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IX Congreso de Antropología. Barcelona. 4-7 septiembre 2002. Simposio Recreaciones Medioambientales, Políticas de Desarrollo y Turismo La cultura como paradigma para la conservación de la naturaleza. Experiencias etnográficas Xaquín S. Rodríguez Campos Universidade de Santiago de Compostela Resumen Se estudian los problemas ambientales desde la perspectiva de cómo las ideas sobre los procesos de modernización y los discursos sobre ésta constituyen la programación sociocultural que los motiva. Centrando el análisis sobre parques naturales uno se pregunta si hoy el turismo está fomentando una dinámica positiva para frenar impactos ambientales, y sus consecuencias sociales, o si continúa siendo un proceso más del capitalismo destructor de la naturaleza. Las ideas de conservar o reconstruir “paisajes nacionales” son las que promueven la conservación de la naturaleza, y nuevos hábitos sociales asociados con ella, no siendo en absoluto independientes de las dinámicas socioculturales generadas por el turismo. Abstract This paper examines environmental problems by asking how ideas and discourses about modernization processes constitute socio-cultural programs that motivate them. When researching national parks one can ask if tourism is now promoting positive dynamics for avoiding environmental impacts and their social consequences, or it is one of capitalism’s processes to destroy nature. Ideas about how to preserve “national landscapes” are today promoting nature preservation, and social attitudes associated with them. But these ideas are not independent of socio-cultural dynamics generated by tourism. Desde finales de los años cincuenta del siglo XX los países industrializados empezaron a vivir su época dorada de desarrollo tecnológico y económico, y comenzaron también las décadas de las mayores crisis ambientales debidas a los acelerados procesos de destrucción de las condiciones naturales, que aseguraban la vida de numerosas especies naturales y también de numerosas poblaciones humanas. Muchos se vieron obligados a abandonar sus hogares por la destrucción de sus medios de vida. En nombre del desarrollo se generalizó primero la industria derivada del carbón, provocando la aceleración de la polución ambiental en amplias áreas urbanas de los países desarrollados, que al mismo IX Congreso de Antropología. Barcelona. 4-7 septiembre 2002. Simposio Recreaciones Medioambientales, Políticas de Desarrollo y Turismo tiempo atraían por efecto de la inmigración a las mayores concentraciones de población. Las naciones, a la vista de las consecuencias ambientales, decidieron más tarde sustituir el carbón por otras fuentes de energía, algunas, menos preocupadas que otras por la respuesta negativa de la ciudadanía a los impactos ambientales, decidieron destinar extensas zonas de su territorio a la producción de energía hidráulica, como fue el caso de China, extendiendo la construcción de embalses para la producción de energía eléctrica. Su rentabilidad les permitió asegurar electricidad al 40% de la población rural a mediados de los años ochenta, desplazando a cambio a más dos millones de habitantes hacia nuevos asentamientos en busca de nuevos hogares y medios de vida. Cerca de la ciudad de Shangai fueron sumergidos más de 500 núcleos de población rural a finales de la década para suministrar la energía necesaria para el desarrollo industrial y urbano de la zona. Por esas razones se desplazó en los años noventa un número aproximado de 7,5 millones de chinos hacia la región del Tibet (llegando a superar en número a los tibetanos residentes), la región china que sufriera en décadas anteriores el mayor proceso de deforestación y fuera castigada por la extracción de minerales, a pesar de ser una de las regiones que más atrae al turismo internacional por su paisaje y su tradición religiosa. Todo eso se hizo en nombre de los intereses energéticos de la nación, para asegurar su no-dependencia del exterior. Los Estados Unidos y la Unión Soviética provocaron otras consecuencias igualmente desastrosas con el desarrollo de sus experimentos nucleares, desde los años cincuenta, el comienzo de la “guerra fría”, en diferentes áreas más o menos apartadas de su mundo civilizado. También en nombre de los intereses de su “seguridad nacional”. Numerosas islas del Océano Pacífico y grandes áreas de Siberia quedaron devastadas durante los años cincuenta, sesenta y setenta por dichos planes militares, con hechos que no llegaron a ser conocidos por la opinión pública internacional hasta los años ochenta, cuando fueron IX Congreso de Antropología. Barcelona. 4-7 septiembre 2002. Simposio Recreaciones Medioambientales, Políticas de Desarrollo y Turismo denunciados por los movimientos ecologistas internacionales. Fue en esa década cuando el conocimiento científico se constituyó como un saber crítico sobre los desequilibrios medioambientales provocados por esos hechos, que fueron tan significativos para el desarrollo económico de las naciones colonizadoras como para exhibir el poderío internacional industria de su militar. Las organizaciones internacionales no- gubernamentales advirtieron sobre las graves consecuencias para la salud de las poblaciones humanas afectadas, y sobre otras que pudieran derivarse del fenómeno de la deforestación de extensas áreas rurales. La antropología y los problemas medioambientales La antropología como ciencia ha intervenido a partir de los años ochenta en el debate sobre los problemas medioambientales originados por el desarrollo económico, aportando como ciencia social sus propios discursos. En la obra dirigida por E. Croll y D. Parkin (1992) sus respectivos autores señalaron como principales consecuencias de la degradación ambiental la erosión de la base potencial para el desarrollo en sociedades de África y Asia, insistiendo en la necesidad de contar con el conocimiento local y con la experiencia etnoecológica de las poblaciones afectadas para afrontar los problemas ocasionados y la génesis del desarrollo de las respectivas áreas afectadas. Las ideas de Roy Rappaport (1979:160), defendiendo la insuficiencia de la racionalidad científica para hacer viables los sistemas ecológicos y proponiendo la necesidad de estudiarlos desde el punto de vista del conocimiento autóctono para comprender su “viabilidad”, tuvieron una gran influencia posterior sobre los planteamientos de la antropología ecológica y de la teoría del desarrollo sostenible. La antropología vio abierto el camino de la crítica del moderno conocimiento de la naturaleza como método de conocimiento de los ecosistemas, para tener más en cuenta el IX Congreso de Antropología. Barcelona. 