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1 Pierre Menard, autor del Quijote. Y de la Semiosis social Notas sobre la teoría de los discursos sociales de Eliseo Verón Rolando Martínez Mendoza y José Luis Petris El argumento del cuento de Borges es conocido. Tratando de salvar una injusticia crítica, un amigo de Pierre Menard hace público su proyecto más ambicioso: el de volver a escribir el Quijote. No copiarlo, ni corregirlo, ni versionarlo, sino volver a escribirlo igual a como lo hizo Cervantes pero sin ser Cervantes, ni habiendo vivido la vida de Cervantes; volver a escribirlo en el siglo veinte siendo Pierre Menard. El “nuevo” Quijote quedó inconcluso, pero lo poco que conocemos de él se vuelve una revelación, como dice el narrador del cuento de Borges, al cotejarlo con el “viejo” Quijote. En este Cervantes escribió: ...la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir. Menard, en el “nuevo” Quijote, en cambio escribe: ...la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir.1 El cuento de Borges encuentra en la contrastación de ambos fragmentos “un mero elogio retórico de la historia” en la redacción de Cervantes hecha en el siglo XVII que se transforma en Menard en una concepción pragmática de ella por considerarla ya no “como una indagación de la realidad sino como su origen”, donde la verdad histórica ya “no es lo que sucedió; es lo que juzgamos que sucedió”.2 Queremos decir tres cosas: que buena parte de la concepción teórica de Verón sobre la discursividad social está prefigurada en “Pierre Menard, autor del Quijote”, que el cuento de Borges publicado en libro en El jardín de los senderos que se bifurcan en 1941 (más tarde parte inicial de Ficciones) es una inmejorable ilustración de la teoría de Verón, y ambas cosas simultaneamente. a. Pierre Menard, autor del Quijote Verón desarrolla una teoría para los discursos sociales sostenida en dos hipótesis: “que toda producción de sentido es necesariamente social” y que “todo fenómeno social es, en una de sus dimensiones constitutivas, un proceso de producción de sentido”.3 Apoyándose en estas hipótesis su teoría propone un modelo de explicación para el 1 “Pierre Menard, autor del Quijote” de Borges, Jorge Luis: Ficciones, Buenos Aires, Emecé, 1956. (Pág. 44 en la 31° impresión de 1981.) 2 Op. cit., pág. 45. 3 Verón, Eliseo: La semiosis social. Fragmentos de una teoría de la discursividad, Buenos Aires, Gedisa, 1987, pág. 125. 2 funcionamiento de la “semiosis social”, entendida ella como la dimensión significante de los fenómenos sociales. Semiosis social que puede ser pensada como una constelación o red de infinitos discursos interrelacionados entre sí según relaciones estrictamente productivas: es decir, discursos producidos a partir de discursos previos que son entonces parte de sus condiciones de producción, discursos así producidos que se convierten o pueden convertir en parte de las condiciones de producción de nuevos discursos, y así sucesivamente, en distintas direcciones, en un sentido siempre temporal, según relaciones productivas potencialmente abiertas, en todos los casos, hasta el infinito, y hacia el pasado con un origen conceptualmente finito pero en la práctica tan extendido y difuso que se vuelve metaforicamente infinito. Suele hablarse, creemos que queda así claro, de semiosis infinita. No podemos continuar sin antes explicitar una concepción de “social” con la cual trabajar. En caso contrario es inevitable generar confusión y caer antes o después en contradicciones. Nuestro concepto de social es de toda aquello con incidencia en la sociedad, sea ello una acción colectiva, común o individual. (Aclaremos que no todas las acciones comunes tienen incidencia en lo social. Por ejemplo, guardar el alcohol en el botiquín del baño. Aclaremos también que con comunes tampoco estamos hablando de estrictamente comunes, sino de extendidas.) Para encarar el análisis de la semiosis social, Verón propone la diferencia entre “texto” y “discurso”, donde reserva la denominación “texto” para la dimensión material de un “discurso”, esté conformado este con la materia significante que fuere (musical, palabra oral, palabra escrita, movimiento espontáneo, o mimético, imagen pictórica figurativa, o no figurativa, imagen fija captada automáticamente, imagen móvil captada automaticamente, etc.), mientras que propone el nombre “discurso” para dar cuenta de esta materialidad cuando es considerada en relación con otros discursos/textos. Un ejemplo de “discurso” podría ser “templo que recupera rasgos del estilo barroco español” porque: a) sólo “sabemos” y podemos decir que es un “templo” si sus características materiales, es decir la forma de “su” texto, son similares a las de otros “textos” que sabemos socialmente que son templos, habiendo sido con estos otros textos y no con otros con los cuales lo hemos espontaneamente relacionado; b) sólo podemos sostener que recupera rasgos del “estilo barroco español” recién después de compararlo con cómo fue el barroco español y encontrar que nuestro “texto” tiene similitudes a él; c) sólo podemos decir que “recupera rasgos” y no parodia, o aggiorna, porque hecha la relación entre nuestro “texto” y lo que conocemos socialmente del barroco español el vínculo observable es del tipo del que socialmente se reconoce como de cita o copia respetuosa de algunos rasgos, y no de todos, sin ocultar la referencia, y del alguna manera homenajeándola, y d) sólo es adecuado identificarlo señalando “que recupera rasgos del barroco español” porque hecha esta relación las principales y más significativas características de nuestro “texto” son las reconocidas citas al barroco español, quitándole protagonismo y relegando las otras características de nuestro texto que lo completan (porque si no fuera así, la descripción “templo que cita al estilo barroco español” sería incorrecta, discutible y/o ocultadora de las características más importantes del discurso así nombrado).4 Si se revisa el cuidado 4 Hemos hecho una diferencia entre la razón a) y las restantes. En ella hemos señalado: “habiendo sido con estos otros textos y no con otros con los cuales lo hemos espontaneamente relacionado”. En los otros casos hemos señalado simplemente comparaciones o reconocimientos, que podemos aclarar ahora no necesariamente son espontáneos ni tan extendidos socialmente. Atendemos aquí a la diferencia social entre los fenómenos de género (templo) y estilo (barroco español), extendido socialmente el primero, y por lo tanto de manifestación espontánea, acotado casi siempre el segundo. Véase Steimberg, Oscar: 3 con el que se expuso este ejemplo, podrá retenerse que “discurso” es una materialidad organizada de una particular manera pero sólo cuando esa materialidad y esa organización “significaron” socialmente una asociación a otros discursos/textos ya conocidos socialmente. Es decir, “discurso” es el “texto” ya significando. Porque el texto sin significación discursiva (sin remisión a otros discursos) es tan sólo materialidad que no nos dice nada más allá de ella.5 Nos gustaría aclarar que las cuatro relaciones que hemos identificado como imprescindibles en el ejemplo propuesto de “discurso” que lo diferencian de “texto” responden a las particularidades del ejemplo. Son en este caso, la primera de género (que siempre es social), la segunda de estilo social, y las tercera y cuarta de operaciones, en el primer caso de juego con las características del estilo social con el que se lo compara y referencia y en el segundo del protagonismo de este juego en la identidad estilística individual del discurso resultante. Pero pueden ser otras. Por ejemplo que los tipos de las dos primeras y de la última relación se mantengan y que varíe la tercera, siendo en su lugar de juego con las características del género (social) de referencia, o en otro caso que este tipo de relación se constituya en una quinta que se agrega a las cuatro del primer ejemplo, o en un nuevo caso exista un tipo de relación de inter-singularización (relación entre textos singulares). Ilustraciones de estos tres nuevos casos de “discursos” pueden ser respectivamente “ficción televisiva que parodia los textos periodísticos”, “comedia cinematográfica inglesa de estilo actual Semióticas. Las semióticas de los géneros, de los estilos, de la transposición, Buenos Aires. Eterna Cadencia, 2013. Agreguemos apenas que mientras el género es una clasificación social extendida, y consensuada, el estilo es una clasificación social de disputa, que sólo consigue consenso cuando el estilo pierde su poder político, es decir cuando pierde vigencia productiva social. Como ejemplos inmediatos, hoy el cubismo es un estilo reconocible consensuadamente porque ya no disputa ninguna o a ninguna hegemonía como sí lo hizo a principios del siglo XX; el reality game show es y siempre fue un género consensuado con independencia de cómo se lo valore, y a pesar de las fuertes disputas de estatuto (de realidad) y legitimidad (moral) con que nació; y un estilo actual cualquiera pelea en la sociedad por su reconocimiento y/o aceptación social mientras consigue adhesión sólo por una parcialidad, rechazado por otra, e ignorado o ninguneado por terceras. 5 ¿Qué querrá decir “materialidad que no nos dice nada más allá de ella”? O mejor dicho, ¿qué significará decirlo? Porque si decimos sobre una imagen pictórica que es un “hombre apenas ataviado, atado a un árbol y con flechas clavadas en su cuerpo” y no “San Sebastián” porque no establecimos la relación existente entre lo que vemos y la iconografía más extendida del santo, igual estamos relacionando esas formas y colores con discursos/textos sociales anteriores que nos permiten sostener que eso es un hombre y no un erizo, o que eso otro son flechas y no blasones. Pero aun los significados “forma” y “color” son resultado de la puesta en relación de la materialidad “texto” experimentada con discursos/textos culturales previos que nos remiten a los conceptos “forma” y “color”. Y así sucesivamente hasta el ¿origen? de nuestro conocimiento. ¿Dónde comienza la semiótica?, ¿o la significación?, ¿o la semiosis social? Hay dos respuestas posibles, una de compromiso y otra estrictamente pragmática. La primera es de compromiso teórico al poner un límite entre “texto” y “discurso”, que podría ser tanto un límite cuasiperceptivo como lo propone Verón con el concepto de “materia significante” desarrollado en un texto anterior ("Para una semiología de las operaciones translingüísticas", revista Lenguajes nro.2, Buenos Aires, Nueva Visión, 1974), como un límite cultural a la manera de Erwin Panofsky (Estudios de iconología, Madrid, Alianza, 1972, ver “Introducción”). con los “motivos” o “formas simples” que serían las reconocibles sin ningún conocimiento especial más allá del inmediato que surge de la vida cotidiana en comunidad. La respuesta estrictamente pragmática, por su parte, será contingente, dependerá del tipo de indagación semiótica que nos propongamos, de su objetivo, del tipo de pregunta que intentemos responder. Por ejemplo, ¿por qué reconocemos allí, o se nos significa allí, movimiento social espontáneo y no movimiento imitativo?, ¿o por qué allí reconocemos a Salomé con la cabeza de Juan Bautista y no a Judith con la de Holofernes? (los ejemplos propuestos remiten el primero a Verón y el segundo a Panofsky), ¿o por qué en “eso” reconocemos profundidad y no una superficie plana?, ¿o por qué en ese estilo de gobierno se significa socialmente gestión democrática, gestión legítima y/o acción autoritaria?, etc. Nos interesa, por lo menos aquí, antes la semiótica empírica que la filosófica. 4 mezclada con elementos de policial” y “versión rockera del himno nacional argentino”. En todos los casos se trata de relaciones del “texto” inicial con las clasificaciones sociales de género y estilo, y/o con el reconocimiento de un texto singular, complementadas con la identificación de con qué tipo de operaciones se establecen estas relaciones y qué protagonismo tienen en la identidad estilística final del “discurso” resultante. Otros posibles ejemplos de “discursos”, entendidos de la misma manera, sólo después de establecida la relación entre sus “textos” y discursos/textos ya existentes en la sociedad, podrían ser un saludo físico estrafalario hecho por una persona a otra, un saludo físico común hecho por una persona conocida socialmente a un grupo de personas, un tratado de economía, un artículo periodístico de economía, en ensayo de economía, una pintura “de caballete” que parodia “La fuente” de Duchamp, un discurso político vehemente, un programa de radio disruptivo, una transmisión radiofónica de fútbol tradicional, etc. Pero el mejor ejemplo de la relación entre “texto” y “discurso” la encontramos en “Pierre Menard, autor del Quijote”. El cuento de Borges ilustra bien la diferencia cuando compara los fragmentos del Quijote escritos por Cervantes y Menard: tenemos allí dos discursos distintos que poseen la misma materialidad; o si se quiere, dos textos iguales que generan distintos discursos porque “espontaneamente”6 son relacionados cada uno con distintos conjuntos de discursos/textos. Como bien señala el narrador construido por Borges en su cuento, y ya hemos visto al comenzar, no dice lo mismo Cervantes cuando escribe “la verdad, cuya madre es la historia” que lo que nos dice Menard al escribir “la verdad, cuya madre es la historia”. ¿Conceptualmente por qué? Porque el sentido social no es nunca producido sólo por las características materiales de un discurso (es decir nunca es producido sólo por “su texto”), y tampoco es resultado sólo de una relación entre posiciones exentas de materialidad (es decir sin, u obviando, su o sus materias significantes y su particular organización). Es siempre el resultado de una particular interrelación social entre materialidades. Es decir, es generada por “textos” + interrelaciones. O sinteticamente se puede decir que surge de “discursos” (siempre y cuando recordemos que hemos definido “discurso” como materialidad en interrelación con otras). En el cuento de Borges, los fragmentos del Quijote de Cervantes y Menard son una misma e igual materialidad, pero ubicada en lugares distintos de la semiosis social, convirtiéndose así en discursos distintos. Significan (socialmente) distinto. No podemos leer ninguna filosofía pragmática en el Quijote de Cervantes simplemente porque no existía entonces, pero también, y esto es muy importante, porque el Quijote no propuso a esta manera de leer la historia como algo distinto a un “mero elogio retórico”. Pero sí podemos incluir, y lo debemos hacer, al pragmatismo entre las condiciones de producción del Quijote de Menard (aunque socialmente no sea mayoritariamente conocida esta idea filosófica. Volveremos sobre este punto más tarde.). Aclaración: en lo precedente debe entenderse tanto “filosofía pragmática” como “pragmatismo” como doctrina o concepción filosófica asentada en discursos sociales, es decir conocidas socialmente a través de discursos sociales. Son entonces discursos los que no podemos, en el primer caso, y sí en el segundo, proponer como condición de producción o parte de las condiciones de producción. “Parte de las condiciones de producción” porque también es útil aclarar que nunca estamos 6 Queremos remarcar con espontáneo el carácter social de la producción de sentido que es el objeto de la teoría de Verón. Y diferenciar estas relaciones espontáneas de las analíticas, que en principio no tienen por qué ser sociales. 5 señalando a este pragmatismo asentado en discursos sociales como única condición de producción, ni discursiva ni no discursiva, en este caso del Quijote de Menard. Hecha así la diferenciación entre “texto” y “discurso”, ¿en qué sentido podemos sostener que Pierre Menard es autor del Quijote (más allá del juego literario de Borges)? Entendiendo al Quijote como discurso y no como texto. Y Menard al no recitar el Quijote (texto) sino al escribirlo (volver a escribirlo, modificando su emplazamiento espacio/temporal de la semiosis) lo consigue, porque crea un nuevo discurso. El Quijote “discurso” que considera a la verdad histórica no como lo que sucedió, sino como “lo que juzgamos que sucedió” es obra de Menard. Cervantes es autor del Quijote “discurso” que elogia a la historia con la figura retórica “madre de la verdad”, y hasta lo que sabemos el primer autor del “texto” que repite Menard tres siglos después. b. “Pierre Menard”, lectura del Quijote Eliseo Verón señala otra diferencia, la existente entre las condiciones de producción y las condiciones de reconocimiento de un discurso. Hasta aquí hemos hablado sólo de condiciones de producción. Hemos sostenido que el “pragmatismo” es un conjunto de discursos que son parte de las condiciones de producción del Quijote de Menard (y no del Quijote de Cervantes). Las condiciones de producción de un discurso (que identificaremos como discurso 1) son esos discursos previos socialmente a él que condicionaron (y permitieron su producción). Pero ese discurso 1 tendrá a lo largo del tiempo y en distintos espacios sociales (culturales) múltiples y diversas lecturas, que Verón llama “reconocimientos” del discurso 1, y/o formará parte junto a otros discursos de las condiciones de producción de nuevos discursos sociales, cada uno de los cuales serán formalmente “reconocimientos” del conjunto de discursos que en cada caso conforman sus condiciones de producción. Cada uno de todos estos nuevos discursos sociales (“reconocimientos”) tendrá entonces al discurso 1 como una de sus condiciones de producción (en un caso, además, como objeto de referencia explícito y privilegiado del mismo, en los otros como un discurso más del conjunto que lo condiciona en su producción, estando en su materialidad muchas veces sólo implícito). Tomemos todos los reconocimientos obtenidos por el discurso 1, y por razones de un interés particular recortemos y quedémonos sólo con un conjunto de ellos, por ejemplo con el conjunto de todos los discursos que se dan como objeto privilegiado de lectura al discurso 1, o con el conjunto de todos los discursos de una determinada época que se dieron como objeto privilegiado de lectura al discurso 1, o con el conjunto de todos los discursos generados en una cultura a lo largo de un período de determinado de tiempo que tuvieron entre sus condiciones de producción al discurso 1, etc. Llamaremos al conjunto particular escogido: conjunto discursivo A. Hecho este recorte, proponemos7 identificar como “condiciones de reconocimiento” del discurso 1 al subconjunto de discursos que integran siempre las condiciones de producción de cada uno de los discursos que conforman el conjunto discursivo A. Asumiendo la simplificación, pero para evitar cualquier confusión que pudiera provenir del aparente juego de palabras con que fue definido “condiciones de reconocimiento”, observemos el siguiente caso hipotético: tenemos un discurso 1, y elegimos analizarlo junto al conjunto discursivo A de todos los discursos que lo tuvieron como condición de producción y fueron publicados en la prensa gráfica de 7 ¿Por qué proponemos nosotros y no Verón? Porque Verón plantea esta cuestión de una manera teórica más general, y esta versión, que creemos fiel a su planteo, sin embargo podría ser discutida. 