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La oración de San Egidio 18/12/2005 - 01/01/2006 http://www.santegidio.org/cast/preghiera 18/12/2005 Liturgia del domingo Primera Lectura 2Samuel 7,1-5.8-12.14-16 Cuando el rey se estableció en su casa y Yahveh le concedió paz de todos sus enemigos de alrededor, dijo el rey al profeta Natán: "Mira; yo habito en una casa de cedro mientras que el arca de Dios habita bajo pieles." Respondió Natán al rey: "Anda, haz todo lo que te dicta el corazón, porque Yahveh está contigo." Pero aquella misma noche vino la palabra de Dios a Natán diciendo: Ve y di a mi siervo David: Esto dice Yahveh. ¿Me vas a edificar tú una casa para que yo habite? Ahora pues di esto a mi siervo David: Así habla Yahveh Sebaot: Yo te he tomado del pastizal, de detrás del rebaño, para que seas caudillo de mi pueblo Israel. He estado contigo dondequiera has ido, he eliminado de delante de ti a todos tus enemigos y voy a hacerte un nombre grande como el nombre de los grandes de la tierra: fijaré un lugar a mi pueblo Israel y lo plantaré allí para que more en él; no será ya perturbado y los malhechores no seguirán oprimiéndole como antes, en el tiempo en que instituí jueces en mi pueblo Israel; le daré paz con todos sus enemigos. Yahveh te anuncia que Yahveh te edificará una casa. Y cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré el trono de su realeza. Yo seré para él padre y él será para mí hijo. Si hace mal, le castigaré con vara de hombres y con golpes de hombres, pero no apartaré de él mi amor, como lo aparté de Saúl a quien quité de delante de mí. Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí; tu trono estará firme, eternamente." Salmo responsorial Psaume 88 (89) El amor de Yahveh por siempre cantaré,{BR}de edad en edad anunciará mí boca tu lealtad. Pues tú dijiste: "Cimentado está el amor por siempre,{BR}asentada en los cielos mi lealtad. Una alianza pacté con mi elegido,{BR}un juramento hice a mi siervo David: Para siempre jamás he fundado tu estirpe,{BR}de edad en edad he erigido tu trono." Pausa. Los cielos celebran, Yahveh, tus maravillas,{BR}y tu lealtad en la asamblea de los santos. Porque ¿quién en las nubes es comparable a Yahveh,{BR}quién a Yahveh se iguala entre los hijos de los{BR} dioses? Dios temible en el consejo de los santos,{BR}grande y terrible para toda su corte. Yahveh, Dios Sebaot, ¿quién como tú?,{BR}poderoso eres, Yahveh, tu lealtad te circunda. Tú domeñas el orgullo del mar,{BR}cuando sus olas se encrespan las reprimes; " tú machacaste a Ráhab lo mismo que a un cadáver,{BR}a tus enemigos dispersaste con tu potente brazo. Tuyo es el cielo, tuya también la tierra,{BR}el orbe y cuanto encierra tú fundaste; " tú creaste el norte y el mediodía,{BR}el Tabor y el Hermón exultan en tu nombre. 1 Tuyo es el brazo y su bravura,{BR}poderosa tu mano, sublime tu derecha; " Justicia y Derecho, la base de tu trono,{BR}Amor y Verdad ante tu rostro marchan. Dichoso el pueblo que la aclamación conoce,{BR}a la luz de tu rostro caminan, oh Yahveh; " en tu nombre se alegran todo el día,{BR}en tu justicia se entusiasman. Pues tú eres el esplendor de su potencia,{BR}por tu favor exaltas nuestra frente; " sí, de Yahveh nuestro escudo;{BR}del Santo de Israel es nuestro rey." Antaño hablaste tú en visión{BR}a tus amigos, y dijiste:{BR}""He prestado mi asistencia a un bravo,{BR}he exaltado a un elegido de mi pueblo." He encontrado a David mi servidor,{BR}con mi óleo santo le he ungido; " mi mano será firme para él,{BR}y mi brazo le hará fuerte. No le ha de sorprender el enemigo,{BR}el hijo de iniquidad no le oprimirá; " yo aplastaré a sus adversarios ante él,{BR}heriré a los que le odian. Mi lealtad y mi amor irán con él,{BR}por mi nombre se exaltará su frente; " pondré su mano sobre el mar,{BR}sobre los ríos su derecha. El me invocará: ¡Tú, mi Padre,{BR}mi Dios y roca de mi salvación! " Y yo haré de él el primogénito,{BR}el Altísimo entre los reyes de la tierra. Le guardaré mi amor por siempre,{BR}y mi alianza será leal con él; " estableceré su estirpe para siempre,{BR}y su trono como los días de los cielos. Si sus hijos abandonan mi ley,{BR}y no siguen mis juicios, " si profanan mis preceptos,{BR}y mis mandamientos no observan, castigaré su rebelión con vara,{BR}y su culpa con azote, " mas no retiraré de él mi amor,{BR}en mi lealtad no fallaré. No violaré mi alianza,{BR}no cambiaré lo que sale de mis labios; " una vez he jurado por mi santidad:{BR}¡a David no he de mentir! Su estirpe durará por siempre,{BR}y su trono como el sol ante mí, " por siempre se mantendrá como la luna,{BR}testigo fiel en el cielo."" Pausa. " Pero tú has rechazado y despreciado,{BR}contra tu ungido te has enfurecido; " has desechado la alianza con tu siervo,{BR}has profanado por tierra su diadema. Has hecho brecha en todos sus vallados,{BR}sus plazas fuertes en ruina has convertido; " le han saqueado todos los transeúntes,{BR}se ha hecho el baldón de sus vecinos. A sus adversarios la diestra has exaltado,{BR}a todos sus enemigos has llenado de gozo; " has embotado el filo de su espada,{BR}y no le has sostenido en el combate. Le has quitado su cetro de esplendor,{BR}y su trono por tierra has derribado; " has abreviado los días de su juventud,{BR}le has cubierto de ignominia. Pausa. 2 ¿Hasta cuándo te esconderás, Yahveh?{BR}¿arderá tu furor por siempre como fuego? Recuerda, Señor, qué es la existencia,{BR}para qué poco creaste a los hijos de Adán. ¿Qué hombre podrá vivir sin ver la muerte,{BR}quién librará su alma de la garra del seol? Pausa. ¿Dónde están tus primeros amores, Señor,{BR}que juraste a David por tu lealtad? Acuérdate, Señor, del ultraje de tus siervos:{BR}cómo recibo en mi seno todos los dardos de los{BR} pueblos; " así ultrajan tus enemigos, Yahveh,{BR}así ultrajan las huellas de tu ungido. ¡Bendito sea Yahveh por siempre!{BR}¡Amén! ¡Amén! Segunda Lectura Romanos 16,25-27 Os saluda Erasto, cuestor de la ciudad, y Cuarto, nuestro hermano. A Aquel que puede consolidaros<br>conforme al Evangelio mío y la predicación de<br> Jesucristo:<br>revelación de un Misterio<br>mantenido en secreto durante siglos eternos, pero manifestado al presente,<br>por la Escrituras que lo predicen,<br>por disposición del Dios eterno,<br>dado a conocer a todos los gentiles para obediencia de<br> la fe, a Dios, el único sabio,<br>por Jesucristo,<br>¡a él la gloria por los siglos de los siglos! Amén. Lectura de la Palabra de Dios Lucas 1,26-38 Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, <i> porque ninguna cosa es imposible para Dios.» </i> Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue. Homilía Ante la inminencia de la Navidad, la liturgia nos propone de nuevo el pasaje evangélico de la anunciación. Dentro de pocos días volveremos a escuchar al evangelista Lucas que advierte con amargura: “no tenían sitio en el albergue”, y Jesús debió nacer en un pesebre. Surge espontáneamente la pregunta: ¿Es que Dios no tiene casa en la tierra? Pues bien, Dios