4-7 septiembre 2002. Simposio Recreaciones Medioambientales, Políticas de Desarrollo y Turismo papel que juegan las percepciones locales y las prácticas sociales a la hora de comprender su “sostenibilidad”. M. Douglas y A. Wildavsky (1983), al afrontar la percepción del riesgo ambiental, apuntaron que es el conocimiento colectivo sobre la sociedad y sus instituciones lo que influye decisivamente sobre la percepción popular del riesgo ambiental, más que las explicaciones científicas del mismo, siempre muy discordantes. Bird-David (1993), Descola (1994), y Homborg (1996), y otros, insistieron en cómo la modificación de las relaciones sociales puede influir sobre la construcción del modelo conceptual local desde el que establece el valor social de las prácticas ambientales, sugiriendo la necesidad de que la ecología humana deje de ser una ciencia estrictamente biológica para integrarse como una parte de la teoría social sobre las relaciones y los procesos socioculturales, como propuso G. Pálsson (1996: 64). La obra dirigida por B.R. Johnston (1994) orientó el estudio de las consecuencias que producen los impactos ambientales sobre el agravamiento de las desigualdades económicas y sociales entre las sociedades y dentro de las sociedades, siendo utilizados además como procesos “naturales” al servicio de la segregación étnica y racial. Otra modalidad de discurso sobre el tema apareció con motivo de los trabajos de M. Douglas (1985) y R. Rappaport (1994), que aportaron la necesidad de estudiar los problemas éticos y culturales generados en las poblaciones afectadas por los impactos ambientales para poder comprenderlos. M. Douglas estudió los riesgos ambientales por la estrecha relación que vio entre las actitudes de respuesta ciudadana ante su emergencia y la confianza moral que inspiran a los ciudadanos las instituciones que los gobiernan, cuanto más baja sea ésta será mucho más probable la actitud hostil a cualquier proceso o proyecto de alteración ambiental, por lejano que sea (1985: 93). Rappaport había ido algo más lejos en el tema de las implicaciones éticas de los riesgos ambientales, al señalar que las respuestas de las poblaciones afectadas por ellos dependen sobre todo de si se sienten IX Congreso de Antropología. Barcelona. 4-7 septiembre 2002. Simposio Recreaciones Medioambientales, Políticas de Desarrollo y Turismo amenazadas en lo que consideran sus estilos de vida, su libertad y su propia concepción de la justicia y de sus derechos, no sintiéndose en cambio tan motivadas para movilizarse contra ellos cuando solo pretenden obtener beneficios económicos compensatorios (1994: 164). Todo esto pone de relieve que la antropología está adoptando su propia perspectiva como ciencia social, planteando el problema de cómo los impactos ambientales son construidos en cuanto hechos sociales, por ser muy significativos para comprender cómo son construidos socialmente y también cómo se reconstruyen, a partir de ellos, las relaciones interétnicas, las relaciones interculturales y, en general, los discursos y los procesos sociales de modernización de las sociedades. Todo impacto ambiental tiene siempre consecuencias sociales, pero además esas consecuencias son con frecuencia previamente evaluadas como una parte favorable y esencial del mismo, entre ellas que hay que contar alguna determinada noción cultural a cerca de cómo debe orientarse el progreso social de una moderna nación. En el caso de China los mayores impactos ambientales a los que antes me referí afectaron siempre a minorías étnicas –véase Johnston and Byrne (1994: 75)- que ocupaban extensos territorios rurales, que el gobierno decretó de alto interés estratégico para el desarrollo del modelo industrial chino, de manera que desplazar a los “han” o a los mongoles de sus tierras (para aprovechar agua, madera, uranio, etc) ha significado siempre hacer pasar a esas minorías étnicas por la frontera cultural que los incorpora al modelo de civilización china, utilizando una determinada noción sobre el progreso social. Pero ese hecho social, que favorece un proceso integrador en una manera de entender la civilización, constituye un elemento esencial a la hora de evaluar los beneficios de un impacto ecológico, y jamás es un hecho casualmente derivado. IX Congreso de Antropología. Barcelona. 4-7 septiembre 2002. Simposio Recreaciones Medioambientales, Políticas de Desarrollo y Turismo Un debate reciente y bien conocido dentro de la antropología es el que se suscitó con motivo de la deforestación del Amazonas y de los ulteriores intentos de “curación” de la salud de la población Yanomami. Si en principio parecía que el problema de la deforestación de la zona era solo un problema estrictamente derivado del cambio tecnológico y ecológico que afecta a toda la humanidad actual, contra el que parecía inútil resistirse, pronto se vio que con él se trataba de proporcionar también un impacto moral de gran alcance sobre la manera de entender la civilización occidental (y en particular sobre la manera de concebir la “nación brasileña” implicada), emitiendo un mensaje mundial en favor del desarrollo económico global de la civilización occidental. Cuarenta mil mineros y un número no determinado de extractores de madera, además de nuevos agricultores, entraron para asentarse en el territorio reservado para los Yanomami de Brasil desde 1980 en busca de madera, oro y otros minerales, causando además de la deforestación (que ocasionaba la merma de la caza para los Yanomami) la contaminación de las aguas y de los ríos, cuya pesca constituye otro alimento esencial para la población indígena. La alta mortandad causada entre la población, que alcanzó la tasa del 10% anual a partir de 1989, según Terence Turner (1991: 46), llegó a merecer la denominación de “el holocausto de los Yanomami” –véase Sponsel (1994: 39)- por la larga lista de enfermedades ocasionadas, incrementándose algunas ya endémicas como la malaria hasta afectar a un 40% de los Yanomami del Brasil, sin que el problema llegara a ser remediado por la asistencia sanitaria del hombre blanco, que también fue denunciada por algunas actuaciones sospechosas de genocidio, entre otros por los representantes de la comisión especial en cargada por la American Anthopological Association. El gobierno brasileño toleró la situación con el silencio durante una década, más tarde dudó si imponer o no una clara demarcación fronteriza al territorio de los Yanomami para impedir esos asentamientos, como se le IX Congreso de Antropología. Barcelona. 