liberan citocinas inmunosupresoras como la IL-10 y el TGF-, o por inhibición mediante el contacto intercelular. Se cree que la regulación inmunitaria mediante la inducción de tolerancia oral a antígenos alimentarios previene la alergia alimentaria [1]. La eficiencia de la inducción de la tolerancia oral depende de la edad del huésped, la naturaleza del antígeno, la dosis administrada de ese antígeno y la microflora. La tolerancia oral no sólo puede ser inducida por antígenos intactos sino también por péptidos e hidrolizados enzimáticos, que tienen la ventaja de tener una alergenicidad reducida mientras que conservan sus propiedades inductoras de tolerancia [2]. En modelos animales se ha demostrado que la tolerancia oral puede inducirse en el útero, a través de la nutrición de la madre gestante [3], y también a través de la lactancia materna. Todavía no se ha demostrado si este mecanismo es también válido en humanos. En cierto número de modelos animales se ha estudiado el efecto de la microflora gastrointestinal sobre la inducción y el mantenimiento de la tolerancia oral a los antígenos alimentarios [4, 5]. Se ha propuesto que una colonización precoz puede afectar al desarrollo de la tolerancia de la mucosa. Bibliografía 1 2 Mowat AM: The regulation of immune responses to dietary protein antigens. Immunol Today 1987;8:93–98. Fritsché R, Pahud JJ, Pecquet S y cols: Induction of systemic immunologic tolerance to ⫺lactoglobulin by oral administration of a whey protein hydrolysate. J Allergy Clin Immunol 1997;100:266–273. 1 3 4 5 2 Telemo E, Jakobsson I, Weström BR y cols: Maternal dietary antigens and the immune response in the offspring of the guinea pig. Immunology 1987;62: 35–38. Matysiak-Budnik T, van Niel G, Mégraud F y cols: Gastric helicobacter infection inhibits development of oral tolerance to food antigens in mice. Infect Immun 2003;71:5219–5224. Sudo N, Sawamura SA, Tanaka K y cols: The requirement of intestinal bacterial flora for the development of an IgE production system fully susceptible to oral tolerance induction. J Immunol 1997;159:1739–1745. Prevención de la alergia alimentaria durante la lactancia tardía y la etapa inicial de la infancia Jacques Schmitz Datos epidemiológicos demuestran que la prevalencia de los procesos alérgicos sigue incrementándose, al menos en el mundo desarrollado. Es difícil concebir de qué modo los factores genéticos, los factores de riesgo más importantes en el desarrollo de enfermedades alérgicas, podrían ser responsables de este tipo de tendencia. Entre los factores ambientales capaces de explicar este aumento de la prevalencia, los dos siguientes parecen especialmente merecedores de ser tenidos en cuenta debido a que pueden propiciar la prevención: (a) una mayor exposición a (nuevos) agentes sensibilizadores ambientales/orales, que pueden ser combatidos por medio de dietas de exclusión; y (b) la reducción de la carga bacteriana como resultado de la tasa creciente de partos por cesárea, la utilización profusa de alimentos estériles y la prescripción frecuente de antibióticos orales durante la lactancia, que pueden favorecer la reacción inmunológica Th2 alérgica. Este aumento del factor de prevalencia de acondicionamiento alérgico podría contrarrestarse con el uso de probióticos, que restablecerían un equilibrio Th1/Th2 normal. Prevención de la alergia alimentaria por medio de dietas de exclusión durante el período del destete Los estudios disponibles, aunque bastante antiguos, dan a entender que el retraso en la introducción de los alimentos sólidos podría reducir el riesgo de la alergia alimentaria clínica y el eccema. No obstante, la magnitud del efecto no se conoce en todos sus extremos (es preciso e importante en uno de los estudios y se confunde con otras medidas en todos los demás), y la duración del periodo de exclusión se desconoce por completo. Si bien existe un consenso para 3 evitar la administración de alimentos sólidos antes de los 3 o 4 meses de edad, hasta la fecha no se dispone de estudios que permitan adoptar una decisión sobre el tiempo durante el cual deben mantenerse las medidas preventivas. Prevención de la enfermedad atópica mediante el uso de probióticos A medida que se llegaba a conocer mejor la relación inversa entre, por una parte, las infecciones en la etapa temprana de la vida y la enfermedad alérgica y, por otra, el papel de la microflora gastrointestinal del comensal en el fomento de la inmunidad de tipo Th1, esencial para el control de la inflamación alérgica Th2, se consideró lógico administrar probióticos durante la lactancia con el fin de tratar de prevenir la aparición de la enfermedad atópica en los niños. En un importante ensayo aleatorizado, controlado con placebo, realizado en 159 lactantes y sus madres, en familias con antecedentes de enfermedad atópica, se administraron cápsulas con placebo o con 1010 UFC de Lactobacillus GG durante 2 a 4 semanas antes del parto a las madres y durante 6 meses a los lactantes. Los niños fueron examinados a los 3, 6, 12, 18 y 24 meses de edad. Se diagnosticó eccema atópico en el 35% de los niños de 2 años. La frecuencia de eccema atópico en el grupo tratado con probióticos fue la mitad que en el grupo placebo: 15 de 64 (23%) frente a 31 de 68 (46%); RR: 0,51; IC 95%: 0,32 a 0,84. Dos años más tarde todavía se observaba el efecto: presentaban eccema 14 de 53 niños tratados con lactobacilos en comparación con el grupo placebo, que tenía una incidencia de 25 de 54 (RR: 0,57; IC 95%: 0,33 a 0,97), dando a entender que el efecto preventivo del Lactobacillus GG sobre el eccema se extendía más allá de la lactancia. Aunque estos estudios precisan de confirmación, abren una nueva vía en la prevención de las manifestaciones atópicas. Es importante destacar que el progreso reciente en nuestro conocimiento sobre la inmunidad de la mucosa y el papel que desempeña la carga bacteriana sobre el desarrollo de la tolerancia en la lactancia posibilita considerar estrategias de prevención para la alergia alimentaria distintas de las dietas de exclusión, cuya eficiencia se halla todavía en fase de debate, dado que su magnitud y cronología no se conocen a ciencia cierta. Es necesario un cuidadoso seguimiento nutricional de estos niños. 4 Celiaquía: Efecto del destete sobre el riesgo de la enfermedad Olle Hernell, Göte Forsberg, Marie-Louise Hammarström, Sten Hammarström y Anneli Ivarsson Se admite actualmente que, junto con las enfermedades atópicas, la celiaquía (CE) es la enfermedad crónica más común en los niños. Del mismo modo que otros procesos inflamatorios crónicos, su etiología es multifactorial [1]. En un reciente estudio sueco de casos nuevos y controles, realizado durante un periodo en el que la incidencia de CE en niños de menos de 2 años había aumentado espectacularmente en el curso de unos pocos años [2], se dio a entender rotundamente que la pauta de nutrición durante el periodo del destete influye sobre el riesgo de sufrir la enfermedad. La introducción gradual del gluten mientras el lactante toma todavía la leche materna parece tener un efecto protector y cada mes adicional de continuación de la lactancia materna tras la introducción reduce el riesgo [3]. Las infecciones repetidas durante los seis primeros meses de vida incrementan también el riesgo de padecer CE, sobre todo en combinación con la ingestión de grandes cantidades de gluten en el momento en que este nutriente se introduce por primera vez en la alimentación. Sin embargo, no se sabe a ciencia cierta si la edad en el momento de la introducción del gluten constituye o no un factor de riesgo independiente en la aparición de la CE [3]. En consecuencia, una estrategia preventiva parece consistir en fomentar la lactancia materna y recomendar a los padres que introduzcan gradualmente comidas que contengan gluten antes de suspender la lactancia materna. En un estudio reciente, constatamos la frecuente adherencia de las bacterias en forma de bastoncillo a la mucosa intestinal de los pacientes afectos de CE, pero no de los controles, y que la presencia de bacterias se asocia a una modalidad de tinción de lectina particular de la mucosa, que podría facilitar la adherencia bacteriana [4]. Se desconoce todavía si estas bacterias, aún sin definir, pueden precipitar la enfermedad en individuos genéticamente predispuestos. En la CE se 5 observa una fuerte respuesta intraepitelial de los linfocitos con un aumento de la