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La estatura: En términos generales se puede decir que tanto la altura como la masa corporal aumentan rápidamente durante los dos primeros años de vida. A esta edad el cuerpo humano alcanza la mitad de la estatura que tendrá en el adulto. A la etapa de crecimiento rápida descrita le sigue otra mas larga, en la cual el niño solamente medra, por termino medio, unos 5 cm. al año y cuya duración viene a ser de unos 6 años. Antes y después de la pubertad se produce una aceleración del crecimiento estimada entre 7 y 8 cm por año. En las niñas este periodo coincide con los 12 años y en los niños con los 14 (Roche). La talla definitiva se adquiere al final de una fase de las desaceleración del crecimiento surgida a los 18 años en los varones y a 16,5 en las hembras. A partir de esta edad solo ocasionalmente se puede seguir aumentando en estatura hasta los 20 – 21 años. No todos los autores están de acuerdo en la forma del desarrollo corporal expuesto. Para Boyne y colaboradores existen dos épocas de aceleración que se sitúan en la infancia y en la primera parte de la niñez. Tampoco hay unanimidad en la manera en que se produce el crecimiento, pues en tanto que para unos, el aumento de la talla se realiza de forma proporcional entre los diversos segmentos corporales (Tanner), para otros (Himes) se establece un predominio, aunque mínimo, de los miembros inferiores, evidenciando poco tiempo después de iniciada la pubertad. Los niños con maduración precoz suelen ser mas altos y pesados (cuando se les compara año a año) que aquellos otros cuya maduración se realiza mas tarde. Posiblemente las disparidades de crecimiento observadas en los varones con una maduración anticipada aumentan las diferencias en la proporcionalidad. Esto significaría que los niños actuales adoptan antes las proporciones corporales típicas de los adultos. Mereditt, tras estudiar los datos publicados por numerosos autores, llega a la conclusión de que en los 100 años comprendidos entre 1860 y 1960 los niños de 10 años y las de 9 crecieron 1.3 cm mas por década; los niños de 14 y las niñas de 12 lo hicieron a razón de 1,9 cm mas en igual periodo de tiempo, mientras que los de 20 solo aumentaron su estatura en cantidades inferiores a los 0,6 cm. De igual manera se han observado incrementos en la talla de algunos deportistas (1,1 cm por década) entre 1880 y 1916 (Polednak) y de 0,9 por década entre 1899 y 1970 en los futbolistas americanos (Malina) Las comparaciones efectuadas sobre alturas y pesos de los participantes en las Olimpiadas hasta 1976 no muestran cifras uniformes, pues mientras Hirata y Tanner hablan de incrementos hasta 1960, con estabilización posterior, Cureton publica datos similares desde la Olimpiada de 1948 hasta la actualidad. De cualquier forma, las elevaciones de la talla no se producen del mismo modo en todas las partes del mundo, ya que los adultos de los países en vías de desarrollo de Asia, África y America no han sufrido variación alguna (Himes y Malina), o incluso han disminuido como sucede en otras partes de África y en la India (Ganguli, Tobías). Con toda la probabilidad esto es debido a las condiciones de pobreza inherentes a dichas zonas. La composición corporal El peso observado en el momento de nacer se duplica durante los 3 – 4 primeros meses siguientes, se triplica al año, su cuadruplica a los 2 años y se incrementa 7 veces a los 7 años (Lowery). Hacia los 19 años el niño ya ha adquirido la mitad de la masa corporal definitiva. El mayor aumento de esta se produce al mismo tiempo que el de la talla, lo que suele suceder en las niñas hacia los 12- 13 años, por aumento de la grasa depositada en mamas y caderas, y en los niños a los 14 debido al desarrollo de la musculatura. El porcentaje de la masa muscular se eleva progresivamente desde el nacimiento, donde constituye el 25% de la total del cuerpo, a la edad adulta, donde adquiere el 40%. El crecimiento mas acusado de la misma corresponde a la época de la pubertad. La grasa almacenada en el tejido celular subcutáneo aumenta un 10 – 20% durante los primero nueve meses. Con posterioridad, y debido a la gran actividad física desarrollada por el niño, disminuye progresivamente hasta alcanzar un mínimo hacia los 7 años. En las hembras el panículo adiposo es mayor que en los varones y se hace más ostensible después de la pubertad. Entre los 12 y los 18 años las niñas acumulan alrededor de 5 Kg. de