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Materia: Seminario de Cultura Popular y Cultura Masiva Cátedra: Alabarces. Teórico Nº 11 Profesor: Pablo Alabarces. Fecha: 26/10/2016 [suena “Chipi-chipi”: https://www.youtube.com/watch?v=qhvcBUXNo14] Buenas noches a todos. Mi propia incapacidad para calcular los tiempos de una clase para colmo se ve agravada por la de alguien que hace 15 minutos debió haber traído el cañón; y también el micrófono, entonces vamos a empezar sin imagen aunque esto que tengo acá delante de mis ojos y que no les puedo mostrar debieran verlo. Delante de mis ojos en estos momentos tengo en una pantalla partida a la izquierda al señor Palito Ortega enteramente vestido de blanco y a la derecha al señor Charly García o lo que quedaba de él. [suena “Media novia”, inaccesible en You Tube] Esto es del año 2010, fue la actuación de Palito Ortega junto con Charly García como músico invitado en el año 2010, es decir poco después de la salida de Charly García de la internación. [suena “Corazón de hormigón”, en Kill Gil: https://www.youtube.com/watch?v=htKJbF_IMU] Esto que está pasando es una especie de video trucho de Kill Gil, el último disco de estudio que terminó de grabar justamente durante la internación en la estancia de Palito Ortega, que salió en el 2010, nuevamente, después de la salida de la internación. De lo que estas cosas nos hablan... Antes de eso, los que vinieron temprano estuvieron escuchando una larga playlist de temas de rock nacional, pero la gran mayoría de ellos de Charly García. ¿De qué nos hablan estos dos textos en particular, que son los textos más contemporáneos que tenemos a nuestra disposición de Charly García, aunque ahora vamos a ver alguno más? Nos hablan de varias cosas a la vez; nos hablan de decadencia, verlo a Charly García tambalear por el escenario hasta sentarse detrás del piano, gordo, con dientes, desafinado y sin talento, o escuchar esta canción que se llama “Corazón de hormigón” y que se jacta de haber sido la primera canción que escribió, creo que a los 5 años, y consecuentemente es una cagada, digamos, a la que además Palito Ortega le pone los coros. También esto nos pueda permitir 1 hablar de retromanía, un concepto que inventa un crítico inglés cuyo nombre se me acaba de esfumar. [...] Simon Reynolds, ¿quién lo dijo? Es una muy buena idea, esta idea de que toda la escena pop-rock contemporánea no hace otra cosa que morderse la cola, todo el tiempo está yendo hacia atrás, viendo hacia atrás; y cómo Charly García entonces toca con Palito Ortega, esta historia ya la contamos en la primera clase de todas hace 11 semanas, la primera cosa que toca con Palito es esa vieja canción, “Media novia”, era una canción de Palito Ortega en tiempos del Club del Clan que Palito se jactaba de haber conocido, de haberla visto en televisión cuando chico. Esta cosa compacta de retromanía y decadencia y que Leandro Aráoz, compañero de la cátedra, hoy cuando hablábamos de esto interpretaba como en realidad la factura que Charly García le está pagando a Palito por la internación y la recuperación; esto es, grabar con Palito, en su momento hace 11 semanas escuchamos el tema que Palito graba en Canciones con amigos, su último disco de estudios creo, otro espanto. Podríamos hablar de eso, también podríamos producir algún tipo de comparaciones, comparaciones que están separadas por los 30 años de distancia que van entre un texto y otro. Por ejemplo, vean esto que es del año 82, en la última actuación televisiva de Serú Girán. [suena “Eiti-Leda” por Serú en el 82: https://www.youtube.com/watch?v=wRp9P_PnzBI] Escuchen la afinación. Y es una canción muy difícil de afinar. Y ahora vean esto. [suena “Eiti-Leda” por Charly en 2013: https://www.youtube.com/watch?v=1QtxJ-czWw] Es fuerte, ¿no? Lo hice al revés, esta vez fui de atrás para adelante. Fuimos a ver una grabación del año 82, insisto, fue la última aparición televisiva de Serú Girán muy poco antes de la separación, es una aparición en ATC, es después de la guerra de Malvinas, fue la única vez que Serú Girán tocó en ATC. Ésta en cambio es una versión calculo que del 2013, no tengo exactamente fechada, es de la última gira que Charly García hizo, en la cual había cambiado toda la banda. Entre otras cosas, lo que había cambiado era la vocalista. Ustedes conocen históricamente quiénes fueron las vocalistas de Charly García. ¿Quiénes fueron? [...] Paren, de a uno. [...] Hilda Lizarazu, pero empezaste por el final. Fabi Cantilo, dicen por ahí; hay una mujer que le hace coros antes. Y antes que María Rosa Yorio incluso, hay una muy jovencita Celeste Carballo metiendo coros en el año 75 en Confesiones de invierno. Y viene después Fabi Cantilo, María Rosa Yorio, Hilda Lizarazu; se están olvidando de no sé si la mejor vocalista, pero sí la más importante, la mujer más importante en la carrera de 2 Charly. ¿Quién? [...] “María no sé cuánto”, me cago en la hostia. “Había una mujer importante, una María Eva no me acuerdo cuánto tampoco”… María Gabriela Epumer. ¿La ubican a la Epumer? Después hay un videíto que tenemos para verla y oírla. Todo eso finalmente... o sea, o las echaba o se iban porque Charly es un tipo bastante intratable. La última en irse es Hilda Lizarazu. ¿Quién es ésa? No, Man Ray es el grupo de Lizarazu. ¿Quién es? La hija de Ortega, lo cual es una buena manera de hablar de Rosario Ortega. Es decir, pareciera que también las vocalistas de Charly García son otra factura que está pagando por el precio de la internación. Es Rosario Ortega la que está haciendo los coros y digo, entre otras cosas lo que cambian en esos 30 años, a ver, hay una mejor orquestación, el grupo suena compactísimo; pero desaparece la voz de García, fíjense que inclusive la voz líder pasa a ser la voz femenina. Éste era un tema que cantaba él, nunca tuvo voces femeninas cantando este tema. En cambio, él tiene que abandonar esa voz líder, darle paso a Rosario Ortega para que lleve ella la voz cantante. Cambia también el desempeño escénico: Charly García ya no puede saltar, con el riesgo de romperse la cadera. Es un tipo que deambula a duras penas por el escenario con esa especie de peluca que más parece una parodia de Gasalla antes que el propio artista. Y sin embargo, no se podía escuchar Sui Generis a los 12 años y salir indemne. Posiblemente el rock nacional me llegó en el momento y lugar justo, un territorio limítrofe en el lejano oeste de la ciudad de Buenos Aires, una zona de tránsito entre las luces de Flores y el abismo del Conurbano, un lugar de deslizamientos continuos entre Sandro, Favio y Palito, pero también Sabú y Tormenta (nombres que a ustedes no les dicen nada), con las nubes de Manal y Billy Bond algo lejos, con mucho más Sótano Beat y Música en libertad que cualquier referencia lejana a Woodstock. Pero también entre los 9 y los 12 años, huyendo de María Elena Walsh y sin ofertas preadolescentes en la tele ni en las bateas, pasábamos de la música infantil a la música para adultos sin intervalos. Nos encontramos con el beat en Liniers, lo procesamos con guitarras de cartón con mi amiga Liliana cantando como Bárbara de Bárbara y Dick usando un disfraz de Cenicienta de un par de carnavales atrás. Mucho más tarde en los libros supimos que “La balsa” había fundado algo. ¿Lo tienen? [suena “La balsa”: https://www.youtube.com/watch?v=RdojeBukpZA] Para nosotros en ese momento no era una fundación, sino que era algo que aparecía en las letras de la revista Canal TV, últimas páginas, sin tablaturas, no existían las tablaturas, había 3 que ponerse a sacar las canciones. Junto con ella venía una tal “Muchacha ojos de papel”; cierro los ojos, todavía estoy viendo la versión impresa en la revista Canal TV. [suena “Muchacha ojos de papel”: https://www.youtube.com/watch?v=ftTTBsh06vc] Pero