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ITINERARIO ESPIRITUAL COMPLETO: “Hemos encontrado al Mesías”… quiero lio (Jn 1, 42) [Jn1, 35-42(43) Momento 1: “¿Qué buscáis?” Motivación. Se bienvenido a esta peregrinación, como pasa el tiempo, pero ya está aquí… ya ha comenzado la peregrinación a Guadalupe. Tal vez sea tu primera vez o tal vez lleves a tus espaldas un gran número de “Guadalupes”, pero lo importante es que estás aquí, has venido y ya que estás…. Que sea para algo, porque venir pa´ na´ es tontería. Podría darte la bienvenida con muchas y preciosas palabras, pero prefiero que te la de una persona muy especial, un regalo que Dios no ha hecho el pasado curso, este regalo se llama Francisco, mira como él te da la bienvenida: “Estos jóvenes provienen de diversos continentes, hablan idiomas diferentes, pertenecen a distintas culturas y, sin embargo, encuentran en Cristo las respuestas a sus más altas y comunes aspiraciones, y pueden saciar el hambre de una verdad clara y de un genuino amor que los una por encima de cualquier diferencia. Cristo les ofrece espacio, sabiendo que no puede haber energía más poderosa que esa que brota del corazón de los jóvenes cuando son seducidos por la experiencia de la amistad con él”. (Discurso de Bienvenida Rio) Sí, el Señor te ha traído aquí, junto a tantos jóvenes de lugares muy distintos, de todas partes de nuestra diócesis, y os ha traído porque hay algo que os une, vuestro más fuerte y profundo deseo: ser feliz, saciarte de la verdad y el amor de Cristo. Eres joven y por eso tienes una gran energía, tienes dentro de ti la fuerza para cambiar el mundo, el papa confía en ti…. Pero para poder poner el mundo patas arriba, para poder armar un buen lio… necesitas prepararte, necesitas un tiempo y un espacio especiales, un tiempo y un espacio que Jesús te quiere regalar… eso es Guadalupe. Un tiempo, unos días distintos, lejos de nuestra casa, preocupaciones, instituto, para acrecentar tu amistad con Cristo una amistad que te hace auténtico. Pero en Guadalupe, vas a encontrar un lugar, un espacio donde descansar, donde cargar las pilas, donde prepararte de verdad: el Inmaculado Corazón de María, ella te espera, te ofrece este espacio singular. ¿Quieres de verdad, aprovechar este tiempo y este espacio que Jesús te ofrece? Sea cual sea tu respuesta quiero que recuerdes conmigo un pasaje precioso del evangelio de san Juan, aquel relato que nos cuenta la historia de dos discípulos de san Juan bautista: Andrés y Juan. El bautista les señala al Mesías y ellos se dirigen hacia Jesús, el Cordero de Dios, ellos se ponen en camino. El papa te ha señalado también u lugar: el Corazón de María, y por lo que veo también te has puesto en camino como ellos. Ellos van buscando algo o mejor dicho a alguien… cuando uno se pone en camino hacia Jesús, recibe esta pregunta: ¿Qué buscas? Hoy también, en esta tarde, a ti, peregrino que te has puesto en camino, Cristo te hace esta pregunta: ¿Qué buscas? ¿Qué esperas de estos días? ¿Qué te ilusiona de verdad? ¿Qué llena tu corazón de alegría? Sólo hay una persona que puede llenar tu corazón de verdad. Abre tu corazón, dale una oportunidad a María y deja que ella te ilusione de verdad, déjala que ella dé verdadero sentido a tu vida. Ponte en camino hacia ella, te hará libre de verdad. “Sé que ustedes no quieren vivir en la ilusión de una libertad chirle que se deja arrastrar por la moda y las conveniencias del momento. Sé que ustedes apuntan a lo alto, a decisiones definitivas que den pleno sentido. ¿Es así, o me equivoco? ¿Es así? Bueno, si es así hagamos una cosa: todos en silencio, miremos al corazón y cada uno dígale a Jesús que quiere recibir la semilla. Dígale a Jesús: Mira Jesús las piedras que hay, mirá las espinas, mirá los yuyos, pero mirá este cachito de tierra que te ofrezco, para que entre la semilla. En silencio dejamos entrar la semilla de Jesús. Acuérdense de este momento. Cada uno sabe el nombre de la semilla que entró. Déjenla crecer y Dios la va a cuidar”. (Vigilia Jóvenes Rio) Preguntas: 1.- En tu día a día ¿qué buscas? ¿qué esperas del Instituto? ¿Qué buscas en tus amigos, en tu familia? En este momento de tu vida ¿Dónde encuentras la felicidad? ¿Dónde la buscas? 2.- Guadalupe ha comenzado, ¿qué has venido a buscar? ¿qué esperas de estos días? 3.- Andrés y Juan, descubrieron que Cristo daba sentido a su vida, les motivaba a vivir, en definitiva les hacía realmente feliz ¿Crees que Cristo puede hacerte feliz? ¿lo has intentado alguna vez?