6 una ciudad en una determinada fecha. Imaginemos que este conjunto discursivo A está conformado por el discurso 2, el discurso 3 y el discurso 4. Por definición de cómo fue constituido este conjunto discursivo A, todos ellos tienen entre sus condiciones de producción al discurso 1, pero supongamos que además el discurso 2 tiene como condición de producción al discurso a, al discurso b y al discurso c; que el discurso 3 tiene además del discurso 1 como condición de producción al discurso a, al discurso c y al discurso d, y el discurso 4 al discurso a, al discurso c y al discurso e. En este hipotético caso las “condiciones de reconocimiento” del discurso 1 están conformadas por el discurso a y el discurso c, es decir por los discursos comunes de, o siempre presentes entre, las condiciones de producción del discurso 2, el discurso 3 y el discurso 4 que conforman el conjunto discursivo A. Conceptual y no técnicamente, ¿qué son las condiciones de reconocimiento de un discurso?: es el conjunto de discursos desde los cuales socialmente suele ser reconocido. Y al igual que las condiciones de producción de un discurso que son los condicionamientos que tuvo su generación, sus condiciones de reconocimiento son los condicionamientos sociales que tuvieron y/o tienen su lectura/recepción. Es decir el “lugar” social desde el cual se lo lee, o la “manera” en que habitualmente se lo lee (reconoce). Llegados a este punto es casi una obviedad observar que es casi imposible esperar que los condicionamientos sociales de lectura de un discurso coincidan con los condicionamientos de su generación. Se lee socialmente siempre desde un “lugar” corrido/distinto con respecto al “lugar” desde el que fue generado. En reconocimiento no nos reencontramos entonces con las operaciones de la generación/producción del discurso, sino que encontramos otro juego de relaciones con un conjunto distinto de discursos. Recordemos aquí el concepto de “discurso”: texto + relaciones con un conjunto de otros discursos/textos. Entonces en “producción” nos encontramos con un texto (texto P) en relación con un conjunto de discursos/textos que son sus condiciones de producción, generando/produciendo el discurso P. Veamos ahora qué ocurre en “reconocimiento”: de los múltiples reconocimientos sociales generados tomemos a sólo uno de ellos. Él lee al mismo texto P, pero ahora puesto relacionándolo con un conjunto de discursos/textos distinto que serán sus condiciones de reconocimiento, generando el discurso R. Y este discurso R no será nunca igual al discurso P porque siempre las condiciones de reconocimiento de un discurso son distintas a sus condiciones de producción. ¡Se ha producido sentido! Socialmente, en reconocimiento no repetimos al discurso P sino que producimos un nuevo discurso R. ¡La semiosis sigue viva!, no se ha cristalizado en códigos con los cuales armar el diccionario final. El sentido, entendido como relaciones entre discursos, se multiplica, cambia, respira. A algo parecido a esto Verón llama “circulación”8: al hecho de socialmente compartir textos pero no discursos. O mejor, de compartir textos y producir discursos.9 Un caso particular de análisis puede ser no el “reconocimiento social” obtenido por un discurso, sino el “reconocimiento que un discurso social particular” realiza de ese discurso. En este caso las condiciones de reconocimiento de ese discurso son simplemente las condiciones de producción del discurso social particular que lo 8 En Verón “circulación” es el nombre de la diferencia entre las condiciones de producción y de reconocimiento de un discurso. 9 De aquí se desprende que hablar de “análisis de un discurso” siempre debe entenderse como “análisis de un conjunto de relaciones entre textos”, o más economicamente como “análisis de discursos”. Si en lo que sigue mantenemos la primera forma, es con el propósito de no entorpecer la escritura. 7 reconoce (o que lo tiene como una de sus condiciones de producción). Es el caso de “Pierre Menard, autor del Quijote”. El cuento de Borges es en sí mismo una lectura singular del Quijote de Cervantes, anacrónica si no fuera literaria, muy sugerente si no nos acotamos a considerarla sólo literaria. Y esta lectura singular del Quijote es la que surge de tener/utilizar como condición de reconocimiento del mismo al “pragmatismo”, que como ya fue señalado es condición de producción inexistente del Quijote de Cervantes. El “Quijote discurso” resultante no es así el Quijote de Cervantes (discurso P), es el Quijote de Menard (discurso R). ¿Pero cómo debe ser leído el Quijote? Las lecturas sociales tienen antes derechos de libertad que deberes a los cuales restringirse. Podríamos decir que una lectura restrictiva (en principio sin producción de sentido10) que en el “Quijote texto” repitiera/recuperara el “Quijote discurso” de Cervantes es la lectura filológica. Que a diferencia de ella, una lectura libre es la social (comunitaria), que sin embargo nunca será cualquiera debido al carácter censor en general conservador de toda producción social; lo social suele corregir lo aberrante, pero puede errar ante lo falso verosímil. Y con respecto a esta última, una lectura social singular (individual, pero con exposición social, una exposición que la expone a la censura social, académica, política particular, etc.) tiene en principio todas las libertades de lectura, o por lo menos de exposición. En definitiva, el Quijote no debe ser leído de ninguna manera única particular, salvo que obedezca a un programa metodológico explícito de análisis (el filológico señalado, uno semiótico, uno sociológico, etc.); el Quijote es leído en la/s sociedad/es y por ella/s de distintas y cambiantes maneras a lo largo del tiempo, pero no de cualquier manera: la sociedad es un campo de libertad limitado. El Quijote de Menard es una lectura libre singular del Quijote texto de Cervantes, que si no la restringimos al campo de la literatura es la invitación a una lectura siempre productiva (y sugerente), y simultaneamente una teoría de la lectura que pone en evidencia el carácter siempre productivo y no reproductivo de las lecturas. Una teoría de la lectura que no es otra que la teoría de los discursos sociales de Verón. En la lectura que podemos hacer del Quijote texto de Cervantes no podemos encontrar nunca (o casi nunca) al Quijote discurso de Cervantes, por culpa de la circulación. Porque gracias a la circulación el Quijote de Cervantes es una “obra abierta”11 que siempre invita a ser releída/reescrita. c. Borges, lector/autor del Quijote Hasta aquí hemos respetado la idea literaria de un Pierre Menard autor del Quijote (“Quijote discurso” distinto al “Quijote discurso de Cervantes” aunque compartan el mismo “Quijote texto”) y hemos sumado la observación de “Pierre Menard, autor del 10 Decimos “en principio” sin producción de (nuevo) sentido porque al coincidir el discurso R con el discurso P, ya que justamente la lectura filológica tiene como objetivo/utopía recuperar el discurso P, no hay circulación. Pero decimos “en principio” porque podemos imaginar el siguiente caso, un análisis o lectura filológica que “recupera” un discurso P perdido en el tiempo (como siempre ocurre) que fue culturalmente reemplazado por un conjunto abierto y cambiante de discursos R; imaginemos que esa lectura filológica se vuelve social, que es aceptada y que se convierte en mayoritaria para esa cultura reemplazando a esa/s lectura/s social/es que era/n el/los discurso/s R anterior/es. En este hipotético caso planteado, posible aunque tal vez poco probable, hay producción de nuevo sentido. Porque hay circulación, que en este caso es la diferencia entre el/los discurso/s R que se habían consensuado socialmente y el posterior discurso P “recuperado”. 11 La cita a Eco (Obra abierta, Buenos Aires, Planeta, 1992) es aquí, y así pide ser leída, a la manera de Menard, como una nueva escritura del concepto de Eco antes que como su utilización fiel/cerrada. 8 Quijote” como discurso que lee al Quijote de Cervantes desde condiciones de reconocimiento sugerentes aunque anacrónicas, produciendo en la lectura/reconocimiento un nuevo Quijote, el Quijote de Menard. Avancemos en el análisis ahora con una aparente obviedad: ¿es Jorge Luis Borges el autor de “Pierre Menard, autor del Quijote”? Lo es, como también es autor social del Quijote de Pierre Menard y del propio Menard (personaje). ¿Y por qué lo es?, porque socialmente compartimos discursos que eso nos dicen y/o no cuestionan esta idea que así se convierte en hecho social. No sabemos si alguien vio a Borges escribir “Pierre Menard, autor del Quijote”. En general no somos testigos presenciales de la escritura y producción de las obras literarias y artísticas a las que les reconocemos socialmente algún autor. Pero ello no nos hace dudar de la autoría, salvo denuncias al contrario en casos concretos, y a pesar de tratarse en muchos casos de atribuciones. Es decir, la autoría social de un texto es un fenómeno discursivo. Son discursos los que construyen esa autoría como hecho social. Y no nos debemos asustar, pero todos los hechos sociales son estrictamente construcciones discursivas (materialidad compartida puesta en relaciones discutidas). Por ejemplo, no todos fuimos testigos presenciales de muchos de los sucesos de la historia reciente de nuestro país, y sin embargo compartimos la certeza de que buena parte de estos hechos que la conforman ocurrieron, y en muchos casos de la manera en que se los suele narrar, aunque después podamos disentir y discutir sobre cómo interpretarlos y/o valorarlos. Entonces, sostener que los hechos sociales son discursos no significa de ninguna manera que no tengan materialidad. Todo lo contrario. No hay discurso sin materialidad, o por lo que ya vimos, todo discurso posee su “texto”. La cuestión es compleja e interesante. Un hecho social antes de serlo es un hecho acotado a sus actores y testigos. Este “hecho acotado” (o todavía privado, o en algún caso hasta íntimo) es un texto (materialidad organizada) disponible sólo para sus actores y/o testigos inmediatos, que en realidad no pueden percibirlo como texto sino que ya lo reconocen como “discurso”. Todos nosotros somos individuos que nos acercamos a cualquier materialidad siempre con prejuicios (nuestras culturales y particulares condiciones de reconocimiento con que abordamos o recibimos cualquier estímulo material). El resultado de este acercamiento “prejuicioso” a esa materialidad (texto) es un discurso, es decir una producción de sentido, que en este caso es individual, privada o eventualmente comunitaria, pero no social. El “hecho social” sólo se construye cuando se producen y distribuyen en la sociedad textos (en la materialidad que sea, escrita, fílmica, sonora, etc.) que dan cuenta del “hecho acotado”, que además al ser socialmente estos textos puestos en relación con otros discursos/textos preexistentes en la sociedad se transformarán en discursos sociales coincidentes (en mayor o menor medida) que instalan, crean, y transforman al “hecho acotado” en un “hecho social”. Es importante observar que el texto del “hecho acotado” no sólo puede ser sino que casi siempre es (salvo casos muy particulares) distinto al texto del “hecho social”, que las materialidades de ambos en general son distintas. Por ejemplo un accidente de tránsito (“hecho acotado”) es de una materialidad bien distinta a la de los relatos periodísticos escritos, sonoros, visuales o audiovisuales con que se distribuye socialmente y se vuelve “hecho social”. La complejidad interesante señalada más arriba es también que no todo “hecho acotado” se convierte siempre en “hecho social”; que un “hecho acotado” puede generar varios, distintos y confrontados “hechos sociales”; que el “hecho social” puede parecerse mucho al “hecho acotado”, pero que en otros casos no; que un “hecho social” puede construirse simultáneamente al “hecho acotado” (la transmisión en vivo 9 de un acto político, por ejemplo), mientras que en muchos otros casos hay defasaje temporal; que el “hecho social” suele poseer un “hecho acotado” de referencia pero que existe la posibilidad de que se construya un “hecho social” que remita a un “hecho acotado” que en realidad nunca haya existido. La realidad social es la colcha que se teje con esta colección de “hechos sociales” de tan distinta naturaleza. Hablamos de la realidad social, las realidades privada e íntima son otra cosa. Y se nos vuelve así, una vez más, “Pierre Menard, autor del Quijote”. El narrador del cuento de Borges comienza diciendo: La obra visible que ha dejado este novelista es de fácil y breve enumeración. Son, por lo tanto, imperdonables las omisiones y adiciones perpetradas por Madame Henri Bachelier en un catálogo falaz […] Los amigos auténticos de Menard han visto con alarma ese catálogo y aun con cierta tristeza. […] Decididamente, una breve rectificación es inevitable El destacado de “visible” es de Borges. Y habla de lo mismo que Verón. La obra “visible” de Menard es el hecho social compartido. O si se prefiere el hecho conocido y sólo por conocido social. Hasta aquí la obra visible de Menard, en su orden cronológico. Paso ahora a la otra: la subterránea, la interminablemente heroica, la impar. Es así cómo más adelante el narrador de Borges introduce su descripción del proyecto de nueva escritura del Quijote que encaró Menard. El artículo escrito según el cuento por él es un “texto” que intenta reemplazar el “Menard hecho social” entonces existente por un “Menard hecho social 2” que contemple su obra más heroica, la impar, y también “¡ay de las posibilidades del hombre! la inconclusa”. El “artículo” intenta volver a su obra subterránea (“hecho acotado”) en parte de su obra visible (“hecho social”). El éxito de esta tarea siempre será desplazado, por la circulación. Las condiciones de producción del artículo de este narrador nunca conseguirán ser también condiciones de reconocimiento social del mismo, es decir el “discurso R” (o “discursos R”) que la sociedad construya a partir del “artículo texto” siempre será distinto al “discurso P” que construye en producción el artículo de este narrador. Entonces el mayor éxito que este tipo de tareas puede ambicionar es que se produzca el mínimo desplazamiento posible. Éxito de obtención de objetivos planteados que no tiene en cuenta que los discursos producidos en reconocimiento siempre pueden ser más interesantes que los discursos producidos en producción. d. Nuestra lectura de “Pierre Menard, autor del Quijote” Es tiempo de hablar de nuestra lectura. Ella es un reconocimiento particular de “Pierre Menard, autor del Quijote”. Un reconocimiento que se da para sí al cuento de Borges como su objeto principal. Este discurso que aquí se está escribiendo, que es nuestra lectura particular que hacemos de “Pierre Menard, autor del Quijote”, es un discurso que tiene como condiciones de producción al cuento de Borges, por supuesto, y también a La semiosis social de Eliseo Verón. Hay otras condiciones de producción, pero tal vez estas son las dos principales, o las más evidentes o explicitadas. Y esta lectura que hacemos, tomada como reconocimiento singular de “Pierre Menard, autor del Quijote”, implica para el cuento de Borges que sus condiciones de reconocimiento están conformadas principalmente por la obra de Verón, es decir que es desde la obra 10 de Verón que es leído el cuento de Borges produciendo el discurso de reconocimiento que es este, nuestro texto/discurso. Todo depende del recorte de la semiosis que se analice. Si el recorte es sólo nuestro discurso, La semiosis social y el cuento de Borges son sus principales condiciones de producción; si el recorte es el cuento de Borges y nuestra lectura como tal (lectura del cuento de