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Colombia – Viernes 12 de octubre de 2007 Un debate con sesgos y sin cifras Carlos Caballero Argáez. Columnista de EL TIEMPO. Un tanto exagerado, por decir lo menos, el titular de primera página de este periódico del jueves de la semana anterior: 'Ni un empleo fijo creó la industria en los últimos 14 años'. Se refería a un estudio de la Universidad Nacional sobre la evolución del empleo. Una vez más, los editores de EL TIEMPO hicieron gala del sesgo que los caracteriza en la presentación de las noticias económicas. Es cierto que el empleo permanente en el sector industrial disminuyó con respecto al que se generaba en 1990 y no lo hizo por la apertura de la economía, sino por el incremento de los costos laborales. También lo es que el empleo temporal -no forzosamente informal- vino en aumento al menos hasta el 2004; y que la producción industrial en los últimos años creció a un ritmo mayor que el del empleo. Pero algo muy distinto es que la industria no hubiera generado empleo del llamado "formal" o "asalariado", aquel que carga con las obligaciones de la seguridad social en salud, pensiones y riesgos profesionales. Según los datos de la Muestra Mensual Manufacturera, incluidos en el Informe de la Junta Directiva del Banco de la República al Congreso del pasado mes de julio, "en lo corrido del año a abril el empleo de los obreros de la industria creció 5 por ciento" y, si se tiene en cuenta "la información sobre las cotizaciones a la seguridad social en salud, pensiones y riesgos profesionales del Ministerio de la Protección Social, a marzo del 2007 el empleo formal se incrementó". El total de afiliados a las administradoras de riesgos profesionales, ARP, aumentó 3,2 por ciento (180.000 personas) en el primer trimestre del año. Lo mismo sucedió con las afiliaciones a las cajas de compensación familiar, a los fondos privados de pensiones y al ISS. Ahora bien, la tendencia de largo plazo del empleo industrial ha sido a la baja. La productividad y la competitividad de la industria manufacturera han aumentado por la inversión en equipos y en nuevas tecnologías. Recientemente, además, la utilización de la capacidad instalada en la industria ha sido mayor que en el pasado. Sin embargo, la razón de la menor demanda de trabajadores tiene mucho que ver con otros elementos que inciden sobre el costo laboral. Hay una profunda distorsión en los precios relativos del capital y del trabajo a favor del primero y en detrimento del segundo. El Gobierno y los políticos se han encargado de que así sea, como lo reconocen, casi unánimemente, los analistas de la economía. La inversión en capital se está subsidiando por la vía del sistema tributario. De 100 pesos invertidos en maquinaria y equipos por una empresa, 40 se los regala el Estado con cargo a todos los colombianos. Mientras tanto, el costo de emplear formalmente un trabajador ha aumentado. En este año solamente la contribución en salud se incremento del 12 al 12,5 por ciento (de acuerdo con la Asociación Bancaria, las cargas de Ley sobre la nómina implican sobrecostos del 72,1 por ciento sobre el salario mensual de un trabajador formal). La apreciación del peso frente al dólar, de otra parte, incrementa los salarios en moneda extranjera y abarata el capital. Y los salarios industriales en pesos se elevaron 30,1 por ciento entre el primer trimestre del 2003 y el primero del 2007. Luego, si se quiere que el crecimiento de la economía genere empleos hay que atacar el problema en su raíz y no pedir "peras al olmo": es necesario reducir los costos del empleo formal, disminuyendo los impuestos sobre el trabajo y, en particular, las cargas parafiscales. Se ha mostrado que esto es factible (Ver Armando Montenegro, 'Crecimiento sin empleo', El Espectador, 713 de octubre del 2007). El impacto de esta reforma sobre la calidad de la política social y en la disminución de la informalidad sería mayúsculo. El debate no puede centrarse en pedirle a la industria que genere empleos en razón de su responsabilidad social o en argumentar sin detenerse en lo que muestran las cifras. Eso es populismo barato. Es imposible desconocer las realidades económicas. Carlos Caballero Argáez