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GRUPOS Y ORGANIZACIONES Hace unos sesenta años, los hermanos Mac y Dick McDonald abrieron su primer restaurante en Pasadena (California). El restaurante pasó inadvertido en un principio. Nadie pudo adivinar que este pequeño negocio familiar marcaría el inicio de una tremenda revolución no sólo en el sector de la restauración, sino en otros tan diversos como la educación o los servicios religiosos. La filosofía básica del restaurante (y que se ha extendido a todos los restaurantes de comida rápida), consistía en servir un menú barato, lo más rápidamente y al mayor número de personas posible. Para ello aplicaron concienzudamente el principio de la división del trabajo. A cada tarea se dedicaba un trabajador especializado: uno preparaba las hamburguesas, otro añadía los ingredientes, otro era el encargado de freír patatas, y otro presentaba la comida en una bandeja y cobraba el menú. Los clientes, en lugar de esperar en sus mesas a que viniera un camarero, debían hacer cola y recoger el menú en una bandeja. Con el paso de los años, los hermanos McDonald se trasladaron a san Bernardino y abrieron otro restaurante. Fue allí en 1954, cuando el negocio dio un giro drástico. Ray Kroc, un representante de batidoras y electrodomésticos se acercó al restaurante para vender sus productos. Se quedó fascinado por la eficiencia del sistema organizativo que habían diseñado los hermanos McDonald. Kroc pensó que si aplicaba ese sistema a toda una cadena de restaurantes se podrían obtener enormes beneficios. Kroc convenció a los hermanos McDonald, y los tres se lanzaron a la aventura. Al poco tiempo, Kroc compró su parte del negocio a sus socios y dio comienzo con ello a una de las historias más fascinantes del mundo de los negocios. Hoy en día hay unos 15.000 restaurantes McDonald´s repartidos en casi todos los rincones del planeta. Desde un punto de vista sociológico, el éxito de los restaurantes McDonald´s nos dice cosas muy interesantes (además de lo que nos pueda decir acerca de los cambios alimenticios en algunas sociedades). Como veremos en este capítulo, la historia de los McDonald´s es muy sugerente porque ahí se puede ver muy bien la importancia de los principios de organización social y del trabajo (en los que se basan los restaurantes rápidos), que se han imitado y aplicado a otras muchas esferas de la vida social. En concreto, vamos a ver cómo y por qué los grupos pequeños, formados por personas vinculadas entre sí por razones de parentesco o de amistad, y sobre los que descansaba la organización de la sociedad, están siendo sustituidos por organizaciones más impersonales y preocupadas sobre todo por la eficiencia. Vamos a empezar analizando lo que son los GRUPOS SOCIALES, grupos de personas con las que entramos en contacto en nuestra vida cotidiana. Hace cien o doscientos años la vida cotidiana de la inmensa mayoría de las personas estaba casi exclusivamente regulada por el funcionamiento de estos grupos. En aquel entonces, las personas apenas tenían contacto directo con las organizaciones. Hoy en día, por el contrario, parece que no podemos dar un paso sin tropezar con una organización: nacemos en hospitales, estudiamos en colegios y universidades, trabajamos por cuenta ajena en una organización, hacemos viajes organizados y nos velan en un tanatorio. Aun así, y como veremos más adelante, aquellos grupos sociales, basados en relaciones de lealtad, parentesco o amistad (que podemos identificar al margen, en los intersticios o dentro del mundo organizacional), siguen desempeñando un papel importante. En este capítulo vamos a explotar que es lo que todo esto implica para la vida de los individuos. GRUPOS SOCIALES Puede decirse que todo el mundo tiene el sentimiento de pertenecer a un grupo de personas, a un grupo social. Por grupo social entendemos un grupo de dos o más personas, cada una de las cuales con una identidad reconocida por el resto, y que mantiene algún tipo de vínculo o relación entre sí. Los seres humanos forman grupos constantemente: parejas, familias, círculos de amigos, grupos de vecinos, clubes, etc. Los grupos sociales se componen de personas que tienen experiencias o intereses comunes, o de personas unidas entre sí por vínculos de confianza, lealtad o dependencia. Los miembros de un grupo social, aun siendo conscientes de su propia individualidad, se reconocen como miembros de ese grupo. Grupos, categorías y reuniones o aglomeraciones de personas Podemos entender mejor el significado del término “grupo humano”, diferenciándolo de lo que llamamos una “categoría de personas” y de lo que no es más que una mera reunión o aglomeración de individuos. Categoría. Una categoría es un conjunto de personas que tienen alguna característica (interesante para el análisis sociológico) en común. Las mujeres, los padres solteros, los reclutas, los que tienen su casa en propiedad, los católicos, por ejemplo, son categorías de personas. ¿Por qué decimos que son categorías y no grupos? Sencillamente porque aunque todos ellos tiene una característica en común, no están vinculados entre sí de ningún modo. La inmensa mayoría de los que componen una categoría en una sociedad determinada no se conoce entre sí. Reunión o aglomeración de personas. En muchas ocasiones en la vida diaria los individuos coinciden en un lugar y momento determinado, comparten alguna experiencia, y luego se disgregan. Esto no es más que una reunión o aglomeración de personas. La audiencia que escucha una conferencia, el público de un partido de fútbol son ejemplos de esto. Tampoco son grupos porque no hay una interacción significativa entre esas personas al margen del lugar y momento en el que coinciden. Las reuniones y aglomeraciones de este tipo son tan transitorias e impersonales que no las podemos poner al mismo nivel que los grupos humanos. En ocasiones, por supuesto, una reunión o aglomeración humana puede convertirse en un grupo, o pueden formarse grupos dentro de ella. Podemos pensar, por ejemplo, en una peña de amigos, aficionados al fútbol, que se ha formado tras varios encuentros ocasionales en el estadio de fútbol. Grupos primarios y secundarios. Los sociólogos clasifican los grupos humanos en dos grupos: los grupos primarios y los grupos secundarios. Lo que los distingue es la voluntad que manifiestan sus miembros de implicarse o preocuparse en los problemas de los otros. Según Charles Horton Cooley (1864-1929), que acuñó este término, un grupo primario es un grupo social pequeño, cuyos miembros mantienen una relación personal y duradera entre sí. Unidos por las relaciones primarias, los miembros de los grupos primarios pasan generalmente mucho tiempo junto, realizan una serie de actividades conjuntamente y sienten que se conocen bien entre sí. A pesar de los conflictos internos que puedan surgir en el seno del grupo, los miembros de los grupos primarios muestran interés sincero por el bienestar del resto de componentes del grupo. En todas las sociedades, la familia es el grupo primario más importante. Cooley llamó primarios a estos grupos fuertemente integrados por lazos personales porque son, generalmente, los primeros de los que formamos parte en la vida. La familia, los grupos de amigos, tienen además una importancia primaria o fundamental en el proceso de socialización en cuanto que estos grupos pueden conformar los valores, las actitudes y la misma identidad de sus miembros. Estos grupos primarios dan seguridad a sus miembros, que se sienten arropados por un entramado de relaciones personales. Dentro del círculo familiar o en el círculo de amigos uno siente que puede expresarse y desenvolverse con más libertad, pues no existe ese temor a dar una impresión equivocada de sí mismo. Los miembros de los grupos primarios suelen ayudarse mutuamente en caso de necesidad. Pero no es para esto (ni para cualquier otro objetivo en concreto) para lo que se forman los grupos primarios. Los grupos primarios, y al menos así lo consideran sus miembros, son un fin en sí mismo y no un medio para satisfacer otros fines. En otras palabras, como miembros de un grupo primario preferimos pensar que somos parte se ese grupo por razones de amistad o vínculos de parentesco sin más, y no porque podamos beneficiarnos los unos de los otros. Por eso, cuando necesitamos ayuda y acudimos a otros miembros del grupo primario no esperamos que nos pidan algo a cambio. Nos hacen un favor. Sabemos, sin embargo, que los favores son deudas, y que deberemos satisfacerlas devolviendo el favor con otro favor. Esto alimenta la confianza mutua entre los miembros del grupo y hace que las relaciones sean más sólidas. La orientación personal, y no puramente instrumental (esto es, según un cálculo de costes y beneficios) que existe entre los miembros del grupo hace que cada uno de ellos sienta que los demás son personas únicas o irremplazables. En las relaciones impersonales (como cuando compramos un billete de autobús al conductor, por ejemplo) no nos importa la persona con la que hemos establecido esa relación. Esa persona desaparece detrás de su función (es el que nos vende el billete). Pero esto no es así en los grupos primarios, ya que estamos unidos a los demás por lazos de amistad, lealtad o de parentesco. Aunque dos hermanos no se llevan muy bien, sientes que siguen siendo hermanos y que son irremplazables el uno para el otro (pues nadie más que el otro puede ser hermano). A diferencia de un grupo primario, un grupo secundario es un grupo social