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GÉNERO E INNOVACIÓN TÉCNICA ALTERNATIVA EN CONTEXTOS RURALES AFRICANOS Mercedes Montero Bartolome. Facultad de Ciencias Políticas y Sociología Sociología I. UNED. marilda@poli.uned.es Desde la experiencia empírica en programas de innovación técnica en contextos rurales del África Negra aprendimos la pertinencia de contemplar la perspectiva de género para analizar los cambios sociotécnicos en proyectos de electrificación rural solar. Si entendemos que las innovaciones técnicas se configuran con profundas implicaciones socioculturales, hemos de entender el papel que los roles de género juegan en estos cambios a la vez tecnológicos y sociales, así como las estrategias de transformación y empoderamiento de las mujeres campesinas del sur. Hemos de superar dos escollos fundamentales, en primer lugar los enfoques deterministas de la tecnología, que ven en sus procesos una fe ciega en el progreso, confundiendo artefacto y utilización social de las tecnologías, en segundo lugar la extendida consideración de estas mujeres como sujetos sociales pasivos de sus vidas y de sus comunidades. La tecnología se construye socialmente y las mujeres del Sur poseen elaborados mecanismos transformadores en los roles tradicionales de género y estrategias de empoderamiento en relación al poder y al contrapoder que todo cambio tecnológico conlleva. Pretendemos demostrar la gerencia de las mujeres rurales africanas en relación a los proceso innovadores, sus mecanismos de lucha, que siendo de diferente grado a los de otras mujeres, no por ello son menos eficaces en la búsqueda de una mayor igualdad. Desde los feminismos del llamado mundo occidental se ha argumentado a menudo que en el Continente Oscuro no existen corrientes ni actuaciones feministas. Diferimos radicalmente de esta idea demostrando la gerencia de estos grupos femeninos, sus valores de cambio, sus mecanismos de defensa hacia el mundo patriarcal. Sus estrategias son diferentes a las de otros colectivos femeninos y parten de diferentes marcos simbólicos y culturales, y son, quizás, estas diferencias las que hacen aún más interesante esta indagación. Introducción. Desde la experiencia empírica de siete años, en procesos de innovación socio-técnica en programas de desarrollo participativo comunitario en África Negra, basados en electrificación rural por energías alternativas, comprendimos la necesidad de trabajar desde la perspectiva de género para poder entender los profundos cambios, permanencias y valores en las estructuras de poder y contrapoder puestas en juego en los escenarios de la vida menudo, como cotidiana, en dichas comunidades rurales tipificadas, a tradicionales, pero con complejos mecanismos propios de transformación social. Es en este campo en el que las relaciones de género se nos presentan como asunto germinal para entender estos procesos de cambios y permanencias, analizando de qué tipos de estrategias, empoderamiento y sumisión se valen las mujeres rurales africanas, también a menudo calificadas como meros receptáculos pasivos, para poder enfrenarse a las condiciones de vida a las que la sociedad patriarcal las somete. Teniendo presente que los cambios técnicos se inscriben e insertan, en mecanismos socioculturales de gran calado, siendo las relaciones de género y las estrategias de transformación de dichas relaciones, el foco principal en relación al empoderamiento que el dominio de una tecnología conlleva. Tres amarres fundamentales que debemos quebrar. La invisibilidad de las mujeres signo característico del patriarcado, que ha contaminado desde sus inicios a las ciencias sociales, representando a las mujeres, a menudo, como receptáculos pasivos de sus sociedades, situada fuera del proceso de sociabilidad, adscrita a la naturaleza, en contraposición al hombre como sujeto activo del proyecto civilizador. Si además estas mujeres son de esas sociedades definidas como tradicionales, estas son representadas bajo el prisma del inmovilismo y la sumisión. La consideración de ciertas corrientes feministas. Que nos hacen ver a las mujeres rurales africanas sin gerencia cultural y sin estrategias de cambios sociales ni mecanismos de independencia hacia el control social al que sus relaciones familiares, de parentesco y comunitarias las someten. Es algo aun habitual la consideración de que en África no hay feminismo, obviándose que si bien las mujeres rurales de estas comunidades no conocen esta corriente de pensamiento, que nace en los países denominados “occidentales” no por eso dejan de tener elaboradas estrategias de transformación en sus condiciones cotidianas de vida. El tardío desarrollo de los estudios sobre ciencia y tecnología como asunto sociológico, dichas ciencias han centrando su interés en el análisis androcéntrico de la estructura social, dejando fuera no solo las relaciones de género, sino también los aspectos tecnológicos, considerados a menudo, tan solo, una especie de asiento material, separado del resto de los aspectos socio-culturales. Desde el pensamiento feminista