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¿Empoderadas? Procesos de participación política de mujeres indígenas de Colombia y su resonancia en América Latina Mónica L. Espinosa Arango, Ph.D. Profesora Asociada Departamento de Antropología Universidad de Los Andes Email: moespino@uniandes.edu.co Publicado en Razón Pública, octubre 6 de 2014, http://www.razonpublica.com/index.php/politica-y-gobierno-temas-27/7949participaci%C3%B3n-pol%C3%ADtica-de-mujeres-ind%C3%ADgenas-en-colombia-yam%C3%A9rica-latina.html Reproducido en Project Counselling Services http://www.pcslatin.org/portal/index.php/130-publicaciones-pcs/2607-los-retos-politicos-de-lasmujeres-indigenas?template=atomic2 Si las últimas dos décadas en América Latina han sido testigo de la ampliación y visibilidad de los movimientos, partidos y activismos indígenas, también lo han sido de la creciente participación política y el liderazgo que van alcanzando en la vida pública las mujeres indígenas. No obstante, cabe preguntarse por el alcance de dicha participación teniendo como precedente un largo tiempo de silencio. De lo que no hay duda es que la relación entre géneros al interior de las comunidades indígenas ha estado profundamente marcada por los efectos de larga duración del colonialismo, la evangelización y el colonialismo interno. La tensión que las activistas e intelectuales indígenas de Bolivia, Guatemala, México y Colombia expresan en reflexiones y proclamas, en encuentros, cumbres y foros oscila, precisamente, entre el replanteamiento crítico de un legado patriarcal que cimentó desigualdades entre hombres y mujeres, sumergiendo a éstas últimas dentro de intrincadas formas de subordinación, inequidad e inferioridad social, y el deseo expreso de defender unas cosmovisiones y bioéticas propias (étnicas) de cara a las lógicas contemporáneas de despojo territorial, racismo, violencia estructural y menosprecio del valor cívico y político de los pueblos indígenas.1 La resolución de dicha tensión está lejos de alcanzarse rápido, ya que se trata de actuar en medio de problemas de maltrato y de prácticas sedimentadas que le confieren superioridad social a la autoridad masculina, sin relegar el objetivo estratégico de la lucha por la autonomía y la auto-determinación al que adhieren mancomunadamente tanto hombres como mujeres. Sin más, 1 Ver: María Eugenia Choque Quispe, s.f., La participación política de la mujer indígena: retos y desafíos, Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer-UNIFEM, Región Andina; Silvia Rivera Cusicanqui, 2012, Violencias (re)encubiertas en Bolivia, Editorial Piedra Roja; Marianela Agar Díaz Carrasco, 2013, “¡De empleada a ministra! Despatriarcalización en Bolivia”, Íconos. Revista de Ciencias Sociales, 45(septiembre):75-89; Susana Piñacué Achicué, 2005, “Liderazgo y poder: una cultura de la mujer nasa”, en: Joanne Rappaport ed. Retornando la mirada: una investigación colaborativa interétnica sobre el Cauca a la entrada del milenio, Universidad del Cauca; Lucy Guamá, Avelina Pancho y Elena Rey, 2009, Antigua era más duro: hablan las mujeres indígenas de Antioquia, Cecoin. 1 lo que las mujeres indígenas se juegan es el replanteamiento intercultural de principios propios de paridad y complementariedad en la arena contemporánea de gobierno y toma de decisión dentro y más allá de sus comunidades, en las redes transnacionales cada vez más fuertes del activismo indígena transcontinental. Si este proceso se puede calificar o no como un proceso de emergencia de “feminismos indígenas” es aún materia de reflexión para académicos, intelectuales y activistas indígenas y no indígenas.2 Lo que es seguro es que la mayoría de mujeres indígenas difícilmente se declara feminista, aunque lideresas y activistas entienden que se trata de repensar la paridad en el seno mismo de la familia y en función de transformar la desigualdad que la mayoría vive. Muchas de ellas han encontrado posibilidades reales de empoderamiento a través de colectivos que defienden los derechos humanos, los derechos reproductivos y la no violencia contra la mujer, mediante la implementación de proyectos de gestión y participación comunitaria impulsados por diferentes organismos de cooperación internacional, organizaciones no gubernamentales y redes de activismo.3 Temas gruesos de la agenda internacional como los patrones globales de feminización de la pobreza, la violencia y la discriminación contra la mujer, los crecientes procesos de urbanización y pobreza estructural de los indígenas, la educación intercultural y el rol de las mujeres como sostenedoras de vida en las nuevas éticas del cuidado, juegan un rol central en la destinación de fondos para programas