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JOSEFINA A. RAMÍREZ VELÁZQUEZ Posgrado de Antropología Física ENAH/INAH Periférico Sur y Zapote s/n, Col. Isidro Fabela Del. Tlalpan C.P. 14030 México D.F Tel. 40404300 ext. 41193 E-mail josefinaram@prodigy.net.mx josefina_ramirez@inah.gob.mx Cuerpo y Emociones. Conceptos nodales para discutir el giro intersubjetivo en Antropología Física. En busca de una línea de pensamiento que dé cuenta del cuerpo-sujeto y el cuerpo-agente se ha generado una propuesta analítica conceptual que pone el acento en el cuerpo -como el terreno más inmediato dónde se expresan el poder, el sufrimiento y las contradicciones sociales, así como el sitio de resistencia personal y social-, y en las emociones como vehículos de comunicación a través de los cuales se gestiona la vida social en su conjunto. El supuesto va más allá de los marcos explicativos que habían descrito mayoritariamente a los “otros” como objetos; cuerpos inferiorizados, irracionales, cuerpos mecánicos que procesan información, cuerpos sin conocimiento, cuerpos enfermos, silenciados o en los que se inscribe la cultura, porque en esos marcos de análisis se habían descrito a tales cuerpos desprovistos de motivación, de razón, de sentir y de acción. Si bien esto es algo ya conocido y aceptado, se precisa seguir pensando en estrategias metodológicas y conceptuales con mejores capacidades explicativas. En este sentido desde la antropología física se propone visibilizar el circuito pensar- decir- sentir-hacer como actos básicos para la comprensión del sujeto como análogo de contextos múltiples, "cuerpo-personayo-individuo". Palabras clave: Cuerpo, emociones, antropología física, giro hermenéutico, afectivo e intersubjetivo Introducción El cuerpo ocupa desde la segunda mitad del siglo pasado un sitio privilegiado para el análisis sociocultural, la razón aparece clara pero no fácil para la discusión y comprensión, tan así que aún nos sigue ocupando con cavilaciones cada vez más profundas con el único ánimo de comprender cabalmente la realidad que viven los sujetos a los que hemos descrito y representado en textos etnográficos y a través de quienes pretendemos generar conocimiento antropológico. Dichas cavilaciones que, conducen a debates prolongados en la ciencia en general, han puesto el acento en las limitaciones que en la producción de conocimiento sobre el mundo de la vida social impone en concreto la mirada positivista. En este sentido, desde los años 70 el mundo científico social experimentó una especie de convulsión ideológica con la emergencia de un conjunto de ideas que, por su naturaleza cuestionadora, trastocaron los postulados básicos universalistas y el poder colonialista, permitiendo explicar la realidad biológica y la realidad social desde otros horizontes de comprensión. Tales horizontes pusieron de manifiesto que los seres humanos no podían seguirse viendo como entes manipulables (en el más extenso sentido de la palabra), sino como sujetos con historia, inmersos en contextos específicos y de poder. Se vislumbra entonces al sujeto como el análogo de contextos múltiples, "cuerpo-persona-yo-individuo". Cuestión que en si misma requiere de la comprensión compleja de ese sujeto múltiple y de precisar las coordenadas epistémicas de tal comprensión. Esos años 70 fueron tierra fértil para la reflexión de nociones como sujeto, con autores muy influyentes en el ámbito europeo como Foucault, Habermas, Bourdieu, Pizzorno, Macfarlane. Véase la obra de Faubion (1995) Rethinking the subject obra, por demás reveladora de prestigiosas ideas que discuten la naturaleza y modalidades del poder y su legitimidad en la sociedad, así como la naturaleza y modalidades del yo y el sujeto; debiéndose esta emergencia a la reflexión puntual de esos eruditos sobre eventos de trascendental importancia 2 como el colapso del colonialismo y los avances científicos en la medicina tales como la fecundación in vitro. De igual manera se puede decir que ese terreno fértil dio para repensar el cuerpo, su experiencia y la subjetividad. Una amalgama de nociones repensadas a la luz de reflexiones críticas todas ligadas para dar cuenta de un sujeto que es cuerpo; de un cuerpo mediación entre el individuo y la sociedad; de un cuerpo experiencia y un cuerpo agencia. Elementos todos que pusieron al descubierto la importancia de ser y tener cuerpo dando espacio a la reflexión de la experiencia 1 como único medio posible de comprensión del ser y estar en el mundo. Las décadas de los años 80 y 90 del siglo pasado representan un periodo de gran producción sobre esas nociones destacando entre ellas la de subjetividad2 y derivando posteriormente a la importancia de las emociones y más actualmente de la intersubjetividad3. Aquí cobran sentido el análisis del cuerpo y las emociones, que han mostrado diversos tránsitos paradigmáticos que precisamos reflexionar para explicar la importancia de una nueva noción como lo es la intersubjetividad. Para entrar en materia quisiera intentar una mínima explicación de por qué pensar el cuerpo y las emociones desde el ámbito específicamente antropológico y su importancia en lo que se ha denominado giro intersubjetivo. Si bien comparto la idea de que es mucho más fructífero buscar la comprensión del desarrollo teórico sobre el cuerpo y las emociones no como producto de 1 Para discutir la relación problemática entre cultura y experiencia, diversos estudiosos en antropología dieron espacio a este interés, pero sin duda, es Turner, quien desde 1982 propone el surgimiento de una antropología de la experiencia, abrevando de antecesores de la talla de Dilthey, Husserl, Schutz y Merleau-Ponty, quienes abordaron la “experiencia vivida” con orientación fenomenológica. 