grande, cuyos miembros, antes que estar unidos por lazos afectivos o personales, lo están porque mantienen una actividad o persiguen un interés común. Las relaciones secundarias implican, por lo general, un cierto distanciamiento emocional entre las personas, que no se conocen bien unas a otras (y que, por otra parte, tampoco sienten necesidad de conocerse mejor). Los grupos secundarios pueden ser más efímeros o más duraderos, pero no se hacen permanentes. El grupo de estudiantes que termina la carrera y que coincide en la asociación de antiguos estudiantes en un ejemplo típico de grupo secundario. Unidos sus miembros por lazos sociales más débiles, los grupos secundarios pueden agrupar a un mayor número de personas. En un edificio de oficinas, por ejemplo, pueden trabajar decenas de personas que sólo se conocen muy superficialmente. En ocasiones, y con el paso del tiempo, un grupo secundario puede adquirir las características de los grupos primarios, como puede ocurrir entre compañeros de trabajo. En términos generales, sin embargo, la línea divisoria que distingue a los miembros de los que no lo son es mucho más clara en el caso de los grupos primarios que en el de los secundarios. Los miembros de los grupos secundarios no están vinculados entre sí por lazos de lealtad u otro tipo de sentimientos afectivos. Mientras que los miembros de los grupos primarios están orientados respecto a las otras personas del grupo, los de los grupos secundarios están orientados hacia unos determinados objetivos, a cuyo logro puede contribuir el resto de las personas del grupo. Por supuesto, esta orientación hacia unos objetivos no implica que las relaciones entre los miembros de los grupos secundarios sean frías o distantes. Las interacciones sociales entre estudiantes, compañeros de trabajo o socios comerciales, por ejemplo, siendo relativamente impersonales, son también corteses y atentas. En los grupos primarios, los miembros se definen unos a otros según quienes son, esto es, en términos de parentesco o en virtud de las características únicas y personales de cada uno. Los miembros de los grupos secundarios, por el contrario, se definen entre sí en términos de lo que son, esto es, en términos de lo que puede o le toca hacer a cada uno a fin de lograr unos determinados objetivos. Así en los grupos secundarios, cada uno de sus miembros sabe muy bien lo que tiene que ofrecer al resto del grupo y cuáles son las compensaciones que puede esperar a cambio. Esta especie de “contabilidad” del debe y del haber se presenta de forma más nítida en los grupos secundarios formados, por ejemplo, por los socios de una empresa. Pero también entre vecinos, por poner otro ejemplo, uno espera que los favores le sean devueltos. Vinculados entre sí por razón de unos objetivos y no por razones puramente afectivas, los miembros de los grupos secundarios deben aprender a actuar de una manera más formal (o profesional, si es el caso), a fin de desempeñar satisfactoriamente la función que les corresponde cumplir dentro del grupo. Por decirlo en otras palabras, cuando en el grupo secundario alguien nos pregunta: “¿Cómo estás?”, no espera que le demos una respuesta sincera (o completa). La pregunta es un formalismo, y uno debe aprender a interpretarlo así. En la vida real, por supuesto, difícilmente encontraremos un grupo humano que se ajuste perfectamente a un tipo ideal u otro. Hay que entender los dos modelos como dos extremos de una línea continua. En esa línea ya sí podemos situar los grupos humanos a los que pertenecemos o identificamos en nuestra vida diaria. Se ha dicho en muchas ocasiones que mientras que en las zonas rurales y en las pequeñas ciudades la vida social se desenvuelve con más intensidad en el ámbito de los grupos primarios, en los grandes núcleos urbanos los grupos secundarios cobran mayor importancia. Si bien esto puede ser cierto en términos muy generales, tampoco hay que olvidar que en las grandes ciudades (y, en especial, en los barrios habitados por grupos étnicos) los grupos primarios juegan también un papel importante en la experiencia cotidiana de las personas. En términos generales, podemos decir que, en comparación con las sociedades industriales o posindustriales, en las sociedades más pobres los grupos primarios son más importantes porque desempeñan más funciones sociales. En Latinoamérica, África y Asia la vida de muchas personas se desenvuelve a través de la familia y los grupos primarios de los pueblos o comunidades donde habitan. En estos países, y especialmente en las zonas rurales, los que proceden de fuera suelen quedar al margen de la vida de la comunidad. Por el contrario, los grupos secundarios cobran más importancia en las sociedades industriales, en donde las personas deben asumir roles más especializados. En ciudades como Londres, Madrid, Bilbao o Barcelona entramos en contacto todos los días y de forma rutinaria con gente que apenas conocemos y que quizá no volvamos a ver jamás (Wirth, 1938). Liderazgo de los grupos. ¿Cómo funcionan los grupos? Una dimensión importante del grupo humano es el liderazgo. Mientras que en algunos grupos todo el mundo puede identificar al líder como el que tiene que tomar las decisiones más importantes, en otros grupos (como en los círculos de amigos, por ejemplo) nadie en concreto (o al menos así lo manifiestan sus miembros) ejerce la función del liderazgo. En la familia son el padre y la madre los que ejercen esta función (aunque de forma distinta, como veremos). Liderazgo instrumental y expresivo. Podemos distinguir entre dos tipos básicos de liderazgo (Bales, 1953; Bales y Slater, 1955). Uno es el liderazgo instrumental, que se ejerce tomando en consideración el cumplimiento de unos objetivos previamente planteados. En este caso, los miembros del grupo esperan al líder que organice las tareas del modo adecuado a fin de lograr esos objetivos. El liderazgo expresivo, por el contario, es el que se ejerce tomando en consideración el bienestar del colectivo. En este caso, el líder no busca cumplir los objetivos del modo más expedito, sino que tiene en cuenta y se preocupa por el estado de ánimo de los miembros del equipo y procura sobre todo reducir las tensiones y neutralizar los conflictos que pueda haber del grupo. Dado que los líderes del primer tipo están orientados fundamentalmente a la consecución de unos objetivos, suelen tener un tipo de relación formal, impersonal o más puramente profesional con el resto de los miembros del grupo. Los líderes de esta categoría premian y penalizan a cada miembro del grupo según su contribución al cumplimiento de los objetivos. Por el contrario, los líderes expresivos están más inclinados a establecer unas relaciones más personales o más cálidas con los miembros de su equipo: muestra apoyo al que está pasando por un mal momento, se esfuerzan por mantener al equipo unido y procuran eliminar las tensiones internas. Mientras que los líderes instrumentales pueden conseguir ser respetados por su eficiencia, los líderes expresivos consiguen, antes que el respeto, el afecto personal. En la familia tradicional podemos identificar estos dos estilos de liderazgo. Mientras que se espera que los hombres ejerzan un liderazgo de tipo instrumental (que implica garantizar la suficiencia económica de la unidad familiar, tomar las decisiones importantes o administrar los premios y los castigos al resto de los miembros de la familia), las mujeres ejercen más bien un liderazgo de tipo expresivo. Históricamente, las madres y esposas han sido las que más se han esforzado por mantener a la familia unida y libre de conflictos interpersonales. Esta división del trabajo entre hombre y la mujer (que implica estilos de liderazgo distintos) puede explicar por qué tradicionalmente las relaciones de los hijos con sus padres son más respetuosas y distantes, mientras que con las madres suelen ser más cálidas y afectuosas (Parsons y Bales, 1955; Macionis, 1978). Por supuesto, los avances en la igualdad entre hombres y mujeres está siendo obsoleta esta distinción entre roles y estilos de liderazgo dentro de la familia. En muchas familias, el padre y la madre ejercen indistintamente esos dos tipos de liderazgo. Liderazgo autoritario, liderazgo democrático y el estilo laissez-faire. Según otra clasificación clásica de etilos de liderazgo se distingue entre liderazgo autoritario, el democrático y el estilo laissez-faire. El autoritario es un estilo de liderazgo puramente instrumental, esto es, un liderazgo orientado a la resolución de problemas. En este caso, el líder asume directamente la toma de decisiones y pide a sus subordinados que cumplan las tareas que le han sido asignadas sin cuestionarlas. Aunque este estilo de liderazgo no es, por supuesto, el más indicado para ganarse el afecto de los subordinados, un líder que ejerza su función de este modo puede conseguir, al menos, el respecto de sus subordinados si demuestra que es capaz de resolver satisfactoriamente problemas que afectan a todos. El estilo de liderazgo democrático es de tipo más expresivo. Aquí el líder intenta implicar al resto del grupo en la toma de decisiones. Si bien este estilo puede ser menos efectivo cuando toca tomar decisiones urgentes, puede ser más efectivo cuando se trata de tomar decisiones que admiten cierta demora, pues al estar los miembros del grupo más implicados en las deliberaciones y la toma de decisiones se enriquece tanto la discusión como la moral del grupo. Por último, el estilo laissez-faire implica permitir que el