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P O R L A U R A I S A B E L R O S A L E S C A N O , T A L L E R D E MÚ S I C A C O L O MB I A N A , E N F O Q UE S O C I O L Ó G I C O. OCTUBRE DE 2012- Cultura, tradición y Bambuco La problemática parte de qué se entiende por cultura Colombiana, partiendo por el término de cultura, teniendo en cuenta que la palabra en cuestión, cuenta con más de 160 definiciones. Ya en el siglo XIX, numerosos intelectuales habían llegado a la conclusión de que la pluralidad de la definición de cultura, era un rechazo a ser una sola sociedad global, sin diferenciaciones culturales, económicas, sociales, etc. Sin embargo, todas esas ideas no han sido suficientes para encontrar la manera de conservar, estudiar, valorar, lo que es propio, autóctono, puro de cada sociedad, sin dejar tampoco de proponer arte a partir de lo que Nuestra sociedad, desde la brecha de la conquista, ha estado condicionada por factores externos a la “naturaleza” de las formas de vida nativas americanas. Sin embargo, y viendo la problemática sin tanto recelo, podrá darse por entendido que la conquista, sin olvidar todas sus repercusiones, produjo precisamente nuestra verdadera sociedad: La sociedad mestiza. Los Colombianos no somos ni menos Africanos, ni menos Españoles, ni menos indígenas, aunque el producto de ese mestizaje no estuvo igualmente equiparado en los aspectos culturales, económicos, sociales que desde la época de la colonia definirían notablemente nuestro porvenir como naciónestado. La tradición Europea, sus cánones culturales, religiosos, etc., fueron impuestos por la esclavitud en el imaginario de las gentes. Las ideas de la clase dominante Europea, fueron y son aceptadas colectivamente en la sociedad Colombiana. somos hoy en día. EL BAMBUCO ACERCA DE GERMÁN PATIÑO: Germán Patiño Ossa nació en Cali el 25 de Julio de 1948. A la edad de 8 años se fue con su familia a vivir a Río de Janeiro donde inició sus estudios de Primaria en el Colegio Mello & Souza y luego regresó a Cali a terminarlos en el Colegio Alemán. En 1960 se trasladó a Cartagena para realizar estudios secundarios y universitarios en la Escuela Naval "Almirante Padilla". Llegó a Bogotá para estudiar Antropología en la Universidad de los Andes de donde se retiró en 1972. Posteriormente regresa a Cali y se vincula a la Corporación Autónoma de Occidente como profesor en el programa de Ingeniería Mecánica y en la Facultad de Comunicaciones. Paralelo a las labores de docencia, en 1990 se vincula con la Alcaldía de Santiago de Cali como Asesor del Alcalde Germán Villegas a quien acompañó también en el período de gobernación: 1995-1997. En 1998 trabaja como Secretario de Cultura y en el año 2001 es nombrado Gerente del Canal Telepacífico dónde permanece por tres años hasta que se vincula a la Universidad del Valle como asesor de la rectoría. Son muy variadas las versiones en cuanto a su origen, siendo quizás la más generalizada la de su origen africano, sostenida inicialmente por el escritor Jorge Isaacs en su libro "La María" y luego compartida por un importante número de investigadores, folclorólogos e historiadores sobre la música Colombiana. Tal versión dice que el nombre de "bambuco" fué tomado de la palabra "bambuk", nombre de un río de la región occidental africana, donde se bailaba un ritmo similar, pero de ninguna manera coincidente con el baile del bambuco colombiano. El bambuco autóctono, el bambuco tradicional colombiano es una especie casi extinta. Este género musical, originado en la Nueva Granada. Como sucedió con la música tradicional colombiana -con la notable excepción de los Llanos Orientales- no estuvo asociado a instrumentos de cuerda, sino que su timbre característico se lo otorgó la combinación de instrumentos de viento, tambores y voces. El bambuco era música de plaza, de fiesta callejera o de recintos amplios- como menciona Germán Patiño en su artículo: “Vicisitudes del bambuco”: “Incluso se lo utilizó en bandas militares para acompañar a las huestes guerreras. No tenía un carácter intimista y estaba asociado a las actividades del pueblo que lo produjo. En su formación y desarrollo nada tuvieron que ver las élites neogranadinas, en principio, o las élites colombianas, después. "Tesoro de pobres es”, dijo de