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Miguel Ángel García Díaz* Felipe Serrano Pérez** ENVEJECIMIENTO DE LA POBLACIÓN, CRECIMIENTO ECONÓMICO Y PENSIONES PÚBLICAS EN ESPAÑA El efecto que el envejecimiento de la población puede llegar a tener en el sistema de pensiones se ha convertido en objeto de controversia que enfrenta a detractores y defensores del sistema de reparto. En la primera parte de este trabajo se proporcionan argumentos que justifican la necesidad de separar la elección del sistema de aseguramiento de los potenciales problemas demográficos a los que podamos enfrentarnos en un futuro. En la segunda parte, se presenta una proyección de ingresos y gastos futuros del sistema español de Seguridad Social que arroja resultados menos pesimistas que los proporcionados por otros trabajos, algunos de los cuales se recogen en este mismo volumen. Palabras clave: envejecimiento de la población, crecimiento económico, pensiones, ingresos de la Seguridad Social, gastos de la Seguridad Social, España. Clasificación JEL: H55, J11, 040. 1. Envejecimiento de la población y reforma de las pensiones El debate actual sobre la reforma de los sistemas públicos de pensiones aparece conectado, casi de manera automática, con el problema del envejecimiento de la población. Dicha conexión se presenta en los siguientes términos. Durante los próximos cuarenta años los siste- * Director del Gabinete Económico de la Confederación Sindical de CC OO. ** Catedrático de Economía Aplicada. Universidad del País Vasco. mas de reparto se van a enfrentar, por un lado, a la jubilación de los niños nacidos durante el baby boom y, por otro, al aumento en la esperanza media de vida de las personas. El resultado final será un aumento considerable del gasto en pensiones que deberá ser costeado por una población activa aminorada por las bajas tasas de natalidad actuales. El sistema de reparto, por tanto, se enfrenta al dilema de aumentar las cotizaciones o disminuir las prestaciones. Si se opta por la primera de las opciones se generarán incentivos negativos en el comportamiento de los agentes que afectarán negativamente al crecimiento económico. Si, por el contrario, se opta CONSECUENCIAS DE LA EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA EN LA ECONOMÍA Mayo-Junio 2004. N.º 815 ICE 175 MIGUEL ÁNGEL GARCÍA DÍAZ Y FELIPE SERRANO PÉREZ por la segunda la reducción en la prestación afectaría al bienestar de la población jubilada, algo que tampoco se desea. El paso a cuentas individuales capitalizadas se presenta, entonces, como la solución idónea para evitar estos dos efectos no deseados. Las proyecciones futuras de ingresos y gastos del sistema se han convertido de esta manera en el terreno de reflexión privilegiado para dirimir sobre el futuro de nuestro sistema de pensiones. Este terreno, sin embargo, es bastante resbaladizo, sobre todo cuando de los resultados de dichas proyecciones se pretende concluir, casi de manera automática, que la solución al problema del envejecimiento pasa por la implantación de sistemas individuales de ahorro bajo gestión privada. La realización de proyecciones a largo plazo del gasto y de los ingresos futuros del sistema de Seguridad Social no es un asunto fácil. El carácter no estacionario del proceso económico genera problemas de información que deben ser solventados mediante el recurso a supuestos. La elección de estos supuestos es de naturaleza discrecional, y en las más de las veces refleja las opiniones subjetivas de quien los realiza. En todo caso, este tipo de ejercicios es preciso realizarlos, aunque sepamos de antemano que esté próxima a cero la probabilidad de que acabe sucediendo lo que hoy estamos estimando. La necesidad de realizar simulaciones surge de la propia naturaleza de las medidas correctoras que exige un sistema de previsión. Dichas medidas no pueden ser implementadas cuando los acontecimientos ya se han producido, entre otras razones porque podría ser demasiado tarde para corregir los efectos no deseados, o porque el coste de dicha corrección podría ser demasiado elevado en términos de bienestar de la población jubilada. La anticipación de resultados permite adelantar reformas y, de esta manera, disponer del tiempo necesario para calibrar la intensidad y la dirección más adecuada de las medidas a implementar. La anticipación, además, permite gestionar los tiempos de la reforma para suministrar a los afectados la información necesaria sobre el calado y los momentos en que comenzarán a percibir los cambios que se intentan provocar. 