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CRECER EN SU CONOCIMIENTO
Por gracia, se nos ha concedido «discernir al Hijo » y creer en El ¡Tenemos
así la vida eterna, que es la voluntad del Padre! (Juan 6:40). A continuación el
deseo del corazón del Padre es conducirnos a fijar los ojos sobre Jesús y hacer
los progresos en el conocimiento de su Persona.
El apóstol Pablo expresa, en la epístola a los Filipenses, la aspiración del
cristiano: « Conocerle a El » (3:10). Nos muestra cual debe ser su única
preocupación: desear conocer a Cristo, fijar sobre El su mirada, hacer de Él el
único objeto de su corazón. En el capítulo 8 de la epístola a los Romanos, el
define la posición del nuevo hombre, lo vuelve a repetir en el capítulo 3 de la
epístola a los Filipenses « ser hallado en él» (v.9), en otras palabras nos
muestra cual debe ser el andar práctico que conviene a tal hombre. Sin
embargo esta epístola no es una teoría, no es la descripción de un caminar
propuesto, que es mas o menos difícil de realizar: el apóstol lo ha realizado en
si mismo. Y es necesario recalcar que esta epístola (como también en las dos
epístolas a los Tesalonicenses y en la epístola Filemón) el no toma el título de
apóstol. Hubiéramos podido pensar, en efecto, que solo un apóstol, podría
manifestar tales caracteres en la vida práctica. Pero no, es un creyente, un
«siervo de Jesucristo» que está frente a nosotros como ejemplo de la vida de
un cristiano, presentándonos a través de este mundo el caminar de un hombre
celestial. El nos dice cual es su posición: en Cristo —su objetivo: conocer a
Cristo — su esperanza; ser semejante a Cristo. Nuestra posición es perfecta en
virtud del amor de la cruz, nuestra esperanza tendrá su plena realización:
seremos semejantes a El, porque le veremos tal como El es. Pero cual es
nuestro único objetivo: ¿el conocer mejor a Cristo?
Cuando el apóstol Pedro termina su segunda epístola, nos dirige esta
exhortación: « creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y
Salvador Jesucristo» (3:18). Estas son sus últimas palabras, ¡las últimas que
nos han sido conservadas! Todos nosotros tenemos el recuerdo de las últimas
palabras que han sido dichas por nuestros seres queridos, cuando han llegado
al final de su carrera. ¡Que valor tienen para nosotros! Ellas están indelebles
en nuestro recuerdo. ¿No debería ser lo mismo en aquellas que han sido
dirigidas por el apóstol Pedro, cuando su carrera, estaba muy pronto a
terminar?
Si el puede exhortar a crecer en la gracia y en el conocimiento de Cristo, si
desea colocar por sobre todo, esto tan importante en nuestro pensamiento,
¿no es porque había realizado en si mismo toda la necesidad y todo el valor de
ellas? ¡Cuan instructivo es seguir las diversas etapas de la vida del apóstol, tal
como ellas no son retratadas en los Evangelios! Veremos allí cuales son los
progresos que ha tenido que hacer en el conocimiento de la persona del Señor
Jesús.
Primeramente — está bien comenzar por allí— ha aprendido a conocerle como
Salvador. Mientras el estaba ocupado en lavar sus redes, en la rivera del lago
de Genezaret, el Señor sube en su barca y le ruega, en primer lugar, que aleje
la barca de la orilla, luego de que El hubiera enseñado a la multitud, le pide que
« bogue mar adentro». Allí, el Señor le va a revelar y al mismo tiempo
conducirá a Pedro a conocerse a si mismo. Este doble conocimiento está
expresado en las palabras pronunciadas arrodillado ante Jesús: « diciendo:
Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador » El Señor no se aparta.
Muy por el contrario. El tiene una palabra que llenará de paz el corazón de
Simón y calmará su conciencia angustiada: « No temas…» ¡Qué conocimiento
de la persona de Cristo para un alma que ha sido conducida al sentimiento de
su estado de pecado! Nos conduce a dejarlo todo para servirle a El. ¡El
corazón a encontrado su objetivo! (Lucas 5:1-11)
En el camino por el cual El nos inspira a seguir, todas nuestras circunstancias
serán dirigidas por El para hacernos progresar en Su conocimiento. Este fue el
caso de Pedro.