4-7 septiembre 2002. Simposio Recreaciones Medioambientales, Políticas de Desarrollo y Turismo propuso desde las organizaciones internacionales, debido a las fuertes presiones no solo de las compañías mineras y madereras, sino también del propio estamento militar brasileño, que veía venir las propuestas internacionales de una “nación para los Yanomami” (bajo el control de las naciones Unidas) como una clara amenaza para la “soberanía nacional”. Muchos hubiésemos deseado que las dudas del gobierno brasileño se debiesen a la oportunidad de considerar la reserva de la cultura de los Yanomami como uno de los mayores atractivos culturales para el turismo internacional, por ser “la mayor población amazónica que todavía vive aislada de Occidente”, frase de Terence Turner recogida por el New York Times en un reportaje de febrero de 1992. Pero no fue así, sino que el gobierno brasileño aunque aprobó una demarcación del territorio en 1992 no llegó a expulsar realmente a todos los mineros y demás foráneos asentados en la zona. Se propuso expulsarlos y declarar la zona de interés nacional para el desarrollo del turismo internacional, lo que en principio hubiese podido evitar un mayor genocidio de Yanomamis evitando la usurpación y el asentamiento en sus tierras, pero hasta el momento no se hizo. Resultó más sugerente para algunos poderes la otra propuesta de “progreso” más conocida, la de transformar al indio en un trabajador de minas, lo que lo abocaba al rápido exterminio derivado de la propagación de epidemias, como sucedió en el estado de Mato Groso en 1993, hecho denunciado por un informe del organismo de misiones de la Conferencia Episcopal brasileña (unos 7.500 indios trabajaban en 1993 en las minas y destilerías en condiciones “esclavitud virtual”). Convertir al indio en un proletario de las minas había sido una de las propuestas nacionales para “civilizarlos”, como fue en el pasado una de las constantes en el proceso de colonización del Nuevo Mundo. Convertir al “otro” en un esclavo, disfrazando la esclavitud mediante la forma del trabajo asalariado, como lo analizó Marx, constituía la idea para incorporarlo a la civilización y además para hacer efectivo el IX Congreso de Antropología. Barcelona. 4-7 septiembre 2002. Simposio Recreaciones Medioambientales, Políticas de Desarrollo y Turismo proceso de su asimilación sociocultural necesaria para el posterior desarrollo del capitalismo en Occidente, y también fue lo que originó su resistencia cultural al mundo civilizado, como escribió Lévi-Strauss (1979: 296). La cuestión que estoy planteando en este caso es en qué medida las formas actuales del turismo, que se está desarrollando a escala global (para conocer y disfrutar de la diversidad cultural del mundo actual, para contemplar la biodiversidad de las especies y de los espacios naturales, o para practicar deportes en montañas, lagos y ríos famosos por su especificidad), pueden hoy fomentar una dinámica cultural capaz de frenar o evitar los mayores impactos medioambientales, así como sus dramáticas consecuencias sociales. Si fomenta, o no, otras ideas sobre el progreso de la civilización basadas en el conocimiento y el diálogo intercultural. Puede estar promoviendo una forma de discurso alternativo sobre el desarrollo que niega radicalmente la supremacía global de los valores sociales introducidos por el capitalismo. Hay aquí dos cuestiones diferentes aunque complementarias para abordar, la una se refiere al turismo como una nueva forma social para beneficiar los proyectos de conservación de la naturaleza y de las culturas, y para modificar las relaciones interculturales e interétnicas, la otra se refiere a la influencia que puede estar teniendo el turismo para ayudar a reformular importantes nociones sobre el progreso de las naciones. IX Congreso de Antropología. Barcelona. 4-7 septiembre 2002. Simposio Recreaciones Medioambientales, Políticas de Desarrollo y Turismo Los parques naturales como metáforas de pureza. En busca de los estilos de vida alternativos. Una mirada comparativa a algunos parques naturales permitirá analizar por qué hoy las naciones occidentales fomentan la conservación de espacios naturales (empleando denominaciones como “parque nacional”, “parque natural”, etc). Vamos a ver cuáles son las consecuencias socioculturales de la conservación de los parques naturales y nacionales, basándome en mis propios datos de campo. Esas denominaciones hoy ya no se utilizan solo para conservar los espacios salvajes más apartados, sino también para transformar en espacios naturales protegidos amplias zonas rurales que previamente estuvieron plenamente “civilizadas”, y a veces plenamente industrializadas y muy contaminadas. Voy a centrarme en el caso del parque nacional inglés Peak District National Park, situado en el condado de Derby para estudiar esa dinámica. En este caso la recuperación de áreas rurales para convertirlas en “espacios naturales protegidos” no consiste simplemente en conservar sus de especies naturales ni en repoblarlos con otras nuevas, sino que pasa necesariamente por poblarlos con imágenes culturales, y éstas intentan actualizar una determinada idea para redefinir la cultura nacional del país. Y es esa idea en torno a la nación (o a la comunidad territorial en otros casos) lo que hace comprender al ciudadano el interés social que tiene para él la conservación de los espacios naturales. Si nos situamos en ese parque, situado en el corazón de Inglaterra, leyendo las rutas del parque nos damos cuenta de que fueron diseñadas para poder leer sobre el territorio los acontecimientos más significativos de la historia del condado a lo largo de los últimos cuatro mil años de existencia: la época neolítica, los sajones, la romanización, la dominación normanda, la época Tudor y el reinado de Enrique IX Congreso de Antropología. Barcelona. 