Borges), La semiosis social es la principal condición de reconocimiento de “Pierre Menard, autor del Quijote” desde la cual se produjo nuestro discurso. El objetivo del análisis que genera uno u otro recorte de la semiosis definirá entonces, formalizándolas, las siguientes opciones: a) Este (nuestro) discurso analizado en producción, caso para el cual: - Nuestro discurso: discurso L - La semiosis social y “Pierre Menard, autor del Quijote”: discursos condición de producción del discurso L y b) Este (nuestro) discurso en tanto reconocimiento singular del cuento de Borges analizado junto a él, para los cuales: - “Pierre Menard, autor del Quijote”: discurso M - Nuestro discurso: discurso reconocimiento del discurso M - La semiosis social: discurso condición de reconocimiento del discurso M. Hemos dicho que esta, nuestra lectura de “Pierre Menard, autor del Quijote”, tiene otras condiciones de producción además del propio cuento de Borges y de La semiosis social. ¿Cuáles son? Nosotros, sus autores, no las conocemos porque hasta este momento de nuestra escritura no las hemos indagado. Lo que queremos señalar al decir esto es que las condiciones de producción de un discurso no son necesariamente las que en forma consciente tienen sus autores: no son sólo las que ellos eligieron, y tal vez ni siquiera son las que eligieron. Son las relaciones que se puedan establecer con el análisis de la materialidad resultante del trabajo de su escritura (en este caso). Es decir, sólo el análisis del ”texto” de esta, nuestra lectura del cuento de Borges, podrá señalar cuáles son sus condiciones de producción. Sus condiciones de producción no son nuestras intenciones, o no son sólo nuestras intenciones, y nunca son exactamente nuestras intenciones. Y si nuestras intenciones forman parte de las condiciones de producción de nuestro trabajo sólo lo serán con la forma de discursos sociales preexistentes. Somos conciencia sí, pero atravesada por la época y la cultura en la que nos desarrollamos. Somos nuestras lecturas, las teorías escogidas, los métodos adoptados, pero también nuestra cotidianeidad de ciudadano cultural que no siempre está alerta como para saber en todo momento qué “discurso” (y no “texto”) sedimenta en nosotros conformando con el tiempo parte de nuestras condiciones habituales no conscientes de producción y de reconocimiento. Decir lo que antecede requiere dos aclaraciones: nuestra producción no es social sólo por ser producción; e incorporar nuestra dimensión de sujetos al texto no significa hacerlo al análisis. El “nosotros” que podemos analizar semioticamente es estrictamente textual, y si hablamos de nosotros como sujetos es para diferenciarlos y señalar que el segundo no queda incluido en el primero. Por otra parte, hemos sido hasta aquí ex profeso muy simplistas al decir que el “pragmatismo” es condición de producción del Quijote de Menard, o que La Semiosis social es parte de nuestras condiciones de producción, por ejemplo. La única manera 11 de poder defender que un discurso/texto es condición de producción de un discurso 1 es pudiendo detectar/circunscribir en el texto de ese discurso 1 fragmentos de su materialidad que puedan ser relacionados con fragmentos de materialidad del texto de ese otro discurso que propongamos como condición de producción. A estos fragmentos de materialidad Verón los llama “marcas”. Por lo tanto sólo podremos decir que un discurso/texto es condición de producción de un discurso 1 cuando se pueden detectar/circunscribir en el texto de ese discurso 1 marcas que remitan a otras marcas, en este caso de ese discurso/texto que proponemos como condición de producción de él. Al conseguir establecer tal vínculo entre ambas materialidades, a las marcas del discurso 1 las llamaremos “huellas” en su texto de sus condiciones de producción, o “huellas” dejadas por sus condiciones de producción en la superficie de su texto. Entonces, ¿de qué manera podemos justificar que La Semiosis social es parte de las condiciones de producción, de ésta, nuestra lectura de “Pierre Menard, autor del Quijote”? Una manera poco elegante y obvia es dar cuenta de las citas explícitas que este texto hace al de Verón; y sólo después de corroboradas que estas citas12 son a escritura de Verón realmente existente en La Semiosis social, recién ahí podremos decir que esas citas son “marcas” que nos remiten al texto de Verón, es decir huellas de La Semiosis social dejadas en nuestro texto, y por lo tanto que La Semiosis social es condición de producción de este, nuestro texto/discurso. Una manera mucho más útil y pertinente a un análisis discursivo con pretensión de obtener algo más que lo obvio, es observando y circunscribiendo en nuestro “texto” la lectura siempre doble que se hace en él de cualquier discurso, y en particular de “Pierre Menard, autor del Quijote”: a) como producto de condiciones discursivas previas y b) como objeto reconocido por discurso/s posterior/es, y señalar que en este, nuestro “texto”, esta duplicidad es mostrada como diferencia explicativa de la producción social de sentido (caracterizada de infinita, siempre abierta) porque en reconocimiento, se dice en el “texto”, no se replica producción. Es esta “marca” de nuestro “texto” (la referida en la escritura anterior diferenciada con bastardillas), por ejemplo, la que es “huella” de La Semiosis social de Verón, y sólo al establecerla es que podemos decir que La Semiosis social es condición de producción de nuestro discurso. Pero corresponde ser aún más precisos. La marca recién descripta es en realidad “huella” del capítulo “El sentido como producción discursiva” de La Semiosis social de Verón, y no de toda La Semiosis social. Como las líneas del Quijote presentes en “Pierre Menard, autor del Quijote” son huella del noveno capítulo de la primera parte del Quijote y no de toda la célebre obra de Cervantes. Como “la verdad, cuya madre es la historia” del Quijote de Menard es huella de sólo parte y no de todo el corpus del pragmatismo existente al momento de producción de la obra oculta de Menard, y en particular de parte de la obra de William James (autor explicitamente citado en el cuento de Borges13). De la Obra de James proponemos, especialmente, su conferencia de 1909 “Bergson y su crítica del intelectualismo” como texto/discurso condición de producción de la frase citada, y lo justificamos analíticamente (y la preferencia) a partir de la presencia en ella de la idea que “lo que realmente existe no son cosas hechas sino cosas haciéndose”14, es decir el tiempo, el devenir, la historia (y 12 Aun cuando estas citas no le sean fieles a Verón. Volveremos sobre esta cuestión. Borges: Op. cit., pág.45. 14 James, William: Un universo pluralista. Filosofía de la experiencia, Buenos Aires, Cactus, 2009, pág. 166. (El destacado en la cita de “existe” es de James.) 13 12 su escritura), como constructores de cosas, de realidad, y de la “verdad” pragmática (que obviamente no es la Verdad del racionalismo).15 ¿Qué “marca” es pertinente circunscribir en un análisis y cuál no? En particular dependerá del objetivo del análisis que se encare. Y en general dependerá de que podamos postular que ella es social (tiene incidencia en lo social). Por ejemplo, en esta, nuestra lectura de “Pierre Menard, autor del Quijote”, hemos deslizado en las primeras páginas, ex profeso, una “marca” que es huella de un texto “hermano” de “El sentido como producción discursiva” (el capítulo de La Semiosis social recién identificado como, tal vez, nuestra principal condición de producción). Este texto “hermano” es “Semiosis de lo ideológico y del poder”, que forma parte de Verón, Eliseo: Semiosis de lo Ideológico y del Poder. La mediatización, Buenos Aires, Secretaría de Extensión Universitaria-Facultad de filosofía y Letras. Oficina de Publicaciones. Ciclo Básico Común-Universidad de Buenos Aires, 1995. En ambos se desarrollan casi los mismos temas, aunque en “Semiosis de lo ideológico y del poder” se lo hace de una forma menos sintética y tal vez menos técnica, se pueden encontrar planteos de carácter algo más conjetural, y en él se subrayan las cuestiones de la ideología y el poder, que en La Semiosis social están desarrolladas con detalle en otros capítulos y no tanto en “El sentido como producción discursiva”. Esa “marca” dejada ex profeso es nuestra nota al pie 9. Que es huella de la nota al pie 3 de “Semiosis de lo ideológico y del poder”: Allí Verón escribe “El término ´gramática‟ debería llevar comillas a lo largo de todo el texto. Para lo que sigue las hemos eliminado con el propósito de no entorpecer la escritura”16. ¿Pero es una marca? Está claro que es un guiño al texto de Verón, porque ¿cuántas veces se justifica una simplificación de escritura de una manera tan honesta, con el riesgo de leerse pedante, comparada con la fórmula más habitual y muchas veces más hipócrita de “con el propósito de no entorpecer la lectura”? Por lo tanto “Semiosis de lo ideológico y del poder” no puede no ser condición de producción de este, nuestro texto. Pero es difícil, sino imposible, sostenerlo como social. Tal vez convenga entonces decir que no todas las marcas de un texto que son huellas de su producción lo son también de sus condiciones sociales de producción. Pero entonces se abre aquí una pregunta más interesante: ¿por qué la principal condición de producción social de nuestro texto es “El sentido como producción discursiva” y no “Semiosis de lo ideológico y del poder” si se trata de dos textos “hermanos” antes con coincidencias que con diferencias? Sólo la lectura atenta, es decir el análisis atento de nuestro trabajo y de los dos textos de Verón puede responder la pregunta. Podemos en este, nuestro caso, justificar que “El sentido como producción discursiva” es la principal condición de producción, pero tranquilamente podríamos encontrarnos con un texto que explicitara honestamente que sus condiciones de 15 No es menor, para esta, nuestra lectura de “Pierre Menard, autor del Quijote”, la referencia a William James. Él junto con John Dewey, Ferdinand Schiller y Charles Peirce son considerados los padres del pragmatismo. Y Charles Peirce es la condición de producción explicitada por Eliseo Verón de y en La semiosis social. Y como dato anecdótico, agreguemos que Peirce le escribió una carta a James en 1900 preguntándole: “¿Quién originó el término pragmatismo, tú o yo? ¿Qué entiendes tú por él?” (tomado de la “Introducción” de Sara Barrena a Peirce, Charles: El pragmatismo, Madrid, Ediciones Encuentro, 2008, pág. 15). Es decir, estamos en presencia de un campo de ideas común aunque no idéntico. Esto permite por ejemplo proponer a parte de la obra de Peirce como condición de producción de La semiosis social, y también del cuento de Borges, y a parte de la obra de James como otra o más justificada condición de producción de “Pierre Menard, autor del Quijote” pero en este caso no de La semiosis social por la especificidad de esta última desarrollada en su materialidad. 16 Pág. 17. 13 producción son La Semiosis social y sin embargo tener como constatables condiciones de producción a “Semiosis de lo ideológico y del poder”. Falta señalar que la relación entre “marcas” de distintos textos, vinculación que construye la “huella”, no es necesariamente de copia exacta, es decir que la relación entre estas marcas no es de isomorfismo. Esto hace que la “huella” lo sea tanto de la existencia de una relación como de un tipo particular de relación. Para este, nuestro texto, la existencia de la relación ya fue expuesta, y sobre el tipo de relación debemos decir que las operaciones que prevalecen son las de redundancia, coloquialismo (apartándose de la sequedad teórico técnica del texto de Verón), ejemplificación (ausente en el capítulo “El sentido como producción discursiva” de La Semiosis social para las categorías hasta aquí citadas) y cierta apropiación de las categorías (con alguna libertad para hacerles decir tal vez cosas no previstas por el texto de Verón y hasta no compartidas por Verón persona/autor). Entonces, aunque no es imposible, lo más común es que una marca de un texto no sea réplica de una circunscripción de materialidad de un texto anterior. Lo habitual es que exista alguna diferencia, resultante de algún tipo de operación de vinculación17. Al conjunto de todas las operaciones de vinculación entre un texto y sus condiciones de producción Verón lo llama “gramáticas de producción”. Sin embargo no es tan inmediato. Eliseo Verón en La Semiosis social dice que “las relaciones [que llamará gramáticas de producción] de los discursos con sus condiciones de producción [...] deben poder representarse en forma sistemática; debemos tener en cuenta reglas de generación”.18 Pero, ¿cómo representar en forma sistemática al conjunto de todas las operaciones de vinculación entre un texto y sus condiciones de producción? (cuando además facilitaría las cosas que un texto tuviera con todas sus condiciones de producción un mismo y repetido conjunto de operaciones de vinculación, pero es más fácil imaginar que nos encontraremos con textos que establecen relaciones de marca/huella de distinto tipo con los distintos textos anteriores que conforman sus condiciones de producción). 17 ¿Esta vinculación es de cita o de tipo de impronta? Es decir ¿el texto recupera/toma/refiere a elementos de sus condiciones de producción o las condiciones producción dejan marcas en el texto? Estas preguntas están formuladas en términos de intencionalidad autoral y de sus consecuencias, que por lo desarrollado hasta aquí se entenderá que no responde a nuestra perspectiva analítica y que como forma metafórica de presentación de estas cuestiones puede confundir el planteo. Atendiendo a esto, ¿pueden formularse estas preguntas de una manera estrictamente formal? Sí, por ejemplo, en términos de vinculación (dirección) sin sentido histórico (de avance o vuelta atrás). La pregunta tendría que reformularse entonces de esta manera: “¿qué tipo de vinculo posee el texto con sus condiciones de producción?”. Lo que estamos haciendo es anular metodologicamente en el momento de análisis la temporalidad; analizar al texto/discurso como si no tuviera historia y en su lugar jugar con un presente quieto de relación con otros textos. Esto es el recorte metodológico imprescindible realizar de la infinita semiosis social para encarar cualquier análisis. Ocurre que la historia del texto es un dato de la realidad pero su impronta concreta sólo hipótesis en la mayoría de los casos para un observador externo. Y porque la historia social de un texto es un efecto de reconocimiento dentro de la semiosis, mientras que su historia “semiótica” sólo una reconstrucción analítica hecha fuera de la semiosis. En términos lógicos-históricos, las condiciones de producción de un texto dejan marcas en él, mientras que como efecto de reconocimiento el texto cita/refiere/recupera elementos de sus condiciones de producción. ¿Qué hizo concientemente el autor? En general no lo sabemos. ¿Qué hizo inconscientemente? El texto material resultante. ¿Con qué procedimientos? En general él no lo sabe, y nosotros podemos construir analiticamente un modelo explicativo. ¿Qué provoca su producción? El sentido social que puede observarse y los individuales que se nos escapan. 18 Pág. 129. 14 Posibilidad 1: recortando de todas las operaciones de vinculación entre un texto y sus condiciones de producción aquellas que se repiten, conformándose reglas con algún tipo de sistematicidad en la relación del texto con cada una de sus condiciones de producción. De esta manera las gramáticas de producción son las operaciones de vinculación comunes, las que se repiten en la vinculación con cada texto anterior, que son un subconjunto de todas las operaciones de vinculación que el texto establece con el conjunto de sus condiciones de producción. Posibilidad 2: recortando de todas las operaciones de vinculación entre un texto y sus condiciones de producción sólo aquellas que pueden ser representadas/ordenadas con alguna lógica sistemática. De esta manera las gramáticas de producción son todas las operaciones de vinculación que pueden formar reglas de producción sistemáticas, que son un subconjunto de todas las operaciones de vinculación que el texto establece con el conjunto de sus condiciones de producción. Posibilidad 3: recortando de todas las operaciones de vinculación entre un texto y sus condiciones de producción aquellas que ya tienen algún grado de sistematicidad reconocido en la cultura del tiempo de producción del texto. De esta manera las gramáticas de producción son las operaciones de vinculación culturales de la época presentes en la vinculación del texto con sus condiciones de producción, que también son un subconjunto de todas las operaciones de vinculación que el texto establece con el conjunto de sus condiciones de producción. Si no nos equivocamos, la posibilidad 1 construye como gramáticas de producción de un texto a su estilo singular de relacionamiento con todas y cada una de sus condiciones de producción. La posibilidad 2 a un estilo lógico ideal construido formalmente y en forma ad hoc con parte de las maneras de relacionamiento del texto con sus condiciones de producción. Y la posibilidad 3 propone como gramáticas de producción a un posible estilo social cultural existente, “utilizado” por el texto en su relacionamiento con sus condiciones de producción.19 Nos parece que estas tres maneras de pensar a las gramáticas de producción son legítimas y que la elección de una u otra dependerá de los objetivos de análisis. Según la posibilidad 1 si se estudia al texto/discurso como objeto cultural singular, según la posibilidad 3 si se lo estudia como caso particular de un tipo de producción social discursiva que lo contiene, y según la posibilidad 2 si se lo estudia formalmente como caso teórico20. Verón también dice en La semiosis social que “las relaciones de los discursos [...] con sus condiciones de reconocimiento [...] deben poder representarse en forma sistemática”, que debemos tener en cuenta a estas, las “reglas de lectura”, a las que llama “gramáticas de reconocimiento”.21 19 En todos estos casos pensamos al “estilo” como manera de hacer que involucra una particular lectura temática del objeto tratado (en este caso con el que se vincula), una particular conformación retórica global y de operaciones locales (en este caso de “traducción” de las formas con que se vincula) y una particular construcción enunciativa resultante (en este caso de vinculación). Tomamos así la propuesta que realiza sobre el tema Oscar Steimberg (Op. cit.). 