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"Ponencia Preparada para presentar en el V Congreso Iberoamericano sobre Desarrollo y Ambiente de REDIBEC 2011, Santa Fe, Argentina, del 12 al 14 de septiembre de 2011" ¿Nos importan las cuestiones sociales? El contexto social en los Programas de Manejo de las reservas de la biosfera en México. Fernanda Figueroa Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades Universidad Nacional Autónoma de México ferdidi@hotmail.com Leticia Durand Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades Universidad Nacional Autónoma de México leticiad@servidor.unam.mx Introducción En México, las reservas de la biosfera constituyen la categoría de área natural protegida más eficaz de para contener el cambio de uso de suelo. De acuerdo a los datos de un estudio reciente (Figueroa y Sánchez Cordero, 2008), más del 60% de las reservas de la biosfera analizadas son eficientes para prevenir, en su interior, la pérdida de vegetación original. Esta información nos habla del éxito ecológico de las reservas de la biosfera pero, en términos sociales, estas áreas continúan siendo espacios de tensión y conflictos alrededor del acceso y uso de los recursos naturales, en los que se confrontan diversas visiones sobre la naturaleza y la conservación. Las reservas muestran dificultades para incorporar las preocupaciones de la población local y para que la conservación se de a la par de las oportunidades para avanzar el desarrollo local. (p. ej.; Young, 1999; Haenn, 1999; 2000; 2002; Gerritsen et al., 2003; Trench, 2008; Tucker, 2004; Fraga, 2006; Paré y Fuentes, 2007; García-Frapolli et al., 2009). Desde nuestro punto de vista, el tenue desempeño social de las reservas de la biosfera en México tiene que ver con la preponderancia, de una visión pragmática de la conservación y de los problemas ambientales, construida desde disciplinas como la biología y la ecología, que tiende a obviar el carácter histórico, social y cultural de las ANP, y a transformarlas en agregados de flora y fauna. Para ejemplificar esta situación, en esta ponencia revisamos los documentos rectores de las reservas de la biosfera en México, esto es, los planes de conservación y manejo, y analizamos la forma en que estos instrumentos comprenden e integran a la conservación el contexto social de las reservas. Métodos Revisamos y analizamos los planes de conservación y manejo de 10 reservas de la biosfera: Calakmul (Campeche), El Vizcaíno (Baja California Norte), Los Tuxtlas 1 (Veracruz), Mariposa Monarca (Michoacán), Montes Azules (Chiapas), Ría Celestún (Yucantán), Ría Lagartos (Yucatán), Sierra de Huautla (Morelos), Sierra de Manantlán (Jalisco) y Sierra Gorda (Querétaro)1. En esta selección , buscamos que las reservas estuvieran distribuidas a lo largo de todo el territorio nacional y que hubiera variación en las fechas de publicación de los planes de manejo, de manera que elegimos publicads hace más de una década y también recientes. Si incluyeron, además reservas particularmente conflictivas en términos sociales, así como algunas que han mostrado ser coherentes con la dinámica social de la región; también buscamos que hubiera variación en el grado de interacción de las reservas con universidades y centros de investigación, pues esta interacción es central en la definición y el funcionamiento de las reservas de la biosfera. En el análisis pusimos particular atención en la manera en la que se concibe “lo social” y a la población local y su interacción con su medio en cada una de las secciones que constituyen los planes de manejo. Resultados El programa de manejo de un área protegida (AP) se define como el instrumento rector de planeación y regulación que establece las actividades, acciones y lineamientos básicos para el manejo y la administración de las áreas. Son un requisito legal para que el área pueda iniciar formalmente sus labores y contar con personal asignado. La publicación sistemática de planes de manejo inició en 1995. Con esta medida se buscaba que las AP contaran con instrumentos de gestión para lograr sus objetivos, ya que la mayoría de ellas existían tan sólo en el decreto. Las primeras reservas en contar con planes de manejo fueron Alto Golfo y El Pinacate en el norte del país. Durante la siguiente década, la publicación de planes de manejo fue constante, con un promedio de 4.6 planes publicados