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ÍNDICE Introducción ...................................................................... 9 LAS HOJAS DE HIEDRA REPRESENTADAS EN EL CALDERO CELTA DE GUNDESTRUP: SU SIGNIFICADO MITOLÓGICO Y PRÁCTICO Fernando Alonso Romero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 CONSIDERAÇÕES SOBRE A MAGIA CELTA E GERMÂNICA NA TARDOANTIGUIDADE E NA IDADE MÉDIA Álvaro Alfredo Bragança Júnior . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41 LA VACA EN EL REFRANERO GAÉLICO, GALLEGO Y CASTELLANO Carmen Ímaz Azcona . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55 BEM-ESTAR PSICOSSOCIAL E TOPOFILIA. NAS COMUNIDADES RURAIS DO Fátima Lobo OS LUGARES CONCELHO DE PONTE DE SENTIDO DA BARCA ..................................................................... 67 LOS CELTAS EN LAS VIDAS PARALELAS DE PLUTARCO Juan Antonio López Férez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79 LA HERENCIA CELTA EN EL OCCIDENTE ATLÁNTICO: LAS ISLAS BRITÁNICAS Y ESPAÑA Antonia Sagredo Santos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105 LAS DOS CULTURAS DE LA UNIÓN EUROPEA Ramón Sainero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123 PARAÍSO E INFERNO NO RELATO DE UM MONGE IRLADÊS: A VISÃO DE TÚNDALO (OU VISIÓN DE DON TÚNGANO) Adriana Zierer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127 7 LAS HOJAS DE HIEDRA REPRESENTADAS EN EL CALDERO CELTA DE GUNDESTRUP: SU SIGNIFICADO MITOLÓGICO Y PRÁCTICO FERNANDO ALONSO ROMERO fernando.alonso@usc.es Universidad de Santiago de Compostela A la admirada botánica Maruja Carrasco de Salazar con mi testimonio de agradecimiento por la información suministrada. Los artífices que diseñaron las escenas que aparecen en el caldero de Gundestrup, que se conserva en el Museo Nacional de Dinamarca en Copenhaguen, se inspiraron en las creencias célticas sobre los dioses galos y en mitos sobre el otro mundo. Sin embargo, en él se observan también inf luencias procedentes de los Balcanes del sur; lo cual nos permite suponer que dicho caldero debió de hacerse en algún lugar no lejos del Mar Negro durante el siglo ii o i a. C. (Wallis, R. J., 2003, 121-122); aunque los análisis técnicos de los metales que se utilizaron en su fabricación lo fechan en época romana, en torno al año 400 d. C. (Nielsen, S. et al., 2005, 53). El caldero se encontró en un terreno pantanoso cerca de Gundestrup, en Aars (Dinamarca) en el año 1891. Su contenido iconográfico es de origen céltico, pero la imagen del supuesto dios Cernunnos está representada en postura yóguica, semejante a la que aparece en los sellos de Mohenjo Daro, es decir, una imagen de un proto-Shiva de la India, y dos mil años más antigua que la de Cernunnos. Ambas imágenes representan la figura del llamado Señor de los Animales (Master of Animals), que se encuentra dentro de una tradición indoeuropea (Rebordea Morillo, S. y Castro Pérez, L., 2003/4). Algunos autores han relacionado las imágenes que decoran dicho caldero con el relato irlandés del robo del ganado de Cooley, «Táin Bó Cuailnge» (Olmsted, G. S., 1976), un mito cuya versión original data del siglo vii-viii d. C. pero que se conserva en un manuscrito del siglo xi. (Fig. 1). 11 Estudios transfronterizos celtas. España-Portugal 2014 Figura 1. Aspecto de una de las caras del caldero de Gundestrup en la que se muestran rostros de divinidades. En su interior se pueden ver figuras de guerreros y animales, sobre las cuales se han publicado diversas interpretaciones. Sin embargo, no es mi intención hablar en este trabajo del significado de sus imágenes, sino de las representaciones de distintos tipos de hojas que aparecen en este caldero de Gundestrup. C. Bemont publicó en 1979 un trabajo muy completo sobre este tema en el que ya se ve claramente que la identificación taxonómica de esas hojas no es fácil puesto que su diseño es