20 La construcción de las gramáticas de producción según la posibilidad 2 también puede usarse metodologicamente como los “tipos ideales” de Weber. En este caso sería una construcción lógica de gramáticas de producción a partir de la cual estudiar por comparación casos culturales concretos de reglas sistemáticas de producción discursiva. 21 Pág. 129. 15 Este caso conceptualmente parece más inmediato y más simple que el de las gramáticas de producción. Porque, si como hemos dicho, las condiciones de reconocimiento de un discurso es el conjunto de discursos desde los cuales socialmente suele ser reconocido, es decir que son los condicionamientos sociales que tuvieron y/o tienen su lectura/recepción, o también el “lugar” social desde el cual se lo lee, o la “manera” en que habitualmente se lo lee/reconoce, entonces las gramáticas de reconocimiento pueden ser pensadas de dos maneras: a) de una manera análoga a la posibilidad 1 de las gramáticas de producción: recortando de todas las operaciones de vinculación entre un texto y sus condiciones de reconocimiento aquellas que se repiten, conformándose reglas con algún tipo de sistematicidad en la relación del texto con cada una de sus condiciones de reconocimiento. De esta manera las gramáticas de reconocimiento son las operaciones de vinculación comunes, las que se repiten en la vinculación con cada texto desde el cual se lo reconoce, que son un subconjunto de todas las operaciones de vinculación que el texto establece con el conjunto de sus condiciones de reconocimiento. b) de una manera análoga a la posibilidad 3 de las gramáticas de producción: recortando de todas las operaciones de vinculación entre un texto y sus condiciones de reconocimiento aquellas que ya tienen algún grado de sistematicidad reconocido en la cultura del momento de los reconocimientos que tuvo/tiene el texto y que se seleccionaron como objeto de estudio. De esta manera las gramáticas de reconocimiento son las operaciones de vinculación culturales de la/s época/s presentes en la vinculación del texto con sus condiciones de reconocimiento, que también son un subconjunto de todas las operaciones de vinculación que el texto establece con el conjunto de sus condiciones de reconocimiento.22 La posibilidad a) construye como gramáticas de reconocimiento de un texto a un estilo social particular y acotado como manera social de lectura del texto. Mientras que la posibilidad b) propone como gramáticas de reconocimiento a un posible estilo social cultural ya existente, desde el cual es leído socialmente el texto. La elección de una u otra posibilidad dependerá de si se estudia al texto/discurso como objeto cultural singular y la manera social singular en que se lo leyó/lee, utilizando en este caso la primera posibilidad, o si se lo estudia como caso particular de un conjunto más amplio de reconocimientos sociales que lo contiene. Sólo queda por agregar que para poder sostener que un discurso es condición de reconocimiento de un discurso 1, corresponde la misma exigencia de relaciones materiales requerida en producción. Que en este caso será que pueda establecerse relaciones, mediadas por gramáticas de reconocimiento, entre circunscripciones materiales de los textos de los discursos reconocimiento del discurso 1 (discursos que reconocen al discurso 1) y recortes materiales de los textos de los discursos que así pueden sostenerse que son condiciones de reconocimiento del discurso 1. Con la misma nomenclatura que en producción, estos recortes de textos se denominan “marcas”, y establecida la relación, a las marcas de los discursos de reconocimiento las llamaremos “huellas” de reconocimiento del discurso 1, que conceptualmente son las 22 Nos parece que una forma análoga a la posibilidad 2 de las gramáticas de producción sólo sería un juego intelectual sin ninguna utilidad inmediata. 16 huellas dejadas por los discursos condición de reconocimiento del discurso 1 en los discursos que lo reconocen.23 e. Nuestra reescritura de “Pierre Menard, autor del Quijote” ¿Puede este, nuestro texto, ser una reescritura de “Pierre Menard, autor del Quijote” como el Quijote de Menard es una reescritura del Quijote de Cervantes? La pregunta admite dos tipos de respuestas. Primero, si hablamos de reescrituras sociales, el Quijote de Menard es una reescritura del de Cervantes sólo en tanto adquiera y obtenga visibilidad y reconocimiento social. Lo mismo debemos decir de nuestro texto. Como ya fue señalado, la historia del cuento de Borges es el intento de volver visible la obra oculta de Menard, la nueva escritura del Quijote. El cuento es el artículo que en la ficción de Borges un amigo de Menard escribe para salvar el incompleto recuerdo social de la obra de Menard. Es decir, en el mundo privado y/o íntimo de Menard su Quijote existe, en el mundo social no. En el mundo social, si el artículo de su amigo consigue visibilidad y reconocimiento, y sólo en ese caso, el Quijote de Menard nace, pero tarde (con respecto a su producción material privada). Estamos ante un caso particular de producción social de un texto.24 Nuestro texto, en el momento que se escriben estas líneas, no existe socialmente. Y si consigue ser publicado25, tiene potencialmente la posibilidad de transformarse en un texto social, que no dependerá de que pocos o muchos lo lean, dependerá de que consiga transformarse en condición de producción de aunque sea un texto/discurso social. Pierre Menard existe socialmente. Nosotros casi no. Encaremos ahora el segundo tipo de respuestas que admite la pregunta formulada. Nuestro texto es un análisis desde La Semiosis social de Verón de “Pierre Menard, autor del Quijote”. Análisis que es un tipo particular de reconocimiento del cuento de Borges. Reconocimiento particular que si consigue reconocimiento social puede volverse condición de reconocimiento social de “Pierre Menard, autor del Quijote”. Y de alguna manera reconocerlo desde algún aspecto distinto es modificarlo, 23 Y no en el discurso 1, como parece plantear el texto de Verón. Sin embargo cuando un discurso reconoce al discurso 1 desde determinadas condiciones de reconocimiento, la materialidad del discurso 1 es mediadora de esa relación. Por lo tanto las huellas que dejan las condiciones de reconocimiento en los discursos reconocimiento son analiticamente reconstruibles, en forma parcial, en el discurso 1, aunque resulte logicamente incongruente. Para salvar esta incongruencia lógica debemos decir que las condiciones de reconocimiento de un discurso 1 dejan huellas en los discursos que lo reconocen, que son marcas presentes en estos discursos reconocimiento que poseen características materiales parecidas a marcas presentes en el discurso 1 reconocido. 24 Entre las múltiples lecturas (reconocimientos) que generó el cuento de Borges, hay uno muy particular: Una vida de Pierre Menard, ficción de Michel Lafon (Buenos Aires, Lumen, 2010). El libro se abre con un “Prefacio” atribuido a Maurice Legrand, fechado el 24 de agosto de 1957, que actúa como prólogo a unas páginas (papelitos) escritas por Pierre Menard que Legrand pretendía pero no llegó a publicar. Legrand se proponía así desarmar el “malentendido” sobre la inexistencia de Pierre Menard provocado por Borges. Estas páginas son finalmente editadas con una breve “Advertencia” fechada el 24 de diciembre de 2010 y firmada por “El editor” (la edición original del libro, en Francia, por Éditions Gallimard, es del año 2008). Este nuevo apócrifo, el de Legrand, continúa el juego de Borges. Lafon acusa a Borges, por intermedio de Legrand, de volver inverosímil a Menard con una ficción que simula no serlo y que propone su existencia, primero en Sur, después en El jardín de los senderos que se bifurcan, y finalmente en Ficciones. 25 El concepto publicado (como editado) ya debe ser tomado metaforicamente, culpa de/gracias a los nuevos dispositivos de distribución social de los textos. 17 es reescribir su discurso. Al igual que “Pierre Menard, autor del Quijote” es actualmente condición de reconocimiento muy extendida socialmente del Quijote de Cervantes, y de esta manera reescritura que aquellas líneas donde se elogia retoricamente a la historia. Juguemos un poco con la propuesta de Borges. Cuando en su cuento se enumera la obra completa de Menard, se detallan trabajos fechados entre 1899 y 1934. Y cuando se habla de su proyecto de volver a escribir el Quijote, las referencias temporales que aparecen son una carta enviada en 1934 al narrador construido por el cuento en la que se habla de un trabajo de años, que en lo que reconstruye este narrador parece remontarse a 1918. El artículo inventado por el cuento aparece como fechado en Nines en 1939. (Borges publica el cuento en libro en 1941.) Materialmente el Quijote de Menard parece entonces haber sido producido entre 1918 y 1934; su visibilidad social potencialmente recién a partir de 1939. Es decir el texto se desarrolla en un largo período comprendido entre el 18 y el 34, y se vuelve (posible) discurso social sólo a partir del 39. Por lo tanto hay 5 años que el texto existe, pero no fue condición de reconocimiento del Quijote de Cervantes (ni de ningún otro discurso, dentro de la fábula del cuento). Otro ejemplo: Michel Foucault dictó en Collège de France entre 1970 y 1971 el curso “Lecciones sobre la voluntad de saber” (discurso privado). Falleció en 1984. En el año 2011 se edita por primera vez en libro (discurso público/social) este curso sobre la base del manuscrito preparatorio elaborado por el propio Foucault. En la contratapa de la edición castellana del libro26 puede leerse: “Las Lecciones sobre la voluntad de saber constituyen la transcripción del primer año de los cursos dictados por Michel Foucault en el Collège de France. Su publicación representa un punto de inflexión en la recepción de Foucault: ya no podrá leérselo como antes”. El ejemplo es interesante en varios planos. Una pregunta posible es ¿cuál es La Obra de un intelectual?, ¿la publicada?, ¿la publicada y sus discursos privados de acceso público pero restringido (clases universitarias, por ejemplo)?, ¿toda ella y además sus papeles privados? Está claro que son tres Obras distintas, y no tanto porque una puede ser más coherente, la otra más abarcativa aunque con zonas conjeturales y la tercera más conjetural y hasta posiblemente contradictoria. No por estas diferencias, sino porque en la lectura de La Obra de un intelectual todas sus obras particulares siempre son leídas teniendo a todas sus obras particulares previas como condiciones de reconocimiento de la nueva, produciéndose así un discurso (sentido) “condicionado” por ellas. No es lo mismo para el reconocimiento social haber escrito Las palabras y las cosas antes que Vigilar y castigar, o al revés. (¿Pero sabemos cuándo escribió realmente Foucault sus obras más allá de cuando decidió/pudo publicarlas? ¿En qué aspecto exacto realmente interesa más allá de una arqueología intelectual singular?) Estamos diciendo que son Obras distintas (discursos distintos), por ejemplo, los siguientes casos: a) Las palabras y las cosas (1966) - Vigilar y castigar (1975) – Microfísica del poder (1980) b) Las palabras y las cosas (1966) – El curso “Lecciones sobre la voluntad de saber” (1970-1971) Vigilar y castigar (1975) – Microfísica del poder (1980) c) Las palabras y las cosas (1966) - Vigilar y castigar (1975) – Microfísica del poder (1980) – Lecciones sobre la voluntad de saber (2011) 26 Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2012. 18 Reduzcamos la rica obra de Foucault a sólo estos discursos. Con esta presuposición, el caso a) es La Obra social extendida de Foucault. El caso b) es La Obra pública de Foucault pero restringida a los asistentes al Curso “Lecciones sobre la voluntad de saber”. Y el caso c) es la modificación o nueva Obra social de Foucault (sea cierto o no, exagerado o preciso, el comentario presente en la contratapa de la edición en libro del curso). Aceptemos que la publicación del curso realmente “representa un punto de inflexión en la recepción de Foucault”, que “ya no podrá leérselo como antes”. Y no porque corrija una mala lectura sino porque habilita una nueva y complementaria lectura de su proyecto intelectual. ¿Se modificará en la práctica, realmente, La Obra social de Foucault? Dependerá de la voluntad política del mundo intelectual y/o de su ánimo o pereza. Lo concreto es que la publicación en libro del curso modificó el texto de La Obra de Foucault; pero para que se modifique el discurso de La Obra depende de qué reconocimientos sociales genere el nuevo texto.27 f. Verón, construcción de La Semiosis social La Semiosis social construye un “Eliseo Verón” discurso. La Obra de Eliseo Verón construye otro. El juego es dialéctico, pero entre actores discursivos. “Eliseo Verón” es un texto/discurso social que no tiene por qué coincidir con Eliseo Verón persona. “Eliseo Verón” es además un discurso múltiple, como todo discurso social, que proviene/n de un texto social leído en forma total o parcial por distintos sectores sociales con distintas condiciones de reconocimiento produciendo múltiples y variados discursos “Eliseo Verón”. Y además es/son un discurso/s abierto/s, produciendo significación permanentemente. Se pueden distinguir así, con respecto a La Semiosis social, cuatro categorías distintas de “Eliseo Verón”: 1) Eliseo Verón persona, el autor de La Semiosis social, construcción antes privada que pública o social; 2) “Eliseo Verón” sentido/objeto particular, construcción de La Semiosis social, de carácter eminentemente público/social;28 3) “Eliseo Verón” paradiscurso de La Semiosis social, parte de las condiciones de reconocimiento de La Semiosis social;29 y 4) “Eliseo Verón” condición de reconocimiento singular de La Semiosis social que socialmente se vuelve condición de reconocimiento privilegiada de La Semiosis social. 27 Estamos hablando aquí de modificaciones significativas que alteren los reconocimientos (lecturas) anteriores. No de las modificaciones permanentes de matices que sufre/enriquece a La Obra por su sola inscripción en la infinita semiosis social. 28 Utilizamos el concepto “objeto” de la misma manera que lo hace Verón en La semiosis social, es decir recuperando el concepto de “objeto” de Charles Peirce (aquello a lo que remite el signo/representamen para un determinado interpretante/signo). 29 Entendemos “paradiscurso” de manera análoga a paratexto. Mientras paratextos son los textos acompañantes de un texto principal (su título, el texto de contratapa de un libro, el programa de un espectáculo, etc.), llamamos “paradiscursos” a los discursos sociales contemporáneos a un discurso que tienen relación inmediata con él. 19 Al Eliseo Verón persona lo conocen pocos (socialmente hablando, como ocurre con cualquier persona pública). Este Eliseo Verón persona es el autor legal de La Semiosis social; es el responsable de lo que en sus páginas está escrito. El mérito de la obra es suyo. Pero no conocemos cuáles fueron las motivaciones e intenciones que tuvo Eliseo Verón persona al escribir La Semiosis social. No sabemos cuáles fueron sus certezas y dudas, cuáles los aspectos de la obra más trabajados y cuáles los menos. Y no importa. Porque pensada La Semiosis social como un aparato productor de sentido importa poco todo ello. Porque no son las motivaciones de Eliseo Verón persona, ni sus intenciones, ni sus certezas, ni sus dudas las que producen sentido. Estos sentidos los genera el producto y sólo el producto de todas ellas, que en este caso es el texto/discurso La Semiosis social.30 El segundo “Eliseo Verón”, el sentido/objeto particular construido por La Semiosis social, es el enunciador que construye como efecto de sentido La Semiosis social. Este “Eliseo Verón” sentido/objeto particular puede ser igual o diferir totalmente del Eliseo Verón persona, por lo tanto no podemos confundirlos. Y para nuestros objetivos sólo nos interesa el “Eliseo Verón” sentido/objeto particular, que es social, y no el Eliseo Verón persona, que es privado. Este “Eliseo Verón” enunciador de La Semiosis social es parte de los sentidos producidos por la obra. Lo interesante es que mientras su forma puede ser para parte de la sociedad la construcción discursiva del “autor Eliseo Verón” (no confundir con el Eliseo Verón persona), para otra parte de la sociedad, conocedora de la obra anterior de Eliseo Verón, este “Eliseo Verón” enunciador de La Semiosis social es una faceta, una máscara31 o una transformación de la construcción discursiva del “autor Eliseo Verón” que surge de la obra completa de Eliseo Verón y/o a partir de ella o en contrastación con ella.32 30 Las únicas motivaciones, intenciones, dudas, etc. que producen socialmente sentido son los discursos sociales de motivaciones, intenciones, dudas, etc. Porque los sentidos sociales son obra siempre y sólo de discursos sociales. Por ejemplo, imaginemos un texto/discurso “X” de un autor “A”. Lo que genera sentido en la sociedad es el texto/discurso “X” mientras este sea social, y los discursos sociales de las motivaciones de “A” para elaborar “X”, pero nunca las motivaciones reales de “A” (que son íntimas o privadas, en general desconocidas; mientras que los discursos sociales de las motivaciones de “A” para elaborar “X” pueden presentar motivaciones reales o falsas, completas o incompletas, parecidas o muy distintas a las reales, etc.). Una anécdota personal, discurso privado. En un encuentro con Verón, y con referencia a La semiosis social, Verón nos refirió que la traducción de su obra (porque él la escribió originalmente en francés) tenía algunos pequeños errores de traducción. La anécdota es aprendizaje para lo que estamos diciendo: lo que importa socialmente, lo que genera sentido social, es el “texto” que se distribuye y reconoce socialmente. Y sólo eso. 31 “Máscara” es utilizado tal como es planteado por Erving Goffman en “Actuaciones” (capítulo de La presentación de la persona en la vida cotidiana, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1997), esas máscaras que socialmente nos colocamos para jugar los distintos roles que los distintos tipos de interrelación social nos exigen. 