4-7 septiembre 2002. Simposio Recreaciones Medioambientales, Políticas de Desarrollo y Turismo VIII, la gloriosa revolución de 1688, la revolución industrial, hasta el primer desarrollo del turismo en el condado a comienzos de la época victoriana en la cual la villa de Buxton, situada al oeste, atraía a las clases nobles del país por sus baños termales. Parece un parque pensado para recordar la historia de una nación y sin duda lo es, la ostentosa mansión Haddon House, perteneciente a la casa Tudor, constituye el mayor atractivo turístico de todo el parque por su antigüedad y por el esplendor de sus jardines, atrayendo a unas 8.000 personas diarias en épocas veraniegas. Pero destaca también la reconstrucción de los pueblos mineros y de las antiguas casas de familias de éstos, hoy transformadas en austeras casas de turismo rural, que recuerdan los momentos dramáticos de la revolución industrial en los que esa zona fue uno de los centros de la minería del carbón, la energía que alimentaba a aquel primer momento del desarrollo industrial de la nación. Con respecto a la conservación de las especies naturales apenas persisten restos de la vida salvaje que existió hasta el siglo XIX, un número aproximado de dos mil hectáreas pertenecientes a la administración del parque fueron arrendadas a 14 granjeros a cambio de producir leche, queso y carne en condiciones estrictamente biológicas (de fuerte demanda en el mercado), sus rebaños decoran el paisaje actual y sugieren a los británicos de hoy las imágenes del antiguo paisaje de la Inglaterra premoderna, anterior a la revolución industrial. Los rebaños no están pensados por la administración del parque solo para producir alimentos sanos para un mercado contaminado, sino también para asegurar la buena conservación del paisaje, siendo decisivos para mantener estable el ciclo reproductivo de las especies vegetales, ya que de otra manera se produciría un desequilibrio ecológico a favor de ciertas especies que amenazaría la conservación de la fisonomía del paisaje inglés. Otra solución para ese mismo problema ecológico hubiese sido importar de otros países las especies salvajes de tiempos pasados, como lobos, zorros y conejos, para IX Congreso de Antropología. Barcelona. 4-7 septiembre 2002. Simposio Recreaciones Medioambientales, Políticas de Desarrollo y Turismo recuperar no solo la fisonomía sino también la ecología del antiguo paisaje. Han preferido conservar la fisonomía del paisaje poblándolo con rebaños domésticos, que recuerdan a los ingleses las antiguas formas de trabajo de la vida rural premoderna. Los rebaños representan para muchos ingleses metáforas premodernas para purificar el paisaje de la nación, con imágenes tomadas del paisaje social premoderno de la nación, después de los dramáticos episodios sociales y de los procesos de contaminación vividos durante la primera revolución industrial hasta la segunda guerra mundial. Se trata por consiguiente de un parque “nacional” que, como su adjetivo indica, fue diseñado para que el moderno ciudadano británico pueda disfrutar, al recorrer sus rutas, con la memoria de las imágenes más características de la historia local de la nación, y al mismo tiempo tranquilice su conciencia posmoderna de que se ha recuperado la salubridad del antiguo paisaje nacional. También destacan en ese parque las poblaciones de especies de robles, abedules, castaños, etc, conservados en el pasado por la gran devoción de la nobleza británica, pero hoy constituyen sobre todo los símbolos naturales protegidos por los movimientos ecologistas, que luchan en Inglaterra contra la proliferación de la energía nuclear y en contra de la deforestación del planeta. Sus prácticas a favor de una conservación racional del planeta no son exclusivamente “racionales”, sino que están guiadas por una imaginación cultural muy conectada con los intereses de la “cultura nacional”. Plantan árboles a las puertas de las centrales nucleares más próximas, para simbolizar (según ellos) la vida larga y perecedera del árbol centenario que la radioactividad quiere destruir, y ponen barreras humanas pacíficas para impedir la deforestación que los gobiernos imponen para construir las vías rápidas para el automóvil. Simbolizando también en estos casos (según algunos de sus representantes) la larga vida que el árbol mantiene frente a la vida corta que las vías rápidas destrozan, debido a los frecuentes accidentes que ocasionan. En IX Congreso de Antropología. Barcelona. 4-7 septiembre 2002. Simposio Recreaciones Medioambientales, Políticas de Desarrollo y Turismo palabras de una de las representantes del movimiento de mujeres ecologistas inglesas, Angie Zelter, las campañas de protección con cinturones humanos de la vida los antiguos árboles ingleses en peligro de extinción representan la protección de “los símbolos del antiguo paisaje ecológico de la nación” que con su larga supervivencia promueven la necesidad de recuperar “estilos de vida cultural duraderos y alternativos frente a los estilos monoculturales, autoritarios y efímeros” de la globalización, que solo mira el interés material a corto plazo (1997: 227). La idea de los movimientos ecologistas de proteger los “árboles de la nación” frente a las rápidas ganancias de intereses “a corto plazo” parece significar, al menos para algunos representantes, la reconstrucción del antiguo “paisaje nacional”, que ahora se propone como el nuevo paradigma moral para recuperar formas de vida comunitaria, que son formas sociales modernas de resistencia en contra de los intereses “corrompidos” de la economía global. Éstos intentan destruir el viejo paisaje nacional porque es el que conserva la fuerza de la identidad local, aquéllas dinamizan el arraigo a las formas sociales resistentes a los intereses económicos de la tecnología moderna. Recuperar el antiguo paisaje significa en este caso fortalecer la forma cultural del espacio que induce a resistir en contra de una manera de entender la civilización global que intenta disolver las formas de las culturas nacionales para romper la fuerza de su identidad cultural. Recuperar los espacios naturales está generando, por consiguiente, una dinámica cultural que está teniendo importantes consecuencias sociales, porque hace revivir identidades nacionales resistentes ante los efectos de la globalización. Pasemos ahora a un parque natural gallego para estudiar la construcción social de parques naturales a partir de otro tipo de imaginación cultural muy diferente de la anterior. Aquí no veremos metáforas de estilos de una cultura nacional resistente a la globalización, ni purificaciones de una historia nacional contaminada, sobre todo porque este parque IX Congreso de Antropología. Barcelona. 