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Julio de 2010 Julio de 2010 Bonsái el nuevo libro de Federico Ivanier Borja, el protagonista de esta novela, deberá cuidar un bonsái que le regaló Esther, su profesora de Matemática, una mujer muy extraña que oculta unos cuantos secretos. Ese pequeño árbol tiene características especiales. Borja observa sus movimientos, que son muy lentos y prudentes. Estira sus tallos, el pequeño tronco se tuerce y las raíces se desplazan. Es un bonsái muy especial que necesita de la especie humana para subsistir. En Bonsái, Ivanier logra recrear climas perfectos de suspenso, intriga, miedo y hasta desesperación. Sin embargo, como en muchos de sus libros, el humor, la amistad y el amor, tienen un lugar muy importante. Frases de Bonsái “El sábado llegó y llegó con él La Hora De La Esclavitud. ¿Qué querrá ésta que haga en su casa?, pensó Borja. ¿Cambiar de lugar los esqueletos de sus maridos muertos?”. “Borja fue hasta el jardín y agarró el bonsái. Estaba algo más pesado que de costumbre, sus hojas parecían más grandes y gruesas. Parecía un cachorro de tiranosaurio. Las hojas, del mismo modo que un girasol frente a la luz, se volvieron hacia él. Por un segundo, las pequeñas ramitas, los brotes y pimpollos, ese laberinto retorcido y tridimensional de color verde, le dio una impresión de belleza. De una belleza rara”. “Se levantó. Si no estaba engripado, pegaba en el palo. Se sentía como de goma. Y afiebrado. En el baño, quizá la luz estaba demasiado blanca, como de hospital, pero se vio un poco pálido, con ojeras. Borja nunca se había preocupado mucho por si pasaban cosas con su cuerpo, como que le nacieran granos o que produjera ruidos extraños o se lastimara. Un cuerpo es un cuerpo. Y el suyo siempre fue un laboratorio donde se testeaban distintos aspectos del mundo, como la dureza del suelo o el efecto de diferentes comidas. Además, estaba este asunto de la pubertad. Así que se observó más con interés clínico que otra cosa. Llovía afuera, había truenos y el día parecía una plancha de plomo. Con cansancio, escupió la espuma blanca sobre el lavabo y se enjuagó la boca”. “Borja no dejaba de pensar. Por ejemplo: Esther no había querido que él estuviera en el jardín si estaba con Agustín. ¿Por qué? En su momento, le pareció una manía más de Esther, pero también era verdad que cuatro ojos veían más que dos. ¿Qué pasaba si encontraban algo allí que la profesora de Matemática no quería que encontrasen? ¿Algo como, por ejemplo, un anillo? Y luego su profesora cambió con rapidez de opinión: que no fuera esclavo en su casa, sino en el colegio”. “Se sentó ante la plantita y la miró. Observó los tallos, las hojas, las ramitas retorcidas. Los nuevos brotes se habían convertido velozmente en hojas y esas hojas viajaban rápido desde el verde hacia el rojo. A Borja le seguían dando la misma impresión de que se inflaban. Apretó los brazos contra el cuerpo, se los frotó. Aguardó por algo que no sabía qué era. Sus pensamientos parecían olas que rompen en la playa, yendo y viniendo. Fue entonces que lo vio. El bonsái se movía. Lento. Con prudencia. Estiraba tallos, encogía brotes, sus hojas se desplazaban, su tronquito se torcía un poco. Eran movimientos casi imperceptibles, como la respiración de un animal, pero allí estaban. Y no se trataba del viento. Era el bonsái”. “Sorbió el té rojo, sin azúcar, como siempre, de una delicada Julio de 2010 taza de porcelana china. El vapor que subía llegaba hasta sus fosas nasales, tibio y húmedo. El líquido le calentó toda la boca y la garganta, antes de correr hacia su estómago. Los dolores de la edad, la sensación del paso del tiempo, todo desaparecía con ese té. Lo necesitaba y, allí donde nadie podía verla y Esther podía ser ella misma, allí ella sabía bien del miedo que le causaba necesitar tanto esa infusión. Sabía del pavor que le causaba no tenerla”. “El bonsái se movía. Sus ramas y tallos temblaban apenas, se alargaban con lentitud hasta que un tallo-rama-lo-que-fuera, que no tenía hojas ni brotes, se estiraba igual que una serpiente, sin perder grosor ni cambiar su apariencia. Era increíble incluso cuando se lo veía. De un segundo a otro era más largo, más largo, más largo”. Ficha del libro Título Bonsái Autor Federico Ivanier Ilustrador Alfredo Soderguit Sello Alfaguara Infantil Lectores sugeridos A partir de los 12 años Páginas 212 ISBN 978–9974–95–384–0 PVP $ 260 Datos del autor Federico Ivanier nació en Montevideo en 1972. Además de escritor, es docente de Inglés y sociólogo. Estudió guión cinematográfico en la UCLA y literatura creativa en la Escuela Tai de Madrid. Ha publicado varias novelas en Alfaguara Juvenil, entre ellas, Martina Valiente (Premio Nacional de Literatura MEC, Premio Bartolomé Hidalgo), Lo que aprendí acerca de novias y fútbol, El colegio de los chicos perfectos, Nico Loppez, Alas en los pies y Música de vampyros. Como guionista ganó el Premio FONA por el guión Anina Yatay Salas. Actualmente es columnista de radio El Espectador, en el programa Segunda Mañana, su espacio se titula Ficciones.com. http://www.federicoivanier.com Datos del ilustrador Alfredo Sodreguit nació en Rocha, en 1973. Estudió arquitectura, arte y diseño. Actualmente forma parte de Estudio Palermo, donde realizan, entre otras cosas, ilustraciones de libros, diseños de escenarios y personajes para videojuegos, dibujos animados, arte para cine y fotografía. Entre 2006 y 2007 obtuvo el premio FONA y el apoyo del programa IBERMEDIA Desarrollo, para realizar una película de dibujos animados basada en el libro Anina Yatay Salas, de Sergio López Suárez; actualmente está trabajando en ese proyecto.