32 La enunciación de los textos/discursos es capital en los fenómenos de producción de sentido. Su mera presentación exige un trabajo autónomo. Mientras tanto nos entretenemos con un ejemplo de otra obra de Verón: Fragmentos de un tejido, Barcelona, Gedisa, 2004. El libro, compuesto por artículos escritos entre 1971 y 1994, indica hacia su final las fuentes de los mismos, que son en todos los casos publicaciones en francés, algunas de ellas con versiones en inglés e italiano. La edición no anuncia ningún traductor. Si se lee el libro, al terminar el segundo capítulo (“Pertinencia [ideológica] del «código»”) aparece una “Nota de lectura (2000)” (única contemporánea a la edición además de la “Presentación” fechada como 2003). En ella puede leerse: “En la nota (5) de este artículo, el original francés dice «Voir un scéma de règles d‟investissement des matières signifiantes dans mon article...». El traductor Alberto Luis Bixio escribe en castellano: «Véase un esquema de reglas de inversión de las 20 El tercer “Eliseo Verón”, el paradiscurso de La Semiosis social, es el discurso social existente sobre Eliseo Verón al momento de lectura de La Semiosis social. Lo importante a destacar aquí es que un discurso de un autor conocido socialmente nunca se lo reconoce en forma aislada, sino que el discurso social sobre el autor, en este caso el “Eliseo Verón” paradiscurso, es siempre una de sus condiciones de reconocimiento. Y el cuarto “Eliseo Verón” es el enunciador de los discursos de Eliseo Verón hablando sobre su propia obra, La Semiosis social. Y este enunciador actúa como argumento de autoridad sobre su propia obra, cuando en realidad es un discurso de reconocimiento más, tan legítimo como cualquier otro; pero se trata de un reconocimiento socialmente más atendido, por lo tanto condición de reconocimiento privilegiada de La Semiosis social.33 Algo que en principio puede parecer mero juego intelectual, pero que sin embargo no lo es tanto y da cuenta de la complejidad y riqueza de la semiosis social que realmente vivimos, es que un discurso puede contradecir a su autor, como su autor puede intentar refutar a su obra; o cualquier individuo discutir con un autor a partir de su obra, defendiéndola, contra la postura de su propio autor. Al comenzar este capítulo decíamos que La Obra de Eliseo Verón construye otro “Eliseo Verón” comparado con el “Eliseo Verón” que construye La Semiosis social. Por lo que debemos agregar, para completar el esquema de categorías planteado, el siguiente caso: materias significantes en mi artículo... »”, y lo que sigue es una disquisición sobre el verbo “investir” en francés. Cambió el régimen enunciativo del libro en ese punto. El “Eliseo Verón” enunciador directo de Fragmentos de un tejido se transforma en un “Eliseo Verón” enunciador indirecto, o aún mejor, en un “Eliseo Verón” sentido/objeto particular controlador de su palabra traducida. Ya no leemos a “Eliseo Verón” sino a un “Eliseo Verón” de segundo grado, controlado por el primero. Desde ese punto del libro, leemos a dos enunciadores que coexisten, al “Eliseo Verón” construido por el traductor y un silencioso “Eliseo Verón” que tacitamente avala. (Pero la duda también tiene lugar. Al no existir ninguna otra referencia a las traducciones del conjunto de los artículos, ¿es Alberto Luis Bixio traductor de todo el libro o sólo del capítulo donde irrumpe el “Eliseo Verón” agazapado? ) 33 “En el pasado, he insistido mucho en la solución de continuidad entre el análisis en producción y el análisis en reconocimiento de los discursos sociales (Verón, 1979: 125-142). Para expresar esta solución de continuidad, cuya consecuencia principal es que el análisis de un discurso en producción no nos permite inferir sus «efectos», opté por hablar de desfase entre la producción y el reconocimiento. Esta noción de desfase hoy me parece inapropiada” dice el “Eliseo Verón” sentido/objeto particular de “Prensa gráfica y teoría de los discursos sociales: producción, recepción, regulación” (artículo de 1988 incluido en Fragmentos de un tejido). En este caso, tal vez, este segundo “Eliseo Verón” no tuvo tanto poder sobre el primero, el de 1979, que podemos asociar al de La Semiosis social. Pasó mucho tiempo entre uno y otro y permitió que el primero fuera condición de producción de mucha bibliografía posterior sobre la semiosis. Es un sutil pero exquisito caso de bifurcación entre la continuidad de la obra de un autor y la obra de terceros alimentada por la obra inicial de ese autor. La referencia bibliográfica de la cita transcripta pertenece al propio artículo de Verón y remite a “Sémiosis de I‟déologie et du pouvoir” (Connexions, 27, París). “Mismo” título (“Semiosis de lo ideológico y del poder”) del artículo publicado inicialmente en la revista Espacios (Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras de la UBA) en diciembre de 1984, y posteriormente en el citado Verón, Eliseo: Semiosis de lo Ideológico y del Poder. La mediatización, Buenos Aires, Secretaría de Extensión Universitaria-Facultad de filosofía y Letras. Oficina de Publicaciones. Ciclo Básico Común-Universidad de Buenos Aires, 1995, donde se señala que es traducción de un artículo publicado en la revista Comunications N° 28, 1978 (contrástese con la referencia de Eliseo Verón a “Verón, 1979”). El artículo es, lo dijimos, una especie de “hermano” del capítulo de La Semiosis social “El sentido como producción discursiva”, aunque menos sintético, en algunos casos algo más conjetural, y subrayando las cuestiones de la ideología y el poder, más trabajadas en otros capítulos del libro. Lo anterior no se propone como una indagación “arqueológica”, sino como una ilustración de la vida social de los discursos que no siempre es congruente con la vida fáctica de sus textos. 21 5) “Eliseo Verón” sentido/objeto, construcción de La Obra de Eliseo Verón, es decir del conjunto de obras particulares generadas por Eliseo Verón. Mientras cada obra de Eliseo Verón construye su “Eliseo Verón” sentido/objeto particular, su Obra completa construye un “Eliseo Verón” sentido/objeto que es difícil imaginar como simple construcción general de su Obra (sin olvidar nunca la mediación de las inevitables condiciones de reconocimiento desde las que se construya). Es en su lugar una construcción de cristalización creciente durante el desarrollo temporal en el que se va distribuyendo socialmente La Obra del autor. El procedimiento de cristalización creciente en el tiempo ocurre con todos los autores que se vuelven sociales mientras desarrollan su Obra. La primera obra particular que se vuelve social construye un “Enunciador textual 1” sentido/objeto particular, que se volverá condición de reconocimiento de su segunda obra particular interviniendo en la construcción de un “Enunciador discursivo 2” sentido/objeto particular de esta segunda obra, que así se volverá condición de reconocimiento de una tercera obra particular de este autor interviniendo en la construcción de un “Enunciador discursivo 3”, y así sucesivamente. Es decir, cada nueva obra tiene menos libertad para construir su propio “Enunciador textual”, que dependerá y mucho del “Enunciador discursivo” que se fue construyendo socialmente a lo largo del tiempo con la producción de las obras del autor.34 (Hemos simplificado la explicación del procedimiento dando cuenta sólo de La Obra autoral de una determinada persona, pero en esta cristalización creciente en el tiempo del “Enunciador discursivo” también participan los demás discursos públicos de esta persona.) Este fenómeno tiene manifestaciones facilmente observables: los discursos sociales sobre “el último Barthes” o “el joven Marx” se sostienen en reconocimientos de La Obra de cada uno de estos autores y no de sus obras particulares; la idea de producción cuentística de Rodolfo Walsh o de producción periodística de Eliseo Verón como producciones particulares también; la identificación de Cervantes como “el autor del Quijote” o de Jorge Luis Borges como “el autor de Ficciones”, y no de otras obras, es consecuencia del mismo procedimiento; la idea social de lo kafkiano que hoy antecede a la propia lectura de Kafka, o la lectura que cuando se escribe esto podemos hacer de Lola Arias sin que exista socialmente y en forma extendida, todavía, un reconocimiento compartido de su estilo, es otro ejemplo. En todos estos casos la participación del señalado procedimiento de cristalización creciente es siempre singular. Por ejemplo, “el joven Marx” no existió en la contemporaneidad de las obras que lo construyen; la producción particular de un autor no siempre interviene de igual manera en la construcción del “Autor” sentido/objeto que hace su Obra, depende del estatuto y autonomía social del campo de desempeño semiótico en cual se desarrolla; “el autor de Ficciones” escribió socialmente las obras de Borges anteriores a Ficciones; La Obra de Kafka tiene pocas posibilidades de cambiar hoy el sentido de lo kafkiano (que no es producto de toda su Obra), etc. La consecuencia más curiosa y casi inevitable de este procedimiento es la relectura de las primeras obras de un autor desde el “Enunciador discursivo” 34 Nos vemos obligados a diferenciar “Enunciador textual” de “Enunciador discursivo”. El concepto de “enunciador” es el de la construcción en un texto de una figura que adopta el protagonismo y/o responsabilidad final de su relato, argumentación, descripción, etc. Esta construcción, como habitualmente es planteada, es una construcción analítica circunscripta a ese texto. A esta la denominamos “Enunciador textual”. Cuando esta construcción no se circunscribe a un texto sino que interviene en ella construcciones enunciativas anteriores de ese “autor” en obras anteriores lo llamamos “Enunciador discursivo”. Ambas construcciones, cabe también aclarar, son de sentido, por lo tanto en reconocimiento y no en producción. 22 construido por su Obra, resignificándolas anacronicamente, haciéndoles decir mucho más de lo que podían decir en su momento de creación. Podemos hablar aquí, en términos generales, del “Efecto Menard”. Lo hemos dicho, “Pierre Menard, autor del Quijote” es una teoría completa de la lectura. Y el mejor ejemplo de La Semiosis social. g. Adición: Notas (previas) para el trabajo con el modelo teórico de Verón Lo que sigue y empieza a cerrar este artículo son unas notas producidas con anterioridad a lo recién desarrollado. Dista entre su escritura y la precedente algo más de tres años. Esta última parte tuvo en su momento una distribución de carácter absolutamente privada, como el Quijote de Menard antes del artículo de su amigo “reparador”. Puede usted lector no creernos. Tal vez deba no hacerlo, atendiendo a que los textos son sociales sólo cuando se vuelven sociales. Pero entendemos que nosotros sí debemos avisarlo, por respeto a algunas simples reglas de sociabilidad. El resultado de sentido, como siempre, como a todos, se nos escapa. Debemos pedir, sin embargo, una lectura distinta a la que implicitamente solicita lo anterior, y con atención a ciertas particularidades que debemos apuntar: lo que sigue construyó entonces como destinatario a un compañero de trabajo académico, la estructura es absolutamente fragmentaria, la lectura que se hace de La Semiosis social de Verón no es exactamente igual a la nueva que ensayamos y presentamos, pero sí complementaria y creemos que la enriquece. g1. ¿Para qué sirve el análisis en producción de un discurso?35 El análisis en producción de un discurso obtiene como resultado un modelo explicativo de su generación. Este modelo es teórico y expulsa al sujeto productor (individual o plural) y a su conciencia e intenciones. Construye en su lugar a un ente social “total” (alcanzado y con acceso a toda la historia discursiva [social] que le precede), ubicado (espacio-temporalmente).36 Metaforicamente este tipo de análisis en producción de un discurso puede entenderse como su lectura perfecta. Esto es, como la “identificación” en el discurso de “su” significado único y singular, si no hubiese 35 [...cuando estamos analizando producción social de sentido y ella sólo se puede analizar a partir del sentido realmente producido.] 36 Antes formaba parte del cuerpo del texto el siguiente fragmento: Tiene [este ente] características formales semejantes a la categoría “tipo ideal” de Max Weber: que no es ni un tipo real ni un tipo promedio de tipos reales, pero que busca explicar o ayudar a explicar el evento fáctico observable; pero que como es un tipo ideal no es posible de ser comprobado facticamente ni ser justificado facticamente. También tiene similitudes con la explicación abductiva, entendida como la mejor explicación posible para los datos/marcas disponibles, sin que ella pueda ser verificada facticamente, aunque sí refutada por esta vía. Sobre “tipo ideal” ver Weber, Max: “La „objetividad‟ cognoscitiva de la ciencia social y de la política social (1904)” en Ensayos sobre metodología sociológica, Buenos Aires, Amorrortu editores, 2006. Y sobre “abducción” ver, por ejemplo, Deladalle, Gérard: Leer a Peirce hoy, Barcelona, Gedisa, 1996, en particular su quinta parte: “La epistemología”. 23 desfase en reconocimiento. Pero un discurso es otra cosa, es un dispositivo social para la producción presente y futura de nuevos sentidos, efectos de reconocimiento. Unas líneas sobre ese ente social “total” obtenido en un análisis en producción: es imposible de reconstruir totalmente por un analista humano, que para ello debería tener conocimiento de toda la cultura. Ese carácter “total” debería [además] ir acompañado de jerarquizaciones: privilegio de las operaciones repetidas y las tendencias en una cultura, por sobre las operaciones y textos aislados, para poder proponerlas como [gramáticas y] condiciones de producción del discurso analizado; salvo para los casos de textos que se postulan como “citas/homenajes/etc. evidentes” [de otros], con el problema de los límites difusos donde lo evidente deja de serlo. Y una pregunta: ¿ese “ente” deberíamos pensarlo y construirlo como una “máquina racional amoral” o como un “organismo pasional”?37 Pero el modelo explicativo de la generación de un discurso en principio nada importa en reconocimiento por las características del propio modelo teórico de Verón que se sostiene en la no reproducción de las condiciones de producción en el acto de reconocimiento. ¿Entonces para qué sirve el análisis en producción de un discurso si no es comprobable facticamente y no nos predice nada sobre los potencialmente infinitos y distintos reconocimientos que generará? Sólo nos serviría si pudiera ayudarnos a construir hipótesis de reconocimientos de ese discurso. Pero con dos salvedades: a) no todos los análisis en producción son útiles para este fin, y b) en reconocimiento se reconocen las condiciones de reconocimiento de ese discurso, además del discurso, y no sus condiciones de producción. Por lo tanto las hipótesis de reconocimiento construidas con las condiciones de producción modélicas tienen un doble carácter: i) de signo positivo, cuando se prevé que en reconocimiento se re-producirá (reconocerá) determinadas condiciones de producción, y no todas, y ii) de signo negativo, cuando se prevé que en reconocimiento no se reproducirá (no se re-conocerá, o no se re-conocerá tal cual) esas condiciones de producción, lo que podría postularse como un “olvido, pérdida, abandono o modificación social” de determinado intertexto en el proceso de circulación discursiva. Sobre algunos juegos de palabras: en b) escribimos “en reconocimiento se reconocen las condiciones de reconocimiento de ese discurso”. ¿Quién reconoce en reconocimiento? Es el discurso reconocimiento el que reconoce en el discurso reconocido, que es el de análisis, marcas que remiten a otros discursos que son los que conforman sus condiciones de reconocimiento. Aunque como proceso social y no analítico debemos decir que el discurso reconocimiento lee al discurso reconocido desde un determinado intertexto [las condiciones de reconocimiento], habilitado por las marcas presentes en el discurso reconocido. Más coloquialmente, el discurso reconocimiento carga de sentido las marcas del discurso reconocido (que para nosotros los analistas es el de análisis). Y más teóricamente, las condiciones de reconocimiento de un discurso condicionan la lectura que se hace del discurso, y de cuáles son (serían) 37 ¿O cómo?, ¿y por qué?, nos gustaría agregar ahora. 