4-7 septiembre 2002. Simposio Recreaciones Medioambientales, Políticas de Desarrollo y Turismo jamás ha suscitado interés en los movimientos nacionalistas gallegos debido a las especies naturales que lo caracterizan (los bosques son grandes pinares, sin el bosque típico del clima templado, debido a la naturaleza rocosa del terreno), pero en cambio vamos a ver cómo el parque natural también sirve para fomentar una imaginación que tiene importantes consecuencias sociales. Nos situamos en el parque del Xurés, situado en el límite de la provincia de Ourense con la zona portuguesa de Tras-os-Montes, que también limita con la parte gallega mediante el parque nacional del Gerés, creado a principios de los años setenta por el interés de su fauna salvaje. El Xurés se creó como parque natural a partir de la existencia previa del parque del Gerés, para fomentar también del otro lado de la montaña la atracción del turismo. Cuando ambos lados estaban separados por una frontera habían estado viviendo como zonas lejanas y marginales para sus respectivas administraciones, viviendo fundamentalmente del estraperlo, durante la época en la que Portugal conservó su poderío colonial, y de la ganadería por ser una montaña rocosa poco apta para la práctica de la agricultura. Al desaparecer la frontera se abrió una nueva alternativa para el desarrollo de las dos zonas, la posibilidad del turismo ecológico para atraer hacia ellas una parte de las motivaciones turísticas de la población urbana, que solo distingue las naciones por el interés con que motivan sus diferentes historias, y no porque les impongan límites a su circulación. El parque del Xurés, como el del Gerés, no se crearon a partir de un interés cultural o histórico específico de esas dos zonas para sus respectivas historias nacionales, que no lo tenían en absoluto. El del Gerés se creó en 1975 a partir de un interés nacional por crear una reserva de caza, de la que se derivó el modelo de conservación ambiental, que no pensaba en el desarrollo futuro de la zona sino más bien en su progresiva despoblación. El del Xurés se creó en 1993 a partir de la existencia del anterior, para aprovechar el dinamismo turístico que éste estaba generando desde los años ochenta. Sin IX Congreso de Antropología. Barcelona. 4-7 septiembre 2002. Simposio Recreaciones Medioambientales, Políticas de Desarrollo y Turismo embargo a partir de la declaración del Xurés como parque natural se creó un órgano administrativo autonómico para su gestión, que ha recibido importantes subvenciones de la Unión Europea (al ser considerados administrativamente los dos parques como un mismo parque natural europeo), y ahora se están generando en sus respectivas áreas protegidas hechos culturales que están teniendo gran trascendencia. Veamos cuáles son esos hechos. La antigua ruta del contrabando a pié se redescubrió recientemente como una importante vía romana (la Vía XVIII, que venía desde Mérida por Portugal hasta Galicia), y se la ha señalizado. Esto no significa que se la haya olvidado como ruta de contrabando, todo lo contrario, se insiste en que sirve para recordar ese viejo lazo de unión entre los dos países, que popularmente no estaban separados. Se ha restaurado un conjunto de doce molinos de agua en el curso alto de uno de los ríos (el Vilameá, afluente del Limia), donde éste forma rápidos y marmitas que componen una ruta de gran belleza natural en el curso alto del río, muy frecuentada en verano por visitantes y bañistas, la mayoría gallegos pero siendo muy numerosos también los portugueses. Los molinos cercanos a ese curso del río fueron restaurados, y se utilizan en visitas guiadas para exhibir los símbolos culturales de la zona desde los que se leen las costumbres, trabajos y los caminos del antiguo modo de vida rural, que hoy se utilizan como rutas de senderismo e interés histórico-cultural. Se está reconstruyendo el conjunto de una aldea, que quedara despoblada y fue adquirida por el parque, en el que varias casas funcionan ya como casas de turismo rural y se está construyendo en ella un futuro museo etnográfico, para crear una de las rutas del parque priorizadas para el turismo rural, muy cerca del paso de la vía romana. Más abajo de ese curso (en la aldea de Vilameá) se han restaurado unos antiguos baños termales siguiendo un diseño que conserva la belleza de las formas del paisaje tradicional y se está construyendo un balneario por cuenta del municipio al que pertenece (Lovios). En épocas pasadas IX Congreso de Antropología. Barcelona. 4-7 septiembre 2002. Simposio Recreaciones Medioambientales, Políticas de Desarrollo y Turismo acudían espontáneamente a esta aldea poco poblada para bañarse gente pobre de las montañas portuguesas cercanas que tenían gran devoción por esas aguas termales (son famosas en la zona sobre todo para curar enfermedades óseas), dejaran de acudir desde finales de los setenta pero hoy acuden en multitud los veraneantes de clase media, que son muy mayoritariamente portugueses (en un ochenta por ciento), unas 500 personas acuden diariamente en los meses de verano, para utilizar estos baños simplemente como piscina de agua caliente. Solo un veinte por ciento utiliza los baños termales. Como consecuencia de esta nueva afluencia turística reciente se están haciendo nuevas construcciones privadas, pensadas para el alojamiento de turistas, que están dando a la aldea una nueva fisonomía, sin que se aprecien alteraciones de la fisonomía del paisaje del entorno, aunque han cambiado las actividades de algunos de sus residentes para atender el turismo. Vemos que el primitivo interés ecológico por conservar la naturaleza derivó, por tanto, hacia el interés por redescubrir una tradición cultural, porque la naturaleza solamente puede conservarse eficazmente hoy si se la representa bajo la forma de un paisaje que tenga interés por su valor cultural, bajo una reorganización del espacio que permita recuperar formas culturales, y que éstas sean signos eficaces para reconstruir una identidad local (que previamente no existía). Y este proceso sociocultural tiene consecuencias positivas para la conservación futura de la naturaleza. Las formas simbólicas del paisaje son las que purifican el valor de la naturaleza, en la mente de la población afectada. Esos hechos culturales recientes están sirviendo para crear la memoria actual de una tradición cultural, y por esto atraen también a otros intereses sociales que contribuyen eficazmente a su conservación. Desde el punto de vista económico es evidente un nuevo modelo de economía que sustituye progresivamente a la economía ganadera. El aumento de los servicios hoteleros en la zona, ofreciendo unas 80 habitaciones entre hoteles, pensiones IX Congreso de Antropología. Barcelona. 