176 ICE CONSECUENCIAS DE LA EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA EN LA ECONOMÍA Mayo-Junio 2004. N.º 815 No deja de ser paradójico que las reformas se tengan que abordar con un conocimiento imperfecto de los acontecimientos futuros, pero lo cierto es que no hay otra manera de hacerlo. Es por ello que sería muy beneficioso para el futuro del sistema, aunque no deja de ser una utopía, que las diferentes simulaciones tendiesen a un cierto consenso en torno a los supuestos que se incorporan en su realización. Esto permitiría que la reflexión sobre las medidas reformadoras que pueda precisar el sistema se hiciesen sobre un mismo conjunto de información. De esta manera, la reflexión se podría volcar en lo relevante y se evitaría incurrir en debates estériles sobre el pesimismo o el optimismo con que percibimos en el presente lo que pueda ocurrir en el futuro. Pero, ¿qué es lo relevante cuando se reflexiona sobre los sistemas de pensiones? El principal objetivo de cualquier sistema de pensiones es proporcionar una pensión suficiente que permita a la población jubilada mantener un estándar de vida socialmente aceptable. Esta pensión, evidentemente, tiene que proporcionarse con la máxima seguridad posible, tanto durante los años laborales en que se generan los derechos como durante los años de disfrute de la renta. Esto es, los individuos tienen que tener en todo momento la máxima certeza de que dispondrán de los recursos necesarios para hacer frente a sus necesidades de consumo una vez abandonada la vida activa. Con los sistemas de pensiones, ciertamente, se buscan otros objetivos además del señalado, pero es indudable que un sistema que no sea capaz de proporcionar esa seguridad aludida será juzgado como claramente inapropiado. La reflexión, por tanto, debe iniciarse en el plano teórico antes que en el terreno de las proyecciones. Las estimaciones de ingresos y gastos informan de los ajustes que pueden ser necesarios realizar para garantizar el objetivo apuntado, pero no de las bondades y de las dificultades que presentan los diferentes sistemas de pensiones para proporcionar con la máxima garantía un poder de compra real socialmente aceptable a la población jubilada. El problema del envejecimiento de la población ENVEJECIMIENTO DE LA POBLACIÓN, CRECIMIENTO ECONÓMICO ... es un buen ejemplo para ilustrar lo que pretendemos señalar. Cualquier proyección que se realice en la actualidad concluirá que en las próximas décadas el gasto en pensiones aumentará debido al envejecimiento de la población. Podrán existir discrepancias en la cuantía del incremento, dependiendo de los supuestos que hagamos sobre las variables que inciden en la cuantía media de la pensión. Esta información, sin embargo, no aporta nada, o muy poco, a la reflexión sobre la elección del mejor sistema. El problema del envejecimiento afecta por igual al sistema de reparto y al sistema de capitalización, de tal manera que de la información proporcionada por la simulación difícilmente podemos extraer conclusiones relevantes para nuestro propósito. El establecimiento de criterios de selección para discriminar entre sistemas resulta ser así un problema a resolver, previo a la realización de proyecciones sobre la evolución futura del ingreso y del gasto del sistema público de pensiones. Solamente cuando se han establecido estos criterios, y se dispone de elementos de reflexión suficientes para elegir el mejor sistema, adquieren relevancia analítica los ejercicios de anticipación de resultados futuros. Esto es particularmente cierto si la elección se decanta por el método de reparto, pero no lo es tanto si el sistema seleccionado es el de la capitalización. Más concretamente, si se concluye