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Asignatura: Cuestión Social e Intervención Profesional TEMAII: Trabajo Social y configuración disciplinar Acerca de la configuración histórica de Trabajo Social Un primer acercamiento conceptual a los procesos históricos, la cuestión de las “narrativas” en la configuración de Trabajo Social El proceso histórico que Trabajo Social fue (y está) realizando en relación con su propia constitución como campo disciplinar está signado por búsquedas complejas que dan cuenta de rupturas y continuidades, con inscripciones epistemológicas divergentes, con acuerdos balbucientes. No se puede desconocer que hemos “narrado” este proceso y de este modo hemos inscripto lo que hemos dado en llamar Trabajo Social, en la escena social. Hoy estamos preocupados por nuevas formas de inscripción,... será entonces que nuevas narrativas se imponen? Se hace indispensable para mantener la comunicabilidad de lo que tratamos de expresar, dar cuenta del sentido que le estamos otorgando, en este contexto, al término “narrativa”. Con el mismo nos referimos a como “contamos a otros, y nos contamos a nosotros mismos” lo que sostenemos que somos y hacemos, de donde venimos y hacia donde vamos. Un contar - narrar donde participan la oralidad, la escritura, las actitudes, las prácticas y los discursos. Su puesta en acto va instalando significados, instituyendo objetos. Respecto del término “narrativas” Mario Heler realiza un interesante aporte, en tanto considera que el uso del mismo en las actuales perspectivas epistemológicas puede ser considerado contra la corriente “… Después del llamado giro lingüístico, algunas de las teorías contemporáneas recomiendan la utilización de otros términos (por ejemplo, significar, simbolizar, enunciar, también representar –sin suposiciones especulares–, o bien, significante, discurso, enunciado, etc.), además de retomar viejas distinciones presentes ya desde la antigüedad. Ocurre que intento pensar a partir de las prácticas sociales, y si en éstas se produce la vida humana y si esta producción se desarrolla en el entramado de saberes y poderes, que incorporados en los cuerpos conforman subjetividades, entonces el lenguaje no me parece que ya pueda entenderse sobre el trasfondo de dicotomías hoy cuestionables, como son precisamente las de pensamiento (logos) y acción, teoría y práctica, y en última instancia, alma y cuerpo. En este sentido, me parece que el término narrar nos hace comprender reunido lo pensado habitualmente separado, ahorrándonos los ingentes esfuerzos que hacen falta para dar cuenta de su conexión después de haberlos desconectado. El uso de este término remite a través de sus connotaciones a que no sólo hay alguien que narra algo a alguien, sino que ese algo narrado, por ser narrado, da significatividad a los movimientos de los cuerpos, los inscribe en significaciones sociales, que se comunican, que son compartidas. Llevando al extremo la cuestión, podría decirse que no hay acción humana sin lenguaje, esto es, sin algún tipo de narración que la haga humana. El vocablo narrar connota la acción de narrar y las acciones que trascurren en el relato. Pero también, complementaria y reversiblemente remite a la capacidad de narrar y a la de escuchar (en el sentido de identificar alguna significación en el relato). Además, si en las prácticas concretas, lo narrado tiene pertinencia al contexto de la práctica en que se narra, quedan vinculados el narrar y lo narrado, y por ende, hay una remisión mutua entre lo narrado y los narradoresoyentes, que lleva a pensarlos como narrados de alguna manera en el relato. La significatividad de lo narrado depende de la escena en que se narra, quedando entrelazada con la significatividad de esta última (en principio, siempre también narrable). Un paso más y podemos decir que las referencias recíprocas del relato a la acción de narrar teje a la vida humana en un orden simbólico, y así es pensable que las acciones son significativas: forman parte del mundo humano en tanto son narradas. En la narración, los movimientos corporales se presentan enlazados y articulados en una dirección, con un sentido, sujetados a una red de significaciones. Pero el uso del vocablo narrar entiendo que no determina una concepción particular de temporalidad que acompañaría necesariamente al narrar, así como tampoco especifica una modalidad de articulación. El campo de posibilidades del narrar se abre en modalidades diversas de dar significatividad al accionar humano, con articulaciones y temporalidades diferentes, aunque siempre inmanentes a prácticas socio-históricas. Hay narraciones con pretensiones totalizantes y otras fragmentarias y fragmentadas, algunas se yuxtaponen, mientras unas se asocian, otras se repelen, pueden coexistir aun contradiciéndose, pero cualquiera sea su relación, sus condiciones de posibilidad se definen en las prácticas en que se generan. La posibilidad de discusión de las narraciones y su posible valor de