expresión del interferón-␥ y la interleucina-10, sin aumento concomitante de la expresión del factor de necrosis tumoral ␣ (TNF␣) o el factor transformador del crecimiento 1 (TGF1), y con un desplazamiento notable de la producción del interferón-␥ e interleucina-10 desde la lámina propia hasta el epitelio. Esto puede ocasionar tanto el reclutamiento de linfocitos intraepiteliales como un epitelio permeable. En consecuencia, la reacción epitelial puede ser crucial para el desarrollo de enfermedades en la CE [5]. Aunque el mecanismo que subyace al efecto protector de la lactancia materna sigue sin conocerse, es sabido que la leche materna es una fuente rica en el factor transformador del crecimiento 1 regulado por disminución, y que posee también efectos inmunomoduladores que también persisten más allá del periodo de la lactancia materna. Por otra parte, la lactancia materna afecta a la colonización del intestino. Bibliografía 1 2 3 4 5 6 Sollid LM: Coeliac disease: Dissecting a complex inflammatory disorder. Nat Rev Immunol 2002;2:647–654. Ivarsson A, Persson LÅ, Nyström L y cols: Epidemic of coeliac disease in Swedish children. Acta Paediatr 2000;89:165–171. Ivarsson A, Hernell O, Stenlund H y cols: Breastfeeding protects against celiac disease. Am J Clin Nutr 2002;75:914–921. Forsberg G, Fahlgren A, Horstedt P y cols: Presence of bacteria and innate immunity of intestinal epithelium in childhood celiac disease. Am J Gastroenterol 2004;99:894–904. Forsberg G, Hernell O, Melgar S y cols: Paradoxical coexpression of proinflammatory and down-regulatory cytokines in intestinal T cells in childhood celiac disease. Gastroenterology 2002;123:667–678. Microflora intestinal en lactantes de edades comprendidas entre los 6 y 24 meses Seppo Salminen y Miguel Gueimonde La microflora autóctona del tracto gastrointestinal del lactante se crea a través de contactos e interacciones complicadas con la microflora de los padres y el entorno inmediato del lactante. La colonización inicial, inducida por la naturaleza, es intensificada por los galactooligosacáridos de la leche materna y la microflora de la madre. Este proceso dirige la población de la microflora posterior y la salud del lactante durante el resto de su vida. Por lo tanto, el conocimiento y la orientación positiva del proceso a través de medidas dietéticas son objetivos importantes cuando se trata de facilitar la relación entre la madre y el lactante a través del parto, la lactancia materna, el destete y los primeros años de la vida. Este proceso constituye la plataforma para crear la microflora intestinal del adulto sano. La constitución de la microflora intestinal se caracteriza habitualmente por las etapas siguientes: colonización precoz en el momento del parto por anaerobios facultativos en función de la modalidad del parto, con una rápida serie de especies anaerobias como Bifidobacterium, Bacteroides, Clostridium y Eubacterium. Métodos moleculares recientes indican que las bacterias productoras de ácido láctico pueden representar menos del 1% de la microflora total, mientras que las bifidobacterias pueden estar comprendidas entre el 60 y el 90% de la microflora fecal total en lactantes alimentados con leche materna. Al cabo de los seis primeros meses de vida, la población de la microflora se desvía hacia una comunidad más diversa. En el momento del destete, las diferencias observadas entre los lactantes que toman leche materna y los alimentados con leches infantiles desaparecen debido al incremento del número de enterococos, Bacteroides, Clostridium y cocos anaerobios en el primero de los grupos mencionados. También, después del destete se han descrito aumentos de E. coli 7 Concentración microbiana (relativa al total) No cultivable Bifidobacterias Bacteroides Coliformes Clostridios Lactobacilos 6 24 Edad (meses) Fig. 1. Cambios relativos en la composición de la microflora intestinal, tal como se indica en estudios dependientes e independientes de cultivos. y enterococos. Los niveles de Bacteroides y cocos gram-positivos anaerobios parecen aumentar también gradualmente durante y después del destete, mientras que las enterobacterias disminuyen a menudo. En la figura 1 se ilustran algunos de los cambios. Tras el destete se creará gradualmente una microflora sana, identificada como la microflora normal de un individuo, que conserva y fomenta el bienestar y la ausencia de enfermedades, sobre todo en el tracto gastrointestinal. La creación de una microflora intestinal sana durante la etapa inicial de la vida debe continuar con el mantenimiento y la intensificación del correcto equilibrio individual. Durante los periodos de enfermedad o después de desviaciones detectables en el desarrollo microbiano inicial, el mantenimiento posterior puede lograrse orientando la microflora intestinal hacia un equilibrio sano por medio de medidas dietéticas, por ejemplo, el uso de probióticos o prebióticos. Bibliografía 1 2 3 8 Benno Y, Mitsuoka T: Development of intestinal microflora in humans and animals. Bifidobacteria Microf 1986;5:13–25. Favier CF, Vaughan EE, de Vos WH y cols: Molecular monitoring of succession of bacterial communities in human neonates. Appl Environ Microbiol 2002;68:219–226. Guarner F, Malagelada JR: Gut flora in health and disease. Lancet 2003;361: 512–519. 4 5 Kalliomäki M, Kirjavainen P, Eerola E y cols: Distinct patterns of neonatal gut microflora in infants in whom atopy was and was not developing. J Allergy Clin Immunol 2001;107:129–134. Rautava S, Ruuskanen O, Ouwehand A y cols: The hygiene hypothesis of atopic disease – An extended version. J Pediatr Gastroenterol Nutr 2004;38:378–388. 9 Intolerancias a los hidratos de carbono C.M. Frank Kneepkens y J. Hans Hoekstra Los hidratos de carbono son responsables del 25 al 50% de la ingestión diaria de energía. Los enzimas glucolíticos hidrolizan los hidratos de carbono para formar monosacáridos. La glucosa y la galactosa son transportadas activamente; la absorción de fructosa se produce a través de una difusión facilitada. Los hidratos de carbono no absorbidos (principalmente el almidón resistente y la fibra alimentaria) entran en el colon y se utilizan como combustible para la microflora intestinal. En la malabsorción de los hidratos de carbono, el aporte de hidratos de carbono solubles puede superar la capacidad de fermentación de la flora colónica. Los hidratos de carbono no absorbidos son degradados por glucosidasas bacterianas, dando lugar a la producción de gases y ácidos grasos de cadena corta (AGCC). Habitualmente se absorbe alrededor del 90% de todos los AGCC, que propician la absorción de agua y electrólitos y suministran al organismo alrededor del 70% de la energía de los hidratos de carbono originales. Este proceso recibe el nombre de recuperación colónica. En la malabsorción de los hidratos de carbono, los no absorbidos pueden sobrepasar la capacidad fermentativa de la microflora, impidiendo el mecanismo de recuperación colónica. No obstante, el consumo regular de lactosa puede causar un incremento de la masa fecal en lugar de síntomas clínicos. La recuperación colónica puede ser menos eficiente en los lactantes jóvenes y en la diarrea del niño que empieza a andar, y se deteriora en la diarrea asociada al uso de antibióticos. La fluidez de las heces en la diarrea está en función de la composición de los sólidos fecales. La grasa incrementa la fluidez de las deposiciones, mientras que la fibra mejora su consistencia. Un tránsito rápido por el intestino delgado desemboca en una absorción menos eficiente. A la inversa, la malabsorción de los hidratos de carbono reduce el tiempo de tránsito, incrementando la osmolaridad del contenido intestinal. 