24 sus condiciones de producción, produciendo como efecto de reconocimiento dentro de la semiosis una suerte de colección de “condiciones de producción reconocidas”, que como tales difieren de las condiciones de producción modélicas que construye el analista para ese mismo discurso. En términos de Verón, las condiciones de producción (construidas por el analista), como conjunto organizado y justificado, son un intertexto explícito que existe “fuera” de la red de la semiosis social, y las “condiciones de producción reconocidas” (por la cultura/la sociedad) son un intertexto en parte explícito y en parte implícito en el discurso reconocimiento que existe dentro de la red.38 [Adenda presente: Una respuesta inmediata, pero tramposa, a la pregunta que nos formulamos sobre la utilidad del análisis en producción de un discurso cuando se trata de analizar producción social de sentido es que todo discurso es una operación de reconocimiento, y por lo tanto un sentido realmente producido. Entonces analizarlo en producción sería analizar cómo reconoce a quienes son sus discursos condición de producción. Pero estas condiciones de producción fueron reconstruidas analiticamente por nosotros, no son dato para el análisis. Por lo tanto esta respuesta termina mordiéndose la cola. [Otra respuesta posible podría ser que analizar un discurso en producción es analizar el recorte de la historia de la cultura que le da existencia. Pero aquí habría dos cuidados a tener en cuenta: por un lado que las condiciones de producción de un discurso no determinan sino que condicionan la producción del discurso; por lo tanto, por definición, el estudio en producción de un discurso es una reconstrucción sólo parcial de su historia social/cultural. Pero esta objeción tiene su salvedad, un discurso es producto no sólo de sus condiciones de producción sino también de sus gramáticas de producción, por lo tanto si se da cuenta de ambas sí se podría reconstruir en forma “completa” su historia social/cultural. [El otro cuidado no es de tan fácil resolución. Por todo lo visto, las condiciones de producción que se reconstruyen a partir de marcas detectables en el discurso de análisis son de carácter modélico ideal. Es decir que son una “explicación” ideal de su historia, una versión racional lógica (expulsado el individuo psicológico); o dicho de otra manera, una máquina explicativa poco afecta a las pasiones y las contradicciones (salvo que ellas formen parte, por alguna razón o interés particular, de la lógica del modelo ideal explicativo). Tal vez este trabajo de búsqueda de la historia cultural de un texto/discurso, que es una historia singular, pueda ser mejor resuelta con un análisis hermenéutico que con uno semiótico.39 [Por último, sobre el análisis en producción de un discurso como instrumento para la construcción de hipótesis de futuros reconocimientos del mismo, debemos decir: que estas hipótesis deben prever un “sesgo” (de signo positivo o negativo, como escribíamos hace tres años), “sesgo” que sólo puede surgir del análisis del ámbito social en el que se desempeñará el texto/discurso para poder descubrir condiciones y gramáticas de reconocimiento habituales utilizadas allí en el reconocimiento de 38 Lo que entonces quisimos decir aquí, es que el reconocimiento social que a veces se hace de un discurso adopta la forma del reconocimiento de sus “condiciones de producción”, que por hacerse desde condiciones de reconocimiento distintas a las verdaderas condiciones de producción del discurso, nunca se alcanzan. Es decir, esas “condiciones de producción” reconocidas son un efecto de sentido que construye algo distinto a las verdaderas condiciones de producción del discurso. 39 Es importante no confundir “historia cultural” con historia cultural de un texto. La de un texto es una historia singular, mientras que la historia cultural de una época o región o cultura es una síntesis y/o matriz de un conjunto de historias singulares. Para la construcción de esta “historia cultural” global se invierten las incumbencias, ella es un trabajo semiótico y no hermenéutico. 25 discursos. Pero si a partir del análisis de las producciones de sentido que se dan en ese ámbito social hemos conseguido conocer cuáles son las condiciones y gramáticas de reconocimiento más habituales que intervienen, ¿para qué nos sirve antes reconstruir las condiciones y gramáticas de producción del discurso si sabemos que serán reemplazadas por esas más habituales de reconocimiento que hemos obtenido? [Digamos, por ejemplo, que nos es imposible analizar y obtener esas condiciones y gramáticas de reconocimiento habituales en ese ámbito social. Digamos entonces que analizamos en producción un discurso para intentar prever algún reconocimiento y no quedarnos simplemente de brazos cruzados hasta que este ocurra. Tengamos en cuenta, en ese caso, que esta hipótesis sólo puede serlo de reconocimientos “inmediatos”, porque en los mediatos, y más en los posteriores, inevitablemente intervendrán condiciones de reconocimiento inexistentes en el momento de la construcción de hipótesis, culpas de que la semiosis siempre se “mueve”. La semiótica, no está de más decirlo, no es una disciplina que se proponga como adivina, que no quiere decir que no pueda ser moderadamente predictiva. [En conclusión, hoy dudamos mucho sobre la utilidad de un análisis en producción de un discurso cuando se trata de estudiar fenómenos de producción de sentido. Si ese discurso (llamémoslo discurso X) es reconocimiento explícito de uno previo (discurso Y), que por lo tanto forma parte de sus condiciones de producción, y tiene interés particular su análisis, ese análisis en realidad es del discurso Y que tiene al discurso X como discurso de reconocimiento, y ese análisis es en reconocimiento, no en producción, y no incluye la reconstrucción de las condiciones de producción del discurso Y. [Pero si no se tratara del análisis en producción de un discurso, sino de una producción cultural plural, es decir de una producción social de discursos, allí sí el análisis de las condiciones de producción no sólo es imprescindible sino el objeto central de estudio. Dicho de otro modo, nos parece que tiene poca o nula utilidad el análisis de las condiciones de producción de un discurso, que nuestro trabajo consiste siempre en el análisis de las condiciones de producción de discursos, que es casi como hemos definido al análisis en reconocimiento de “un discurso”.40 40 No hace falta decir que este trabajo analiza/juega con La Semiosis social de Eliseo Verón, en particular con el capítulo “El sentido como producción discursiva”, y no con La Obra de Verón, o con toda su producción sobre la semiosis social. Además, llegados hasta aquí, también quedará claro que la producción posterior de Verón sólo es un reconocimiento más de La Semiosis social, una posible condición de reconocimiento para ella, pero ni obligada ni necesariamente compartible. El “discurso” La Semiosis social es social y no privado de su autor. Por otra parte, esto vale también para cualquier explicación que cualquier autor dé sobre su obra (creación, origen, intenciones, inspiración, etc.). Señalado esto simplemente por exceso de cuidado, podemos rescatar en otras producciones de Verón indicios de alguna “crítica” al análisis en producción de un discurso. En Fragmentos de un tejido, libro social desde 2004 en el espacio cultural de habla castellana, se recopilan y traducen trabajos de Verón de distintas épocas. Uno de ellos es el “Diccionario de lugares no comunes”, publicado originalmente en francés en 1979, es decir contemporáneo a la distribución inicial, también en francés, de “El sentido como producción discursiva” (fechado en el período 1976-1980), pero “desfasado” 17 años con respecto a la versión social castellana incluida en La Semiosis social (1987). Allí, si bien se habilita el análisis en producción de un discurso (“El analista de un discurso puede interesarse ya sea por las condiciones de generación de un discurso o un tipo de discurso, ya sea por las lecturas de que ha sido objeto el discurso”, pág. 41), luego se dice que “hay que destacar que la expresión se emplea en plural: «análisis de los discursos», con lo cual se busca señalar una diferencia de aquellos que hablan de «el análisis del discurso», concibiendo así El Discurso como una especie de homólogo de La Lengua” (pág. 48), aunque en este caso se podría pensar que el plural sólo alerta que “un discurso” es en los hechos “discursos”, es decir relación entre discursos y no mera materialidad y por lo tanto ni código (significado cristalizado) ni sentido inmanente. Pero poco después, en el mismo artículo, al hablar del desfase entre producción y reconocimiento, podemos leer: “Un corpus está constituido por grupos de textos. Cada uno de esos 26 [Respecto también al singular o plural del análisis discursivo parecería surgir un nuevo malentendido o canto del cisne desde cierta semiología a partir de la publicación de la edición en castellano de El discurso social de Marc Angenot41. El entusiasmo con que en algunos casos se saludó la publicación del libro parece responder a un nuevo intento por justificar la búsqueda de estructuras estables y definitivas del funcionamiento social. Por ejemplo, en la presentación del libro, a cargo de María Teresa Dalmasso y Norma Fatala, se señalan similaridades y diferencias con respecto a la Teoría de los Discursos Sociales de Verón y se destaca que: [Angenot postula la posibilidad de identificar -más allá de la diversidad de manifestaciones que componen el vasto rumor social en un estado de discurso- un ´conjunto de mecanismos unificadores y reguladores que aseguran a la vez la división del trabajo discursivo y un grado de homogeneidad de las retóricas, las tópicas y las doxas transdiscursivas´. [Identificamos aquí vocación por la búsqueda de un código que, aún con todas las salvedades que se realizan, funcione tanto en producción como en reconocimiento unificando las instancias. El propio Angenot sostiene que “[…] el discurso social, al igual que el “código” lingüístico, es aquello que ya está allí, aquello que in-forma el enunciado particular y le confiere un estatuto inteligible”42, y agrega: [El solo hecho de hablar del discurso social en singular (y no evocar el conjunto contingente de los discursos sociales) implica que, más allá de la diversidad de los lenguajes, de la variedad de las prácticas significantes, de los estilos y de las opiniones, el investigador puede identificar las dominancias interdiscursivas, las maneras de conocer y de significar lo grupos debe ser homogéneo desde el punto de vista de las condiciones extratextuales (sea en producción, sea en reconocimiento): los textos que lo componen han sido elegidos, precisamente, en función de esa homogeneidad postulada [...] Es por ello que, cada vez que un discurso nos interesa, tenemos que encontrar otro que, por diferencia, constituya en «el revelador» de las propiedades pertinentes del primero” (págs. 53 y 54) (las negritas en la citas a Verón son siempre nuestras). Esta idea de analizar grupos de textos tanto en producción como en reconocimiento, tiene vinculación con la diferenciación que se hace en otro trabajo incluido en Fragmentos de un tejido (“Prensa gráfica y teoría de los discursos sociales, producción, recepción, regulación”, publicado originalmente en francés en 1988) entre un análisis del reconocimiento de tipo sincrónico y otro diacrónico. Estos dos tipos de análisis se diferencian en que “las transformaciones históricas de un texto identificado y singular conducen con toda naturalidad a preguntarse acerca de la multiplicidad de sus lecturas y acerca del desfase que pone de manifiesto la comparación entre tales lecturas en momentos diferentes de la historia” (pág. 206), mientras que para un análisis sincrónico (como el caso del consumo de la prensa discutido en el artículo) “el análisis en producción, encargado de identificar las invariantes discursivas asociadas a cada título, define así el marco dentro del cual vamos a interrogarnos sobre el reconocimiento” (pág. 207), observando que “El enfoque sincrónico del funcionamiento de los discursos de la prensa no es, por supuesto el único posible. Pero es el único que nos permite articular directamente la producción con el reconocimiento” (pág. 210). Es decir, circunscribir un solo discurso en producción tendría interés sólo en el caso de discursos sociales significativos, pero para estudiar los “desfases” en reconocimiento en una perspectiva histórica, lo que sería una historia cultural de las lecturas de un texto/discurso y no una historia cultural de un texto/discurso singular que, como señalamos en el cuerpo de nuestro trabajo, nos parece más un análisis hermeneútico. Mientras que para un análisis sincrónico, como bien queda planteado, el “desfase” sólo puede establecerse entre las sistematizaciones o “invariantes” detectables en producción con las detectables en reconocimiento. Y para ello hace falta un grupo de textos sociales en producción, y un grupo de textos sociales (o de la sociedad) en reconocimiento, donde el primero es la producción social de discursos que sí defendimos como objeto de esta semiótica. 41 Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2010. 42 Op. cit.: págs. 23 y 24. 27 conocido que son lo propio de una sociedad, y que regulan y trascienden la división de los discursos sociales: aquello que, siguiendo a Antonio Gramsci, se llamará hegemonía”43 (los destacados son del autor). [La postura se inscribe en lo que señalamos en otro lugar respecto a la lateralización u omisión de la diferencia constitutiva entre la instancia de la producción y la de los reconocimientos de un discurso, que suele hacerse: [a) aceptando las diferencias existentes en reconocimiento pero secundarizando su análisis con la tácita y falsa presuposición de que las estructuras de producción si no replican por lo menos guían ese reconocimiento; b) partiendo de reconocimiento, pero luego de encontradas y descriptas sus gramáticas utilizarlas como reglas permanentes de clasificación teórica de textos aunque la sociedad que complejamente construyó esa gramática clasificatoria no la mantenga en el tiempo o para algún caso puntual (ignorando, por ejemplo, que las gramáticas sociales son procesos abiertos); c) directamente ignorando la inevitable (por suerte) diferencia entre producción y reconocimiento y en consecuencia mezclando instancias, mal-utilizando conceptos y negando la producción de sentido como semiosis (en una suerte de contradictoria defensa no consciente de la vieja concepción lineal de la comunicación -la que sostiene que sin “ruidos” la comprensión es plena- que explícitamente se niega), y d) impartiendo ex profeso doctrina (para el reconocimiento desde la producción), decretando contra la sociedad (y la cultura), y a veces, sólo a veces, torciendo hacia su doctrina a la cultura (y a la sociedad).44 [Discutida así la (in)utilidad de los análisis en producción de un discurso cuando el objeto de estos es la producción de sentido(s) del mismo, revisemos ahora cuál es su posible interés. Para hacerlo tengamos en cuenta que describir las condiciones de producción de un discurso no es otra cosa, ni menos, que dar cuenta de su ideología, o como prefiere llamar Verón, de lo “ideológico” de él. Por lo tanto el interés de tales análisis es político-cultural. ¿Pero para qué conocer lo ideológico o la ideología de un discurso? O preguntado de otra manera, ¿tiene interés conocer ideologías singulares e irrepetibles? [Antes de responder, aclaremos la cuestión terminológica. Verón prefiere para el término ideología “reservarle un empleo descriptivo y no teórico: «ideología» designaría así una formulación histórica en el sentido de la designación de diccionario: «Sistema de ideas, filosofía del mundo y de la vida»; «Conjunto de ideas, de creencias y de doctrinas propias de una época, de una sociedad o de una clase» (Le Petit Robert)”.45 Ejemplos de ideologías serían así el fascismo, el estalinismo, el peronismo, el socialismo, la derecha o la izquierda (ejemplos que son del propio Verón).46 Mientras que define a lo ideológico como “el nombre de una dimensión presente en todos los discursos producidos en el interior de una formación social, en la medida en que el hecho de ser producidos en esta formación social ha dejado sus „huellas‟ en el discurso”47, o dicho de otra manera, para Verón “ideológico es el nombre del sistema 43 Op. cit.: págs. 27 y 28. “La evanescente imprecisión de las imágenes ambiguas”, trabajo presentado en el X Congreso de la Asociación Internacional de Semiótica Visual, Buenos Aires, 2012. 45 Verón, Eliseo: “Diccionario de lugares no comunes” en Fragmentos de un tejido, Buenos Aires, Gedisa, 2004, pág. 44. 46 Op. Cit., pág. 43. 