a los 12 años finalmente lo que aparece es esto. Ésta la vamos a escuchar entera. [suena “Estación”: https://www.youtube.com/watch?v=jNsmKA5Rj4c] Nadie descubría compañeras entregándose desnudas en la arena a los 12 años en 1973 y salía del encontronazo sin un estremecimiento. Estremecimiento onanista, dirán ustedes; por supuesto, contestaremos, y a mucha honra. Onanismo era el de los primeros 70, sin porno ni internet, sin revistas Playboy, eso era un prodigioso y exitoso esfuerzo de la imaginación. Pero además descubríamos dos sonidos: uno, el de la guitarra acústica que abre toda la primera secuencia del tema con cuerdas de acero, sonaban en un re que cierra el segundo verso con un firulete en sol sostenido de la primera cuerda; el segundo, la segunda parte, las voces armonizadas: era la primera vez que escuchábamos esa armonía de voces. En 1974 descubrimos otra cosa que fue el Grandes Éxitos de Simon & Garfunkel y aprendimos que la guitarra acústica podía sonar igual y que las armonizaciones de voces podían ser incluso más complicadas. [suena “Scarborough fair”: https://www.youtube.com/watch?v=-BakWVXHSug] Hasta que en 1974 fue el acabóse porque lo que ocurrió fue que rasguñaron las piedras. Estaba en el secundario, comenzaba el intercambio feroz de acordes, un tráfico ilegítimo de acordes por supuesto, esto va en sol, esto va en re, probá con el cambio de tono en “Aprendizaje”. Los buenos guitarristas, por lo menos había uno por división del secundario, nos pasaban los yeites a los malos, que éramos legión en cada división del secundario. Los buenos cantantes, por lo menos había dos por división del secundario, nos pasaban las armonías a los malos, que éramos todos los demás cantantes de la división. Y una mañana de septiembre de 1975 llegó mi amigo Gustavo con los ojos en blanco diciendo estuve allí. Quince años más tarde me di cuenta que estaba citando a Clifford Geertz, pero ni él mismo lo sabía, hablando de la autoridad etnográfica, estar allí. Cuando tocaron “Rasguña las piedras”, decía mi amigo Gustavo, nos morimos todos. Mucho tiempo después el mismo Gustavo intentó convencernos que había estado en el debut de Maradona del cual hablamos la semana pasada, lo que retrospectivamente nos hizo pensar que lo de Sui Generis había sido un bolazo. 4 A la primera función erótica entonces, primordialmente onanista, para los adolescentes de 1972 hasta finales de la década, Sui Generis le sumó una segunda función erótica más ampliamente relacional: los buenos guitarristas y los buenos cantantes ganaban, levantaban, con el simple recurso de cantar “Quizás porqué” mirando a los ojos de alguna destinataria. Y una tercera función gregaria, digámoslo así, en plazas y parques de la patria, en todos los fogones habidos y por haber durante 10 años al menos. Como dice, creo que, bueno, es alguien en la Rolling Stone, de homenaje a Charly García, “Rasguña las piedras” fue el himno del fogón durante 10 años; por lo menos 10 años. Desde 1982/1983, esa función fogonera pasó a ser cumplida por la nueva trova y el psicobolchevismo neodemocrático. Durante la dictadura en cambio se suigenereaba como mecanismo de defensa. Ví a Charly por primera vez en vivo el 11 de noviembre de 1977, en un recital llamado “Festival del amor”, un nombre tan espantoso que para mí siempre fue Música del alma, que es el nombre del disco. Llega la dictadura, yo acababa de cumplir mis dulces 16, no puedo entender cómo mi viejo me dejó ir a ese recital, estaba absolutamente atenazado por el terror de tener tres hijos adolescentes; existe la posibilidad de que haya ido clandestino, pero creo que no porque fui con mi hermano mayor que era un nabo, entonces no puede haber ido clandestino. Desfilaron todos y todas ese día en el escenario del Luna Park. Tocó Sui Generis, Por Sui Gieco, Santaolalla, Lebón, los hermanos Makarov, La Máquina de Hacer Pájaros; muchos años después me enteré de que fue la última vez que La Máquina de Hacer Pájaros tocó toda junta y en vivo. Santaolalla puso algo parecido a Soluna, que fue su segunda banda, y con María Rosa Yorio intentó hacer una versión alucinante de “Volver a los 17” de Violeta Parra y el Luna Park entera los chifló de arriba a abajo, no los dejó terminar, entonces Charly García agarró el micrófono y dijo “loco, cuando hay rock, hay rock, pero cuando hay folkito hay folkito y se la bancan”. Yo era mucho más folkito que rockero así que estaba encantado. A la salida escuché el rumor de que los pesados, los rockeros, iban a cazar chetos a Pumper, así que por las dudas huímos. Este tipo del que estamos hablando armó la banda de sonido de mi adolescencia. Aunque le prestamos un poco de atención, sólamente un poco, al primer disco solista de Nito Mestre y los Desconocidos de Siempre, por la voz de Nito Mestre, en realidad ese disco es una cagada. Pronto descubrimos que Nito iba a seguir toda la vida haciéndole los coros a Charly y que era lo único que podía hacer; que la potencia y la locura la tenía Charly. Que había que 5 seguir a Charly, había que sintetizarse, había que sinfonizarse cuando las Pequeñas anécdotas sobre las instituciones, había que volar con La Máquina. Dos tecladistas metió en La Máquina: él y Carlos Cutaia. Había que estar completamente del marote para meter dos tecladistas en una banda en 1976 en la Argentina. Cuenta la leyenda que cuando se compró el primer sintetizador, Charly García se lo puso alrededor, miró y dijo “¿me parezco a Rick Wakeman?”, luego de lo cual dijeron que La Máquina era el Yes del subdesarrollo. Por supuesto, soy un conservador, ahora de edad avanzada, 10 años más, día más día menos que Charly (feliz cumpleaños, Charly), por eso le reproché cada grupo disuelto para luego admirar su nueva banda. Esta serie llegó hasta que empezó a ir para atrás, empezó a hacer retromanías. Fui a ver eso que llamaron Serú Girán en el 92; me pregunto por qué fui. Me juré no pisar el regreso de Sui Generis, que se llamó, como todos saben, Sinfonía para adolescentes; yo ya no era adolescente, no daba el pinet, no calificaba y tenía hijos adolescentes que ya no escuchaban a Charly García. El Charly que yo amé termina en Filosofía barata y zapatos de goma. Después envejecí, preferí amar otras cosas, hace rato que a todos ustedes les digo que después de los 40 a uno le gusta más el jazz que el rock. Un día, no hace mucho, sin embargo, hice una comprobación, y es la comprobación que hacemos todos los que entendemos que la música también son unos objetos llamados discos: cassettes, vinilos, cds. No hablo de mp3 en la computadora. Y entonces los conté, comparé: a ver, ¿de quién tengo más? Los ganadores fueron Charly García, Joni Mitchell y Paul Simon. Definitivamente mi corazón es pop, es folkito. Después, claro, además de toda esta confesión puede venir todo aquello para lo que la buena crítica es más idónea. ¿Qué significó Charly García en la música argentina? Significó mucho. Significó la primera banda de masas, la primera banda de rock progresivo y sinfónico más o menos consistente, la primer súper banda, el tránsito a la modernidad pop. También algunas de las mejores canciones de la historia de la música popular nativa. También significó como modelo de rocker, modelo de reventado, modelo de pirado, pónganlo como quieran; de buen tipo, de insoportable. Lo que fue como productor, como compositor de música de películas. Y, last but not least, lo que todavía puede implicar su relación con Palito Ortega, ese movimiento reciente organizado por el agradecimiento que lo lleva a reconciliarse con el enemigo y hasta rendirle tributo a un tipo nefasto como es Palito Ortega. Hagamos entonces una pequeña pausa musical. 