¿qué crees que ha podido fallar? 4.- El Señor, te ha creado para algo ¿qué crees que el Señor espera de tí? A Andrés y a Juan los hace discípulos ¿Eres capaz de compartir esta alegría de Cristo? ¿Qué es lo que más te cuesta? Momento 2 (Adolescentes): “Maestro ¿Dónde vives?” “El Pecado” Hay una pregunta que en esta mañana te tienes que hacer ¿Sabes dónde vives realmente? ¿Eres feliz realmente? Pregunta real: ¿Dónde vives? Algunos pueden llegar a contestar: En casa de mis viejos, sólo como con ellos, pero ahí estoy, me dan de comer, me dan algunas perras y voy tirando por la vida. A algunos les puede parecer un escándalo, pero ésta es la vida misma, y no me refiero a que llamemos viejos a nuestros padres o busquemos sólo aprovecharnos de ellos en nuestra vida. Pero si tú hoy paras y piensas, puedes llegar a descubrir que tu vida se parece un poco a esa vida, que es lo que llaman pecado. ¿Qué es el pecado? Es vivir sin alcanzar el ideal de tu vida, la meta de la felicidad, y esa felicidad la buscamos engañando nuestro corazón con otras cosas: felicidad aparente, falsa alegría, tristeza final, apariencias. El pecado en el fondo es no compartir con Dios la eternidad. El pecado nos hace vivir fuera de los planes de Dios y por lo tanto nos hace tender a lo fácil, lo cómodo, lo bajo del mundo. Esto que no es una aspiración en la vida sino todo lo contrario, tiene una meta en sí mismo, mi mal personal, y el mal para los demás. De este modo tal vez entiendas el ejemplo del que hablábamos antes, es una vida sin ideal sin meta: “Voy tirando”, es una vida en la que no existe una felicidad auténtica. “Ahí estoy”, es una vida de una felicidad aparente. “Me dan algunas perrillas”; una vida triste donde las haya: “sólo como con ellos”. Párate de nuevo: ¿Has leído bien? ¿También tú utilizas estas mismas palabras o las piensas? “Voy tirando”, “Ahí estoy”, “Me dan algunas perrillas para ir tirando” “Mi relación con mis padres se limita a comer con ellos”. Tal vez para una gran mayoría estas palabras las utilicemos en muchas ocasiones. Si esto es así, ten por seguro que tu vida puede estar jugando con el pecado. Y esto no es un juego porque es tu vida. Esto es el pecado. ¡El pecado existe! Es algo real en tu vida y en el mundo de hoy. Por ello el mundo no sonríe, le falta alegría, le falta aspiraciones verdaderas, le falta: ¡un ideal! ¡Pero no te deprimas! Igual que existe el pecado, existe una solución contra el pecado: es el amor de Dios. La palabra contraria al Pecado es la Misericordia: es el celo que tiene Cristo por salvarte y que le movió a subir a la cruz. Dios te ama desde toda la eternidad y desde la cruz te redimió contando con tu pecado. Él no se asusta de nuestro corazón aunque no se vea con sitio en él y aunque en muchas ocasiones podamos asustarnos de nosotros mismos de lo oscuro que está. No existe nada en nuestra vida que el Señor no pueda perdonar. Ahora bien, tú le debes dejar que te perdone y recibir ese perdón que tanto necesitas para ser feliz. La auténtica felicidad se construye desde la misericordia y el perdón de Dios, porque sólo sabiéndose amado tras el pecado uno descubre su meta y su fin: ¡Amar y dejarse amar! Éste es un auténtico ideal. Felicidades si abres los ojos, porque Dios no te quiere ver así, en el pecado que te engaña, sino que te quiere hacer feliz. ¿Te dejas? ¿Te das cuenta dónde estás metido? ¿Sabes dónde vives ya? ¿Sabes dónde quieres vivir a partir de ahora? Momento 2 (Jóvenes) “Maestro ¿Dónde vives?” “El Pecado” “Cuando era niño y oí hablar por primera vez de la mancha del pecado original, mi mente infantil imaginaba ese pecado como un gran borrón negro en el alma. Había visto muchas veces manchas en manteles, ropa y cuadernos; manchas de café, moras o tinta, así que me resultaba fácil imaginar un feo manchón negro en una bonita alma blanca. Al crecer, aprendí (como todos) que la palabra mancha aplicada al pecado original es una simple metáfora. Dejando aparte el hecho de que un espíritu no puede mancharse, comprendí que nuestra herencia del pecado original no es algo que esté sobre el alma o dentro de ella. Por el contrario, es la carencia de algo que debía estar allí, de la vida sobrenatural que llamamos gracia santificante. En otras palabras, el pecado original no es una cosa, es falta de algo, como la oscuridad es falta de luz”. La fe explicada. L. J. Trese. ¿Qué te falta para vivir de verdad? Preguntas a un niño: ¿Qué necesitas para vivir? Papá y Mamá ¿Y qué más? Mis hermanos ¿Y que más? Mis primos y amigos ¿Y dónde vives? En mi casa, con mi perro, con el coche rojo de Papá, los macarrones de Mamá, los juguetes de mi hermano… esta respuesta de un niño muestra que en el fondo del hombre está el deseo de ser amado por los demás y de tener un lugar donde dejarse amar y amar a los otros. Dos cosas son importantes para que hoy quieras vivir de verdad: + Necesito a Dios, no necesito su ausencia. Nos dice el evangelio que los dos discípulos seguían a Juan el Bautista, buscaban llenar su corazón con algo o con alguien que les diese plenitud. Para ello ese seguir a Juan el Bautista, les hizo encontrarse con Cristo y desde ese encuentro Dios ocupó un lugar importante en su vida, el primero y principal. ¿Qué es el pecado? Es poner otras cosas en el centro de mi vida y por lo tanto lograr la ausencia de Dios en lo principal y poco a poco en lo menos importante, hasta que no queda rastro de Él en nuestra propia existencia. Cuando alejamos a Dios del centro de nuestras vidas es cuando dejamos que otras cosas tiren de nosotros. El corazón es el órgano que lleva sangre a todo nuestro cuerpo, es el que tira de nuestra vida. Pero, ¿qué llevo en el corazón? ¿Llevo a Dios? ¿Llevo otras cosas? ¿Qué es lo que realmente tira de mi vida? En muchas ocasiones, por desgracia, el pecado. Ante esta situación el mejor remedio es la misericordia de Dios que cura la herida del pecado y no nos hace vivir en tristeza sino en la alegría de la compañía de Jesús. La misericordia es la presencia más entrañable de Dios para nuestras almas. Es el modo que Dios tiene para reconquistar nuestro corazón y darle plenitud y sentido. + Necesito vivir en un lugar, no puedo vivir a la intemperie. La pregunta que lanzan a Jesús es: ¿Dónde vives? A la que Jesús contesta: “Venid y lo veréis”. Cuando descubres la presencia de Dios en tu corazón y que esta presencia es otra historia bien diferente a tu vida en pecado, entiendes que hay que recorrer un camino y llegar a un lugar concreto para no vivir a la intemperie, para no morirte de frio. Se trata no de sobrevivir sino de vivir en felicidad para siempre. ¿Sabes cómo se llama ese lugar tan especial? MISERICORDIA, y se encuentra en la calle Sacramento de la Confesión, el número de la calle es 24, pues son las horas del día, porque siempre es buen momento para encontrarte con Él y el piso en el que vive es “7º C”, plenitud en Cristo (El número 7 significa plenitud y la C es la primera letra de la palabra Cristo). Cuando se llega a la puerta del piso hay que tocar el timbre y así recordar que está a la puerta, por ello tienes que despertar tu interior, hacer que se levante y esperar que te abran, esperar que Dios entre en tu vida con su Misericordia y te llene de felicidad. Es la mejor experiencia que puedes tener en estos días. Dejarse perdonar y abrazar por Dios. Sólo me queda decirte: ¡Felicidades! ¿Qué te sobra para vivir de verdad? Si cuando vas a estudiar a la universidad compartes piso con más gente y la casa no es muy grande, no puedes llevarte todo, te tienes que llevar lo más necesario, lo que más utilizas. Entonces es cuando aprendes a vivir sin muchas cosas que son superficiales y sobran en la vida. Pero te has preguntado realmente ¿Qué crees que Dios ve que sobra a mi vida? ¿Qué veo yo que me sobra para ser libre de verdad? Momento 3: “Maestro ¿Dónde vives?” “La Iglesia” “San Francisco ante el crucifijo oye la voz de Jesús, que le dice: «Ve, Francisco, y repara mi casa». Y el joven Francisco responde con prontitud y generosidad a esta llamada del Señor: repara mi casa. Pero, ¿qué casa? Poco a poco se da cuenta de que no se trataba de hacer de albañil para reparar un edificio de piedra, sino de dar su contribución a la vida de la Iglesia; se trataba de ponerse al servicio de la Iglesia, amándola y trabajando para que en ella se reflejara cada vez más el rostro de Cristo”. Vigilia JMJ Rio de Janeiro Estas palabras del Papa Francisco te pueden ayudar a descubrir lo que es la Iglesia. Cuando Jesús se encuentra con Juan y Andrés, ellos le preguntan: ¿Dónde vives? “Venid y lo veréis” fue la respuesta de Jesús, hoy esa respuesta Jesús la quiere concretar más: ¡Vivo en mi Iglesia! Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo, ¡Con vosotros! ¡Con los Apóstoles! ¡Con el Papa! ¡Con la Iglesia! Pero Jesús no solo está en la Iglesia, sino que está en ella porque la Iglesia es su tesoro, donde Él permanece, donde Él nos espera. + Te has preguntado ¿Qué es la Iglesia? Por lo pronto la Iglesia es el lugar donde has descubierto el amor de Dios desde su perdón y misericordia, ese perdón y misericordia se nos da en la Iglesia y que tu puedes experimentar estos días en esta peregrinación. La Iglesia no solo es para nosotros donde Cristo está, y el lugar donde Cristo nos comunica su amor, sino que es el autentico tesoro de Jesús. Cuando una persona tiene un tesoro, ese tesoro lo considera como parte de su propia vida, de su propia existencia; la Iglesia es ese fruto que brota del amor de Dios por el hombre que se entrega en la Cruz. Cristo desde la cruz entregó el amor de Corazón a los hombres y por lo hizo brotar de su Corazón a la Iglesia: Su Corazón para ti por medio de la Iglesia. La finalidad de un tesoro es enriquecer a la persona que lo tiene y enriquecer a todos aquellos que participan de ese tesoro. ¡La finalidad de la Iglesia es hacerme rico! ¡Si! Rico a los ojos de Dios, porque puedo participar de su amor por medio de la Iglesia. Este es el instrumento del que Dios se ha querido servir para acercarse a mi, tocarme, hablarme al corazón y llenarme de su gracia. + Sí, esta es la Iglesia, ahora me puedo preguntar: ¿Y mi vida que tiene que ver con todo esto? Pues mucho porque es en la Iglesia y no en otro sitio donde Cristo te invita a seguirle: “¿Dónde vives? Venid y veréis” Es en la Iglesia donde Jesús te indica donde le encontrarás. Pero ¿Qué es realmente lo que tengo que hacer? ¿Caminar hacia la Iglesia de mi pueblo? ¿Caminar solo hasta Guadalupe? No se trata de un lugar físico, se trata de descubrir donde está Jesús, corresponder a su amor, servir a los demás, darlo todo por Él. Recuerda: Tu eres Iglesia y por lo tanto tienes que descubrir que estás llamado a ser la imagen de Jesús en el mundo, la imagen de su Iglesia. ¿Ahora entiendes: “Reconstruye mi Iglesia”? Pues ponte el “mono de trabajo”, revístete del Amor que se entregó en la cruz y comparte tu fe con los demás, entonces serás la piedra viva con la que Cristo cuenta para que muchos sean felices de verdad. TEMA SÁBADO TARDE: “Venid y lo veréis” Y la entrada es que nos entrenemos para «estar en forma», para afrontar sin miedo todas las situaciones de la vida, dando testimonio de nuestra fe. A través del diálogo con él, la oración – “Padre, ahora nos va hacer rezar a todos, ¿no?” –. Te pregunto, pero contestan en su corazón, ¡eh! No en voz alta, en silencio. ¿Yo rezo? Cada uno se contesta. ¿Yo hablo con Jesús? O le tengo miedo al silencio. ¿Dejo que el Espíritu Santo hable en mi corazón? ¿Yo le pregunto a Jesús: Qué querés que haga? ¿Qué querés de mi vida? Esto es entrenarse. Pregúntenle a Jesús, hablen con Jesús. Y también a través de los sacramentos, que hacen crecer en nosotros su presencia. A través del amor fraterno, del saber escuchar, comprender, perdonar, acoger, ayudar a los otros, a todos, sin excluir y sin marginar. Estos son los entrenamientos para seguir a Jesús: la oración, los sacramentos y la ayuda a los demás, el servicio a los demás. ¿Lo repetimos juntos todos? “Oración, sacramentos y ayuda a los demás” [todos lo repiten en voz alta]. No se oyó bien. Otra vez [ahora más fuerte]. Querido peregrino. Ayer emprendíamos la marcha y seguramente ya hayas podido experimentar, al menos un poco, las dificultades que va encontrando todo aquel que se pone en camino: cansancio, dolores, sed, incomodidades… Sin embargo, no todo es andar o superar obstáculos; esto no es una prueba física sin más. No nos hemos puesto a andar para tener una experiencia más que contar a nuestros amigos o para que este fin de semana sea un poco distinto a los otros. Tampoco hemos emprendido la marcha a ciegas o sin saber cuál es la meta, aunque es verdad que mucha gente (tal vez tú mismo en este momento) vive de esta manera, sin saber a dónde van. Lo cierto es que, lo supieras o no, te has puesto a andar para encontrarte con alguien que te ha llamado por tu nombre y te ha dicho: “¡VEN!” Eso es más o menos lo que les sucedió a aquellos dos discípulos de Juan el Bautista. Ellos habían comenzado una aventura juntos aprendiendo de aquel gran maestro que era Juan. Tal vez pensaban que así ya habían llegado a la meta, que ya estaban donde tenían que estar, que ya nada les podía sorprender. Es probable que su proyecto ya estuviera bien pensado por su parte: serían discípulos del Bautista y vivirían así su religiosidad. También puede ser que tú hayas venido aquí en una situación muy parecida a la suya: crees que ya lo tienes todo, que vives tu fe lo suficiente, que ya tienes “controladas” tus puertas de acceso a Dios y ya