grupo se autorregule por sí mismo (White y Lippit, 1953; Ridgeway, 1983). La conformidad en los grupos. En el mundo occidental no nos gusta pensar que somos “conformistas”, esto es, que seguimos más o menos a críticamente las pautas o directrices de los grupos a los que pertenecemos. Antes bien, preferimos pensar que, de alguna manera, nos distinguimos del resto de la multitud. Quizás más dócil o conformistas que nosotros mismos. Pero pensamos por un momento en los grupos a los que pertenecemos (el grupo de amigos, la familia, los compañeros de clase, etc.), y en la necesidad que sentimos de ser aceptados en ellos. Quizá uno sea un poco más inconformista o más rebelde que los demás, pero muchas investigaciones en la psicología social han demostrado que le conformismo es la norma antes que la excepción. Grupos de referencia ¿Cómo evalúan las personas sus actitudes y comportamientos? Muy a menudo lo hacen teniendo en cuenta el grupo de referencia, que es el grupo social que sirve como punto de referencia a la hora de evaluar una situación o tomar decisiones. El joven que está pensando cómo va a juzgar su familia la chica con la que está saliendo, está utilizando a su familia como grupo de referencia. El trabajador de un banco que estudia la reacción de sus compañeros de trabajo a un nuevo producto financiero está utilizando a esos compañeros como grupo de referencia. Los grupos de referencia, entonces, pueden ser primarios o secundarios. En cualquier caso, el deseo de actuar en conformidad con el grupo implica que las valoraciones y actitudes dominantes en ese grupo nos van a influenciar. Pero también el grupo de referencia puede ser un grupo al que no pertenecemos. El que hace una entrevista de trabajo, por ejemplo, examina muy bien al estilo y modo de actuar de las personas que trabajan en la empresa a fin de ajustar su propio estilo al de esas personas. En otras palabras es una socialización anticipada, que ocurre cuando un individuo sigue una estrategia conformista a fin de ser aceptado en un grupo determinado. Ingroups y outgroups Todo el mundo tiene referencias por unos grupos frente a otros. Estas referencias se pueden basar en inclinaciones políticas, en el prestigio social del grupo o en razones más peregrinas, como en la forma de vestir o de actuar de sus miembros. En la universidad, por ejemplo, los estudiantes de izquierda pueden mirar por encima del hombre a quienes consideran conservadores o de derecha; los de letras pueden también descalificar a los de ciencias como personas incultas, etc. En todo contexto social las personas hacen su composición de lugar clasificado a las personas en tal o cual otro grupo, que es evaluado en términos positivos o negativos. Estas evaluaciones son un elemento fundamental en la dinámica de grupos. Esta dinámica la entienden los actores como un juego de oposiciones entre el ingroups y el outgroups (que podemos traducir, respectivamente, como el grupo propio y el grupo ajeno). El ingroups es un grupo social que reclama a sus miembros cierto grado de apoyo y lealtad. El ingroups solo existe en relación al outgroups, que es el grupo con el que uno está compitiendo o que se rechaza simplemente. La vida social es en parte un juego de interacción que tiene por protagonistas a estos dos grupos. Una asociación de estudiantes de una universidad, por ejemplo, es el ingroups para los miembros de la asociación, y el outgroups para los que no los son o se oponen a los objetivos de esa asociación. Un aficionado al futbol, por ejemplo, puede considerar a la peña que anima a su equipo en ingroups y a los que defiende los colores del equipo rival (o cualquier otro equipo), el outgroups. Todos estos grupos funcionan a partir de una oposición básica entre “nosotros” y “ellos”. Esta oposición, por supuesto, nunca es neutral, pues siempre resulta que “nosotros” tenemos algo valioso que “ellos” no tienen. Las fricciones y los conflictos que pueden surgir entre los grupos suelen tener como resultado una mayor delimitación de la identidad de cada uno y también quizás requerimientos más explícitos de lealtad al grupo. Para ser más aceptables estos requerimientos puede distorsionarse aún más la imagen que tiene el grupo de sí mismo (como algo valioso por si mismo), y la imagen del grupo rival (que se presenta de forma aún más negativa) (TAJFAL, 1982). El poder también determina las relaciones intergrupales, los grupos que tienen más poder o prestigio pueden intentar perjudicar o humillar socialmente a quienes no son miembros del grupo y tiene una capacidad de respuesta limitada. Las relaciones entre los grupos de blancos y negros en Estados Unidos son un buen ejemplo de esto. Los grupos, en fin, pueden generar vínculos de lealtad entre las personas, pero, por la misma razón, también pueden generar tensiones y conflictos. EL TAMAÑO DE LOS GRUPOS SOCIALES Si alguna vez le ha tocado ser el anfitrión de una reunión social seguramente ya sabe bastante de lo que vamos a decir. Hasta que llegan los seis primeros invitados, lo más frecuente es que todos participen en una misma conversación. Pero cuando ya son más de seis las personas reunidas, generalmente se forman dos grupos como mínimo. Parece evidente que el número de personas afecta a la formación y dinámica de los grupos. Para entender porque esto es así tenemos que tener en cuenta la relación matemática entre el número de personas que componen un grupo social y el número de relaciones que se establece entre ellas. Un grupo formado por solo dos personas implica una única relación. Si se incorpora una tercera persona al grupo, ya tenemos tres relaciones. En un grupo de cuatro personas el número de relaciones es seis. Podemos comprobar entonces que el aumento en el tamaño del grupo implica un aumento mayor en el número de relaciones entre los miembros de ese grupo. Con cinco miembros se establece diez relaciones o interacciones posibles. Con seis miembros el número de relaciones ya llega a quince. Como aquí ya es casi imposible mantener viva una única conversación lo más natural es que el grupo se subdivida en dos o tres grupos más pequeños. Los grupos de dos (o diadas). El sociólogo alemán Georg Simmel (1858 – 1918) escribió unas páginas muy sugerentes sobre la dinámica de los grupos sociales pequeños. Simmel (1950; ED. ORIG., 1902) acuño el termino diada que se refiere a un grupo social compuesto de dos personas. Los romances, los matrimonios, o las amistades intimas son grupos de este tipo. ¿Qué es lo que hace que los grupos de dos sean tan especiales? En primer lugar, según Simmel, la interacción social es aquí mucho más intensa que en los grupos más numerosos, pues en una relación uno a uno no hay un tercero en discordia con el que uno deba competir por la atención del otro. Por esta razón es en estos grupos en donde solemos establecer los vínculos sociales más fuertes o más significativos. En segundo lugar, estos grupos son más precarios o inestables. Mantener vivo un grupo de dos implica el esfuerzo de ambos (esto es, de todos los miembros del grupo). Pero en un grupo más numerosos puede mantenerse a flote aun con la deserción de uno o varios miembros. Los matrimonios son grupos de dos y, por eso mismo, potencialmente más precarios que otros grupos. Así, y dada la importancia social de la institución del matrimonio, todas las sociedades cuentan con una serie de disposiciones y normas sociales orientadas a consérvalo. Los grupos de tres (o triadas). Simmel también dedico alguna atención a lo que él llamo la triada, que es un grupo social compuesto por tres, en este tipo de grupo ya tenemos tres relaciones. Según Simmel, los grupos de tres suelen ser más estables que los de dos. Esto es así porque, de empeorar la relación entre dos de sus miembros hay un tercero que puede actuar como mediador y recomponer el grupo (por la misma razón, cuando un grupo de dos atraviesa dificultades sus miembros suelen recurrir a un tercero que actúa como árbitro.) En los grupos de tres sin, embargo, dos pueden formar una coalición contra el tercero, o pueden estrechar más la relación que tiene entre si y marginar al tercero. Seguro que todos hemos experimentado en más de una ocasión lo incomodo que puede resultar acompañar a una pareja. Cuanto más numeroso es un grupo tiene más posibilidades de mantenerse a flote porque la pérdida de uno o varios miembros no amenaza necesariamente la supervivencia del grupo. Al mismo tiempo, al aumentar el tamaño disminuye la intensidad de las relación personales entre sus miembros (que quizá forman subgrupos donde si se formas vínculos fuertes). Los grandes grupos sociales dependen así más del cumplimiento de unas reglas formales (o de cortesía o protocolarias) que de la intensidad de las relación personales que pueda haber entre los miembros. Estas reglas formales permiten al grupo persistir a lo largo del tiempo, pero no lo hacen inmune al cambio. Los grupos sociales numerosos tienen por naturaleza un contacto más abierto con el mundo exterior, lo que los hace más permeables a los cambios en las actitudes o los valores que se producen en el exterior (Carley, 1991). Pensando en un grupo social, ¿podemos decir que existe algo así como el tamaño ideal? La respuesta depende de los objetivos del grupo en cuestión. Si el objetivo es forjar una relación personal intensa el tamaño ideal es el grupo de dos, pero si el objetivo es proponerse y realizar tareas más ambiciosas o complejas entonces necesitamos un grupo más numeroso. Según el tipo de satisfacción que busquemos (la de estrechar una relación personal o la de acometer ciertas tareas más complejas) formaremos o buscaremos un grupo más o menos numeroso. Diversidad social. La diversidad social que puede haber en el censo de un grupo afecta a la dinámica de ese grupo, y más en concreto a la posibilidad de que sus miembros busquen establecer relaciones con personas ajenas al grupo. Peter Blau (1977, 1982; SOUTH y MESSNAR, 1986) describió 4 maneras en las que la composición de un grupo puede afectar las asociaciones intergrupales. 