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Actores y estructuras sociales: un acercamiento desde la perspectiva de Anthony Giddens y Pierre Bourdieu. Johana Borja Álvarez johanaborja@hotmail.com Resumen El debate acción–estructura ha permitido una serie de reflexiones encaminadas a la reconstrucción de concepciones teóricas de la acción social, al igual que de las teorías de la estructura social. Muchos teóricos ofrecen un análisis conceptual acerca de este debate de la sociología y de las ciencias sociales y humanas que cobra gran importancia en la contemporaneidad. En este sentido, este ensayo es un acercamiento general a dos fuentes teóricas que son el resultado de las investigaciones de Anthony Giddens y Pierre Bourdieu, quienes han abordado este tema, ofreciendo elementos y herramientas de análisis para continuar con el debate e igualmente permitan pensar otros fenómenos sociales a través de estas teorías. Palabras clave: Acción social, estructura social. Uno de los principales debates que han acaparado la atención de la investigación social desde la segunda mitad del siglo XX hace referencia a la relación dicotómica entre acción y estructura. Han sido muchas las cuestiones que se han venido desarrollando desde varias perspectivas que reorientan el programa teórico de la ciencia social. Con vista en estas perspectivas, se pretende desarrollar uno de los interrogantes inmersos en esta discusión, que obedece a la relación entre actores y estructuras, teniendo en cuenta la capacidad de los aquellos de influir sobre estas. En esta búsqueda se recurrirá a dos proyectos que se detienen conceptualmente en este problema analítico de la sociología y de las ciencias sociales en general, dando forma y contenido a procesos de indagación de la vida social. Ellos son La constitución de la sociedad, bases para la teoría de la estructuración de Anthony Giddens y La distinción de Pierre Bourdieu. Ambos autores han abierto y desarrollado la problemática de la relación acción–estructura. Como punto de partida encontramos la teoría de la estructuración de Giddens, que insiste en el carácter activo y reflexivo de la conducta humana, a diferencia de las escuelas de pensamiento estructuralistas y funcionalistas que conciben la conducta humana como el resultado de fuerzas que los individuos ni gobiernan ni comprenden. Así pues, Giddens encuentra esencial comprender y reelaborar las concepciones del obrar humano, es decir, la naturaleza de las acciones humanas, los procesos de interacción social y la transformación social particularmente en las sociedades modernas. La teoría de la estructuración analiza la reproducción de sistemas sociales y las condiciones bajo las cuales las estructuras continúan o se transforman. Giddens no pretende sólo situarse en la vivencia del actor individual, pero tampoco en un todo social que determine los actores que lo constituyen, sino que centra su atención en las prácticas sociales rutinarias inmersas en un espacio y tiempo, es decir, en una historicidad que se refiere a un mundo social expuesto de continuo al cambio, en donde, las intersecciones rutinizadas de dichas prácticas “son los puntos de transformación en relaciones estructurales” (Giddens, 2003: 32). Así pues, Giddens cree que un ser humano es un agente intencional cuyas acciones y actividades obedecen a razones y que, por lo tanto, los actores controlan reflexivamente su conducta, que igualmente se acompaña de una racionalización inmanente. Así pues, los actores registran no solo su acción sino también la de otros inmersos en un contexto, es decir, a los aspectos sociales y físicos en los que se mueven. De esta manera, Giddens le atribuye poder transformador a la acción, ya que según él, obrar se refiere a sucesos en donde el individuo es el autor y que, por tanto, actúe con o sin intención, dichos sucesos no hubieran ocurrido si el actor hubiera actuado diferente, Afirma: “Ser capaz de obrar de otro modo significa ser capaz de intervenir en el mundo, o de abstenerse de esa intervención, con la consecuencia de influir sobre un proceso o un estado de cosas específicos” (Giddens, 2003: 51). Sin embargo, Giddens también es consciente de que en la mayoría de las esferas de la vida dicho control está limitado al contexto inmediato de la acción, pero que esto no implica que el “carecer de opción” reemplace la acción por una reacción. De acuerdo a lo anterior, Giddens añade que no debemos concebir las estructuras de dominación como “molinos para seres dóciles que se comportan