10 “Malabsorción de los hidratos de carbono” e “intolerancia a los hidratos de carbono” son términos que no deben intercambiarse. La malabsorción indica una absorción incompleta, mientras que la intolerancia destaca los síntomas clínicos que pueden aparecer. Cuando el aporte de hidratos de carbono no absorbidos sobrepasa la capacidad fermentativa de la microflora, la fermentación es incompleta y en la luz del colon prevalecerán el lactato y los monosacáridos en detrimento de los AGCC. Este es un proceso que cursa en etapas y cuyo resultado final depende no sólo de la recuperación colónica, la adaptación bacteriana y el tipo de sólidos presentes sino también del tipo, las propiedades, la carga y el nivel de aporte de los hidratos de carbono implicados. Mientras que la fibra incrementa predominantemente la masa fecal, los oligosacáridos tienden a aumentar la producción de gases y la retención de agua, y el lactato y otros productos de degradación pueden irritar la pared intestinal. El resultado es una intolerancia verdadera a los hidratos de carbono, con síntomas de dolor abdominal, abdomen distendido, borborigmo y flatulencia o diarrea osmótica. La malabsorción de los monosacáridos, disacáridos y oligosacáridos puede ser debida a trastornos primarios o aparecer como consecuencia de una lesión de la pared intestinal (enteropatía). Además, la capacidad de absorción del intestino delgado está limitada para algunos hidratos de carbono; por ejemplo, para la fructosa, que se cree que desempeña un papel en la diarrea del niño que empieza a andar, mientras que otros hidratos de carbono no se absorben en absoluto. La malabsorción secundaria de los hidratos de carbono constituye en raras ocasiones un problema clínico, más bien requiere tratamiento del proceso subyacente. Los principales trastornos primarios de la absorción de los hidratos de carbono son la malabsorción de la glucosa y galactosa, la intolerancia a los disacáridos (deficiencia de sacarasa e isomaltasa) y la deficiencia congénita de la lactasa. Todos estos trastornos ocasionan una diarrea acuosa profusa tras el consumo de los azúcares implicados. La hipolactasia de tipo adulto no es un trastorno sino más bien una situación normal, un proceso en el cual la actividad de la lactasa disminuye tras el destete. Las consecuencias clínicas subsiguientes varían considerablemente entre los pacientes afectos de malabsorción, así como entre los adultos y niños. Pequeñas cantidades de lactosa son toleradas invariablemente por todos los adultos con malabsorción y los niños parecen ser más tolerantes que los adultos. Aunque la actividad de la lactasa puede empezar a declinar significativamente en niños de 3 a 4 años de edad, no se observarán efectos adversos hasta varios años más tarde. 11 En conclusión, la malabsorción de los hidratos de carbono no necesariamente implica intolerancia. La recuperación colónica permite que el organismo conserve la mayor parte de la energía y previene la diarrea. Sólo unos pocos procesos, que se presentan en general en la primera etapa de la vida, exigen medidas alimentarias concretas. La malabsorción secundaria de la lactosa es, en la mayoría de las ocasiones, transitoria y raras veces precisa una reducción de la lactosa alimentaria. La hipolactasia de tipo adulto no constituye un problema hasta la edad escolar y puede ser tratada frecuentemente con medidas simples. 12 Diarrea crónica inespecífica de la infancia R.E. Kleinman Aproximadamente cincuenta años de observación e investigación han permitido definir la diarrea crónica inespecífica de la infancia, o la diarrea del niño que empieza a andar, como un trastorno intestinal funcional que no reviste consecuencias para el crecimiento, el desarrollo ni la salud a largo plazo. Así se estableció en 1999, cuando un grupo de trabajo publicó una serie de definiciones de trastornos gastrointestinales funcionales infantiles basándose en los criterios de Roma publicados con respecto a las personas adultas [1]. La diarrea funcional identificada por el grupo llegó a conocerse también como la diarrea del niño que empieza a andar, diarrea crónica inespecífica y colon irritable de la infancia; se caracterizaba por el tránsito indoloro diario de tres o más deposiciones inconsistentes, abundantes, durante más de 4 semanas, con inicio entre los 6 y 36 meses de edad, y el tránsito de las heces durante las horas de vigilia en niños que estaban creciendo con una ingestión calórica adecuada. La diarrea crónica inespecífica es, desde todos los puntos de vista, un proceso corriente, observado frecuentemente por los médicos de atención primaria y gastroenterólogos pediátricos. Se ha demostrado que la ingestión de grasas desempeña un papel importante en un número significativo de niños con diarrea crónica inespecífica. En 1979, Cohen y cols. [2] describieron los casos de cinco pacientes cuyo inicio de diarrea crónica inespecífica coincidía con los esfuerzos realizados para limitar la presencia de grasas en las dietas de los niños, en un intento de protegerles frente a la aparición de enfermedades coronarias en etapas posteriores de la vida. Cuando se incrementó la grasa alimentaria entre el 35 y el 50% de las calorías totales, los síntomas diarreicos se resolvieron en todos estos niños. Algunos autores han dejado entrever que el consumo excesivo de bebidas, como los zumos de frutas, que contienen elevadas concentraciones de diversos azúcares, contribuye a la diarrea crónica inespecífica o es causa de la misma. Entre los hidratos de carbono principales de los zumos de 13 frutas destacan la sacarosa, la fructosa, la glucosa y el sorbitol. Encuestas nacionales realizadas en Estados Unidos han demostrado que casi el 90% de los lactantes consume zumos y el 10% de los niños de 2 a 3 años de edad ingieren más de 12,355 ml diarios [3]. Cuando el zumo de manzana se retiraba de las dietas de muchos de estos niños con diarrea crónica inespecífica, se producía una normalización de la frecuencia y la consistencia de las deposiciones. Greene y Ghishan [4] demostraron que casi 1/5 de sus 85 pacientes que presentaban diarrea crónica inespecífica consumía más de 2,5 veces sus necesidades diarias de líquidos, además de su alimentación habitual. La mayoría de los líquidos consumidos por sus pacientes con diarrea crónica inespecífica eran hipertónicos, por sus elevadas concentraciones de hidratos de carbono; por otra parte, tres de estos pacientes consumían grandes cantidades de agua pura. En consecuencia, resulta evidente que una ingestión de líquidos que sobrepasa la capacidad del tracto intestinal para absorberlos, en muchos casos en combinación con una carga osmótica elevada, es un factor importante en la aparición de la diarrea crónica inespecífica en numerosos niños. Los exámenes de laboratorio, inclusive el uso de pruebas para detectar la presencia de hidrógeno en el aire espirado, no son útiles ni beneficiosos en presencia de los criterios de diarrea crónica inespecífica en la infancia. El enfoque más útil con respecto a este proceso consiste en tranquilizar a los padres, normalizar la dieta del niño acatando las normas actuales sobre ingestión de hidratos de carbono, proteínas, grasas y líquidos y observar al niño. Los síntomas de diarrea crónica inespecífica pueden disminuir de forma significativa simplemente solicitando a los padres que lleven un registro diario de los alimentos y anoten la frecuencia y la consistencia de las deposiciones durante una semana antes de proceder al inicio de alguna intervención dietética específica. Este trastorno se resuelve sin excepciones en el momento en que el niño comienza sus actividades escolares. Existe un solapamiento entre este trastorno y el colon irritable de la infancia, hasta el punto de que algunos de estos niños con diagnóstico de diarrea crónica inespecífica, que sufren períodos intermitentes de diarrea tras la escolarización, pueden presentar, de hecho, el síndrome del intestino irritable. Bibliografía 1 2 14 Rasquin-Weber A, Hyman PE, Cucchiara S y cols: Childhood functional gastrointestinal disorders. Gut 1999;45(suppl 2):1160–1168. Cohen SA, Hendricks KM, Eastham EJ y cols: Chronic nonspecific diarrhea. A complication of dietary fat restriction. Am J Dis Child 1979;133:490–492. 3 4 American Academy of Pediatrics: The use and misuse of fruit juice in pediatrics. Pediatrics 2001;107:1210–1213. Greene HL, Ghishan FK: Excessive fluid intake as a cause of chronic diarrhea in young children. J Pediatr 1983;102:836–840. 