muy esquemático, debido a que se prestó atención únicamente al perfil de sus bordes. Lo cual hace que algunas hojas se asemejen a las de la planta llamada Atropa belladonna, al beleño (Hyoscyamus níger) o a una mandrágora (Mandragora autumnalis), e incluso a la amapola opiácea (Papaver somniferum) o a algún tipo de hiedra, en particular las que están representadas alrededor del dios Cernunnos (Fig. 2). Con respecto a la belladona (Atroppa belladonna), sabemos que su nombre significa «bella dama», porque las romanas la utilizaban para dilatar las pupilas de los ojos con el fin de parecer más atractivas. Pero también se utilizaba en las orgías dionisiacas. 12 Fernando Alonso Romero Figura 2. El dios Cernunnos rodeado de diversos animales representado sobre un fondo decorado con plantas muy esquemáticas. Todas estas plantas han estado relacionadas en el pasado con creencias y prácticas mágicas o brujescas debido a sus propiedades alucinógenas producidas por los alcaloides que contienen. Las propiedades químicas de esas plantas introducen a la mente humana en mundos imaginarios en el que cree verse inmerso la persona que las utiliza para drogarse. Los sencillos diseños de estas plantas, representadas en el caldero de Gundestrup, aparentemente como fondo decorativo de algunas de sus escenas, nos permiten suponer que en la sociedad céltica de esa época había chamanes o visionarios, que las utilizaban para sumir sus mentes en un estado anormal; lo que les permitía entrar en trance para hacer profecías o para comunicarse con el mundo de sus dioses (Wallis, R. J., 2003, 120). A principios del siglo xx se empezó a hablar de la existencia de prácticas chamánicas entre los celtas, un tema de investigación en el que insistió Nora Chadwick en su libro «Poetry and Prophecy» (1942), que contribuyó a resaltar el 13 Estudios transfronterizos celtas. España-Portugal 2014 interés por conocer mejor el empleo de sustancias alucinógenas en las culturas antiguas del norte de Europa (Hutton, R., 2007, 134). Un chaman es un intermediario entre los dioses y los hombres, y su figura ha existido en numerosas culturas; sobre todo en el norte de Europa y en Siberia. El chaman es una especie de «sacerdote» con un enorme poder en la sociedad a la que pertenece debido a que su «espíritu» puede abandonar su cuerpo, adoptando diversas formas de animal con el fin de introducirse en otras dimensiones. Algunos investigadores han sugerido que la imagen del dios Cernunnos que se muestra en ese caldero, pudiera corresponder precisamente a la figura de un chaman. Los cuernos que porta son en realidad un atributo tradicional propio de lo que representa; son un símbolo de su relación con el animal en el que se introduce su espíritu. La posición hierática de Cernunnos, con lo ojos aparentemente cerrados, la mirada perdida en el infinito y su ánimo suspenso, inducen a pensar que se trata de un chaman en trance (Marazov, I., 1991, 64). En la mitología germánica hay algunos episodios en los que se observa la figura del chaman en el comportamiento del dios Odín-Wotan. En la descripción de Odín que hace Snorri Sturluson en su obra «Ynglinga Saga», redactada en el siglo xiii pero basada en un poema del siglo ix, se dice que ese dios conocía el procedimiento mágico que había que seguir para adquirir la forma que se deseara. Para conseguirlo, Odín se quedaba como muerto y después se transformaba en un ave o en cualquier otro animal, y podía desplazarse al instante a cualquier lugar («Ynglinga Saga», VII. Ellis, H.R., 1943, 122). Hoy se sabe que la figura del chaman se remonta a la Prehistoria y que en las culturas en las que existieron chamanes se recurría al empleo de sustancias alucinógenas para entrar en trance. En Europa se utilizaron desde, que se sepa, el Neolítico. Durante la Edad del Hierro se utilizaron también en Escitia, en donde se drogaban inhalando