verdad dependerían así de las prácticas. Finalmente, recuerdo que estoy tratando de poner a prueba la productividad de un concepto, y en consecuencia no pretendo establecer una prioridad ontológica, sino sólo tender el concepto para seguir sus derivas, atendiendo a la diferencia que podría establecer en comparación con el uso de otros conceptos, una diferencia que en principio se busca por el lado de recomponer el entretejido de la acción humana”.1 Volviendo a Trabajo Social, la búsqueda disciplinar de estos momentos, por cierto no unívoca, está encontrando su correlato en los modos de construcción de narrativas y si bien la misma se constituye desde un entramado de diversos órdenes como dijéramos antes, un aspecto que aparece como relevante, dada la posibilidad de “objetivación”, comunicabilidad, generación de debates y problematizaciones, en síntesis de la construcción de la disciplina, es sin duda, la producción escrita de los Trabajadores Sociales. En efecto, hemos transitado un largo proceso donde podemos identificar a grandes rasgos, en que ha consistido esa producción escrita en la profesión. Si consideramos la particularidad argentina, en los 79 años de desarrollo, la producción de textos de autores nacionales que se puede relevar es sensiblemente irregular. Se puede citar a la segunda mitad de la década del 60 hasta los primeros años de los 70, como una época de producción al respecto. Es en ese período atravesado por el movimiento de Reconceptualización en que se realizan los encuentros masivos, con presentación de trabajos y registros de los debates, donde surgen publicaciones de grupos de colegas (Editorial ECRO, por ejemplo). Creemos innecesario destacar que durante el proceso militar se da una cancelación de los intercambios y de las producciones escritas. La reapertura democrática ofrece las condiciones para dar reinicio a los debates, que de hecho se fueron realizando a partir de encuentros, jornadas y congresos de profesionales, impulsados por Colegios y Unidades Académicas. De esta etapa nos interesa destacar algunos aspectos que caracterizaron esos espacios: la producción escrita, en no pocos casos, pasó a ser el “paper” de un invitado especial, en muchas oportunidades provenientes de otros países e incluso de otras profesiones donde los asistentes participábamos, por lo general en las instancias de taller, cuyas relatorías no llegaban a ser publicadas. Podríamos decir que nos encontrábamos en un momento de refundación de estas prácticas, donde los años de clausura nos llevaba a pensar que “otros” más calificados podían expresar con mayor solidez argumentativa los temas importantes para la disciplina, o directamente buscábamos las respuestas que no encontrábamos, en la cotidianeidad del ejercicio profesional y docente. En algunos casos, el debate sólo verbal en los grupos era la producción buscada y en encuentros sobre temas relativos 1 HELER, Mario “La producción del conocimiento en el Trabajo Social: revisión crítica de sus condiciones de posibilidad” Ponencia III Jornadas de Investigación en Trabajo Social. Facultad de Trabajo Social UNER, 2005. a áreas interdisciplinares, era posible encontrar producciones como trabajos realizados en equipos, donde el lugar del trabajo Social, bien podía ser significativo, o directamente subordinado. En la última década, se observan algunos tránsitos que llevan a otras expresiones de las producciones escritas. Por una parte, la incorporación a las estructuras formales de la investigación en la esfera universitaria, proceso que se fue realizando en forma lenta, y que no puede ser considerada como actitud masiva de los colegas, configuró condiciones de posibilidad para publicar, tanto artículos como libros. Por otra parte distintas revistas académicas o surgidas desde otras instituciones, permitieron lugares de expresión escrita, así como el interés de ciertas editoriales; a la par, los encuentros de profesionales redefinieron su intencionalidad promoviendo la presentación de ponencias de los colegas, llegando en muchos casos a cristalizarse en textos. Pero han sido quizás los estudios de pos grado a los que nos hemos ido incorporando tanto en el ámbito nacional como internacional los que actuaron como potenciadores de producciones y publicaciones. De acuerdo al tema que nos convoca, debemos considerar que también de la mano de estas instancias la “cuestión” de la historia se erigió como un área específica de estudio e investigación, dentro del cual podemos observar se encuentran enfoques teórico epistemológicos diferentes, que a la vez han dado lugar a fuertes debates. Tomaremos el análisis de las perspectivas más representativas a fin de lograr nuestras propias inscripciones al respecto. Perspectivas sobre la reconstrucción histórica de Trabajo Social 1.- Diferentes perspectivas en la comprensión/explicación del proceso histórico de constitución disciplinar: a.