que el mejor sistema es este segundo, poco interés tiene realizar proyecciones futuras de ingresos y gastos del sistema actual, ya que, podríamos decir, estamos viviendo en el error. Lo relevante, en este caso, sería reflexionar sobre el método para transitar lo más rápidamente posible del sistema de reparto actual hacia las cuentas individualizadas de ahorro. Carece de sentido justificar este tránsito apelando a hipotéticas dificultades financieras futuras del sistema público, ya que el problema se encuentra en otro sitio. La transición sería necesaria incluso bajo el supuesto de que dicho sistema no se enfrentase en un futuro con problema alguno. Conectar una futura crisis financiera de los sistemas públicos con un cambio de modelo es una forma burda de hurtar una reflexión sobre los mode- los de aseguramiento contra la vejez, que en nada ayuda a lograr el objetivo que todos deseamos; esto es, proporcionar a las personas jubiladas una renta digna. Si los criterios de selección apuntan hacia el método de reparto como el más adecuado para proporcionar esa renta, entonces las proyecciones de ingresos y gastos futuros del sistema sí adquieren una dimensión analíticamente relevante. Estas proyecciones, como apuntábamos en párrafos anteriores, con todas las salvedades que se les pueda imputar, son una fuente de información necesaria para ajustar el sistema con tiempo suficiente. En otros trabajos 1 ya hemos tenido ocasión de apuntar detenidamente las razones que nos incitan a defender el actual método de reparto como mejor fórmula aseguradora para garantizar el objetivo de una pensión suficiente. En un mundo dominado por la incertidumbre los errores de estimación en que se incurre cuando tratamos de anticipar el futuro generan costes de ajuste para poder mantenernos en la senda que conduce al objetivo deseado. Pues bien, es la capacidad para minimizar estos costes lo que da una mayor robustez al sistema de reparto frente a la capitalización. La selección del método de reparto como forma óptima de aseguramiento contra la vejez obliga, por tanto, a entrar en el terreno de las simulaciones de ingresos y gastos futuros del sistema. Estas simulaciones, lo apuntábamos en párrafos anteriores, son necesarias para estimar el alcance de las hipotéticas reformas de tipo paramétrico que el sistema pueda necesitar. Las reformas a las que nos estamos refiriendo son las siguientes. En primer lugar, actuaciones tendentes a influir sobre el ritmo de crecimiento de la pensión media. En este terreno la medida estrella es la ampliación del número de años computables para el cálculo de la base reguladora. En segundo lugar, actuaciones tendentes a influir sobre el ritmo de crecimiento del número de pensionistas. En este ámbito de actuación las dos medidas sobre las que 1 SERRANO et al. (2004) y EGUÍA y SERRANO (2003) CONSECUENCIAS DE LA EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA EN LA ECONOMÍA Mayo-Junio 2004. N.º 815 ICE 177 MIGUEL ÁNGEL GARCÍA DÍAZ Y FELIPE SERRANO PÉREZ se reflexiona en este momento son, por un lado, las destinadas a lograr la coincidencia entre la edad legal y la edad efectiva de jubilación y, por otro, el aumento de la edad legal de jubilación. En tercer lugar, actuaciones tendentes a influir sobre los ingresos del sistema, ya sea conectando claramente la naturaleza de la prestación con la fuente financiera y/o, si así se decidiese, aumentando en un futuro las cotizaciones sociales para no descargar exclusivamente en la población jubilada todo el coste del ajuste. 