15 Desarrollo de la motilidad Annamaria Staiano y Gabriella Boccia El desarrollo fetal de la estructura y la función del tracto gastrointestinal es un proceso complejo. Las capas musculares derivan del tejido mesenquimatoso del intestino entre la 4a y la 6a semana de gestación, de un modo caudal rostral. En primer lugar aparece la capa muscular circular, seguido de la túnica muscular longitudinal y, por último, la capa muscular mucosa a las 22–23 semanas de gestación [1]. Grupos de células musculares localizadas en la capa circular se diferencian para formar las células intersticiales de Cajal, que actúan como marcapasos impulsando la frecuencia de las ondas lentas y coordinando el aporte neural a la musculatura lisa intestinal. La maduración intrauterina de las células intersticiales de Cajal se correlaciona con el inicio de la ritmicidad eléctrica. Un retraso en la maduración de las células intersticiales de Cajal podría desempeñar un papel en la fisiopatología de la dismotilidad gastrointestinal que se observa en algunos neonatos y niños [2]. El aporte neural extrínseco al tracto gastrointestinal procede del sistema nervioso central y los sistemas simpático y parasimpático. El sistema nervioso entérico, o cerebro intestinal, aporta la mayor parte de la regulación neural intrínseca. Las células de la cresta neural migran al intestino a través de los segmentos vagal y sacro de la médula espinal. Las células no diferenciadas se detectan en primer lugar en el estómago y el duodeno a las 7 semanas, y seguidamente en el recto a las 12 semanas. El desarrollo del sistema nervioso entérico continúa después del nacimiento y como mínimo durante los 12 a 18 primeros meses de vida. A las 23 semanas de gestación ha madurado la estructura nitrérgica completa, tal como se observa en el intestino postnatal. Recientemente se han identificado trastornos de la inervación nitrérgica en anomalías intestinales congénitas, como la estenosis pilórica y la enfermedad de Hirschprung. En el feto humano puede demostrarse el vaciamiento gástrico del líquido amniótico deglutido en el intestino al cabo de 30 semanas de gestación. 16 La actividad motora del intestino delgado en los neonatos se caracteriza principalmente por un perfil motor que no se observa normalmente en los adultos: la falta de propagación de las ondas de contracción. El complejo motor migratorio aparece entre las 32 y 35 semanas de gestación [1]. Sólo el 25% de los lactantes prematuros presenta un tipo maduro de pauta alimentaria, mientras que alrededor del 75% muestra un cese inmediato de la contracción motora tras la alimentación. En varios estudios se ha demostrado que la función intestinal y la subsiguiente tolerancia a la leche mejoran con una nutrición trófica. Este procedimiento acelera el tránsito intestinal global intensificando el complejo motor migratorio. Es responsable de aumentos repentinos de la concentración plasmática de varias hormonas y péptidos entéricos que alteran la motilidad intestinal y pueden estimular el sistema nervioso entérico [3]. La nutrición enteral es también un desencadenante de la ontogenia de la motilidad colónica. Puede hallarse meconio en el recto fetal al cabo de las 21 semanas de gestación. En un extenso estudio destinado a observar las deposiciones de 844 lactantes prematuros se describió una relación directa entre el volumen de leche ingerida y la frecuencia de las deposiciones durante las ocho primeras semanas después del parto [4]. Los lactantes que recibían leche materna presentaban tasas de defecación uniformemente superiores y evacuaban deposiciones más blandas que los lactantes que recibían leches infantiles, independientemente de la edad gestacional y del volumen suministrado. La observación de una frecuencia modal de una deposición al día en el neonato no alimentado permite suponer la existencia de un perfil intrínseco de actividad motora del intestino grueso, presente ya a las 25 semanas de gestación. La frecuencia de la propagación de las contracciones de amplitud elevada (⬎60 mmHg) disminuye desde varias por hora después de una comida, en niños que empiezan a andar, despiertos, hasta sólo unas pocas por día en los adultos. El colon de estos niños pequeños parece presentar menos contracciones que se propagan, tónicas y fásicas, de amplitud no elevada, en comparación con el colon de los individuos mayores. La maduración progresiva del desarrollo de la función intestinal produce hipomotilidad intestinal, con el consiguiente aplazamiento del tránsito del meconio. La prematuridad extrema y el retraso de la nutrición enteral se asocian significativamente con el retraso en el tránsito de la primera deposición en más de un estudio [5]. 17 Bibliografía 1 2 3 4 5 18 Berseth CL: Assessment in intestinal motility as a guide in the feeding management of the newborn. Clin Perinatol 1999;26:1007–1015. Sabri M, Barksdale E, di Lorenzo C: Constipation and lack of colonic interstitial cells of Cajal. Dig Dis Sci 2003;48:849–853. McClure RJ, Newell SJ: Randomised controlled trial of trophic feeding and gut motility. Arch Dis Child Fetal Neonatal Ed 1999;80:F54–F58. Weaver LT, Lucas A: Development of bowel habit in preterm infants. Arch Dis Child 1993;68:317–320. Wang PA, Huang FY: Time of the first defecation and urination in very low birth weight infants. Eur J Pediatr 1994;153:279–283. Motilidad y alergia L. Bueno La alergia alimentaria se asocia a síntomas digestivos que permiten suponer la presencia de alteraciones en la motilidad gastrointestinal. En modelos animales se han podido evaluar alteraciones motoras vinculadas a provocación antigénica en animales sensibilizados. Se ha demostrado que la inducción satisfactoria de sensibilización a las proteínas alimentarias en animales exige una atención estricta al tipo y dosis del antígeno, la raza y la edad de los animales, la necesidad de coadyuvante y la vía de inmunización. Tanto en ratas como en cobayas, los principales antígenos investigados hasta la fecha han sido los de la leche de vaca y la albúmina del huevo. Aunque la inmunización se realiza en general mediante la administración parenteral del antígeno para incrementar al máximo la uniformidad de la respuesta, la sensibilización oral a la -lactoglobulina por una comida líquida se utiliza con éxito en cobayas para inducir alteraciones en la motilidad asociadas a la provocación oral [1]. La provocación oral afecta a la motilidad gastrointestinal y colónica. Las ondas gástricas e intestinales lentas se alteran debido a que se produce una reducción de la frecuencia, efecto que es mediado localmente tal como se ha demostrado mediante la provocación de segmentos aislados [2]. En ratas en ayunas, la actividad motora intestinal se caracteriza por complejos sistemas migratorios que son suprimidos durante varias horas durante una comida. En ratas Lister encapuchadas, sensibilizadas a la albúmina del huevo, la provocación antigénica oral trastorna el perfil del complejo sistema migratorio, que es sustituido por un perfil de tipo “alimentario” durante 2 a 3 horas (Fig. 1). La motilidad y el tránsito colónico están también afectados por la provocación antigénica oral en las ratas sensibilizadas a la albúmina del huevo, efecto que corresponde a la inhibición colónica asociada a diarrea [3, 4]. La desgranulación de los mastocitos locales parece desempeñar un papel importante en la génesis de las alteraciones motoras inmediatas y persistentes, tanto en el intestino como en el colon. La liberación local de serotonina y, en menor medida, de histamina desencadena la 19 1h Provocación oral Ondansetrón (200 g/kg i.p.) 19 días tras la aplicación de capsaicina perivagal Provocación oral Provocación oral Fig. 1. Mediadores y nervios aferentes que participan en los trastornos de la motilidad yeyunal en ratas Lister encapuchadas sensibilizadas a la albúmina del huevo. De Castex y cols [5]. i.p.: intraperitoneal. respuesta inmediata. Por el contrario, la respuesta motora muy persistente a la provocación implica la participación del eje cerebro–intestino y, particularmente, de las fibras vagales aferentes, la liberación cerebral de IL-1 y la liberación local de la sustancia P. La mayoría de estas alteraciones motoras se reduce considerablemente o se suprime tras un tratamiento previo con estabilizadores de los mastocitos. Bibliografía 1 2 20 Theodorou V, Fioramonti J, Droy-Lefaix MT y cols: Protective action of diosmectite treatment on digestive disturbances induced by intestinal anaphylaxis in the guinea-pig. Aliment Pharmacol Ther 1994;8:295–299. Scott RB, Diamant SC, Gall DG: Motility effects of intestinal anaphylaxis in the rat. Am J Physiol 1988;255:G505–G511. 3 4 5 Fargeas MJ, Fioramonti J, Bueno L: Involvement of capsaicin-sensitive afferent nerves in the intestinal motor alterations induced by intestinal anaphylaxis in rats. Int Arch Allergy Immunol 1993;101:190–195. Oliver MR, Tan DT, Kirk DR y cols: Colonic and jejunal motor disturbances after colonic antigen challenge of sensitized rat. Gastroenterology 1997;112: 1996–2005. Castex N, Fioramonti J, Fargeas MJ y cols: C-fos expression in specific rat brain nuclei after intestinal anaphylaxis: Involvement of 5-HT3 receptors and vagal afferent fibers. Brain Res 1995;688:149–160. 