2 Véase la obra “Subjectivity” de Biehl, Good y Kleinman (2007). En donde se hace de manera introductoria una reflexión “repensando la subjetividad” Rethinking “Subjectivity 3 Solo para apuntar como primera pincelada, mencionaré que si bien existen diversas aproximaciones teóricas sobre la subjetividad una idea básica que la sustenta es que es comprendida como la conciencia que se tiene de todas las cosas desde el punto de vista propio, que se comparte colectivamente en la vida cotidiana. La intersubjetividad sería, por tanto, el proceso en el que compartimos nuestros conocimientos con otros en el mundo de la vida. 3 parcelas disciplinares, sino en función de problemas específicos, también considero por ello mismo, que para empezar a crear una mirada crítica y a la vez algunos aportes reflexivos sobre tales aspectos, se requiere situar las problemáticas que nos constituyen en cada ámbito disciplinar. Hablar del cuerpo, las emociones y la intersubjetividad en el terreno antropológico implica reconocer la manera en que se ha vuelto la mirada y la reflexión sobre estos tópicos, desde los cuales la antropología contribuye al conocimiento de la realidad biosociocultural. Considero, a riesgo de ser cuestionada por reconocer una primacía de la antropología sobre otras disciplinas científico sociales, que ésta ha mostrado tener un sitio privilegiado para el estudio del cuerpo, las emociones, la experiencia, y la intersubjetividad, gestando reflexiones epistémicas potentes sobre tales nociones enunciadas, (y otras más) que se expresan de manera importante en rupturas paradigmáticas (una de ellas, quizá la más notable ocurrida hacia la segunda mitad del siglo pasado es la llamada “crisis de las representaciones”). Desde una reflexión epistémica la antropología brinda una poderosa lección a las ciencias sociales al hacer su propio autoanálisis y cuestionarse a sí misma sobre la manera de producir saber antropológico, distinguido hasta entonces por representaciones etnocéntricas con consecuencias epistemológicas de lo que significaba la representación del “otro” desde los marcos legitimados del colonialismo y el poder ejercido a partir de las diferencias de clase, género y etnia. Esto quedó patente en lo que se denominó crítica cultural. Ese punto de inflexión quedó marcado con obras seminales de gran alcance como Writing Culture, (Clifford y Marcus; 1986); Antropología como crítica cultural (Marcus y Fischer, 1986); Cultura y Verdad (Rosaldo, 1989) las cuales abrieron la ruta para la antropología interpretativa, fundada sobre la base de una crítica a la etnografía clásica y a su papel en el proceso colonialista-imperialista, tomando como ejes centrales: la ubicación del etnógrafo, la composición del texto etnográfico; la relación entre etnógrafo y el objeto de estudio configurado por primera vez como sujeto y los conceptos de objetividad, subjetividad, verdad, 4 tiempo y cultura. Este movimiento sugiere como método para el análisis social la búsqueda de nuevas narrativas, la introducción de una perspectiva subjetiva en la etnografía y la idea de cultura en tanto espacio de “cruces de frontera”. Digamos que esas revisiones epistémicas surgieron primeramente desde la antropología hegemónica es decir la anglosajona, pues las antropologías subalternas4 enfrentaban problemáticas de otra índole. Es decir, mientras la antropología hegemónica realiza su propia revisión epistémica al cuestionar su actuar imperialista y colonizador —pues el estudio del otro da cuenta de un Otro muy diferente y distante—, en las antropologías subalternas ese Otro es cada vez más cercano a uno y parte constitutiva y problemática del sí mismo, lo cual ha implicado una reflexión epistemológica, teórica y metodológica de gran envergadura que, la antropología latinoamericana empezó a realizar hace tiempo, también con resultados encomiables5. Por ejemplo, Jimeno (2004) destaca que la revisión epistémica realizada por las antropologías latinamericanas (mexicana, colombiana y brasileña por lo menos) se generaron conceptos para dar cuenta de la relación entre las sociedades indígenas y los estados nacionales lo que sirvió para mostrar esa vena crítica que hoy se renueva con nuevos temas y nuevos sujetos de estudio. Así, se trata de enfocar la estrecha relación existente en Latinoamérica entre la producción teórica y el compromiso con las sociedades estudiadas en la cual las sociedades estudiadas no son entendidas como mundos exóticos, aislados, lejanos o fríos, sino copartícipes en la construcción de nación y democracia en estos países. 4 Al referirse a la producción del saber antropológico, reconociendo las diferencias señaladas, autores como Menéndez (1991) suelen utilizar la noción de hegemonía y subalternidad, para dar cuenta de la antropología anglosajona y la latinoamericana. Al referirse a lo mismo, Krotz (1993) utiliza la noción de antropologías de países centrales y antropologías de países periféricos. En cualquiera de los dos casos, se debe reconocer que hay una antropología central o hegemónica, que dicta las pautas de la producción de conocimiento y —en un sentido— podría decir que lleva unos años de adelanto, respecto de las antropologías subalternas o periféricas, en cuanto a discusiones y notorios avances sobre temas relevantes. Es el caso, desde mi perspectiva, de la fructífera producción, reflexión y debate sobre el tema del cuerpo y las emociones. 5 En México una revisión epistémica y conceptual la cultura, el trabajo de campo y otras cuestiones metodológicas se compiló en la Revista Alteridades No. 1 de 1991. 