por año. Para el año 2010, existían en México 41 reservas de la biosfera, de las cuales 22 (53%) contaban con programas de manejo publicados. El resto está en vías de ser publicado, proceso que toma, en promedio, ocho años a partir del decreto de la reserva. El análisis de los programas de manejo y/o conservación resulta sumamente interesante, en la medida en que resumen de manera clara la concepción de la conservación que prevalece en un AP, así como la forma en que ésta se traduce en la planeación de estrategias y acciones concretas. En general los planes de manejo constan de las siguientes secciones: descripción de la reserva; justificación de la reserva; objetivos; componentes de manejo y bibliografía. A continuación describimos el tratamiento de la temática social en cada uno de ellos. a) La descripción de la reserva Las reservas son básicamente descritas en relación a sus atributos físicos y biológicos/ecológicos, pero en todos los planes de manejo se incluyen breves 1 Los planes de manejo revisados se encuentran disponibles para consulta en línea en la página web: www.conanp.gob.mx 2 descripciones sobre la población y su historia. La sección de historia generalmente resalta los nexos de los habitantes actuales con poblaciones indígenas o prehispánicas y comúnmente se describe el patrimonio arqueológico de la zona. La población actual es descrita a partir de datos demográficos básicos: el tamaño poblacional, y su crecimiento y distribución. También se ofrecen datos sobre las actividades productivas predominantes (valor de la producción, población económicamente activa involucrada), la infraestructura y los servicios con los que cuenta la población, así como los datos básicos de tenencia de la tierra (superficie por tipo de tenencia). En ciertos casos los procesos históricos/sociales son tomados en cuenta para explicar el deterioro de los recursos. Se habla, por ejemplo, de los procesos de colonización tropical como antecedente a la deforestación en Calakmul, Montes Azules o Los Tuxltas y se consdieran las condiciones históricas de marginación y las concesiones privadas de los bosques en el caso de Mariposa Monarca. No obstante, salvo estas excepciones, en la mayoría de los casos no hay mención a problemas sociopolíticos como el alzamiento zapatista en Montes Azules o la migración internacional en Sierra de Huautla. En resumen, la descripción de las reservas desde el punto de vista social es bastante pobre, no analiza los procesos sociales que ocurren en ellas y se centra en datos estadísticos generados por las instituciones oficiales, principalmente por el Instituto de Estadística, Geografía e Informática (INEGI). Es importante indicar que los términos de referencia para la elaboración de los planes de manejo plantean, como requisito, la inclusión de la información estadística básica, pero no limitan la incorporación de análisis más completos. Sin embargo, pocas veces se narran los procesos sociales, históricos, económicos que llevan a la población a su condición actual, esto es, se observa al deterioro como desvinculado de los contextos e historia social, política y económica. No hay una concepción de dinámica social, sino sólo indicadores. Tampoco se aprecia la existencia de diversos actores sociales con posturas e intereses distintos, pues la población es caracterizada en términos demográficos y económicos como unidades homogéneas. Una excepción son los planes de manejo de Mariposa Monarca y Sierra de Manantlán, en los que se brinda un análisis más detallado de los procesos socioeconómicos y políticos, y se les considera como factores de los procesos de deterioro y de la situación social de la población. Esto es, ofrecen un análisis a profundidad de los procesos socioambientales. b) La justificación de la reserva En la mayoría de los planes de manejo, la justificación para la creación de reservas de la biosfera se centra en su relevancia en términos de biodiversidad y servicios ambientales. En los aspectos sociales destacan con frecuencia, sobre todo en áreas con población indígena, la necesidad de preservar acervos de conocimientos y prácticas tradicionales acordes con la conservación y el uso sustentable de los recursos naturales. En el programa de manejo de la Reserva de la Biosfera Sierra Gorda, por ejemplo, lo social en la sección de justificación se reduce a la provisión de servicios ecosistémicos, al valor comercial de sus recursos y a la relevancia de la “actitud conservacionista” de la población serrana. 