21 El papel de la fibra alimentaria en la infancia y sus aplicaciones en gastroenterología pediátrica F r e d d y T. M . K o k k e , J a n A . J . M . Ta m i n i a u y Marc A. Benninga El Comité para la Definición de Fibra Alimentaria de la Asociación Americana de Químicos de Cereales define la fibra alimentaria como “las partes comestibles de plantas o análogos de hidratos de carbono que son resistentes a la digestión y la absorción en el intestino delgado humano, con fermentación completa o parcial en el intestino grueso. La fibra alimentaria incluye a los polisacáridos, oligosacáridos, lignina y sustancias vegetales asociadas. Las fibras alimentarias fomentan efectos fisiológicos beneficiosos, entre los que destacan el efecto laxante y/o la disminución del colesterol en la sangre y/o la disminución de la glucemia”. De acuerdo con la definición americana, los componentes alimentarios que presentan las propiedades mencionadas anteriormente pueden considerarse también fibras alimentarias, como el almidón resistente y los oligosacáridos no digeribles. El almidón resistente es la suma del almidón y los productos de degradación del almidón no absorbidos en el estómago y en el intestino delgado. Pueden diferenciarse tres tipos: RS1, almidón no tratable físicamente (lentejas, alubias); RS2, almidón no gelatinizado (plátanos y patatas); RS3, almidón degenerado (principalmente amilosa). Las legumbres parecen constituir la fuente individual más importante de almidón resistente, con hasta un 35% de almidón de leguminosa resistente a la digestión. La presencia de oligosacáridos no digeribles es natural en algunos alimentos, predominantemente en las frutas, verduras y cereales, constituidos principalmente por fructooligosacáridos (FOS). En la naturaleza se hallan sobre todo en la inulina. Si la molécula de fructosa se intercambia por una molécula de galactosa se forman los galactooligosacáridos (GOS). Éstos se hallan en las semillas de soja. Actualmente, tanto los FOS como los GOS se identifican como 22 prebióticos. Los prebióticos influyen beneficiosamente sobre el huésped estimulando selectivamente el crecimiento y/o la actividad de una o un número limitado de las bacterias presentes en el colon. Datos recientes indican que una mezcla prebiótica de FOS y GOS es capaz de estimular el desarrollo de una flora microbiana similar a la de los lactantes alimentados con leche materna. Estos prebióticos podrían desempeñar una función como moduladores del desarrollo postnatal del sistema inmunitario. Además, la mezcla de FOS y GOS incrementa significativamente el número de bifidobacterias y reduce el número de patógenos en los lactantes, tanto a término como prematuros, en comparación con un grupo de lactantes alimentados con una leche infantil sin aporte complementario.También influye positivamente sobre la consistencia de las deposiciones y el pH fecal. Cabe añadir que el efecto de los prebióticos es sólo transitorio y relacionado estrictamente con su ingestión. Se precisan más datos para fijar la ingestión óptima de fibra en los lactantes y niños menores de 2 años, la cantidad y los tipos de fibras que serían los más apropiados y averiguar si el aporte complementario de prebióticos produciría beneficios medibles, a largo y a corto plazo, para los lactantes. El efecto de la fibra alimentaria sobre el tracto gastrointestinal se explica por sus propiedades osmóticas, su efecto estimulante sobre la motilidad intestinal y su capacidad de retención de agua en el intestino. La ingestión mínima para niños y adolescentes de edades comprendidas entre 3 y 20 años es la edad del niño más 5 g de fibra alimentaria diaria (edad⫹5). El temor actual con respecto a la recomendación de una dieta rica en fibras estriba en su potencial para reducir la densidad energética y la ingestión calórica y, en consecuencia, causar un crecimiento deficiente, especialmente en lactantes muy jóvenes. Aparte de estos factores, existe también el temor de que dichas dietas reduzcan la biodisponibilidad del hierro, calcio, magnesio y zinc. No obstante, la mayoría de los investigadores actuales señala que cuando la ingestión de fibras alimentarias concuerda con las recomendaciones indicadas anteriormente y la fibra alimentaria se consume en el contexto de una dieta correctamente equilibrada, las deficiencias minerales no representarían ningún problema real. Es probable que la fibra desempeñe un papel valioso en la prevención y el tratamiento de diversos trastornos gastrointestinales. No obstante, es imprescindible la realización de un mayor número de ensayos clínicos para verificar la eficacia y la seguridad de la fibra como agente terapéutico en el tratamiento clínico de niños con estreñimiento, diarrea, síndrome del intestino irritable y apendicitis aguda. 23 Influencias tempranas sobre las preferencias gustativas Peter Leathwood y Andrea Maier Una serie de factores puede influir sobre el desarrollo de las preferencias relativas al gusto y al sabor. A continuación describiremos brevemente algunos de estos factores y evaluaremos su importancia potencial desde una perspectiva psicobiológica evolutiva. Genética Las influencias genéticas proporcionan sensibilidad a diferentes gustos y aromas, además de una preferencia innata por el sabor dulce y un rechazo al sabor amargo. Estas respuestas hedónicas no son estables y pueden cambiar con la experiencia. De este modo, se aprenden a aceptar bebidas amargas como el café o la cerveza. La genética es también responsable de diferencias hereditarias en la sensibilidad a gustos y aromas (particularmente a gustos amargos) que, a su vez, pueden influir sobre las preferencias y las elecciones alimentarias. Hasta la fecha, los efectos observados no son importantes, si bien es necesario profundizar más en el hecho observado de que los niños insensibles al amargor del 6-n-propil-tiouracilo tienden a aceptar comidas más dulces y presentan también una mayor probabilidad de contraer caries. Efectos prenatales Los aromas de algunas comidas ingeridas por la mujer gestante acceden a su líquido amniótico y pueden influir sobre las respuestas del lactante poco tiempo después de su nacimiento [1]. De este modo, si las mujeres toman una bebida aromatizada con anís durante las últimas semanas del embarazo, los lactantes responden positivamente al aroma anisado cuando se les examina en este sentido poco tiempo después del nacimiento. 24 Experiencias postnatales precoces Del mismo modo, los aromas de algunos alimentos (por ejemplo, ajo, vainilla), ingeridos por las madres lactantes llegan a su leche. De este modo, la leche de la madre proporciona al lactante una experiencia sensorial, potencialmente rica y compleja, reflejando en parte los hábitos de comidas y la cultura alimentaria de la madre. En el momento del destete, los lactantes alimentados con leche materna tienden a adaptarse más rápidamente a las nuevas comidas que los lactantes alimentados con leches infantiles, lo que deja entrever que su experiencia sensorial más rica puede facilitar la aceptación. Además, los sabores experimentados durante los primerísimos meses de vida parecen influir sobre las preferencias posteriores. De este modo, los adultos que habían sido expuestos a leches de inicio aromatizadas con vainilla en la lactancia mostraban una preferencia detectable por la vainilla al cabo de 20–30 años [2]. Existe una facilidad adaptativa evidente de los lactantes para presentar una preferencia leve, aunque no abrumadora, por los sabores de las comidas que se transmiten a la leche de sus madres. Estos sabores reflejan sus elecciones alimentarias y las elecciones alimentarias de su cultura. El simple hecho de que hubieran sobrevivido el tiempo suficiente y se hallaran en forma para reproducir y amamantar a sus hijos o hijas, demuestra que sus elecciones alimentarias debían haber sido al menos adecuadas o bien, positivamente favorables. Sin embargo, a medida que el lactante va creciendo, entran en juego otras influencias sobre la preferencia y la elección de los alimentos, de manera que no puede esperarse que estos efectos precoces den lugar a preferencias exclusivas [3]. Experiencias en el momento del destete Si los lactantes destetados han tenido experiencias con diversos