grasa (Frisch). No es posible saber si a través de los años se ha producido un cambio sustancial en la composición corporal de los niños, dado que las técnicas utilizadas para la determinación exacta de los componentes corporales (grasa y músculo) no se comenzaron a emplear hasta hace unos 20 años. Los únicos datos conocidos a este respecto son los relativos a los jóvenes reclutas en los que se utilizo el pesaje hidrostático para determinar la composición corporal. Durante los 10 años en los que se han obtenido datos no se han observado variaciones de interés. La actividad y el crecimiento El movimiento es una actividad indispensable a todos los seres vivos, incluidos los humanos. Sin embargo, el tiempo dedicado al mismo, así como la intensidad varían considerablemente de unos a otros de acuerdo con el sexo, la edad, el estatus económico y la motivación. La comodidad inherente a la sociedad de consumo ha hecho necesaria la sustitución de los movimientos empleados en el trabajo laboral y domestico (cada menos intensos) por otros con menor utilidad practica y mayor componente educativo y recreativo, los cuales constituyen, en términos generales, lo que se conoce como cultura física y deporte. Al hablar de ejercicio físico hemos a diferenciar el tipo de actividad, la duración la intensidad y la frecuencia de cada forma especifica de realizarlo. No es congruente decir que un niño hace mucho o poco ejercicio sin especificar la clase de actividad realizada, la duración y la intensidad de la misma. Por ello muchos de los trabajos publicados en la literatura medico – deportiva dirigidos al estudio de su acción sobre un determinado aspecto de la anatomía o función de un órgano o sistema no son equivalentes y conducen a menudo a la confusión de los lectores, como sucede en el caso del crecimiento y la maduración. El ejercicio y la talla No están nada claras las relaciones entre el crecimiento longitudinal y la actividad física, aunque se sabe desde hace mucho tiempo que el crecimiento de los huesos se favorece por la acción del ejercicio sobre los núcleos epifisiarios óseos y que el esfuerzo estimula la secreción de la hormona del crecimiento entre 20 y 40 veces, siempre que la intensidad del ejercicio supere el 50% del Vo2 máx. Y la duración no sea inferior a los 15 minutos (Sutton y Shepard) Borer y sus asociados han observado en los hamsters, tras la actividad física prolongad, una elevación de la hormona de crecimiento a la que responsabilizan del aumento del peso magro del cuerpo y de la longitud de los huesos. Dicha elevación persiste mucho tiempo una vez finalizado el ejercicio. Estos autores advierten que la instauración de una alimentación inadecuada anula los beneficios conseguidos con el esfuerzo. Para Cameron y su grupo, tal elevación no puede ser la responsable de los efectos descritos, dado que el tiempo de degradación de la hormona no supera los 30 minutos, y en él es imposible producir las modificaciones metabólicas necesarias para amentar el peso y el crecimiento de los huesos. Otras hormonas, como la tiroxina, la testosterona, la insulina y el cortisol, cuya participación en el crecimiento es evidente, se ven afectadas por el ejercicio de diversa manera en su secreción y control, sin que exista la evidencia formal de que los cambios originados en su metabolismo posean influencia directa e indiscutible sobre el crecimiento. Algunos investigadores, entre ellos Astrand, han publicado datos a favor de la acción estimuladora de la actividad física sobre el crecimiento longitudinal de los huesos y por tanto de la estatura. Aunque dicha elevación puede ser mas la consecuencia de la maduración fisiológica que de la propia acción del ejercicio, como han señalado Milicer y Denisink y posteriormente Erikson. No existen trabajos demostrativos de que la actividad deportiva retarde el crecimiento del niño. Resumiendo: los niños involucrados en programas deportivos por lo general alcanzan mayor estatura que aquellos otros cuya actividad se halla limitada. Dicha elevación puede deberse a la maduración sexual; pero el ejercicio físico, como parte integrante de otras muchas medidas higiénicas, contribuye directamente al incremento de la estatura. El ejercicio, el peso y la composición corporal El peso es un índice poco demostrativo de crecimiento, considerado en su sentido longitudinal, pues aunque el aumento de la talla lleva aparejado el del peso, no es necesario crecer para incrementar la masa