2. Demografía, gasto en pensiones e ingresos futuros del sistema Las tasas de natalidad, la esperanza de vida y los flujos migratorios son las variables que determinan el movimiento de la población y, por extensión, las proyecciones demográficas. Según las hipótesis que se realicen sobre el comportamiento futuro de dichas variables estas proyecciones pueden ser más o menos optimistas. La tónica que domina en estos momentos en la mayoría de análisis que tratan de estudiar los efectos económicos del envejecimiento de la población es muy pesimista, esto es, se proyecta hacia el futuro un intenso proceso de envejecimiento de la población con graves repercusiones en las tasas de crecimiento económico futuras. La variable demográfica, con ser importante, no es sin embargo la variable central para el estudio de los sistemas de pensiones. Los sistemas de pensiones, sean estos de reparto o de capitalización, son un mecanismo para transferir renta desde la población laboral activa hacia la población pasiva. En un sistema de reparto esta transferencia de renta es explícita y visible, al efectuarse mediante el pago de cotizaciones sociales obligatorias. En un sistema de capitalización, sin embargo, esta transferencia es más opaca, ya que se produce de una manera indirecta. La población pasiva dispone de derechos acumulados sobre activos financieros y/o reales que permiten captar una parte, proporcional al volumen de sus activos, de la renta del período generada por la 178 ICE CONSECUENCIAS DE LA EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA EN LA ECONOMÍA Mayo-Junio 2004. N.º 815 población ocupada, ya sea en forma de intereses o por la venta de los activos acumulados. Las pensiones, por tanto, en cualquiera de los dos sistemas dependen de la renta o, lo que es lo mismo, de la tasa de crecimiento económico (Barr, 2000). Si el crecimiento económico se debilita la cantidad de renta a distribuir también se debilitará y las pensiones obtenidas bajo cualquier método también se resentirán. En caso contrario no habrá motivo alguno para la preocupación. La intensidad, por tanto, de los ajustes futuros que puede precisar el sistema español de pensiones, o en general la mayoría de los sistemas de pensiones públicos europeos, depende crucialmente de la tasa de crecimiento económico que se espera obtener. La variable demográfica influye en esta tasa a través de los efectos que genera en la oferta de mano de obra; pero también influye a través de los cambios que puede inducir en los procesos de innovación (capital humano y/o capital físico), de tal manera que los incrementos en la productividad podrían compensar el efecto negativo en la oferta de mano de obra. La naturaleza endógena del crecimiento económico, además, permite influir sobre las variables que afectan al progreso técnico (entendido en sentido amplio), de tal forma que se puede corregir cualquier efecto inducido por el envejecimiento. Las simulaciones del gasto, y sobre todo de los ingresos futuros del sistema, son, por tanto, tributarias de los supuestos que se realicen sobre el efecto que el envejecimiento de la población tiene en la tasa de crecimiento económico. Así, el Economic Policy Committee (2001), en su informe sobre los retos presupuestarios que plantea el envejecimiento de la población, estima que la población total española disminuirá en los próximos cincuenta años en algo más de cuatro millones de personas. La pérdida de población, según este informe, será aún más alarmante en el tramo de edad comprendido entre los 15 y los 65 años, con una disminución de ocho millones de personas. La tasa de dependencia, por tanto, amentará desde el 24,5 por 100 actual hasta el 60,4 por 100. Igual de pesimista, por lo demás, se mostraba en las estima- ENVEJECIMIENTO DE LA POBLACIÓN, CRECIMIENTO ECONÓMICO ... ciones demográficas que realizaba para el resto de países de la Unión Europea. La traslación de estos movimientos demográficos a cambios en el PIB se realiza bajo la hipótesis de cambio técnico constante. De esta manera la caída proyectada en la población en edad de trabajar se traduce en una caída en la oferta de mano de obra que genera una ralentización en las tasas de crecimiento económico. En definitiva, la tasa de crecimiento económico futura estimada, en la mayoría de los estudios publicados por la Unión Europea, se sitúa en torno al 1,5 por 100. El envejecimiento de la población, por tanto, arrastraría en España el gasto en pensiones hasta el 17,3 por 100 del PIB. Igual de pesimistas son las proyecciones que se han efectuado en nuestro país. En otros trabajos publicados en este mismo número se hace referencia a dichas proyecciones, de tal manera que podemos prescindir de su exposición para centrarnos