- Perspectiva evolucionista: Principios explicativos: Punto de inicio (origen) y un fin (telos) Presencia de leyes naturales: Causa – efecto: los cambios son producto de esas leyes Cambio: evolución (el tiempo pasado es visto como primitivo) Sucesión de etapas: secuencia (cada etapa supera a la anterior en sentido positivo – un progreso-) El lapso entre el inicio y la meta es concebido como desarrollo y continuidad El conocimiento nos da las pistas para controlar las desviaciones El evolucionismo se inscribe en el positivismo (Walter Benjamín dice que así el historiador se compenetra con el vencedor. Tesis sobre filosofía de la historia) Endogenismo: tesis planteada por Paulo Netto y desarrollada por Carlos Montaño (colega uruguayo residente en Brasil). Es una forma en que Trabajo Social ha escrito su historia, centrando su mirada en el interior del propio TS, dejando de lado el movimiento de la sociedad. Este tratamiento le confiere a TS una autonomía histórica respecto de la sociedad, las clases sociales y la misma lucha de clases. La explicación de la génesis es intrínseca al campo. Hipótesis central: “Trabajo Social como profesión tiene su origen en la evolución, organización y profesionalización de las formas históricas de ayuda, de la caridad y la filantropía”. b.- Perspectiva histórico crítica: Principios explicativos: La sociedad es un orden social históricamente construido. Existen continuidades y discontinuidades (o rupturas) como momentos de un mismo movimiento. Esta perspectiva se inscribe en la Teoría marxista, pero otras teorías sociales críticas toman los principios explicativos generales sin ajustarse al marxismo en su totalidad. Hipótesis central: Trabajo Social surge como subproducto de la síntesis de los proyectos políticos económicos que operan en el desarrollo histórico, donde se reproduce material e ideológicamente la fracción de clase hegemónica cuando el estado toma para sí la respuesta a la cuestión social. Según José Paulo Netto: en el capitalismo monopólico el estado debe garantizar la cohesión social y de esta manera surge la necesidad de un espacio socio ocupacional para un “agente técnico” que la viabilice. Carácter asalariado de la función. (Pag. 63 “Continuidad del Servicio Social profesional y las formas filantrópicas y asistenciales desarrolladas desde la aparición de la sociedad burguesa). c.- Perspectiva genealógica: Según Julia Varela y Fernando Alvarez Uría, Foucault y Norbert Elías han desarrollado esta forma de comprender la historia, agregando que los clásicos de la sociología la usaron como método para llegar a sus propias teorías (Marx, Weber, Durkheim) Se trata de la comprensión de un campo determinado desde el rastreo de las condiciones de producción y de las relaciones (de poder, de intereses) que lo atraviesan para conocer por qué en cada momento histórico ciertas prácticas y discursos son validados y resultan operativos. Proceso de formación de saberes y prácticas que dominan un campo: “Es preciso preguntarse Por qué surgieron determinadas categorías y representaciones sociales Para qué sirven y a quiénes sirven Quiénes fueron los principales agentes de su nacimiento Cómo y por qué se produjo su reconocimiento y difusión Qué transformaciones sufrieron, en relación a qué…”2 Según Michel Foucault “La genealogía no se opone a la historia como la visión de águila y profunda del filósofo en relación a la mirada escrutadora del sabio; se opone por el contrario al despliegue metahistórico de las significaciones ideales y de los indefinidos teleológicos. Se opone a la busqueda del origen.”3 Hacer genealogía (del Trabajo Social)… no será por tanto partir a la búsqueda de su “origen”, minusvalorando como inaccesibles todos los episodios de la historia; será por el contrario ocuparse en las meticulosidades y en los azares de los comienzos; prestar una escrupulosa atención a su derrisoria malevolencia; prestarse a verlas surgir quitadas las máscaras; con el rostro del otro; no tener pudor para ir a buscarlas allí donde están -“revolviendo los bajos fondos”-; dejarles el tiempo para remontar el laberinto en el que ninguna verdad nunca jamás las ha mantenido bajo su protección. El genealogista necesita de la historia para conjurar la quimera del origen un poco como el buen filósofo tiene necesidad del médico para conjurar la sombra del alma. Es preciso saber reconocer los sucesos de la historia, sus sacudidas, sus sorpresas, las victorias afortunadas, las derrotas mal digeridas, que dan cuenta de los comienzos, de los atavismos y de las herencias; como hay que saber diagnosticar las enfermedades del cuerpo, los estados de debilidad y de energía, sus trastornos y sus resistencias 2 ALVAREZ URIA, Fernando; VARELA, JULIA (1997) Genealogía y sociología. Ediciones El Cielo por Asalto. Buenos Aires. (Pág. 47) 3 FOUCAULT, Michel (1980) Microfísica del Poder. Las Ediciones de la Piqueta. Seg. Ed. Madrid. (Pág. 8) para juzgar lo que es un discursos filosófico. La historia, con sus intensidades, sus debilidades, sus furores secretos, sus grandes agitaciones febriles