corporal, se tiende a considerar por separado sus componentes graso y magro con el objeto de diferenciar que parte del aumento corresponde al primero y cual al segundo, ya sea en el crecimiento espontáneo o en el producido por el ejercicio. En épocas anteriores, los médicos deportivos y pediatras describían las variaciones del crecimiento a una determinada tipología (Sheldon y cols), cuya nomenclatura variaba con los diversos autores. La más frecuentemente utilizada definía como ectomoficos a los tipos delgados, mesomorficos a los musculazos y endomorficos a los obesos. Dichos somatotipos respondían mucho mejor a las características tipológicas de los adultos, pues como señala Borms, no existe una correlación muy definida entre el somatotipo y el grado de maduración adquirida por el niño, especialmente en las edades inferiores a los 10 años. Por eso hoy se prefiere utilizar el término masa de tejido magro, a pesar de las dificultades que existen para su determinación mediante el pesaje hidrostático (en inmersión total). Ello ha estimulado a los investigadores a la búsqueda de otros procedimientos menos engorrosos y de más fácil utilización, como es el método de medir el grosor de los pliegues cutáneos mediante un calibrador. Con estos datos y por medio de formulas especificas, se la halla la densidad corporal y, por tanto, el contenido graso del cuerpo. La diferencia entre el peso total y el graso proporciona el peso magro, el cual se encuentra constituido principalmente por músculo, agua y otras sustancias. En general, el contenido graso del niño se ha deducido sistemáticamente de formulas obtenidas para el adulto, asumiendo como cierto que la composición corporal durante las primeras etapas de la vida es idéntica a las de las posteriores, es decir madura desde el punto de vista químico. Según esto, las modificaciones observadas en la densidad durante la infancia no serán explicables únicamente por los cambios acaecidos en la fracción grasa del cuerpo, ya que también se producen en la parte magra. Para muchos autores la mayor densidad de los tejidos infantiles carentes de grasa se debe a su gran contenido en agua y a la menor concentración de sales en el hueso. De este modo las estimaciones de la composición corporal en la infancia, tomando como modelos los sistemas aplicados a los adultos, pueden resultar inexactas, debido a lo cual se hace necesario emprender más y mejores trabajos de investigación sobre la composición corporal en niños y adolescentes (Lohman, Sloan) La actividad física regular origina en el cuerpo infantil numerosos cambios, algunos de los cuales, como sucedía al hablar de la estatura, se confunden con los originados por la maduración; sin embargo, los mas llamativos son, sin duda alguna, la perdida de grasa y el aumento de peso magro descrito por Parizkova y Malina. Estas modificaciones varían con la intensidad y la duración de los programas. Son más evidentes y acentuadas con los de gran intensidad y larga duración. No parece que la actividad física modifique ostensiblemente el somatotipo como han sugerido Parizkova y Carter. La Maduracion La maduración es un proceso fisiológico mediante el cual los seres vivientes, y por tanto los humanos, sufren una transformación esencial del cuerpo, tanto en su aspecto morfológico como en el funcional y el psicológico, de forma que su configuración y conducta difieren por completo de las observadas en las épocas anteriores de la vida. Este importante cambio se realiza lentamente, aunque su expresión objetiva irrumpe de modo explosivo al llegar la pubertad, representada en la niña por la aparición de la menarquia, o primera menstruación, y el niño en la primera eyaculacion (espermaquia). De esta manera la niña se transforma en mujer apta para ser fecundada y el niño en hombre con capacidad para fecundar. Según Marañon, en la pubertad se distinguen tres periodos: el prepuberal o adolescencia, caracterizados por el afloramiento de los signos premonitorios de la maduración sexual; el puberal propiamente dicho, claramente manifestado por la menarquia y espermaquia y el postpuberal, donde viene a completarse todo el proceso de maduración. El desarrollo y maduración sexual pasan por diversas etapas, puestas de manifiesto en la niña con alguna antelación. Así, entre los 8 y 9 años se inicia el crecimiento del útero, entre los 10 y 11 aparecen los botones mamarios y el primer brote de vello pubiano, junto al aumento notorio de la talla, aun