Download Propuestas de nuevos fundamentos éticos, filosóficos y políticos
Document related concepts
Transcript
Propuestas de nuevos fundamentos éticos, filosóficos y políticos para una biocivilización Agosto de 2011, después del Taller Internacional Biocivilización para la Sustentabilidad de la Vida y el Planeta Rio de Janeiro, 10-12 Agosto 2011* Índice 1. Entender el carácter fundamentalmente ético de la crisis 2. Avanzar a una nueva relación de equilibrio entre seres humanos y naturaleza 3. Rescatar pensamientos ancestrales como parte de los diálogos múltiples y horizontales 4. Instaurar una economía subordinada a la política 5. Identificar justicia social con justicia ambiental 6. Extender la justicia como instrumento para eliminar la pobreza 7. Rescatar y poner en el centro la ética del cuidado 8. Identificar la comunidad con la individualidad 9. Poner en el centro la articulación de la diferencia 10. Profundizar la democracia y la paz, incluyendo la regulación del conflicto 11. Identificar los derechos con las responsabilidades 12. Hacer consciente los ritmos y desafíos que impone la transición 1. Entender el carácter fundamentalmente ético de la crisis La humanidad sufre múltiples, crecientes, y alarmantes crisis, en la economía, la política, el medio ambiente, y en prácticamente todos los ámbitos de la vida social. El progreso y el desarrollo se traducen en abuso agresivo y criminal contra el medio ambiente. La voracidad del lucro de actores ajenos a los pueblos, pero poderosos, destruye hábitats, saquea recursos naturales, desorganiza gravemente los equilibrios naturales, y asesina las posibilidades de vida de las generaciones humanas, animales y vegetales futuras. Se perpetúan y crecen el sexismo, el racismo, el armamentismo, la xenofobia, los conflictos militares, la violencia e inseguridad sociales, que alejan dolorosa¬mente la paz, la prosperidad y la felicidad. Sectores privilegiados se atrincheran escandalosamente en el lujo y la insolidaridad, frente a la miseria evitable de millones, trayendo indefectiblemente como consecuencia la baja calidad o la negación abierta de la democracia. Los proyectos de liberación, a lo largo del siglo XX, muestran aportes pero también una incontestable experiencia histórica de limitaciones, errores y horrores, que son comunes con los demás modelos sociales surgidos con base en la civilización moderna occidental. Los grandes valores éticos, a pesar de estar en todos los discursos oficiales políticos y religiosos, y del esfuerzo sincero de muchos, no son hegemónicos en la práctica, sembrando el escepticismo y el malestar, aunque también la resistencia, la esperanza y la propuesta. Resulta imprescindible entender que, ante todo, y en el nivel más profundo, vivimos una grave carencia ética, es decir de los fundamentos valoricos mismos de la civilización. Se ha roto su legitimidad a toda escala. Los pueblos y ciudadanos en todo el mundo muestran su hondo malestar y rechazo a un orden social producto de aquellos valores y verdades fundamentales hoy cuestionados en sus cimientos. Debemos procesar los escepticismos, las incertidumbres y las esperanzas, para avanzar a la definición de un mínimo de valores comunes y compartidos como especie humana, para superar la crisis, garantizar nuestra supervivencia y sustentar la felicidad de los pueblos. No se trata simplemente de hacer el ejercicio de plantear “ideales” como una referencia bonita pero alejada de la realidad, sino de la necesidad material, objetiva, de contar con sólidos pilares éticos, filosóficos y políticos sobre los cuales se puedan sustentar una nueva economía y una nueva política a toda escala, una nueva civilización centrada en la vida, una biocivilización. 