vapores psicotrópicos que, según el griego Heródoto (siglo v a. C.), obtenían echando semillas de cáñamo sobre piedras calentadas al fuego; es decir, una planta a la que se le atribuyen cinco características: es la fuente de una fibra: el cáñamo; su aceite; sus semillas, utilizadas como alimento por el hombre; sus propiedades narcóticas, y sus propiedades terapéuticas para tratar un amplio espectro de enfermedades. Se cree que es una planta que procedía de Asia central y que se fue extendiendo por toda Europa. (Evans Schultes, R. et al., 1993, 86-88, 92). Heródoto dice también que los massagetas, que eran parientes de los escitas, se drogaban con el fruto de ciertas plan14 Fernando Alonso Romero tas que arrojaban al fuego para aspirar el humo; el cual les producía una embriaguez que los llevaba a levantarse para bailar y cantar («Historia», IV, 73-74. I, 202. González Wagner, C. 1984, 41). Los massagetas ocupaban un territorio entre el río Jaxartes y el Oxus, al sureste del Mar de Aral, que fue ocupado por Alejandro Magno en el siglo iv a. C. En un enterramiento escita fechado en el año 500 a. C. localizado en la cordillera de Altai (una parte sirve de límite entre Siberia y Mongolia), se encontró el cuerpo de un hombre con tatuajes; a su lado había un recipiente de cerámica, con varias semillas de cáñamo, y cubierto con una pequeña tienda para que el difunto pudiera coger el humo (Pryor, F., 2004, 224). Parece ser que los escitas también utilizaban ungüentos que, aplicados sobre la piel, debían de producir la sensación de volar porque Ovidio recoge en su obra «Metamorfosis» la creencia que había en su época (43 a. C.-17 d. C.) sobre las mujeres de Escitia, que untándose con el zumo de ciertas hierbas venenosas sus cuerpos, les nacen plumas y se convierten también en aves (XV, 1). El cáñamo es una de las plantas psicotrópicas cuyo uso estuvo muy difundido en la Antigüedad desde el mar Caspio hasta las regiones del Irán oriental. Lo utilizaban los tracios, e igualmente los asirios pues aparece en textos de carácter médico y religioso (Pomponio Mela, II, 21). Los escitas fueron probablemente los que transmitieron a los celtas el conocimiento de las prácticas chamánicas, que también se realizaban en la estepa rusa y en el Cáucaso. Las descripciones continuas que encontramos en la literatura céltica de personas transformadas en animales y en árboles, así como también los rituales que efectuaban los druidas, indican que también los celtas conocían esas prácticas. La transformación del chaman en un animal se realizaba por medio de una proyección mística en la que su mente penetraba en una dimensión psíquica imaginaria (Markale, J., 1989, 205). En el relato irlandés «Togail bruidne Da Derga», que se conserva en un texto del siglo xii, se describe una fiesta llamada «ta-bheis» o fiesta del toro, que da pie para pensar que los celtas irlandeses utilizaban también drogas para entrar en trance y pronosticar futuros acontecimientos. Se cuenta en dicho relato que se sacrificó un toro y un hombre se hartó de comer, se bebió el caldo y se quedó dormido, y sobre él se pronunció un conjuro. A quienquiera que este hombre viera en su sueño se convertiría en rey; si el hombre mentía sobre lo que había visto, se moriría (Hutton, R. 2007) 1. 1 Traducción de la versión inglesa de Jeffrey Gantz, «Early Irish Myths and Sagas» (Harmondsworth: Penguin, 1981, 65. En Hutton, R. 2007, 135). 