alimentos, tienden a aceptar nuevos alimentos más fácilmente. Además, si a los lactantes se les ofrece un nuevo alimento (inicialmente rechazado) en varias ocasiones (por ejemplo, 8 a 10 veces), la mayoría incrementa la aceptación y la ingestión. No obstante, los padres suelen abandonar los intentos después de 2 a 3 rechazos, lo que indica que deberían ser alentados a persistir durante algo más de tiempo [4]. Parece que las preferencias gustativas por alimentos específicos pueden desarrollarse precozmente pero no siempre generalizarse de un alimento a otro. De este modo, en una prueba gustativa, a los 6 y 24 meses de edad, los lactantes que habían recibido previamente agua 25 azucarada consumían más agua azucarada que aquellos que no la hubieron recibido preferentemente. La ingestión a los 2 años se correlacionaba con la ingestión a los 6 meses (pero no en el momento del nacimiento), lo que permite suponer que la aceptación innata puede modificarse en la etapa inicial la vida y que la exposición temprana al agua azucarada produce efectos persistentes sobre la aceptación de la sacarosa en el agua. Sin embargo, no se observaron diferencias en la frecuencia del consumo de otros alimentos o bebidas dulces. Parece que estas experiencias proporcionan una percepción de lo que debe o no debe ser dulce en lugar de establecer una capacidad de respuesta hedónica general al dulzor [5]. Preferencias después del destete En varios estudios se ha demostrado que las pautas de preferencia son notablemente estables entre los 2 y 8 años de edad. Los niños que aceptaban la mayoría de alimentos a los 2 o 3 años, aceptaban también la mayoría de ellos a los 8 años. Asimismo, aceptaban los mismos alimentos cada vez, de manera que la uniformidad (aceptación porcentual de alimentos específicos) era del 84%. Además, no se producía ningún incremento significativo del número de alimentos aceptados. En todo caso, entre los 2 y los 4 años, los niños llegaban a ser más conservadores con respecto a los alimentos aceptados [6]. Discusión y conclusiones Se ha afirmado que en los humanos primitivos, cuyas vidas se desarrollaban en un mismo entorno alimentario, existía una facilidad de supervivencia para el niño abierto a aceptar nuevos alimentos durante los dos primeros años (es decir, exposición temprana a los sabores de las comidas en la leche materna más un ciclo de exposición estacional plena a las comidas de los adultos), seguido a continuación de una disminución gradual de la buena disposición a experimentar (donde los costes de la experimentación serían superiores a medida que aumentaba la movilidad del niño y disminuía su protección por parte de los padres). En conjunto, las influencias tempranas sobre las preferencias alimentarias descritas en las secciones precedentes de esta revisión encajan en este modelo. En los primeros meses de vida, los lactantes aceptan sabores no usuales más fácilmente y tienden a aceptarlos años más tarde. Los alimentos aceptados a los 2 o 3 años de edad son apreciados durante toda la infancia, y pocos nuevos alimentos se añaden o se suprimen del conjunto de alimentos aceptados. Parece, no 26 obstante, que una vez que un alimento concreto ha sido aceptado y se hace familiar, la preferencia puede ser persistente. Por lo tanto, los niveles de dulzor preferidos en alimentos concretos pueden establecerse durante los dos primeros años de vida [7]. Esta lectura de las influencias tempranas lleva a diversas conclusiones prácticas (algunas de las cuales precisan sin duda un estudio adicional antes de proceder a su recomendación). (1) La leche materna refleja los sabores de los alimentos que ingiere la madre y éstos pueden influir sobre las preferencias alimentarias de su hijo o hija posteriormente en la vida, lo que permite suponer que la madre lactante debería ingerir con regularidad el conjunto de alimentos saludables que desee que su hijo o hija acepte posteriormente. (2) Los lactantes aceptan más fácilmente nuevas comidas y sabores durante el período comprendido entre el destete y los dos años de edad, y pocos alimentos nuevos son aceptados fácilmente en los años restantes de la infancia; por lo tanto, parece conveniente asegurarse de que el niño experimente con una amplia gama de alimentos saludables durante este período. (3) La “exposición repetida” puede incrementar la aceptación de nuevos alimentos. Si el lactante rechaza un nuevo alimento (saludable) en las 2 o 3 primeras ocasiones que se le ofrece, muchas madres abandonan el intento. Puede ser preferible persistir durante un total de hasta 8 a 10 intentos. (4) Los niveles preferidos de dulzor en alimentos concretos parecen estar influidos por experiencias tempranas y actuales, de forma que tal vez sea preferible comenzar con los niveles de azúcar que se consideren saludables. Tal como ha señalado Benton [8], los programas de alimentación sanos enseñan a menudo información nutricional básica. Puede ser preferible enseñar algo más a los padres sobre el desarrollo de los hijos, con la esperanza de que un mayor conocimiento de las tendencias innatas, los efectos de las experiencias tempranas y la psicología infantil sea de más utilidad. Bibliografía 1 2 3 4 Schaal B, Marlier L, Soussignan R: Human foetuses learn odours from their pregnant motherís diet. Chem Senses 2000;25:729–737. Haller R, Rummel C, Henneberg S y cols: The influence of early experience with vanillin on food preference later in life. Chem Senses 1999;24:465–467. Skinner JD, Carruth BR, Bounds W y cols: Children’s food preferences: A longitudinal analysis. J Am Diet Assoc 2002;102:1638–1647. Beauchamp GK, Mennella JA: Sensitive periods in the development of human flavor perception and preference. Anales Nestlé 1998;56:19–31. 27 5 6 7 8 28 Mennella JA, Griffin AE, Beauchamp GK: Flavour programming during infancy. Pediatrics 2004;113:840–845. Birch LL: Children’s food acceptance patterns. Anales Nestlé 1998;56:1–10. Cashdan E: A sensitive period for learning about food. Hum Nat 1994;5: 279–291. Benton D: Role of parents in the determination of the food preferences of children and the development of obesity. Int J Obes Relat Metab Disord 2004;28:858–869. Comida basura Michael Gracey El sobrepeso y la obesidad se hallan en niveles epidémicos en numerosos países industrializados y aumentan rápidamente en las sociedades que evolucionan hacia estilos de vida occidentalizados. Esto contribuye a la enfermedad cardiovascular, la hipertensión, la diabetes de tipo 2 y otras enfermedades dependientes del “estilo de vida” [1, 2]. Lo mismo está sucediendo en los grupos de población considerados tradicionales, como los aborígenes australianos, incluso en zonas remotas donde los alimentos conservados determinan actualmente las pautas de comidas y bebidas [3]. ¿Cuál es el papel de la “comida basura” en esta crisis de salud pública? [1]. Consumo de “comida basura” y peso corporal La “comidas basura” se consume inmediatamente o al poco tiempo de su adquisición. Sin embargo, en algunas listas publicadas se destaca los siguientes alimentos: bebidas azucaradas, productos de confitería y dulces, entre los que se incluye el chocolate, galletas y pasteles, patatas fritas, productos lácteos, como los helados y yogures, y los alimentos para el desayuno. Existe un gran debate en torno a si estos alimentos son intrínsecamente “basura” o si su perfil de consumo habitual es nutricionalmente significativo. Después de todo, ¿qué alimento podría ser más nutritivo, aunque “rápido”, que una manzana? Alrededor del 30% de los niños y adolescentes de EE.UU. consume “comidas rápidas” comerciales en un día determinado; consumen más energía alimentaria, más alimentos energéticos, más grasas totales, más hidratos de carbono totales, más azúcares añadidos y bebidas azucaradas, menos leche y menos frutas y verduras no feculentas [4]. 