y sus síncopes, es el cuerpo mismo del devenir. Hay que ser metafísico para buscarle un alma en la lejana idealidad del origen.”4 Según esta perspectiva en Trabajo Social la vuelta al origen, supondría encontrar en éste su esencia, el “verdadero” Trabajo Social, el que tiene un mismo hilo con lo que ha sido. Hipótesis central: Pensar Trabajo Social en sentido genealógico, sería volver sobre sus comienzos para encontrar allí, las pasiones que animaron a sus primeras profesionales, los repliegues que tuvo encarnados en sus debates y convicciones… haciendo visibles allí en su recorrido histórico a quienes forjaron estas diferencias, y entonces por no encontrar “lo mismo” emerge, con sus aportes y diferencias. Debates que devienen de las visiones sobre el origen Las diferentes perspectivas y como ya planteáramos sus divergencias al interior del colectivo, produjeron debates. Hemos agrupado algunos núcleos a nuestro criterio más significativos, en tanto los mismos circulan de una u otra manera entre nosotros, articulándose también a nuestras prácticas profesionales actuando como “mitos” que al no estar problematizados, nos llevan a la repetición sin argumentaciones. Sólo una mirada crítica nos permitirá redefinirlos, de allí la importancia de tomarlos como tema de análisis. Un primer núcleo de debate sobre el origen puede ser fechado a mediados de los 60 y se constituye desde dos problemas: * Trabajo Social nace como profesión para médica y para jurídica, por lo tanto como subalterna de otras disciplinas. Esta tesis planteada por Norberto Alayón y el grupo ECRO pone su mirada en la especificidad, y particularmente en su autonomía disciplinar (Barreix, Juan “Historia del Trabajo Social”, página 38, 1971). Con cuestionamientos fundamentalmente ideológicos consideran que por el momento en que se escribe ese libro esta etapa debe ser superada. Pero también Estela Grassi en 1989 (La mujer y la profesión de Asistente Social –el control de la vida cotidiana-) en el Capítulo V: Autonomía profesional y definición del rol, retoma este tema diciendo “… en sus inicios (la profesión) aparece íntimamente ligada a la medicina y luego al derecho” y considera que esta situación pesa en la actualidad ya que estos profesionales (más otros como los psicólogos ahora) ven a los Ts. Ss. como auxiliares (página 182). Hay que destacar que en este caso Grassi retoma el tema desde otro lugar, pero que sin lugar a duda retoma la clásica caracterización de este origen. Ahora bien, no se trata de negar o impugnar esta tesis por “incorrecta”, en todo caso se debe repensar si existen otras determinaciones que ponen a TS en ese lugar, como por ejemplo las configuraciones sociales del momento y los dispositivos de intervención social que se monta para dar respuesta a las manifestaciones de la cuestión social. Además queda desplazada la formación en el Museo Social Argentino que según sus primeros planes de estudio y a pesar de ser creada por los médicos higienistas, tienen una impronta que si bien incorpora la cuestión de la salud y lo jurídico se amplía hacia lo social y la organización de los servicios sociales. * El debate Asistentes Sociales o Trabajadores sociales: también por los mediados de los 60 se instala este debate y también lo da el grupo ECRO. Inscriptos, muy a pesar de su autoidentificación como dialécticos, y particularmente en los primeros años de su aparición como grupo, en un evolucionismo y eclecticismo, el debate trata de dividir aguas entre un “Servicio Social tradicional” y un “Trabajo Social modernizado”. En efecto, los fundamentos que el grupo ECRO da respecto de la 4 Ibidem (Pág. 12) necesidad de cambiar la denominación es que así se ha contemplado a nivel internacional por las Naciones Unidas, seguir con la idea de Asistentes Sociales sería quedar en el pasado. En realidad la disputa se plantea a partir de la creación de el Instituto de Servicio Social dependiente del Consejo Nacional de Asistencia Social (conocido como Instituto Bolívar ya que en esa calle funcionó) realizado bajo las recomendaciones de Maidagán de Ugarte (quien fue docente unos años allí) y que expedía el título de trabajadores sociales. Recomendaciones que habían sido rechazadas por un número importante de escuelas de Servicio Social. Al momento de intentar ingresar al Círculo de Asistentes Sociales de la capital, se les niega la incorporación por el título. Este debate está documentado en la revista Hoy en el Servicio Social Nº 7 (abril/mayo de 1966). En su Editorial: "Asistente Social o Trabajador Social", dice que en 1959 aparece un nuevo término en la Argentina para definir los profesionales: Trabajadores Sociales (término propuesto por Naciones Unidas) Trabajador Social vs. Asistente Social. Término incorporado por el Instituto de Trabajo Social según esas recomendaciones. Malestar en los círculos profesionales. Incidencia en las reglamentaciones del ejercicio profesional. Concepciones: Servicio Social como actividad emocional, cómplice