en presentar una simulación de ingresos y gastos futuros del sistema español de seguridad social que arroja resultados menos pesimistas. Simulación de resultados El gasto total en pensiones depende de la cuantía media de la pensión que se proyecte y de la evolución prevista en el número total de futuros beneficiarios. Por lo que al número total de futuros pensionistas se refiere, así como su distribución por clases de prestación, se utiliza la información proporcionada por la Secretaría de Estado de Seguridad Social contenida en el informe que presentó ante el Comité de Protección Social de la Unión Europea (2002). De acuerdo con esta fuente, el número de pensiones ascendería en el año 2040 a un total de 12.554.251; es decir 4.772.443 pensiones más que las abonadas en el año 2002. La serie muestra un primer período de suave crecimiento hasta el año 2010, con un aumento en el número total de pensiones de 693.758 al final de la década. A partir de esta fecha el ritmo de crecimiento se acelera de manera considerable. Entre el año 2010 y el año 2030 la tasa anual de crecimiento de esta variable es del 1,4 por 100, con una previsión de entradas al sistema de casi 1,3 millones y más de 1,4 millones en cada una de las dos décadas incluidas en este período. En los diez años posteriores a 2030 el ritmo de crecimiento se desacelera (1,19 por 100 anual) aunque, aun así, el número de pensiones aumenta casi en 1,4 millones adicionales hasta alcanzar la cifra mencionada de 12,5 millones de pensiones en 2040. Hemos supuesto un crecimiento de la cuantía media de la pensión del 2,08 por 100 anual en términos reales. Esta hipótesis es coherente con un escenario de aumento anual del PIB del 2,5 por 100, una distribución de la renta entre remuneración de asalariados y excedente empresarial similar a la actual (50 por 100) y con la evolución de la población potencialmente activa marcada por la vigente proyección del INE hasta 2040 (0,3 por 100 anual). La hipótesis sobre la evolución de la pensión media incorpora algunas diferencias respecto a lo acontecido en el pasado que son convenientes comentar. Se ha supuesto que el salario medio y la pensión media futura crecen a una tasa idéntica, cuando no ha sido este el resultado observado en las últimas décadas. En el período comprendido entre 1983 y 2002 la pensión media del sistema creció a una tasa anual real del 2 por 100, mientras que el salario medio lo hacía al 0,6 por 100. Esta desequilibrada evolución incidiría, a legislación constante, en una desaceleración del ritmo de crecimiento del gasto en pensiones, por lo menos durante un período de tiempo. No nos ha parecido lógico, sin embargo, proyectar hacia el futuro una asimetría de estas características, sobre todo por lo que a las pensiones de jubilación se refiere. Dicha asimetría es resultado de determinadas especificidades históricas que no es probable que se vuelvan a repetir. Identificar el crecimiento de la pensión media con los incrementos de productividad, por otra parte, supone un sesgo positivo en el aumento esperado del gasto. Las pensiones en vigor se actualizan en función del IPC real calculado entre noviembre y noviembre de cada año, de CONSECUENCIAS DE LA EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA EN LA ECONOMÍA Mayo-Junio 2004. N.º 815 ICE 179 MIGUEL ÁNGEL GARCÍA DÍAZ Y FELIPE SERRANO PÉREZ tal forma que la hipótesis de la simulación está presuponiendo que la tasa de crecimiento de la pensión media la marcan exclusivamente las nuevas entradas. Si se dispusiese de información más detallada para descomponer las futuras pensiones entre nuevas entradas al sistema y pensiones en vigor, y se actualizase cada una según el parámetro que corresponde, la pensión media presentaría una tasa de crecimiento inferior a la estimada, debido al mayor peso relativo del stock de pensiones existente en cada período. Podríamos decir, entonces, que la tasa de crecimiento que se imputa a la pensión media del sistema es relativamente alta, si tenemos en cuenta lo que está aconteciendo en este momento. Sin embargo, la opción elegida entendemos que es más sensata que la opción