47 Verón, Eliseo: La semiosis social, Buenos Aires, Gedisa, 1987, pág. 17. 44 28 de relaciones entre un discurso y sus condiciones (sociales) de producción”, por lo que el “análisis ideológico es el estudio de las huellas que las condiciones de producción de un discurso han dejado en la superficie discursiva”48. [La preferencia de Verón por el término “ideológico” la justifica señalando que lo “que nos ocupa no es la Ideología, sino las ideologías. Hablar de la Ideología es confundir el empleo «espontáneo» y la utilización teórica. Es mejor indicar el paso al nivel teórico mediante un cambio del término: ese es el papel que le cabe al concepto de ideológico”.49 Usaremos esta justificación a favor de nuestra argumentación. Existen ideologías sociales e ideologías de discursos, y si focalizamos en un discurso, podemos diferenciar las ideologías sociales que forman parte de sus condiciones de producción, y su ideología o lo ideológico de él, es decir sus condiciones particulares de producción. Podemos entonces reservar el término “ideológico” para la lectura teórica, pero para la discusión política que encaramos aquí usaremos el de “ideología”. Justamente para subrayar la confusión que se establece entre la “ideología” de un discurso y el fantasma de “La Ideología” que oculta el real peso de las ideologías sociales que intervienen en la semiosis social. [Tratemos entonces, ahora, de responder la pregunta planteada: ¿tiene interés conocer ideologías singulares e irrepetibles? Cinco respuestas: [a) tiene interés si se trata de un discurso singular de relevancia histórica, pero aún en este caso el interés es acotado, se reduciría a la anécdota de esa ideología singular que no volvió a repetirse; [b) tiene interés si hablamos de condiciones de producción compartidas con otros discursos, es decir si explicamos la producción de ese discurso singular (de posterior relevancia histórica o no) como condicionado por una ideología social que no le es propia sino compartida. Pero el conocimiento de ella, de “su” ideología, no es alcanzable con el análisis sólo de él. Estamos así en el caso del análisis de las condiciones de producción de discursos, como planteado más arriba; [c) tendría aparente interés si el discurso consigue relevancia histórica como origen o instalador de su ideología como condición social extendida de producción de nuevos discursos, es decir como origen de una nueva ideología social, pero este conocimiento se obtendría a partir del análisis de reconocimientos generados por nuestro discurso, es decir de discursos que tienen al nuestro como condición de producción, por lo que estaríamos estudiando reconocimientos y no producción; [d) tendría interés si nuestro discurso es claro reconocimiento de otro discurso, de interés particular, pero en este caso analizar su ideología se transformaría nuevamente en un análisis de reconocimiento, en el análisis de las condiciones de reconocimiento de este otro discurso, anterior; [e) y finalmente, tiene el interés de la exégesis o de la denuncia, pero que obviamente no aporta al análisis de la producción de sentido del discurso, sino que se vuelve instrumento político para intervenir en la semiosis social y tratar de fortalecer o anular el efecto de sentido generado o empezado a generar por él. 48 Verón, Eliseo: “Diccionario de lugares no comunes” en Fragmentos de un tejido, Buenos Aires, Gedisa, 2004, págs. 44y 45. 49 Op. Cit., pág. 44. 29 [El planteo nos permite subrayar algunas tensiones conceptuales. Una de ellas es que, estrictamente, la ideología de un discurso no es un condicionante de su producción. Si su ideología es propia e irrepetible, es un signo de su libertad: el discurso la construye, ella no preexiste, por lo tanto no lo condiciona. Su ideología no es una ideología (social y previa) que condiciona su producción, es su obra, condicionada por formaciones discursivas preexistentes que no se repiten tal cual en él. Por lo tanto debemos diferenciar “ideología singular de un discurso” de “ideología social condicionante de un discurso”. [La segunda es la metodológica pero no ontológica diferencia entre producción y reconocimiento de un discurso. Todo discurso es siempre producción y simultaneamente reconocimiento de sus condiciones de producción. Es decir, es simultáneamente producción y reconocimiento. Lo que llevaría a decir que analizar en producción a un discurso es analizar qué y cómo reconoce discursos anteriores. Mientras que analizarlo en reconocimiento es analizar cómo y por qué discursos fue reconocido. Es decir, si juntamos los dos análisis estamos en presencia de dos análisis de reconocimiento(s). O, especularmente, ante dos análisis de producción(es): cómo y qué discurso se produjo (el análisis en producción), y cómo y qué discursos produjo (el análisis en reconocimiento). Como ya ocurrió antes, el juego de palabras es aparente. Porque la diferencia no es entre producción y reconocimiento de un discurso, sino a partir de un discurso. Porque recortado de la semiosis un discurso, a partir de él, el análisis en producción es el de “su ideología singular”, y el análisis en reconocimiento es el de “la ideología social” particular desde la cual fue socialmente (principalmente) reconocido. [La tercera tensión surge de lo anterior. Estrictamente no podemos hablar de “un recorte” de un discurso de la semiosis. Porque todo recorte “de un discurso” de la semiosis ya implica un objetivo de análisis. Entonces, es un recorte del mismo para analizarlo en producción, o es un recorte para analizarlo en reconocimiento. Y ellos son dos recortes teóricos y prácticos distintos, donde el primero es único, y el segundo es potencialmente infinito, donde un posible recorte es si se lo analiza con su reconocimiento “a”, otro con su reconocimiento “b”, otro con el conjunto de reconocimientos “A”, etc. [Volvamos entonces a la cuestión de la (in)utilidad y (des)interés de los análisis en producción de un discurso. La “ideología de un discurso” está condicionada por “ideologías sociales”. Su estudio se nos presenta anecdótico si no abarca el estudio de ellas. Y estudiarlas nos exige “salir” del discurso hacia la discursividad social en la que se desenvolvió. Si no hacemos ello reemplazamos el condicionamiento productivo que sufrió/gozó el discurso, por la ahistórica determinación a partir de él de un supuesto y falso conjunto productivo “anterior”. En esta línea de razonamiento, analizar a partir de un discurso las ideologías sociales que lo condicionaron (sus reales y no restringidas condiciones de producción) es analizar un espacio histórico cultural discursivo, que excede en mucho al análisis en producción de “un” discurso. Lo interesante de este planteo es que en reconocimiento no se reproducirá la ideología del discurso reconocido, pero pueden repetirse las ideologías sociales que lo condicionaron (si este reconocimiento se produce en ese mismo espacio histórico cultural discursivo o en alguno cercano). [Puede ser exceso de celo, pero para evitar cualquier confusión, repitamos que todo lo dicho trata de responder a la pregunta sobre el interés y la utilidad de los análisis en producción cuando el objeto del trabajo es la producción de sentido que genera o puede generar el discurso.] 30 g2. Las múltiples “distancias” entre producción y reconocimiento Verón subraya que “las condiciones de producción de un conjunto significante no son nunca las mismas que las del reconocimiento”, generando lo que llama “la distancia entre producción y reconocimiento”.50 Pero inmediatamente después señala lo que puede leerse como una suerte de simetría: que “todo proceso de producción de un texto es, de hecho, un fenómeno de reconocimiento” y que “una gramática de reconocimiento sólo puede verificarse bajo la forma de un determinado proceso de producción”.51 El señalamiento de este reconocimiento presente en la producción y de esta producción presente en el reconocimiento tiene el riesgo de desdibujar algunas diferencias (otras “distancias”) existentes entre producción y reconocimiento. Porque en la producción de un texto existen varios reconocimientos de varios otros textos, mientras que en el reconocimiento de ese (que es sólo un) texto se produce sólo un nuevo texto. (Luego discutiremos si se produce un único texto reconocimiento o varios.) Es decir que en producción confluyen en un texto múltiples reconocimientos parciales de múltiples textos, mientras que el reconocimiento de ese texto (en forma global) produce un solo texto (nuevo). Suma de múltiples reconocimientos parciales en la producción de un texto versus producción de un texto a partir de un único reconocimiento global.52 Esta segunda “distancia” entre producción y reconocimiento puede explicarse por la superposición de dos fenómenos distintos de reconocimiento en la instancia de reconocimiento de un texto. Porque en la producción de cada nuevo texto reconocimiento confluyen: a) el reconocimiento de un solo texto (el de análisis, el reconocido) en forma global (aunque no sea total) que produce un solo texto reconocimiento y b) los múltiples reconocimientos parciales de los múltiples textos que conforman las condiciones de reconocimiento del texto reconocido, que son las condiciones de producción del texto reconocimiento, que intervienen en la producción de ese particular texto reconocimiento. La tercera “distancia” entre producción y reconocimiento puede observarse con el concepto de gramática. Mientras las gramáticas de producción son la representación sistemática de las reglas de generación que pueden detectarse entre un discurso y varios discursos previos, las gramáticas de reconocimiento son las reglas de lectura que pueden detectarse entre varios discursos (reconocimiento) y un único y mismo discurso reconocido.53 Es decir, en las gramáticas de producción la 50 La Semiosis social, pág. 129. Op. cit., pág. 130. 52 Hoy nos gustaría decir sobre esta asimetría entre producción y reconocimiento, la que se da entre un texto con varios textos anteriores, y la de varios textos posteriores con un texto anterior, que construye un juego de centripetación y de centrifugación. 53 ¿Dice esto Verón? Si no lo dice y las gramáticas de reconocimiento son la representación sistemática de las reglas de lectura de un único texto reconocimiento al texto reconocido y a los discursos que conforman sus condiciones de producción (condiciones de reconocimiento del texto en análisis), estas gramáticas de reconocimiento no son conceptualmente la sistematización de las reglas de lectura al texto de análisis sino a un conjunto de textos entre los cuales se encuentra el de análisis sin que nada lo privilegie por sobre los otros. 51 31 sistematización se busca en las distintas operaciones de un mismo discurso con respecto a sus múltiples discursos condición de producción, y en las gramáticas de reconocimiento la sistematización se busca en las operaciones repetidas en distintos discursos que reconocen un mismo y único discurso previo. Importante: para las gramáticas de reconocimiento no hay posibilidad de postular ninguna representación sistemática de reglas entre un solo discurso reconocimiento y un único discurso reconocido. Esta imposibilidad nos remite al problema que dejamos planteado: ¿se produce un único texto reconocimiento o varios? El reconocimiento de un texto queda abierto para la eternidad. Por lo tanto, teóricamente, nunca puede postularse definitivamente que un texto fue reconocido una sola vez. Y por otra parte, si un texto es reconocido una sola vez, ¿estamos hablando de algún caso de producción social de sentido? No parece.54 Entonces para nuestro objeto de estudio, la producción social de sentido, deberemos trabajar siempre con textos múltiplemente reconocidos. Y eso nos obliga a reformular lo que planteamos como segunda distancia, que quedaría de la siguiente manera: En producción confluyen en un texto múltiples reconocimientos parciales de múltiples textos, mientras que el reconocimiento de ese texto (en forma global) produce varios nuevos textos: suma de múltiples reconocimientos parciales en la producción de un texto versus producción de varios textos a partir de distintos reconocimientos globales del mismo texto. [Segunda adenda presente: Citando a Oscar Steimberg, hemos señalado que un estilo, como también un género55, se caracteriza por la repetición de características de tres órdenes: retóricas, temáticas y enunciativas. ¿Y un texto? La pregunta, que puede parecer extraña, nos lleva a otro tipo de asimetría entre producción y reconocimiento. Si se recuerda, con rasgos retóricos estamos identificando la configuración, estructura, y ordenamiento y características formales de los componentes de un objeto material. Estos rasgos son propios del texto. Es decir, de la materialidad. Son las “marcas” de Verón. En producción esos rasgos materiales adquirirán la forma de “huellas” analíticas de vinculación, y sólo de vinculación. En reconocimiento otro tanto, aunque en este caso estemos hablando de “huellas” de reconocimientos realmente producidos, es decir de vinculaciones realmente ocurridas. Pero esas vinculaciones, tanto en producción como en reconocimiento, no parecen modificar las características del rasgo retórico. La simetría de un texto será simetría tanto en producción como en reconocimiento, aunque en el primer caso se la vincule con un orden clásico de belleza 54 Salvo que ese único texto reconocimiento tenga incidencia social, es decir sea él reconocido socialmente. 55 Hemos ejemplificado más arriba con géneros pero no los hemos definido. Los géneros son clasificaciones sociales de textos, consensuadas aun tacitamente. Este consenso social genera previsibilidades retóricas, temáticas y enunciativas para los textos que así se presentan o así son catalogados. Los géneros son en definitiva esas clasificaciones que realiza y utiliza la sociedad para facilitar y en última instancia permitir la comunicación. Porque sin el reconocimiento de géneros la comunicación en nuestras sociedades sería casi imposible. (Entendemos “comunicación”, entre sujetos, como el intercambio de “mensajes” con la creencia/ílusión de comprensión mutua sobre sus “significados”, donde “mensajes” sería para nosotros textos, y “significados” los procesos de significación asociados a cada acto comunicacional particular. Usando la terminología de Verón, pensamos a la comunicación como el intercambio de textos con la creencia/ílusión de comprensión mutua sobre sus discursos.) 32 y en el segundo con una estructura rígida, por ejemplo. Estamos diciendo que la significación de organización simétrica no cambia entre producción y reconocimiento, que lo que sí cambia es con qué se lo asocia, que no tiene tanto que ver con una particularidad retórica como temática y/o enunciativa. Si esta lectura es correcta, quiere decir que las características retóricas son del texto, que es el mismo tanto en producción como en reconocimiento. Pero no queremos cerrar esta discusión.56 [Revisemos ahora el caso de los rasgos temáticos. Pensados a la manera de Segre57, el tema de un ¿texto? es una construcción (a partir de motivos) de la totalidad del mismo que remite y reprocesa cuestiones culturales que le preceden; donde los motivos, cuya articulación construye el tema a partir de su vinculación con el afuera cultural de ese texto, son sus conformaciones particulares parciales. Así definidos, los motivos del texto son “marcas”. Pero el tema construido es un tipo particular de “huella”, y por lo tanto pertenece al discurso. Por lo tanto, los temas no pertenecen a los textos, y por definición de discurso (texto más vinculaciones), los temas de un discurso observables en producción no serán los mismos que en reconocimiento. Claramente el tema de un discurso es un efecto de sentido, que surge de un fenómeno de intertextualidad; mientras que los motivos son marcas “estables” del texto. [Y algo parecido ocurre con los rasgos enunciativos. Pero en este caso por una razón muy simple: la enunciación, tal como la plantea Steimberg y nosotros adoptamos, es un efecto de sentido global del texto que surge tanto de sus rasgos retóricos como temáticos, como de un tipo directamente enunciativo. Y como los rasgos temáticos son del discurso y no del texto, inevitablemente los rasgos enunciativos serán del discurso. Y entonces debemos diferenciar la enunciación de producción de las enunciaciones de reconocimiento. [Lo que estamos señalando no debe sorprender, y es justamente en la dimensión enunciativa de los discursos donde mejor puede verificarse. La ironía sólo funciona como tal en determinados intertextos y no en otros, y nunca es una característica de la materialidad del discurso en forma aislada. Estamos diciendo que la ironía nunca es textual, que siempre es discursiva. Un grito sólo es ofensa si el destinatario está fisicamente cerca, si está lejos dependerá de qué se grite. La pertinencia de una forma pedagógica no es una característica textual sino del intertexto. Y por lo tanto lo que es pedagógico y aceptable en producción, tranquilamente puede transformarse en ofensa en reconocimiento. Una promesa en producción puede ser una broma en reconocimiento. Una propuesta de caricatura en producción, puede “transformarse” en un serio discurso político en algún reconocimiento. Sabemos que “Pierre Menard, autor del Quijote”, ficción literaria en producción, en reconocimiento supo ser algunas veces artículo “veraz”.58 56 No queremos hacerlo porque entre los rasgos retóricos suelen incluirse las tradicionales figuras retóricas. Y ellas lo son en tanto significan algún tipo de alteración con respecto a alguna forma más simple, habitual o directa de presentar las cosas. Por lo tanto sólo tendríamos una figuración de este tipo cuando la vinculación del rasgo del texto con el afuera (la “norma” en ese recorte espacio/temporal de la semiosis que se analice) produzca la significación de desvío. Y esto nos lleva a plantear que podemos detectar una figura retórica en producción y que esta deje de serlo en reconocimiento (el caso típico de las metáforas que se lexicalizan). Luego las figuras retóricas son del discurso, y no del texto. ¿Convendría entonces diferenciar las figuras retóricas (huellas) de las características retóricas más formales (sólo marcas). 