sin diferenciar en su aspecto puramente femenino. Hacia los 12 las mamas incrementan el volumen, se desarrolla la pelvis, crecen los genitales y finalmente aparece la menarquia. Alrededor de los 13 se inicia la aparición del vello axilar, para adquirir las características típicas femeninas entre los 15 y 18. En el niño, el proceso comienza algo más tarde por el crecimiento del pene, testículos y próstata, lo que sucede entre los 11 y los 12. Después de los 12 y antes de los 13 se origina un brote de crecimiento longitudinal del cuerpo y la aparición del bello pubico. Muy cerca de los 14 surge un nuevo agrandamiento genital y se establece la tumefacción mamaria. Alrededor de los 15 se ensancha el perímetro toráxico, mejora la musculatura y aparecen el vello axilar y los cambios de la voz. A los 16 brota la barba y el vello corporal y los cambios de la voz. A los 16 brota la barba y el vello corporal, para adoptar entre los 19 y los 22 el aspecto característico del hombre adulto. Todas las modificaciones descritas se deben a una elevación de la hormona masculina en el niño y de la femenina en la niña, estimuladas por la acción de las gonadotropinas hipofisarias dirigidas y controladas por el hipotálamo. Advertiremos que la cronología expuesta en líneas precedentes no puede aplicarse a otras zonas del mundo distintas al desarrollado. En Oceanía la edad media de presentación de la menarquia se sitúa entre los 15,5 y 18,4, y en África, entre los 13 y los 17. En el siglo pasado la primera regla aparecía en la europeas entre los 15,5 y los 17,4 años. En lo referente a los varones, los datos conocidos son mucho menos satisfactorios debido a la falta de estudios radiológicos masivos de los huesos comparativos entre épocas distintas y al tener que aceptar el cambio de voz como expresión representativa de la maduración masculina. De cualquier forma dicha transformación sucedía hacia mediados del siglo XVIII, a los 18 años, mientras que en el a actualidad se produce alrededor de los 13,3 años. La actividad física y la maduración Ignoramos si el ejercicio físico es capaz de originar algún tipo de modificación sobre el proceso de maduración. Cerny no pudo observar cambio alguno en el desarrollo esquelético de los niños que hacían deporte en la escuela, cuyas edades oscilaban entre los 11 y los 15 años. El hecho de que el desarrollo de la fuerza muscular se acelere con el proceso de maduración nos hace pensar que el ejercicio posee mayor efectividad para aumentar la fuerza después de la pubertad. Algunos autores están persuadidos de que la actividad física en su expresión más popular, el deporte, interviene de algún modo en el proceso de maduración. Warren es uno de los científicos convencidos de que entrenamiento intenso (necesario para la competición deportiva y la representación del ballet) produce un retraso considerable en la aparición de la primera regla de las niñas. Frish lo estima en 2 años para corredoras y nadadoras. En opinión de este autor, la causa fundamental de la aparición tardía de la menarquia no es otra que la perdida de peso corporal originada por en entrenamiento y la competición. Es muy posible que el adelgazamiento desencadene un mecanismo hormonal, responsable, en última instancia, de los trastornos menstruales producidos en las deportistas. Al hablar de la niña atleta estudiaremos con mayor detenimiento este interesante problema. Carecemos de datos objetivos sobre la influencia del entrenamiento en la maduración sexual del varón, dado que la pubertad en el niño no se manifiesta de forma tan llamativa como en la niña. Elementos básicos de la motricidad: el control de las acciones motrices Al final de este capitulo, será capaz de: - Describir la anatomía de la neurona y su funcionamiento fisiológico; - Describir la organización y el funcionamiento del sistema nervioso en relación con el control motor; - Especificar las consecuencias funcionales de la maduración del sistema nervioso - Describir las características del músculo y su funcionamiento - Diferenciar las categorías de movimientos - Indicar el papel que tiene los diferentes receptores sensoriales en l captación de información y las etapas del proceso perceptivo 1. Introducción Para entender bien los mecanismos de la coordinación perceptivo- motriz, en primer lugar presentaremos los elementos esenciales de la organización y el funcionamiento del sistema nervioso, del sistema muscular y de su interacción. A continuación, trataremos la descripción básica de los diferentes sistemas sensoriales que permiten captar la información relativa al contexto en el que se desarrollan nuestras acciones motrices al principio de nuestros comportamientos perceptivos motrices. 