29 Modelos de bebidas “basura” La contribución de las bebidas azucaradas al sobrepeso requiere más atención. Se ha producido un incremento del 500% del consumo de refrescos per capita durante los últimos 50 años en EE.UU., donde la prevalencia del sobrepeso infantil se ha duplicado en el transcurso de los últimos 20 años. El consumo excesivo de refrescos se asocia a: (a) sobrepeso/obesidad; (b) reducción del consumo de leche, deficiencia de calcio y osteoporosis; (c) caries dental y erosión del esmalte dental. Los refrescos representan una fuente concentrada de azúcar alimentario y una ingestión excesiva de energía alimentaria. Un posible “guión del día del juicio final” La diabetes de tipo 2 y otras enfermedades dependientes del “estilo de vida”, entre las que destacan el sobrepeso/obesidad, las enfermedades cardiovasculares, la hipertensión y la insuficiencia renal crónica, son epidémicas en numerosos países y causan millones de muertes cada año. El origen de estos trastornos radica en la lactancia y la etapa inicial de la infancia. Este fenómeno se está convirtiendo en un problema masivo en las sociedades en vías de desarrollo y en los grupos previamente tradicionales que están cambiando a un estilo de vida occidentalizado. Estos nuevos estilos de vida son más sedentarios y a menudo se acompañan de una ingestión de energía alimentaria demasiado elevada en relación con las necesidades. La “comida basura” contribuye en forma muy importante a este estado de cosas. Zimmet [5] vincula esta cuestión a un “guión dle día del juicio final” potencialmente incontrolable. Otros aspectos La contemplación de la televisión alienta la ingestión de refrigerios, el consumo de “comida basura” y desplaza la ingestión de frutas y verduras; otros pasatiempos sedentarios, como los juegos de ordenador, agudizan esta situación. La mayoría de la “comida basura” es energéticamente densa, lo que propicia el incremento del peso. La población tiende a consumir un volumen de comida similar, independientemente de su densidad energética, debido a su capacidad deficiente para regular por disminución la ingestión con arreglo al contenido energético y a sus necesidades para el balance energético [6]. Esto contribuye a explicar el motivo por el cual la “comida basura” y su perfil de consumo habitual causan sobrepeso y obesidad. 30 Bibliografía 1 2 3 4 5 6 Lobstein T, Baur L, Uauy R: Obesity in children and young people: A crisis in public health. Obes Rev 2004;5(suppl 1):4–85. National Center for Health Statistics, Division of Health Examination Statistics. 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Wa t e r l a n d Las diferencias individuales en los factores fisiológicos y conductuales que afectan a la regulación del peso corporal pueden estar determinadas no sólo por genes, sino también por influencias ambientales durante el desarrollo. En este artículo se revisan brevemente las pruebas derivadas de estudios epidemiológicos en humanos y en modelos animales, en el sentido de que durante la lactancia y la etapa inicial de la infancia, la nutrición actúa como una señal importante para la “sintonía fina” de varios sistemas metabólicos e influye, de este modo, sobre la propensión a la obesidad durante toda la vida. El enfoque fundamental consiste en una evaluación de la hipótesis específica de que la nutrición durante la lactancia y la etapa inicial de la infancia modifica la propensión a la obesidad por perturbación de los mecanismos epigenéticos. Basándose en datos de estudios en modelos animales, las influencias ambientales durante el desarrollo prenatal y el desarrollo postnatal inicial pueden alterar permanentemente la regulación del peso corporal y afectar a la constitución y el mantenimiento de mecanismos reguladores génicos epigenéticos. El desequilibrio epigenético puede producir obesidad y el desarrollo epigenético de sistemas fisiológicos significativos para la homeostasis energética continúa en el período postnatal. En consecuencia, es probable que la fijación metabólica postnatal de mecanismos reguladores génicos epigenéticos desempeñe un papel en la determinación de la propensión individual a la obesidad. Mejorar nuestro conocimiento 32 sobre los mecanismos biológicos, por los cuales la nutrición influye sobre la epigenética del desarrollo, puede permitir, en última instancia, el establecimiento de intervenciones nutricionales postnatales precoces encaminadas a reducir la propensión individual a la obesidad. 33 Efectos a largo plazo de los hábitos de destete: Diabetes de tipo 1 O u t i Va a r a l a Se ha demostrado en modelos animales que los factores alimentarios en el destete modifican el perfil de citocinas de los islotes infiltrantes de islotes y produce un efecto sobre el desarrollo de la diabetes autoinmune [1]. Entre los factores alimentarios asociados al riesgo de diabetes de tipo 1, tanto en modelos animales como en estudios epidemiológicos, destacan la ingestión de vitamina D y la exposición a la leche de vaca (LV) y al gluten de trigo. La vitamina D posee propiedades inmunorreguladoras y modifica la función de los sistemas inmunitarios congénito y adaptativo (probablemente de manera indirecta) [2]. El aporte complementario de vitamina D a los lactantes es altamente recomendado debido a que se ha observado que el aporte complementario regular de vitamina D se asocia a un menor riesgo de diabetes de tipo 1 [3]. El destete a una leche infantil hidrolizada en lugar de la LV disminuye la incidencia de diabetes autoinmune en modelos animales, debido a un desplazamiento hacia un perfil de citocinas Th2 en células T infiltrantes de islotes [1]. En los humanos, las pruebas derivadas de estudios epidemiológicos de casos y controles, así como de los primeros estudios de seguimiento prospectivos en niños con riesgo genético de diabetes de tipo 1, son contradictorias [2]. En Europa y Norteamérica se está realizando el estudio TRIGR, que es un estudio de intervención aleatorizado. En el estudio TRIGR, niños con riesgo genético de diabetes de tipo 1 son destetados a hidrolizado de caseína o a LV durante los 6 a 8 primeros meses de vida [4]. Los resultados preliminares del estudio piloto TRIGR indican que el destete a la leche infantil hidrolizada podría disminuir la aparición de autoinmunidad de las células . Datos recientes sobre la introducción de gluten alimentario en el período del destete dan a entender que la exposición precoz o tardía podría suponer un mayor riesgo de autoinmunidad de las células  en los niños con riesgo genético [5, 6]. En consecuencia, debe instaurarse 34 una ventana segura para la exposición al gluten entre los 3 y 6 meses de edad. La respuesta al gluten puede ser aberrante en los lactantes con riesgo genético de diabetes de tipo 1, dado que el genotipo de riesgo es compartido entre la diabetes de tipo 1 y la celiaquía. La identificación de factores alimentarios como factores de riesgo de la diabetes de tipo 1 es puesta en tela de juicio por el hecho de que casi todos los niños están expuestos a supuestos factores alimentarios y que se precisan factores modificadores adicionales para que la enfermedad clínica se manifieste. Las anomalías del sistema inmunitario intestinal en niños propensos a la diabetes de tipo 1 pueden, como mínimo, explicar parcialmente los efectos nocivos de los factores alimentarios en estos individuos, mientras que los mismos factores alimentarios pueden ser exonerados en la mayoría de los niños. Los datos disponibles indican que los índices de riesgo relacionados con los factores alimentarios son relativamente bajos, lo que significa que la fracción etiológica de un factor alimentario individual es reducida. No obstante, debe destacarse que la eliminación de un factor de riesgo identificado, que explica por ejemplo el 10% del riesgo de enfermedades, conduce a la prevención de la diabetes de tipo 1 en un número notable de niños cada año. Bibliografía 1 2 3 4 5 6 Scott FW, Cloutier HE, Kleemann R y cols: Potential mechanisms by which certain foods promote or inhibit the development of spontaneous diabetes in BB rats: Dose, timing, early effect on islet area, and switch in infiltrate from Th1 to Th2 cells. Diabetes 1997;46:589–598. Vaarala O: Environmental causes: Dietary causes. Endocrinol Metab Clin North Am 2004;33:17–26, vii. Hypponen E, Laara E, Reunanen A y cols: Intake of vitamin D and risk of type 1 diabetes: A birth-cohort study. Lancet 2001;358:1500–1503. Åkerblom HK, Virtanen SM, Hamalainen A: Emergence of diabetes associated autoantibodies in the nutritional prevention of IDDM (TRIGR) project. Diabetes 1999;48(suppl 1):A45. Norris JM, Barriga K, Klingensmith G y cols: Timing of initial cereal exposure in infancy and risk of islet autoimmunity. JAMA 2003;290:1713–1720. Ziegler AG, Schmid S, Huber D y cols: Early infant feeding and risk of developing type 1 diabetes-associated autoantibodies. JAMA 2003;290:1721–1728. 