contemporáneo se llegan a nuevos desafíos basados en análisis, conciliadores entre la tecnofobia, todos los males son generados por el desarrollo tecnológicos, y la tecnofilia, la tecnología per se solucionara todos los problemas del mundo contemporáneo, considerando que estos dos enfoques son igualmente deterministas y tecnocráticos. Estos nuevos enfoques son indudablemente más optimistas y retadores, ayudando al desarrollo de lo que conocemos como estudios sociales de la ciencia y la tecnología, proponiéndose un enfoque más reflexivo, prestando atención a lo que cualquier innovación tecnológica refleja, reproduce y legitima en cuanto a valores, practicas, formas culturales y relaciones sociales previas. (Elliot, 1998). Algunas respuestas desde el tecnofeminismo. Los nuevos enfoques que surgen, del acercamiento del pensamiento feminista al estudio de las tecnologías como constructo social, nos han hecho ver con claridad, que un análisis reflexivo, nos hace comprender que los procesos de innovación tecnológica no están determinados por artefactos, si no centrados en las relaciones sociales y la gerencia de los actores sociales implicados en dichos procesos. Este producto híbrido entre feminismo, y la consideración de los fenómenos tecnológicos como constructo social, nos hace concebir a las innovaciones tecnológicas como consecuencia y fuente de las desigualdades en las relaciones de género, e indagar sobre la agencia de las mujeres en la aplicabilidad de tecnologías más apropiadas a un desarrollo más armonioso con los procesos de sostenibilidad ecológica y social de estas comunidades rurales africanas. La renegociación en las relaciones de poder génerico y político, nos hablan de como las revoluciones o renovaciones técnicas no crean nuevos mundos sociales, si no que pueden transformar los términos en los que se producen o reproducen las relaciones sociales, económicas y el mundo de los valores. Otra de las cuestiones a tener en cuenta en este análisis, es como la mayor parte de estudios que se han llevado a cabo desde este nuevo paradigma, parten de una visión etnocéntrica, ya que centran su mirada en los contextos humanos en donde se diseñan las innovaciones, desde principios occidentalistas, obviando lo que acontece en sociedades consideradas como tradicionales, pero en donde también se han puesto en marcha transformaciones sociotécnicas de gran calado. (Wynne, 1995). En esta “economía del conocimiento” (Castells, 1999) todas las relaciones sociales están, parece, siendo transformadas, ignorando u obviándose los ejes de desigualdad en las relaciones de poder y contrapoder de los agentes sociales. El acceso y el control tecnológico se convierte en un mecanismo de identificación del monopolio masculino sobre la innovación, como fuente de poder y control en claves de género y edad (Bell, 1991). En cuanto a la pretendida neutralidad tecnológica hay que tener presente que es en esta relación entre maquina, sociedad y género, en donde se percibe su instrumentalización como mecanismo de dominación sobre la naturaleza y las mujeres, que es parte de ese proyecto ilustrado, propagado por la moderna ciencia de “cosificar” a la naturaleza, de domesticación de la tierra y sus recursos, unido al papel de ordenación y control social de las mujeres como reproductoras del orden domestico, consideradas sus estrategias marginales, sus trabajos reproductivos y sus valores tradicionales. Cuando en África, como en otros contextos, el trabajo se tecnifica, la competencia con las maquinas es considerada en masculino y los trabajos menos tecnificados considerados los más actos para las mujeres, la maquinaria agrícola como la industrial, es diseñada por y para los hombres. Podemos decir que en el ámbito laboral, la tecnología es también patriarcal (Wajcman, 2006). Además la tecnificación del hogar, prácticamente, no ha llegado al ámbito rural africano, en donde los trabajos en la esfera familiar están profundamente segmentados en categorías sociales de género y edad, siendo su naturalización privada. Desprestigiado y fatigoso el trabajo de los jóvenes y las mujeres, percibiéndose el trabajo productivo y el reproductivo como dos categorías falsamente dicotómicas, ya que son principalmente las actividades femeninas las que sustentan y reproducen a las comunidades y sus familias. Estas dos esferas del trabajo deben ser consideradas dos caras de una misma moneda, que en las áreas rurales africanas se superponen y complementan, pero en donde es el padre de familia, o “frente del carre”(1) el verdadero jefe de la explotación familiar y el que controla los beneficios económicos . Si bien el “campo de las mujeres” dona a estas de cierta independencia económica y libertad de movimientos, sobre todo cuando estas ya agotado su periodo fértil, pueden comportarse como “un hombre.” La edad da a la mujer africana un mayor control sobre su vida y una gran independencia del contexto familiar en estas comunidades. (Montero, 2015).Todo lo dicho hasta, ahora pone de manifiesto algo fundamental y es que, las identidades femeninas y