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LA PENITENCIA. Por: Hna. Elvia Marina Morales Flores Podemos encontrar muchas diferencias entre nosotros y los primeros cristianos, pero, especialmente, el hecho de que el cristiano de hoy es tan débil, tan dado a la comodidad, tan reacio a todo lo que implique esfuerzo, movimiento, lucha… y me pregunto: ¿Puede haber un verdadero cristiano que no lo sea a costa de un constante esfuerzo? No lo creo… y mi afirmación se fundamenta en la esencia misma de Dios, pues Dios en su esencia no es quietud, no es pasividad, sino constante dinamismo. Dinamismo que se da incluso al interior de la Santísima Trinidad; y que comparte con la creatura humana al infundir en ella La Gracia. Gracia que es una fuerza no solo viva, latente en el fiel, sino un motor palpitante que te mueve, te impulsa a profundizar en la amistad con Dios, a crecer en la virtud. Pero la gracia, una vez recibida por el hombre, no actúa por si sola… necesita la acción directa e inmediata de la persona, si es que quiere conservarla. La gracia Impulsa a la acción, al movimiento, al crecimiento, porque el ser humano mismo, a semejanza de su Creador, no es un ser estático: o tiende hacia la perfección o tiende hacia la imperfección, profundiza cada vez más en el bien, o en el mal, pero nunca permanece en un sitio. Y si lo que buscamos es crecer en la virtud, una de las formas de alcanzar ese crecimiento, o ese fortalecimiento es por medio de LA PENITENCIA. Hemos dicho ya que el mundo tiene criterios muy distintos de los criterios divinos, y, especialmente se nota en temas como este, pues el mundo se pregunta ¿Por qué habré de negarle algo a mi cuerpo, a mis sentidos, a mis deseos? Y en consecuencia tenemos una sociedad permisiva en todos los sentidos, donde abundan los excesos, donde la moralidad de los actos se considera algo secundario…. Y este pensamiento ha penetrado también en los cristianos, en los católicos y hasta se pretende ahora, que la Iglesia se “actualice” y se vuelva también permisiva. Y esto no es posible, más bien al contrario: el cristiano católico debería ser ejemplo para el mundo de un dominio de sí mismo, de la negación que Cristo pide a sus discípulos, de una vida semejante a la de Cristo. Y reiteramos, el camino que ofrece la Iglesia a los fieles para alcanzar ese ideal es: LA PENITENCIA. Pero ¿Qué es la penitencia? Viene de la raíz latina paenitere que significa arrepentirse, por eso, la penitencia va en relación directa con el reconocimiento de nuestros pecados, pues ¿Quién haría penitencia, si no se considera pecador? Ha sido usado también como sinónimo de MORTIFICACION, que no es otra cosa que practicar la negación de si mismo: “El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame." (Mt 16,24). Pero ¿QUE IMPLICA LA PENITENCIA? Desgraciadamente casi se ha perdido el verdadero sentido de la penitencia, que exige LA CONVERSION del corazón, y la hemos reducido, en el mejor de los casos, y en aquellos pocos que la practican, son solo sacrificios externos, acciones en las que no está implicado el corazón. El Catecismo de la Iglesia Católica en el No. 1431 nos habla de la penitencia interior: “…Es una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con el pecado, una aversión del mal, con repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido. Al mismo tiempo, comprende el deseo y la resolución de cambiar de vida con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en la ayuda de su gracia. Esta conversión del corazón va acompañada de dolor y tristeza saludables que los Padres llamaron "animi cruciatus" (aflicción del espíritu), "compunctio cordis" (arrepentimiento del corazón). Puede quedarnos muy claro lo que la penitencia es y lo que implica, pero ¿PORQUE PRACTICARLA? Hablábamos de que implica arrepentimiento de nuestros pecados… pues la penitencia es un remedio contra esos pecados. Es cierto, solo Dios perdona los pecados, pero “Dios no desprecia a un corazón contrito y humillado” Sal 51, 19. Y la penitencia le presenta a Dios el corazón humillado del penitente, y Dios en su misericordia le perdona entonces sus pecados. El hombre por sí mismo no puede presentar a Dios una ofrenda que le sea agradable, pero si une su ofrenda a la ofrenda de su Hijo Jesucristo, entonces la recibe con los brazos abiertos: “Eucaristía y Penitencia. La conversión y la penitencia diarias encuentran su fuente y su alimento en la Eucaristía, pues en ella se hace presente el sacrificio de Cristo que nos reconcilió con Dios; por ella son alimentados y fortificados los que viven de la vida de Cristo; "es el antídoto que nos libera de nuestras faltas cotidianas y nos preserva de pecados mortales". Catecismo de la Iglesia Católica No.1436. Es decir, nuestra penitencia, todo sacrificio, toda mortificación debe centrarse en el Sacrificio de Cristo en la Eucaristía. En la Iglesia Católica, para un mejor pastoreo enseñanza de los Misterios de la Revelación a los fieles, se han establecido los tiempos litúrgicos, en los que se destacan ciertos momentos fundamentales de la Historia de la Salvación. En cuanto a este punto, el Catecismo nos señala también en el No.1438: Los tiempos y los días de penitencia a lo largo del año litúrgico (el tiempo de Cuaresma, cada viernes en memoria de la muerte del Señor) son momentos fuertes de la práctica penitencial de la Iglesia. Estos tiempos son particularmente apropiados para los ejercicios espirituales, las liturgias penitenciales, las peregrinaciones como signo de penitencia, las privaciones voluntarias como el ayuno y la limosna, la comunicación cristiana de bienes (obras caritativas y misioneras). Aunque hay diversas formas de practicar la penitencia: “La lectura de la Sagrada Escritura, la oración de la Liturgia de las Horas y del Padre Nuestro, todo acto sincero de culto o de piedad reaviva en nosotros el espíritu de conversión y de penitencia y contribuye al perdón de nuestros pecados”. Catecismo de la Iglesia Católica No.1437. La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación, la atención a los pobres, el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho (Am 5,24; Is 1,17), por el reconocimiento de nuestras faltas ante los hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la dirección espiritual, la aceptación de los sufrimientos, el padecer la persecución a causa de la justicia. Tomar la cruz cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia (cf Lc 9,23). Catecismo de la Iglesia Católica No.1435. Lo que no debemos olvidar es que, si buscamos con sinceridad la Salvación, no es posible pensar que podemos sentarnos a esperar que el Señor nos la regale… o es más… que Ya nos salvo y solo nos hará efectiva la salvación al momento de morir. NO… ESA NO ES LA VIDA CRISTIANA, al contrario: es constante lucha… “Milicia es la vida del hombre sobre la tierra” Job 7,1. Vivamos entonces los católicos no como miembros de un club, sino como verdaderos soldados de Cristo, luchando por nuestra salvación y la del mundo entero, para Gloria y alabanza de Dios.