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Carta de la Superiora General
“Tengan el poder que viene de la familiaridad en el conversar con Dios,
tendrán palabras de fuego. Tengan el corazón de Jesús, y la puerta esté
abierta: intervengan en los momentos de dolor, de pecado, de peligro”
Beato S. Alberione a las Pastorcitas, PrP IV, 1949, p. 177
Muy queridas hermanas:
Me dirijo a ustedes después de haber vivido algunos acontecimientos
importantes que han marcado la conclusión del mes de noviembre y el inicio del Adviento, y de los
cuales quiero hablarles. Ante todo es mi deseo comunicarles algunos momentos fuertes vividos en
el Congreso Mundial de la Vida Consagrada, del cual he tenido la gracia de participar.
Las palabras del Fundador que he citado al inicio me parece que pueden ilustrar bien el tema
del Congreso: Pasión por Cristo, pasión por la humanidad.
El Congreso, en el que han participado alrededor de 850 religiosos de los cinco continentes,
ha sido una bellísima experiencia de la universalidad de la Iglesia y de la vida consagrada. Más allá
de las diversidades, se captaba el estupor por el don común del Espíritu Santo, que es justamente el
carisma de la vida consagrada. Todos los relatores han querido subrayar, a través de los íconos de la
samaritana y del buen samaritano, la belleza de este don del Espíritu a la Iglesia y a la humanidad, y
han puesto el acento en la urgencia de recuperar lo esencial de la vida consagrada frente a los
desafíos actuales.
Hemos sentido resonar más de una vez la invitación de san Benito, padre de la vida
consagrada de Occidente: “no anteponer nada al amor de Cristo”. En efecto, testimoniar el
primado de Dios es la misión específica de los religiosos con respecto a las otras vocaciones en la
Iglesia, y es en fuerza de este primado que Dios mismo, a través nuestro, se ocupa de los que
desfallecen marginados a lo largo del camino.
Cristo, que nos ha llamado, tiene sed de nuestro amor y colma con su Amor nuestra sed de
El. El es el buen samaritano que se inclina sobre nuestras llagas, y llevándonos consigo nos hace
samaritanos de nuestro prójimo. Es El que ha conquistado nuestro corazón y quiere que estemos
donde El está: en el corazón del Padre y en los caminos del mundo donde yace la humanidad
esperando la salvación.
Me agrada recordar algunas palabras que el Santo Padre nos ha dirigido en su mensaje:
“Todos ustedes, consagrados y consagradas, están llamados a seguir más de cerca de
Cristo, a tener en el corazón sus sentimientos, a aprender de El, manso y humilde de corazón, a
hacer junto con El la voluntad del Padre, a seguirlo en el camino de la cruz. Este es el único
camino del discípulo. No hay otros caminos. (…) La vida consagrada debe hacerse custodia de un
patrimonio de vida y de belleza capaz de saciar toda sed, vendar toda llaga, ser bálsamo para toda
herida, colmando todos los deseos de felicidad y de amor, de libertad y de paz. (…) Es necesario
abrir el corazón al soplo del Espíritu, competir en el amor fraterno y en el servicio, abrir las
puertas al que es débil, solo y rechazado. El testimonio de su vida casta, pobre y obediente será así,
en el alba del tercer milenio cristiano, transparencia del rostro amoroso de Cristo. (…) Sus
comunidades sean responsables (…) en las que todos ejerciten el discernimiento, la caridad que
edifica, la corrección fraterna”.
El P. Alvaro Rodríguez, presidente de la Unión de Superiores Generales, en la conclusión
del Congreso ha recordado que “nuestro deber más impelente en relación a la Vida Consagrada es
el de restituirle todo su atractivo”. Para restituir autent icidad y originalidad al don que hemos
recibido, es necesario recuperar:
ü La “frescura” de la centralidad de Jesús. La persona de Jesús con su mensaje fue y
continúa siendo el fundamento de nuestra vida. Jesús suscita entusiasmo y mueve, más aún
que los carismas particulares, aún cuando son éstos los que ayudan a dirigir la mirada a El y
hacia El deben estar orientados.
ü La atracción de la espiritualidad. La persona de Jesús ha suscitado en quien lo ha conocido
y contemplado una determinada espiritualidad. Hoy más que en el pasado, todo ser humano
tiene una sed lacerante de agua viva, de encuentro con Jesús.
ü La fuerza de la misión. La misión ha escrito las páginas más bellas. Continuar colaborando
con el proyecto de Jesús es el estímulo más eficaz para afrontar con gozo las pruebas y las
dificultades que la opción radical por El lleva consigo. Los signos de los tiempos, leídos a la
luz de la fe, son el mejor incentivo para despertar el entusiasmo y el interés por la misión.
ü El grito lacerante de la humanidad. Entre los aspectos más inquietante y dolorosos para el
hombre de hoy está la pérdida de la dignidad de la persona en cuanto hijo/a de Dios. Es
nuestro gozo como consagrados el mostrar la belleza del rostro de la Iglesia, que se espeja
en el rostro divino- humano de Cristo, y ser portadores de Vida, dispensadores de la
humanidad que el Hijo de Dios ha asumido.
Al final del Congreso me pareció captar que la vida religiosa está cambiando; en algunos
aspectos ya ha cambiado, sin embargo es necesario continuar el discernimiento para leer cuanto el
Espíritu está operando y cómo está orientando nuestros pasos, y así estar siempre listos para
dejarnos conducir en el futuro que Dios ha preparado para nosotros.
El 26 de noviembre hemos vivido la fiesta de nuestro beato Fundador, el P. Santiago
Alberione, participando en la solemne Celebración Eucarística con el grupo de las formadoras que
estaban concluyendo el Curso. El 29 del mismo mes hemos celebrado el 50° aniversario de la
dedicación del Santuario Regina Apostolorum, honrado con el título de Basílica Menor. Este
Santuario expresa de manera creciente la unidad de la Familia Paulina en la devoción a María,
Maestra y Reina de los Apóstoles. En éste se desarrollan las celebraciones comunes a toda la
admirable Familia, y la Virgen Madre de Dios nos acoge y nos presenta a la Trinidad Santa
intercediendo para nosotros la gracia de la comunión y la eficacia apostólica.
Agradecemos al Señor por este don que el Fundador nos ha dejado en la ciudad de Roma, y
que testimonia su abandono confiado en María en el momento doloroso de la segunda guerra
mundial. De esta manera él nos ha enseñado a confiar en la Madre de Dios en todas nuestras
necesidades.
El domingo 28 de noviembre, primero de Adviento, hemos concluido el tercer Curso para
las Formadoras con una celebración en la Iglesia parroquial de Santa Melania, en Axa, donde
hemos podido sentir el abrazo afectuoso de la Iglesia de Roma y recoger su testimonio de fe y de
comunión.
Deseo agradecer a todas ustedes por la preciosa contribución de oraciones y por el
ofrecimiento de sacrificios por los frutos del Curso. Jesús Buen Pastor nos ha escuchado
sobrepasando todos los límites; ahora continuamos invocando su gracia para que la semilla
sembrada germine y alcance su plenitud.
La Solemnidad de la Inmaculada Concepción y la próxima celebración de la Natividad del
Señor nos encuentre alegres en la esperanza, vigilantes en la fe y operosas en la caridad.
¡A todas llegue el augurio afectuoso de una Feliz Navidad y un sereno Año Nuevo!
Hna. Giuseppina Alberghina
Roma, 8 de diciembre del 2004
Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la B.V. María