conoces los “métodos” para estar cerca de Él. Pero no se trata de eso; no consiste en saber lo que hacer, o cómo hacerlo… ni siquiera consiste en estar “cerca” del Señor. Se trata de ESTAR CON ÉL. Aquellos dos discípulos no podían quedarse con el Bautista… no estaban llamados a eso. Estaban llamados a mucho más: a estar con Él, con Jesús. Él es alguien vivo aquí y ahora que cuenta contigo y que tiene mucho, muchísimo que decirte… muchísimo que mirarte,… muchísimo que amarte. Y tú, si haces un poco de silencio ahora en tu vida, podrás escuchar con la misma nitidez con la que lo hicieron aquellos dos que Jesús te dice: ¡Ven y verás! Ahora los medios importan menos. No te quedes en los monitores, ni en las canciones, ni en el sacerdote, ni en tus compañeros de camino, ellos sólo son aquellos que Jesús ha puesto para llamarte. Dicho con otras palabras: “no te quedes con Juan el Bautista, sino mira al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Eso es, de eso se trata. ¿Te atreves a responder a esa llamada? Sí, sí, no mires para otro lado. Es a ti a quien hoy Jesús ha dicho ¡ven! Es contigo con quien se quiere encontrar hoy. Es a ti a quien busca con la mirada. Por eso no puedes apartarle la tuya. Mírale a los ojos, fija los ojos en Él. No tengas ningún reparo, ni ningún miedo o reserva. Mírale. Él, que te dice ¡ven!, te dice también ¡mírame! Y a través de la mirada de Jesús, podrás ver auténticamente. Podrás mirar al mundo desde su mirada. ¿Lo entiendes ahora? Por eso habló así a aquellos dos discípulos. No solo ¡ven!, sino ¡ven y verás! Desde Él se ve auténticamente, sin falsedades, sin oscuridades… desde Él se ve de verdad. Además, ese VERÁS, indica que no todo acaba aquí. El “verás” que Jesús nos dice es en el presente, pero lo pronuncia en futuro. El “verás” de Jesús no sólo llena el corazón un ratito y nada más, sino que abre a la esperanza más cierta. Cada encuentro con el Señor es único y siempre nuevo. Él siempre es más. Tu encuentro con Él hoy es único, pero mañana será único también. Dios siempre sorprende… pero te tienes que dejar sorprender. ¡VEN Y VERÁS! Es todo un reto, y a la vez un regalo. Es una oportunidad que no puedes dejar escapar. Como a los dos discípulos de Juan el Bautista, Jesús te ha invitado a estar con Él, a entrar en su casa. Así que prepara ese encuentro, “entrénate” en ese encuentro para “estar en forma” como nos decía en Río el Papa Francisco. Y te recuerdo que “estos son los entrenamientos para seguir a Jesús: la oración, los sacramentos y la ayuda a los demás, el servicio a los demás. ¿Lo repetimos juntos todos? “Oración, sacramentos y ayuda a los demás”. No se oyó bien. Otra vez.Reza, reza mucho, reza siempre. Haz silencio en tu vida para hablar con Él, para tratar con Él en la ORACIÓN. Acude a los SACRAMENTOS, que hacen “crecer en nosotros la presencia de Jesús”. Y AYUDA A LOS DEMÁS, porque en tu prójimo, en cada persona que está a tu lado, el Señor también quiere encontrarse contigo. Ya sabes el camino, y ya ves la meta. Atrévete a entrar en su casa, a ir detrás de Él y ver las maravillas que tiene preparadas para tu vida. PREGUNTAS: Jesús dijo “venid” a aquellos dos discípulos porque Juan el Bautista les llevó hasta Él, ¿has escuchado ya en esta peregrinación cómo Jesús te dice también a ti lo mismo? ¿quiénes están siendo tu “Juan el Bautista” en estos días? ¿quiénes o qué momentos te están llevando a Jesús? ¿Qué crees que significa ese “venid”? ¿Qué tienes piensas que debes hacer para responder a esa invitación por parte de Jesús? El “verás” es una promesa por parte de Jesús; encontrarnos con Él nos depara siempre cosas grandes. ¿Has empezado a “ver” algo ya en estos días? ¿Qué crees que te tiene preparado el Señor en el resto de la peregrinación? ¿Qué esperas de ese encuentro con Él? El encuentro no se improvisa, hay que entrenar. ¿Cómo sueles entrenarte en la oración? ¿cómo rezas? ¿cómo te preparas y cómo recibes los sacramentos? ¿en qué se concreta tu ayuda a los demás? ¿Qué puedes proponerte para mejorar el “entrenamiento” de la oración, los sacramentos y la ayuda a los demás? VIGILIA: “Fueron, vieron y se quedaron con él” FUERON. “Hágase en mi según tu Palabra” Levantemos nuestros ojos hacia la Virgen. Ella nos ayuda a seguir a Jesús, nos da ejemplo con su «sí» a Dios: «Aquí está la esclava del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho» (Lc 1,38). Se lo digamos también nosotros a Dios, junto con María: Hágase en mí según tu palabra. Que así sea VIERON. “Muéstranos a