como los autómatas propuestos por la ciencia social objetivista” (Giddens, 2003:52), sino desde una dialéctica del control, es decir, donde los subordinados tienen la capacidad de influir en las actividades de sus “superiores”. Pero, en este sentido, ¿Qué concibe el autor como estructura? Giddens entiende dichas estructuras como reglas y recursos para actuar o conjuntos de relaciones de transformación, producto de las prácticas recurrentes, constituyendo una dualidad, es decir, constriñe la acción pero también la posibilita; de hecho reconoce que a pesar de que el curso de una acción sea puesta de acuerdo a una regla no implica que la acción se guie por esta regla, inclusive puede entrar en conflicto con ella. Ahora bien, Pierre Bourdieu cuestiona la realidad social de forma genealógica, es decir, piensa los fenómenos en términos históricos con la finalidad de saber desde qué momento se dan, ya que en estos recorridos históricos es donde se construyen jerarquías en la sociedad. Muy similar a Giddens, Bourdieu plantea que los agentes se forman concepciones del mundo dependiendo de la posición que ocupan en éste, expresando generalmente su voluntad de transformarlo o de conservarlo. De esta forma, Bourdieu concibe que los agentes sociales construyen el mundo social a través de estructuras cognitivas, de sistemas de enclasamiento y de juicios clasificatorios que aplican a las prácticas de los otros o a sus propias prácticas. En este sentido, introduce el concepto de habitus que define como: “principio generador de prácticas objetivamente enclasables y el sistema de enclasamiento (principium divisiones) de esas prácticas” (Bourdieu, 2006: 169). Así pues, la capacidad de producir unas prácticas y unas obras “enclasables” y la capacidad de diferenciar estas prácticas y estos productos constituye el espacio de los estilos de vida, en donde el habitus, como fórmula generadora, permite justificar dichas prácticas y productos que a su vez se constituyen en un sistema de signos distintivos. A diferencia de Giddens, Bourdieu no ofrece una reconceptualización de la estructura, sin embargo, afirma que el habitus es una estructura estructurada que organiza las prácticas y la percepción de estas, de acuerdo a un reconocimiento del orden establecido y no a una generación espontánea de la conciencia. Para este teórico entonces, no se puede desligar la práctica de la estructura que podría concebirse como una interconexión de relaciones sociales en el tiempo, sin negar el papel del sujeto a la hora de actualizar dichas estructuras que pueden ser interpretadas de forma diferente por aquel. Así pues, las prácticas de un agente o de todos los agentes de una misma clase, tienen afinidad de estilo, “que hace de cada una de ellas una metáfora de las demás” (Bourdieu, 2006:172). Esto, debido a que son producto de una transferencia del mismo esquema de acción de un lado a otro, es decir, en los estilos de vida hay un conjunto de preferencias distintivas, unos principios creadores y unificadores con la misma intención expresiva en el vestido, la vivienda, el lenguaje, etc. De esta forma, podemos concluir que los dos autores trabajados en esta ocasión, están en un mismo campo de debate con el estructural–funcionalismo que exagera lo normativo frente a los sujetos. Giddens, por su parte, complejiza de una forma muy interesante el concepto de estructura sin negar sus elementos precedentes, afirmando que las estructuras se forman a partir de prácticas recurrentes y que sobrepasan la acción y la voluntad de los sujetos regularizando así los procesos metódicos de la práctica. Sin embargo, de acuerdo a la teoría de la estructuración, el agente nunca está totalmente constreñido, sino por el contrario, está en la capacidad de actuar libremente. Bourdieu entonces, nos ofrece una teoría que no tiene en cuenta la subjetividad del sujeto al desenvolverse en el mundo social, sino que le otorga a la estructura el papel central en la orientación de la acción. Así pues, los esquemas del habitus propuestos por él funcionan más allá de la conciencia, del discurso y por fuera de las influencias y del control voluntario, orientando así los gustos, los valores, lo gestos corporales, etc., ofreciendo los principios esenciales de la construcción del mundo social. Bibliografía Bourdieu, Pierre. (2006). La distinción criterio y bases sociales del gusto. Madrid: Taurus. Giddens, Anthony. (2003). La constitución de la sociedad: bases para la teoría de la estructuración. Buenos Aires: Amorrortu editores