él Rafael Pombo, “y ay, nadie se los quita”. PÁGINA 2 El término folklore, tan de moda desde comienzos del siglo XVIII, es entendido diferentemente según los autores, las épocas, las tendencias, y que en Colombia ha tenido muchas dificultades para encontrar su objeto de estudio, y su especificidad como ciencia. El folclorista no tiene malas pretensiones, porque su intención innata reside en la conservación de los rasgos populares autóctonos. Pero el problema se deriva como señala Miñana, en lo cuidadoso con que deben de tratarse estas cuestiones, especialmente porque el folklorista ha caído en la “cosificación” y la “objetualización” de la cultura popular en el festival, en el libro, en el recinto. Ahora la identidad ya no está en “la cumbia”, si no en “esa cumbia” que cumple con todos los parámetros fijados como propios y puros. En el caso de Colombia, como menciona nuevamente Miñana: …” Estas concepciones han tomado tal fuerza que el mismo concepto de folklore es “intocable”. Cuestionar, interrogar el concepto de folklore y las elaboraciones que de la cultura tradicional han hecho los folkloristas bajo ese mismo nombre, es herir la sensibilidad popular, es negar la identidad, las raíces, los valores “propios” de la cultura Colombiana, es ser un apátrida que- en determinados contextosmerece ser linchado, o al menos excluido.”1 “Hoy es casi imposible escucharlo. Para ello será necesario viajar a las cabeceras del río Napi, en el sur del departamento del Cauca, con ocasión de las fiestas patronales en los poblados de Calle Larga y San Agustín. Allí se podrá contemplar a la "Chirimía del río Napi", una agrupación que parece salida de las páginas de la novela "María", integrada por flautas hechas con tubos de PVC, tambores de uno y dos parches, idiófonos tipo maraca, triángulo de hierro y voces. Tocan el bambuco autóctono, el torbellino, el bunde, la rumba criolla y otras variantes de la música tradicional colombiana. También debe viajarse al Chocó, para escuchar las chirimías del delta del San Juan, en Nóvita, Itsmina y Condoto, integradas por uno o dos clarinetes, bombardino, redoblante y tambora, platillos y, en ocasiones, voces. Tocarán pasillos, aguabajos, abozaos, polkas, mazurkas, contradanzas y otros géneros tradicionales. También en los pueblos de indios de los altiplanos caucano y nariñense, se oirán chirimías con quenas, zampoñas, charango, tambores de dos parches, idiófonos y voces. Tocarán "La Guaneña" y otros bambucos fiesteros. Y, si todavía existe la chirimía de Girardota, allí será uno de los pocos sitios del país que no quede en la región del antiguo Gran Cauca -Chocó, Valle del Cauca, Cauca y Nariño-, donde puedan escucharse las notas del bambuco tradicional y otros géneros a él asociados”- afirma Patiño. La verdad es que la música tradicional nada sabe de cánones y en ello estriba, precisamente, su riqueza y perfección. Bela Bártok, en sus Escritos sobre música popular, lo resumió diciendo que ¨la música campesina en sentido estricto no es, en el fondo, otra cosa que el producto de una elaboración cumplida por un instinto que actúa inconscientemente en los individuos no influidos por la cultura ciudadana. Por ello estas melodías alcanzan la más alta perfección artística, porque son verdaderos ejemplos de la posibilidad de expresar una idea musical con la mayor perfección, en la forma más sintética y por los medios más modernos ¨ -(aquí moderno se refiere a la libertad en la combinación de elementos musicales)-. Durante el siglo XIX, menciona Patiño, “el bambuco sufrió dos variaciones importantes, que a veces se nos presentan como similares, pero que se diferenciaban en un aspecto central: mientras la una continuaba siendo música tradicional, la otra se realizó con el propósito de trascender a la sala de concierto adoptando patrones europeos modernos”. La primera se la debemos a músicos campesinos del altiplano Cundiboyacense y del Valle del Patía, y la segunda a diversas personalidades entre las que se destacan Manuel M. Párraga y Pedro Morales Pino. En ambos casos se trató de la sustitución de los instrumentos de viento por instrumentos de cuerda, aunque la versión tradicional continuó, durante buen tiempo en la región andina, haciendo uso de tambores e idiófonos. En el Valle del Patía este