1. Grandes grupos que se segmentan interiormente. Cuanto más numeroso es un grupo social cabe esperar que el grupo sea más heterogéneo. Siendo más heterogéneo, es mayor la posibilidad de que sus miembros puedan satisfacer, dentro del grupo, los intereses más diversos. Un grupo grande y heterogéneo es relativamente estable, entonces. Ahora bien, puede ocurrir que el grupo se haga demasiado grande, si el grupo crece demasiado, puede ocurrir que se segmente, formando sus miembros nuevos grupos que puedan satisfacer mejor sus preferencias. Por ejemplo, muchas universidades norteamericanas están intentando diversificar la composición social de su alumnado, haciéndolo cada vez más heterogéneo. El objetivo es estrechar lazos de convivencia entre las personas de distinto origen social o étnico. El resultado, sin embargo, ha sido en muchas ocasiones que los estudiantes se han agrupado en grupos homogéneos y según su grupo social o étnico. 2. Grupos heterogéneos que se dispersan. En un grupo pequeño y heterogéneo es más probable que sus miembros interactúen con los miembros de otros grupos. Los miembros de un grupo universitario compuesto por personas de distinto origen social y étnico, por ejemplo, tienen más posibilidad de estrechar contactos con otros grupos que pueden quizá satisfacer otro tipo de intereses o necesidades. 3. Si existe una clara jerarquía social entre grupos sociales, esos grupos serán más cerrados en un entorno social en el que todos los grupos tienen más o menos el mismo poder o prestigio social se hace más fácil la circulación de las personas de entre distintos grupos. A la inversa, en un entorno social en donde imperan grupos con distintos niveles de poder y prestigio social, los grupos se hacen más cerrados. 4. El espacio físico también puede ser importante en la formación y dinámica de los grupos. En concreto, la existencia o ausencia de barreras físicas puede hacer que los grupos sean más abiertos o más cerrados. Si un grupo social está separado físicamente de otro, la probabilidad de contactos o interacciones grupales disminuye. Redes sociales. Formalmente una red social es un entramado de vínculos sociales, que une, si quiera temporal o superficialmente, a distintas personas entre sí. Una red social no implica entonces relaciones estrechas o permanentes entre las personas, las redes son más porosas o difusas que los grupos pues sus límites nunca están bien definidos y tampoco se reclama a sus componentes que cultivan un sentimiento de lealtad o pertenecen a la red. También, mientras que un grupo, (como un círculo de amigos, por ejemplo) suele estar orientado hacia adentro, una red social sirve generalmente para conectarse con el exterior. En algunas redes sociales los contactos entre sus componentes son regulares, como entre antiguos compañeros de estudio que se reúnen cada cierto tiempo o mantienen una relación de amistad o profesional. Pero generalmente, las redes sociales agrupan a personas de las que sabemos (o personas que saben de nosotros) y con las que como mucho interactuamos esporádicamente (o no interactuamos en absoluto). Esto lo expresa muy bien por ejemplo, una mujer que dedicaba parte de su tiempo libre a una organización vecinal: “En casa recibió muchas llamadas.” Quisiera hablar con Rossean Navarro?”. Me dicen tengo este problema (citado en KAMINER, 1984:94). Las redes sociales son, así, conjunto de personas unidas por lazos débiles (GRANOVETTER, 1973). Los vínculos que unen a las personas en una red social pueden ser débiles, pero pueden ser importantes para esas personas. Por ejemplo, pueden ser importantes a la hora de encontrar trabajo. Incluso ALBERT EINSTEN se dio cuenta de esto. Después de estar un año haciendo entrevistas, sólo consiguió su primer trabajo cuando el padre de un compañero de estudios intercedió por él (CLARK, 1971; citado en FISCHER, 1977:19). Las redes sociales para el caso de muchos individuos, conforman el viejo dicho de que tan importante como lo que sabes es a quien conoces. Las redes sociales pueden agrupar a personas de la misma promoción universitaria, a aficionados de un equipo de fútbol, a grupos de amistades, a miembros de partidos políticos, etc. Algunas redes por supuesto, agrupan a personas de mayor poder o prestigio social que otras. Por eso, si uno forma parte de una de estas redes, se dice que se tiene (buenos contactos) si la red es más extensa a las posibilidades de obtener algún beneficio son mayores. Generalmente, las redes sociales más extensas son los que mantienen los jóvenes profesionales con alto nivel de estudios y que viven en centros urbanos (MARSDEN, 1987; KADUSHYN, 1995). El género también afecta a la composición de las redes. Aunque las redes de los hombres y las mujeres son generalmente del mismo tamaño, las mujeres suelen incluir a más familiares en sus redes sociales que los hombres, quienes por su parte incluyen a los compañeros de trabajo. Por su puesto la incorporación de la mujer al mundo laborar está haciendo que estas diferencias desaparezcan (MOORE, 1991- 1992). Por último las nuevas tecnologías de información permiten establecer redes sociales mucho más extensas o numerosas. ORGANIZACIÓN FORMALES Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, la inmensa mayoría de las personas debía satisfacer gran parte de sus necesidades e intereses en el seno de grupos sociales (la familia, los grupos religiosos, económicas o de otro grupo tipo de la comunidad de residencia, etc.) estos grupos por su puesto siguen teniendo una importancia fundamental en las sociedad modernas. Pero hoy en día muchas de las actividades que antes desarrollaban estos grupos se desarrollan en el seno de organizaciones formales. Si antes la familia o la comunidad de encargaba del cuidado de los enfermos, de los mayores, de la socialización de los niños, de la asignación y distribución del trabajo, del reparto de los bienes económicos, etc., hoy en día existen organizaciones especializadas en cada una de esas tareas (Hospitales, residencias de ancianos, escuelas, empresas, administraciones públicas,) las organizaciones, entonces, parecen haber absorbido muchas de las funciones que antes estaban en manos de aquellos grupos sociales (PERROW, 1992). Una organización formal es una asociación de personas que tiene unos objetivos determinados no de modo espontaneo sino un esquema preestablecido. Un hospital, una empresa, una universidad, un partido político, una oficina de la administración pública, por ejemplo, son organizaciones formales. Las organizaciones formales pueden distinguirse fácilmente de los grupos o asociaciones informales de personas (como las familias o las peñas de amigos, por ejemplo). Si en los grupos informales las relaciones entre los miembros se basan en una serie de compromisos o lealtades interpersonales, en las organizaciones formales las relaciones entre sus miembros están reguladas de antemano según un esquema preestablecido en el que se detallan las tareas que ha de realizar cada uno. Las organizaciones formales se crean entonces, para alcanzar unos objetivos que por ser demasiados ambiciosos o complejos están fuera del alcance de los grupos informales o de las personas que actúan individualmente. Tipos de organizaciones formales Las organizaciones se pueden clasificar según distintos criterios. Según la clasificación de ETZIONI (1975), y teniendo en cuenta las razones que se hacen que las personas terminen perteneciendo a una organización, podemos clasificarlas en organizaciones utilitarias, normativas, y correctivas. Organizaciones utilitarias. La inmensa mayoría de las personas que trabajan a cambio de un salario son miembros de una organización utilitaria. Las administraciones públicas o las empresas, por ejemplo, son las organizaciones utilitarias: Las personas que trabajan allí lo hacen voluntariamente lo hacen a cambio de un salario. Por su puesto, además del salario, los miembros de esa organización pueden recibir otras compensaciones (un buen clima laboral, capacidad de iniciativa en el trabajo, etc.), que uno tiene en cuenta a la hora de calcular los costes y beneficios de la pertenencia a esa organización. Organizaciones normativas. Pero también las personas crean (y participan en) organizaciones impulsadas por razones de orden moral o ético. Estas son las organizaciones normativas de los partidos políticos o las organizaciones de voluntarios son organizaciones de este tipo. Como en el caso de las organizaciones utilitarias, a pertenencia a este tipo de organizaciones es voluntaria (uno puede libremente pertenecer o dejar de pertenecer a la organización), pero lo que las distingue de las anteriores son los motivos que animan a las personas a colaborar o trabajar en ellas. Organizaciones coercitivas. Las organizaciones coercitivas, y al contrario que en las anteriores la pertenencia a la organización no es voluntaria: uno es miembro a la organización aún en contra de su propia voluntad. Los hospitales siquiátricos o las