2. Avanzar a una nueva relación de equilibrio entre seres humanos y naturaleza Uno de los ámbitos donde la crisis actual es más evidente y cuya gravedad ha puesto a la humanidad en el sendero de amenazar su propia existencia futura, es el de las relaciones de las sociedades humanas con la naturaleza. A su base está el predominio de una visión de estas relaciones surgida en la modernidad europea e impuesta hegemónicamente en el mundo. En ella, muy esencialmente, los seres humanos se consideraron como separados, distintos y superiores a la naturaleza, a la cual se conceptuó como una enemiga a vencer y dominar, como una cosa u objeto sin derechos y destinada a ser propiedad y provecho de los seres humanos. Se trató de un radical humanocentrismo, ligado a la idea de que los avances tecnológicos eran al mismo tiempo la prueba de la superioridad y el dominio del ser humano sobre la naturaleza, así como la garantía de un crecimiento incesante de la producción, acumulación y consumo de riqueza económica, que devino en sinónimo de progreso, desarrollo y felicidad. Debemos superar el humanocentrismo, sobre la conciencia creciente de que en realidad los seres humanos son parte inseparable, en permanente interacción mutua, con la naturaleza. No sólo por las evidencias de la crisis ambiental, sino por los nuevos conocimientos de muchas disciplinas, mostrándonos que, a un nivel hondo y elemental de la realidad, todas las partes en el universo se encuentran infinitamente interconectadas. 3. Rescatar pensamientos ancestrales como parte de los diálogos múltiples y horizontales Con estos nuevos saberes viene a converger el legado milenario de diversos pueblos, largamente silenciados y hoy novedosamente vigentes. Es el caso del “Buen vivir” elaborado a partir de la práctica de los ancestrales pueblos andinos en el Tahuantinsuyo, que nos habla de una equivalencia, incomplitud y reciprocidad fundamental e inviolable entre los seres humanos, la naturaleza y el cosmos; de la auto limitación productiva de acuerdo al equilibrio en esas interacciones; y de un concepto de felicidad basado en la armonía de los sentimientos y el manejo equilibrado del conflicto y no en la acumulación material ilimitada e incesante. Son también parte de lo emergente, reverdecen para alimentar lo actual y contribuir como imprescindible legado de la humanidad hacia el futuro. Pero únicamente a condición de superar la descalificación de los mismos por la persistencia de la incomprensión, la ignorancia y el prejuicio con que el paradigma de la modernidad occidental buscó silenciarlos, justamente por ser alternativos o antagónicos al hegemónico hoy en crisis. Superando también su idealización, como una panacea única y excluyente para sustentar la nueva civilización, lo cual es un contrasentido en los términos, que lo termina asimilando al paradigma que se busca superar. Su valor radica justamente en que no se elaboran a partir de sociedades ideales, perfectas, “paradisíacas”, ni pretenden servir de base a una. Sino de sociedades con relaciones de dominación y conflicto, que dentro de esa imperfección supieron, de manera inédita y alternativa a la hegemónica, encontrar otros modos mucho más equilibrados de relacionarse entre los seres humanos y con la naturaleza. Su mayor valor está justamente en mostrar que la perfección no es una condición para lograr ese equilibrio. El recuperar el principio ético y filosófico de la interdependencia esencial de todo en el universo, es crucial pero no constituye por sí solo una solución a los problemas, requiere la mediación de mecanismos políticos, económicos, etc., concretos que permitan su operatoria en la realidad, en una amplia y diversa gama de respuestas en cada espacio, pueblo y cultura. La noción de Buen vivir, por ejemplo, es un aporte imprescindible, pero insuficiente. Su origen y contexto rural la hace todavía difícil de aplicar para los millones de personas que viven en las ciudades y que son la mayoría de la población humana, implicando la búsqueda de concreciones y adaptaciones creativas. Para ello, se debe fomentar diálogos múltiples de saberes, académicos y tradicionales, en horizontalidad y descolonización, con aprendizajes mutuos y mestizos. Se necesitan nuevas ideas fundamentales y valores éticos hegemónicos que faciliten y garanticen el cambio civilizatorio, tanto hacia los tomadores de decisiones y las élites científicas, como al conjunto de los ciudadanos y pueblos. Implicando necesariamente un nuevo sistema educativo formal, así como una nueva propiedad y control democrático, más plural y diverso, de los medios de comunicación masivos, que permitan incorporarlos. Comprender y definir mejor el concepto imprescindible de derechos de la naturaleza, ¿cómo implementarlos de manera equilibrada con las necesidades de los seres humanos, de acuerdo a cada realidad? Replantear seriamente el patrón urbanizador, distribuyendo razonablemente a la población, superando el mito de la vida urbana como único y excluyente modo de vida próspero y satisfactorio, que ha llevado a la paradoja de ciudades hiper concentradas, que hacen crecientemente más difícil la vida para buena parte de sus habitantes. 