5 Solo para situar esa discusión en nuestro país, mencionaré que en los años 90 del siglo pasado, el discurso y práctica de los antropólogos mexicanos se dirigieron a impulsar el compromiso social y la producción de conocimientos para la transformación social. La antropología mexicana sufrió como consecuencia también una revisión epistemológica, teórica y metodológica apuntalada fundamentalmente por el materialismo histórico y la economía política, cuyas ideas fundantes enfatizaban que la vida en sociedad estaba mediada por las relaciones de producción que corresponden a un determinado desarrollo de las fuerzas productivas (Ramírez, 2013, 2010a). En este sentido, el eje analítico de la antropología fue la dimensión económica, dejando de lado la dimensión cultural. Esta decisión, en buena medida, estaba fundada también en una concepción folclorizada de cultura, como si lo cultural solamente fuese característico de ese otro, que para nosotros fue representado por indígenas y campesinos 6. Precisando la discusión desde la Antropología Física Desde hace cuatro décadas al interior de la antropología física mexicana, la comunidad científica se cuestionó seriamente el papel de los antropólogos físicos en la explicación de la variabilidad humana, subrayando las limitantes en sus elaboraciones teóricas que desde luego han repercutido claramente en sus concepciones sobre el “otro” y en sus prácticas investigativas en las cuales se buscaba estudiar las dimensiones corporales de ese otro con afanes clasificatorios. En estas décadas podemos decir que ha habido tránsitos paradigmáticos que han evidenciado la importancia de reconceptualizar el cuerpo ( ) y las emociones en virtud de hacerse patente la ominosa actuación que tuvo, en sus inicios, esta disciplina antropológica cuyos principales postulados se dirigieron a defender el fundamento genético y morfológico para condicionamientos sociales como la marginación, la discriminación, la explotación, el racismo, el sexismo, etc. 6 La cultura era vista como sinónimo de nacionalidad, de etnicidad y dialecto y, en su forma folclorizada, como aquello que hacen los indígenas. Más adelante hablaré sobre los tránsitos que se han generado en su definición. 6 Si bien en los años ochenta la antropología física sufre serios embates por estas cuestiones, y una feróz crítica por su determinismo biológico, montado en la creencia en que «las diferencias sociales y económicas entre los grupos sociales humanos, principalmente su color de piel y rasgos fenotípicos, por clase social y por sexo, tienen un carácter hereditario y, por lo tanto, son un reflejo exacto de la biología. Muchos de esos postulados se creen superados, no obstante hoy en día vemos con suma preocupación los alcances que tienen las ideas científicas que se enarbolaron sobre la diferenciación fenotípica y concretamente sobre las razas, concepto que aunque en desuso se sigue utilizando plasmado en ideas peligrosas enarboladas para discriminar, injuriar, marginar, e incluso insultar con profundas expresiones emocionales donde el odio ocupa un sitio especial. ¿De qué cuerpo hablamos en Antropología Física? A diferencia de otros autores (Barragán, s/f y Vera, 2002) quienes apuntan que el objeto de estudio de la antropología física es el cuerpo, me permito afirmar que, es preciso explicitar a qué tipo de cuerpo se hace referencia, e iniciar este espacio para establecer algunas precisiones que no son menores y que espero contribuyan a la discusión de la noción de cuerpo y de emociones, pero sobre todo, a la comprensión de su razón de ser como categorías analíticas que requieren, subrayo, de una resignificación tras de una propia revisión epistemológica. En este artículo quisiera volver sobre esos dos conceptos, como temas/problemas que deben revisarse y resignificarse a fin de que pueda generarse una aproximación teórica y conceptual sólida, para pensar al sujeto en Antropología Física. Sin embargo nada de lo que pueda uno reflexionar sobre dichos temas puede dejar de lado los pasos andados, los primeros acercamientos, los incipientes planteamientos, o quizá los temas que nos maravillaron. En este sentido debo advertir que lo que a continuación expondré tiene como propósito esclarecer de qué tipo de cuerpo voy hablar, por qué es necesario realizar una 7 revisión epistemológica sobre éste y, por qué resulta importante su articulación con las emociones7. Desde mi perspectiva, la Antropología Física tradicionalmente ha tenido como objeto de interés explicar la variabilidad biológica de las poblaciones y para ello su actividad clave y, prácticamente su razón de ser, considerada así por muchos antropólogos físicos, ha sido la aplicación de la métrica con la ambición de clasificar a las poblaciones. La mirada clasificatoria hizo que, por mucho tiempo, la disciplina se concibiera como un espacio especializado para la descripción de datos cuantitativos que dieran cuenta de la variabilidad biológica a partir de la estimación estandarizada de ciertas dimensiones corporales y, de la forma, función y movimiento del cuerpo. Así la variabilidad humana, analizada desde esos elementos estandarizados, dio cuenta de un tipo de cuerpo, el cuerpo biológico, dominio de las ciencias naturales, legitimado por el racionalismo y el dualismo que en buena medida ha definido al pensamiento occidental. Es por esto que, como tendencia generalizada hasta el día de hoy, la racionalidad científica que priva en la Antropología Física se conduce básicamente por el paradigma positivista y, por ende, por una metodología orientada a enfocar al cuerpo objeto, disociado de su contexto, de su razón y de su ser. Esta idea, que en el discurso es aceptada ya por algunos antropólogos físicos quienes asumen que el objeto de estudio de la disciplina ha cambiado, y sus formas para teorizarlo también, en la práctica muestra que aún hace falta no esquivar una mínima reflexión para intentar explicar por qué es preciso aclarar de qué tipo de cuerpo hablamos cuando decimos que el objeto de estudio de la nuestra disciplina es el cuerpo. Para una discusión al respecto son sugerentes los ya muy revisados y discutidos llamados que han hecho, primero Emily Martin (1990), desde la antropología 7 Para ello recurriré a las investigaciones que he desarrollado en Antropología Física y en Antropología Médica, pero también a lo que el quehacer de la Antropología general ha mostrado en relación a la reflexión del concepto de cuerpo y emociones. 