de las estructuras asistenciales anacrónicas y paternalistas vs. Trabajo Social inspirado en los últimos aportes de las Ciencias Sociales con claros objetivos de laborar comprometidamente en la compleja realidad socio económica a los fines de su imprescindible transformación. Más entrados los años 70 volverá sobre el tapete pero ahora visto el término Trabajador Social desde la perspectiva más ideológica y política como asalariado que comparte las condiciones de una clase: los trabajadores. Un segundo núcleo de debate se plantea en los 90s y ya ligado a las posiciones divergentes de entender la historia, y en ese marco el origen Trabajo Social como ejercicio científico de la asistencia social / Trabajo Social como una nueva profesión que surge en un momento particular del sistema capitalista Aquí el tema pasa por el evolucionismo y lo histórico crítico. En el primer caso se encuentra la idea de origen como sucesión de etapas: TS como profesión surge de la mano de la racionalización científica de las prácticas de asistencia, cuando las anteriores formas ya no pueden dar respuesta en tanto la sociedad se complejizó. Una superación de la caridad y la filantropía. En tanto desde la otra postura, TS surge como profesión cuando el estado toma para sí la respuesta a la cuestión social necesitando de un profesional que medien las diferencias de clase, además como carácter central de su conformación está la condición de asalariado (Netto, Iamamotto, Parra, Montaño). Un tercer núcleo de debate en relación al origen también aparece en los 90s y se expresa como las bases ideo culturales que atraviesan a la profesión Trabajo Social surge con un carácter antimoderno/ Trabajo Social es una expresión de la modernidad Puesto como debate a partir de la tesis de maestría en Trabajo Social de Gustavo Parra, es contestado por muchos autores que reafirman su origen como producto de la propia modernidad. Parra considera que “…Trabajo Social surge con un carácter de antimodernidad en la medida que con su práctica e intervención negaba los fundamentos mismos de la modernidad: universalidad, individualismo y autonomía, como características fundamentales y necesarias para el camino emancipador del hombre” (Parra Anitmodernidad y Trabajo Social, página 236. El tema de debate es qué se entiende por modernidad y en particular su propia dialéctica interna, donde se presentan tanto los rasgos emancipatorios como conservadores y reaccionarios. La modernidad y particularmente la ilustración como bien dicen Adorno y Horkheirmer llevan el germen de la racionalidad instrumental, esto es las prácticas reguladoras y disciplinadoras de la sociedad en pos del sostenimiento de la sociedad capitalista. Britos sostiene que TS no es “ni profundamente conservador ni radicalmente antimoderno” “…la profesionalización del trabajo social reproduce características propias de la modernidad, relacionada directamente con su racionalidad reguladora” (Britos Asistencia Social en Rosario. Historia de su formación profesional página 45) Surgimiento de Trabajo Social en la Argentina 1.- Configuraciones de lo social: Existe un consenso que entiende que es en el momento en que se inician estudios específicos en instituciones formales que expiden certificaciones habilitantes el que da la clave para considerar que una profesión aparece en la escena pública. Siguiendo esta pauta es que tenemos que tomar a 1930, año en que se da inicio a los estudios sistemáticos sobre el “Servicio Social”, como el momento de aparición de la profesión en la Argentina. En relación con esto es necesario recuperar las configuraciones de lo social de época, para poder dar cuenta de las condiciones de surgimiento. Los procesos históricos que van dando lugar a la conformación de las sociedades son conflictivos y contradictorios en tanto participan del mismo sobredeterminaciones económicas, políticas, culturales, ideológicas, entre otras. Sin jerarquizaciones entre las mismas -aunque sea posible que en cierto momento alguna de ellas adquiera mayor gravitación- se estructuran en un entramado que “modela” las características particulares de tal sociedad. De esta manera todo intento de reconstrucción con pretensiones de rigurosidad, deberá tener en cuenta esta complejidad a fin de soslayar las proposiciones sobre ideologizadas, lineales o mecánicas que han circulado –y aún circulan- en los estudios históricos. Así, bucear en la constitución del Estado en Latinoamérica supone reconocer tanto las condiciones históricas que participaron, como las particularidades que lo fueron instituyendo en los distintos países que conforman la región. De acuerdo con Enzo Faletto todo Estado expresa “… el conjunto de relaciones económicas, sociales y, especialmente, de poder que se dan en una sociedad…”5, Lechner considera que el mismo “sintetiza los conflictos entre los intereses particulares (contradicción de clases) bajo la forma de una esfera común a todos (ciudadanía)…”6 , en párrafos posteriores y