y proyectos que promueven el empoderamiento de las mujeres indígenas. De igual forma, la consolidación de procesos de educación intercultural y de formación profesional de indígenas, y en particular de mujeres, ha tenido un rol que no se puede subvalorar. Estos procesos tienen implicaciones desiguales y profundas en las formas de accionar de las mujeres, ya que cimentan y reproducen discursos hegemónicos sobre la mujer, y al tiempo abren puertas para el debate dentro de las comunidades y la circulación de las voces de las mujeres en la arena pública. Colombia no ha sido la excepción a este proceso de carácter continental, aunque la visibilidad de los debates sea menor y, tal vez, tenga una escala más reducida. Pero además, cualquier ponderación específica del proceso requiere abandonar pretensiones generalizadoras y adentrarse en los universos de las peculiaridades étnicas y comunitarias, y su relación con la historia moderna y reciente de Colombia. En este sentido, las apreciaciones que presento están mediadas por el conocimiento situado que se ha ido construyendo mediante etnografías detalladas de procesos particulares, cuya base metodológica ha sido una estrategia cualitativa fundada en métodos biográficos, relatos de vida y conversaciones, y en general sobre la amplia trayectoria de la antropología sociocultural en historias de vida.4 Me refiero, en concreto, a dos Ver: Itandehui Reyes Díaz, 2013, “Mercedes Olivera y la construcción del feminismo indígena”, Cimacnoticias. Periodismo con perspectiva de género, México, http://cimacnoticias.com.mx; Paul Worley, 2013, “U páajtalil maaya ko´olel: Briceida Cuevas Cob´s Je´ bix k´in and the rights of Maya Women”, A contracorriente, 20(3)141-170; Almudena Cabezas González, 2012, “Mujeres indígenas constructoras de región: desde América Latina hasta Abya Yala”, The Scientific Journal of Humanistic Studies, 4(6) 12-24; Rosalva Aída Hernández Castillo, 2010, “Comparative perspectives symposium: indigenous feminisms”, Signs: Journal of Women in Culture and Society 35(3): 539-545. 3 Ver: Dolores Figueroa Romero, 2012, “Miskitu women and their social contribution to the regional politics of the Atlantic Coast of Nicaragua”, AlterNative, 8(4): 447-465. 4 Estas investigaciones se desarrollan dentro de la línea de investigación en antropología política y visual del grupo de investigación Antropolítica, cuyo nodo central se encuentra en el Departamento de 2 2 investigaciones recientes sobre mujeres kichwa del Cabildo Mayor Kichwa Camainkibo de Bogotá y sobre mujeres misak del resguardo de Guambía en Silvia, Cauca y otra en marcha sobre mujeres kankuamo desplazadas en Valledupar y en Bogotá.5 Tengo una particular deuda de gratitud con estas jóvenes investigadoras cuyos destacados trabajos empiezan a abrir todo un frente de investigación, y con las líderes indígenas que, sobrepasando diferentes barreras, empiezan a transmitir sus ideas. Un común denominador de estas investigaciones es la reflexión que hacen del rol de la mujer indígena como “gestora de vida”. En efecto, de diferentes maneras, estas investigaciones indagan en la idea social de la mujer como agente clave en el proceso de producción, reproducción y transmisión cultural de sus comunidades. La crianza, las ocupaciones domésticas, las labores de cultivo, producción y elaboración de alimentos, de gestión comunitaria y cuidado de la vida social, son actividades que organizaciones y cabildos reclaman públicamente como centrales en la vida sociocultural de sus pueblos; al fin y al cabo se reconoce que en esos ámbitos se forjan a largo plazo valores comunitarios y vínculos que son la base de la identidad de lo colectivo. ¿Pero es dicho reclamo público expresión de una práctica cotidiana de paridad? Aquí es donde emergen los disensos, algunos sutiles, otros explícitos, y es precisamente ahí adonde apuntas estas investigaciones: ¿cómo se valoran socialmente estas actividades?, ¿qué peso tienen a la hora de darle un estatus a la mujer en la toma decisiones sobre asuntos que afectan la vida de la comunidad?, en suma, ¿cuál es su relación con nociones propias de liderazgo y autoridad? Cada una de estas investigaciones nos adentra en el “tejido vivo” de las mujeres. Cada investigadora es una interlocutora atenta a las “posturas modestas” y los “sentimientos sutiles”, como bien lo expresa Vivian Martínez, manifestados por las mujeres cuando se refieren a sus silencios, sus luchas, sus expectativas y sus frustraciones cotidianas, en un mundo hecho mayormente a la medida de los hombres. Pero estos no son los relatos de mujeres buenas y hombres malos con los que se sazonan las narrativas hostiles del feminismo o de las reivindicaciones igualitarias de las mujeres. No, estos relatos, estos encuentros y Antropología de la Universidad de Los Andes (Bogotá, Colombia). http://antropolitica.uniandes.edu.co Con relación a la estrategia metodológica privilegiada ver: Lila Abu-Lughod, 2008, Writing women worlds. Bedouin stories. University of California Press; Ruth Behar, 2003, Translated woman: crossing the border with Esperanza´s story, Beacon Press; Christine Eber y “Antonia”, 2013, Pasar bien por la tierra: el tejido vivo de una mujer maya-tzotzil de Chiapas, traductora Mayra Valtiérrez, University of Texas Press. 