8 norteamericana y, posteriormente, Le bretón (2007), desde la antropología y sociología europea. La reflexión de Martin sobre el cuerpo surge al advertir que en la década de los 1980 éste se había convertido en el centro del análisis de diversas disciplinas. Desde una argumentación neomarxista y con referentes de la antropología médica, ella responde que se ha vuelto la mirada al cuerpo precisamente porque los norteamericanos (y quizá otros también) están experimentando una transición dramática en la percepción y práctica del cuerpo, desde los cuerpos situados y concebidos en la era fordista de producción en masa, a los cuerpos situados y concebidos en la era de la acumulación flexible. Así afirma, Estamos viendo no el fin del cuerpo, sino más bien el fin de un tipo de cuerpo y el comienzo de otro tipo de cuerpo. (Martin, 1990:122) Por su parte Le Bretón algunos años más tarde, problematizando la tecnociencia, la cibercultura, el genoma humano y la intervención de la genética para lograr la perfección, argumenta también un “Adiós al cuerpo” señalando que en la sociedad “en extremo contemporánea”, los usos y significaciones del cuerpo han cambiado. Ahora el cuerpo transita por la necesidad simbólica de no perder su espacio en el tejido del mundo y de procurarse un sentido. Por ello se modifica, se purifica, se opera, se adorna, se tatúa, para adquirir un valor extra, sin embargo ello implica que el cuerpo se vive como accesorio de la presencia, lo cual trae al terreno de los nuevos dilemas a resolver el dualismo persona-cuerpo. La tesis central de este autor es que la digitalización de la vida cotidiana, anuncia la despedida del cuerpo como medio y objeto de sensaciones. Ambos autores, aunque no son los únicos que hablan de una necesaria ubicación del cuerpo explicitando a cuál tipo de cuerpo se refieren8, nos invitan a realizar un 8 Una lista interminable de autores tanto nacionales como internacionales se pueden citar, no obstante me interesa destacar tan sólo dos obras por la trascendencia de sus planteamientos teóricos y empíricos. Una de ellas de Csordas (1994) y otra de Lindenbaum y Lock (1993). Desde un análisis cultural de la biomedicina y del cuerpo, dentro de tendencias mayores en filosofía, teoría social, crítica cultural y acercamientos 9 análisis teórico tomando en cuenta los contextos que dan sentido y lógica a la producción de un tipo de cuerpo. La importancia de sus reflexiones pone de manifiesto cómo pensar el cuerpo sin el sentido y la razón, es decir dicotomizado, (cuerpo/mente) sigue permaneciendo en el corazón de la racionalidad occidental9. Y más aún, hoy en día, en donde se centra la investigación y la explicación de la vida en el funcionamiento del cerebro, particularmente de las redes neuronales 10, y también en los genes los cuales, se piensa que, programan las características físicas o psicológicas, que contienen información. Por ello para Le Breton estas condiciones revelan una nueva forma de ver al cuerpo, ya que éste es percibido cada vez más como una metáfora informática. Responder a la pregunta ¿De qué cuerpo hablamos en Antropología Física, hoy en día? requiere necesariamente tomar en cuenta los anteriores señalamientos y posicionarnos a través de una reflexión epistémica sobre la noción de cuerpo. Por mi parte esta tarea la he iniciado hace algunas décadas, primero quizá de manera pragmática (Ramírez, 1991), pero a fuerza de una reflexión constante puedo hoy sostener, como lo ha hecho Martin, que en Antropología física desde hace por lo menos dos décadas asistimos al fin de un tipo de cuerpo: ese foucaltianos, fenomenológicos y de crítica ideológica- ambos libros dan cuenta de diferentes concepciones del cuerpo, prácticas alternativas de atención, formas de experiencia corporal tanto en la vida cotidiana ("tener nervios") como en situaciones extremas (dolor crónico y tortura), mostrando importantes hallazgos etnográficos para contribuir al debate. Más aún su importancia radica en contribuir al reconocimiento de las relaciones de jerarquía y dominación que privilegia ciertos tipos de conocimiento, cuestiones que desde mi perspectiva deben ser tomadas en cuenta en el ámbito de la Antropología Física. 9 Las propuestas críticas argumentaron en contra de la perspectiva dualista haciendo mención a una perspectiva holística del cuerpo, iniciando incluso la reflexión sobre la noción de “pensar con el cuerpo” o del “cuerpo consciente”, o como lo ha propuesto Sheper-Hugges (1987) “The Mindful Body”, que implica la estrecha relación cuerpo y mente, para de esta manera disolver la dicotomía. 10 Desde principios de la década pasada, Martin (2000), llamaba la atención ante un nuevo embate del reduccionismo científico, con el avance de las neurociencias (ciencias cognitivas) cuyo énfasis en la idea de que todo tipo de aprendizaje puede ser reducido a las operaciones de las redes neuronales le resulta abrumador por cuanto deja de lado toda posibilidad de explicación contextual. Según esta autora, el neuroreduccionismo se destaca por centrarse demasiado en los productos del cerebro, simplificando la variedad de formas en las que el conocimiento se transmite y haciendo caso omiso en cómo dicho conocimiento y la conciencia se moldean a través de la cultura. 10 cuerpo concebido como natural, universalizado, objetivado, desprovisto de intencionalidad e intersubjetividad. Elementos claves del discurso hegemónico que hoy en día son rasgos ideológicos criticables. Y en tanto nos aproximamos a otro tipo de cuerpo pues los avances en teoría del conocimiento han evidenciado que el cuerpo ya no puede ser considerado como un hecho natural “es un cuerpo con historia” (Ramírez, 2010a y 2010c). Esta noción estructura una nueva construcción epistémica sobre el cuerpo que pone atención en una perspectiva relacional entre, sus condiciones biológicas y su contexto específico, advirtiendo como premisa central que el cuerpo y sus diversas condiciones, significan, representan y expresan particularidades individuales de los sujetos y, por consiguiente, de las relaciones socioculturales y políticas que éstos entablan, dependiendo de su momento histórico11. El cuerpo y sus nuevas formulaciones epistémicas desde la Antropología Física Tratando de explicarme los cambios paradigmáticos que se advierten en el quehacer antropofísico, encuentro que más allá de los paradigmas ya apuntados por Vera, (2002) los cuales desde mi punto de vista están estructurados desde una epistemología positivista, en nuestra disciplina se han generado a lo largo de más de 4 décadas, una reflexión y crítica del objeto de estudio, aunque no de manera continua y acabada, pero suficiente para permitir, a la comunidad científica especializada, darse cuenta de una serie de transformaciones sociales y de elaboraciones teóricas de carácter histórico social y de la epistemología de la ciencias, que han sido elementos centrales que impulsan a construir una mirada crítica al interior de la disciplina y en consecuencia elaborar nuevos paradigmas12. 