4. Instaurar una economía subordinada a la política Recuperar la política como rectora que subordina la economía, y la economía como una ciencia humana, inexacta, superando los mitos actuales de una supuesta economía naturalizada, con leyes inmodificables, que en realidad sólo oculta el predominio de los intereses de la oligarquía mundial de los grandes capitales y sus aliados políticos e ideológicos. Superar por completo el concepto de progreso asociado al crecimiento económico incesante e infinito, ante la realidad evidente, matemática, de que simplemente no es posible porque la naturaleza no es ilimitada. Y la ilusión de que la tecnología de algún modo más adelante resolverá los problemas. Ambos han sido comunes al capitalismo y el socialismo modernos, por eso son parte de una crisis civilizatoria. Superar culturalmente en las poblaciones el consumismo irrazonable, basado en el individualismo egoísta, y únicamente funcional a los intereses de acumulación de los grandes capitales. No se puede seguir reduciendo cada vez más la vida útil de las mercancías, ni ampliando el consumo superfluo o de lujo; lo que está al centro de la crisis. Lo que implica elaborar una nueva idea de felicidad humana, que supere a la actual asimilada a un creciente e incesante consumo y acumulación material, y que de hecho la vuelve una promesa que nunca se realiza porque siempre deseamos más y nunca estamos satisfechos, o porque simplemente se excluye de lo mínimo a grandes mayorías. 5. Identificar justicia social con justicia ambiental Debemos repensar la justicia ambiental en una identidad con la justicia social, como una totalidad inseparable en difícil equilibrio. No resulta viable abandonar el crecimiento incesante e ilimitado, sin considerar la sustentabilidad y legitimidad social de ello ante las urgencias críticas de millones de personas y pueblos enteros. Hablar de decrecer y restringir el consumo a poblaciones que hoy carecen de un consumo mínimo, después de que otros lo han tenido y mucho, no aparece justo ni viable. Las nuevas políticas ambientales deben incluir los costos sociales y soportes para repararlos, por ejemplo, el desempleo, a través del fomento y uso de la economía social y solidaria, el micro emprendimiento, el salario ciudadano, etc., ampliando esta nueva justicia integral, incluyendo a la multi e interculturalidad. Se debe diferenciar formas de transición al decrecimiento, gradual, táctica, por poblaciones, regiones y países con diversas realidades. Un decrecimiento “diferenciado o selectivo”, en que algunas localidades, regiones o países, pueden crecer todavía por un tiempo, mientras se resuelven las urgencias críticas de sus poblaciones. Esto plantea una dificultad, ¿quién determina cómo se crece y dónde se crece si no hay una gobernanza mundial alternativa operante? Ello implica generar nuevos estándares de medición diferenciados, el Producto Interno Bruto (PIB) ya no sirve, ni siquiera “ampliado”, reformado, pues está esencialmente asociado a la idea y valor del crecimiento ilimitado capitalista en crisis. Por ejemplo, las llamadas tres “P”: que midan indicadores en: Producción, Personas, Planeta, valorizando el carácter “humanizador”, de bienestar integral, por un lado, y su gasto energético, su costo ambiental, por otro, poniendo en la contabilidad pública y privada, a escala local, nacional, regional y global, los pasivos ambientales, junto y en articulación con los sociales Es importante poner atención a los riesgos políticos de esta necesidad de transición, ante un sistema capitalista que ha mostrado que sabe adaptarse y cooptar lo alternativo para hacerlo funcional a la acumulación y la