6 [suena “Me siento mucho mejor”: https://www.youtube.com/watch?v=5oInx4_FkGE] Ella es Fabi Cantilo. Y después de esta confesión de una relación personal con un objeto de estudio, ¿nos quedamos en esto? ¿Apagamos la luz, nos vamos, listo, cada uno hable de lo que le importa o no le importa para nada Charly García o lo que se les ocurra? ¿Nos quedamos con esta narrativa respecto de un artista como Charly García? Mi idea es que esta narrativa, y por eso la repuse, también es importante para el análisis. Esto es, que el análisis de un objeto como es Charly García también implica una narrativa personal y afectuosa. Y sin embargo, si quiero producir análisis también tengo que separarme del gusto personal. Puedo hablar del gusto personal, de esa noción de banda de sonido vital, que es tan clara en el caso de mi generación, no la vuestra, con Charly García, y tengo que preguntarme, ¿y ahora cómo le entro a la crítica? Volvemos a un problema que ya hemos planteado hace algunas semanas y que además tiene que ser la pregunta que ustedes se hagan con sus trabajos parciales, sus segundos trabajos. ¿Cómo le entro a la crítica con un objeto que es la banda de sonido de mi adolescencia? ¿Cómo produzco sociología de la cultura, sociología de la música popular, análisis comunicacional cultural, análisis estético? Por ejemplo, yendo a Simon Frith. Simon Frith, un tipo que ustedes tienen sólo en bibliografía complementaria, pero que todo aquel que se dedique a analizar objetos musicales tiene que leer sí o sí, dice entre otras cosas (tiene hallazgos magníficos), empieza el texto diciendo: “pareciera que la música popular es sólamente buena para hacer teoría sociológica”. Esto es, hacemos crítica de arte con los objetos serios, importantes; hagamos crítica de arte con Beethoven. Como bien dice Diego Fischerman, Beethoven es el tipo que ordena el campo de la música culta; todos quieren parecer Beethoven. Sobre Beethoven, entonces, ejercemos una buena crítica musical. Sobre la gran plástica, sobre la gran literatura; no sobre Bob Dylan por ejemplo, que en principio no lo resistiría. [Esto es claramente una ironía]. ¿Qué hacemos entonces con la música popular? Teoría sociológica. Uy, ¿cuánta gente lo va a ver?, ¿qué dice la gente que lo ve?, ¿le gusta a la gente que lo ve?, ¿qué hace la gente cuando lo escucha?, etc, y ese tipo de preguntas en general bastante banales. Pareciera, dice Simon Frith, que la diferencia entre la música seria y la música popular radica entre la autonomía estética y la utilidad social. La música seria, culta, de partitura, clásica, como le quieran llamar, se caracterizaría por la autonomía estética; piénsenlo adornianamente este concepto de autonomía estética: el arte en 7 función de lo que el propio arte significa. Por otro lado, la música popular la juzgamos en términos de utilidad social: a quién le sirve, qué se hace con eso, a quién refleja. Y yo escucho la palabra “refleja” y llevo la mano a mi pistola. Inmediatamente entonces, dice Frith, con eso, ¿cómo hacemos juicio de valor? Por un lado está lo que vale la pena, sobre lo que vale la pena producir juicios estéticos, y aquello sobre lo que no porque sólo nos importa la utilidad social, sobre la música popular no podríamos hacer juicios de valor, sólamente podríamos hacer juicios en términos de, nuevamente, su utilidad social. A pesar de que, como muy bien recuerda Simon Frith, los usuarios de la música popular, es decir todos nosotros, sus consumidores, sus audiencias, sus públicos, sus fanáticos, sus coleccionistas, nos la pasamos haciendo juicios estéticos. No nos limitamos a decir me gusta o no me gusta; inmediatamente decimos es bueno o es malo. No es que acá somos todos, pongámosnos, hagamos de cuenta de que estamos fuera de la universidad, somos simplemente usuarios y consumidores de la música popular, mercancía por excelencia de la cultura de masas contemporánea. ¿Qué hacemos los fanáticos? ¿Decimos es bueno, es malo, te respeto, ah, así que a vos te gusta Arjona, bueno, yo te respeto tu gusto, etc? No, inmediatamente decimos: cómo vas a escuchar esa mierda; tenés que escuchar Charly en cambio que es lo más grande que hay. Dice Simon Frith: la autonomía estética, la idea de autonomía estética combina argumentos cultos y también argumentos folclóricos, por ejemplo el mito de la autenticidad; la idea de que el arte es mejor cuanto más autónomo y más auténtico. El mito de la autenticidad es un mito muy potente también en los juicios sobre música popular, que es el lugar donde menos autenticidad puede haber. En realidad se trata, insisto, puramente de mitos en el sentido barthesiano; la idea de que puede haber algún tipo de producción cultural, producción artística, que sea independiente, autónoma de las fuerzas sociales, es decir de las determinaciones económicas, estructurales. Es mítico, no puede haberlo. No puede haber ningún tipo de arte, ni siquiera el arte por el arte, absoluta y radicalmente autónomo, absolutamente independiente de sus determinaciones, de sus estructuras sociales, económicas, etc. Más, siempre se trata de mercancías, dice Simon Frith; se trate de música culta o se trate de Palito Ortega, para usar un ejemplo más o menos obvio. Entonces, ahí hay otra indicación muy fuerte de Simon Frith que es clara a la hora de pensar a Charly García: no hay que preguntarse en el caso de la música popular qué es lo que revela, o como dije 8 antes chicaneramente, qué es lo que refleja. En realidad la música no viene a reflejar absolutamente nada, la música popular inventa, construye. Esta idea es fuertísima. Esta idea de que el rock vino a reflejar la vida de la juventud; no, no, no. ¿Saben lo que hizo el rock? Inventó la juventud; la juventud no existía antes del rock. No es que el rock viene a reflejar, a representar; no, viene a construír algo nuevo llamado juventud. Y así ocurre con toda la música popular: inventa cosas. Con la música popular y con los subgéneros rockeros por ejemplo, ¿no es cierto? El punk no viene a reflejar el no future de las generaciones jóvenes en mediados de los años 70 y el cansancio frente al pop; no, inventa un argumento nuevo que es ese argumento de resistencia, de cinismo inclusive, frente a la situación social y económica. Por supuesto, y acá viene el por qué hice toda esta introducción personal, la música popular tiene otra cosa importante que la distingue de otro tipo de actividades musicales y artísticas, y es una intensidad emocional. Tiene, respecto del resto de la cultura popular o del resto de la cultura de masas, una intensidad emotiva respecto de los usos personales de lo cultural como pocos otros objetos. Dice Simon Frith que los cuatro usos más significativos de la música pop o de la música rock son, primero, su función identificatoria, en el sentido de que el consumo se hace en grupos, en colectivos, como una experiencia muy directa que proporciona el placer de identificación, la posibilidad de producir un somos, escuchamos, por lo tanto somos jóvenes rockeros, punkeros, stones, pónganlo como quieran. En segundo lugar, de esto sí hemos hablado, la música popular tiene la función crucial de administrar la relación entre la vida emocional pública y privada, y de esto hablamos cuando hablamos de Sandro y de Favio, ¿se acuerdan? ¿Para qué sirven las canciones de amor? Sencillamente, para administrar la relación entre lo público y lo privado, para permitirnos hacer público, discutir públicamente los afectos que básicamente son privados. Las canciones de amor sirven para decir mejor que nosotros lo que queremos decir todo el tiempo. En tercer lugar, dice Frith, para organizar un sentido del tiempo, esto es, para dar forma a una memoria colectiva; para, por ejemplo, definir qué es una juventud en un momento determinado del tiempo, por supuesto, porque esto además va cambiando. No para reflejarlo, para