11 Esta es una noción que probablemente se comparta con algún sector del ámbito de la Antropología Física, (sobre todo de la ENAH) no obstante no representa una tendencia hegemónica. Mi interés en este orden de ideas es justamente profesionalizar tales postulados a través de su enseñanza en el posgrado de Antropología Física de la ENAH, en la línea de investigación denominada Cuerpo y Poder. 12 En otros textos he discutido que la crítica al objeto de estudio de la disciplina, generada en la década de los 1980, fue más allá del orden metodológico en el que comúnmente se discutían las formas de estandarización y de validación de los datos, constituyéndose 11 Estos paradigmas que he venido analizando para construir un saber crítico en la disciplina son el biosocial, el biocultural y el interpretativo (Ramírez, 2006, 2010c) Para describirlos someramente inicio destacando que el cuerpo en la antropología, por lo menos en nuestro país, ha hecho su aparición explícita prácticamente en la década de los años 1980, aunque no de manera generalizada. Esto es así pues podemos ver cómo en la antropología clásica, el cuerpo hace apariciones crípticas, y en ocasiones sin una discusión explícita, pero con interpretaciones que difícilmente se separan de la perspectiva cartesiana, o de la perspectiva occidental13. En cuanto a la Antropología Física, la noción de cuerpo, y el cuerpo mismo se hace visible a partir de concebir nuevas consideraciones sobre su objeto de estudio, mismas que subrayaron la importancia de explicar las causas y los procesos que estaban implicados en la variabilidad humana. Al visualizar al cuerpo -como sustrato biológico- relacionado con las causas y los procesos ámbito de lo social-, la ambición teórica iba dirigida a explicar ya no la diferencia taxonómica, sino la desigualdad social plasmada en una biología gradada por clases. Esta noción que colocaba a la sociedad de clases en un orden mayor y, a lo biológico (genético, morfoestructural, fisiológico y psíquico), como determinado por aquella, configuró la esencia del paradigma biosocial14. La relación biología/sociedad fue analizada básicamente desde una perspectiva de clase y, particularmente, desde una lectura política que subrayaba el conflicto y la lucha de clases, desde lo cual lo biológico se conformó como sujeto histórico y social, (Ramírez, 2010a). entonces en una crítica sobre la producción del saber de la disciplina y de su función sobre los cuerpos que estudia. 13 Es preciso aclarar que muchas etnografías clásicas no parten del análisis del cuerpo sino que llegan a él de manera secundaria a través del estudio de la religión, el ritual, la brujería y las formas de pensamiento “nativo” sobre la salud, enfermedad y su atención. Hay muchos ejemplos clásicos que han sido revisados precisamente para discutir el auge de los estudios sobre cuerpo. Véase Scheper-Hughes y Lock (1987). 14 Una biología gradada por clases significa reconocer que determinada conformación corporal, las bajas tallas, la desnutrición y la enfermedad laboral, entre otras condiciones corporales, son producto de la lucha de clases, es decir de la inequidad económico-social. 12 Desde ese paradigma inicié en 1982 una reflexión sobre la relación cuerpo y trabajo, suponiendo que dicha relación generaba un proceso de deterioro físico y mental atribuible casi sin mediación alguna al trabajo, como actividad que sujeta, explota y controla a los obreros. Dicha perspectiva, conformó su mejor argumentación en la confluencia de dos teorías básicas, la marxista y la foucaultiana, asumiendo que el estudio de las poblaciones caracterizadas por el trabajo, debían ser analizadas a partir de la categoría de cuerpo en un doble sentido: como cuerpo productivo y como cuerpo disciplinado y dócil. Esos elementos primarios son los que sostienen la investigación realizada con los mineros (Ramírez, 1991). Pequeña indagación que tiene la virtud de inaugurar el análisis del cuerpo y la enfermedad en el medio laboral desde una perspectiva histórico-social, pero tiene el desatino de reproducir las acciones de una investigación caracterizada por la búsqueda de objetividad, de validez y de verdad, sobre todo al explicar la enfermedad. Así la enfermedad de la que di cuenta en ese estudio, fue aquella que, influenciada por el modelo médico, aprendimos analizar en Antropología Física. Es decir aquella entidad concebida ex profeso a partir de un conjunto de síntomas y desde un código “occidental” que en consecuencia patologiza y objetiviza todo desorden corporal en una clara búsqueda de causa-efecto. Por ello es que puse atención sobre todo a la silicosis y a la silicotuberculosis,15 como muestra contundente de la relación cuerpotrabajo, dejando de lado otras expresiones de enfermedad, de su atención y de sus creencias, aun cuando el conjunto de mineros mostraba claramente una identidad reformulada entre el campo, la mina y su ser indígena 16. Esta limitación, 15 Enfermedades ocupacionales del grupo de mineros generadas por la acumulación de polvos de sílice en los pulmones. 