explotación ambiental y humana. Por ejemplo, la llamada “economía verde” divide a los movimientos y ciudadanos activos, entre quienes la rechazan como ya “cooptada” por las mismas empresas contaminantes, convertida en negocio, como los “mercados de carbono”; y quienes tácticamente la consideran un paso o complemento para llevarlas gradualmente a luchas más radicales y profundas. Finalmente, lo importante es que la economía alternativa, no importa “su color”, dé cuenta de los cambios urgentes e imprescindibles que exige la crisis. Frenar y disminuir la concentración y acumulación de riquezas, que permiten que la riqueza extrema esté a la base de la pobreza extrema, haciendo urgente la redistribución, que a su vez quitará presión social al consumo urgente de las poblaciones hoy criminalmente excluidas. Planificar un nuevo patrón energético de transición que supere los actuales, incluyendo el cuestionado impasse del agro combustible. Combinando el desarrollo de energías alternativas, renovables y no contaminantes, con la descentralización y desconcentración de la propiedad de sus fuentes, buscando la más amplia y extendida autonomía a lo largo y ancho de la sociedad. Imponer un súbito decrecimiento del carbono, por ejemplo, fijando cuotas medibles, en años y porcentajes, de reemplazo de los automóviles emisores de carbono por otros nuevos con tecnologías limpias. Garantizar, como mínimo e irrenunciable derecho, el agua y los alimentos para todas las poblaciones, evitando así la fuente de conflictos y el crimen contra los derechos humanos que significa su carencia. Impulsar la economía social y solidaria, alternativa a la hegemónica capitalista, a partir de que es una realidad ya existente, alrededor del 5% de la economía mundial. Fomentar fuertemente la desmilitarización, ante la militarización que hoy alcanza una escala nunca vista, restando recursos cuantiosos a la sustentabilidad ambiental y social, y generando crímenes y horrores contra los seres humanos y la naturaleza a escalas potencialmente devastadoras. Regular la ciencia y la tecnología como un bien público, colocando las patentes al servicio colectivo, y controlando los riesgos de su abuso, de manera que no estén como ahora al servicio de los grandes capitales y su lógica de lucro y poder. Establecer planes para una nueva forma de relocalizar la economía, en una nueva articulación entre lo local, nacional, regional y global, buscando razonablemente la sustentabilidad ambiental y social, superando la articulación actual de imposición de los capitales trasnacionales y sus ritmos productivos y de vida, en función de la competencia, lucro y acumulación, que destruye territorios y pueblos. 6. Extender la justicia como instrumento para eliminar la pobreza Garantizar condiciones mínimas, tanto materiales como espirituales, para el ejercicio de la dignidad de todas las personas, poniendo la ética de la igualdad, material y simbólica, como punto de partida, estableciendo la justicia, como reparación plena del daño a la dignidad, como instrumento fundamental. Poner en el centro la capacidad de escuchar la voz de los que sufren la injusticia, los pobres, los excluidos por el modelo actual. Reforzar la atención y valorización de su palabra y su perspectiva, que es la del oprimido, que necesita y construye emancipación. Se trata de encontrar aquello que el sistema hegemónico silencia por serle alternativo o antagónico para hacer que el silencio hable e ilumine el camino. 7. Rescatar y poner en el centro la ética del cuidado Más allá de la lógica moderna que ha enfatizado la competencia y la supuesta superioridad del más fuerte, el universo y la naturaleza se muestran como una gran trama de cuidados, de condiciones imprescindibles de protección y crianza de la existencia y la vida, que toma las formas de amor, ternura, solidaridad y cooperación. Nos habla de responsabilidades inmanentes, naturales, de unos con otros y de todos con la naturaleza, que son fuente de bienestar y felicidad. A pesar que la civilización capitalista moderna relegó la ética del cuidado a un idealismo irrealizable, o como propia de etapas “atrasadas” de la humanidad, o de gente mística ajena al mundo, ella