apelando a Gramsci este autor observa que se trata de una instancia que presenta dos momentos: el de dominación (imposición coercitiva) y el de hegemonía (establecimiento de un orden ético que manifiesta la dirección políticocultural de un sector social como voluntad colectiva)7 . Estas líneas sólo intentan dar cuenta, en términos muy sintéticos por cierto, de un modo de entender la categoría Estado, que a ojos vista está puesta desde cierto grado de generalidad que adquiere el mismo en las sociedades capitalistas. En torno a esto último valen las advertencias del profesor Ansaldi respecto de los usos de los bagajes teórico-metodológicos construidos para los casos europeos y/o estadounidense cuando se trata de analizar otras realidades, en particular la latinoamericana, donde es necesario tener en cuenta el tema de la “traductibilidad” de los lenguajes. En este 5 Enzo Faletto “La especificidad del Estado en América Latina” en e-latina Revista electrónica de estudios latinoamericanos Volumen 1, N° 4 Julio – Setiembre de 2003, pág. 3. UDISHAL Instituto Gino Germani. Facultad de Ciencias Sociales UBA, Buenos Aires. 6 Norbert Lechner “La crisis del Estado en América Latina” Revista Mexicana de sociología, año XXXIX, N°2, México D.F. Abril-junio 1977, pág. 56 en Waldo Ansaldi y Patricia Funes (comp.) Formación, consolidación y reforma del Estado en América Latina. Documento de Trabajo 53, Serie II. UDISHAL. UBA, Buenos Aires, 1994. CD Materiales para el estudio de América Latina Versión 2.12005. Colección del Nuevo Siglo. Serie Electrónica, Volumen 0/2 7 Ibidem pág. 56 y 57 sentido resalta que para nuestra región habrá que entender dos aspectos “… 1) en tanto parte del sistema capitalista mundial, nuestras sociedades comparten la lógica de funcionamiento de la sociedad capitalista, aunque la historia de cada una sea diferente… 2) no obstante su condición de capitalistas, las sociedades latinoamericanas no sólo se encuentran en un nivel menos desarrollado, sino que son dependientes…”8 , sosteniendo la importancia de este carácter dependiente para el análisis teórico, aspecto que también recuperan otros autores9 y con el que coincidimos ampliamente. Esta posición supone una relación ineludible –aunque no mecánica- entre la formación del Estado y las características en que se manifiesta el capitalismo en los países centrales, en tanto es posible identificar que frente a las transformaciones de los patrones de acumulación que se dan en éstos, se producen cambios en las formas estatales de nuestra región. En nuestro país, las últimas décadas del Siglo XIX y primeras del XX dan cuenta del despliegue en torno a la configuración del estado nación en su doble expresión: hacia adentro —la organización interna— y hacia fuera —su relación con las demás naciones del mundo—. Así la definición del modelo agro exportador, la construcción de una institucionalidad política y la tarea de ordenar una población acorde impulsaron las líneas rectoras de la intervención social de la época. A partir de la unificación del país (luego de la “derrota” de Urquiza en Pavón en 1861), se inicia el proceso de institucionalización y los últimos años del siglo XIX fueron testigos de la creación del Registro Civil, la sanción del Código Civil, la ley que instituye capital federal a la ciudad de Buenos Aires, la organización del ejército nacional, la ley 1420 (enseñanza gratuita, obligatoria y pública), la creación de las escuelas normales y nacionales (1870 en Paraná se crea la primera escuela normal) y bibliotecas públicas, reorganización de las universidades (Córdoba y Buenos Aires), la campaña al desierto (desde la cual se masacra a los genuinos dueños de la tierra, expandiendo las fronteras), entre otras cuestiones que persiguen la consolidación del estado moderno argentino. En relación con la propia organización de la política “moderna” la generación del 80 que impulsa estas reformas expresa un conglomerado de principios liberales y espíritu conservador que va reordenándose —no sin disputas internas— en forma de partidos y a fines del siglo se estructura el PAN (Partido Autonomista Nacional), en 1890 se crea la UCR primer partido político moderno que se basa en las estructuras de los partidos norteamericanos (organización nacional, organización barrial), en 1894 se funda el Partido Socialista. Estos tres espacios que van a litigar sus propios proyectos en términos electorales representan intereses diferentes. La política inmigratoria impulsada ya desde la propia Constitución Nacional del 53 que significó una secuencia de flujo de población extranjera (entre 1870 y 1914 llegaron a la Argentina seis millones de personas10, de las cuales una proporción importante se instala en las ciudades de Buenos Aires y Rosario), va a dar lugar a una serie de conflictos sobre los que luego nos detendremos. Paralelamente las transformaciones causadas por el modelo productivo generan fuerte impacto en la población criolla. Así 8 Waldo Ansaldi “¿Conviene o