alternativa de suponer escenarios de menor crecimiento. Por otra parte, se ha supuesto una distribución entre aumento de los salarios y crecimiento del empleo que permite alcanzar una tasa de actividad compatible con las proyecciones de población de las que se dispone en estos momentos. Esta tasa, aunque es elevada, puede ser observada en este momento en otras economías más desarrolladas. Con estos supuestos, la cuantía media de la pensión proporcionada por el sistema pasaría de los 553 € pagados en el último ejercicio (2003) hasta los 1.184 € mensuales en 2040, ambos medidos en moneda constante de 2003. La cuantía media de la pensión por jubilación aumentaría desde los 628 € actuales hasta los 1.345 € en 2040, ambos medidos en moneda constante de 2003. Esta cantidad sería la media del conjunto de los regímenes y, de no estar acompañada de cambios significativos en el método de cotización, ocultaría elevadas diferencias entre el Régimen General de asalariados y el resto de los regímenes, hasta el punto que las pensiones con entradas en ese año correspondientes al primer grupo tendrían como media la cuantía máxima fijada en este momento (2.029 € mensuales). Esta cantidad reduciría ligeramente la actual relación con el salario medio que tienen en este momento las entradas de 180 ICE CONSECUENCIAS DE LA EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA EN LA ECONOMÍA Mayo-Junio 2004. N.º 815 pensiones de jubilación del Régimen General (del 80,5 por 100 al 78,9 por 100) Pues bien, de alcanzarse una situación con estas características, en el año 2040, como puede verse en el Gráfico 1, el gasto total ascendería a 208.049 millones de euros constantes de 2003. Esta cantidad es aproximadamente cuatro veces superior a la actual y equivaldría al 11,25 por 100 del PIB de ese año; es decir tres puntos adicionales del PIB respecto al porcentaje del año 2003. Para valorar el esfuerzo en su justa medida se debe tener en cuenta que el grupo de personas mayor de 65 años podría ser en ese ejercicio la tercera parte de la población española. Es evidente que cualquier modificación, ya sea en el número de pensionistas o en la pensión media, alteraría estos resultados, que se han construido manteniendo constante la relación actual entre la pensión media y el salario medio en cada momento (46,1 por 100 para la pensión media proporcionada por el sistema y 52 por 100 para la pensión media de jubilación para el conjunto de regímenes). Si, por ejemplo, se considerase que la pensión media es baja y que, por tanto, es preciso elevarla mediante acciones discrecionales, es evidente que el gasto aumentaría sobre el obtenido en la simulación. También es cierto que si proyectásemos hacia el futuro el comportamiento que se está observando en las nuevas afiliaciones, con bases medias de cotización sustancialmente más bajas que las existentes 2, la pensión media crecería menos de lo estimado. Esto significaría que, para la misma tasa de crecimiento económico estimada, se estaría produciendo una alteración en la distribución funcional de la renta. La proporción entonces entre PIB y gasto en pensiones sería menor a la estimada y las pensiones, en términos absolutos, podrían no ser suficientes para atender las necesidades de la población jubilada. 2 La base media de cotización de los trabajadores asalariados del Régimen General ha mantenido una tasa anual negativa del 0,1 por 100 en el período 1997-2003. ENVEJECIMIENTO DE LA POBLACIÓN, CRECIMIENTO ECONÓMICO ... GRÁFICO 1 PROYECCIÓN DEL GASTO EN PENSIONES CONTRIBUTIVAS (En % de PIB) 12 10 8 6 4 2 38 35 29 32 20 20 20 23 26 20 20 20 20 17 11 14 20 20 20 08 20 05 20 20 20 02 0 La proyección de los ingresos futuros del sistema, por su parte, se ha realizado a partir de los siguientes supuestos: Por lo que al número de efectivos, o potenciales cotizantes se refiere, se ha supuesto que crecen durante todo el período a una media del 0,3 por 100. Esto significa que el número de afiliados a la Seguridad Social se situaría en el año 2040 en 18.520.000; es decir 2,3 millones más que los existentes en la actualidad. La tasa de actividad, por tanto, aumentaría