definirlo, que no es lo mismo. Y en cuarto lugar, dice Frith, la música es también posesión, pero posesión no sólo en el sentido de una mercancía, que también lo es, y ahí aparece el coleccionismo, el intercambio, la compra. Esto quizás se ha perdido un poco, 9 tenemos discos, juntamos discos, tenemos objetos, juntamos memorabilia, etc; intercambiamos, lo hacemos circular como objetos, pero también lo poseemos como saberes, como enciclopedia, como conocimientos. Recordamos la formación de, no sé, los Rolling Stones en 1964 y luego los cambios que se fueron produciendo y qué discos fueron sacando. Ahí hay una competencia similar a la competencia futbolera, para hablar de aficiones masculinas, recordar la formación de Huracán en 1947. Bueno, esto en el campo de la música popular se posee como conocimiento, como enciclopedia. Pero también importa más, dice Frith, la idea de una posesión existencial; esto es, nuestra vida se apropia de ese tipo de mercancía, de ese tipo de objetos. Insisto, no en tanto que objetos, sino en tanto que experiencia; es decir, una banda de sonido. Nuestra vida se apropia de eso; todos ustedes pueden armar su banda de sonido. Que les irá cambiando, quédense tranquilos. Jamás se olvidarán de la canción que tenían puesta el día del primer polvo, seguramente, de otras se van a olvidar, quédense tranquilos. Pero lo cierto es que su vida arma una experiencia de posesión de estos objetos. Entonces, dice Frith, lo que uno puede hacer es juzgar el acierto mayor o menor con que ciertas canciones, ciertas interpretaciones, ciertas bandas, ciertos artistas, cumplen con estas funciones. Es decir, con la función de, como dijimos, identificación, administrar la vida emotiva, organizar un sentido del tiempo, todo eso cruzado con un sentido de posesión. Esto es una forma de evaluar la música popular. A ver, ¿cómo cumple estas funciones? ¿Y a través de qué recursos cumple estas funciones? Y entonces, vuelvo, ¿cómo las cumple Charly? ¿En qué sentido la música de Charly García cumple con estas funciones que define Frith? Yo agregaría una quinta que me parece que en el caso de Charly García es decisiva, o al menos en torno de ella voy a hacer girar buena parte del argumento. Y esa quinta es la idea del arte, es la idea del artista. Se trata de arte. Esto es, no es sólamente música popular, se trata de arte. Esto implica por supuesto, lo retomamos en unos minutos, dos problemas: qué es el arte; segundo, qué es un artista. Por supuesto, la trayectoria de Charly García, al que no voy a explicar biográficamente, supone 40 años... porque son 40, más, la primera grabación es del año 72, las primeras actuaciones son del año 70, o sea, 46 años de trayectoria. Todos años tramados con la historia del rock y también con la historia de nuestra cultura y nuestra política y nuestra sociedad. Permítanme un ejemplo paródico. 10 [suena Capusotto y la Historia del Rock nacional: https://www.youtube.com/watch?v=4ljOd9ft5JM] Porque una de esas historias tramadas con la trayectoria de Charly García es aquella que tiene que ver con la idea del rock como espacio de resistencia contra la dictadura. Es una de las historias más claras que tiene el rock nacional para ostentar. Digo, además de esa minucia de si fue “La balsa”, no fue “La balsa”, etc, el período de la dictadura, por una serie de procesos que están explicados en el texto que ustedes tienen para leer, permite que el rock se instituya, se convierta, se narre a sí mismo como el espacio por excelencia de la resistencia. Lo cual nos pone en varios problemas: ¿qué es resistencia? ¿Qué quiere decir resistir, qué quiere decir hablar del rock como resistente a la dictadura, hablar del rock como impugnador, alternativo, herético, contestatario, etc? Sobre eso tenemos una larga discusión en el texto que ustedes tienen para leer. Por ejemplo, inclusive hemos propuesto una definición de qué entendemos como resistencia. “La noción de resistencia describe la posibilidad de que sectores en posición subalterna desarrollen acciones que puedan ser interpretadas por el analista o por los actores involucrados como destinadas a señalar la relación de dominación o a modificarla. Entendemos aquí subalternidad de manera amplia, en un sentido político, de clase, étnico, de género, denominando extendidamente cualquier tipo de situación minoritaria. Por su parte, sostenemos que la interpretación de esa posición resistente puede ser producida tanto por los que ejercitan la acción como por aquellos que, dada su posición hegemónica, sean sus destinatarios. Señalar la dominación significa el intento de ejercitar la conciencia de la misma en el acto de nombrarla. Finalmente, modificar la situación de dominación significa el desarrollo de prácticas alternativas que tiendan a la producción de nueva hegemonía. Esta definición amplia supone la posibilidad de calificar como resistencias una enorme cantidad de prácticas, desde las políticas (posiblemente las más fáciles de reconocer y catalogar) hasta prácticas formales e informales destinadas a señalar una relación de dominación puntual vinculada a un eje particular.” ¿Y en una situación de dictadura, cómo opera eso? En principio, de manera más sencilla. ¿Por qué? Porque no se trata de situaciones de hegemonía, sino que se trata gramscianamente 11 de situaciones de dominación. ¿Entienden la diferencia? Gramsci estableció esa diferencia entre dominación y hegemonía hace 80 años. En principio la dominación es el ejercicio autoritario y coercitivo de la fuerza por parte del poder político, del bloque dominante sobre todos los bloques dominados, mientras que la hegemonía es, como ya todos saben largamente, una trabajosa construcción de consenso con el cual el bloque hegemónico convence al bloque subalterno de que las cosas están maravillosamente bien. En situación de dictadura, en cambio, la señalación de una contestación es en principio mucho más sencilla; y sin embargo, ver cómo funciona el rock nacional durante el periodo dictatorial nos permite ver pliegues y matices bastante complejos. Hay una cosa en la que sí no podemos negarlo; a ver, lo que nosotros decimos en el texto: al suprimir la dictadura del espacio de lo político lo que aparecen son los espacios parapolíticos, por decirlo de alguna manera. Esto es espacios en los cuales puedan aparecer discursos que, de alguna manera, aunque sea metafóricamente, funcionen como contestación. Y en ese sentido el rock es fantástico, entre otras cosas por lo que dijimos en la definición: el rock también es identificado por la dictadura como un espacio de resistencia. Más virtual que real, más imaginario que fáctico; esto es, la militancia rockera no produce militancia política. Sin embargo, ese gesto dictatorial de que los recitales terminaban sistemáticamente con arrear como ganado a los asistentes instituye a los públicos como resistentes. Esto es, no resistiremos, pero si ellos dicen que resistimos, resistimos. Entonces, eso le permite al rock ocupar ese espacio de una manera muy clara y muy decidida, pero junto a eso hay construcciones reales de discursividades, tramas de significación, etc, que permiten, en torno de ciertas figuras muy particulares, construír este mito resistente. La de Charly, en ese sentido, es fantástica. Es decir, frente a la versión paródica de Capusotto que dice “pasaremos 7 años encerrados fumando porro y escuchando a Yes” está la posibilidad de que pasemos 7 años encerrados, no del todo, fumando porro y yendo a los recitales, entre otros a los recitales de Charly García. Dice Pujol... hay un cierto consenso; digo, es todo un tema esta idea de cómo la música funciona como resistencia. Hay un libro maravilloso, reciente, del año pasado, de Esteban Buch, un gran historiador y crítico de la música, no necesariamente