cárceles, por ejemplo son organizaciones coercitivas en muchas ocasiones, estas organizaciones también se distinguen físicamente de las anteriores están rodeadas de muros o verjas tienen ventanas enrejadas guardas de seguridad etc. Son organizaciones que tienen como objetivo aislar a los internos del exterior y, así, facilitar su resocialización. Por supuesto muchas organizaciones pueden compartir características de los tres tipos de organizaciones que hemos visto. Un siquiátrico, por ejemplo, es una organización utilitario para los empleados, es una organización normativa para los voluntarios que puedan colaborar allí y una organización coercitiva para los internos un partido político, de la misma forma es una organización normativa para los idealistas y utilitaria para los arribistas. Orígenes de la burocracia. Las organizaciones formales no son un invento moderno. Los antiguos imperios necesitaban organizaciones de este tipo para recaudar impuestos, hacer guerras o construir monumentos, como las pirámides de Egipto o la muralla china. Estas organizaciones, sin embargo, tenían un poder limitado no porque los emperadores o gobernantes carecían de ambiciones políticas, sino porque comparadas con las organizaciones formales modernas, no podían ser eficientes como lo son sus sucesoras. Sólo con el triunfo de la sociedad industrial (y el inicio del desencantamiento del mundo, y la aparición de la burocracia, las organizaciones formales cobraron poder e influencia en la vida social y política. Caracteristicas de la burocrácia La burocracia hace referencia al tipo de organizaciones que están diseñadas de forma racional y según criterios de maximización de la eficiencia. Una empresa privada, una oficina de administración pública, por ejemplo, son organizaciones burocráticas: la división del trabajo, la asignación de responsabilidades, la escala de retribuciones, etc., no son cosas que se han dejado al azar sino que son parte de un diseño general que idealmente sirve para que la organización cumpla sus objetivos de la forma más eficiente. Imaginemos, por ejemplo, una compañía telefónica. La compañía es eficiente si consigue conectar a millones de usuarios entre sí y con el extranjero, identifica desde que teléfono se hizo cada llamada y cuál fue su destino, hacer millones de facturas anuales y cobrar esas facturas. Para hacer todo esto, la compañía de teléfonos necesita materiales y tecnología avanzada (fibra óptica, computadoras muy sofisticadas, etc.). Por supuesto, también necesita un equipo de personas cualificadas para llevar a delante cada una de las tareas requeridas. Pero antes necesita otra cosa. Necesita un buen diseño de organización, de tal forma que todos los miembros de la organización sepan que es exactamente lo que tienen que hacer y como tienen que hacerlo. Sólo así la organización puede llegar a ser eficiente. Más en concreto, lo que explica la eficiencia de las organizaciones burocráticas son los siguientes rasgos, en lo que se resume el tipo ideal de burocracia WEBER (1978, ED ORIG; 1921); 1. Especialización. Las tareas de la organización están repartidas entre distintos funcionarios que se hacen responsables ante sus superiores de la ejecución de esas tareas. La división del trabajo dentro de la organización implica asignar para cada tarea a un funcionario o trabajador capacitado para cumplirla. 2. Jerarquía de mando. Todo miembro de la organización burocrática es responsable ante su superior del cumplimiento de las tareas que se le han asignado y de las que dependen de sus subordinados. La organización burocrática funciona, pues, según una cadena de mando. La autoridad que unos miembros de la organización tienen sobre otros se circunscribe exclusivamente al cumplimiento de las tareas organizativas y no se puede extender a otras dimensiones extra organizacionales (por decirlo brevemente, el superior no tiene autoridad sobre la vida privada del subordinado). 3. Reglas y procedimientos. La organización funciona siguiendo unas determinadas reglas y procedimientos que se han hecho explícitos y que todo miembro de la organización debe seguir. Estas reglas permiten que cada pieza de la maquinaria burocrática funcione de forma ordenada con el resto de la organización. 4. Competencia técnica. En las organizaciones burocráticas las tareas y las responsabilidades se asignan teniendo en cuenta exclusivamente la competencia personal o profesional de los candidatos y al margen de cualesquiera otras consideraciones. 5. Impersonalidad. En su relación con los clientes, las burocracias aplican normas universales e impersonales a fin de conseguir que el funcionamiento de toda la maquinaria sea predecible y eficaz, y de evitar el favoritismo. Esto es, los funcionarios aplican automáticamente unas normas que les vienen dadas y que no pueden alterar discrecionalmente. 6. Comunicaciones formales y escritas. A fin de evaluar la eficacia con la que cada miembro de la organización cumple con su tarea, y así de imputar responsabilidades, el trabajo burocrático queda reflejado en toda una documentación escrita, en forma de circulares como informes, etc. Todos estos rasgos hacen que las organizaciones burocráticas sean muy distintas de los grupos informales que hemos visto, las organizaciones formales funcionan según criterios impersonales. Las lealtades, simpatías o afinidades personales quedan, al menos idealmente, a la puerta de la organización, todo lo contrario de lo que ocurre en los grupos primarios. Los miembros de estos grupos se relacionan entre sí en su calidad de personas y no en función de los cargos que ocupan en una jerarquía de mando. La estructura informal de la organización En el tipo ideal de la burocracia de Weber toda actividad está regulada de ante mano. En el mundo real, sin embargo, esto no sucede así en la inmensa mayoría de los casos. En la vida real, a ese diseño o estructura formal de la organización, se le superpone otra estructura informal a partir de las redes de lealtades personales o coaliciones que surgen en el seno de la organización. En ocasiones, esa estructura informal puede hacer que la organización sea más eficiente incluso. Ocurre esto si sobre una estructura formal, que ya se ha hecho obsoleta o demasiado rígida, actúa otra informal, que parece más capaz de ir resolviendo los problemas con los que va tropezando la organización. Pero si la estructura informal funciona en beneficio exclusivo de determinados grupos dentro de la organización, entonces toda la organización puede llegar a resentirse (Scott, 1981). En principio, el poder de la organización reside en los cargos, no en las personas. Es decir, en una organización burocrática el subordinado obedece al cargo superior independientemente de la persona que ocupe ese cargo. En el mundo real, sin embargo, la personalidad de los líderes de las organizaciones pueden terminar imponiendo una forma de trabajo, unas pautas concretas de relaciones entre los miembros de la organización y, en fin, en la dinámica operativa de la organización que puede terminar funcionando del modo distinto al que fue. También dentro de la organización puede coaligarse personas con intereses afines o complementarios y conseguir eventualmente, torser el rumbo o cambiar los objetivos de la organización. Los subordinados, por su puesto pueden también erosionar la estructura formal de la organización. En un estudio clásico de una empresa de materiales eléctricos en Estados Unidos se observó que pocos trabajadores observaban algunas reglas establecidas por la dirección, como la de denunciar a aquellos compañeros que no trabajaban al ritmo que la empresa había establecido. Lo que ocurría era que, en oposición a esas reglas, los trabajadores impusieron otras que definían cual era el ritmo de trabajo adecuado. Aquellos que trataban de desentenderse de las reglas informales impuestas por sus compañeros y operar según las reglas formales de la organización se veían sometidos a presiones tan fuertes por parte de sus compañeros que terminaban trabajando al mismo ritmo de los demás (Roethlisberger y Dickson, 1939). En el mundo real, entonces, para explicar el funcionamiento de una organización hay que tener en cuenta, a demás del diseño o la estructura formal de la organización, aquellas estructuras informales que, por unas razones u otras, se han ido superponuiendo a la estructura formal. Esto nos obliga a estudiar con un poco mas de detenimiento los problemas de la burocracia. Problemas de la burocracia A pesar de la importancia que han adquirido las organizaciones formales en las sociedades modernas hay mucha gente que se muestra ambivalente hacia el fenómeno. En los siguientes apartados vamos a ver algunos de los problemas asociados con la burocracia: Desde la tendencia a deshumanizar y a alinear a las personas, hasta las amenazas que representan para la vida privada o, según posiciones más extremas, para las instituciones y valores democráticos. Alineación burocrática. Para Max Weber, la organización burocrática es técnicamente superior a cualquier otro modelo organizativo. El mismo Max Weber, sin embargo, reconocía que la democracia puede deshumanizar con relativa facilidad a aquellos a los que teóricamente ha de servir. La organización burocrática, orientada a la aplicación sistemática de las reglas abstractas e impersonales, no permite que administradores y administrados se relacionen teniendo en cuenta las características particulares y personales de cada uno. Los burócratas deben atender a los clientes