escoge a una joven de una aldea de Galilea como casa para su Hijo. En realidad, las Escrituras muestran que desde siempre Dios ha preferido como morada el corazón de los hombres más que un templo de piedra. El saludo del ángel a María (“El Señor está contigo”) se inserta en una realidad vivida por el pueblo de Israel 3 a lo largo de toda su historia; es más, que es el hilo conductor que la atraviesa y la sostiene. El ángel del Señor puede decir a Israel: El Señor está contigo, está con Abrahán, con Isaac y con Jacob; acompaña a José en todas sus vicisitudes; se aparece a Moisés en la zarza ardiente y se presenta como “el que es”, el que está con su pueblo. Ha escuchado el grito de dolor de su pueblo esclavo en Egipto y ha bajado para liberarlo: lo conduce a salvo a través del mar Rojo, lo acompaña durante los años del desierto y lo introduce en la tierra prometida sosteniéndolo todos los días. El Señor está con su pueblo, y para siempre. El segundo libro de Samuel expresa casi de forma plástica este modo de actuar del Señor. David, después de haber construido su “casa de cedro” y Jerusalén como capital del Estado, desea dotarla de un gran templo, como para tener a Dios como ciudadano suyo. El profeta Natán, que ha cedido al deseo del rey, durante la noche escucha de Dios mismo la desaprobación de la propuesta de erigir un santuario. Debe, por tanto, volver al palacio real para decir a David que será Dios quien edificará una casa para él y para su pueblo. Le recuerda que el Señor ha estado junto a él desde la juventud, cuando apacentaba rebaños, y que le ha acompañado hasta aquel día, y que continuará estando a su lado en el futuro para defenderle de los enemigos y para hacerle grande y poderoso; y que encontrará un lugar para que habite su pueblo. En definitiva, el Señor es el techo de protección para David. No es el rey quien construye una casa a Dios, sino que es Dios quien edifica una casa para David y para su pueblo. En realidad, esta casa es María. Dios sustituye el templo de piedra que construyó David por un templo de carne. En cierto modo, aquel día de la anunciación se realizaba la construcción de la verdadera casa: “Y la palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros” (Jn 1, 14). Para subrayar el lazo con el antiguo testamento, el evangelista sitúa a Jesús directamente en la descendencia de David: “Él será grande, se le llamará Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin”. En su frágil cuerpo, María acoge toda la esperanza del pueblo de Israel y al mismo tiempo se convierte en la primera de todos los que desde aquel día esperan la salvación. Aquel “sí” pronunciado delante del ángel ha cambiado el curso de la historia. María es la primera en escuchar la Palabra y la primera en ofrecerse a sí misma, su vida, su cuerpo, al Señor. Ella es el primer espacio de Dios, la primera casa de Dios, el primer lugar escogido por el Señor. ¡Qué diferente es de Belén, la ciudad que no sabe acoger! A María el ángel le puede decir: “El Señor está contigo”, mientras que no puede afirmar lo mismo de Belén. Dios ha escogido a María, y desde siempre, pero necesitaba su consenso, el “sí” no se daba por descontado. En Nazaret no se ha recitado un guión ya escrito; el evangelista lo sugiere: ha habido turbación. Al final, María ha dado su consentimiento. Era una decisión que le desbarataba por completo la vida. La grandeza de María no radica en la “realización de sí misma”, como generalmente deseamos para nosotros mismos, sino más bien en poner toda su confianza en las palabras del ángel. Con razón Isabel, apenas la ve atravesar el umbral de su casa, exclama: “¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!”. Es la primera bienaventuranza escrita en el Evangelio. Toda nuestra felicidad se esconde en la obediencia a las palabras del Evangelio. ***** 4 19/12/2005 Memoria de los pobres Canto de los Salmos Salmo 31 (32) ¡Dichoso el que es perdonado de su culpa,{BR}y le queda cubierto su pecado! Dichoso el hombre a quien Yahveh{BR}no le cuenta el delito,{BR}y en cuyo espíritu no hay fraude. Cuando yo me callaba, se sumían mis huesos{BR}en mi rugir de cada día, mientras pesaba, día y noche,{BR}tu mano sobre mí;{BR}mi corazón se alteraba como un campo{BR}en los ardores del estío. Pausa. "Mi pecado te reconocí,{BR}y no oculté mi culpa;{BR}dije: ""Me confesaré{BR}a Yahveh de mis rebeldías.""{BR}Y tú absolviste mi culpa,{BR}perdonaste mi pecado. Pausa. " Por eso te suplica todo el que te ama{BR}en la hora de la angustia.{BR}Y aunque las muchas aguas se desborden,{BR}no le alcanzarán. Tú eres un cobijo para mí,{BR}de la angustia me guardas,{BR}estás en torno a mí para salvarme. Pausa. Voy a instruirte, a mostrarte el camino a seguir;{BR}fijos en ti los ojos, seré tu consejero. No seas cual caballo o mulo sin sentido,{BR}rienda y freno hace falta para domar su brío,{BR}si no, no se te acercan. Copiosas son las penas del impío,{BR}al que confía en Yahveh el amor le envuelve. ¡Alegraos en Yahveh,{BR}oh justos, exultad,{BR}gritad de gozo, todos los de recto corazón! Lectura de la Palabra de Dios Lucas 1,1-4 Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra, he decidido yo también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido. <br> El comienzo del Evangelio de Lucas nos acerca al misterio de Jesús que está a punto de nacer entre los hombres. El evangelista señala inmediatamente que no quiere hacer discursos abstractos, sino narrar “las cosas que se han verificado entre nosotros”. En efecto, se trata de las palabras y de los gestos realizados por Jesús de Nazaret en su vida en la tierra. Esas “cosas” se han convertido en Evangelio, es decir, en una “buena noticia” para los hombres y las mujeres de este mundo, de cualquier época y de todas las tierras. Por tanto, el Evangelio sigue hablando todavía hoy: es una palabra viva, una buena noticia que, a través del tiempo, ha llegado hasta nuestros días. Y nosotros, como cualquier generación, estamos invitados a volverla a escuchar y a darle forma en nuestra vida. El Evangelio es fuerza, luz, apoyo y compañía para cada uno de nosotros. Lucas dirige su escrito a Teófilo, detrás de cuyo nombre se esconde el nombre de cada 5 uno de nosotros, de cada hombre. Lucas no escribe en abstracto. Él entrega su escrito a todo aquel que busca al Señor con corazón sincero. En efecto, quien acoge estas palabras con un corazón abierto, descubre la salvación. Escuchando la narración evangélica experimentamos esa misma fuerza que emanaba del encuentro directo con Jesús. Escuchado con el corazón, el Evangelio no sólo nos hace contemporáneos de Jesús, sino también partícipes de su compasión y de su fuerza. ***** 20/12/2005 Memoria de la Madre del Señor Canto de los Salmos Salmo 32 (33) ¡Gritad de júbilo, justos, por Yahveh!,{BR}de los rectos es propia la alabanza; ¡dad gracias a Yahveh con la cítara,{BR}salmodiad para él al arpa de diez cuerdas; cantadle un cantar nuevo,{BR}tocad la mejor música en la aclamación! Pues