4-7 septiembre 2002. Simposio Recreaciones Medioambientales, Políticas de Desarrollo y Turismo y casas de turismo rural. Un número aproximado de 60 personas menores de 50 años se emplean a tiempo parcial en actividades dependientes del parque, sustituyendo su dedicación a la ganadería. La administración del parque organizó también una cooperativa de miel en la zona que vende anualmente alrededor de 7 Tm. de miel. Todo esto está haciendo disminuir drásticamente las actividades ganaderas, a principios de los años setenta había en el municipio de Lovios (el centro del parque) 1.500 cabezas de ganado vacuno y 5.000 de cabrío y ovino, que hoy han quedado reducidas a 120, debido a la emigración, a su falta de rentabilidad y a las nuevas actividades en las que se ocupan sus propietarios y cuidadores. La población ha disminuido casi a la mitad pero en cambio ha aumentado el número de casas. Si en 1980 había en esta zona 3.529 casas hoy hay 4.823, a pesar de que la población residente de hecho en la zona ha caído de los 11.162 habitantes que había en esa fecha a 6.262 en el año 2000. Las nuevas casas son de mayores dimensiones que las tradicionales, muchas de ellas responden a un ahorro familiar calculado para los momentos de ocio de la familia que vive fuera de la zona, pero ello va acompañado de una preocupación por recuperar la estructura tradicional del entorno del paisaje inmediato a la casa. Pero hay otro hecho social que no es menos relevante. Me refiero a una modificación parcial de hábitos de consumo que se están observando en la zona, los médicos que llevan trabajando allí desde hace más de diez años señalan que hay un fuerte descenso progresivo del consumo de bebidas alcohólicas por parte de la juventud en los últimos cinco años, lo que en cambio no se observa claramente en el resto de la población adulta. Este cambio en los hábitos de la juventud de la zona (que muchos vecinos señalan también como muy positivo) lo atribuyen a la adquisición de nuevos hábitos cotidianos posteriores a la creación del parque, como pasar menos tiempo en los bares, especialmente IX Congreso de Antropología. Barcelona. 4-7 septiembre 2002. Simposio Recreaciones Medioambientales, Políticas de Desarrollo y Turismo en el período estival en el que están de vacaciones, y dedicarlo más a excursiones, al aumento de la afición a la lectura y a la práctica de la jardinería en sus casas. Insisten también los médicos en que la creación del parque fue un hecho positivo para este cambio de hábitos porque ha dado a los jóvenes de la zona la oportunidad hacer amistad con gentes preocupadas por actividades de conservación del medio ambiente y por otras actividades culturales. Probablemente ha influido también la nueva educación ambiental a base del moderno conocimiento de la naturaleza que inculca la conservación, y que hoy se inculca en los estudios primarios y secundarios. Este nuevo hecho social, muy apreciado en la zona, hay que interpretarlo como un hecho producido como consecuencia del cambio en la imaginación cultural de la juventud, al adoptar la representación de la naturaleza promovida por el conocimiento moderno de la misma. Pero las nuevas actividades prácticas a las que da lugar (en sustitución de la presencia masiva de los jóvenes en los bares) no son probablemente el resultado simple de una nueva forma de conocimiento abstracto, sino del redescubrimiento de la naturaleza como una parte sensible de su identidad social. Las rutas del paisaje, sus espacios y sus formas estéticas son reconstruidas como los lugares de una identidad local, y es esto lo que les motiva a caminar por él y a luchar por conservarlo, y no el mero conocimiento abstracto. Pero a su vez la identidad local es una consecuencia del proceso práctico de conservación de la naturaleza, al transformarla en un paisaje. Otro problema distinto, pero igualmente importante, consiste en analizar cómo están influyendo estos procesos socioculturales, incluida la gestión administrativa del parque que se lleva con fines conservacionistas, sobre la conservación de la naturaleza. Los incendios forestales castigan anualmente la tierra gallega arrasando gran parte de su superficie, y esto también ha afectado recientemente al parque del Xurés. Tres razones parecen ocasionar IX Congreso de Antropología. Barcelona. 4-7 septiembre 2002. Simposio Recreaciones Medioambientales, Políticas de Desarrollo y Turismo estos incendios, a) porque se trata de una zona con gran abundancia de especies coníferas (debido a la pobreza del terreno para otras especies de árboles), que son más fácilmente inflamables que otras especies, b) porque no hay animales ni salvajes ni domésticos (en el pasado existió la cabra salvaje que ahora se piensa en introducir) que reduzcan la biomasa que anualmente crece y amenaza con incendiarse en las épocas de calor (en una zona con altas temperaturas en verano), y c) porque el escaso número de miembros que hay en cada una de las explotaciones ganaderas (hoy en claro retroceso) y el escaso equipamiento técnico del que disponen para el trabajo de desbrozar, les impiden eliminar todo lo silvestre que crece en su entorno inmediato sin tener que recurrir a las quemas ocasionales. Parece que la solución ecológica pasa hoy por reintroducir la cabra ibérica (desaparecida en la zona hace como 100 años) o por financiar la ganadería doméstica que controle el crecimiento vegetal. La primera solución es del agrado de los administradores del parque, pero irrita al campesinado (que ve que después de la cabra salvaje vendría la reintroducción