en once puntos, pasando del 67 por 100 al 78,7 por 100 y la tasa de ocupación aumentaría en algo más de catorce puntos (pasaría del 59,3 por 100 actual al 74,7 por 100). Se alcanzaría así una situación de pleno empleo con una tasa de paro situada en el 4 por 100. Las bases de cotización crecerían al mismo ritmo que el salario medio, esto es, a una tasa real del 2,1 por 100 durante todo el período. El tipo de cotización se mantendría constante en la tasa actual. Los ingresos por cuotas que percibiría el sistema crecerían, entonces, a una tasa del 2,5 por 100 real anual acumulativo durante el período estudiado 3, manteniendo una recaudación 3 La tasa anual real de crecimiento en la recaudación por cuotas en el período 1977-2002 ha sido del 3,08 por 100, a pesar de haberse constante equivalente al 10 por 100 del PIB, la misma que se alcanzó en el año 2003. Pues bien, con esta proyección de ingresos el sistema de Seguridad Social podría hacer frente al pago de las pensiones, descontando los complementos a mínimos, y generar un pequeño superávit hasta el año 2032. A partir de este momento el sistema comenzaría a generar déficit (nunca superiores a 0,4 por 100 del PIB), por lo que precisaría de ingresos adicionales mediante elevaciones de las cotizaciones u otro tipo de ingresos 4. El escenario descrito, no obstante, obliga a elevar el tipo de cotización desde el 28,3 por 100 en el que está situado actualmente hasta el 29,1 por 100 del año 2040. Los resultados obtenidos necesitan algunas matizaciones. La tasa de ocupación que se obtiene es alta (74,7 por 100), sobre todo si la comparamos con la actual. Los informes de la Unión Europea suelen situar las estimaciones de esta tasa en torno al 70 por 100. Este indicador, en todo caso, es un indicador relativo. El número de efectivos que podrían cotizar al sistema en un futuro podrían ser los mismos, en términos absolutos, con una tasa de ocupación más baja si la población en edad de trabajar creciese en un futuro por encima de las estimaciones que se barajan en estos momentos. Esta posibilidad no es tan extraña a tenor de los nuevos datos sobre demografía que se están conociendo. En cualquier caso persiste la posibilidad, si se adoptan las políticas necesarias, de aumentar la actual previsión de la tasa de natalidad, o de inmigración, hasta conseguir incrementar en 2040 la población en edad de trabajar en 1,8 millones de personas hasta alcanzar los aprobado varias rebajas en el tipo de cotización durante el período por valor de seis puntos (del 34,3 por 100 al 28,3 por 100). Un porcentaje superior al ritmo de crecimiento del PIB (2,78 por 100 anual). 4 Se han descontado los complementos a mínimos por coherencia con los acuerdos alcanzados en línea con las recomendaciones del Pacto de Toledo. Si en la simulación se incorporase esta partida de gasto, es decir, si suponemos que dichos complementos se seguirán abonando con cargo a los ingresos por cotizaciones, el sistema entraría en déficit en el año 2025 y, evidentemente, la cuantía final de dicho déficit sería superior a la estimada. CONSECUENCIAS DE LA EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA EN LA ECONOMÍA Mayo-Junio 2004. N.º 815 ICE 181 MIGUEL ÁNGEL GARCÍA DÍAZ Y FELIPE SERRANO PÉREZ 26,6 millones. Un cambio de estas características, previsible ya en parte a partir de los datos del censo de 2001 5, construye un escenario donde cabe una simulación con una mayor tasa de crecimiento en el número de ocupados (0,51 por 100 anual) y un menor aumento en la cuantía media de los salarios y de las pensiones (1,97 por 100 anual real). 