recta es la palabra de Yahveh,{BR}toda su obra fundada en la verdad; él ama la justicia y el derecho,{BR}del amor de Yahveh está llena la tierra. Por la palabra de Yahveh fueron hechos los cielos{BR}por el soplo de su boca toda su mesnada. El recoge, como un dique, las aguas del mar,{BR}en depósitos pone los abismos. ¡Tema a Yahveh la tierra entera,{BR}ante él tiemblen todos los que habitan el orbe! Pues él habló y fue así,{BR}mandó él y se hizo. Yahveh frustra el plan de las naciones,{BR}hace vanos los proyectos de los pueblos; mas el plan de Yahveh subsiste para siempre,{BR}los proyectos de su corazón por todas las edades. ¡Feliz la nación cuyo Dios es Yahveh,{BR}el pueblo que se escogió por heredad! Yahveh mira de lo alto de los cielos,{BR}ve a todos los hijos de Adán; desde el lugar de su morada observa{BR}a todos los habitantes de la tierra, él, que forma el corazón de cada uno,{BR}y repara en todas sus acciones. No queda a salvo el rey por su gran ejército,{BR}ni el bravo inmune por su enorme fuerza. Vana cosa el caballo para la victoria,{BR}ni con todo su vigor puede salvar. Los ojos de Yahveh están sobre quienes le temen,{BR}sobre los que esperan en su amor, para librar su alma de la muerte,{BR}y sostener su vida en la penuria. Nuestra alma en Yahveh espera,{BR}él es nuestro socorro y nuestro escudo; 6 en él se alegra nuestro corazón,{BR}y en su santo nombre confiamos. Sea tu amor, Yahveh, sobre nosotros,{BR}como está en ti nuestra esperanza. Lectura de la Palabra de Dios Lucas 1,5-25 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad. Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su grupo, le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del incienso. Se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, <i>para hacer volver los corazones de los padres a los hijos,</i> y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.» Zacarías dijo al ángel: <i>«¿En qué lo conoceré?</i> Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad.» El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.» El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaban de su demora en el Santuario. Cuando salió, no podía hablarles, y comprendieron que había tenido una visión en el Santuario; les hablaba por señas, y permaneció mudo. Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su servicio, se fue a su casa. Días después, concibió su mujer Isabel; y se mantuvo oculta durante cinco meses diciendo: «Esto es lo que ha hecho por mí el Señor en los días en que se dignó quitar mi oprobio entre los hombres.» <br> Lucas abre el Evangelio con el ángel que anuncia a Zacarías el nacimiento de un hijo, Juan Bautista. Es un anuncio extraordinario, dada la avanzada edad tanto de Zacarías como de Isabel. Ellos ya no esperaban más que la conclusión de su vida, pensaban que su futuro ya se había escrito. En estos dos ancianos podemos descubrir a muchos otros ancianos y ancianas también resignados a pasar los últimos días de su vida de una forma más o menos triste. Pero Dios interviene con su Palabra y un ángel anunció a Zacarías que Isabel tendría un hijo. Desde un punto de vista humano era imposible. De hecho, Zacarías –y cualquiera de nosotros quizá habría hecho lo mismo- no creyó en las palabras del ángel. Se quedó mudo. Todavía hoy, la fuerza y el amor del Señor chocan a menudo con nuestra incredulidad y nuestra resignación. Y de tal cerrazón al Evangelio nace nuestra mudez: quien no escucha la Palabra de Dios no consigue hablar si quiera, no sabe decir nada bueno ni a sí mismo ni a los demás. Sin embargo, el amor de Dios viene a nuestro encuentro y vence nuestra incredulidad y nuestra esterilidad. En su vejez, Isabel concibió un hijo y Zacarías volvió a hablar. Nadie es tan viejo como para no poder ver y hacer cosas nuevas y hermosas, o como para no saber hablar al corazón de los demás. 7 ***** 21/12/2005 Memoria de los santos y de los profetas Lectura de la Palabra de Dios Lucas 1,39-45 En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» <br> Después de haber sabido por medio del ángel que Isabel estaba embarazada, María corre de inmediato hacia ella. “Con prontitud”, escribe Lucas. En efecto, el Evangelio siempre nos pide prontitud, nos empuja con fuerza a salir de nuestras costumbres y de nuestros pensamientos. ¡Cuántos pensamientos pasarían por la cabeza de María en aquellos momentos, después de que la Palabra de Dios le había transformado totalmente la vida! El Evangelio nos libera de nuestras preocupaciones personales y nos pone junto a quien sufre o está necesitado, como la anciana Isabel que estaba afrontando una difícil maternidad. Ella, en cuanto vio a la joven María, se alegró profundamente, hasta las entrañas. Es la alegría de los débiles y de los pobres cuando son visitados por las “siervas” y los “siervos” del Evangelio, es decir, por aquellos que “han creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor”. La Palabra de Dios crea una alianza nueva, desconocida en el mundo, la alianza entre los discípulos del Evangelio y los pobres. Es una fraternidad especial que abate los muros de separación que dividen a los hombres y que, sobre todo, alejan a los pobres de la vida. ***** 22/12/2005 Memoria de la Iglesia Canto de los Salmos Salmo 32 (33) ¡Gritad de júbilo, justos, por Yahveh!,{BR}de los rectos es propia la alabanza; ¡dad gracias a Yahveh con la cítara,{BR}salmodiad para él al arpa de diez cuerdas; cantadle un cantar nuevo,{BR}tocad la mejor música en la aclamación! Pues recta es la palabra de Yahveh,{BR}toda su obra fundada en la verdad; 8 él ama la justicia y el derecho,{BR}del amor de Yahveh está llena la tierra. Por la palabra de Yahveh fueron hechos los cielos{BR}por el soplo de su boca toda su mesnada. El recoge, como un dique, las aguas del mar,{BR}en depósitos pone los abismos. ¡Tema a Yahveh la tierra entera,{BR}ante él tiemblen todos los que habitan el orbe! Pues él habló y fue así,{BR}mandó él y se hizo. Yahveh frustra el plan de las naciones,{BR}hace vanos los proyectos de los pueblos; mas el plan de Yahveh subsiste para siempre,{BR}los proyectos de su corazón por todas las edades. ¡Feliz la nación cuyo Dios es Yahveh,{BR}el pueblo que se escogió por heredad! Yahveh mira de lo alto de los cielos,{BR}ve a todos los hijos de Adán; desde el lugar de su morada observa{BR}a todos los habitantes de la tierra, él, que forma el corazón de cada uno,{BR}y repara en todas sus acciones. No queda a salvo el rey por su gran ejército,{BR}ni el bravo inmune por su enorme fuerza. Vana cosa el caballo para la victoria,{BR}ni con todo su vigor puede salvar. Los ojos de Yahveh están sobre quienes le temen,{BR}sobre los que esperan en su amor, para librar su alma de la muerte,{BR}y sostener su vida en la penuria. Nuestra alma en Yahveh espera,{BR}él es nuestro socorro y nuestro escudo; en él se alegra nuestro corazón,{BR}y en su santo nombre confiamos. Sea tu amor, Yahveh, sobre nosotros,{BR}como está en ti nuestra esperanza. Lectura de la Palabra de Dios Lucas 1,46-56 Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu <i>se alegra en Dios mi salvador</i> porque <i>ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, </i><br>por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán<br> bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, <i>Santo es su nombre</i> <i> y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen.</i> Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. <i> Derribó a los potentados</i> de sus tronos <i>y exaltó a los humildes.</i> <i> A los hambrientos colmó de bienes</i> y despidió a los ricos sin nada. <i> Acogió a Israel, su siervo,<br>acordándose de la misericordia</i> - como había anunciado a nuestros padres - en favor de Abraham y de su linaje por los siglos.» María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa. <br> Desde el principio, María aparece marcada por la bienaventuranza de quien escucha la Palabra de Dios. Esta es la primera bienaventuranza del Evangelio, como escribe Lucas: “Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor”. La felicidad de María, primera discípula del Evangelio, se expresa en el 9 canto del Magnificat. Es una oración que manifiesta la alegría de esta humilde mujer al ver que el Señor del cielo y de la tierra se ha inclinado sobre ella para hacerla partícipe de su diseño de salvación. María no se considera digna de consideración, como, en cambio, cada uno de nosotros suele reclamar para sí. Ella sabe que todo le viene de Dios y que sólo a Dios pertenece su grandeza y su fuerza. Ese mismo Dios que ha liberado a Israel, que ha protegido a los pobres, que ha humillado a los soberbios y que ha colmado de bienes a los hambrientos, se ha inclinado sobre ella y la ha amado con un amor absolutamente inimaginable. Y ella, con temor y con tremor, le ha acogido en su corazón y se ha dejado conducir en todo por Dios. Desde aquel día, a través de ella, el Señor ha puesto su morada en medio de los hombres. ***** 23/12/2005 Memoria de Jesús crucificado Lectura de la Palabra de Dios Lucas 1,57-80 Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan.» Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre.» Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. El pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.» Y todos quedaron admirados. Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues ¿qué será este niño?» Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él. Zacarías, su padre, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo: <i> «Bendito el Señor Dios de Israel </i><br>porque ha visitado y <i>redimido a su pueblo.</i> y nos ha suscitado una fuerza salvadora<br>en la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos antiguos,<br>por boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros <i>enemigos<br>y de las manos de</i> todos <i>los que nos odiaban</i> haciendo <i>misericordia</i> a <i>nuestros padres<br>y recordando su</i> santa <i>alianza</i> y el juramento que juró<br>a Abraham nuestro padre,<br>de concedernos que, libres de manos enemigas,<br>podamos servirle sin temor en santidad y justicia<br>delante de él todos nuestros días. Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo,<br>pues irás delante <i>del Señor </i><br>para <i>preparar sus caminos</i> y dar a su pueblo conocimiento de salvación<br>por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios,<br>que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar <i>a los que habitan<br>en tinieblas y sombras de muerte </i><br>y guiar nuestros pasos por el <i>camino de la paz.» </i> El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel. <br> Ante el milagro del nacimiento de Juan, Zacarías no puede reprimir su alegría. Después del momento de incredulidad, reconoce que la Palabra de Dios es fuerte y eficaz. Ese hijo es fruto del poder de Dios, como el ángel le había anunciado. Ahora se ha 10 convertido en creyente, y por eso deja de ser mudo y su lengua puede hablar. Su corazón está lleno de alegría. El nacimiento de Juan provoca estupor y maravilla no sólo en su casa, sino también en la de los vecinos, como siempre ocurre cada vez que el Evangelio se escucha y se pone en práctica. Al renovar las cosas, el Evangelio suscita siempre un clima nuevo entre la gente. Zacarías, al igual que María, no puede reprimir su alegría y prorrumpe con un canto de alegría –el canto del “Benedictus”- por el pequeño Juan, que “irá delante del Señor para preparar sus caminos”. La alegría de este anciano sacerdote puede ser también la nuestra. También nosotros, que con frecuencia tenemos el corazón envejecido por la resignación, podemos rejuvenecer y renacer si escuchamos la Palabra de Dios. Sí, el Evangelio rejuvenece el corazón, lo abre al amor, nos hace salir de la sombra de muerte y dirige nuestros pasos por el camino de la paz. ***** 24/12/2005 Misa de la Noche Vigilia de Navidad Primera Lectura Isaías 9,1-3.5-6 El pueblo que andaba a oscuras vio una luz grande.<br>Los que vivían en tierra de sombras,<br>una luz brilló sobre ellos.<br>Acrecentaste el regocijo,<br>hiciste grande la alegría.<br>Alegría por tu presencia,<br>cual la alegría en la siega,<br>como se regocijan<br>repartiendo botín. Porque el yugo que les pesaba<br>y la pinga de su hombro<br>- la vara de su tirano -<br>has roto, como el día de Madián. Porque una criatura nos ha nacido,<br>un hijo se nos ha dado.<br>Estará el señorío sobre su hombro,<br>y se llamará su nombre<br>"Maravilla de Consejero",<br>"Dios Fuerte",<br>"Siempre Padre",<br>"Príncipe de Paz". Grande es su señorío y la paz no tendrá fin<br>sobre el trono de David y sobre su reino,<br>para restaurarlo y consolidarlo<br>por la equidad y la justicia,<br>Desde ahora y hasta siempre,<br>el celo de Yahveh Sebaot hará eso. Salmo responsorial Salmo 95 (96) ¡Cantad a Yahveh un canto nuevo,{BR}cantad a Yahveh, toda la tierra, cantad a Yahveh, su nombre bendecid!{BR}Anunciad su salvación día tras día, contad su gloria a las naciones,{BR}a todos los pueblos sus maravillas. Que grande es Yahveh, y muy digno de alabanza,{BR}más temible que todos los dioses. Pues nada son todos los dioses de los pueblos.{BR}Mas Yahveh los cielos hizo; gloria y majestad están ante él,{BR}poder y fulgor en su santuario. Rendid a Yahveh, familias de los pueblos,{BR}rendid a Yahveh gloria y poder, rendid a Yahveh la gloria de su nombre.{BR}Traed ofrendas y en sus atrios entrad, postraos ante Yahveh en esplendor sagrado,{BR}¡tiemble ante su faz la tierra entera! 11 "Decid entre las gentes: ""¡Yahveh es rey!""{BR}El orbe está seguro, no vacila;{BR}él gobierna a los pueblos rectamente." ¡Alégrense los cielos, regocíjese la tierra,{BR}retumbe el mar y cuanto encierra; exulte el campo y cuanto en él existe,{BR}griten de júbilo todos los árboles del bosque, ante la faz de Yahveh, pues viene él,{BR}viene, sí, a juzgar la tierra!