siguió operando masivamente en la realidad, sólo que invisibilizada. Por siglos las mujeres siguieron brindando el amoroso cuidado que permitió reproducir la vida misma de la especie humana, aún a costa de sus propias condiciones de vida, relegadas al ámbito privado de los hogares, en que además el patriarcalismo machista y su discriminatoria división sexual del trabajo les atribuyó excluyentemente ese rol, bajo condiciones de no valoración y abusos. Su rescate, visibilización y valorización, así como la denuncia de sus condiciones estructurales de injusticia, son un aporte fundamental para la biocivilización. Se debe poner en la contabilidad la economía del cuidado, la reproducción social del trabajo, valorizando tanto el trabajo productivo como reproductivo, es completamente justo, por ejemplo, que se le reconozca un salario y derechos, incluyendo la denuncia y superación de la discriminatoria división sexual del trabajo, para que sea compartido equitativamente entre hombres y mujeres, incorporando también una necesaria nueva relación entre las esferas de lo doméstico privado y de lo público. Sobre todo, rescatar y poner en el centro su lógica, esencialmente antagónica a la capitalista hegemónica en crisis. Mientras el capitalismo destruye masivamente territorios naturales y sus poblaciones humanas, no sólo por las guerras sino sobre todo por la violencia permanente del trabajo explotador y deshumanizado, así como por el orden social hostil y competitivo, el cuidado, por el contrario, se fundamenta radicalmente en la responsabilidad nacida del amor y la solidaridad con la crianza de la vida. Implicando incluso temporalidades distintas y hasta antagónicas a las del capitalismo imperante, que mide y valoriza mercantilmente las “horas de trabajo”, bajo el criterio de la obligación, mientras la temporalidad del cuidado tiene otra lógica, de la vocación, la responsabilidad, el amor, la solidaridad, que es más lenta, desacelerada, muchas veces sin horarios y por toda una vida. 8. Identificar la Comunidad con la individualidad Recuperar la idea y el valor mismo de comunidad es imprescindible para la supervivencia de los seres humanos, en tanto su esencia es la de seres sociales, seres de comunidad. Al negar esta esencia el sistema dominante, los consecuentes resultados de disolución y amenaza de extinción son inevitables y crecientes. La comunidad misma ha sido puesta en oposición a la individualidad desvirtuada en individualismo egoísta, competitivo y deshumanizador. Aquello que la naturaleza brinda a todos, como los ríos y las montañas, así como lo que ha sido creado colectivamente, las fábricas, los caminos, las ciudades, deviene en propiedad privada y en egoísmo competitivo, individual, de grupo o de nación. El resultado evidente es la explosión creciente de la desarmonía y la violencia a toda escala. Se debe avanzar fortaleciendo las comunidades, desde la identidad y el territorio hasta la comunidad de destino humana, planetaria. Mientras el capital es des-territorializado y sin identidad cultural, viendo los territorios, identidades y poblaciones como meros recursos económicos explotables sin limitación, las comunidades humanas son de pertenencia e identidad, tanto con su espacio de vida como con sus miembros entre sí. Para ello, hay que repensar la sana individualidad de cada persona humana, pero justamente porque está en relación de identidad con las demás y su interacción está auto limitada al beneficio común que es idéntico al de cada cual, y que se define y negocia conjuntamente entre todos. Esta era la idea fundamental de la democracia, que debe ser recuperada y puesta en el centro de las comunidades nacionales, que resisten la actual globalización capitalista, reivindican su identidad y autonomía, y buscan nuevas formas, propias e incluyentes de democracia. En los bloques regionales de países, que aparecen como un hito intermedio en ese camino de transición a una nueva arquitectura mundial. Y en el sistema internacional que se debate entre la sumisión a los poderes fácticos mundiales y la propuesta de reformas hacia la multi polaridad. Identificar el bien común y los bienes comunes con el bien y los bienes