2. Organización del sistema nervioso 2.1. Anatomía de la neurona El sistema nervioso agrupa casi 100.000 millones de unidades anatómicamente distintas llamadas células nerviosas o neuronas. Cada neurona contiene un cuerpo celular y prolongaciones, la mayoría de las veces dendritas, pero siempre un solo axon cuya longitud puede sobrepasar el metro, aunque su diámetro sea tan solo de unas milésimas de milímetro. La mayor parte de los axones van recubiertos de una vaina de mielina que aísla los axones entre si y aumenta la velocidad de conducción del impulso nervioso. Las neuronas establecen contactos entre si llamados sinapsis, que permiten la circulación de la información de un extremo a otro del sistema nervioso. Figura 3.1. La neurona Propiedades funcionales de la neurona Las neuronas poseen tres propiedades funcionales primordiales: son excitables, conductoras y trasmisoras. Su excitabilidad proviene del hecho de que su membrana tiene una permeabilidad selectiva, que solo deja entrar y salir a solo ciertos iones específicos (como el potasio K+ y el sodio Na+) dándole así a la neurona en reposo una carga total negativa denominada potencial de reposo. Dicha carga negativa procede de la presencia en la célula, de dos fuerzas opuestas y distintas: una química con tendencia a equilibrar las concentraciones de los iones en el interior y exterior de la célula, y otra eléctrica, que procura que haya tantos iones positivos como negativos en la célula. Esas dos fuerzas se equilibran, en reposo, aunque no hay ni igualdad en las concentraciones Químicas, ni neutralidad en las cargas eléctricas. Al estimular la parte receptora de la neurona (por medio de la luz, de un sonido, tocando la piel o haciendo un movimiento), la permeabilidad de la membrana se modifica, entonces, entran otros iones cargados de energía positiva (Na+) y la neurona se despolariza y genera una corriente débil, el potencial de acción. Este potencial se desplazara por toda la neurona formando el impulso nervioso, ilustrando la segunda propiedad de la neurona, su conductibilidad (figura 3.4). La velocidad del desplazamiento puede alcanzar los 100 m/s, y varía con el diámetro del axon y la presencia de la vaina de mielina y su grosor (conducción saltatoria en este caso). Tras la despolarización, la neurona se repolariza y con esta operación queda lista para una nueva excitación; pueden pasar menos de 10 milisegundos entre la despolarización y la vuelta al estado de reposo. De ello se deriva que la frecuencia de descarga o el número de impulsos nerviosos que pueden darse en un segundo, puede alcanzar los 100 impulsos, incluso más si aumenta la intensidad de la estimulación. Estas variaciones de frecuencias de descarga nos permiten tener conciencia de las variaciones de las intensidades de las estimulaciones (intensidad de la luz, temperatura del agua más o menos alta, intensidad de un sonido, de una fuerza, etc.) o ajustar nuestra fuerza muscular en función del contexto. Cuando este impulso llega al extremos del axon de la neurona, tendrá que atravesar, en la sinapsis, el espacio que separa esta neurona de la siguiente; este punto de contacto entre las neuronas recibe el nombre de sinapsis (figura 3.5). En el sistema nervioso puede que halla más de 10.15, algunas so excitadoras y otras inhividoras. El papel de los neurotransmisores, sustancias química como la acetil colina, adrenalina, dopamina, etc., es permitir el paso que corresponde a la tercera propiedad de las neuronas: son transmisoras. La neurona presinaptica libera una de las sustancias químicas que se desplaza por difusión al espacio sináptico para actuar sobre la membrana de la neurona postsináptica cuyos poros se abren entonces, permitiendo la entrada de sodio y provocando la despolarización de la célula. Ha nacido un nuevo impulso nervioso. Además, la mayoría de las disfunciones fisiológicas o psicológicas del sistema nervioso provienen de problemas en la liberación de estos neurotransmisores, que son puntos de partida de la acción de los medicamentos (tranquilizantes analgésicos antidepresivos, etc.). Las neuronas se reagrupan anatómicamente, dando forma a dos entidades fisiológicamente solidarias: el sistema nervioso central