popular, en el cual se dedica, no me acuerdo el título ahora, es un libro en el cual analiza la visita de la Orquesta Sinfónica de París a Buenos Aires en 1979. Y hay toda una discusión, la Sinfónica de París viene dirigida por Barenboim, era el primer regreso de Barenboim a la Argentina después de 12 su salida hacia la época del peronismo; y claro, vienen apalabrados por la militancia argentina en el exilio. Entonces varios músicos tienen algunas actitudes públicas que son más o menos interpretadas como condenatorias de la dictadura, ciertos sectores de la dictadura intentan un boicot contra la visita de la Sinfónica de París. En fin, en un momento Buch se pregunta si la contestación de la Sinfónica de París pasa por gestos políticos o pasa por la ejecución de la cuarta sinfonía de Mahler. Buena pregunta, nadie sabe de qué se trata la cuarta sinfonía de Mahler. Buch analiza la cuarta sinfonía y dice que hay en el texto de Mahler toda una serie de pliegues que nos permiten pensar que esa música funcionaba per se como resistente. Pero al mismo tiempo Buch hace el paralelo con él, joven, Buch tiene mi edad, que en esos mismos años va como en misa a peregrinar a ver a Serú Girán en 1982, él vivía en Bariloche. Y entonces narra cómo en torno de la música de Serú Girán esa contestación que la música producía frente a la dictadura parecía más explícita. Por supuesto, claro, cuando uno se encuentra con un texto como “Canción de Alicia en el país” esto parece más sencillo. Más complicado en cambio es cuando uno lo encuentra en un texto como éste que todos por supuesto conocerán. [suena “Viernes 3 a.m.”: https://www.youtube.com/watch?v=d5jjeTDKzTM] Charly García mismo dice que es un error interpretar esta canción como una apología del suicidio. ¿Ustedes recuerdan la parte en la cual el narrador de la canción parece que se suicida? [Sí] “Y llevas el caño a tu sien apretando bien las muelas”, y uno hace el gesto; y de golpe dice “bang bang bang”, y Charly García dice “boludo, con tres bang, el primero te mató, no puede haber segundo y tercero”. A pesar de lo cual Charly mismo dice que deja de tocarla en vivo con el tiempo porque varias madres se le acercan a decirle que sus hijos se habían suicidado por culpa de la canción. Es como los chicos que saltan de la terraza con la capa de Superman, ¿no? Sergio Pujol, en ese libro que ya he citado varias veces, Canciones Argentinas, trabaja con cuatro canciones de Charly. En general elige una, dos; con Charly, trabaja con cuatro. Pujol tiene mi edad; peor, es más viejo que yo. Y nuevamente sigo con el impacto generacional. Y eso le permite trabajar en dos direcciones simultáneas. Por un lado, la relación de las líricas con el contexto; esto es, qué narra la canción. Pero al mismo tiempo Pujol, como trabaja sobre música popular, sabe muy bien aquello sobre lo que alertamos en el texto que ustedes tienen: la música popular no puede ser sólamente canciones, no pueden 13 ser líricas, también es tímbricas, es rítmica, es melodía, es armonía, es puesta en escena, es circulación, es producción, mercancía, pa pa pa. Entonces, simultáneamente trabaja las texturas musicales y dice de “Viernes 3 a.m.” que por un lado está el suicidio, pero por otro lado está la calidad compositiva. Una canción sin estribillo. ¿Se entiende lo que estoy diciendo? Normalmente la canción popular tiene estribillo, ese estribillo que aparece en el medio luego de una secuencia estrófica y reaparece al final. “Viernes 3 a.m.” no tiene estribillo, es puro relato, y ese relato también aparece musicalmente. Dice Pujol en términos de la lírica que el suicidio, en 1979, piensen que es una canción de La grasa de las capitales, para colmo ese disco en particular, el disco en el cual la crítica social de Serú Girán aparece más explícita, el suicidio puede aparecer como respuesta desesperada a un contexto de opresión, dice Pujol, el acto soberano de un crítico arrinconado por el sistema. No en vano... ah, y piensen cómo empieza la canción. ¿La recuerdan? Primer verso: “la fiebre de un sábado azul”. Esta canción es contemporánea de Fiebre de sábado por la noche. Es decir, a la explosión de la disco en la Argentina y a la película de Travolta con música de los Bee Gees. Entonces, esta suerte de resignificación de lo que funcionaba como pop cotidiano, como estructuración cotidiana de la vida, aparece esta posibilidad del suicidio como escapatoria. A eso le suma, dice Pujol, el dramatismo de la depresión en una Argentina deprimente. A eso le suma otras dos canciones. Antes habla de “Cuando me empiece a quedar solo”; dice Pujol que en ella aparece clarísimo que el tema de Charly García no es el amor, es la soledad. Ese es el tema recurrente, continuamente recurrente en Charly: la soledad antes que el amor, la relación, la amistad. Pujol se encarga de otras dos canciones, una es “Inconsciente colectivo”, que todos conocerán y me imagino que recordarán. [suena “Inconsciente colectivo”: https://www.youtube.com/watch?v=I1hkjOXCYW0] Que empieza, fíjense que empieza con un metrónomo, un secuenciador como marcando el ritmo. Pujol establece acá una relación entre las chicharras de Charly García y las cigarras de las que ya hablamos con Mercedes Sosa cantando a María Elena Walsh. Lo cierto es que cuando uno lee las canciones de Charly García se da cuenta que no hay tanta llaneza narrativa como uno podría suponer. En Charly también hay un muy buen trabajo sobre la metáfora. Dice Pablo Schanton, crítico contemporáneo: “la poesía de Charly llega hasta las orillas surrealistas de Spinetta, pero con una voluntad de comunicación más potente”. Entonces, el juego con la metáfora es como que da un pasito más. Va hacia el surrealismo, pero da un 14 pasito más operado, motivado por esa voluntad comunicativa. Spinetta o el Indio Solari (volveremos sobre ellos en un ratito) dan lugar a, no voy a decir congresos porque nunca se ha hecho ninguno, pero grandes jornadas de conversación diciendo qué mierda quiso decir con esto. Hay un muy lindo libro de Ariel Magnus dedicado a la poesía ricotera y toda la trama está hecha en torno de qué quiere decir el Indio en tal fragmento de tal canción. Saben que es una operación muy habitual y lo mismo ocurrió con Spinetta. Con Charly no pasa. Charly te lleva poéticamente en dirección de la metáfora y hay un momento en que te la resuelve. “Inconsciente colectivo”, ¿de qué habla? [suena “Inconsciente colectivo”: https://www.youtube.com/watch?v=I1hkjOXCYW0] Estar en prisión en 1982 sólamente puede decir una cosa, que es la represión. [continúa] Lo mismo o más ocurre con “Los dinosaurios”. [suena “Los dinosaurios”: https://www.youtube.com/watch?v=UILQU0VEWII] Donde la metáfora aparece más clara y más anclada a partir de la palabra desaparecer. En 1982, nadie podía pronunciar la palabra desaparecer y quedar inmune. La capacidad profética de Charly García podría ser puesta en duda considerando lo que es la Argentina contemporánea, pero en 1982 esta idea de que todo puede desaparecer está señalando con mucha claridad ese contexto represivo, y al mismo tiempo, porque es el final de la dictadura, anuncia muy esperanzadoramente pero esto se va a acabar. Esta canción es simultánea a la aparición del se va a acabar, se va a acabar la dictadura militar en la escena pública. A esta canción Pujol le agrega que la canción tiene una orfebrería minimalista, sin ningún tipo de barroquismo. A diferencia del jazz, dice Pujol, no toca muchas notas sobre poco, toca poco sobre mucho. Dice que Charly tiene un virtuosismo estructural: lo claro acá en la canción es la estructura, no la acumulación de notas, el virtuosismo. Préstenle atención, vuélvanla a escuchar en un contexto que no es el nuestro actualmente. Gonzalo Aguilar, a partir del anuncio de esta