como un número de expediente, haciendo abstracción de la persona que hay detrás de ese número. Esto da lugar a un sentimiento de alineación. En muchas ocasiones, las personas no son más que “una pieza más de un mecanismo que está en continuo movimiento”(Weber, 1978: 988;ed.orig; 1921). La extensión de la burocracia, según Weber, supone una amenaza al desenvolvimiento de los valores como la libertad y la responsabilidad individual. Una sociedad dominada por las organizaciones es una sociedad anquilosada y de hombres dóciles. Ineficiencia y ritualismo. Paradójicamente, las mismas razones que hacen que una organización sea eficiente (división del trabajo, aplicación sistemática de unas reglas y procedimientos preestablecidos, etc.) pueden hacerla ineficientemente. De hecho, en el lenguaje cotidiano identificamos burocracia con ineficiencia y papeleo. ¿A qué se debe esta paradoja? Según Merton, una organización se hace ineficiente cuando sufre de lo que él llamaba ritualismo burocrático. Este ritualismo se produce cuando los burócratas transforman las reglas y procedimientos de gestión interna, que, en principio no son más que medios para alcanzar los fines de la organización, en fines en si mismos, hacen esto porque saben que aplicando escrupulosamente las normas administrativas, aunque esas normas sean absurdas para el caso concreto que tienen entre manos, no van a recibir castigo, mientras que si innovan o se saltan esas normas corren el riesgo de ser amonestados(Whyte, 1957; Merton 1968; Coleman, 1990; Kiser y Schneider, 1994). También, para cumplir los objetivos para los que fueron creadas, las organizaciones deben adaptarse a los cambios que se suceden en el exterior. Una universidad, debe cambiar los planes de estudio o los programas de las asignaturas según los cambios en el mercado de trabajo o los nuevos progresos científicos. Las organizaciones, sin embargo, suelen ser lentas y torpes. Dado que cualquier intento de modificación o ajuste implica cambios en los equilibrios de poder en el seno de la organización, suele haber resistencias, que provocan demoras e ineficiencias. Inercia. Sí los burócratas pueden sentirse poco motivados para ser más eficientes, sí que lo están para conservar su trabajo. Esto explica que aún cuando una organización ha cumplido sus objetivos, los burócratas hacen todo lo posible por mantenerla a flote. Esto ya lo expresó Weber: ¨ Una vez establecida, la burocracia es una de las estructuras sociales más difíciles de desmantelar ¨(1978: 987, ed.orig.,1921). La inercia burocrática se refiere a la tendencia de las organizaciones burocráticas a autoperpetuarse. Por decirlo en otras palabras, la organización burocrática tiene una tendencia a convertise en un fin en si mismo por encima de sus fines u objetivos oficiales. Si una organización es un medio para alcanzar unos fines, cabe esperar que una vez que esos fines se han alcanzado la organización, siendo obsoleta, desaparezca. Pero esto no suele suceder. Lo que ocurre, por el contrario, es que la organización se busca nuevos objetivos que cumplir a fin de evitar su desaparición. Oligarquía. El sociólogo Robert Michels (1876-1936), un discípulo de Weber, estudió con profundidad las tendencias antidemocráticas en las organizaciones. Estas tendencias, según Michels son inevitables. En toda organización burocrática, por muy demócratas que sean sus intenciones o sus estatutos, termina emergiendo una oligarquía organizacional, esto es, una elite que utiliza los recursos disponibles en la organización para auto perpetuarse en el poder, aunque ello resulte una traición de los objetivos originales de la organización. Michels estaba tan convencido de la inevitabilidad de esta tendencia que la expreso en forma de ley: la ley de hierro de la oligarquía (Michels, 1949, ed.org., 1911). En las sociedades preindustriales, los reyes o gobernantes carecían de los medios organizativos necesarios para controlar a toda la población. Pero con el paso del tiempo y los avances tecnológicos, estos medios se han ido desarrollando con lo que, hoy en día, las elites en el poder tienen una enorme capacidad de dominación. Max Weber pensaba que la división y jerarquización de las tareas y las responsabilidades aumentaba la eficiencia de las organizaciones burocráticas. Pero, como hemos visto, Weber también pensaba que las organizaciones podían ahogar la libertad de las personas y convertirlas en espíritus dóciles y obedientes. En la obra de Michels, este talante tan pesimista está aún más acentuado. Según Michels, la división de tareas y responsabilidades pone en manos de los líderes tal cantidad de recursos que resulta difícil no sucumbir a la tentación de utilizarlos a fin de orientar el rumbo de la organización a la medida de sus intereses con preferencias y al margen de las aspiraciones de sus miembros. La oligarquía, según Michels, se origina en los mismos procesos organizativos. Organización y oligarquía son, para Michels, una y la misma cosa: ¨ quien dice organización, dice oligarquía ¨(Michels, 1949; Tolson, 1995 ). La ley de Parkinson y el principio de Peter. Vamos a concluir este apartado con dos observaciones, menos sesudas sin duda, acerca del mundo organizacional. Lo que sigue, y que es fruto de las reflexiones de C.Northcote Parkinson y Lawrence J.Peter, posiblemente ya le resulta familiar al lector. Parkinson (1957) resumió su experiencia en el mundo de las organizaciones bajo el siguiente aserto: El trabajo tiende a dilatarse hasta ocupar todo el tiempo disponible para su ejecución. Esta afirmación parece tan cercana a nuestra experiencia cotidiana en las organizaciones y tan verosímil que hoy se conoce como la ley de Parkinson. Podemos poner un ejemplo. Nos podemos imaginar a aun burócrata que trabaja en la oficina de registro de matrículas de automóviles. En una jornada de trabajo normal, este trabajador comprueba y registra unas 50 solicitudes. Si un día sólo recibe 25 solicitudes ¿cuánto tiempo va a emplear en comprobarlas y registrarlas? La respuesta lógica es media jornada de trabajo. La ley de Parkinson nos dice que si se tiene a disposición una jornada completa para completar el trabajo, el trabajador va emplear esa jornada completa. Si los empleados de una organización tienen poco interés en sus tareas o en el fruto de la organización, no es lógico pensar que van a buscar, voluntariamente, nuevas tareas a realizar cuando le sobra tiempo. En estos casos, lo que suelen hacer es fingir que están ocupados. “Estando ocupados”, la empresa tiene que contratar nuevos empleados que saquen adelante el trabajo que aquellos rechazan. Esto implica invertir tiempo y esfuerzo en la selección y contratación de esos nuevos empleados y, a su vez, tiempo y esfuerzo en supervisar el trabajo de ese personal. A la postre, todo esto conduce a una organización cada vez más sobredimensionada y menos eficaz. Este círculo vicioso sólo se puede evitar cambiando la actitud de los trabajadores algo que no es nada fácil. En la misma línea divulgativa que Parkinson, Lawrence J. Peter (Peter y Hull, 1969) acuñó el ya famoso principio de Peter, que explica por qué los burócratas de una organización ascienden hasta ocupar cargos para los que no están preparados. La explicación de este fenómeno es muy simple. Los empleados más competentes a un nivel de jerarquía organizacional son los que tiene más probabilidades de ser ascendidos al siguiente nivel. La carrera de ascensos continua hasta que ocupan cargos o posiciones para las que no están bien preparados. Como no pueden destacar en sus nuevos cargos se quedan bloqueados en su carrera profesional. Tienen pocas posibilidades de ascenso, pero también puede resultar muy difícil destituirles y devolver al nivel inferior del que procedían. Esto es así porque, al nivel al que han llegado y tras varios años de experiencia en la organización, ya saben muy bien como arreglárselas dentro de la organización y aprovecharse del trabajo de sus subordinados, posiblemente más competentes que ellos mismos. Género y raza en las organizaciones Rosabeth Moss Kanter ha investigado en qué medida algunas características ascriptivas, y más en concreto el género y la raza en los miembros de la organización, pueden determinar las trayectorias profesionales. En aquellas organizaciones relativamente homogéneas, aquellos que comparten las características ascriptivas dominantes en la organización tienen más probabilidad de ser aceptados socialmente, de hacerse valorar y de formar parte de las redes informales de la organización. Según Kanter, aquellos que son minoría en una empresa(las mujeres, las personas de color, los que proceden de familias de medios modestos), terminan sintiéndose aislados dentro de la organización. Incómodas, porque están permanentemente bajo el punto de mira del grupo dominante, a estas personas se les toma menos en serio y se les dan menos oportunidades de ascenso. No puede extrañar, entonces, que terminen pensando que deben esforzarse el doble que sus compañeros para obtener la misma credibilidad y conservar sus puestos, o aspirar a un ascenso (Kanter, 1977; Kanter y Stein, 1979). Según Kanter (1977), las empresas que siguen una política de igualdad de oportunidades pueden mejorar el rendimiento de todo el personal. Una empresa en la que los techos profesionales son la norma, puede convertir a sus empleados en completos “zombies”; personas con escasas aspiraciones profesionales, bajos niveles de autoestima y escasa o nula lealtad a la empresa. Por último, Kanter