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Pablo VI en la Populorum Progressio: la solidaridad se refiere a todo el hombre (totalidad de profundidad) y a todos los hombres (totalidad de amplitud) por igual. Por tanto, la solidaridad auténtica tiene como contenidos imprescindibles la igual dignidad de todo ser humano y la organización de la sociedad humana de acuerdo a este valor ético y principio de la doctrina social. La solidaridad humana, vista ya sea como valor ético ya como virtud moral, provoca en el ser humano un sentido compasivo y de responsabilidad ante las desigualdades sociales de la vida humana, las cuales resuenan en lo profundo de cada ser humano solidario con sus congéneres. Desde la solidaridad humana, el individuo se siente afectado, y desde este análisis “afectante” de las asimetrías (desigualdades en el ámbito social) se traduce en un discurso y en una praxis que han de ser también asimétricos, pero en sentido inverso de la asimetría descubierta en la realidad: los “menos favorecidos” han de ser los más “favorecidos”. La medida del favor es correspondiente al grado de des-favor que se tiene en la realidad. En suma, la solidaridad abierta es, ante todo, un valor ético y moral que expresa el ideal de una sociedad en la que las asimetrías no son ni motivo de explotación ni objeto de mera tolerancia, sino razón para movilizar las conciencias hacia el “otro” y para organizar una vida social en igualdad de condiciones para todos. 2.1.2. La solidaridad como principio de la DSC. Recordemos sintéticamente lo que decíamos más arriba. Cuando hablamos de “principio” en la doctrina social cristiana significa que éste se constituye en punto de referencia fundamental para la estructuración adecuada y oportuna de las relaciones auténticamente humanas y, que al mismo tiempo, se convierten en norma orientadora en la conducción adecuada y ordenada de la vida social. Por tanto, la solidaridad se convierte en un referente fundamental en la sana estructuración de las relaciones humanas y de la vida social. Gracias a la solidaridad la persona humana, en su individualidad, se hace responsable del otro, contrae la obligación de responder por aquel que se encuentra en una situación de precariedad, de marginalidad, de exclusión. Así desde la solidaridad como principio se establece un fuerte lazo entre los mismos congéneres: el hombre se une a otro hombre para auxiliar a quien necesita ayuda. Lo podemos expresar de esta otra manera: “yo estoy contigo, tú estás conmigo, estamos juntos por él”. La solidaridad es por tanto un valor y una actitud ética que no se basa de por sí en las inclinacio- 91 La Cuestión Social Año 21, n. 1