clase en Facebook, es un crítico y teórico argentino contemporáneo especialmente dedicado al cine; ¿dónde viene la relación? Gonzalo se acuerda de posiblemente uno de los mejores discos de la historia de la música popular argentina que se llamó Películas. El segundo disco de La Máquina de Hacer Pájaros se llama Películas, es de 1977 y Gonzalo se acuerda de que va a ver el recital presentación del disco. No sé si ustedes han visto alguna vez la tapa de Películas. Éste es un disco del 77 en el cual el público sale, esto es un disco que se llama Películas, cuyo subtítulo entre paréntesis es Que 15 se puede hacer salvo ver (Que se puede hacer salvo ver películas) y que además se sale de un cine de ver Trama macabra, que era en ese momento una película real, era una traducción digamos, el título original era otro, una de las últimas películas de Hitchcock. Es decir, en 1977 Charly García presenta un disco llamado Que se puede hacer salvo ver películas en el cual lo que se ve es una trama macabra. Gonzalo recuerda que además, en medio del recital Charly García anuncia, dice así, después de un primer set dice “bueno, ahora vamos a ver un grupo punk invitado” y todo el mundo se queda mirando; el punk en ese momento en la Argentina era un misterio. Alguna revista hablaba lejanamente del punk. Y lo que aparece es los músicos de la banda disfrazados: ahí está Moro, acá está Gustavo Bazterrica y acá está Charly vestido con medias can can, un slip y una remera del Pájaro Loco. Insisto, en 1977 mientras hacen entre otras cosas una canción que es ésta. [suena “No te dejes desanimar”: https://www.youtube.com/watch?v=6mvjNZYr92w] Y ahora vean cómo cierra en el ritornello. “No te dejes desanimar, no te dejes matar, quedan tantas mañanas por andar”. Insisto, esto en 1977. Gonzalo Aguilar por un lado lleva agua a su molino diciendo que claramente Charly ve al cine como una metáfora potentísima de lo que se estaba viviendo, es decir un lugar de refugio, el cine como un espacio; uno podría decir el cine igual al rock, un espacio de refugio que muestra el esfuerzo por sobrevivir en una trama macabra, en un país hostil, por encerrarse a fumar porro y escuchar a Yes y también por construír ficciones que es la otra cosa que hace el cine y lo que hace Charly en esta música. 16 A esta altura alguno debiera interrumpir y decir “pero, ¿Charly es consciente de todo eso?”. La respuesta es, mis queridos amigos y amigas, obvia: me chupa un huevo. Cuenta Jorge Álvarez, el primer productor de Charly, el que produjo a Sui Generis, cuenta en sus memorias lo siguiente: “Charly me tenía un poco harto con eso de aprender a ser formal y cortés cortándome el pelo una vez por mes. Si esa era la única crítica social que podíamos hacer estábamos mal. Mi idea era que sus letras empezaran a hablar un poco de la realidad”. Y entonces, ¿qué hace? Lo convence a David Viñas de que se junte a tomar café con Charly García. “Nunca supe de qué conversaban”, dice Jorge Álvarez, “pero Charly se pasó de rosca enseguida. Lo tuve que parar a David Viñas porque me lo estaba convirtiendo en un marxista leninista”. Por supuesto, esto no es decisivo, es sólo una anécdota; no es que de golpe Charly toma conciencia. Es mucho más lindo ver esto, testimonio absolutamente de la época y que floreció en las últimas dos semanas. [suena entrevista a Charly en 1976: https://www.youtube.com/watch?v=fp9ufWDePlQ] Nota al pie. José Luis en bajo. ¿Saben cómo era el nombre completo de José Luis? José Luis Fernández, exactamente. La banda eran José Luis Fernández, María Rosa del Coto, Oscar Steimberg [...]. Es chiste, es mentira, pero la homonimia no deja de ser divertida. [continúa] Digo, esto es lo que uno puede esperar de Charly en ese momento; es un testimonio directo. Tiene 24 años, boludo, y acaba de inventar el rock. ¿Cómo que acaba de inventar el rock? Todos saben, lo contamos en el texto y además es parte del mito, el rock nacional se inventa el día que Los Gatos vende 250 mil ejemplares del tema “La balsa”. En realidad, eso permite la aparición de la supuesta primer mítica banda, primer banda mítica, comenzar a reorganizar el mercado, nadie sabe muy bien por dónde pasa el rock, por dónde el beat, por dónde la joven guardia, por dónde lo progresivo, por dónde lo complaciente, por dónde un carajo. Hasta que de pronto Sui Generis mete 36 mil personas en dos recitales en 1975 y vende otros 250 mil ejemplares de “Canción para mi muerte” y como dice Billy Bond, en ese entonces el productor, todas las discográficas pensaron que el rock se iba a vender. “Y detrás de Sui Generis vendimos 30 grupos”, dice Billy Bond. Esto es, el tipo con 24 años se acaba de inventar el rock. ¿Se acaba de inventar el rock como qué? Como mercado, nada más y nada menos; acaba de inventar algo llamado mercado para el rock nacional. En el medio ha sido objeto de censura, ha sido objeto de trapisondas comerciales, decide formar una banda 17 totalmente nueva, cambia de género, abandona el folk de los inicios para transformarse en el Yes del subdesarrollo, esto es, pasar a un rock sinfónico, progresivo, compactísimo, en el cual se puede ver con más claridad cómo él sabe mucho más de armonía que el resto de los músicos de su generación. Déjenme darle otra vuelta: a raíz de la concesión del premio Nobel a Bob Dylan, un gran crítico musical norteamericano llamado Grail Marcus, autor de varios libros poco traducidos al español, dice así: “déjenme decirlo así: una canción como ésta [está hablando de “Like a rolling stone”, la gran canción de Bob Dylan], una obra de arte como ésta, no le aparece a un artista más de una vez. Y no pasa necesariamente en la vida de uno. Somos afortunados de haber vivido cuando esta canción podía ser tocada”. Linda frase. Tenemos la suerte de haber estado ahí cuando “Like a rolling stone” pudo ser tocada, dice Grail Marcus; estas cosas no pasan todos los días. A veces no pasan en la vida entera de un artista, a veces no pasan en la vida entera de una persona. Pero es bueno el giro, porque Marcus lo que está diciendo es que, la frase original es “a song like that, a work of art like that”. ¿Cómo es eso de que una canción pop, una canción rock puede ser considerada una de esas obras de arte que pasan una sola vez en la vida de un sujeto? Es fuerte, ¿no? No, esto son mercancías, vendemos 250 mil, un millón, tres millones, 40 millones, lo que fuere; la música popular tiene sólo valor sociológico, vuelvo a Simon Frith. Ray Marcus dice no, paren, una obra de arte de esas que ocurren sólamente una vez en la vida de una persona. Marcus en realidad piensa que a Bob Dylan le pasó más de una vez. Uno podría decir respecto de Charly García o respecto de Spinetta o respecto del Indio (y ahora voy a explicar por qué ellos tres), les ha pasado más de una vez, pero les ha pasado: esto es arte, esto son obras de arte con toda la densidad que eso implica. También con la tensión que eso implica con el mercado. Grail Marcus tiene un libro delicioso que se llama Rastros de carmín (Lipstick traces) en el cual hace una larga historia del punk en comparación con los movimientos de vanguardia. Va a emparentar al punk con el dadaísmo y con el situacionismo. ¿Situacionismo, les suena, Guy Debord? ¿No leen más a Guy Debord y La sociedad del espectáculo? [...] Situacionismo fue una vanguardia teorizada y practicada, liderada fundamentalmente por Guy Debord, autor de un famoso libro, La sociedad del espectáculo, de fines de los años 60 que en una época era bibliografía obligatoria de esta facultad. Asterisco, nota al pie: ya a esta altura no sé qué carajo leen o dejan de leer, sinceramente. Debord es un clásico. 