Jesús” La Iglesia, cuando busca a Cristo, llama siempre a la casa de la Madre y le pide: «Muéstranos a Jesús». De ella se aprende el verdadero discipulado. He aquí por qué la Iglesia va en misión siguiendo siempre la estela de María. También yo vengo a llamar a la puerta de la casa de María —que amó a Jesús y lo educó— para que nos ayude a todos nosotros, Pastores del Pueblo de Dios, padres y educadores, a transmitir a nuestros jóvenes los valores que los hagan artífices de una nación y de un mundo más justo, solidario y fraterno. Para ello, quisiera señalar tres sencillas actitudes, tres sencillas actitudes: mantener la esperanza, dejarse sorprender por Dios y vivir con alegría. Y SE QUEDARON CON ÉL. Queridos hermanos y hermanas, estamos llamados por Dios, con nombre y apellido, cada uno de nosotros, llamados a anunciar el Evangelio y a promover con alegría la cultura del encuentro. La Virgen María es nuestro modelo. (…) Le pedimos que nos enseñe a encontrarnos cada día con Jesús. Y, cuando nos hacemos los distraídos, que tenemos muchas cosas, y el sagrario queda abandonado, que nos lleve de la mano. Pidámoselo. Mira, Madre, cuando ande medio así, por otro lado, llévame de la mano. Después de varios kilómetros caminando hemos llegado a la casa de la Madre. Aunque queden “señales” del camino en tus pies, seguramente ahora eso no te importe lo más mínimo. Hemos llegado a la casa María y ese encuentro amoroso entre la Madre y el hijo (tú) da sentido a las dificultades anteriores. Es el momento de levantar nuestros ojos hacia la Virgen: peticiones, promesas, oraciones, acción de gracias… ¿Recuerdas? Tus familiares, tus amigos y conocidos… hay personas que te han dicho que reces por ellos delante de María. Es el momento de contárselo a María. Son muchas cosas las que traías en el corazón y probablemente te hayas quedado mirándola a Ella, hayas levantado tus ojos y te sepas seguro sus manos. “Ahí tienes a tu Madre”, ese fue el regalo que Jesús nos hizo desde la Cruz, y al llegar a Guadalupe probablemente tú puedas experimentar lo mismo que aquél joven apóstol san Juan. Ahí la tienes, es tu Madre. La misma Madre de Jesús, la Madre de Dios… es tu Madre. No te canses de mirarla, no te canses de levantar los ojos hacia Ella y preséntale tu oración. Pero María no sólo es la Madre siempre atenta a nuestras necesidades. Dios nos la ha dado como modelo de fe, como modelo de la Iglesia. Quien la mira a Ella, termina mirando a Jesús. Ella es quien nos lo muestra, quien nos enseña el camino: la meta es Jesucristo. Si fijas los ojos en María, irás aprendiendo poco a poco a decir: “hágase en mí según tu Palabra”. Irás a prendiendo a buscar la voluntad de Dios, a ponerla por obra y a amar esa voluntad. Es lo que les sucedió también a los dos discípulos de Juan: no sólo escucharon la invitación por parte de Jesús para estar con Él, sino que FUERON, VIERON Y SE QUEDARON CON ÉL. María nos enseña a IR. Con su hágase nos enseña a ponernos en camino, nos da ejemplo con su “sí” a Dios. María nos enseña a VER, desde ella podemos mirar a Jesús. Es la Madre que, como decimos en la Salve, “nos muestra a Jesús” y nos enseña a responder a su mirada amorosa. Y María nos enseña a QUEDARNOS CON ÉL, a permanecer, a ser fieles, a perseverar, a no cansarnos ni mendigar la felicidad donde no está. Entra ahora al encuentro con Jesús de la mano de la Virgen. Deja que Ella te prepare, te disponga, te enseñe. Aprende de Ella a que “se haga en ti según la Palabra de Dios”, deja que Ella te “muestre a Jesús” y pídele que te ayude a “permanecer siempre en su amor”, a “quedarte con Él”. Momento 4: “Hemos encontrado al Mesías….” La Iglesia / El anuncio /Quiero lio. Estos muchachos, estas chicas no estaban solos, en conjunto hicieron un camino y construyeron la iglesia, en conjunto hicieron lo de San Francisco: construir, reparar la iglesia. Te pregunto: ¿Quieren construir la iglesia? [todos: “¡Sí!”] ¿Se animan? [todos: “¡Sí!”] ¿Y mañana se van a olvidar de este sí que dijeron? [todos: “¡No!”] ¡Así me gusta! Somos parte de la iglesia, más aún, nos convertimos en constructores de la Iglesia y protagonistas de la historia. Chicos y chicas, por favor: no se metan en la cola de la historia. Sean protagonistas. Jueguen para adelante. Pateen adelante, construyan un mundo mejor. Un mundo de hermanos, un mundo de justicia, de amor, de paz, de fraternidad, de solidaridad. Jueguen adelante siempre. San Pedro nos dice que somos piedras vivas que forman una casa espiritual (cf. 1 P 2,5). Y miramos