no conviene invocar al genio de la lámpara? El uso de las categorías analíticas gramscianas en el análisis de la historia de las sociedades latinoamericanas”. Publicación electrónica. Fecha de acceso 15 de setiembre de 2007 http://www.catedras.fsoc.uba.ar/udhisal 9 Entre otros autores sostienen esta posición Tulio Halperín Donghi Historia contemporánea de América latina, Alianza Editorial, Madrid, 2001; Norbert Lechner (Op. Cit.), Edelberto Torres-Rivas “Estado y Nación en la historia latinoamericana” Socialismo y liberación N° 16. Lima, diciembre 1981, pp 85-101. Artículo que forma parte de uno más extenso “La Nación: problemas teóricos e históricos” en Waldo Ansaldi y Patricia Funes (comp.) Formación, consolidación y reforma del Estado en América Latina. Documento de Trabajo 53, Serie II. UDISHAL. UBA, Buenos Aires, 1994. CD Materiales para el estudio de América Latina Versión 2.1-2005. Colección del Nuevo Siglo. Serie Electrónica, Volumen 0/2 10 ZIMMERMANN, Eduardo Los liberales reformistas. La cuestión social en la Argentina 1890 – 1916. Editorial Sudamericana, Buenos Aires 1994. (página 12) vamos a encontrar —a los efectos de nuestro interés particular— un conjunto de situaciones sociales “nuevas” cruzadas por la conflictividad. En otras palabras se hacen presentes en la escena pública las manifestaciones de la cuestión social. A grandes rasgos podemos puntuar los siguientes. En lo urbano: Problemas derivados del aumento explosivo de la población, como los de vivienda y salud (epidemias). Problemas suscitados por las condiciones laborales en los talleres y servicios públicos cuyos trabajadores eran principalmente inmigrantes. Aumento estadístico de la “criminalidad, la prostitución, la mendicidad y el alcoholismo”. Surgimiento de las primeras organizaciones obreras que encaran sus campañas reinvindicativas, influenciadas por las ideas socialistas y anarquistas que también ingresan con los inmigrantes. En lo rural: La transformación del “gaucho” con sus prácticas de libertad en el peón rural da como resultado por una parte, la aparición del “criollo rebelde” (los bandidos rurales) y por otro la domesticación y sometimiento a condiciones inhumanas de trabajo y de vida. En síntesis, en pocos años el paisaje social cambia y pone en jaque a la clase dirigente. Las respuestas se organizan en torno a los ejes educación, salud, acción social y represión, en un clima conflictivo y efervescente en el que incluso encontramos ideas y propuestas contradictorias desde la propia clase dirigencial. Las tres primeras décadas del siglo XX estarán cruzadas por la puja entre los diferentes sectores sociales respecto de la configuración de la intervención social en términos de políticas públicas, donde la naciente organización sindical será protagonista de la lucha por las reivindicaciones laborales y de la búsqueda de una superación al capitalismo que se plantea como modelo a seguir (anarquismo). Se trata del momento en que el estado comienza a asumir las respuestas a la cuestión social, en la dialéctica demandas y luchas obreras por sus reivindicaciones y diferentes estrategias para enfrentarlas (desde la represión hasta la sanción de leyes de protección laboral). 2.- Intelectuales y participación política: Lo interesante en este proceso es observar cómo participan los “intelectuales” de la época que se van comprometiendo en las prácticas políticas sin dejar de lado el ejercicio profesional. Así vamos a hallar a los médicos higienistas por ejemplo que introducen en sus cátedras universitarias los temas del momento, a la vez que se implican en los partidos políticos y llegan a ocupar tanto bancas en el parlamento, como cargos ejecutivos de los gobiernos de turno y desarrollan una fervorosa actividad en debates públicos, publicaciones y centros de estudios e investigación. Con el cambio de siglo y las manifestaciones de la cuestión social que se hacen presentes con la instalación del estado moderno comienzan a circular concepciones e ideas extraídas de corrientes en boga en Europa y Estados Unidos. Se trata de lo que Zimmermann llama corriente liberal reformista conformada por diferentes agrupamientos políticos tanto del oficialismo como de la oposición donde confluyen desde socialistas hasta católicos. Para este autor el Reformismo: “…debe entenderse aquí (como) una actitud de predisposición a introducir cambios en las instituciones vigentes que en materia de política social se traducía en una decisión de abandonar los principios de laissez faire que supuestamente habían caracterizado al liberalismo decimonónico, pero manteniendo una rígida oposición al cambio revolucionario radical que pretendía alterar por completo los fundamentos del sistema, cayendo en el llamado socialismo de estado y en los peligros de la anarquía. El reformismo introdujo en el debate sobre la cuestión social un elemento nuevo: la discusión en torno a los límites de la intervención estatal en materia social trascendía en esa perspectiva la