y el sistema nervioso periférico. Figura 3.2 el potencial de reposo Figura 3.3 el potencial de acción-las etapas 2.3 Anatomía del sistema nervioso central La primera entidad, el sistema nervioso central, se aloja en la parte en el cráneo: Es el encéfalo, y en parte en el conducto raquídeo, y es la medula espinal (figura 3.6). Las estructuras óseas están tapizadas, por dentro, por las meninges (duramadre, aracnoides y piamadre) por las que circula el líquido cefalo raquídeo, y que constituyen el tercer sistema de protección del tejido nervioso (figura 3.7) en encéfalo, a su vez, esta subdividido en tres partes: el cerebro, el tronco cerebral y cerebelo. El cerebro representa la parte mas voluminosa; comprende los dos hemisferios cerebrales unidos entre si por el cuerpo calloso, que permite la trasferencia de información de un hemisferio al otro por medio de axones. Recorrido por varios surcos o hendiduras, cada hemisferio se subdivide en cinco lóbulos principales 8 iguales y simétricos) en la superficie externa, los lóbulo frontal, parietal occipital, temporal y de la ínsula (figura 3.8 y 3.9) y el lóbulo límbico en la superficie interna media. En la parte superficial de los hemisferios se reagrupan un buen n numero de cuerpos celulares de neuronas que forman una capa de medio centímetro de grosor, la corteza cerebral o sustancia gris, centro de las principales funciones motrices ( lóbulo frontal), perceptivas ( lóbulo occipital para la visión, parietal para la somestacia y temporal para la audición), cognoscitivas ( lóbulo frontal ) y afectivas y emotivas ( lóbulo límbico) y de nuestro comportamiento conciente ( figuras 3.10 y 3.11) cada hemisferio controla la mitad opuesta del cuerpo: de modo que, la lesión de las áreas motrices del hemisferio izquierdo da como resultado la parálisis de la parte derecha del cuerpo. En el centro de los hemisferios, compuestos por sustancia blanca, se encuentran agrupados axones mielinizados de las neuronas cuyos cuerpos celulares se alojan en la corteza o en otras estructuras subcorticales, y también se hallan a núcleos de sustancias gris, los núcleos grises centrales que incluyen en concreto a los ganglios basales que desempeñan una función capital en el control motor y en el tálamo, autentica estación de enlace de las vías sensitivas y motrices (figura 3.8) Figura 3.4. Propagación del potencial de acción a lo largo de una fibra no mielinizada. El tronco cerebral incluye los pedúnculo cerebrales, la protuberancia anular y el bulbo raquídeo (figura 3.6) estas estructuras diversas intervienen en especial en el control motor (en el que se destaca el tono muscular) así como en el de la atención y de las funciones de la vida vegetativa (digestión, respiración, y funciones cardiovasculares) Figura 3.5. Las sinapsis Figura 3.6: El sistema nervioso central Figura 3.7. Las meninges Figura 3.8. El encéfalo Figura 3.9. Corte vertical del cerebro (corte de charcot) Por ultimo, el cerebelo, situado en la parte posterior del encéfalo (figura 3.6 y 3.8), tiene un papel fundamental en relación con la motricidad para la preparación, el control y el aprendizaje de los movimientos, el control del tono muscular y el del equilibrio procesando, en este caso, las informaciones vestibulares provenientes del oído interno, y las propioceptivas, provenientes del cuerpo. Por eso, cuando no funciona de modo correcto en un sujeto en estado ebrio, por ejemplo, produce una marcha zigzagueante; el procesamiento ralentizado de la información que le llega provoca desequilibrios que tardan mas en corregirse. La medula espinal, formada por sustancia gris en el centro y sustancia blanca en la periferia, contiene en estas ases de axones que unen al menos por un relevo, el encéfalo a todos los músculos del cuerpo (vías motrices, decentes) y todas las partes del cuerpo al encéfalo (vías sensitivas, ascendentes) (figura 3.12). También interviene, por su parte gris central, en la regulación de la actividad motriz refleja. Figura 3.10. Las áreas corticales motrices, sensitivas y asociativas 2.4 Anatomía del sistema nervioso periférico La segunda parte del sistema nervioso, el sistema nervioso periférico, proporciona al encéfalo la información que necesita para ajustar nuestros comportamientos al contexto en el que nosotros evolucionamos (conecta, así, los receptores sensoriales con en encéfalo) y permite que el encéfalo dirija hacia cada uno de los músculos los impulsos nerviosos que son la