3 Muchas reservas se conciben como regiones importantes para la permanencia de población indígena (Los Tuxltas, Montes Azules). La existencia de sitios arqueológicos justifica, desde el punto de vista cultural, la creación de las áras protegidas y, en algunos casos, se menciona además la relevancia de la zona para la investigación científica (Calakmul, El Vizcaíno). Cabe mencionar, que sólo en los casos de Mariposa Monarca y Sierra de Manatlán se habla de la conservación como un catalizador del desarrollo y se piensa que no puede haber conservación si no hay desarrollo para la población local. En el caso de Sierra de Manantlán, un punto importante para justificar su creación, es la necesidad de hacer coincidir el proyecto de conservación con el interés local de dar visibilidad a demandas la solución a problemas de tenencia de la tierra y de administración de recursos. En general, la justificación de la reservas es básicamente biológica y ecológica, no hay un nexo entre conservación y desarrollo, ni entre conservación y las prioridades locales. Del mismo modo, la conservación no se concibe como herramienta para incrementar el bienestar. c) La problemática de la reserva (Diagnóstico) En general se asume que el deterioro ambiental es producto de prácticas productivas inadecuadas, como la agricultura de roza-tumba y quema, o la ganadería extensiva, la caza ilegal o la minería. En ocasiones se argumenta que las poblaciones locales no tienen los conocimientos necesarios para adoptar prácticas productivas más adecuadas, no conocen la normatividad ambiental o asignan poco valor a los recursos. Otros elementos que los planes de manejo incluyen en la problemática de las reservas son la pérdida de conocimiento tradicional, la indefinición en la tenencia de la tierra o la falta de coordinación entre dependencias. Casi por regla general, se plantean los procesos de deterioro como desvinculados de los contextos socioeconómicos más amplios que afectan a la población local. A pesar de que se ha documentado ampliamente que los procesos de deterioro obedecen a fuerzas sociales y económicas que actúan a distintas escalas espaciales y temporales (ej. Geist y Lambin, 2002; Carr et al., 2005), se interpretan los procesos de deterioro como si las reservas estuviesen aisladas socioeconómica y políticamente de cualquier contexto más amplio. Sólo en los casos de Mariposa Monarca y Sierra de Manantlán, problemas como incendios forestales, deforestación, contaminación, uso ilegal de fauna, entre otros, son interpretados como producto de la configuración de los sistemas sociales y se menciona que es ahí donde están las causas y la posibilidad de resolverlos. En síntesis, en el diagnóstico de la problemáticas de las reservas destacan los procesos de uso de recursos que no se consideran sustentables o acordes con la conservación, pero no se establece el nexo entre esos problemas y contexto social que los produce. Nuevamente, los problemas ambientales son vistos como hechos y no como resultado de dinámicas sociales, de manera que no es posible saber cuáles son las fuentes de origen o los procesos que explican el surgimiento y preponderancia de las prácticas inadecuadas. d) Los objetivos de la reserva 4 Los planes de manejo presentan de 3 a 12 objetivos. Algunos de ellos hacen referencia explícita o pretenden atacar parte de la problemática social de las reservas. En general los objetivos que tiene que ver directamente con las comunidades y sus habitantes solamente se plantean orientar el uso de los recursos naturales hacia prácticas más benignas, a través de la implementación de “proyectos de desarrollo sustentable”, “proyectos alternativos compatibles con la conservación” o “alternativas de manejo”. También se consideran como objetivos la capacitación productiva de los habitantes, promover procesos de organización entre los pobladores (Mariposa Monarca, Montes Azules, Sierra de Manantlán), generar nuevos valores y sensibilidades acordes con la conservación, mejorar los servicios y resolver problemas de tenencia de tierra. En este sentido, hay que resaltar que el plan de manejo de Sierra de Manantlán propone un proceso de aprendizaje conjunto, donde no sólo la población local debe ser instruida, sino también