el lobo, etc), haciendo imposible su mantenimiento, aunque el campesinado no está en contra, por ejemplo, de proteger el pony semisalvaje que puede ser utilizado en actividades ordinarias, o la vaca “cachena” (una vaca semisalvaje de gran antigüedad en la zona) para la producción de carne de calidad. La segunda solución no motiva a los administradores del parque, que ven que con el aumento de la ganadería doméstica se perdería una vieja idea sobre la pureza del “bosque natural”. Se trata de un conflicto por la representación del paisaje. En la base de ese conflicto está la representación social de un campesinado “sucio”, que todavía existe en una parte de la administración gallega, frente a la cual se considera que hay que asegurar la “limpieza” cultural de la naturaleza sustrayéndola del control de la vida rural, retrotrayéndola a una utópica pureza “natural” de tiempos pasados. Vemos que la representación cultural de la naturaleza es utilizada para construir una IX Congreso de Antropología. Barcelona. 4-7 septiembre 2002. Simposio Recreaciones Medioambientales, Políticas de Desarrollo y Turismo determinada representación de la sociedad, como sucedió en otras sociedades causando mayores tragedias nacionalesi. Será preciso, por tanto, un proceso de gestión cultural que tenga en cuenta el significado cultural de la naturaleza, para poder gestionar desde él las condiciones ecológicas para su conservación, sin las cuales tampoco se podrá conservar el paisaje. Los gestores ingleses lo tienen decidido y bien resuelto, recurriendo para ello a una metáfora social del paisaje inglés premoderno, pero los gestores gallegos aún no han entendido que el problema no está solo en el proceso material de la ecología gestionada por las ideas de la ciencia biológica, ni tampoco está en recuperar solamente una pequeña parte del viejo paisaje decimonónico (el de las especies animales salvajes en este caso), sino en recuperar una forma de tradición de la cultura rural que pueda ser “sostenible”, por el aprovechamiento práctico de los recursos y por su coherencia con la imaginación cultural de la población rural. Sin la imaginación cultural, que tenga en cuenta una representación social de la relación entre el paisaje y la cultura, no puede haber conservación ambiental. El turismo como alternativa social a la crisis medioambiental El interés mostrado dentro de las ciencias sociales por el tema del turismo se ha decantado muy mayoritariamente hacia la reproducción del discurso que subraya los impactos negativos del turismo sobre las economías locales, la destrucción de los recursos naturales y del paisaje autóctono debido a las presiones especuladoras, no beneficiando a los locales sino a los especuladores foráneos sobre todo en los países menos desarrollados, señalando los impactos negativos sobre la cultura local, contribuyendo a conservar “artificialmente” formas culturales que erosionan los valores “auténticos” que tiene la cultura para el pueblo. Desde la antropología se ha corregido con cautela ese discurso anatematizador que prevé, desde el punto de vista de la teoría del cambio cultural, el IX Congreso de Antropología. Barcelona. 4-7 septiembre 2002. Simposio Recreaciones Medioambientales, Políticas de Desarrollo y Turismo arrollador proceso de globalización cultural causado por el turismo en perjuicio de las identidades locales. La segunda edición de la obra dirigida por V.L. Smith (1989) ha constituido un intento, por parte de varios de sus colaboradores, de corregir ese discurso. Otras aportaciones subrayaron de manera más decidida que el turismo también sirve para regenerar la industria artesanal local en diferentes partes del mundo menos desarrollado, como es el caso de la obra dirigida por J.Nash (1997), y que además está contribuyendo a dinamizar el desarrollo de las áreas rurales más deprimidas, tanto en países desarrollados como es el caso de Inglaterra y Gales, véase por ejemplo M. Winter (1987), como en el caso de los países menos desarrollados, como bien señaló S. Neate (1987) estudiando Sicilia. No hay que olvidar tampoco la mala acogida frecuente que tuvieron las propuestas conservacionistas entre las poblaciones rurales afectadas, siendo calificadas dichas propuestas de perturbadoras de la “paz” de la vida rural, por ejemplo en la Inglaterra de la posguerra, como insistieron en señalar Bouquet y Winter (1997: 5), o también en la Galicia de finales de los años ochenta, como puede verse en Rodríguez Campos (1990: 178). Hoy puede decirse que la recuperación de la identidad de la cultura local está dependiendo en gran parte del turismo (nacional e internacional), o si se lo prefiere de la llamada “Revolución del Ocio”, para dinamizar tanto áreas rurales como urbanas. No podríamos entender de otra manera las enormes inversiones en bienes culturales pertenecientes al modelo de “cultura global” (y no de la cultura local) realizadas en ciudades como Bilbao o Valencia (hoy capitales de culturas nacionales), que se utilizan para transformar ciudades previamente contaminadas por las industrias decimonónicas en ciudades culturales. No es para creer que la limpieza cultural de la ciudad, atrayendo potentes instituciones culturales para eso, fuera el único motivo de esas cuantiosas inversiones, que fueron afrontadas exclusivamente por gobiernos autonómicos. Algo IX Congreso de Antropología. Barcelona. 4-7 septiembre 2002. Simposio Recreaciones Medioambientales, Políticas de Desarrollo y Turismo parecido pretende hacer hoy la Xunta de Galicia con el monumental proyecto que se propone desarrollar en Santiago con la “cidade da cultura”. En las áreas rurales periféricas el turismo está jugando un papel central, al presionar a favor de la conservación de la naturaleza está resolviendo al mismo tiempo el problema del desarrollo en esas áreas y contribuye a mejorar sus comunicaciones con el resto. De lo contrario esas poblaciones permanecerían desconectadas de los intereses del mundo de la economía y de la política. El parque del Xurés constituye un buen ejemplo de ese proceso. Es un paisaje de coníferas (y no de los árboles “nobles” de Galicia, como son el roble y el castaño), y por este motivo su propuesta de conservación no constituyó en ningún momento una reivindicación de los movimientos nacionalistas de Galicia. La identidad local que está fortaleciendo en la