este palco, vemos que tiene forma de una iglesia construida con piedras vivas. En la Iglesia de Jesús, las piedras vivas somos nosotros, y Jesús nos pide que edifiquemos su Iglesia; cada uno de nosotros es una piedra viva, es un pedacito de la construcción, y si falta ese pedacito cuando viene la lluvia entra la gotera y se mete el agua dentro de la casa. Cada pedacito vivo tiene que cuidar la unidad y la seguridad de la Iglesia. Y no construir una pequeña capilla donde sólo cabe un grupito de personas. Jesús nos pide que su Iglesia sea tan grande que pueda alojar a toda la humanidad, que sea la casa de todos. Jesús me dice a mí, a vos, a cada uno: «Vayan, hagan discípulos a todas las naciones». Esta tarde, respondámosle: Sí, Señor, también yo quiero ser una piedra viva; juntos queremos construir la Iglesia de Jesús. Quiero ir y ser constructor de la Iglesia de Cristo. ¿Se animan a repetirlo? Quiero ir y ser constructor de la Iglesia de Cristo. A ver ahora... [todos “¡Sí!”]. Después van a pensar lo que dijeron juntos... ¿Por dónde empezamos? ¿A quién le pedimos que empiece esto? ¿Por dónde empezamos? Una vez, le preguntaron a la Madre Teresa qué era lo que había que cambiar en la Iglesia, para empezar: por qué pared de la Iglesia empezamos. ¿Por dónde – dijeron –, Madre, hay de empezar? Por vos y por mí, contestó ella. - - La fe crece cuando se da. Recuerdo aquella película que me llamó especialmente la atención la fuerte voluntad de un niño con el deseo de cambiar el mundo. Esto fue provocado por un profesor que en clase expone una teoría con la que sería posible cambiar el mundo, pero que no se la creía ni ese mismo profesor. Esa teoría era simplemente un ejercicio para hacer pensar a los chavales en clase, pero el problema es que hubo uno que se lo creyó: nuestro protagonista. La teoría en cuestión era hacer una cadena de favores, de donde toma el título dicha película, partiendo de un favor que se hacía a una persona, esa persona a la vez asumía la responsabilidad de hacer otro favor a otra persona desinteresadamente y con la idea de que cada uno hiciese un favor a alguien por cada uno que había recibido. Este niño que, debido a la situación que pasa en su familia, quiere creer y cree que con esta cadena de favores no sólo iba a cambiar a su familia, sino su ambiente e incluso el mundo. Es su fe en una idea o teoría lo que hace vivirla y llevarla a la realidad. De esta misma manera pasa con la fe, que se fortalece y crece cuando se da a los demás. Pero es necesario “creer”, “tener fe” para estar convencidos que con Cristo podemos revolucionar el mundo. A lo largo de estos días se nos ha ido hablando de Cristo a quien tenemos que buscar e ir a morar en su casa, también de cómo el pecado nos aparta de esa búsqueda de la felicidad en Cristo. Por todo esto se hace urgente en cada uno de nosotros tomar una opción de confianza en Cristo para seguirle, pedirle ayuda y fortaleza para nuestra debilidad y buscar un referente en María, la estrella que nos orienta en ese caminar hacia Dios y la eternidad junto a Él. Dios te necesita. Por respeto a nuestra libertad Dios no nos obliga a esta misión. La cruz donde murió como muestra máxima de amor a mi persona es un escandalo y a su vez sólo tiene efecto si yo la hago mía. Dios necesita de mi y de ti para llevar a todos su mensaje de amor, ese que puede cambiar el mundo como en “Cadena de favores”, pero que soy yo en mi libertad el que tiene que dar el paso de conocerle y darlo a conocer, amarle ayudar a que lo amen, y seguirle acompañando a los que lo siguen. Dios necesita de nuestra disposición para llevar a todos los frutos de su amor entregado en la cruz. La historieta que vais a leer refleja a la perfección esa necesidad que Dios voluntariamente ha querido tener con nosotros. Un pequeño en su oración le preguntaba a Dios: - Señor, sé que tú eres mi creador, que me has dado todo a cambio de nada, me has enseñado que debo esperar todo de ti, que contigo nada me podrá faltar, pero sabes, tengo una profunda duda y esta noche quisiera preguntarte, ¿Señor, tú me necesitas? ¿Por qué me creaste? , si tú lo eres todo y eres infinito me pregunto a mi mismo, siendo un ser tan pequeño e insignificante ¿podré servirte de algo? ¿Acaso me necesitas? + Hijo mío, en tu pequeñez está tu grandeza, tú sintetizas toda la maravilla de la creación. - Pero Señor, soy solamente uno más entre 5,500 millones de seres humanos, soy tan infinitamente insignificante que no me explico por qué dices que soy