16 No puedo menos que reconocer, asumiendo que toda investigación es un producto histórico, que aquella fue producto de un momento en que el estudio de los obreros y sus condiciones de trabajo y de vida, estaban siendo abordados por un marco teórico propicio para el tema de la salud (el de la medicina social), pero limitado dado que no había dejado espacio para considerar las formas de pensar y de sentir de los grupos sociales ya que ello era parte constitutiva de la cultura. En el ejercicio del trabajo etnográfico con los mineros abordé aspectos como el machismo, el miedo, y diversos significados de las oquedades de las minas muy relacionadas a la sexualidad, porque todo ello resultó significativo para ellos, no obstante yo lo apunté de manera tangencial porque entre otras cosas, no tenía elementos ni teóricos ni metodológicos para analizarlos. Hoy me doy 13 sin embargo, se explica por la necesidad de no traspasar fronteras disciplinares, dejando con ello el ámbito de la cultura fuera de toda posibilidad de una profunda reflexión. La ausencia del análisis cultural relacionado al cuerpo es el gran hueco que aparece en esa investigación y prácticamente en la mayoría de los planteamientos antropofísicos de la década de los 1980. No obstante, una década después, se conoce en nuestro ámbito antropofísico, la propuesta biocultural de Goodman y Leatherman, (1998) orientada básicamente al estudio de las sociedades desaparecidas y cuya principal aportación, desde mi perspectiva, está en la crítica que se hace a la teoría evolutiva y al concepto de adaptación pues muestran limitaciones para comprender la desigualdad social, y las relaciones de poder que influyen en la biología y la salud. La “nueva síntesis biocultural” que proponen los autores, es incorporada en nuestro medio sin una reflexión propia, es decir pareciera que la noción de ‘cultura’ hace su aparición de manera natural y de pronto una gran mayoría de estudiosos parten de la perspectiva biocultural sin analizar sus antecedentes o simplemente sin definir con claridad qué se entiende por cultura. Para discutir este asunto, es preciso destacar que al interior de la antropología (general), la llamada “crisis de las representaciones” muestra, a nivel mundial, un cuestionamiento sobre la producción del saber antropológico, y particularmente del concepto de cultura, definida como una producción mentalizada, homogénea y estática, desde la cual se elaboraron representaciones profundamente etnocéntricas, claramente alineadas con los regímenes en el poder y con aquellas estructuras hegemónicas (la biomedicina por ejemplo) y explícitamente discriminatorias por sexo y por etnia. Cuestión que quiero destacar porque todo ello incide en el tipo de cuerpo que se estudia y del que particularmente el saber biomédico (considerando su práctica e ideología) da cuenta, ya que dicho saber no sólo produce conceptos dominantes sobre el cuerpo, sino que transforman la manera en que las personas experimentan y habitan sus cuerpos en la salud y en cuenta de la importancia de esos elementos culturales ya que inciden en la configuración de las ideas de enfermedad. 14 la enfermedad. Desde este punto de vista considero que el análisis de la biomedicina como sistema cultural y de la enfermedad desde la significación y la experiencia, realizado en el ámbito antropológico, pone el acento en explorar la relación biología/cultura, pero va más allá, explicitando una revisión epistemológica tanto del cuerpo como de la enfermedad, resignificándolos desde un argumento constructivista que destaca que el cuerpo es una construcción social y la enfermedad se constituye y concibe sólo a través de actividades interpretativas (Ramírez, 2010c). Este apretado panorama se logra visualizar desde hace más de dos décadas, a través del debate generado en la academia con el posmodernismo y desde luego también por movimientos sociales como el del feminismo, de la negritud y del análisis de los procesos de medicalización de numerosos eventos de la vida. Todo ello contribuye ampliamente en la elaboración de aquellos supuestos con lo cual se da forma al paradigma interpretativo. Dentro de la antropología17, el giro epistemológico más importante del que emerge dicho paradigma se da al dejar de lado el modelo de la física, sobre la idea que no hay ciencia sin “comprensión” (understanding), y no hay comprensión sin explicación causal-. Desde este postulado el estudio de la cultura, no debe realizarse a partir de una ciencia experimental en busca de leyes sino de una ciencia interpretativa en pos de significados (Ramírez, 2006). Siguiendo esta trayectoria de análisis he transitado de una mirada pragmática a una propuesta teórica conceptual que centra su atención en un cuerpo con historia, productor de sentido, actor social, inmerso en relaciones asimétricas de interdependencia18 matizadas por género, generación, clase, etnia. Dichas relaciones hablan de la interacción humana, en la cual se construyen realidades y asignan significados subjetivos a las condiciones corporales, a sus nociones, y en 17 Aunque no es privativo de la disciplina. Tales relaciones asimétricas importan porque reflejan cifras de enfermedad y muerte donde las mujeres destacan por ser las más afectadas. Por esta razón las siguientes investigaciones que he realizado, siempre ubicadas para explicar la salud ocupacional desde la perspectiva sociocultural, enfocaron a las mujeres. Primero las trabajadoras de la maquila y posteriormente las operadoras telefónicas, véase Ramírez, ( 2010b) 18 15 general, a todas las acciones generadas en la vida cotidiana. Por ello tiene importancia abordar la cultura y explicar que ésta no se reduce a un esquema de conducta observable, sino que se concibe como producto de la interacción social y del sentido que los individuos, en dicha interacción, le confieren al mundo en que se encuentran. Así la cultura importa al concebirse como productora de salud, como determinante de enfermedad y como modeladora de la experiencia a la que modifica y le adjudica sentido y significación. Desde esta orientación el sujeto de análisis es entendido ahora como un actor social19 al que ya no se ve más como un ente inerte traspasado por la cultura, sino que se reconoce por su capacidad creadora, discursiva y negociadora de la realidad. En síntesis por su capacidad de agencia y significado social. Desde esta orientación el cuerpo es sujeto de análisis y entendido como un actor social al que ya no se ve más como un ente inerte traspasado por la cultura, sino que se reconoce por su capacidad creadora, discursiva y negociadora de la realidad. En síntesis por su capacidad de agencia y significado social. Desde este punto de vista, el mundo de aflicción pautado por emociones diversas y descrito por las operadoras telefónicas validó empíricamente la noción de cuerpo como campo de experiencia perceptual, de interacciones afectivas y sensibles, por medio del cual los actores construyen su mundo e interactúan produciendo significados, metáforas y, negociando y renegociando sus situaciones en un proceso dinámico. Pero además puso de manifiesto de manera importante que en ese mundo de aflicción fue posible interpretar las emociones como procesos socialmente construidos, culturalmente significados e históricamente situados, noción que contribuye a lograr explicaciones relacionales entre la vida socioemocional de los sujetos y la dimensión de lo estructural y del contexto en que éstos se desarrollan. 