{BR}El juzgará al orbe con justicia,{BR}a los pueblos con su lealtad. Segunda Lectura Tito 2,11-14 Porque se ha manifestado la gracia salvadora de Dios a todos los hombres, que nos enseña a que, renunciando a la impiedad y a las pasiones mundanas, vivamos con sensatez, justicia y piedad en el siglo presente, aguardando la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo; el cual se entregó por nosotros a fin de <i>rescatarnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo que fuese suyo,</i> fervoroso en buenas obras. Lectura de la Palabra de Dios Lucas 2,1-14 Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento. Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.» Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.» Homilía A los pastores atemorizados por la visión, un ángel les dijo: “No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor”. Y añadió: “encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Aquí está todo el Evangelio de Navidad: aquel niño débil, que llora como lloran todos los niños, es el creador del cielo y de la tierra, es el que libera al mundo del mal, el que da a los hombres la felicidad y la paz. Es un acontecimiento que sigue asombrando y conmoviendo. Un Dios niño. En toda esa debilidad se esconde una fuerza eterna. El apóstol Pablo escribe: “la debilidad divina es más fuerte que los hombres”, y además: “Ha escogido Dios a los débiles del mundo, para confundir a los fuertes” (1 Cor 1, 25 y 27). La debilidad del niño Jesús se nos propone de año en año como una fuerza de salvación. Los pastores son los primeros en ser llamados, como para subrayar lo que Jesús dirá más adelante: “Los últimos serán primeros”. Aquella noche les ha sido concedido el sueño de un mundo 12 nuevo. Verdaderamente aquel niño es “una gran alegría, que lo será para todo el pueblo”. Sin embargo, puede suceder que no nos demos cuenta. Belén es el triste ejemplo. Aquella noche nadie acogió a María y José, y Jesús nació en un establo. ¡Cuánta tristeza hay en aquella frase de Lucas: “no tenían sitio en el albergue”! Y cuántas veces se sigue diciendo todavía hoy, para millones de Marías y de José para los que “no hay sitio”. A pesar de ello, Jesús, con tal de estar a nuestro lado, acepta incluso un pesebre. Parece no poder prescindir de nosotros, aunque, en verdad, somos nosotros los que no podemos prescindir de él. ¿Cómo no conmovernos ante un amor tan grande? Podemos aprender mucho de Francisco de Asís, quien, en 1223, quiso vivir la Navidad al pie de la letra. Dijo a su amigo Giovanni Velita: “Deseo celebrar la memoria del niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y como fue colocado sobre heno entre el buey y el asno”. Francisco no quería hacer una representación sacra, sino más bien “ver” el amor de Dios, que, con tal de estar a nuestro lado, aceptó nacer en el frío de este mundo. Era el frío del egoísmo y del hambre, de la injusticia y de la guerra. En el frío del mundo y de los corazones de los hombres, Jesús ha venido para devolver a todos el calor del amor. Este misterio se realiza cada vez que se celebra la Eucaristía. Francisco los decía con frecuencia a sus hermanos: “Ved que diariamente se humilla como cuando del trono real descendió al seno de la Virgen, cada día viene a nosotros en humilde apariencia; cada día desciende del seno del Padre al altar en manos del sacerdote. Y como a los santos Apóstoles se apareció en verdadera carne, así se muestra ahora a nosotros en el pan consagrado”. Aquella noche el belén fue la celebración de la Misa sobre un pesebre, en el frío y en la pobreza de un establo. Francisco cantó el Evangelio y tuvo la visión del Niño y lo acogió en la Eucaristía. Cada Liturgia es Navidad. Y nosotros, como los pastores y los magos, estamos llamados a formar parte. La Liturgia es el lugar del estupor, del estupor por la cercanía de Dios. Nosotros no tenemos las categorías, la cultura, la sensibilidad ni la educación como para comprender lo grande que es el rebajamiento de Dios. Somos verdaderamente ignorantes ante tal misterio, a pesar de que la Iglesia trate de guiarnos y educarnos. Tanta cercanía debe suscitar en nosotros estupor, ese estupor que con frecuencia se advierte en los Evangelios: el estupor de los discípulos y de las multitudes ante los milagros que Jesús realizaba. ¿Qué milagro más grande que ver a Dios en un niño? ***** 25/12/2005 Navidad del Señor Navidad del Señor Primera Lectura Isaías 62,11-12 Mirad que Yahveh hace oír<br>hasta los confines de la tierra:<br>"Decid a la hija de Sión:<br>Mira que viene tu salvación;<br>mira, su salario le acompaña,<br>y su paga le precede. Se les llamará "Pueblo Santo",<br>"Rescatados de Yahveh";<br>y a ti se te llamará "Buscada",<br>"Ciudad no Abandonada"." 13 Salmo responsorial Salmo 96 (97) ¡Reina Yahveh! ¡La tierra exulte,{BR}alégrense las islas numerosas! Nube y Bruma densa en torno a él,{BR}Justicia y Derecho, la base de su trono. Delante de él avanza fuego{BR}y a sus adversarios en derredor abrasa; iluminan el orbe sus relámpagos,{BR}lo ve la tierra y se estremece. Los montes como cera se derriten{BR}ante el Dueño de la tierra toda; los cielos anuncian su justicia,{BR}y todos los pueblos ven su gloria. ¡Se avergüenzan los que sirven a los ídolos,{BR}los que se glorían de vanidades;{BR}se postran ante él todos los dioses! Sión lo oye y se alboroza,{BR}exultan las hijas de Judá{BR}a causa de tus juicios, Yahveh. Porque tú eres Yahveh,{BR}el Altísimo sobre toda la tierra,{BR}muy por encima de los dioses todos. Yahveh ama a los que el mal detestan,{BR}él guarda las almas de sus fieles{BR}y de la mano de los impíos los libra. La luz se alza para el justo,{BR}y para los de recto corazón la alegría. Justos, alegraos en Yahveh,{BR}celebrad su memoria sagrada. Segunda Lectura Tito 3,4-7 Mas cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres, él nos salvó, no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo, que derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador, para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos, en esperanza, de vida eterna. Lectura de la Palabra de Dios Lucas 2,15-20 Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado.» Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho. Homilía “Vamos a Belén a ver lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado”, se decían los pastores unos a otros después de escuchar el anuncio del ángel. Y fueron “a toda prisa”, sin interponer lentitudes o retrasos, como en general solemos hacer cuando escuchamos el Evangelio. Ellos obedecieron sin más. En este caminar en la noche podemos ver el mismo camino de nuestra conversión. La Navidad es la hora de la conversión del corazón, es la hora de renacer. Un místico cristiano decía: “Aunque 14 Cristo naciera mil veces en Belén, si no lo hace en tu corazón, estás perdido eternamente”. Pero, ¿cómo es posible renacer? Es la misma pregunta de Nicodemo a Jesús. También él, de noche, se preguntó: “¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo?”