disyuntiva entre el término “individualismo” y “colectivismo”, en la que estaba planteada, y se concentraba en las posibilidades de una “vía media” que iluminada por una combinación de nuevos principios filosóficos y científicos culminaría en una redefinición de las relaciones Estado y sociedad que atenuara o eliminara los rasgos más peligrosos del conflicto social”11. Esta corriente tiene como componentes: Base social: profesionales (médicos y abogados) con participación académica y política. Ideología: liberales, progresistas, frecuentemente anticlericales. Posturas reformistas: legalismo, o sea las soluciones al conflicto social debían buscarse en la política parlamentaria; cientificismo ya que define a las ciencias sociales como sustento de las políticas sociales; enfoque internacionalista en tanto recupera las experiencias extranjeras como antecedentes (copias o adaptaciones de instituciones vinculadas al estudio y tratamiento de los nuevos problemas sociales). Entre éstas últimas se destaca el Museo Social Argentino (MSA), copia del Museo Social de París, que se conforma como centro de debate y circulación de estas ideas. 3.- Creación de la primera escuela de Servicio Social en Argentina Instalada en el Museo Social Argentino a instancias de los médicos higienistas Germinal Rodríguez y Alberto Zwank que vienen bregando por su creación desde 1927, es heredera de la tradición de la institución, concretándose en junio de 1930. No obstante es necesario repasar rápidamente el contexto de surgimiento para lograr comprender los nexos que va a tener esta “nueva profesión” con las manifestaciones de la cuestión social de la época, en tanto el año 30 tiene sus particularidades. La crisis del 29 (caída de la bolsa de Wall Street) genera reacomodos en la economía mundial, poniendo en crisis el modelo agroexportador perfilándose la producción industrial con sus consecuencias en lo urbano y rural. Es de este período el proceso de migración interna impulsada por la desocupación rural que tampoco se resuelve en las grandes ciudades, la caída de salarios y la inseguridad laboral: - Prescindibilidad del personal fijo en los establecimientos agropecuarios - Cesantía de empleados estatales por déficit fiscal - Merma de actividad en los talleres ferroviarios por disminución de este tráfico - Cierre de talleres y fábricas - Quiebra de comercios por disminución del consumo La salida se da por la postura intervencionista: en lo económico y social, intervencionismo que se despliega también en la ruptura del orden constitucional ya que el 6 de septiembre de 1930 se produce el primer golpe militar del siglo XX que derroca a Irigoyen, iniciándose una etapa de fraudes electorales e inestabilidad política. Dos actores que en los años anteriores habían estado secundarizados – aunque de ninguna manera ausente- toman mayor protagonismo: la Iglesia y el ejército. No obstante estas consideraciones muy particulares que lógicamente van a tener su peso en la profesión que empieza a emerger, considero interesante marcar algunos aspectos para tener en cuenta: 1.- La estrecha relación entre la construcción de la estatalidad y el Trabajo Social: si bien tal como plantea Oscar Oszlak el estado articula las relaciones sociales (capacidad simbólica para evocar, crear e imponer identidades y lealtades colectivas entre ciudadanos o habitantes de una nación determinada), a la vez materializa aparatos institucionales (actores concretos, organizaciones burocráticas) como objetivación institucional. Para este mismo autor la noción liberal de que el estado representa los intereses comunes de la sociedad tiene como correlato el contenido de la agenda de cuestiones socialmente problematizadas, cuya vigencia sostiene. En relación a esto último es que se va configurando la institucionalidad. De allí que las 11 Ibidem problematizaciones que ingresan en las primeras décadas del siglo XX como agenda da como resultado la emergencia de esta profesión. 2.- Atendiendo a la inscripción tanto ideológica como epistemológica de los sujetos (liberales reformistas y positivistas) que colocan públicamente la importancia de la formación de estos “nuevos profesionales”, la emergencia de trabajo social en nuestro país (que compartimos de alguna manera con Uruguay y Chile) va a estar sesgada por esta visión quedando en el lugar de “técnicos”. 3.- A diferencia de Estados Unidos por ejemplo, los trabajadores sociales en estas latitudes nos incorporamos rápidamente a la institucionalidad estatal. En este sentido la legitimidad de la profesión estará atravesada por las formas en que el estado busca su propia legitimidad. 4.- Consecuentemente con esto último, si la legitimidad estatal estriba en dar respuesta a las manifestaciones de la cuestión social, allí es posible reconocer una arena contradictoria que conforma justamente el espacio de inserción de los profesionales y en tanto tal, su intervención transita por la posibilidad de trabajar desde los derechos de los sujetos.