base de nuestro comportamiento motor voluntario. Comprende dos categorías de nervios, los 31 pares de nervios raquídeos, conectados a la medula espinal (figura 3.12) y los 12 pares de nervios craneales que salen del encéfalo. Los nervios raquídeos aseguran la ultima unión entre el sistema nervioso central y las diferentes partes del cuerpo para el control motor (vías eferentes o motrices) y la primera entre los receptores cutáneos, musculares y articulares y la medula (vías aferentes o sensoriales); así que son mixtos, motores y sensitivos simultáneamente. Los nervios craneales se sitúan en los ojos, los oídos, la boca y la nariz, pero también en el control de músculos de la cabeza o el cuello, entre ellos los del lenguaje. 2.5 El sistema nervioso autónomo y la respuesta a las emociones al estrés. En la vida cotidiana, nos vemos obligados con frecuencia a hacer frente a situaciones en las que las emociones son requeridas o bien puestas a duras pruebas y en que el estrés interviene en gran manera. Es lo que ocurre, por ejemplo cuando escapamos de un accidente “por los pelos”, cuando vivimos presiones en el trabajo o en los estudios, cuando nos enamoramos y nuestro corazón se acelera, cuando nos sentimos agredidos y reaccionamos, y cuando en lo alto de la montaña rusa sentimos pánico. En todos los casos se producen respuestas fisiológicas en nuestro organismo que ponen en marcha a nuestro sistema nervioso autónomo o vegetativo y si al sistema endocrino. El primero, aunque anatómicamente forma parte del sistema nervioso, debe su nombre al hecho de que escapa a la consciencia y a la voluntad para realizar su acción. Comprende varias estructuras encefálicas que componen lo que se denomina sistema límbico, o cerebro emocional (lóbulo límbico, áreas olfativas, núcleo amigdalino, hipocampo, hipotálamo). Garantiza las funciones asociadas a la supervivencia del individuo (mantenimiento del equilibrio del medio interno u homeostasis) y de la especie (reproducción) y, por tanto, el funcionamiento de la mayoría de los órganos internos. De este modo, regula por ejemplo la frecuencia cardiaca y respiratoria, la tensión arterial, la temperatura del cuerpo, la digestión, el metabolismo, la sudación y el rubor, la sexualidad y, también las funciones asociadas a la memoria y al control de las emociones, y al sueño. El sistema nervioso autónomo incluye dos subsistemas con fines opuestos, uno aumenta las funciones fisiológicas y el otro las disminuye. El primero es el sistema simpático, relacionado con la mente la noradrenalina como neuromediador. El otro es el sistema parasimpático, asociado al mantenimiento de los recursos del organismo y tendente a disminuir, por ejemplo, la frecuencia cardiaca y la respiración; utiliza únicamente la acetilcolina como neuromediador. Como es autónomo, actúa independientemente de nuestra voluntad: nos ruborizamos sin querer (y, a veces, sin saberlo) e incluso intentando oponernos a ello razonando. Este sistema actúa sobre el segundo, el sistema endocrino (compuestos de glándulas y células), que libera hormonas (sobre todo, adrenalina, muy conocida por los efectos de su descarga sobre la agresividad, pero también endorfinas, que son sustancias químicas parecidas a la morfina) que actuaran con una rapidez inaudita sobre los diferentes sistemas, el muscular en especial, lo cual nos hace muchas veces actuar sin tener tiempo para reflexionar (saltar a un lado por ejemplo) y eso nos salva la vida. Las situaciones estresantes crónicas (que provocan lo que Selye ha dado en llamar el “síndrome general de adaptación” con sus tres tiempos, la alarma, la resistencia y el agotamiento) o emociones demasiado frecuentes vividas a diario terminan por generar, en muchas personas, ansiedad, depresión, rabia, fatiga, nerviosa y apatía. Y todo eso puede actuar sobre el corazón, propiciando las enfermedades cardiovasculares, o sobre el sistema inmunitario, en cuyo caso aumenta la sensibilidad a las enfermedades, así como los riesgos de cáncer, el insomnio, y de trastornos digestivos y gástricos. La practica de la relajación y la concentración (relajación, tai-Chi), del control del a respiración (yoga, meditación) y de la actividad física (Long 1997) permite tener un dominio sobre dichos estados interiores evitando, así, recurrir a los medicamentos, al tabaquismo, al alcohol o a las drogas. Una práctica física regular favorece en primer lugar pensar en otras cosas y, después libera endorfinas, que provocan la aparición de una sensación corporal agradable, incluso euforizante, y nos proporciona una impresión de bienestar que actuara sobre la salud mental. 