importante. + Cada ser que yo he creado es único e irrepetible y he dado a cada uno una importante misión que cumplir, la cual la debes realizar libremente y con amor. - ¿Una misión?, no entiendo, ¿acaso no puedes hacer el mundo como tú quieres?, sé que tu poder es ilimitado. + Le he dado al ser humano una alma libre que posee dos grandes virtudes: la inteligencia y la voluntad, y su mayor facultad es ejercerlas con libertad, es el único camino para llegar al amor verdadero. - Pero Señor, insisto, ¿tú necesitas al ser humano? ¿qué necesidad tienes de nosotros si tú lo eres todo?. + Hijo mío, te necesito porque sin tus ojos no podría contemplar la grandeza de la creación, sin tus manos no podría continuar mi obra realizando avances para que el ser humano se pueda desarrollar plenamente, sin ellas no podría consolar a los desposeídos, a los abandonados, a los que necesitan una caricia de consuelo, dar un trozo de pan a un hambriento, sin tus manos no podría acariciar a una criatura, dar la ternura que tantos necesitan, no podría cerrar tantas heridas y acunar a un niño al momento de nacer.Sin tus labios no podría pronunciar palabras de consuelo, sin ellos no se podría predicar la verdad, defender a los pobres y olvidados, sin tu voz no podría hacer llegar mis mensajes a toda la humanidad, ¿no te das cuenta que necesito comunicarme con el hombre a través tuyo?. Sin el cuerpo de los seres humanos no podría continuar la creación, el hombre y la mujer son mis orfebres y en el vientre de una madre se manifiesta mi grandeza. El pequeño le interrumpió. - Señor, entonces es cierto, tú me necesitas, hoy me siento más importante que nunca, te prometo que descubriré mi misión y seré parte digna de tu creación. Finalmente Dios, con voz suave le dijo: + Pequeño, tú eres mi esperanza, en tu sonrisa se rebela el sentido de la alegría del amor y en cada una de tus lágrimas la sensibilidad profunda de mi creación, vive con la libertad y nunca lo olvides: sin ti nada podría realizar, te amo infinitamente y - deseo que tú me ames libremente y ambos vivamos intensamente la realización en el amor. El pequeño, con una sonrisa en sus labios y con una profunda esperanza finalmente en paz, durmió. Construye la Iglesia, da testimonio. El Santo Padre nos ha pedido en la pasada JMJ de Brasil que hagamos lío, y es precisamente en esta línea en la que nos habla la carta de San Pedro: “también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción de un templo espiritual y formáis un sacerdocio santo, que ofrece sacrificios espirituales, aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1Pe 2, 5). Nosotros podemos ser piedras vivas y no muertas e inútiles cuando armamos “lío”, y ese lío no es aumentar el número de católicos ni hacerse notar para que seamos nosotros los protagonistas. Es precisamente lo contrario, se trata de dejar que Cristo sea el protagonista de nuestras vidas, que sea Él quien da respuesta a nuestros propios interrogantes, el que nos hace felices donde menos lo esperábamos, el que nos hace disfrutar de todos los días y no sólo de algunos, el que saca lo mejor de nosotros mismos y nos convence plenamente que seguirle merece la pena, y por eso quiero transmitirlo a los demás, ¡para que no se lo pierdan!. Por tanto no hay que buscar hacer cosas extrañas para ser testigo de Cristo, sino estar convencidos como el niño de “Cadena de favores” y vivir en alegría que contagia inevitablemente. - Oración personal en la que pido ayuda a Dios para que me ayude a formar “lío” allá donde me encuentre y transmitiendo la alegría de la fe: Señor, que nos has dado la gracia de pertenecer a tu Iglesia y de participar en ella de tu misión de salvar a los hombres, ayúdanos a conocerte mejor, a seguirte más de cerca a darte a conocer a todos los hombres. Inspíranos valor y entusiasmo, para hacernos amigos de todos aquellos con quienes nos encontremos y podamos acercarlos a Ti. Nunca permitas que te ofendamos en palabras o acciones. Mantennos siempre cerca de ti y haz que seamos vigorosos miembros de tu Iglesia. Fortalece y acrecienta tu vida en nosotros, para que cuanto hagamos sea hecho contigo y para ti. - Preguntas: “Hemos encontrado al Mesías…”, ¿me cuesta construir la Iglesia? ¿Cómo puedo colaborar de una manera concreta a construir la Iglesia en la parroquia, familia, ambiente de estudio…?. ¿Estoy convencid@ que no puedo vivir acomodad@ para poder hacer “lio”?. ¿Cuál sería mi propuesta a la Iglesia para hacer ese “lío” y dar a conocer la alegría de ser cristiano?.