descubrió que los directivos de aquellas organizaciones que tienen una política abierta de ascensos suelen ser los que mejor saben apreciar el trabajo de los subordinados, lo que repercute favorablemente en el clima laboral. Al contrario, los directivos de las empresas que no tienen una política abierta de ascensos pueden verse condenados a dedicar muchos esfuerzos a proteger sus privilegios y protegerse de sus subordinados, a los que ven como una amenaza permanente. Siguiendo con el tema del género, hay investigaciones que sugieren que hombres y mujeres tienen estilos directivos diferentes. Deborah Tannen (1994) mantiene, por ejemplo que las mujeres están más orientadas a la comunicación, mientras que los hombres parecen estar más orientados a cultivar o cuidar su imagen. Esto es, mientras que las mujeres parecen estar más dispuestas a hacer preguntas a los subordinados o a quien corresponda a fin de entender mejor los asuntos de la empresa, los hombres son más reacios a hacer preguntas y pedir información o consejos, pensando que eso puede dañar su imagen. En la misma línea Sally Helgesen (1990) destaca tres diferencias en los estilos de liderazgo. En primer lugar, las mujeres directivas, tienen una mayor tendencia que los hombres a compartir información, a no rehuir los intercambios de opiniones. En segundo lugar, las mujeres tienen un estilo de liderazgo más flexible que los hombres, y ofrecen a sus subordinados más iniciativa personal. Por último, mientras que los hombres parecen más apegados a los modelos clásicos de gestión, caracterizados por la especialización y división del trabajo, las mujeres tienden a procurar que los trabajadores se comuniquen y colaboren más unos a otros. Dado que las empresas operan actualmente en entornos cada vez más complejos e impredecibles, a los que las empresas deben adaptarse si quieren seguir a flote, los llamados modelos de gestión flexible suponen una ventaja competitiva frente a los viejos modelos. Siendo esto así Helgesen piensa que tener mujeres en el equipo directivo de una empresa es tener un activo importante. En resumen, las investigaciones realizadas en los últimos años indican que las organizaciones más abiertas y que tienen la capacidad de adaptación a los cambios del entorno son las que consiguen rentabilizar la capacidad de sus empleados. Mirándolo desde la otra cara de la moneda, los empleados que perciben que la organización valora más su trabajo que su pertenencia a un grupo ascriptivo u otro, y que tienen cierta capacidad de iniciativa personal en el desempeño de sus tareas, son los que más y mejor pueden contribuir a la marcha de la organización. Humanizar la burocracia Consiste en procurar que la organización se gobierne de un modo más democrático y tenga en cuenta el esfuerzo de cada uno de sus miembros. Las investigaciones de Kanter y de otros autores sugieren que una burocracia mas humanizada repercute favorablemente en la moral de los empleados y en la eficiencia de la organización. Teniendo en cuenta lo que hemos visto en lo anterior, podemos identificar tres estrategias que pueden contribuir a que las organizaciones consigan estos objetivos. 1. Evitar la exclusión social: La composición de la organización debe ser tal que ningún empleado se sienta “fuera de lugar” por razón de su raza, sexo o cualquier otra característica. El rendimiento de los trabajadores aumentará en la misma medida en que todos se sientan parte del mismo equipo. 2. Compartir responsabilidades: En las organizaciones en las que hay una división rígida de las tareas y responsabilidades, los empleados tienden a sentirse responsables únicamente de su propio trabajo. En las organizaciones más flexibles, por el contrario, los trabajadores se sienten más responsables de lo que sucede a su alrededor. También, sí los canales de comunicación son más flexibles o están más abiertos, los directivos pueden tener un contacto más directo con sus subordinados y sacar más provecho de las sugerencias que les puedan hacer. Por su parte, sabiendo que van a ser escuchados, los trabajadores se hacen más creativos y participativos. 3. Aumentar las oportunidades de acenso. Una empresa capaz de ofrecer amplias oportunidades de ascenso a sus empleados puede evitarles esa sensación de estar bloqueados en las mismas rutinas y aumentar así su motivación. La organización debe ofrecer a todos sus empleados la oportunidad de expresar ideas, de ensayar nuevos procedimientos y hacerles sentir que su trabajo actual es sólo un peldaño en su carrera profesional. Las investigaciones de Kanter nos permiten ver el fenómeno burocrático desde una nueva perspectiva. Podemos pensar que si las estructuras formales rígidas podían tener sentido en el pasado, cuando la mayoría de la fuerza de trabajo estaba escasamente cualificada y muchas tareas eran puramente físicas y no mentales, hoy en día, y dado el avance en los niveles de escolarización, esas estructuras rígidas ya no son funcionales. Antes que las empresas rígidas, son las empresas flexibles las que pueden sacar más rendimiento al capital humano que tienen contratado y mejorar de este modo los niveles de eficiencia (siempre y cuando, por su puesto, que dentro de la empresa se estimule y se premie la experimentación y la iniciativa personal). Hay mucha evidencia empírica que muestra que los modelos de gestión flexibles favorecen la eficiencia de las organizaciones. Las empresas que no ven a sus empleados como un colectivo que debe ser constantemente supervisado y controlado, sino que, antes bien, intentan desarrollar todas sus capacidades creativas, suelen ser las más rentables. Hay autores, sin embargo, que han puesto en entredicho la afirmación de kanter de que las organizaciones socialmente heterogéneas son más eficientes. En concreto, se ha sugerido que los grupos de trabajo socialmente homogéneo ni tampoco absolutamente heterogéneo. Debe ser algo intermedio: lo suficientemente heterogéneo como para que exista dentro del grupo una variedad de perspectivas o puntos de vista que aumenten la capacidad de innovación y adaptación de la empresa (Hackman, 1988). Equipos autónomos de trabajo En los años posteriores a la II Guerra Mundial, la mayoría de las organizaciones en Europa seguían el modelo burocrático tradicional de división y jerarquización rígida de tareas y responsabilidades. Hoy en día y debido a la internacionalización y globalización de los mercados, que han hecho que los entornos en los que operan las empresas sean cada vez más fluidos y menos predecibles, aquel viejo modelo tradicional está entrando crisis. Una muestra es la proliferación de lo que podemos llamar equipos autónomos de trabajo. Estos son equipos pequeños de trabajadores que han sido entrenados para ejecutar de forma autónoma una serie de tareas relativamente complejas. Al responsabilizar directamente a los trabajadores, de esta manera con partes del proceso de producción que antes desconocían, aumenta su grado de implicación con su trabajo, sus compañeros y la empresa, lo que repercute en la satisfacción laboral. En los años sesenta sólo unas pocas empresas tenían equipos de trabajo de estas características. Pero hoy ya son muchas las que están introduciéndolos. Aunque es muy difícil medir y comparar la eficiencia organizacional (pues las organizaciones se diferencian mucho entre sí en infinidad de variables), hay alguna evidencia que indica que los equipos autónomos de trabajo aumentan el rendimiento del personal, al tiempo que resuelven algunos problemas típicos de los viejos modelos de gestión como la alineación. En el mundo empresarial, muchas compañías han descubierto que los equipos autónomos de trabajo pueden mejorar notablemente los índices de calidad del producto y reducir los niveles de absentismo y abandono laboral.(Yeatts, 1991; Maddux , 1995). El entorno de las organizaciones. La eficiencia de una organización no depende sólo de las variables internas, como el modelo de gestión o de liderazgo, sino también del comportamiento del entorno en el que opera esta organización. En el entorno de esta organización incluimos todos aquellos factores externos que pueden influir en la marcha de una organización. Las innovaciones tecnológicas, los avatares políticos, los cambios demográficos o el comportamiento de la economía son factores relevantes para la vida de las organizaciones. La tecnología es una variable particularmente importante a la hora de entender el comportamiento de las organizaciones. Las organizaciones que conocemos actualmente no podrían existir sin las modernas tecnologías de la información (desde el viejo teléfono hasta el modem). Los cambios tecnológicos, que suceden unos a otros a velocidad vertiginosa van a tener, posiblemente un gran impacto en las organizaciones. Por una parte, la incorporación de nuevas tecnologías en los lugares de trabajo hace más difícil controlar el flujo de la información dentro de la organización y, así, evitar que los empleados o terceras personas tenga información que puede ser crítica para la organización o empresa. Pero por otro lado, estas nuevas tecnologías permiten que la dirección pueda controlar de forma más exhaustiva las actividades y el trabajo de los empleados. Una segunda dimensión relevante del entorno es la política. Los cambios de legislación pueden tener consecuencias dramáticas en las organizaciones. Las leyes de protección del medio ambiente, cada vez más rigurosas en algunos países por ejemplo, están afectando la marcha de muchas empresas. En