bambuco subsiste hoy combinando cuerdas con percusión. Se asemejaban, también, en la importancia que se le dio al tiple en la sección de cuerdas, aunque en el Patía el violín se sumó con relevancia. Pero en la región andina la forma tradicional del bambuco de cuerdas se vio avasallada por la acogida y la difusión que la élite criolla le otorgó al bambuco no tradicional, escrito, transmitido académicamente y pensado para la sala de concierto. Aún así, el espíritu tradicional subsistió durante el siglo XX en cierto tipo de dúos que, aunque ya muy alejados del bambuco autóctono, estaban más cerca de la vida popular que de los salones aristocráticos.”. PÁGINA 3 El bambuco no tradicional de Párraga, Morales Pino y Añez fue la respuesta estética de las clases altas colombianas en materia de música nacional. Como sucedió en los diferentes campos artísticos se quiso presentar al mundo cultural una cara europea, negando la tradición y, en especial, los aportes pluriétnicos que le son propios. Por eso se eliminaron los vientos, que sonaban demasiado a fanfarria medioeval española, los tambores, desde luego, pues según cita Carlos Miñana: "No está bien el ruido de la tambora en un salón" y, sobre todo, el canto responsorial que revelaba las raíces de africanía del bambuco. Los rostros del negro y del indio no debían ser visibles. Así fue, además, en todos los campos. Un agudo observador de la vida republicana en la década de 1850, el norteamericano Isaac Holton, lo notó incluso en el vestuario”. En realidad la variante semi-culta del bambuco es relativamente tardía. Se configuró a finales del siglo XIX y tuvo a su favor el ya mencionado apoyo de las clases altas con su gusto de máscara francesa -o italiana en el caso de la músicay, además, una circunstancia decisiva: el surgimiento de los medios de reproducción fonográficos, lo que le permitió una difusión sin precedentes. A ello debe sumársele una labor intelectual, realizada por personajes interesados en mitificar los aportes de las élites colombianas del siglo XIX, la mayoría de ellos miembros de las diversas Academias, dedicados a una especie de historia oficial cuyo propósito pareciera ser el de negar las raíces mestizas y populares de nuestra nacionalidad. Así, por razones ideológicas, se le otorgó al bambuco andino no tradicional el status de música nacional e incluso, quien lo creyera, se "probó" que este era el bambuco autóctono que el pueblo había creado, además alrededor del tiple, desde ¡comienzos del siglo XVII- afirma Patiño. Desde la conquista, la clase dominante “Española” y sus sucesores: los “criollos” aseguraron la conservación y el estatus de la música Europea como único sistema musical de estas tierras, esto, a pesar de que aún después de la conquista, persistían muchas formas populares, Que si bien-influenciadas o no- de características extranjeras-hacen parte de lo propio, porque somos mestizaje, y de las cuales sin embargo, no se tiene ni la documentación ni la reproducción sonora semejante a la que tenemos de la música y de la historia del arte Europeo, la cual es igualmente importante conservar y proyectar. No se trata de valorar calidades musicales. Aunque sean músicas que expresan valores diferentes, existen bambucos no tradicionales tan bellos como los que hay en la música autóctona. De lo que se trata es de comprender el proceso que ha llevado a conformar un complejo de cultura musical colombiana alrededor del bambuco. Para que una o varias identidades culturales generen desarrollo territorial, es necesaria una voluntad colectiva, empresarial, asociativa, política, comunal, etc., un reconocimiento del pasado, de la historia, un reconocimiento del presente, y una búsqueda intelectual por la conservación de lo que ya se tuvo, y de su evolución, porque el patrimonio cultural es la historia entre la memoria individual y la colectiva, es parte de la trasmisión de lo que sucedido en el territorio. Es como menciona De Romilly, 1998:45: “Nadie puede vivir sin recordar y nadie puede vivir tampoco sin los recuerdos de la historia. La historia está allí, orientando nuestros juicios a cada instante, formando nuestra identidad, determinando la fuente y toma de conciencia de nuestros valores” –Así como la proyección de nuestro arte en todos sus caminos.