35 ¿Qué se sabe acerca de los efectos a corto y a largo plazo de la alimentación complementaria? Kim Fleischer Michaelsen Es mucho lo que sabemos acerca de los efectos a corto plazo de la alimentación complementaria y de cómo una dieta óptima puede prevenir el crecimiento deficiente, la malnutrición y las deficiencias de nutrientes. No obstante, sabemos muy poco acerca de sus efectos a largo plazo. A pesar de la existencia de un acuerdo general sobre los principios científicos de lo que constituye una dieta complementaria óptima, las recomendaciones difieren considerablemente de un país a otro. Frecuentemente, las prácticas y las recomendaciones nutricionales se basan más en la tradición que en la ciencia. En países de bajo poder adquisitivo, el período de nutrición que abarca de los 6 a los 18 meses es crítico para el fomento de un crecimiento, desarrollo y salud óptimos. La estadística global ha contribuido a identificar este período como el tiempo en el que aparece un impedimento al crecimiento o desarrollo debido al crecimiento muy rápido que tiene lugar. En los países industrializados corresponde también al período en el que se observa un retraso del crecimiento. Una de las causas puede consistir en las dietas extremas que se utilizan debido a las convicciones de los padres en relación con el hecho de comer sano. Un ejemplo es el de las familias que siguen una dieta macrobiótica en Holanda con las consecuencias siguientes: retraso considerable del crecimiento, retraso del desarrollo motor, raquitismo, deficiencia de hierro y deficiencia de vitamina B12 [1]. La dieta macrobiótica es rica en fibras, pobre en energía y no contiene productos de origen animal. Debido a los problemas sanitarios asociados a una alimentación complementaria inadecuada, como son la elevada mortalidad en la lactancia tardía y la etapa inicial de la infancia en países con bajo poder adquisitivo, la OMS concedió una gran prioridad a la alimentación complementaria y convocó varias consultas con expertos, cuyo resultado fue la Estrategia Global sobre la Nutrición de 36 Lactantes y Niños Pequeños [2]. En las actas de una consulta global de la OMS sobre alimentación complementaria en Ginebra, en el año 2001, se presentaron principios orientativos para alimentaciones complementarias, elaborados en colaboración con la PAHO [3]. Estos principios se centran en la edad para la introducción de la lactancia materna, la continuación de la lactancia materna, la cantidad, la densidad energética, el contenido en nutrientes y la consistencia de los alimentos utilizados en el destete, la frecuencia de las comidas, el empleo de complementos y productos enriquecidos con vitaminas y elementos minerales, la preparación y el almacenamiento seguro y la nutrición en los casos de enfermedades. Además, las normas destacan la alimentación sensible, proporcionando una serie de principios para la asistencia psicosocial durante la nutrición. Se ha elaborado un conjunto de normas, basadas en el conocimiento actual y destinadas a la región europea de la OMS [4]. Dado que esta región incluye tanto países considerablemente industrializados como países de bajo poder adquisitivo, como los de Asia Central, estas normas cubren una amplia gama de condiciones socioeconómicas. Las numerosas cuestiones y preguntas, en el ámbito de la investigación, que tienen que abordarse para mejorar el conocimiento y la práctica de la alimentación complementaria, se discutieron en una reunión de trabajo organizada por la Asociación Internacional de Pediatría y la Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátricas en 1999. Las actas incluyen una dilatada lista de prioridades de investigación [5]. La problemática vinculada a la alimentación complementaria consiste en conocer de qué manera afecta a la salud, desarrollo y crecimiento a largo plazo. Se dispone de pruebas crecientes de que la alimentación y el crecimiento postnatales desempeñan un papel importante en la hipótesis de los orígenes precoces de las enfermedades en la edad adulta [6] y que es probable que la alimentación complementaria programe los efectos. La lactancia materna conlleva importantes efectos a largo plazo y es plausible que otros alimentos suministrados durante la lactancia y la etapa inicial de la infancia puedan producir también efectos a largo plazo. Se han planteado varias hipótesis sobre los efectos a largo plazo. Por ejemplo, se ha dado a entender que una ingestión rica en proteínas incrementa el riesgo de sobrepeso y obesidad en una etapa posterior del período infantil; una ingestión elevada de grasas saturadas en las etapas iniciales de la infancia podría producir efectos adversos sobre el riesgo de enfermedades cardiovasculares y la composición en ácidos grasos de la dieta podría influir sobre el riesgo de atopia y asma en etapas 37 posteriores de la vida. No obstante, las pruebas a favor de estas hipótesis no son todavía concluyentes. Nuevos datos permiten suponer que la leche de vaca puede estimular el crecimiento lineal de los niños pequeños, incluso en aquellos que están recibiendo ya una dieta adecuada con un contenido elevado de proteínas [7]. Por lo tanto, el concepto tradicional de que el crecimiento es óptimo si no hay deficiencias puede ser demasiado simplista. Es también probable que las preferencias alimentarias y el control del apetito se establezcan durante las etapas iniciales, lo que puede conllevar efectos a largo plazo. Con la epidemia de obesidad y el incremento del sobrepeso en los niños pequeños, la influencia de la dieta temprana sobre la composición corporal, el incremento del peso y el sobrepeso y la obesidad más tardíos reviste un interés especial. Bibliografía 1 2 3 4 5 6 7 38 Dagnelie PC, van Staveren WA: Macrobiotic nutrition and child health: Results of a population-based, mixed-longitudinal cohort study in The Netherlands. Am J Clin Nutr 1994;59(suppl):1187S–1196S. 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Ponentes Dr. Marc Benninga AMC Department of Pediatric Gastroenterology Meibergdreef 9 NL-1105 AZ Amsterdam Holanda Tel. ⫹31 20 5663053 E-mail m.a.benninga@amc.uva.nl Prof. Michael Gracey Unity of First People of Australia Public Health 23 The Grove 6014 Wembley Australia E-mail m.gracey@ optusnet.com.au Dr. Lionel Bueno Neurogastroenterology Unit INRA Research Department 180 Chemin de Tournefeuille-BP3 FR-31931 Toulouse Francia Tel. ⫹33 561 285143 Fax ⫹33 561 285307 E-mail lbueno@toulouse.inra.fr Prof. Olle Hernell Umea University Department of Clinical Sciences, Pediatrics SE-901 85 Umea Suecia Tel. ⫹46 90 7852121 Fax ⫹46 90 123728 E-mail olle.hernell@ pediatri.umu.se Dr. Rodolphe Fritsche Nestlé Research Center PO Box 44 CH-1000 Lausanne 26 Suiza Tel. ⫹41 21 7858683 Fax ⫹41 21 7858544 E-mail rodolphe.fritsche@ rdls.nestle.com Prof. Ronald Kleinman Massachusetts General Hospital Department of Pediatric Gastroenterology 55 Fruitstreet VBK 107 MA 02114 Boston EE.UU. Tel. ⫹1 617 7261450 Fax ⫹1 617 7242710 E-mail rkleinman@partners.org 39 Dr. Frank Kneepkens VUMC Department of Pediatrics De Boelelaan 1117 NL-1081 HV Amsterdam Holanda Tel. ⫹31 20 4444444 Fax ⫹31 20 4442918 E-mail cmf.kneepkens@vumc.nl Dr. Peter Leathwood Nestlé Research Center Department of Consumer Science PO Box 44 CH-1000 Lausanne 26 Suiza Tel. ⫹41 21 7858856 Fax ⫹41 21 7858554 E-mail peter.leathwood@ rdls.nestle.com Prof. Kim Fleischer Michaelsen Royal Veterinary and Agricultural University Department of Human Nutrition Rolighedsvej 30 DK-1958 Frederiksberg C Dinamarca Tel. ⫹45 35 282495 Fax ⫹45 35 282483 E-mail kfm@kvl.dlk Prof. Seppo Salminen Functional Foods Forum University of Turku FIN-20014 Turku Finlandia Tel. ⫹358 2 3336880 Fax ⫹358 2 3336860 E-mail seppo.salminen@utu.fi 40 Prof. Jacques Schmitz Hôpital des Enfants Malades Service de Gastroentérologie Pédiatrique 149 Rue de Sèvres FR-75743 París Cedex 15 Francia Tel. ⫹33 1 44494891 Fax ⫹33 1 44492501 E-mail jacques.schmitz@ nck.ap-hop-paris.fr Prof. Annamaria Staiano University Frederico II Department of Pediatrics Via S. Pansini 5 IT-80131 Naples Italia Tel. ⫹39 81 7462679 Fax ⫹39 81 5469811 E-mail staiano@unina.it Prof. Outi Vaarala University of Linköping División of Pediatrics Molecular and Clinical Medicine SE-58185 Linköping Suecia Tel. ⫹46 13 222900 Fax ⫹46 13 127465 E-mail outi.vaarala@imk.liu.se Prof. Robert Waterland Baylor College of Medicine Department of Pediatrics 1100 Bates Street Suite 9064 TX 77030-2600 Houston EE.UU. Tel. ⫹1 713 7980304 Fax ⫹1 713 7987171 E-mail waterland@bcm.tmc.edv