57 Segre, Cesare: “Tema/motivo” de Principios de análisis del texto literario, Barcelona, Crítica, 1985. 58 Se podrá señalar que en esta colección de ejemplos se mezclan cambios de enunciación con cambios de géneros (entre producción y reconocimiento). Pero ocurre que un texto nunca pertenece a un género sólo por sus características materiales, sino, y principalmente, por su desempeño en un campo específico y no otro de intercambios discursivos (“campo de desempeño semiótico” en la terminología de Oscar Steimberg). Y podríamos agregar que los géneros son casi esencialmente enunciaciones: maneras macro 33 [Por lo tanto, podemos decir con cuidado terminológico que un texto posee rasgos retóricos, motivos y marcas protoenunciativas, mientras que sus discursos muestran algunos de esos rasgos retóricos, figuras retóricas, temas y enunciaciones, siendo estos tres últimos inestables (dependen del intertexto). Otra manera de decirlo es: para un mismo texto/discurso, en producción tenemos rasgos retóricos, figuras retóricas, un conjunto finito de temas y una enunciación, mientras que en reconocimiento nos encontramos con los mismos rasgos retóricos, figuras retóricas en principio distintas, y con temas y enunciaciones múltiples y abiertas.] g3. Todo discurso que es reconocimiento global (no necesariamente total) de otro discurso es siempre metadiscurso Del punto anterior también se podría leer que si se puede identificar un discurso que se propone (tácita o explícitamente) como discurso reconocimiento global de otro discurso (reconocido), este discurso reconocimiento sólo puede ser metadiscurso (signo) del discurso reconocido. Esto es obvio, pero cuando proponemos o pedimos un ejemplo de circulación, ¿el discurso reconocimiento no es demasiadas veces un metadiscurso?59 Y el modelo de Verón no está pensando solamente en reconocimientos metadiscursos, ¿o sí? Lo que sí está claro es que los reconocimientos de carácter metadiscursivo tienen un interés particular, y cada uno de ellos exige un análisis específico. Pero hecho ese recorte de análisis, es decir un único discurso reconocimiento para un único discurso reconocido, por lo dicho antes no podemos plantear para él gramáticas [sociales] de reconocimiento.60 Si ahora nos focalizamos en los discursos reconocimiento que no son metadiscurso del discurso reconocido, se nos presenta un aspecto positivo y uno negativo. El aspecto positivo es que le daría una nueva lectura al doble triángulo de Verón61, donde sabemos que no se representa a ningún discurso reconocimiento. Esta nueva lectura ocurriría siempre y cuando identifiquemos como condiciones de reconocimiento en él a los discursos comunes de los varios conjuntos de discursos que conforman las distintas condiciones de reconocimiento de los varios y distintos reconocimientos62 generados por el discurso analizado (centro del doble triángulo). Lo interesante de este planteo es que tendríamos un único doble triángulo para un discurso de análisis (donde las condiciones de reconocimiento variarán sólo de acuerdo a los objetivos del análisis), y no tantos dobles triángulos como cantidad de reconocimientos generados por el discurso de análisis.63 El aspecto negativo es que deberíamos trabajar distinto el reconocimiento de un discurso. Deberíamos llamar “reconocimiento” de un discurso a una construcción de de leer un juego retórico, temático y enunciativo (micro). “Pierre Menard, autor del Quijote” es el mejor ejemplo. Las primeras partes de Operación Masacre de Rodolfo Walsh, otro. La fuente de Duchamp, un tercero. 59 Hablábamos aquí a compañeros de trabajo del compartido trabajo de aula universitaria. 60 Salvo que esas gramáticas de reconocimiento particulares sistematizadas tengan vida social previa. 61 El “doble triángulo” de Verón es el construye con el discurso y su objeto como lado común, y las condiciones de producción y las condiciones de reconocimiento como sus terceros vértices. 62 ¿Tiene sentido un análisis que tenga en cuenta todos los reconocimientos sociales generados en la historia por un discurso? No. La delimitación de qué conjunto de discursos reconocimiento tomar para analizar el reconocimiento generado por un discurso dependerá de los objetivos del análisis. 63 Una vieja manera de pensar el problema que teníamos y que hoy observamos como incorrecta. 34 tipo ideal, que reemplace al conjunto de discursos de reconocimiento realmente producidos del discurso analizado. Lo interesante es que este reconocimiento sería en términos lógicos social/cultural y no podría confundirse nunca con un reconocimiento particular individual. Este reconocimiento se diferenciaría así del anterior, que podríamos llamar “reconocimiento metadiscursivo”.64 g4. El concepto “reconocimiento” Reconocimiento implica “re-conocer”: reconocer en algo alguna cosa que ya se conocía. Conceptualmente reconocimiento en Verón no es distinto a este concepto: es reconocer en un discurso cosas que ya se conocían [socialmente], es reconocer en ese discurso aspectos de discursos que ya se conocían, es reconocer los discursos condiciones de reconocimiento en ese discurso y así cargarlo de sentido. Pero conceptualmente no parece tener sentido hablar de fenómenos de reconocimiento en producción. Conceptualmente la producción discursiva no reconoce sino que vuelve a poner en “circulación”65 aspectos de discursos previos de la cultura. Y hasta no necesita re-conocer [como efecto de sentido] para volver a poner en circulación esos aspectos de discursos previos de la cultura. Pero sí podemos hablar de reconocimiento en un sentido parecido al señalado de re-conocer (aunque no idéntico) en la producción “científica” (o con procedimientos de “cientificidad”) que es cuando el discurso se tematiza a sí mismo, cuando re-conoce sus condiciones de producción. Y claro, también en los discursos de características metadiscursivas, aunque en este caso el re-conocimiento de sus condiciones de producción es parcial y acotado salvo que tenga también procedimientos de “cientificidad”.66 g5. Entre las condiciones productivas de un discurso también hay cosas que no son discursos Lo dice Verón sin decirlo porque lo que le interesa es la dimensión discursiva de las condiciones productivas. Pero a veces pareciera que terminamos diciendo67 que las condiciones productivas de un discurso están compuestas sólo por discursos, lo que es falso y es algo que nunca dice Verón. Citémoslo: “entre las condiciones productivas 64 Esta aparente diferencia con lo escrito tres años después se salva con la concepción de “social” que se utilice. Hoy preferimos, como explicitado, pensar a lo social como aquello con incidencia social, aunque sea en principio una acción única; ayer tendíamos a pensar lo social como manifestaciones comunes y extendidas en la sociedad. Nuestra actual concepción incluye a la “vieja”. 65 El término “circulación” siempre genera confusión. Como nombre sólo de una diferencia, entre producción y reconocimiento, nunca es un movimiento entre ambos espacios (sociales/culturales que no tienen por qué ser territoriales). Hablar de “circulación discursiva” es tecnicamente hablar de la diferencia entre estas instancias que es la causa de la producción social de sentido; y metaforicamente es hablar de lo mismo pero incluyendo una causa “física” para la producción de esta diferencia: la distribución de los “textos” que sostienen a los discursos. Por lo tanto, si se evalúa que con “circulación discursiva” puede entenderse “circulación de textos” (es decir de materialidad), conviene hablar de distribución. 66 Verón llama “efecto de cientificidad” al efecto de sentido de mostración de sus condiciones de producción, es decir de sus condicionamientos. Mientras que reserva la fórmula “efecto ideológico” al efecto de sentido de su ocultamiento. En La Semiosis social Verón llama muy atractivamente “ideología” a las condiciones de producción de un discurso. 67 En esas mismas aulas académicas antes señaladas. 35 de un discurso hay siempre otros discursos”68 (las bastardillas son de Verón y las negritas nuestras). Esta precisión no hace otra cosa que respetar una de la dos hipótesis en que reposa su teoría de los discursos sociales: “Todo fenómeno social es, en una de sus dimensiones constitutivas, un proceso de producción de sentido” (las negritas vuelven a ser nuestras). [Tercera adenda presente: Porque una desatenta lectura de La Semiosis social, operación habitual, lamentablemente cada vez más habitual en nuestra sociedad, que no debería extenderse al mundo académico/intelectual, suele decir que la teoría de los discursos sociales de Verón niega la existencia de otra cosa que no sean discursos, es que intentaremos intervenir en la abierta construcción de sentido de La Semiosis social, y en particular de “El sentido como producción discursiva” con la “autoridad” del “Eliseo Verón” paradiscurso de La Semiosis social, que intentamos defender aquí, en principio sólo para este punto, como condición de reconocimiento privilegiada. Dice Verón, no nosotros: [Entre las condiciones, por supuesto, está también todo aquello que el analista considerará por hipótesis, como elementos que desempeñan un papel determinante para explicar las propiedades de los discursos analizados: esos elementos varían según el tipo de investigación y según la naturaleza de la producción significante abordada. Tratándose de la problemática de lo ideológico y del poder, esos elementos tendrán que ver con las dimensiones fundamentales (económica, política y social) del funcionamiento de la sociedad en el interior de la cual se produjeron tales discursos. (“Diccionario de lugares no comunes”, pág. 41) [En consecuencia, un texto es un objeto heterogéneo, susceptible de múltiples lecturas, situado en el entrecruzamiento de una pluralidad de «causalidades» diferentes, es decir, lugar de manifestaciones de una pluralidad de órdenes de determinación. El mismo texto puede abordarse como fragmento en el que se manifiesta la actividad del lenguaje propia del francés; como reflejo del sujeto (en el sentido del individuo identificable, histórico, el «autor») que la produjo; como lugar de lo ideológico y del poder respecto de la sociedad; como objeto que contiene unidades identificables de información que es posible sistematizar mediante un análisis documental; como espacio en el que se pueden advertir huellas del inconsciente, es decir como espacio de manifestación de la actividad simbólica, como movimiento en el contexto de una estrategia interpersonal. (Op. cit., pág. 56) [En un texto están, eventualmente, las huellas del autor, que remiten a un sistema histórico-biográfico y al universo de su «obra». Están, asimismo, las huellas vinculadas al trabajo de lo inconsciente. Están las huellas de los vínculos que mantiene el texto con las condiciones sociales bajo las cuales ha sido producido y, también, las huellas de las operaciones que permiten el acople del texto a una situación de poder, en una red de relaciones sociales determinadas. (“Semiosis de lo Ideológico y del Poder”, pág. 21) [Este listado de condicionamientos de los textos no contradice nada de lo hasta aquí desarrollado. Lo fortalece. Muestra la necesaria especificidad de los análisis que se encaren, también la beneficiosa complejidad que impugna las respuestas fáciles. Damos cuenta de ello con un último ejemplo muy simple, que en realidad es 68 Op. cit., pág. 129. 36 redundante para este trabajo: un texto siempre tiene huellas del inconsciente y de la biografía del autor, del sistema económico y político en el que se produjo, entre otras. Pero la producción de sentido que genere dependerá de cómo se lean, no de cómo se produjeron. Y se leen individualmente desde condicionamientos inconscientes, biográficos, económicos y políticos, entre otros. Y se leen socialmente desde condicionamientos políticos y económicos de carácter discursivos (discursos comunes sobre lo político y lo económico), desde discursos sociales sobre la biografía del autor, y desde un prejuicio social (discursivo) sobre su actividad simbólica inconsciente, entre otros. Y esas marcas, desde esos condicionamientos, generarán socialmente un sentido abierto de cuáles fueron, entre otros, sus condicionamientos psicológicos, biográficos, políticos y económicos, además de otros sentidos específicos acerca de la cuestión tratada por el texto.] h. Nuestra lectura de “Pierre Menard, autor del Quijote. Y de la Semiosis social” La semiótica descripta en estas páginas es de hecho una socio-semiótica, por la especificidad de su objeto, que es la producción social de sentido. Y simultaneamente, “la teoría de la producción de sentido es uno de los capítulos fundamentales de una teoría sociológica, porque es en la semiosis donde se construye la realidad de lo social”.69 Esto nos lleva a defender el carácter de ciencia social de la semiótica, o de esta (nuestra) semiótica, en tanto estudia los mecanismos de la producción social de sentido, es decir en tanto se trata del estudio de la estructura y funcionamiento de la semiosis social. Y nos permitimos proponer el término de “sociosemiótica” para la ciencia de la comunicación que adopte como objeto de análisis la conformación y actuación histórica de la semiosis social. Esta sociosemiótica completa el análisis semiótico con el de las dimensiones sociales (económica, política, técnica y cultural) que condicionan, posibilitan y/o restringen la producción material y distribución potencial y efectiva de los discursos y de acciones con dimensión discursiva en la sociedad. Es decir, mientras la semiótica, ciencia social, se da como objeto de estudio los mecanismos discursivos de la producción de sentido, la sociosemiótica, ciencia de la comunicación, expande su objeto de estudio con el agregado de la conformación y movimiento de las condiciones sociales (económica, política, técnica y cultural) que afectan la producción y reconocimiento de los discursos.70 El texto parece concluido. ¿Podemos, nosotros, “reconocerlo”? No, el reconocimiento es una actividad social. Pero podemos leerlo, como fuimos haciéndolo a lo largo de su escritura, y esa actividad que es de orden privado produce por lo menos tres sentidos distintos: el de la obtención o no de nuestros objetivos temáticos de escritura, el de la sorpresa por hallar en él lo grato inesperado (el aprendizaje que genera la propia escritura) y el de la suposición de cómo podrá ser leído. “Pierre Menard, autor del Quijote. Y de la Semiosis social” es también la asunción pública de la responsabilidad de una lectura privada, del cuento de Borges, y 69 Verón, Eliseo: La semiosis social, Buenos Aires, Gedisa, 1987, pág. 126. ¿No es contradictorio que la sociosemiótica así definida sea simultaneamente una ciencia de la comunicación y más abarcativa que la semiótica, que es una ciencia social? No lo es porque creemos ver aquí que la sociosemiótica no es la única ampliación posible, a partir del objeto de estudio, de la semiótica. Sin ningún espíritu clasificatorio, ni menos de rebautizo, creemos que muchas utilizaciones vulgares de la semiótica en otras disciplinas, en la mayoría de los casos poco rigurosas, generan en sus nuevos campos disciplinarios de utilización indagaciones de tipo psicosemiótico, historicosemiótico, economicosemiótico, etc. 70 37 de la teoría de Verón. En realidad, la mostración pública de cualquier producción es la asunción pública de la responsabilidad por lo producido. Porque lo producido es un “texto”, mientras que su concepción, borradores privados (mientras se mantengan privados) o su lectura privada, un simulacro de “discurso” (si reservamos “discurso” a la operación social). Entonces leernos, actividad ética por respeto al potencial lector al que se abre el texto, es apenas un reconocimiento privado (ausente de discurso), posible condición privada de producción para la realización de alguna corrección, agregado o supresión, que no es discurso (social), y que no generará sentido por sí mismo. Estas líneas finales quieren subrayar la potencialidad de la teoría de los discursos sociales de Eliseo Verón como instrumento de problematización de los fenómenos sociales de producción de sentido. Y lo hacen, por ejemplo, leyendo en la inclusión en el texto de algunas páginas escritas antes, su primera “producción” social (tres años después de su escritura). Y en el resultado de esta inclusión, creemos, la ilustración de lo desarrollado inmediatamente antes, historicamente después, que es la argumentación acerca de que los procesos de producción de sentido siempre son múltiples, asimétricos y abiertos. Podemos pensarlos y analizarlos, pero nunca controlarlos. Nuestra comunicación, toda nuestra comunicación social, se desarrolla entre ellos. Buenos Aires, abril-agosto de 2013.