individuales. Mientras lo individual refiere al margen de maniobra de nuestras libertades y derechos sin consulta directa a la comunidad, lo comunitario refiere a aquellos ámbitos en que simplemente no se puede decidir individualmente, ya sea porque tendrán repercusiones en el conjunto de la comunidad o porque refiere a derechos que son colectivos y comunes de manera intrínseca, como los que emanan del disfrute de la naturaleza. La delimitación de unos y otros bienes y derechos debe ser realizada precisamente por la comunidad, de manera conjunta y democrática, en cada caso y en cada escala. Promover una economía de los bienes comunes, la cual sí tendría que ser creciente y no decreciente, especialmente la defensa y crecimiento de los servicios públicos de salud, educación, alimentación, laboral, pensiones, etc. Decrecimiento, en cambio, de la deuda externa, que tiene a su base profundas injusticias que constituyen rupturas históricas y actuales de la comunidad de destino, planetaria, humana, tales como el colonialismo, el esclavismo y el orden económico actual basado en la dominación y el saqueo financiero de unos países sobre otros y de unos cuantos poderes fácticos económicos sobre todos. 9. Poner en el centro la articulación de la diferencia Aunque la idea de un universal ético civilizatorio para toda la humanidad encuentra antecedentes remotos y permanentes, es en la actualidad, con el inédito avance en los transportes y comunicaciones y la generación de densos circuitos mundiales de interacciones de todo tipo, que la humanidad crecientemente desarrolla una conciencia cotidiana de comunidad de destino como especie en su conjunto, sin precedentes en la historia. Sin embargo, los pueblos del mundo entran en este movimiento de manera desigual y compleja, desde sus propias y diversas configuraciones éticas y culturales, a menudo muy distantes unas de otras, y en fuerte tensión y aún conflicto con la configuración todavía hegemónica. Hasta ahora todo universalismo ha sido de hecho un contrabando autoritario, una cultura local, en la actualidad la capitalista moderna, que se presenta e impone, a fuerza de violencia material y simbólica, como universal, humana, natural, generando por reacción lógicas resistencias, temores y desconfianzas hacia las propuestas de una comunidad de destino humana. Sin subestimar este complejo desafío ni tampoco caer en la desesperanza, tenemos que enfrentar estas dificultades y diferencias. Por ejemplo, ¿cómo elaboramos una idea de felicidad austera que tenga acuerdo global, aunque concreciones y adaptaciones de acuerdo a cada pueblo y cultura? Se debe partir del reconocimiento de las diferencias hacia consensos y acuerdos mínimos, que no pueden ser impuestos de entrada, sino alcanzados participativamente. Afirmando la nueva ética universal como no universalista, en la que se combinan concepciones comunes a todos los pueblos con otras propias de cada cual, geográfica y culturalmente localizadas, siempre que no supongan relaciones de dominación de otros. Siendo concientes de las dificultades y la prudencia que requiere plantear fundamentos éticos con pretensión universal, cuando parte de los mismos debe ser justamente el reconocimiento de la diversidad cultural y aún ética en amplios y complejos campos. Fomentando diálogos múltiples, necesariamente inclusivos y participativos, de lo contrario, ¿cómo enunciamos principios universales sin capacidad de hablar con muchos, con todos? 10. Profundizar la democracia y la paz, incluyendo la regulación del conflicto Mientras la democracia está en el centro de todos los discursos oficiales a todas las escalas, el conjunto de instituciones que controla la vida material del 90% de la población del planeta son de origen, funcionamiento y control no democrático, BM, FMI, OMC y los Bancos Centrales Autónomos en cada país. Es imprescindible entonces cuestionar la democracia, diferenciando entre la crisis de los modelos diversos de democracia y la crisis del concepto mismo de democracia. Debemos conceptuar la democracia como un proceso recursivo, de permanente radicalización, democratización, de la propia democracia, teniendo como impulso prioritario la