masculinas no sólo se transmiten por los procesos de enculturación más primarios, es decir en claves de parentesco, sino también a través de toda y cada una de las relaciones sociales que transitamos y nos transitan (Caratini, 2013). La perspectiva de género en los programas de electrificación rural solar fotovoltaica: Algunos ejemplos etnográficos. En principio, es aceptado que la energía solar es una tecnología que no exige decisiones ni dependencias de alto nivel, por lo que es considerada adecuada a estos contextos rurales, pero con relativa frecuencia estos proyectos terminan produciendo insatisfacción en los usuarios y a menudo no se integra en los usos cotidianos y puede llegar a abandonarse los sistemas fotovoltaicos o se infrautilizan sus aplicaciones. Estos hechos han planteado numerosas cuestiones, recogidas en diferentes autores (Lorenzo, 2001). A menudo se buscan razones culturalistas difícilmente asumibles, argumentándose una incompatibilidad radical entre nuevas tecnologías y contextos sociales alejados de aquellos en los que se desarrollaron y diseñaron, sin embargo, este nuevo determinismo tecnológico está siendo contestado por infinidad de pruebas empíricas. La reflexión de Geertz (Geertz, 1994) a propósito de la cultura islámica es crucial, cuando resalta como la ortodoxia coránica es adaptar a sus fieles al mundo de la ciencia y de la tecnología moderna. La adaptación inicial de la energía solar tiende además a se fácilmente acogida, ya que como mi propio trabajo de campo en África demuestra, la categoría simbólica "Sol" es universalmente reconocida y vinculada a la idea de luz, fuerza, poder y plenitud, lo que repercute positivamente en su comprensión y aceptación (Montero, 2015). Es pues imprescindible un enfoque social de la tecnología, que considere y atienda a un conjunto de aspectos que tienen que ver con la estructura social y los mecanismos de poder genérico y político de la comunidades receptoras como anteriormente se argumentaba. Este enfoque social de la tecnología es ineludible y transversal a todo proceso de innovación, desde el propio diseño y planificación de la mejora, hasta las últimas fases de evaluación de resultados. En primer lugar por su incidencia en la inicial evaluación de necesidades sociales que sirven para diseñar los sistemas. En segundo lugar porque para atender a las necesidades sociales es necesario entender los estándares de consumo en los contextos domésticos, éstos son femeninos y están profundamente feminizados, por lo que a menudo en muchos programas de modernización rural al no tenerse en cuenta esta visión se obvia la importancia de contar con el universo femenino. La tipología familiar, el tipo de matrimonio, los trabajos y horarios domésticos serán fundamentales a la hora de diseñar el sistema. En Senegal, por ejemplo, la iluminación doméstica se realizó inicialmente atendiendo al cabeza de familia, esta no resultó la solución adecuada, ya que en la familia polígama la iluminación de los hogares era una aspecto femenino y todas las esposas deben tener los mismos beneficios (Montero, 1998). El impacto social de este tipo de innovación se incrementa cuando los usos son menos habituales o más desconocidos, porque a menudo son considerados desconocidos por los promotores por no recoger la voz de las mujeres, son diseños hechos por hombres, informados por hombres que desconocen muchas de las prácticas cotidianas de subsistencia que en estas colectividades son asumidas por las mujeres. Así, en África, el molino de grano es a menudo considerado un complemento no necesario para un desarrollo sostenible, siendo, sin embargo, fundamental en la producción alimentaria diaria de los hogares (Montero, 1989). Desde un cierto determinismo se ha generalizado sobre una tendencia a tratar a las mujeres como víctimas pasivas de la tecnología (Majcman, 1991), sin prestar la atención suficiente a la gerencia de éstas en las innovaciones tecnológicas. Como antes comentábamos, estas tecnologías se insertan fundamentalmente en procesos familiares y en actividades ligadas a la gestión de lo doméstico que en sociedades más tradicionales se hallan en manos de las mujeres. Este fenómeno, a veces ignorado, hace que si las divisiones de género no son tenidas en cuenta de forma transversal en todas las fases del programa, la proliferación de efectos imprevistos e indeseados aumente. En uno de los proyectos llevados a cabo en Senegal se instaló un molino mecánico de grano que aliviaba el duro trabajo de la molienda manual. Desde el inicio se contó con las mujeres para el diseño y la puesta en marcha de este servicio, ellas gestionaban el molino agrupadas en una asociación. Durante los primeros meses del proyecto resultó ser este el servicio comunitario mejor gestionado y del que más beneficios económicos se obtenía. Esto motivo que el comité de gestión del proyecto, controlado en su totalidad por hombres, decidiera unilateralmente que el molino debía ser gestionado por ellos. La respuesta de las mujeres fue volver a la molienda manual, negándose a utilizar el