5 Ver: Vivian Andrea Martínez, 2013, Género, etnicidad y acción colectiva femenina. Conversaciones con las mujeres indígenas del Cabildo Mayor Kichwa Camainkibo de Bogotá, Tesis para optar el título de Magíster en Antropología, Departamento de Antropología, Universidad de Los Andes; Juanita Melo Guzmán, 2014, “El fogón no se ha apagado”: la participación política de las mujeres misak en el resguardo indígena de Guambía, Cauca. Una aproximación desde los relatos de vida de algunas líderes Misak. Monografía de grado para optar el título de Antropóloga, Departamento de Antropología, Universidad de Los Andes; Pauline Ochoa León, 2013, La etnicidad como una forma de resistencia: relatos y experiencias de vida de mujeres kankuamo en las ciudades de Bogotá y Valledupar (Colombia), Proyecto doctoral de investigación, Departamento de Antropología, Universidad de Los Andes. 3 conversaciones van mucho más allá y por eso son tan significativos. Nos adentran en los mundos pequeños del crecimiento propio y de los hijos, de las etapas de la vida, del movimiento y las búsquedas de trabajo, de mezclas y enamoramientos, de construcción de un sentido de hogar y de arraigo en el mundo frente a experiencias desoladoras de marginalidad, racismo y exclusión en la ciudad y el campo. Poco sabemos de ese contingente de mujeres indígenas que ha salido de sus familias a trabajar en el servicio doméstico en las ciudades; poco sabemos de sus dilemas como madres trabajadoras; poco sabemos del repudio social que muchas mujeres experimentan cuando retornan a sus comunidades, de la violencia; poco sabemos de aquellas que entraron a engrosar las filas de los movimientos armados insurgentes; poco sabemos de las perspectivas de vida de aquellas que laboran mano a mano con sus compañeros en sus comunidades. Y he aquí que empezamos a acercarnos a ellas. Estos primeros acercamientos indiscutiblemente se centran en mujeres que de una u otra forma han combatido estereotipos al interior de sus comunidades y han ocupado cargos de liderazgo en los gobiernos comunitarios o en proyectos de gestión, generalmente asociados con la medicina tradicional y reproductiva o la enseñanza bilingüe e intercultural. Todas sus historias tienen la matriz común de los largos procesos de lucha y recuperación de la tierra de los pueblos indígenas. Al igual que líderes indígenas hombres que han marcado la saga de la militancia indígena en Colombia, ellas hablan del nacimiento solitario de su experiencia, de su pensamiento de defensa, del hecho simple, como lo manifiestan, de que empezar a pensar es empezar a luchar y de que el principal colegio en el que han aprendido ha sido la propia vida.6 Las experiencias e historias de estas mujeres valientes, enfrentadas con azadones, palos y ollas, con niños a cuestas, con moretones en sus cuerpos a luchas profundamente desiguales, son el sustrato de los nuevos relatos y luchas por venir. Como lo dice Susana Piñacué, ojalá los hombres dirigentes de sus comunidades sean “más reflexivos, comunicativos, éticos y espirituales”, para que se haga posible una cooperación y enriquecimiento en la causa común de sus luchas. Sí, las mujeres indígenas de Colombia se están empoderando, pero ese empoderamiento está arraigado en profundos dilemas y desigualdades. De lo que no se debe dudar es de que ese camino se seguirá abriendo porque las mujeres “han cogido más fuerza”, y como Jacinta Tunubalá, mama misak en el Cauca, muchas líderes han abierto el camino: “Antes de que yo llegara a ser secretaria se castigaba más a la mujer y a los hombres menos. Yo dentro de mi pensaba, ¿será que las mujeres somos pecadoras, somos malas, somos ingratas para ser tan subvaloradas y que nadie se ampare?, ¿cómo somos? Estábamos pisoteadas. Entonces cuando llegué ahí me paré firme y no dejé castigar ni a una mujer”. 6 Ver el contraste entre la vida y obra del líder indígena Manuel Quintín Lame y los relatos recogidos por Juanita Melo entre mamas misak; Mónica Espinosa Arango, 2009, La civilización montés: la visión india y el trasegar de Manuel Quintín Lame en Colombia, Ediciones Uniandes. 4