19 Que genera respuestas diversas -cognitivas, emocionales, discursivas y actanciales-, que dan cuenta del circuito - pensamiento-sentimiento-palabra-actuación - que comprende los actos humanos implicados en la producción de sentido. 16 La definición de cuerpo que puse en juego advirtió en la práctica que éste es el espacio que nos conecta con este mundo, tanto en la súbita alegría y en las tristezas sin fin, como en las memoriosas horas de placer y en las del inefable dolor. Desde el cuerpo se traza un diálogo entre exterior e interior, una separación y al mismo tiempo una conexión, una expresión social y una experiencia personal. Es por ello el espacio de configuración de la persona y como afirma Csordas (1990) a través de su concepto de embodiment, es el terreno intersubjetivo de la experiencia. Siguiendo estos lineamientos, enfoqué de inmediato la experiencia corporal, constituida, desde mi punto de vista, por "sensaciones físicas internas", pero también por el significado del sentir o de la sensación sentida. Esta pequeña noción reveladora me puso en alerta para advertir la importancia de los actos humanos implicados en la producción simbólica de la vida, encontrando de manera notable que el sujeto no sólo piensa y actúa (produce representaciones y prácticas) sino que además experimenta, es decir siente y utiliza un lenguaje para comunicar, tanto lo que piensa, dice, y siente, como lo que hace o implementa ante equis problemática. De esta manera hice visible no solo lo que piensan y hacen los sujetos (representaciones y prácticas) sino también lo que sienten y dicen, observando, de manera relacional, la experiencia corporal a partir de: las sensaciones internas que son la base de la creación de significado- articuladas con el pensamiento, y el lenguaje como medio de comunicación cotidiana y la acción y la actuación como formas de interacción. A partir de este hallazgo empírico propongo teóricamente que el circuito analítico que debemos tomar en cuenta para explicar la experiencia del padecer en el medio laboral20 debe definirse a partir del pensar-sentir-decir-hacer, como actos humanos involucrados en dicha producción de sentido. Esto habla de un circuito que evidencia que los cuerpos-sujetos responden ante sus circunstancias 20 Debo decir en cualquier medio, sin embargo me interesa destacar el medio laboral ya que justamente en éste se explicita cada vez más una clara producción económica de las emociones y su control para eficientar la producción (Véase (Ramírez, 2011) 17 de manera -cognitiva, emocional, discursiva y actancial. Este circuito es una forma de visualización técnica que permite la comprensión del cuerpo en su ser y estar, y se plantea para evocar las descripciones y metáforas que son capaces de transformar las experiencias del cuerpo de un modo pre-reflexivo de información, en un lenguaje como modo digital de información y en la acción como la plena realización de la interacción subjetiva. Al respecto habrá que mencionar que en este hecho hay un giro epistemológico que está visibilizando un espacio de la experiencia humana que es la respuesta emocional, que hasta hace poco estaba vedado por considerarse parte irracional de dicha experiencia y por tanto teorizado desde una perspectiva biologicista, evolutiva21. Los anteriores lineamientos que he venido poniendo a prueba para explicar el cuerpo inmerso en relaciones de poder (Ramírez, 2002; 2010b) me impidieron evadir una mínima reflexión crítica sobre un hecho que en el año 2007 mostró en su crudeza cómo las condiciones de pobreza, sujeción, disciplina y control económico del cuerpo, de sus fluidos y necesidades, pudieron manifestarse como una histeria colectiva en cientos de niñas y adolescentes del internado ya citado, institución religiosa caracterizada por ofrecer educación, sin fines de lucro y con espíritu caritativo, a niñas y adolescentes en condiciones de pobreza. La emergencia de la intersubjetividad y sus aportes El tema de la intersubjetividad está puesto en la mesa de discusión eminentemente como problema que emerge de la vida práctica y el diario acontecer durante el trabajo de campo. Si bien es preciso teorizarse, uno de los requisitos básicos es que dicha teorización provenga de los etnógrafos, toda vez que la compleja trama en la que están inmersos los sujetos de estudio y el propio etnógrafo, siempre es expresada y descrita a través de múltiples emociones que 21 No voy abundar en el tema de las emociones pues ya lo he realizado en otros textos, en los que discuto el giro epistémico que le confiere significación en los estudios antropológicos de las últimas tres décadas. 