El Señor le orden a Pedro juntamente con los otros discípulos (Mateo 14) a
subir en una barca para pasar a la otra rivera. Pero el viento era contrario y la
tempestad bramaba. Cuando en la cuarta vigilia de la noche, Jesús viene
hacia ellos, caminando sobre el mar, ellos están asustados y dicen: « ¡Un
fantasma! » Pero Jesús está allí para calmar los temores y angustias de los
suyos: « ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! » ¡Que dulce es conocerle bajo este
carácter! ¡Amor precioso de su corazón siempre dispuesto para alentarnos por
medio de su presencia y para reconfortarnos con las palabras que nos hacen
tan bien! ¡Pedro conocerá aun más que Su amor!: ¡el poder de Su brazo! Su
deseo es ir hacia Jesús. Es la meta que anhela alcanzar, porque es hacia El
que su corazón es atraído. Y si hay dificultades el sabe que su palabra es
suficiente para vencerlas; ya ha experimentado la autoridad de esta palabra en
la escena de Lucas 5, 1-11. También puede decir con confianza: « Señor, si
eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas » Cuando el Señor le dice:
¡Ven! Pedro sale de la barca — único lugar de aparente seguridad sobre este
mar tormentoso — sin ningún temor. Con los ojos fijos en Jesús, tiene el
poder de caminar sobre las aguas para ir hacia El. De la misma manera que
Pedro, el creyente puede dominar las circunstancias si sabe volver sus miradas
de ellas y dirigirlas solo hacia Jesús. Pedro comienza a hundirse cuando mira a
los vientos y al mar. ¡Que advertencia para nosotros! En las dificultades, lo
único a tener en cuenta es precisamente lo que olvidamos: el poder de nuestro
Dios. Pero a través de nuestra debilidad y de nuestra falta de fe, aprendemos
a conocer al Señor en su poder y en su amor — aprendemos a conocerle como
Aquel del cual Darío podía decir: « El salva y libra, » (Daniel 6:27). ¿Esperamos
en las circunstancias cuando estamos tan cerca de lograr la meta? — de todos
modos, si nuestra debilidad es grande, si nuestra fe es pequeña, si a menudo
estamos en peligro de comenzar a hundirnos, ¡el Señor sigue siendo el mismo!
El se hace conocer a nosotros como el Salvador siempre fiel, presto a
socorrernos y sacarnos afuera de las aguas.
Una nueva circunstancia (Mateo 16:13) permitirá que Pedro conozca al Señor
Jesús bajo otro carácter: lo que El es en si mismo, como el Cristo, el Hijo del
Dios viviente. Es el Padre quien le ha revelado y el Señor Jesús agrega que El
es el fundamento sobre el cual la asamblea será construida. ¡Al estar
construida sobre esta roca, las puertas del Hades no prevalecerán contra ella!
El fundamento de la asamblea está en el cielo, mas allá de las puertas del
hades, es lo que le da su carácter celestial. El creyente es una piedra de este
edificio.
Sobre la montaña de la transfiguración, Pedro hará nuevos progresos en « el
conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo»: lo contemplará como
Aquel que es al mismo tiempo el centro de la gloria del cielo y como el Hijo
muy amado del Padre, objeto de sus delicias eternas. Verá entonces donde
conduce el camino que comienza con la cruz (Mateo 16:21-28) Aprenderá
también, sobre esta montaña, que los hombres están asociados al Hijo del
Hombre en su gloria. Después, en la nube, el se encontrará en el lugar mismo
de la comunión — ¡comunión con el Padre respecto a su Hijo! (Mateo 17:1-18)
Después de que Pedro ha respondido brevemente a los cobradores de
dracmas, el Señor le dice que los reyes reciben los impuestos de los
extranjeros y no de sus hijos, Jesús agrega: «… los hijos están exentos. Sin
embargo, para no ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que
saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por
mí y por ti » ¡asocia a Pedro como a el mismo en su posición de hijo! (Mateo
17:24-27).
Mas tarde, Pedro aun aprenderá a conocer a Cristo como Sumo Sacerdote,
bajo los dos grandes aspectos de Su sacrificio: aquel que El ejerce por
nosotros ante Dios (Hebreos 7:25) y el darnos socorro en el momento
oportuno (Hebreos 4; 14-16). El primer lado que nos es presentado en Lucas
22:31,32, Pedro no sabe aun por cual camino habrá que pasar, pero el Señor
lo sabe. ¡De antemano, el ora por su discípulo! No sabemos, muy a menudo,
cuales son las circunstancias que estarán delante de nosotros, pero cuan
precioso es oír cada uno al Señor decirnos: ¡«yo he rogado por ti »! ¡Felices
son aquellos que le conocen como Aquel que intercede en su favor! Hay, en su
sacrificio, este lado precioso: en el momento de necesidad, El viene delante de
nosotros para socorrernos. Mientras que Pedro pensaba que ya no había
recursos para él, «vuelto el Señor, miró a Pedro » (Lucas 22:60-62) ¡Que
mirada! ¿No estaba allí el socorro para su necesidad? Esa mirada no le decía
nada de su caída: ¡tu vez, a pesar de todo, que aun te amo, siempre te amo!
Sin duda, también la conciencia ejercitada y trabajada pero asegurada del
amor de Jesús, Pedro podría continuar mientras que ha comenzado en el la
obra de la restauración.
Igualmente Juan 13 nos muestra a Pedro aprendiendo a conocer a Señor como
sumo sacerdote, en el aspecto útil de su sacrificio. En el monte de la
transfiguración, fue introducido en el lugar mismo de la comunión; aquí, el
aprende lo que es necesario para gozar, para ser mantenido o conducido: el
sacrificio de Cristo.