zona no ha despertado el interés de estos movimientos preocupados por la identidad nacional de Galicia. Por otra parte Galicia es hoy un lugar estratégico para la producción de madera para la industria española, produce el 60 por ciento de toda la madera que se produce en España, suponiendo su superficie solo el 6 por ciento de la de todo el estado español, el cual necesita importar de otros países más de un 40 por ciento de la madera que está utilizando la industria. En este contexto las presiones de la industria de la madera sobre las coníferas del Xurés hubiesen sido irresistibles si no estuvieran contrarrestadas por los intereses del gobierno gallego por el desarrollo del turismo en esa zona fronteriza. Sobre el vecino parque del Gerés son todavía mayores las presiones del comercio de la madera, afectando a las demandas populares para reducir las dimensiones de la reserva natural. Un caso bien diferente es el de Inglaterra, donde sí hay una conciencia nacional muy arraigada que ha impulsado la transformación de una buena parte de su territorio en parques “nacionales”. Pero aún en este caso parece adecuado admitir que si bien el nacionalismo IX Congreso de Antropología. Barcelona. 4-7 septiembre 2002. Simposio Recreaciones Medioambientales, Políticas de Desarrollo y Turismo constituye la presión cultural para la conservación del paisaje, el turismo rural constituye el agente social que demanda la buena conservación de los parques naturales, y que la hace viable económicamente. El nivel de la imaginación moral que se desarrolla con motivo de la conservación de la naturaleza tampoco es independiente de la dinámica de la interacción social generada por la presencia del turismo. Vimos, en el caso inglés, el desarrollo de una imaginación que busca en los parques naturales los estilos de vida alternativos a los del progreso técnico, y el fortalecimiento de una identidad nacional resistente a la globalización, y en el caso gallego vimos cómo las ideas sobre la conservación de la naturaleza en su estado culturalmente puro generan ideas sobre la purificación de los hábitos sociales locales. En ambos casos la imaginación moral está muy relacionada con la interacción social cotidiana del “turista” con el residente de hecho, en la que se produce un diálogo no solo sobre ideas sino también sobre hábitos y actitudes prácticas. Debido a estas consecuencias sobre las formas de imaginación moral de las sociedades hay que evaluar los proyectos de conservación de la naturaleza (dependientes del turismo) no solo por sus beneficios para el desarrollo económico, sino también como procesos modificadores tanto de hábitos sociales como de la identidad cultural de las poblaciones. Conclusión Empecé este trabajo con un repaso de hechos ambientales muy conocidos para proponer la idea de que los impactos ambientales, sobre todo los más conocidos, estuvieron orientados siempre por las consecuencias sociales que se pensaba que iban a producir, tanto para las poblaciones directamente afectadas como para la representación de las ideas sobre la sociedad, la nación o la civilización que se deseaba producir. Éstas tienen gran importancia porque si bien los impactos ambientales solo parecen afectar a una IX Congreso de Antropología. Barcelona. 4-7 septiembre 2002. Simposio Recreaciones Medioambientales, Políticas de Desarrollo y Turismo pequeñísima parte de la población de las respectivas naciones, en cambio producen otras consecuencias de gran trascendencia social, al imponer en las sociedades ciertas ideas acerca sobre el progreso social que son las que ciertos poderes de la sociedad sienten amenazadas en esos momentos. Puede que en el futuro inmediato de las sociedades occidentales, caracterizadas por una creciente complejidad étnica, deberemos estar más atentos a los impactos ambientales como posibles programas de segregación étnica, aunque se disfracen de sucesos “naturales” o de intereses nacionales. Después formulé la otra idea complementaria de que los proyectos de conservación de la naturaleza, ejemplificados en parques naturales directamente analizados por mi, deben ser evaluados no solo como programas para la conservación biológica de las especies naturales sino porque como consecuencia de ellos se elaboran representaciones sociales de la naturaleza y de la cultura que generan interesantes dinámicas sociales para la construcción de identidades; de gran importancia para la adaptación de las sociedades a los procesos de modernización. Subrayando así el interés social (y no solo biológico) de los parques naturales para las poblaciones implicadas. Tratando sobre el tema del desarrollo he indicado que el desarrollo económico de la población local debe ser fomentado como parte de la dinámica de la conservación de la naturaleza, para poder llevarse a cabo con éxito dichos proyectos, y no puede ser considerado una consecuencia no deseada por ellos. He insistido en la importancia de tener en cuenta las ideas de la población local para llevar a cabo dichos proyectos, sin contar con la imaginación local no son efectivos los proyectos de desarrollo económico de las zonas deprimidas, que han de basarse en la participación activa de la creatividad local en la dinamización del turismo. IX Congreso de Antropología. Barcelona. 4-7 septiembre 2002. Simposio Recreaciones Medioambientales, Políticas de Desarrollo y Turismo El interés “turístico” de la cultura local ya no puede ser considerado como una “profanación” del valor sagrado que tiene la cultura para los locales, sino como la condición social para conservar su dinamismo y también su autenticidad. Estamos en un momento histórico en el que el turismo fomenta el conocimiento mutuo entre culturas, actuando como una poderosa fuerza a favor de la conservación de los patrimonios más amenazados de extinción e incluso de exterminio. Está trayendo formas de progreso diferentes a las que proponen los poderes fácticos que dominan en numerosas naciones, que parecen querer alimentar hoy el proceso contrario, generar tensiones sociales para producir la asimilación o la destrucción de la cultura de los más débiles. Conservar la identidad cultural puede ser para muchos pueblos un privilegio que depende de la posibilidad de interactuar con otros pueblos y naciones en un permanente diálogo. 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