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Comentario Semanal / Aumentan los riesgos para la economía mundial Por José Ramón Díez Guijarro En “El Desmoronamiento”, George Parker, a través de las vidas de un grupo de americanos corrientes, describe los cambios experimentados por la sociedad y la economía americana en los últimos 30 años. También, cómo esos cambios han terminado desestructurando a amplios segmentos de la población, aumentando la desigualdad y, sobre todo, reduciendo la movilidad social, factor clave de los éxitos de la economía americana en la posguerra. Probablemente, en esa mayoría silenciosa afectada por la globalización y sus efectos en el tejido industrial americano encontremos buena parte de la explicación a lo ocurrido el pasado martes. Los primeros análisis van en esa dirección, pues el 67% de los blancos no universitarios o el 62% de los habitantes del medio rural son los estratos de población que han terminado de decantar el resultado de las elecciones. En todo caso, los sociólogos y analistas políticos americanos van a tener mucho trabajo en los próximos meses. Aunque tan difícil como lo anterior es intentar anticipar las consecuencias económicas de lo ocurrido, pues de momento no existe nada parecido a un “Trumpconomics” (programa económico), sino sólo un conjunto de propuestas inconexas, sin una memoria económica, mezclando recetas keynesianas (aumento del gasto público), con otras de carácter liberal (bajadas de impuestos), todas ellas condimentadas con ideas proteccionistas en las relaciones con el exterior. Por tanto, de momento sólo se puede anticipar un incremento del riesgo político, al menos a corto plazo, y de la vulnerabilidad de la recuperación global. Vamos a ver un país más aislacionista, no sólo en términos políticos, sino también económicos, lo que puede poner en peligro los acuerdos comerciales actuales (NAFTA) y, sobre todo, los que se estaban negociando en estos momentos (TTIP, TTP). Es decir, el retroceso de los intercambios comerciales de los últimos años, que analizaba el FMI en su último informe semestral, amenaza con convertirse en algo estructural, más que en una consecuencia de la crisis económica. Por tanto, seguramente, el proceso de globalización cambiará respecto a como lo hemos conocido en las últimas décadas. Además, la incertidumbre sobre el tono a medio plazo de la política económica ha aumentado de forma marcada, lo que puede dañar las expectativas y, por tanto, las decisiones de inversión y consumo. Es decir, la duda es cómo se puede ver afectada la expansión económica americana y, por tanto, el ciclo de recuperación mundial. En teoría, una política fiscal como la que pretende poner en práctica Trump (aumento del gasto público y bajada de impuestos) debería retrasar la llegada de la próxima recesión. El problema es que tardará en ponerse en marcha y, seguramente, las medidas se quedarán diluidas en las Cámaras por su elevado coste (al menos 5 billones de dólares en los próximos 10 años). Por el camino, existe el riesgo de que estos anuncios desencadenen una fuerte corrección en el mercado de bonos, por los potenciales efectos negativos de estas políticas sobre la inflación y el endeudamiento público (más de 25 puntos de PIB). En este sentido, 11 de noviembre de 2016 Página 1 de 2 mientras la atención estaba centrada en el buen comportamiento de Wall Street tras el anuncio de la victoria de Trump, menos atención se prestó a la fuerte corrección en los mercados de bonos (40 puntos básicos desde los mínimos del miércoles) que ha ocasionado pérdidas acumuladas de casi 400.000 millones de dólares. Esta subida de rentabilidades vino de la mano de un intenso aumento de las expectativas de inflación (cuatro décimas, hasta el 2,5%) que podría obligar a la FED a normalizar la política monetaria a un ritmo superior a lo esperado, lo que tendría efectos negativos sobre la estabilidad financiera mundial. El otro punto de debilidad puede ser el comportamiento de los tipos de cambio pues, tras la calma de los últimos meses, podríamos ver el retorno de la “guerra de divisas”, especialmente con China, lo que terminaría alentando las tentaciones proteccionistas e incrementando las tensiones en la inflación antes comentadas. Aunque también se debe señalar que todo esto se produce en un momento de elevada fortaleza de la economía americana, con un crecimiento sólido (por encima del potencial) y una intensa creación de empleo. En definitiva, nos encontramos ante el enésimo shock negativo que afronta la economía mundial, en el accidentado camino transitado desde el final de la última crisis. La esperanza es que esa nueva normalidad, en la que estamos inmersos y que implica un bajo crecimiento potencial, también parece conllevar una elevada resiliencia ante este tipo de eventos. Pero, la incertidumbre nunca es buena y menos para una economía como la americana que, aun manteniendo un elevado dinamismo, ya está en la parte madura de la fase cíclica expansiva. Por tanto, será vital que el nuevo presidente despeje rápidamente las dudas sobre cómo y con quién va a gobernar y que funcione el tradicional sistema americano de equilibrios y contrapesos. También la comunicación va a ser esencial en los primeros meses de mandato, por su influencia en las expectativas de los mercados. De momento, se puede anticipar una economía americana menos abierta al exterior, con un tono de la política fiscal más expansivo, en parte compensado por una política monetaria más restrictiva. Y ese cambio de régimen de la política económica, indudablemente aumentará la volatilidad y fragilidad de los mercados financieros, especialmente en los segmentos de renta fija. Y, tampoco será muy positivo, como ya se ha visto esta semana, para los países emergentes y, especialmente, para América Latina. 11 de noviembre de 2016 Página 2 de 2