3. Conclusiones Los resultados presentados son tributarios de las hipótesis realizadas y, especialmente, de la hipótesis sobre el crecimiento futuro del PIB. La tasa del 2,5 por 100 que hemos utilizado está lejos de la que habitualmente se contempla en la mayoría de los estudios sobre los efectos del envejecimiento de la población en los sistemas de pensiones. Sin embargo, ésta es una tasa que resulta razonable esperar si nos fijamos en la información que proporcionan las series históricas de PIB en nuestro país durante los últimos cuarenta años (próximas al 3 por 100). La Comisión Europea, por otra parte, estima que la tasa de crecimiento potencial de la economía española es de un 3,3 por 100. En la cumbre de Lisboa, además, el objetivo de crecimiento quedó fijado en el 2,5 por 100 para el conjunto de la Unión. Esta tasa de crecimiento económico, manteniendo constantes las tasas de sustitución que muestra el sistema en la actualidad, garantiza una evolución futura del sistema menos pesimista que la que se desprende de otros trabajos. Los futuros pensionistas, de cumplirse nuestras hipótesis, verían reflejados en sus pensiones los aumentos de renta producidos durante sus años de vida activa. Manteniéndose, además, el grado de cobertura actual. 5 El anticipo de los datos del padrón del año 2003 establece una población superior a 42 millones de personas, esto es, un 5 por 100 más de población que la utilizada para la realización de la simulación que presentamos. 182 ICE CONSECUENCIAS DE LA EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA EN LA ECONOMÍA Mayo-Junio 2004. N.º 815 En todo caso, la evolución futura de las tasas de crecimiento económico es influenciable mediante la política económica. En el extremo, podríamos decir que la mejor reforma del sistema de pensiones es aquel conjunto de medidas que tienen por objetivo mantener en el tiempo una elevada y sostenida tasa de crecimiento de la renta. Pero más allá del optimismo o pesimismo con el que proyectemos en el presente acontecimientos futuros, lo relevante, en nuestra opinión, es que el sistema de reparto dispone de mecanismos de ajuste que permiten una corrección más eficiente, en términos de bienestar de la población, de las desviaciones entre lo que se estima y lo que acaba aconteciendo que el método de la capitalización. Éste debería ser, en nuestra opinión, el núcleo central del debate, al menos en un primer momento. La intensidad y la orientación de las reformas de tipo paramétrico son cuestiones de naturaleza técnica que, aún siendo importantes, tienen menos trascendencia en el debate que enfrenta a detractores y partidarios del sistema de reparto. Esto no significa, ciertamente, que no sea conveniente reflexionar sobre tales reformas. Pero esta reflexión, y este es un aspecto importante, no puede realizarse en abstracto, esto es, sin conocer debidamente los efectos que pueden llegar a tener determinadas medidas reformadoras. Un aumento en el número de años computables para el cálculo de la base reguladora, por ejemplo, precisa de un análisis serio y minucioso de las carreras laborales que pueden presentar en los próximos años las personas potencialmente afectadas. Si de este análisis se desprendiese que los costes en términos de bienestar de estos futuros jubilados fuesen inferiores al beneficio total que se induce en el sistema, la decisión podría adoptarse. Ahora bien, si la caída en la cuantía media de las pensiones (posible, aunque no necesariamente tiene que ser simétrica para todos los potenciales afectados) que se genera con una medida de este tipo apenas sirve para contener el ritmo de expansión del gasto total del sistema probablemente lo más indicado fuese incidir en otra dirección. ENVEJECIMIENTO DE LA POBLACIÓN, CRECIMIENTO ECONÓMICO ... La existencia de diferentes opciones discrecionales para intervenir sobre el sistema, en el supuesto de que la tasa de crecimiento económica futura no fuese suficiente, es lo que hace más deseable al sistema actual frente a la capitalización. Un sistema de aseguramiento basado en el ahorro individual siempre se ajusta en la dirección fijada por los mercados financieros. La elección entre sistemas, por tanto, es, en última instancia, una elección entre el determinismo que impone el mercado y la discrecionalidad que proporciona el sistema público. Referencias bibliográficas [1] BARR, N. (2000): «Reforming Pensions: Myths, Truths, and Policy Choices», IMF Working Paper WP/00/139, Washington, DC. [2] ECOFIN (2001): Budgetary Challenges Posed by Ageing Population, Economic Policy Committee, European Union. [3] EGUÍA, B. y SERRANO, F. 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