15 Estudios transfronterizos celtas. España-Portugal 2014 En el siglo xii Gerardo de Gales, en su obra The Description of Wales», relata que entre los galeses había unos hombres a los que llamaban awenyddion (poetas-profeta) que se comportaban como si estuvieran poseídos por el demonio. A ellos acudía la gente para consultarles algún problema. Entonces entraban en trance y perdían el control de los sentidos. Respondían a las preguntas sin lógica alguna, con palabras incoherentes y al parecer sin sentido alguno. Pero si se prestaba atención a lo que decían, en ellas se encontraba la solución a los problemas. Aunque si se les volvía a preguntar sobre el mismo problema, entonces daban respuestas totalmente diferentes. Gerardo de Gales cuenta que probablemente hablaban inducidos por los demonios que los poseían. También en su libro «The Journey through Wales» menciona las actividades de un chaman galés, llamado Meilyr, que poseído por espíritus impíos era capaz de profetizar hechos futuros (1978, libro I, capítulo 16; I, cap. 5. Ziolkowski, J. 1990, 155). Se recurría también a otras plantas psicotrópicas como la adormidera, la mandrágora y el beleño, que era utilizado por los asirios y babilonios como alucinógeno porque bajo sus efectos los sacerdotes y los adivinos hacían profecías y se tenían visiones. Igualmente se conocían los efectos psicoactivos de algunas setas y hongos, como el cornezuelo del que se sintetiza el ácido lisérgico, conocido popularmente como LSD (González Wagner, 1984, C.32, 36). En el cadáver del llamado «Hombre de Tollund», que apareció en una turbera cercana a la ciudad de Silkborg (Dinamarca) en 1950, se encontraron en el interior de su estómago restos de cornezuelo de centeno (Claviceps purpurea). Probablemente había sido narcotizado antes de ser sacrificado y arrojado a la turbera. También se han documentado otros casos del empleo en la Edad del Bronce de cornezuelo de centeno (Almagro-Gorbea, M., 2012, 19). Sus efectos alucinógenos afectaron a muchas generaciones pues fueron frecuentes en la Edad Media e incluso en fechas muy recientes; en las que diferentes poblaciones sufrieron la enfermedad provocada por el consumo de centeno infectado por este hongo llamado cornezuelo. Además de sus propiedades psicótropas, el cornezuelo provocaba la aparición de úlceras y gangrena, así como ataques epilépticos. Esta enfermedad se conocía con el nombre de ergotismo, aunque popularmente se llamaba «fuego de San Antón»; mientras que las convulsiones que producía dieron lugar a la expresión «baile de San Vito» (Ott, J., 1996, 115, 135). 16 Fernando Alonso Romero También se han encontrado testimonios del uso de drogas en cadáveres y en enterramientos de la Edad del Hierro en Dinamarca, Alemania e Inglaterra. En este último país se utilizaba en la Edad del Hierro una variedad de la planta llamada artemisa. En las Islas Británicas se han descubierto en yacimientos arqueológicos de esa época testimonios del empleo de adormidera y cáñamo. Igual que en Francia y en España (Guerra Doce, E. 2006, 350 y ss.). Todavía en el siglo xvii los ensalmadores asturianos recomendaban para recuperar el vigor corporal la toma de infusiones de determinadas hierbas entre las que se encontraba la artemisa (De Llano Roza de Ampuria, 1977, 128); también llamada hierba de San Juan; es una planta que contiene un alcohol sesquiterpénico, en forma de ester. En las partes herbáceas se hallan pequeñas cantidades de adenina y colina. Se utilizaba también tradicionalmente para favorecer el parto; de ahí su nombre que procede de Artemis, la diosa Diana que ayudaba a las mujeres. Sin embargo, su consumo en dosis grandes produce intoxicaciones (Font Quer, P., 1976, 815-816). En el enterramiento neolítico de la Cueva de los Murciélagos, en Albuñol (Granada) se encontraron algunos cadáveres asociados a cestillos que contenían restos de flores y semillas de adormidera (González Wagner, 1984, 52). Con los testimonios paleobotánicos que se han encontrado, se sabe que en la Península Ibérica la adormidera se conoció y se utilizó ya desde la Prehistoria (Izquierdo Peraile, M.