participación porque ahora, paradojalmente, no es democrática o es poco democrática porque se basa en la idea de que no hay posibilidad igual para todos. Poner en el centro de la democracia el poder de los ciudadanos de transformar y mejorar sus vidas, que es la dimensión política fundamental, entendiendo la democracia como un mecanismo permanente de disputas de lo posible, en que la experiencia supera a lo previsto, las ideas inamovibles para siempre no existen más y el principio de duda hacia lo abierto está sobre el de verdades cerradas. Incorporar el conflicto como parte natural y regulada de la democracia, tornándolo productivo. No podemos producir modelos “perfectos” de democracia, eso es una pretensión religiosa, lo político es humano, imperfecto, por eso debe ser abierto, como proceso y no como fin. Considerando al conflicto como resultado de la búsqueda democrática de articular igualdad de dignidad con diversidad de identidades, cultura, puntos de vista e intereses. El conflicto es así elemento de construcción de ciudadanía, de paz y de democracia, sin negarlo ni idealizarlo, sino como una dinámica posible más dentro de la dinámica más amplia de participación democrática que es lo que importa. Establecer la supremacía de la política que subordina y regula a lo económico, financiero y empresarial, a la inversa de lo que ocurre ahora. La producción debe ser guiada por las necesidades de los pueblos y ciudadanos. Por ejemplo, a través del fortalecimiento de los movimientos sociales de “indignados” que cuestionan los modelos especulativos y la crisis económica. Garantizar transparencia, debate y control público en las finanzas, generando ciudadanía. Por ejemplo, regulando los recursos públicos para los temas sociales y ambientales, ahora en manos de empresas, a favor de los movimientos. 11. Identificar los derechos con las responsabilidades Se debe repensar de manera identificada los derechos y las responsabilidades, incorporando el cuidado, la justicia ambiental, el respeto hacia las personas en su diversidad, entre otros elementos. Incluso la temporalidad, hasta ahora ligada a la de una vida, una generación, para incorporar las de las generaciones futuras, ampliando la concepción individual predominante hasta ahora y tomándola solo como punto de partida para estas nuevas incorporaciones, poniendo en el centro la dignidad, entendida como la capacidad de cambiar la propia vida y saber cuando eso es negado. Construir un mínimo de acuerdos para una democracia a escala planetaria, articulando con la diversidad y diferencia de concepciones de derechos y responsabilidades a escala de los pueblos y culturas. Promover la dialéctica en que derechos definen responsabilidades y viceversa, implicando una ciudadanía activa en que para existan derechos es preciso luchar por ellos, construyendo a su vez responsabilidad colectiva para que los derechos sean colectivos. Conceptuar los derechos como iguales e inmanentes a la dignidad de todas las personas humanas, pero la responsabilidad como diferenciada, en relación al grado de poder de cada cual, como criterio de lo que es justo. Por ejemplo, no existe un solo responsable de la crisis económica que haya afrontado esa responsabilidad, mientras a los pueblos se les hace pagar por ella. 12. Hacer conciente los ritmos y desafíos que impone la transición Se debe comprender el hecho de que la nueva biocivilización no es posible de instaurar en lo inmediato, ni siquiera en el corto plazo, es necesaria e inevitable y estamos viviendo de hecho una etapa de transición hacia ella, en que lo nuevo no termina de nacer y lo viejo no termina de morir. Y pensar y actuar en consecuencia. Ejercitando permanentemente la auto-reflexión crítica como complemento de la crítica hacia la realidad y los demás. Concientes de que la transición también nos habita, lo de afuera está también adentro nuestro como persona individual. Impone un esfuerzo adicional muy difícil por ponernos a nosotros mismos en cuestión, tratando de hacer conciente nuestros prejuicios y condicionantes culturales, profundos, inconscientes. Es imprescindible comprender que la cuestión crucial para definir el ritmo, formas y grados de