molino y amparándose en el derecho consuetudinario, apelaron a ser oídas en asamblea comunitaria. Un primer análisis de este hecho nos puede hacer pensar en la resistencia de las mujeres a la innovación técnica, pero una lectura más atenta, nos hace reflexionar sobre los mecanismos de resistencia pasiva y como esta estrategia y la apelación al derecho tradicional son mecanismos de cambio social de las mujeres. Sólo cuando el molino y su gestión retomó a las mujeres ellas regresaron a esta tarea mecanizada que siempre habían controlado y aliviaba su trabajo diario, asumiendo que debían pagar al comité de gestión de la planta solar una suma de dinero por la energía consumida. Con los fondos sobrantes ellas decidieron poner en marcha el pequeño dispensario sanitario. Sostenibilidad Social versus Sostenibilidad Ecológica Incluso tratándose de una idea aún establecida, las sostenibilidad ecológica no se produce automáticamente por la aplicación de una energía renovable, aún cuando éstas estén definidas por buena salud ambiental. Si queremos un desarrollo sostenible debemos tener en cuenta también los mecanismos sociales, el poder que genera el poder de una tecnología, la flexibilidad de sus uso, su idoneidad en la estructura social, etc. Por lo tanto, una tecnología determinada no potencia modelos sostenibles per se, si no es adecuada a un contexto social determinado que, es obvio, encuentra agentes sociales implicados. Asimismo es aquí en donde debemos reflexionar sobre las divisiones jerárquicas entre hombres y mujeres, y cómo éstas se plasman en las diferentes formas en las que las mujeres viven y experimentan la tecnociencia dependiendo de su emplazamiento. Poniéndose también en cuestión el modelo occidental que privilegia las preocupaciones y experiencias de las mujeres "blancas occidentales". En este sentido, además, si la "sociedad del riesgo" (Beck, 2002) que nació en Europa supo aglutinar la creciente preocupación popular sobre los efectos de la tecnociencia en los procesos sociales y medioambientales; el concepto de incertidumbre, cada vez más transfronterizo, ya transita entre el norte y el sur, tomando diferentes rostros, peros sosteniendo que es preciso, no solamente cambiar el modelo tecnológico, sino también recoger estas nuevas solidaridades que están gestando nuevos movimiento sociales de contestación, en donde las mujeres están teniendo una imaginativa presencia. A modo de conclusión Desde finales del siglo XX el pluralismo de perspectivas y enfoques en ciencias sociales han abierto la puerta a la esperanza de poder comprender mejor las transformaciones socioculturales y el papel que desde lo local ejercen diferentes agentes sociales. En un mundo globalizado, permanece la diversidad de respuestas al neoliberalismo y las voces de las mujeres rurales de África deben también ser escuchadas. En estos contextos es imprescindible hablar de cambio sociocultural en los procesos de innovación técnica. Además estas diversidades están íntimamente relacionadas con la complejidad de los variados procesos de sociabilidad en los mecanismos de género. En las investigaciones realizadas en estos contextos rurales practicamos una mirada holística, basada en la convivencia con nuestras anfitrionas, sólo así hemos podido comprender las redes de relaciones sociales que establecen y ponen en práctica estas mujeres y sus nuevos habitus, símbolos y mecanismos de sumisión, poder y contrapoder esparcidos por todas y cada una de sus instituciones sociales. La electrificación rural solar se inscribe en la estructura social, en los mecanismos de poder comunitario tanto en lo político como en clave de parentesco y género, y cómo no, en el universo credencial que configura valores de cambio o de permanencia. Es necesario entender que el trabajo femenino es una actividad a la vez productiva y reproductiva y que el papel de las mujeres africanas como agentes comerciales de los excedentes agrarios, pesqueros o ganaderos privilegian su papel de sostén de la familia y la comunidad. En resumidas cuentas, la tecnología no está conformada por artefactos, como hemos venido diciendo, sino por valores, trabajos y complejos mecanismos de aplicabilidad social, siendo el conocimiento de estas relaciones difusas y problemáticas un nuevo reto para las ciencias sociales. En nuestras investigaciones hemos percibido con claridad que si tenemos en cuenta la gerencia de las mujeres del Sur, la resistencia al cambio tecnológico se disuelve, conformándose en cambio sociocultural. Bibliografía Bell, D (1991) El advenimiento de la sociedad posindustrial. Madrid. Alianza Editorial. Beck, U (2002) La sociedad del riesgo global. Madrid. Siglo XXI. Caratini, S (2013) Lo que no dice la Antropología. Madrid. Ediciones de Oriente y el Mediterráneo. Castells, M (1999) La Era de la información. Vol I, II, III. Madrid. Alianza Editorial. Elliot, D.R. (1998) El control popular de la tecnología. Barcelona. Edición Gustavo Gili. Geertz, C (1994) Observando el Islam. Barcelona. Editorial Paidós. 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