18 Bien, lo cierto es que Marcus entonces hilvana el punk con la vanguardia europea, la vanguardia artística del siglo XX, y en un momento pega un giro y dice “el punk era más fácilmente reconocible”, y escuchen esto, “como una nueva versión de la crítica a la cultura de masas de la Escuela de Frankfurt”. Epa. La Escuela de Frankfurt, ¿esto sí saben de qué se trata, verdad? O por Entel o por Mangone, pero algún lado les entró la Escuela de Frankfurt. “El punk era más más fácilmente reconocible como una nueva versión de la crítica a la cultura de masas de la escuela de Frankfurt, una nueva visión de la convicción de Adorno, expresada en Minima Moralia, de que como intelectual judío alemán huído de los nazis en la tierra de la libertad había intercambiado la certeza del exterminio por la promesa de una muerte espiritual”. ¿Saben la historia, no? Adorno y Horkheimer tienen que exiliarse de la Alemania nazi, como buenos judíos y marxistas se tienen que ir, se arrojan en los brazos de la libertad norteamericana y se encuentran con Hollywood y el jazz. Y como dice Marcus, piensan que han cambiado Auschwitz por la radio norteamericana, sin demasiada ganancia. Pero ahora, dice Marcus, “las premisas de la vieja crítica estallaban en un dominio que nadie de la Escuela de Frankfurt, ni Adorno, ni Marcusse, ni Benjamin, habrían reconocido. Esto es, la crítica a la cultura de masas aparecía en el corazón del culto pop de la cultura de masas. Más extraño todavía: la vieja crítica de la cultura de masas ahora desfilaba como cultura de masas que sólo aspiraba a ser cultura de masas”. Es buena la paradoja, ¿no? Dice Marcus que nadie puede imaginar ninguna definición del punk que pueda estirarse lo suficiente como para abarcar a Theodor Adorno, evidentemente. [suena “God save the queen”: https://www.youtube.com/watch?v=yqrAPOZxgzU] Imagínenselo a Adorno escuchando a los Sex Pistols. Va a Auschwitz, golpea la puerta y pide por favor déjenme entrar. Nada más lejano del Adorno de la teoría estética que los Sex Pistols. Y sin embargo la idea es buena. En realidad, en el punk, y uno podría decirlo de buena parte del rock, aparece la crítica a la cultura de masas como cultura de masas que aspira a ser nada más que cultura de masas. En el mundo del pop y del rock, y con figuras como la de Charly eso aparece muy claro, hay una fisura llamada tensión con el mercado. Nunca esta producción artística, esta producción estética, se entiende como sometimiento al mercado, a pesar de lo que diga Adorno; se entiende como tensión con el mercado. La estrella de rock para Charly no es sólamente celebridad, minas y guita, fama, dinero y mujeres. Dice Charly, “¿qué es una estrella de rock? Hacés música, ganás mujeres, tirás televisores, rompés hoteles. 19 ¿Qué mejor que trabajar y vivir de eso?”. Evidentemente el sarcasmo está revelando que no hay comodidad, que es pura incomodidad esa relación con el aspecto mercantil de la cultura de masas. Dice Vivi Tellas, ¿la conocen a Vivi Tellas? Dice que Charly García fue un hit desde el comienzo. Lo saben, lo primero que tocó lo hizo oro, inventó Sui Generis, fue un hit desde chiquito. Y entonces, dice Vivi, nunca pudo ser under, y él quería ser under. Entonces, la destrucción física de Charly pasa por querer ser under. Esto es, es un punk en su cuerpo. ¿Por qué Charly hace lo que hace con su cuerpo y con su vida? Porque es una forma de experimentar estéticamente, en el cuerpo, esa búsqueda del under y del punk. Es decir, no hay, y por eso son artistas tan pesados, tan luminosos, no hay una relación afable y cómoda con la transformación en mercancía. Se vive como tensión; no se vive como regodeo al interior de la cultura de masas, se vive, como dice Marcus, como crítica a la cultura de masas al interior de la cultura de masas sin querer ser otra cosa que cultura de masas. ¿Es arte entonces? ¿O es apenas arte popular? ¿Qué es un artista, chicos? ¿Qué definición tienen para eso? ¿Qué es un artista? La respuesta es tan obvia que nadie lo va a saber. ¿Qué es un artista? [...] Alguien que hace arte. Evidentemente, ¿qué es un artista popular? -Alguien que hace arte popular. -También puede ser alguien que hace arte y que es a la vez muy popular. Ah, entonces, perfecto, un problema menos; ahora tenemos el otro. Y entonces, ¿qué es el arte? ¿Y qué es el arte popular? Uno dice: “loco, volvamos a Arjona que no nos plantea estos problemas”. Arjona no nos plantea estos problemas; Arjona nos plantea apenas el problema de la mercancía y del consumo de la mercancía. Se acuerdan que hace ya varias semanas dije que es llamativo que con ciertos artistas, con ciertos productores de la cultura de masas tenemos que ir a los públicos para encontrar en ellos algún tipo de significación. Hay otros que en cambio no nos lo reclaman. No hay trabajos sobre los públicos de Charly García. O con los públicos de Mercedes Sosa o de Gardel. No hay. ¿Por qué? Porque no necesitamos esa explicación. Son artistas tan particulares que la explicación que necesitamos está dada por su propia producción. El problema es que al someter a análisis esa propia producción nos encontramos con esto. ¿Es arte? ¿Qué quiere decir “es arte”? No voy a dar una definición del arte acá, definición que para colmo es necesariamente cambiante. Hay largas discusiones, hay teorías estéticas contrapuestas; está la idea de la norma estética, también, la idea de que 20 la norma es cierto consenso más o menos establecido y que además puede ser discutido en el mismo momento histórico y que además va cambiando contextualmente; uno podría decir que hay normas más o menos plurales que establecen lo que es arte; que lo que para algunos segmentos sociales, educativos, etc, es arte, para otros no lo es y a la inversa. Yo en principio me quedo con una definición que viene de la norma estética culta que es aquella que habla del arte como aquello que pone en tensión un límite; un límite del lenguaje o un límite vital. Que de alguna manera te hace preguntas en tensión. Por ejemplo, con el lenguaje, y ahí uno se encuentra con el mundo de la vanguardia: la vanguardia plástica, la vanguardia musical, la vanguardia teatral, la vanguardia literaria. Experiencias que te están diciendo “acá hay un lenguaje y lo estoy rompiendo, lo estoy forzando, toco un límite, lo fuerzo de alguna manera”. Eso en el caso del rock nacional es clarísimo en el caso de Charly, de Spinetta y del Indio Solari. Pase por la lírica, pase por la novedad musical, la experimentación, la novedad, etc. Hay algo que tiene que ver con la tensión y con la búsqueda del límite. Hay otros en cambio, hay otra posibilidad que es el límite en términos vitales, la idea de Vivi Tellas respecto de Charly García. El cuerpo se vuelve una experiencia artística. La destrucción del cuerpo se transforma en sí misma en esa experiencia under que Charly no pudo hacer en tanto que músico. Mientras armaba todo esto me pregunté qué ejemplo encuentro para explicar lo que quiero decir. Se me ocurrió uno futbolero. La idea sería ésta: dicen que los buenos jugadores son los que le dan la pelota al compañero. Loco, si das un pase, dáselo a uno de los tuyos, no a los de enfrente. ¿Pero saben quiénes son los genios? Los que le dan la pelota a donde va a estar el compañero, no a donde está. ¿Se entiende la idea? Messi es eso. Messi nunca se la da al pie a un compañero, Messi se la pone donde va a estar el compañero. Con el arte pasa algo por el estilo. No pasa por reflejar las condiciones de vida, contar cómo somos, cómo vivimos; no, pasa por inventar. El arte es más el que apunta a la ausencia, es decir a donde no está el compañero, a donde va a estar. Es decir, el que toca un límite del lenguaje o de la vida. Fíjense esta sagrada trinidad que enuncié: Charly, Spinetta y el Indio. No Litto Nebbia, Litto Nebbia es un abuelito, un buen abuelito que te cuenta chistes, te cuenta historias de cuando eras