funcionarios, técnicos y científicos deben reconocer el valor de otros tipos de conocimientos y nuevas valoraciones de lo ambiental. Por su parte el plan de manejo de Mariposa Monarca vincula en casi todos los objetivos cuestiones que tienen que ver con el desarrollo de la población local y reconoce como un objetivo “contribuir al desarrollo de las capacidades de gestión y toma de decisiones de la población local”. Puede decirse que, en términos de dinámica social, la intención central de la mayor parte de los planes de manejo es modificar las prácticas dominantes de uso de los recursos hacia formas que se consideran más adecuadas, a través de la implementación de proyectos productivos “sustentables”, desde el punto de vista de las autoridades, que permitan conservar y, al mismo tiempo, elevar la calidad de vida de los pobladores, suponiendo tal vez ingenuamente, que todos los actores obtienen beneficios de la conservación y de este tipo de proyectos. El apoyo a iniciativas locales/indígenas se presenta sólo en el plan de la reserva Sierra de Manantlán. e) Los componentes de manejo Los componentes de manejo incluyen las estrategias y acciones diseñadas para cumplir con los objetivos de las AP, generalmente algunos de ellos atañen directamente a la interacción con las comunidades. Acciones y estrategias que destacan en este sentido son: fomentar la valoración de los ecosistemas y la conservación, mediante la difusión y la educación ambiental, fomentar el ecoturismo como una alternativa de ingreso, desarrollar proyectos alternativos de producción y capacitar a la población en nuevas técnicas, diversificación productiva, ordenamientos productivos y ecológicos, promover la participación organizada y autogestiva en los ordenamientos productivos, facilitar el rescate del conocimiento tradicional, lograr la apropiación de los proyectos por la población local. En muchos de estos documentos, la imagen que impera sobre la población local es la de unidades homogéneas, comunidades pasivas y receptoras de proyectos, capacitación, educación, etc. En varios planes de manejo se les trata como “usuarios” de los recursos “de la reserva” (Ría Lagartos, Sierra Gorda) y 5 destaca la educación ambiental como un componente central. En el caso de Sierra Gorda, ésta se plantea como medio para “crear una sociedad formada en valores más reales que respete su entorno ambiental, sus raíces tradicionales y mejore su calidad de vida”. Lo anterior contrasta, por ejemplo, con la imagen de la población local del plan de Mariposa Monarca, que considera a los habitantes locales como dueños legítimos y poseedores de los recursos. Por otra parte, las acciones y estrategias que se derivan de los objetivos de manejo (que a su vez obedecen al diagnostico) son muy generales, pues no se especifica el tipo de proyectos que se realizarán, en qué comunidades, con qué tipo de beneficios, o qué enfoque de educación ambiental, a quién se educará, o sobre qué temas. Más aún, no se parte, en el diagnóstico, de una evaluación formal del efecto que tiene cada una de las actividades económicas que realiza la población local sobre la estructura y funcionamiento de los ecosistemas, lo que debería ser fundamental para formular alternativas y acciones. En el plan de manejo de Sierra de Manantlán, el componente de desarrollo comunitario se considera central y busca promover la gestión de las comunidades sobre sus recursos. Por su parte, el plan de Mariposa Monarca plantea la mayor parte de los componentes de manejo en función de un diagnóstico bastante completo sobre los problemas socioambientales en cada una de las regiones, reconoce actores distintos y problemas asociados a la gestión. Así, estos componentes están, en su mayoría, ligados a modificar las condiciones socioeconómicas que han llevado a la población y a los ecosistemas a su situación actual. Además, a diferencia de otros planes, en éste se subraya la heterogeneidad cultural, por lo que las soluciones deben ser diseñadas junto con las comunidades para ser adecuadas a cada contexto. Se reconoce, a su vez, la capacidad de agencia de las comunidades fundada en su arraigo y conocimiento del territorio, así como la importancia de las instituciones locales de regulación del uso de los recursos naturales. El contraste es, por ejemplo, el plan de manejo de Sierra de Huautla, en el que se asume que la población local