Y luego, en Juan 21 coloca delante de nosotros dos escenas notables que en
su curso Pedro va a subir aun algunos grados en el conocimiento de la
persona de Cristo. Jesús es Aquel que le enseña como podrá servir, de que
alimento tendrá necesidad para el servicio — aquella que El ha preparado
para el: Aquel que enseguida lo restaura totalmente, confiándole el alimento de
las ovejas, el cuidado de los corderos y el alimento de todo el rebaño. En su
muerte, el glorificará a Dios (221:18,19): la gloria divina podría ser manifestada
en un vaso roto, no teniendo otra fuerza que la de Dios y habiendo entrado en
un conocimiento mucho más amplio de la persona de Cristo.
Hemos solamente retratado, a grandes rasgos, algunas de las escenas de la
vida del apóstol (en su primera parte solamente) en el curso de las cuales se
le ha concedido hacer progresos en el conocimiento del Señor — aunque es
probable que no siempre estaban de acuerdo en la plena comprensión de las
revelaciones que le habían sido dadas; solo lo pudo comprender más tarde,
después del don del Espíritu Santo. Comprendemos mejor la aplicación de su
última exhortación: « Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de
nuestro Señor y Salvador Jesucristo»
Todos atravesamos circunstancias diversas. Las circunstancias generales son
las mismas para todos — las que son hoy días de prueba — luego están
aquellas que son particulares de cada uno, ¿Nos preguntamos porque Dios las
permite y dirige así? Ciertamente es porque desea hacerlas cooperar para
nuestro bien., enseñando tal o cual lección de la que tenemos necesidad. Sin
duda alguna también es porque a través de todo ¡El desea hacernos progresar
en el conocimiento de Aquel que el nos ha dado.
Hay un doble conocimiento de Cristo. Primeramente, la que nos dan las
Escrituras. Es aquella en la cual Maria estaba feliz de tener parte: sentada a los
pies de Jesús escuchaba su Palabra. Y escuchando, aprendía a conocerlo
mejor. ¡Leamos mucho, leamos mas las Escrituras con el deseo de buscar a
Cristo, de alimentarnos de El en la Palabra, para discernir sus glorias, sus
bellezas, sus perfecciones! Contemplémosle en la Palabra como el Salvador
perfecto de miserables pecadores perdidos, como aquel que desea socorrer a
los suyos en sus angustias, como el Hijo del Dios viviente, la roca sobre la cual
es construida la asamblea, como el centro de la gloria del cielo, el Hijo
bienamado del Padre, como Aquel que ha deseado asociarnos a El desde aquí
abajo en la posición del Hijo de Dios, como nuestro precioso y fiel Sumo
Sacerdote, como Aquel que se complace en confiarnos un servicio en este
mundo y nos da todos los recursos necesarios para cumplirlos., como Aquel
que nos levanta en nuestras caídas ¡ ¡Conocimiento precioso, en verdad, en la
cual tenemos siempre la necesidad de hacer progresos! Y allí está el remedio
para tantas dificultades, miserias y sufrimientos de que gemimos…
Pero tal conocimiento, por mas precioso que sea, no es suficiente. Hay otro
que es, en alguna manera, el resultado y el complemento. ¡Es el conocimiento
practico! Incluso en nuestras circunstancias, aprender lo que es Jesús,
¡aprender a conocerle siempre mejor! A menudo es en la prueba, cuando
nuestra fe se ejercita, cuando hacemos más progresos. Maria debió pasar por
semejante camino para entrar en un conocimiento personal más profundo y
más rico de Aquel a los pies del cual se había sentado. ¡Nada de lo hubiera
podido decirle Jesús lo hubiera aprendido a apreciar en con amor en su
corazón como pudo hacerlo cuando El estaba delante de ella, llorando con
ella! Rico conocimiento del corazón por el cual — a menudo a través de
lágrimas — es tan dulce hacer progresos…
¡Dios permita que en los días actuales, tan difíciles en muchos sentidos, los
rescatados del Señor sean conducidos a crecer en la gracia y en el
conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo!
¿Cual será el resultado? ¡Para Maria, fue el perfume de nardo puro de gran
precio derramado a los pies del Salvador ¡ Habiendo aprendido a conocerle,
pudo exaltar y magnificar su Persona, celebrar su Nombre, ese Nombre que es
un perfume derramado. Su corazón está lleno hasta desbordar, ¡también la
alabanza se eleva y la casa es llenada del olor del perfume! Si, los progresos
realizados en el conocimiento de Jesús harán de nosotros adoradores. ¿Por
qué nuestro culto a menudo es pobre, tan manchado de debilidades? ¿Porqué
es mas bien limitado a algunos instantes pasados el primer día de la semana
alrededor de la mesa del Señor, cuando la exhortación de Hebreos 13:13
permanece? ¡Esto es porque conocemos tan poco a la persona de nuestro
amado Salvador!
¡Si le conociéramos mejor, murmuraciones y desalientos se volverían en una
alabanza incesante, desbordando así nuestros corazones de reconocimiento!
«Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y
Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad.
Amén. »