ª Isabel, 1997, 68). Incluso en la Hispania visigoda se disponía de alucinógenos como la adormidera, la belladona, la mandrágora, el beleño y el cornezuelo del centeno; psicotrópicos con propiedades suficientes para alterar el estado de la conciencia. En el siglo vi d. C. Isidoro considera que esas sustancias alucinógenas son toxica venena propias de los magos (Etym., XVII, 9, 25. Sanz Serrano, R. 2003, 75). Isidoro dice incluso que por medio de encantamientos mágicos, o por la acción mágica de determinadas hierbas se puede metamorfosear el cuerpo en el de una fiera (Etym., XI, 4, 2. Oroz Reta y Marcos Casquero (trad.). Una de las plantas que vemos en el caldero de Gundestrup parece ser la hiedra, a juzgar por la forma de sus hojas, con forma acorazonada, según la clasificación tradicional (Pahlow, M., 1985, 15) (Fig. 3). Decía más arriba que en 1979 Bemont publicó un artículo en el que analiza la ornamentación f loral del caldero y llega a la conclusión de que su diseño se inspiro en el arte dacio/ tracio de la zona de Rumania de los siglos ii-i. a. C. Entre las plantas identificadas se encuentra la hiedra (Bemont, C., 1979; Kaul, K., 1991, 21). Se trata 17 Estudios transfronterizos celtas. España-Portugal 2014 de la hiedra Hedera helix, que es un arbusto que trepa por medio de raicillas y tiene tallos sarmentosos. Tanto en verano como en invierno la hiedra conserva su follaje de color verde oscuro. Florece a finales del verano e incluso en noviembre y sus frutos son negruzcos, redonditos y de las dimensiones de un guisante, y están maduros en la primavera. Se encuentra en Europa, Asia y África septentrional. Su nombre deriva del latín haerere, «agarrarse», debido a sus tallos trepadores. Como es una planta que puede vivir muchos años en la Antigüedad se la consideró símbolo de inmortalidad (Mayor López, M. et al., 1980, 220-221). Algunos dicen que la hiedra puede vivir hasta un millar de años; por tanto, no es ninguna maravilla que los antiguos vieran en ella ese símbolo de eternidad (Font Quert, P., 1976, 472). Figura 3. Hojas de hiedra, según Pahlow, M. (1985, 211). Compárense con las que aparecen en la figura 2. 18 Fernando Alonso Romero Es muy significativo el hecho de que en el caldero de Gundestrup se muestre una hiedra entre los cuernos de un dios con cuernos de ciervo, puesto que entre las representaciones de animales que solían adquirir los chamanes en sus transformaciones está el ciervo. Geoffrey of Monmouth para redactar su obra «Vita Merlini», compuesta a mediados del siglo xii, se valió de relatos anteriores en los que se conservaban vestigios de chamanismo céltico y escandinavo. Su descripción del viaje de Merlin montado sobre un ciervo y utilizando sus cuernos, bien puede ser un ref lejo del desplazamiento del chaman hacia el otro mundo cubierto con la piel de un ciervo o con sus cuernos (Ziolkowski, J., 1990, 158). Entre las representaciones más antiguas de la hiedra que encontramos en el ámbito mediterráneo, vemos que aparece repetidamente en el arte minoico como motivo decorativo; lo que ha llamado la atención de los investigadores, principalmente a Sir Arthur Evans; por lo que se piensa que los minoicos ya la consideraban como planta sagrada (Kerénxi, K., 1998, 56-58) (Fig. 4). En la cultura griega se relacionaba a la hiedra con el dios Dioniso (Pausanias, I., 31. 6; Frazer, J. G., 1990, vol. II, 251), y debido a que es una planta de hoja perenne fue también consagrada a Atis; sus sacerdotes eunucos imitaban las hojas de hiedra en sus tatuajes. El culto al dios Dioniso, o Baco, parece que tuvo su origen en Tracia, entre tribus acostumbradas a beber vino, lo que determinó algunas de las características de sus bailes desenfrenados que se efectuaban en su culto (Frazer, J. G., 1956, 408). Sin embargo, para los tracios y para los antiguos griegos la relación de Dioniso con la hiedra y con los animales salvajes parece ser más antigua que la que tiene con el vino, que fue posteriormente fomentada por los romanos. De ahí que en un principio Dioniso recibiera culto como un dios que hace fructificar a la naturaleza (Dodds, E. R., 