2.6 Maduración del sistema nervioso Si bien el sistema nervioso ya es anatómicamente completo al nacer, aun esta lejos de ser completamente funcional: necesitara años para que su madurez sea total y esto lo ilustran dos mecanismos principales: la mielinizacion de los axones (formación progresiva de la vaina de mielina que rodea a los axones) y la sinaptogenesis o inicio de la sinapsis. Sin embargo, al nacer, los principales centros de control de la vida vegetativa (respiración, circulación) o de algunas funciones (vigilia y sueño, atención) situados en el tronco cerebral son funcionales. Al mismo tiempo que la mielinizacion y le evolución de los centros corticales, que se efectúan según etapas y direcciones muy precisas entre las áreas y escalonándose en mas de 20 años, las posibilidades motrices y cognoscitivas de los niños se incrementan de modo evidente, fácilmente observables (figura 3.13). La evolución del cerebelo, por ejemplo, se traduce en equilibrio del tono muscular (hacia los tres meses), el control de la posición de sentado (6 meses) y de pie (9 meses), la adquisición de la marcha (12 meses) y, más tarde de la carrera (2 años). Pero, por ejemplo no será hasta los 4 años aproximadamente cuando la madurez de las áreas somáticas del lóbulo parietal, asociado a las sensaciones provenientes del cuerpo y entre ellas las que generan los movimientos, será igual que las de las áreas motrices del lóbulo frontal, asociadas a los accionamientos motrices. Así, a partir de esta edad, el control de los movimientos es también mucho más exacto. Las posibilidades cognoscitivas de los niños se metamorfosean también a medida que sus centros nerviosos se van transformando. En la actualidad, también es claro que el numero de sinapsis entre los 4 y los 9 años supera ampliamente el de los adultos tal como lo atestigua el consumo de glucosa cortical, que, a esta edad, representa dos veces mas que el adulto, alcanzada hacia los 618 años (Chuman 1998)(figura 3.14 y cuadro 3.1). Eso da como resultado unas posibilidades de aprendizaje sumamente elevadas a esta edad (lo cual subraya el concepto del periodo critico o sensible) que se ven favorecidas por las estimulaciones precoces, sobre todo en el aprendizaje de varias lenguas, sin acento. El uso de los centros de descodificación de los sonidos o de los de su producción, a esta edad, permite conservar una paleta funcional más amplia de la discriminación (auditiva) o de las producción (sonora) de fonemas. En el caso contrario, las sinapsis no utilizadas se deterioran o desaparecen, de modo que cualquier aprendizaje posterior resulta más laborioso. Esto resalta la importancia de la estimulación precoz, en un entorno enriquecido activo (es decir en el que el niño actúa y no se conforma con observar pasivamente) y la existencia de periodos sensibles, de épocas en las que son posibles aprendizajes fáciles y eficaces. Esta riqueza funcional se reduce cuando la madurez sináptica finaliza, asociada probablemente a las modificaciones químicas de eficacia de los neurotransmisores en las sinapsis. La plasticidad neural disminuye otro tanto. También es fácil de entender que cualquier logro del sistema nervioso se traduzca en dificultades motrices, en las que resalta la torpeza o la dispraxia o trastornos de adquisición de la coordinación, así como en dificultades cognoscitivas o afectivas que comprometen el aprendizaje. Para completar este repaso rápido a las modificaciones propias del sistema nervioso, importa saber que la misma evolución anatómica de las células nerviosas depende de su excitación natural en el momento oportuno. Ahora, por ejemplo sabemos bien que la falta de luz impide el desarrollo de las neuronas corticales de las áreas visuales (Wiesel 1982). La ausencia de la luz en la retina bloquea el desarrollo de estas células nerviosas corticales visuales (de ahí la importancia de las operaciones muy precoces, en los primeros meses de vida, de las cataratas congénitas) mientras que una oclusión monocular (un ojo se mantiene cerrado) hace que desaparezca en el córtex visual la respuesta de las células a la excitación de ambos ojos. No obstante, si este periodo de privación sensorial cesa muy rápidamente, puede hacer una recuperación y, de nuevo, la instauración de una visión prácticamente normal.