. La respuesta es simple: volviendo a abrir el Evangelio. Sí, el Evangelio es como ese niño envuelto en pañales que yace en el pesebre. Se podría decir, ¿cómo es posible que de ese niño venga la salvación? ¿Cómo es posible que de ese pequeño libro vengan palabras que cambian el mundo? El misterio de la Navidad se esconde en esta debilidad. El Evangelio es la luz que puede cambiar los días, los años, los siglos que vendrán. En Navidad se escucha la primera página, la del nacimiento. A partir de ella podemos empezar a escribir de nuevo nuestra vida. Si página a página deshojamos el pequeño libro del Evangelio, cada uno de nosotros crecerá día tras día como crecía el niño Jesús “en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc 2, 52). Si nosotros renacemos, con nosotros renace también el mundo. El cambio del mundo comienza siempre a partir de nuestro corazón. Por esto, espiritualidad y solidaridad están profundamente relacionadas: conversión y cambio del mundo confluyen. El cristiano sabe que para salvar debe antes dejarse salvar; que para ayudar debe antes dejarse ayudar. Por tanto, no nos contentemos con ser los mismos de siempre, dejándonos llevar por el conformismo y las costumbres. Imitemos a los pastores que dejaron su rebaño y fueron hacia la gruta, vieron a Jesús y en él reconocieron a Dios, que había escogido estar sobre todo con los más pobres. Ese niño que yace en un pesebre libera al mundo de toda esclavitud. Ha bajado del cielo y se ha hecho como nosotros para estar a nuestro lado y comunicarnos su amor. Y si nos dejamos tocar el corazón, aunque sólo sea un poco, sentiremos el mismo estupor y la misma alegría que aquellos pastores que fueron los primeros en vivir este increíble misterio de amor. La Navidad es experimentar esa alegría: sentir a Dios junto a nosotros. A veces tenemos miedo de esta alegría, porque nos despoja de nuestro egocentrismo, porque nos hace levantar los ojos de nosotros mismos, porque nos pone en comunión con los demás y nos da serenidad. Nosotros, sin embargo, creemos controlar nuestra vida con la tristeza. Ese niño es nuestra alegría. El evangelista continúa diciendo que los pastores hablaban a todos de ese niño, y los que les oían se maravillaban de las cosas que decían. Si nos dejamos envolver por el mismo estupor, también nosotros lo comunicaremos. La vida cristiana no es otra cosa que un estupor que se comunica y se irradia. Se lee en un Evangelio apócrifo: “Quien se maraville reinará”. Sí, con el estupor verdadero e ingenuo de la Navidad, podremos convencer al corazón de muchos hombres y muchas mujeres que está a merced de una vida triste y resignada. La comunicación del Evangelio es el corazón mismo de la vida del creyente y la raíz del estupor en quien escucha. En esta escena evangélica de Navidad podemos ver la primera imagen de la Iglesia: una pequeña comunidad (María, José y los pastores) reunida alrededor del niño, que inmediatamente se vuelve evangelizadora. María, la primera que habla de Jesús a los pastores y “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón”; José, que tomó consigo al niño y a su madre; y los pastores, que comunican la alegría de haber encontrado al salvador. Es el icono que se nos confía para que no olvidemos el gran don de la Navidad. ***** 15 26/12/2005 Oración del tiempo de Navidad Recuerdo de san Esteban, diácono, promártir. Lectura de la Palabra de Dios Hechos de los Apóstoles 7,55-8,4 Pero él, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús que estaba en pie a la diestra de Dios; y dijo: «Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre que está en pie a la diestra de Dios.» Entonces, gritando fuertemente, se taparon sus oídos y se precipitaron todos a una sobre él; le echaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearle. Los testigos pusieron sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo. Mientras le apedreaban, Esteban hacía esta invocación: «Señor Jesús, recibe mi espíritu.» Después dobló las rodillas y dijo con fuerte voz: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado.» Y diciendo esto, se durmió. Saulo aprobaba su muerte.<br>Aquel día se desató una gran persecución contra la Iglesia<br> de Jerusalén. Todos, a excepción de los apóstoles,<br> se dispersaron por las regiones de Judea y<br> Samaria. Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban e hicieron gran duelo por él. Entretanto Saulo hacía estragos en la Iglesia; entraba por las casas, se llevaba por la fuerza hombres y mujeres, y los metía en la cárcel. Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la Buena Nueva de la Palabra. <br> Esteban, condiscípulo de Pablo en la escuela de Gamaliel, se unió a la predicación de los apóstoles y fue después elegido como uno de los siete diáconos para el servicio de la caridad. “Lleno de gracia y de poder, realizaba grandes prodigios y signos entre el pueblo”, narran los Hechos (6, 8). No podía dejar de anunciar el Evangelio que había recibido. Y no se detuvo cuando las oposiciones y la violencia empezaron a abatirse sobre él a causa de su nueva vida. No se dejó intimidar por las oposiciones y continuó testimoniando el Evangelio hasta derramar su sangre. Siguiendo el ejemplo de su maestro, mientras era lapidado pidió a Dios que acogiera su espíritu y perdonase a sus perseguidores. Esteban, primer mártir de la historia cristiana, conduce el cortejo de todos los que, en cualquier lugar y en cualquier época, han dado testimonio y continúan testimoniando el Evangelio hasta el sacrificio extremo de la vida. Todos ellos, que han visto “los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la diestra de Dios”, están hoy en el cielo y ven a Dios, “cara a cara”. A nosotros nos dejan un precioso ejemplo de cómo escuchar el Evangelio para seguir a Jesús. ***** 27/12/2005 Memoria de los apóstoles Recuerdo de san Juan, apóstol y evangelista: “el discípulo a quien Jesús quería” y que bajo la cruz tomó consigo a María como su madre. Canto de los Salmos Salmo 33 (34) Bendeciré a Yahveh en todo tiempo,{BR}sin cesar en mi boca su alabanza; en Yahveh mi alma se gloría,{BR}¡óiganlo los humildes y se alegren! 16 Engrandeced conmigo a Yahveh,{BR}ensalcemos su nombre todos juntos. He buscado a Yahveh, y me ha respondido:{BR}me ha librado de todos mis temores. Los que miran hacia él, refulgirán:{BR}no habrá sonrojo en su semblante. Cuando el pobre grita, Yahveh oye,{BR}y le salva de todas sus angustias. Acampa el ángel de Yahveh{BR}en torno a los que le temen y los libra. Gustad y ved qué bueno es Yahveh,{BR}dichoso el hombre que se cobija en él. Temed a Yahveh vosotros, santos suyos,{BR}que a quienes le temen no les falta nada. Los ricos quedan pobres y hambrientos,{BR}mas los que buscan a Yahveh de ningún bien carecen. Venid, hijos, oídme,{BR}el temor de Yahveh voy a enseñaros. ¿Quién es el hombre que apetece la vida,{BR}deseoso de días para gozar de bienes? Guarda del mal tu lengua,{BR}tus labios de decir mentira; apártate del mal y obra el bien,{BR}busca la paz y anda tras ella. Los ojos de Yahveh sobre los justos,{BR}y sus oídos hacia su clamor, el rostro de Yahveh contra los malhechores,{BR}para raer de la tierra su memoria. Cuando gritan aquéllos, Yahveh oye,{BR}y los libra de todas sus angustias; Yahveh está cerca de los que tienen roto el corazón.