1986 (1), XII, 77 ). En el mundo grecolatino se consideraba que tanto el laurel como la hiedra tenían que ver con el concepto de inmortalidad, de la vida eterna; y como son plantas de hojas siempre verdes se utilizaban para adornar los enterramientos y se relacionaban con los dioses: al laurel con Apolo y a la hiedra con Dioniso; por eso se le llama «el adorno de hiedra» (Κισσοκόμης). Algunas de las llamadas laminillas órficas de oro, de los siglos v y ii a. C. tenían forma de hoja de hiedra. En ellas aparecen textos relacionados con el culto a Dioniso y se depositaban en los enterramientos a modo de «pasaporte» para penetrar en la eternidad (Graf, F.; Johnston, S. I., 2007, 140). Según el mito, la hiedra apareció cuando nació Dioniso con el fin de protegerlo contra el fuego en el que se quemaba su madre. Por ese motivo los tebanos rendían culto a la columna recubierta con la 19 Estudios transfronterizos celtas. España-Portugal 2014 hiedra consagrada a este dios (Otto, W. F., 1997, 113-114). Incluso en monedas tebanas a Dioniso se le representaba con una corona de hiedras (Bather, A. G., 1984, 262). Homero cuenta que una hiedra se enredaba en el mástil del barco en el que iba Dioniso y que estaba llena e f lores y frutos (Himno Homérico, VII a Dioniso, 34-43). Además, la hiedra tenía un significado simbólico puesto que a pesar de ser una planta rastrera, sin embargo, puede ascender a las alturas, aferrándose a los muros o enroscándose en el tronco de un árbol hasta llegar a su copa. Con coronas de hiedra se coronaba a los poetas; con laurel a los conquistadores y con hojas de olivo a los pacificadores (Horacio, «Odas», I, 1.29. En: Trappp, J. B., 1958, 232-233, 245). Es significativo el hecho de que a los poetas se les coronara con hojas de hiedra; lo cual nos lleva a pensar en la posibilidad de que a esta planta se la relacionara con la imaginación, la fantasía y la videncia; es decir, con las manifestaciones propias también del chaman, del adivino o del brujo que actúa estimulado por el consumo de determinados productos. La veracidad de esta suposición nos la confirma una serie de datos históricos y etnográficos que veremos a continuación. Figura 4. Hiedra representada en el arte minoico de la llamada «Casa de los frescos», en Knossos (Evans, E., 1925, fig. 57, p. 67). 20 Fernando Alonso Romero Es interesante ver el significado de la corona de hiedras que llevaban las ménades o bacantes en la cabeza durante las fiestas dedicadas a Dioniso; debido, probablemente, al color verde de sus hojas, que apenas necesitan luz y calor pues f lorecen en otoño, echan brotes en invierno y dan sus frutos en primavera; de ahí que fuera el adorno de invierno en las fiestas dionisíacas (Fig. 5). A lo que hay que unir también su comparación con la serpiente por la condición que tiene la hiedra de reptante y trepadora. Además Dioniso llevaba en Grecia el epíteto de «Kissos» (hiedra). (Kerénxi, K., 1998, 56-58). Las mujeres que rendían culto a Dioniso utilizaban «thyrsos» (θύρσος), es decir, la vara sagrada a la que coronaban con hojas de hiedra o «kissos» (κισσος); una planta que se consideraba mágica pues tenía la reputación de afectar a la mente (Plinio, N. H., 24.75. Ott, J. y Ruck, C. A. P., 1996(2), 232) (Fig. 5). En el siglo i d. C., Plutarco, en su obra «Quaestiones Romanae» (112), dice que: «... las mujeres, dominadas por el furor báquico, se dirigen inmediatamente a una hiedra, la desgajan con sus manos y la trituran con sus dientes. De modo que no están del todo exentos de verdad quienes afirman que al poseer la hiedra un hálito de locura que excita y trastorna, las mujeres salen de sí y se agitan convulsivamente; sin haber probado ni una gota de vino, se comportan como borrachas y se muestran jubilosas hacia quienes, con riesgo por su parte, se sienten inclinados a la exaltación espiritual» (Marcos Casquero, M. A. (trad.), 1992). Figura 5. Representación de una ménade en un vaso griego del siglo v a. C. que se conserva en el Staatliche Antikensammlungen, en Munich. La ménade porta un tirso en su mano derecha coronado con hojas de hiedra. En su cabello lleva enroscada una serpiente, y en su mano izquierda sostiene en alto un leopardo al que agarra por una de sus patas traseras. 