tercer lugar, los cambios demográficos pueden alterar el rumbo de las organizaciones. El envejecimiento de la población que están experimentando muchos países avanzados, por ejemplo, está dando lugar a toda una industria dedicada a los viejos. Los hospitales, las universidades, las escuelas, también se han visto afectadas por estos cambios demográficos. Las características de la población de un lugar determinado, determinan en gran parte las características del entramado organizativo de ese lugar. En cuarto lugar la marcha de la economía también afecta a las organizaciones. Las empresas invierten o desinvierten según el comportamiento de determinadas variables macroeconómicas, y la población aumenta o disminuye sus donaciones a las organizaciones no gubernamentales según cambios en la renta disponible. También y como hemos visto en apartados anteriores, la mayor interdependencia de la economía de todos los países, está forzando a las empresas a ser más competitivas, lo que explica la introducción de nuevos modelos de gestión más flexibles. En quinto lugar, el entorno también lo forman otras organizaciones. Los centros de investigación no operan, por lo general solos, sino dentro de redes científicas que les pueden ofrecer o denegar recursos de todo tipo. El funcionamiento de un hospital depende del comportamiento de los proveedores de tecnología médica, de las estrategias de las asociaciones profesionales y sindicales de personal, de la generosidad de las administraciones y de organizaciones privadas, de las evaluaciones del servicio de inspección, etc. ¿Puede la racionalidad ser irracional? Max Weber veía la progresiva racionalización con bastante recelo. Según el, las organizaciones formales que hacen a las personas más obedientes, conformistas y dóciles, ponían en peligro valores como la libertad y la responsabilidad individual. Weber reconocía que las organizaciones formales son instrumentos muy eficaces. Pero no dejaba cegarse por ello. La aplicación de los principios (eficiencia, cálculo, uniformidad y predicción y automatización) implican una renuncia a la creatividad y autonomía individual. Así y en un talante que nos recuerda mucho al de Weber, George Ritzer concluye: “Quizá la última irracionalidad de la Mcdonalización consista en la posibilidad de que las personas queden a merced del sistema, y que este llegue a controlarnos. Organizaciones formales en Japón Antes hemos visto cómo pueden humanizare la organizaciones. En algunos países, las organizaciones parecen haber avanzado más en este camino. Este es el caso de Japón, por ejemplo, un país con una cultura orientada a valores como la pertenencia y la fidelidad a un grupo social (antes que valores puramente individualistas, como en Europa y Estados Unidos, muy bien imitados por Colombia) y que se ha convertido en una primera potencia económica. Esta cultura que favorece la cohesión social se ha trasladado al terreno de las empresas que, en Japón, comparten muchos de los rasgos de los grupos primarios. Siguiendo a William Ouchi (1981), podemos señalar cinco apartados en los que se ve muy bien cómo se diferencian las empresas japonesas de las occidentales. 1. Políticas de contratación y de ascensos. En Europa, y también en Colombia, los ascensos y los aumentos salariales son premios que el trabajador se ha ganado compitiendo con otros trabajadores. En las empresas japonesas, por el contrario, los trabajadores suelen recibir el mismo salario que reciben los que entraron en la empresa el mismo año que ellos: Sólo al cabo de los años un trabajador puede conseguir un ascenso individual y diferenciarse del resto de compañeros de su promoción. 2. Seguridad en el empleo. En Europa, por ejemplo, muchos trabajadores no esperan, ni tampoco desean quedarse en la misma empresa de por vida. Generalmente buscan cambiar de empresa para progresar en su carrera profesional y mejorar su salario. A las empresas tampoco les suele temblar el pulso (aunque sí el bolsillo) cuando toca despedir trabajadores. En Japón, por el contrario, las empresas más importantes contratan a sus trabajadores para toda la vida. Esto refuerza enormemente los lazos de lealtad entre el trabajador y su empresa. También, las empresas japonesas intentan evitar los despidos formando a sus trabajadores para nuevas tareas cuando no es rentable mantenerles en sus viejas tareas. 3. Compromiso y lealtad. En Europa, los trabajadores reservan sus recursos afectivos a la familia o al círculo de amigos y distinguen muy bien lo que es la familia de lo es que es el lugar de trabajo. En Japón estas distinciones no están tan claras. La empresa se convierte en una gran familia. La empresa japonesa organiza (campeonatos deportivos, vacaciones de empresa, etcétera), que contribuyen a reforzar ese sentimiento de pertenencia a la empresa. 4. Toma de decisiones. En las empresas europeas, las decisiones se suelen tomar unilateralmente o con escasa participación de los trabajadores. En la empresa japonesa, por el contario, se incentiva a los trabajadores a expresar sus puntos de vista acerca de los cambios en los que se está pensando. También, y en la medida en que la diferencia salarial entre directivos y trabajadores es menor en Japón, se facilita el trabajo en equipo y el intercambio de opiniones entre empleados de distinta categoría. Estas diferencias explican muy bien por qué los trabajadores japoneses son tan leales a su empresa. Los rasgos competitivos e individualistas de la cultura occidental tienen su contrapartida en el espíritu colectivo y cooperativo de los japoneses. Al vincular sus intereses personales con los intereses de la empresa, los trabajadores japoneses intentan satisfacer sus ambiciones también dentro de la empresa. Muchos de estos rasgos de la empresa japonesa la asemejan a lo que algunos han llamado la empresa posmoderna o pos burocrática (Clegg 1990, Heckscher y Donnellon, 1994). Estas son empresas mucho más fluidas y flexibles que las viejas empresas tradicionales caracterizadas por una estricta división del trabajo. Aquí no hay demarcaciones estrictas de tareas y competencias, y en muchos casos se emplea el sistema Just in Time (JIT), que consiste en producir bienes al ritmo en que son demandados (esto es, “justo a tiempo”). Este sistema permite que las empresas puedan adaptarse más rápidamente a los caprichos del mercado. GRUPOS Y ORGANIZACIONES DESDE UNA PERSPECTIVA GLOBLAL Las organizaciones, como ya hemos visto antes, no operan en un vacío. Operan en unos entornos que, inevitablemente, terminan determinando muchas de sus características. Esto explica por qué el mundo organizacional en Estados Unidos es distinto del Europeo, por ejemplo, o por qué como acabamos de ver, las organizaciones japonesas tienen rasgos tan distintos que las vemos en el mundo occidental. Las organizaciones también cambian en el transcurso del tiempo. Hace unos pocos siglos, la producción de bienes se realizaba en pequeñas empresas familiares. La revolución industrial significó el triunfo de la organización burocrática. En este contexto, en Europa y Estados Unidos se empezó a entender que las lealtades y relaciones personales con la familia u otros grupos primarios no tenían cabida dentro de la organización. El nepotismo o el clientelismo eran consideradas prácticas poco profesionales o incluso inmorales. El desarrollo de las organizaciones formales en Japón siguió una ruta distinta. Históricamente, la sociedad japonesa ha estado más cohesionada socialmente a la occidental, debido fundamentalmente a la importancia que ha tenido la familia y otros grupos primarios en el tejido social. Cuando Japón se industrializó, estas redes y estas culturas de lealtades personales no se perdieron. Antes bien, los japoneses crearon sus empresas siguiendo esta tradición, lo que permitió que los trabajadores transmitieran sus lealtades personales a las empresas. Desde el punto de vista occidental, Japón, es al mismo tiempo una sociedad moderna y tradicional, pues se intenta hacer a las organizaciones más eficientes cultivando un sistema de lealtades primarias. Y aunque están apareciendo unos signos que indican que los trabajadores japoneses se están haciendo más individualistas, el caso japonés muestra que las organizaciones no tienen porque ser tan impersonales como las occidentales. En el escenario económico de hoy en día, en el que cada vez es más difícil aislarse y competir exclusivamente a nivel local o nacional, muchas empresas occidentales han puesto sus ojos en el modelo japonés, intentando imitarlo. De hecho, muchas de las propuestas para hacer a las empresas más humanas y menos impersonales las ha sugerido el modelo japonés. Pero hay otras razones que deben animarnos a estudiar el modelo japonés con más detalle. La sociedad occidental está menos cohesionada hoy que en tiempos de Weber. Las organizaciones de estilo típicamente burocrático, se piensa, pueden atomizar aún más el tejido social de la sociedad occidental. Por eso tenemos que evaluar modelos de gestión como los de las empresas japonesas que, quizá, pueden despertar un sentimiento de identidad y responsabilidad colectiva. Según muchos analistas, muchas organizaciones Europeas y norteamericanas son todavía la envidia del mundo en términos de eficiencia. Pero el ritmo del cambio social que estamos experimentando desde las últimas décadas nos previene contra todo tipo de “verdades absolutas” en este terreno. Esta es otra razón para no descartar a priori otras formas o modelos de reorganizar el futuro.