{BR}él salva a los espíritus hundidos. Muchas son las desgracias del justo,{BR}pero de todas le libera Yahveh; todos sus huesos guarda,{BR}no será quebrantado ni uno solo. La malicia matará al impío,{BR}los que odian al justo lo tendrán que pagar. Yahveh rescata el alma de sus siervos,{BR}nada habrán de pagar los que en él se cobijan. Lectura de la Palabra de Dios Juan 20,2-8 Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.» Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, <br> Juan es uno de los primeros cuatro discípulos llamados por Jesús a orillas del lago de Tiberíades. La tradición evangélica le recuerda como “el discípulo a quien Jesús quería”. De hecho, durante la última cena recostó su cabeza sobre el pecho de Jesús, y junto a Pedro y Santiago, lo acompañó en el huerto de los Olivos durante la agonía. Pero como los demás discípulos, también huyó dejando a Jesús solo, aunque más 17 tarde volvió sobre sus pasos y llegó al pie de la cruz donde acogió la invitación de tomar consigo a María. El Evangelio nos lo presenta al amanecer del día de Pascua, mientras corre con Pedro hacia el sepulcro. Al ser más joven que Pedro llega antes, vio las vendas por el suelo, pero no entró. Esperó a Pedro. Los Padres comentan que el amor corre más deprisa y llega antes. Sin embargo, Juan sabe esperar a que llegue el otro hermano para entrar juntos. Y apenas entró, “vio y creyó”. Su testimonio, reunido en el cuarto Evangelio y en las cartas, se centra por completo en la predicación del amor de Dios y de los hermanos como el corazón del mensaje de su Maestro. ***** 28/12/2005 Oración del tiempo de Navidad Recuerdo de los santos inocentes. Oración por todos los que mueren víctimas de la violencia, desde el seno de la madre hasta la ancianidad. Lectura de la Palabra de Dios Lucas 2,39-40 Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él. <br> El Evangelio nos lleva a Nazaret. Son apenas tres líneas, pero valen treinta años, los de la vida “oculta”. A nosotros, enfermos de protagonismo, nos viene la pregunta de por qué Jesús no ha comenzado de inmediato su actividad pública, con signos y prodigios. Verdaderamente, se ha hecho “semejante a los hombres” para que apareciese claro que la salvación no es ajena a la vida ordinaria de cada uno. Durante los treinta años de vida en Nazaret no hay milagros, no hay visiones, ni se ven a las multitudes agolparse. Quizá por esto la Iglesia ha considerado “apócrifos” todos los relatos creados por la tierna curiosidad de los primeros cristianos que querían hacer extraordinaria y milagrosa la infancia, la adolescencia y la juventud de Jesús. Estos dos versículos son como la síntesis de treinta años normales de vida, de una vida entera, la de Jesús y la nuestra. Todo esto significa que también a nosotros, en la normalidad de nuestros días, se nos pide “crecer y fortalecernos, llenos de sabiduría” a los ojos de Dios. Y creceremos, como Jesús, en la medida que escuchemos cada día la Palabra de Dios y tratemos de ponerla en práctica. En cierto modo, la vida de Nazaret, es decir, la escucha del Evangelio, debe continuar siempre en la vida del discípulo. ***** 18 29/12/2005 Oración del tiempo de Navidad Recuerdo del santo profeta David. Se le atribuyen algunos salmos. Desde hace siglos los salmos alimentan la oración de los judíos y de los cristianos. Recuerdo de san Tomás Becket, defensor de la justicia y de la dignidad de la Iglesia. Lectura de la Palabra de Dios Lucas 2,41-50 Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo su padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca. Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando.» El les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. <br> El Evangelio de Lucas nos hace encontrar a Jesús en el templo de Jerusalén mientras realiza su primera peregrinación. Es el único episodio que se refiere a Jesús adolescente, y desde entonces se revela con claridad su conciencia de pertenecer al Padre. Ni siquiera María y José, los que estaban más cerca de él, le habían entendido. Sucederá lo mismo en Getsemaní, cuando incluso los discípulos más íntimos no le comprenderán y le dejarán solo. “¿Por qué me buscabais?” dice Jesús a sus padres que por fin le encuentran en el templo mientras discute con los doctores de la ley. Sin embargo, la angustia de María y de José está llena de significado. ¿Cómo no iban a estar angustiados sin Jesús? Nosotros, a menudo, aunque estemos lejos del Señor nos sentimos tranquilos, o al menos eso parece. María y José nos enseñan a tener una justa preocupación: la de no perder al Señor. De hecho, cuando no lo vieron cerca, se pusieron inmediatamente a buscarle, y no cesaron hasta que no le hubieron encontrado. Pero no le encontraron donde pensaban, sino en el templo, en el lugar de la oración. Quien quiera encontrar a Jesús lo encontrará sobre todo en el Evangelio, en la oración, en los hermanos y en los pobres. Estos lugares son la “casa de mi Padre”. Jesús debe ocuparse de ella, y con él, también los discípulos. ***** 19 30/12/2005 Oración del tiempo de Navidad Recuerdo de Laurindo y Madora, jóvenes mozambiqueños que perdieron la vida a causa de la guerra. Con ellos recordamos a todos los jóvenes que han muerto por los conflictos y la violencia de los hombres. Lectura de la Palabra de Dios Lucas 2,51-52 Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres. <br> Se podría decir que Jesús necesitó una familia, como cada uno de nosotros. Era una familia normal, como podría ser cualquiera de nuestras familias. Nos conmoveríamos si conociéramos las oraciones que los tres recitaban por la mañana y por la noche. Nos sentiríamos edificados si aprendiéramos cómo Jesús adolescente afrontaba sus primeras celebraciones religiosas o civiles, o cómo de joven trabajaba con José. ¡Con qué intensidad debió escuchar las Escrituras y la oración de los salmos! Y ¡cuánto podrían aprender las madres de las preocupaciones de María hacia aquel hijo! También los padres podrían aprender mucho del ejemplo de José, hombre justo, que dedicó su vida a sostener y a defender al niño y a la madre y no a sí mismo. Pero hay una profundidad en aquella familia que quedó oculta a los ojos de sus contemporáneos, pero que el Evangelio nos desvela: la “centralidad” de Jesús. Este es el “tesoro” de la “vida oculta” de Nazaret: María y José acogieron a aquel Hijo, lo custodiaban y lo veían crecer en medio de ellos, es más, dentro de su corazón, aumentando de ese modo su cariño y su comprensión. La familia de Nazaret es un ejemplo, o mejor aún, un icono, que nuestras familias deben contemplar e imitar para ser –como decían los Padres- una pequeña Iglesia doméstica. ***** 31/12/2005 Te Deum Acción de gracias al Señor por el año transcurrido Lectura de la Palabra de Dios Lucas 3,1-6 En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene; en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: <i>Voz del que clama en el desierto:<br>Preparad el camino del Señor,<br>enderezad sus sendas;</i> <i> todo barranco será rellenado,<br>todo monte y colina será rebajado,<br>lo tortuoso se hará recto<br>y las asperezas serán caminos llanos.