chiquito, pero Litto Nebbia no inventa nada, absolutamente nada. Tiene algún destello, aceptémoslo, pero después ya ha pasado 50 años cantando dubi dubi du. No son Cerati ni Páez, porque además tienen 10 años menos que la sagrada trinidad, son de mi generación; no 21 inventaron. Además, pensar en Páez como inventor realmente es a esta altura bastante insostenible. Con Charly, con Spinetta y con el Indio en cambio, los tres no sólamente pueden ser valorados en términos de inventores, sino que los tres además explotan esa figura, trabajan sobre la figura del artista. Cada uno la resuelve como puede. Charly lo resuelve con la autodestrucción, Spinetta la resuelve con el hermetismo, con el surrealismo, con Artaud, y el Indio la resuelve por el lado del ritual, el ritual de masas, y la resistencia, la distancia con la televisión. Fíjense, permítanme, por un lado un “documento”, si podemos llamar documento a esto. [suena “La bestia pop” según Canal Encuentro: https://www.youtube.com/watch?v=h_sNrQn-OtY] Pueden cantar. Porque además el video está basado en eso, en cómo cantamos a los Redondos. Este es Ariel Magnus, el escritor del que les hablé. Es decir, el Indio tantea el límite, produce una vida de artista, produce estrategias que se presentan en tanto tales, y sin embargo hay un momento en que es capturado por la máquina narrativa del Estado. Esto es otro texto de Encuentro, del cual ya hemos visto muchos. Y más, en dos semanas vamos a estar viendo otro, por supuesto dedicado a Gilda. Por un lado; por el otro, otro texto, y nuevamente volvemos a la parodia. [suena Capusotto y Luis Almirante Brown: https://www.youtube.com/watch?v=zQGik5Og68U] La parodia nos habla de esto, de esta tensión. Es decir, nuevamente la inteligencia de Capusotto está en entender que la tensión del arte en Spinetta pasa por ahí. Cómo construyo, nuevamente citando a Marcus, parafraseando a Adorno, cómo construyo una crítica de masas al interior de la cultura de masas. Cómo puedo armar esto que vamos a llamar arte, de lo cual Spinetta se jactaba, él se consideraba un artista, en tensión con una industria cultural y un público de masas. Toda la carrera de Spinetta se basa en esa tensión. En la construcción de un imaginario de lo artístico, un imaginario de lo inteligente, de lo culto inclusive, cuando su vida, que está construída también como la del artista, pero no la del artista desgarrado, sino la del artista que está sustraído a la retórica de la celebrity; Spinetta es el tipo que no cultiva la vida de la celebrity. Por el contrario, es un señor de su casa con cuatro hijos. Hasta que de pronto comete el desliz de cambiar a su mujer por Carolina Peleritti y lo vive como trauma. Y conocen la famosa anécdota en la que el día que unos paparazzi los encuentran a él y a ella 22 juntos en un espacio público, sacan un cartel que dice algo así como los libros no muerden, lean más. Y ahí aparece clara, nuevamente, esta pretensión de construír una imagen de artista por fuera del mecanismo celebrity de la cultura de masas. Todo esto que acabo de decir puede tener una fácil y obvia refutación de clase. “Pablo, todo está muy bien, pero eso que decís es burgués”. La resistencia por el arte entendido como ruptura y tensión con la cultura de masas, con el mercado, con la industria cultural, es una clásica afirmación burguesa. Está desde la autonomía del campo artístico, esa idea del arte opuesto a lo burgués, pero para eso hay que darse los medios, que cuestan lo que cuestan, de construír vidas de artista. El rock canónico habla muy poco de clase, muy poco. Posiblemente uno de los pocos sea Moris en una famosa canción, “Muchacho del taller y la oficina”, o en un verso hermoso en el que dice “estoy en José León Suárez (lugar al que ningún rockero iría), hay volcadores y camiones Petinari”, una imagen proletaria, muy poco usual en el mundo del rock argentino. El rock canónico en general no se hace cargo de ningún problema de clase. El que se hace cargo de los problemas de clase es el rock chabón. El rock chabón espectaculariza esa cuestión de clase. Pero entonces; bueno, y no en vano, como bien dice Pablo Semán en un texto que este año ustedes no van a leer, cuando la catástrofe Callejeros pone en la mira telescópica al rock chabón, el rock canónico produce una revancha de clase, dice Pablo Semán. Claro, el rock chabón había cuestionado, desde un argumento de clase, ese privilegio clasista que tenía el rock canónico, un rock de clases medias, urbanas, cultas, más o menos ilustradas. Es decir, lo que el rock chabón cuestionaba era la centralidad del dueño de una estética. El dueño de esa estética era Fito Páez, por decirlo de manera caricaturesca. Por eso Fito Páez es uno de los más encarnizados acusadores de Cromañón, Callejeros, etc. A grandes rasgos, el desprecio estético encubre el desprecio de clase. ¿Qué querés con estos negros? Cuando hacen rock, no hacen arte, hacen eso. Esto daría mucha tela para cortar, siendo las 8.56 no lo vamos a hacer. Sí lean el texto de José Garriga en el cual piensa esta cuestión de la resistencia y encuentra que la resistencia del rock chabón, de los rockeros (Garriga trabaja con los públicos), la resistencia es ética, no estética. Es decir, la resistencia frente al mundo del sistema, de lo dominante, de lo hegemónico, de la industria, de la mercancía y la mar en coche no pasa por lo estético, no pasa por el mundo del arte como transgresión y límite; pasa por una resistencia ética, construída precisamente en torno del aguante, de lo que hablamos la semana pasada. Es decir, 23 la lógica del aguante proporciona esta especie de trama ética en torno de la cual construír un discurso alternativo, un discurso presuntamente resistente e impugnador que Garriga analiza con una claridad meridiana. Al final, Garriga se pregunta, el descontrol rockero, ¿es una transgresión? La respuesta, como corresponde a un gallego, es: puede que sí, puede que no. Para terminar entonces, y celebrar que por segunda vez en el curso de este cuatrimestre voy a terminar la clase en punto y hacerla monográfica, digo, claramente el final de Charly no nos permite hablar ya más de resistencia, tensión o ruptura. Para nada. No hay nada en el Charly contemporáneo que nos permita hablar de eso. No hay ni siquiera arte, porque es mera puesta en escena reiterada de lo que en algún momento fue. Y entonces en vez de escucharlo desafinar con Rosario Ortega es mucho mejor ir a escucharlo afinar con David Lebón y Pedro Aznar, obviamente. Esto es, ni el anacronismo, ni la decadencia, ni el pago de facturas por la operación Palito Ortega nos permite hablar de estos ejes, de resistencia, tensión, ruptura, vanguardia ni cosa por el estilo. Charly está definitivamente perdido para eso, aunque a esto no le prestaron atención, perdón... sea el único vivo. Dice Bife Angosto: Es posible que estéticamente se haya muerto antes, pero eso ya es juicio personal. Sin embargo, hoy, y termino con esto, antes de venir para acá estaba tomando las últimas notas y me encuentro con el colega, ex alumno y amigote Rafael Blanco, profesor de la casa, y yo estaba viendo esto, el Concierto Subacuático, y el Rafa lo mira y pronuncia la famosa frase geertziana: “yo estaba ahí”. Y entonces le digo “la verdad que pobre tipo, la banda es terrible, pero no puede cantar”; “sabés qué pasa”, me dice... [suena “Buscando un símbolo de paz” https://www.youtube.com/watch?v=KozOyrNPMrk] 24 en el Concierto Subacuático: Me dice Rafa Blanco: Charly es Goyeneche. Capturen la metáfora el que pueda. ¿Saben quién fue Goyeneche? El polaco perdió la voz 20 años antes de la muerte, se la pasó hablando durante 20 años. Nos vemos la semana que viene. Desgrabación: A.A.V., como si fuera tan fácil hacerlo cada vez mejor Versión corregida: P.A. 25