21 Estudios transfronterizos celtas. España-Portugal 2014 El frenesí o delirio furioso que mostraban las mujeres durante los ritos orgiásticos dedicados a Dioniso al llegar la primavera, lo provocaba no solamente el consumo del vino y de la hiedra, sino también el deseo místico de lograr la unión con el dios. Las raíces remotas de ese misticismo yacían en la antropofagia con la que se celebraba un hecho importante relacionado con el culto a un dios. En este caso se conmemoraba la fecha en la que Dioniso, según el mito, había sido despedazado y devorado, aunque posteriormente resucita. Esa práctica horrible de comer carne humana por motivos místicos se fundamenta en un razonamiento muy simple, que incluso ha sido asimilado a las creencias cristianas relacionadas con la comunión. En el lenguaje popular se conserva el dicho: «de lo que se come se cría»; es decir, el que come carne de león adquiere su fuerza, pero si come pollo será débil, o astuto si come serpiente, etc. De ahí se deduce que las bacantes comían hojas de hiedra porque en ellas estaba el espíritu de Dioniso. Con este razonamiento se concluye que el que quiera ser como dios, deberá comer a dios, o por lo menos algo que sea θείον. Pero para obtener esas virtudes hay, además, que prestar atención a una fecha determinada o a un momento del día en el que el dios se manifiesta, porque el dios puede aparecer en muchas formas, vegetales, animales, humanas; y en muchas formas se le come. En tiempos de Plutarco era la hiedra lo que se despedazaba y masticaba (Dodds, E. R., 1986(2), 258-259). En el siglo xvi, Andrés de Laguna nos recuerda en su obra la relación que la hiedra tiene con Baco, el Dioniso romano: «Llámase la yedra cissos, cittos y dionysia en griego; los cuales tres nombres antiguamente significaban a Baco, excelente coronel de las botas; y pienso haberse la yedra llamado así, porque bebido su zumo y olido, perturba la razón, ni más ni menos que el vino, por el cual respecto, a mi parecer, se coronaban con ella los sacerdotes de Baco; de do también ha venido a colgarse por las tabernas. Dice también Laguna que si se bebe el zumo de la yedra negra, se enflaquece el cuerpo y perturba el sentido, tomándolo en gran cantidad» (Laguna, Andrés de, 1566, CLXX, II, 183-184. Font Quer, P. 1976, 473). Opinión que en realidad viene a ser la misma que expone Plinio en su obra «Historia Natural» cuando hace una referencia a las propiedades intoxicantes de la hiedra; pues advierte que trastorna la mente y despeja la cabeza cuando se toma en abundancia en una bebida (N. H. XXIV, 75). 22 Fernando Alonso Romero Mencionaba anteriormente que, según Plutarco: («Quaestiones Romanae», 112), las mujeres que se sentían poseídas por Dioniso se lanzaban sobre la hiedra para arrancarla y comérsela. Cabría pensar, así dice, que posee un poder que induce a la locura y que tiene el mismo efecto embriagador que el vino (Otto, W. F., 1997, 115). Las ménades se coronaban con guirnaldas de hiedras, smilax o brionia. Estas dos últimas, al igual que la hiedra, tienen un simbolismo agresivo. Smilax es una enredadera siempre verde que se parece a la hiedra, con racimos de bayas escarlatas similares a la uvas, de las cuales se decía que eran semejantes al fruto de las plantas llamadas “uva silvestre” y “vid silvestre”, así como la belladona (Teofrasto, H. P. 3.18.11). Smilax era un sustituto común de la hiedra en los ritos menádicos, pero de alguna manera deficiente (Plinio, N. H. 16.155), probablemente porque carecía del