18 como códigos particulares producen la intersubjetividad y le dan sentido a sus vidas y a sus circunstancias, develando un contexto socio-histórico cambiante. Voy a iniciar este apartado mencionando primero que quien aborda el concepto de intersubjetividad necesariamente tiene que dejar en claro la noción de subjetividad entendida como la conciencia que se tiene de todas las cosas desde el punto de vista propio, pero que no es solo el individual sino que denota su creación sociocultural de la vida cotidiana. La intersubjetividad sería, por tanto, el proceso en el que compartimos nuestros conocimientos con otros en el mundo de la vida. Uno de los elementos beneficiosos de la reflexión sobre intersubjetividad es mostrado por Jackson (1996) quien considera que las actuales reflexiones sobre el tema son una prueba del potencial de la antropología contemporánea y de su capacidad de estimular y apoyar el diálogo transcultural. Uno de los elementos centrales de la incorporación de la intersubjetividad al debate antropológico tiene que ver necesariamente con el valor cult Para puntualizar los diversos giros epistémicos Todo este afán reflexivo al interior de la Antropología Física orienta mi interés por desmarcarme de su mirada tradicional clasificatoria que configuró su existencia y, en consecuencia, me exigió proponer una perspectiva crítica sobre el cuerpo más allá de la biología y la métrica, con lo cual dicha reflexión develó varios giros epistémicos22. El hermenéutico al considerar que el ser humano se distingue del resto de la escala zoológica por su capacidad de producir sentido. Es un cuerpo-sujeto que produce significaciones, metáforas, representaciones; por ello, para evitar descripciones etnocéntricas se recurre a recuperar su punto de vista (Gertz, 1987). El actancial, al advertir que el cuerpo no es más un ente sobre el que se inscribe la cultura, contendor de experiencia y memoria cultural, sino un cuerpo con agencia que responde, actúa, interactúa y negocia su situación en el mundo. Con ello se pone atención a la interacción humana y al sentido adjudicado 22 Tales reflexiones epistémicas se han desarrollado en otros trabajos a fin de configurar una argumentación sólida dentro de la Antropología Física, que se ha caracterizado por su poca reflexión y crítica. A fin de dejar espacio al dato etnográfico, dicha reflexión se presenta sintetizada. 19 a ésta desde la perspectiva de los participantes (Goffman, 1994). El afectivo dado que el cuerpo como operador fundamental de formas de pensar y de actuar también imprime una emocionalidad para relacionarse, cuestión que no solo debe ser pensada para “el otro” sino también para el que lo observa y analiza (Rosaldo, 1984; Lutz y White1986). Cuestión que subraya que la reflexividad emocional debe ser parte de la metodología antropológica. En este mismo sentido ha sido preciso también poner atención en el llamado giro intersubjetivo para comprender la transición generada "de una metodología de la objetivación a una metodología intersubjetiva" (Tedlock, 2000:471). Reflexión sobre la concepción del trabajo de campo que nos conduce a dejar de pensarlo como una acción estática, y experimentarlo como una realidad intersubjetiva e incorporada, social y procesual (Spencer y Davis, 2010). Es decir como un espacio relacional en el que afloran comportamientos, pensamientos, sentimientos, recuerdos, fantasías e imaginaciones por parte del investigador, que pueden afectar de manera decisiva la compilación, el análisis y la redacción de la información de campo. Como en el caso del cuerpo, el giro epistemológico aplicado a las emociones impide seguirlas viendo como respuestas psicofisiológicas desarrolladas a través de un largo proceso de adaptación biológica al entorno, compartidas con otras especies cercanas filogenéticamente. Sin negar la importancia que ello tiene, hoy es posible pensar que las emociones son algo más que fluidos, energías o pasiones. Si bien acepto que estas nociones tienen su fundamento en un modelo que enfoca la respuesta biológica individual, que ha imperado en algunos autores desde Darwin a Freud, no descarto su poder explicativo que aún se expresa en el saber popular23, pero subrayo que las emociones son sólo comprensibles a través de procesos de construcción de significado y se reconocen como una respuesta del cuerpo, que fisiológicamente, se identifica a través de taquicardia, sudoración, rubor, lagrimas, sensación de ahogo, de hueco en el estómago, o de tener el 23 Incluso considero que tales nociones deben ser analizadas pues contribuyen fuertemente a la producción de diversas metáforas que permiten la explicación de lo que en ocasiones es imposible comprender como el dolor o los diversos malestares y la enfermedad cualquiera que ésta sea. 20 cuerpo trémulo. Sensaciones que pueden ser conscientes y nominales y otras no lo son. También se expresan como respuesta conductual advertida a través de la modulación de la voz, los gestos, las acciones, el uso de las palabras, la prosodia. Pero esas respuestas corporales se definen, experimentan y se usan de manera distinta a través de los diferentes grupos socioculturales. En este sentido las emociones no son universales, ni irracionales, puesto que se generan a partir de procesos de significación y, son en consecuencia concebidas aquí, como vehículos de comunicación a través de los cuales se gestiona la vida social en su conjunto. ¿Por qué es importante para la Antropología Física hablar del cuerpo y sus emociones? Quiero responder de manera simple porque los cuerpos relatan historias y experiencias, que se expresan a través de gestualidades, respuestas corporales, lenguajes que van de la súbita alegría a las tristezas sin fin, o bien de las memoriosas horas de placer a las del inefable dolor. Tales expresiones no surgen de la nada, sino que tienen razón de ser, una lógica particular que al ser descifrada nos brinda las pautas para comprender y explicar la complejidad que adquiere la interacción humana en situaciones específicas. Bibliografía Biehl João, Byron Good, Arthur Kleinman (2007) Subjectivity. Ethnographic Investigations. University of California Press. Boskovic, Aleksandar: (2002) The “Intersubjective Turn” and the Question of Subject in Contemporary Anthropology: A Review Article Artigos 55: Campos 2: 55-65, 2002. Csordas, Thomas J. 2000 Embodiment and experience. The existential ground of culture and self Cambridge University Press, 294 páginas. (séptima edición). Clifford James y George Marcus (1986), Writing Culture: The Poetics and Politics of Ethnology. Berkeley, California. Goodman, Alan H. y Thomas Leatherman. 1998 Building a new biocultural synthesis. The University of Michigan Press, Ann Arbor. Jackson, Michael. D. 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