debe negociar el uso de recursos con los académicos y los funcionarios de gobierno que están a cargo y son responsables de la reserva. Más aún, en muchos de los documentos analizados, la redacción de las estrategias y acciones pareciera sugerir que la población local no es el actor central de los cambios productivos que se pretenden, pues se plantean como acciones totalmente unilaterales. f) La bibliografía El número de trabajos que soporta los planes de manejo es sumamente variable. Hay planes mejor documentados con poco más de 250 citas mientras que otros tienen sólo 30. Los trabajos de corte biológico/taxonómico son siempre más abundantes, seguidos por los documentos oficiales y finalmente los ligados a las ciencias sociales. Esto significa que los planes de manejo no utilizan información de primera mano producida en centros de investigación, sino que reciclan la información ya generada por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales y sus dependencias; entre la información institucional, la generada por el INEGI parece central. En cuanto a los trabajos de ciencias sociales, la mayoría 6 aborda aspectos históricos y antropológicos del área en cuestión. Los temas de los trabajos recientes sobre AP y aspectos sociales, sobre todo aquéllos que analizan la relación entre actores sociales, las relaciones de poder, los factores socioeconómicos ligados al deterioro y las consecuencias sociales de la conservación, no figuran en estos planes de manejo. Discusión y conclusiones En esta revisión encontramos una pobre inclusión de las cuestiones sociales en los planes de manejo y conservación de las reservas de la biosfera mexicanas que, sin lugar a dudas, tiene implicaciones importantes para la viabilidad de las reservas, tanto desde el punto de vista social como ambiental. Los diagnósticos basados únicamente en datos estadísticos oficiales dan lugar a una interpretación incompleta de la realidad social, lo que influye en la relación que se establece entre la reserva y la población local, y en la magnitud de las consecuencias sociales derivadas de la conservación. Es necesario ponderar lo anterior tomando en consideración que las reservas de la biosfera buscan transformar la relación entre las comunidades locales y sus entornos. A lo largo del análisis de los textos, la población local es vista como responsable de los procesos de deterioro, pasiva y receptora de educación, capacitación y proyectos, y aislada de contextos más amplios y fuerzas que operan a escalas mayores, y sin historia. A las comunidades se les observa como unidades homogéneas e inertes, no se identifica a los actores, sus posturas, intereses y necesidades; esto es, no se registra la influencia del contexto socioeconómico más amplio en los procesos de deterioro, ni la heterogeneidad social, ni los conflictos o las consecuencias sociales de la conservación, aún cuando parte de esta información se encuentra ya publicada y han sido analizada por diversos autores (Young, 1999; Haenn, 1999; 2000; 2002; Gerritsen et al., 2003; Trench, 2008; Tucker, 2004; Fraga, 2006; Paré y Fuentes, 2007; GarcíaFrapolli et al., 2009). Los datos que presentamos sugieren la necesidad de transformar los planes de manejo y conservación en documentos más complejos y elaborados que aporten información relevante, no sólo para justificar la creación de la reserva sino, además, para su manejo. Entre éstos sería importante considerar la evaluación ambiental y económica de las prácticas de manejo local, la influencia de los contextos socioeconómicos más amplios en los procesos de deterioro y en el empobrecimiento de la población, la distribución de costos y beneficios derivados de la conservación y del deterioro, las distintas visiones e intereses de los actores sociales involucrados en las reservas, así como el papel de las instituciones locales y la organización social en los sistemas de gobernanza de los recursos naturales, entre otros. Referencias Carr, D. L., L. Suter y A. Barbieri. 2005. Population dynamics and tropical deforestation: state of the debate and conceptual challenges. Population and Environment, 27:89-113. 7 Figueroa, F. y V. Sánchez-Cordero. 2008. Effectiveness of natural protected areas to prevent land use and land cover change in Mexico. Biodiversity Conservation, 17:3223-3240. Fraga, J. 2006. 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