efecto sobre la mente que se atribuía a la hiedra» (Ott, J. y Ruck, C. A. P., 1996, 265). Plinio dice que a la planta llamada «smilax» se la relacionaba con actividades funerarias (N. H. XVI, 63, 153). El culto a Dioniso tiene algunas semejanzas con el que se rendía a Osiris, dios egipcio de la fertilidad y también de la vegetación. Durante sus festivales las mujeres solían ir por los poblados cantando canciones en su honor y llevando imágenes obscenas del dios a las que movían por medio de una cuerdas (Herodoto, II, 40. Plutarco, «Isis et Osiris», 12, 18, 36, 91. Diodorus Siculus, I, 21. 5, I. 22. 6; 4.6. 3.). Esta acción era probablemente un encantamiento para asegurarse el crecimiento de las cosechas. Diodoro Siculo (I, 17. 4) dice que la hiedra era una planta sagrada relacionada con Osiris porque está siempre verde (Frazer, J. G.1990(2), 112). Las plantas, al igual que los árboles se han utilizado además como símbolos de los dioses en numerosas culturas debido a sus propiedades medicinales o intoxicantes. En ellas se ha buscado el remedio a muchas enfermedades e incluso la eterna juventud. Por ejemplo, en el relato de Gilgames, del siglo viii a. C., se narra la búsqueda de una planta que se supone que devuelve el vigor porque es la planta que concede la inmortalidad (Tablilla XI, 282 y ss.; Olmos, R., 2005, 27). Otra planta que aparece en el caldero de Gundestrup parece ser la f lor del beleño, que podemos ver en la Fig. 1, representada encima y debajo de la serpiente que sostiene en alto Cernunnos con su mano izquierda. Se sabe que los 23 Estudios transfronterizos celtas. España-Portugal 2014 antiguos griegos, así como los egipcios, utilizaban el beleño para entrar en trance y poder profetizar (Fig. 6). En la Edad Media era también un ingrediente importante en las pócimas que utilizaban los brujos para tener alucinaciones; aunque se citan casos, tanto de la Antigüedad, como de la Edad Media, de intoxicaciones producidas al respirar el humo del beleño que se quemaba. En un lugar elevado, denominado Peña del Castillo, en Villadecanos (Villafranca del Bierzo. León), se encontró hace ya casi ochenta años una lápida del siglo iii d. C. que actualmente se conserva en el Museo de León. Por haber sido localizada en una cumbre, se sospecha que debía tener relación con alguna tradición religiosa del mundo indígena, cuyos cultos eran practicados en gran parte en elevaciones del terreno. La lápida tiene un texto de acción de gracias dedicado a una divinidad, por la salud del dedicante y de los suyos; por lo cual se sospecha que era un exvoto que se había colocado en un santuario desaparecido. El nombre de la divinidad no figura en el texto. Sin embargo, en la lápida aparecen símbolos solares y lunares, lo cual entronca también con una tradición astral indígena. Pero lo más interesante es que además de esos símbolos astrales, aparece representado el fruto del beleño, «... planta que por sus propiedades estaba consagrada al dios Belenus que, De Vries (1977, 45, 80-84, 140, 235) relaciona por su etimología, con un culto de origen solar, una especie de divinidad de la luz, un dios «salvador» con un ambiguo sentido protector, que fue interpretado por los romanos de diversas formas. Esta divinidad está constatada en el N. O. peninsular a través de la toponimia y podría muy bien tratarse del objeto de culto de la lápida de Villadecanos […] que responde a una manifestación de la religiosidad indígena, quizás de un culto celta, que prevalece bajo formas romanas» (Santamaría, S. 1981). (Fig. 7). Figura 6. La flor del beleño. 24 Belenus es el dios celta que se ha comparado con Apolo. Posiblemente la fiesta de Beltaine (1 de mayo) estuvo dedicada a este dios en las antiguas comunidades pastoriles. Su culto tuvo particular importancia en el norte de Italia y en el sur de la Galia, así como también en la zona oriental de los Alpes. El