esta transición es política: la voluntad de las mayorías, sin la cual no es posible materialmente implementar los principios, valores e ideas de lo nuevo. Y que cuando todavía no son compartidos por las mayorías, es porque no aparecen compatibles con sus necesidades y urgencias inmediatas, o con su sentido común de lo que son y deben ser las cosas. También es una cuestión ética porque es complejo negar flexibilidades tácticas desde la propia comodidad relativa en comparación de los más excluidos y afectados por las propuestas. En Madagascar, por ejemplo, hay 2000 familias viviendo de un basural, ¿se puede simplemente cerrar el basurero, porque así debería ser, pero sin darles cómo sobrevivir en adelante? En el terreno de la realidad concreta, no ideal, se debe saber negociar y sacar ventajas para esa gente, como parte del movimiento de cambio. Debemos disputar en la mente de las personas ese sentido común, y dar respuestas a sus urgencias pragmáticas, de manera de ganar su voluntad política para la construcción de lo nuevo, a través de la discusión democrática de valores, el incentivo de la esperanza, la lucha por sus necesidades, y la propuesta viable y deseable que compatibilice sus urgencias y deseos con la nueva biocivilización. Superando el riesgo de quedarnos únicamente con nuestros principios y valores y desvalorizar y descalificar los avances de los pueblos hacia lo nuevo, así como el riesgo opuesto de resignarnos acríticamente a la realidad simplemente porque es lo que va de acuerdo a las mayorías. Debemos recoger, reflexionar y sistematizar, desde los territorios, los espacios en que viven concretamente las poblaciones, los elementos de lo nuevo que aún no termina de nacer, pero ya está ocurriendo, a pesar que allí también no termina de morir lo viejo, generando una enorme diversidad de situaciones. Hay muchas maneras de acercarse a algo, a un concepto como el de territorio. Debemos enfatizar el hecho de que son los espacios concretos donde las personas sufren las agudas y múltiples crisis de la civilización capitalista, es decir, donde está el punto de vista vivo de los oprimidos. Y, sobre todo, saber visibilizar y comprender sus resistencias y nuevas prácticas, valores e ideas alternativas. Por ejemplo, lo que llamamos la economía social, solidaria, y del cuidado, es sólo el rescate y sistematización de lo que ya ocurre en lo cotidiano de muchos esfuerzos alternativos en los territorios; se debe seguir y profundizar ese camino. Eso nos permitirá no desligarnos de los oprimidos, sus realidades de sufrimiento, y sus construcciones de esperanza. Como decía Leonardo Boff, la cabeza piensa según donde los pies pisan. Las propuestas deben tener raíces, provenir de la gente, para ser viables y deseables para la gente. Justamente, la legitimidad del capitalismo está en crisis porque el capital no tiene ni le importan los territorios ni su población, entra en constante contradicción con ellos. Los territorios hoy hablan y gritan y no están siendo escuchados. Existen los principios y la estrategia, que son nuestros máximos, y la táctica, la flexibilización de la estrategia, que impone la transición, que son nuestros mínimos, ambos resultan imprescindibles. Aunque lo táctico es más difícil y resbaladizo que lo estratégico o los principios, el corto y mediano plazo corre el riesgo de separarse y terminar contrario a la estrategia. Siempre vuelve el riesgo de que a través de concesiones tácticas la transición la terminen manejando otros. En algunos casos se debe ser rupturista, aunque no todo es ruptura, pero hay puntos no negociables y en ese caso la ruptura es parte de la negociación. No hay fórmulas, es una especie de “arte” o “habilidad” sin garantías ni certezas, se debe estar atento al ensayo y error, y cuidar de no romper con quienes están en nuestra misma lucha por desacuerdos transitorios en este campo, somos todavía muy débiles para dividirnos más aún, justamente cuando necesitamos ganar mayorías. La voluntad es lo decisivo. Si la transición parece imposible, tenemos que hacer que sea posible, buscando donde romper la lógica de la reproducción de lo viejo. Sólo se hacen cosas grandes, si se piensa en grande.