</i> <i> Y todos verán la salvación de Dios. </i> 20 <br> La Palabra de Dios –señala el evangelista- “fue dirigida” a Juan “en el año quince del imperio de Tiberio César”. Como para querer decir que la “Palabra”, es decir, el Evangelio, no es algo etéreo, un ente abstracto y vago que no tiene nada que decir a la vida. Tampoco es una voz escondida y privada que no tiene que ver con la historia de los hombres. Es una palabra dirigida a todos, incluso al mismo imperio romano. Desciende al corazón de los hombres para cambiar la vida del mundo. En esta página evangélica se subraya que la Palabra de Dios entra en la historia a través del corazón de los hombres. En medio del gran escenario del imperio romano, es Juan el lugar que la Palabra escoge para entrar en la vida de los hombres, y cada vez que un corazón se deja tocar por la palabra de Dios, también el mundo empieza a cambiar. Desde el momento en que acoge la Palabra, Juan cambia de vida: se aleja de la ciudad, es decir, de una vida entendida como consumo de bienes, de cosas, de apegos, con la ilusión de una felicidad que nunca llega. Sale de la ciudad y empieza a recorrer toda la región, que se ha convertido como en un desierto de esperanza y de vida. Juan, lleno de la Palabra, retoma la antigua predicación profética para que con la conversión se enderecen los senderos egocéntricos de los hombres, con el amor se colmen los barrancos de odio y se allanen las montañas de orgullo. Así se prepara el camino por el que viene el Señor para salvar al mundo. ***** 01/01/2006 Fiesta de la Madre de Dios Fiesta de María, Madre de Dios. <br>Oración por la paz en el mundo y por el fin de todas las guerras. Primera Lectura Números 6,22-27 Habló Yahveh a Moisés y le dijo: Habla a Aarón y a sus hijos y diles: "Así habéis de bendecir a los israelitas. Les diréis: Yahveh te bendiga y te guarde; ilumine Yahveh su rostro sobre ti y te sea propicio; Yahveh te muestre su rostro y te conceda la paz." Que invoquen así mi nombre sobre los israelitas y yo los bendeciré." Salmo responsorial Salmo 66 (67) ¡Dios nos tenga piedad y nos bendiga,{BR}su rostro haga brillar sobre nosotros! Pausa. Para que se conozcan en la tierra tus caminos,{BR}tu salvación entre todas las naciones. ¡Te den, oh Dios, gracias los pueblos,{BR}todos los pueblos te den gracias! Alégrense y exulten las gentes,{BR}pues tú juzgas al mundo con justicia,{BR}con equidad juzgas a los pueblos,{BR}y a las gentes en la tierra gobiernas. Pausa. ¡Te den, oh Dios, gracias los pueblos,{BR}todos los pueblos te den gracias! La tierra ha dado su cosecha:{BR}Dios, nuestro Dios, nos bendice. ¡Dios nos bendiga, y teman ante él{BR}todos los confines de la tierra! 21 Segunda Lectura Gálatas 4,4-7 Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva. La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios. Lectura de la Palabra de Dios Lucas 2,16-21 Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le dio el nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser concebido en el seno. Homilía El Evangelio nos presenta una vez más a los pastores de Belén. Son un ejemplo de cómo iniciar el nuevo año. Eran considerados tan impuros y pecadores que estaban incluso excluidos de la vida religiosa oficial. A pesar de ello, la mirada de Dios se posó sobre ellos: la noche se llenó de luz y su vida encontró un sentido. Aquellos humildes pastores se convirtieron en los “primeros cristianos”, escucharon las palabras del ángel, dejaron sus rebaños y se dirigieron hacia el lugar que les había sido indicado desde lo alto. Llegados a la gruta, al mirar vieron un Niño, un humilde niño envuelto en pañales acostado en un pesebre. Es muy hermoso lo que cuenta el evangelista: “Al verlo, contaron lo que les habían dicho acerca de aquel niño”. Se podría decir que esta simple escena de los pastores contiene toda la vida del cristiano. Es una imagen que se sitúa al inicio de este nuevo año para que ilumine nuestros pasos durante los días que vendrán. Los Evangelios nos dicen que los ángeles hablaron del niño a aquellos pastores, pero no es difícil pensar que también María lo hubiera hecho cuando llegaron a la gruta. Desde luego, María se lo presentó y probablemente sin ella no habrían podido comprender aquel misterio que estaba ante sus ojos. María sabía quién era ese hijo, de hecho, con mucho cuidado “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón”. Con increíble ternura, la Liturgia de hoy nos invita a mirar a María para festejarla y venerarla como madre de Dios. Han pasado siete días desde Navidad, desde que nuestros ojos se han posado sobre ese pequeño niño y sobre todos los pequeños y débiles de este mundo. Hoy la Iglesia siente también la necesidad de mirar a la Madre y hacerle fiesta. Pero, hay que subrayarlo, al contemplarla no la encontramos sola: María tiene a Jesús en sus brazos, la Madre tiene en sus brazos al Hijo. Dice el Evangelio que los pastores, apenas llegaron a Belén, “encontraron a María y a José, y al niño”. Es ella la que sigue mostrándolo a los humildes discípulos de todos los tiempos, y también a nosotros. María que tiene a Jesús en su regazo es una de las imágenes más familiares y tiernas del misterio de la encarnación. En la tradición de la Iglesia de Oriente es tan fuerte la relación entre aquella Madre y aquel Hijo que no se puede encontrar una imagen de María sin Jesús. De hecho, ella pertenece por completo a Jesús, y sin Jesús no hay María. Ella existe para aquel Hijo, y su misión es generarlo y mostrarlo al mundo. Este es el icono de María, la Madre de Jesús; pero es 22 también el icono de la Iglesia y de todo creyente: abrazar con cariño al Señor y mostrarlo al mundo. Pues bien, al igual que aquellos pastores al salir de la gruta volvieron glorificando y alabando a Dios, así también los creyentes, con la misma energía y el mismo empuje, echándose a las espaldas un año más de vida, deben entrar en el nuevo teniendo a Jesús entre los brazos para amarlo y para mostrarlo al mundo. ¡Qué gran consolación sería si alguien pudiera seguir escribiendo de los cristianos lo que el evangelista señala de los pastores: “Todos los que lo oyeron se maravillaron de lo que los pastores les decían”! Ya es tradición consolidada que el primer día del año la Iglesia se reúna en oración para invocar la paz. Es para afirmar que queremos que los primeros pasos del año sean pasos de paz. Eran los pasos de los primeros pastores, que sean también los pasos de cada discípulo de Jesús y de cada hombre de buena voluntad. El inicio de este nuevo milenio ha visto ya atroces tragedias, y el horizonte parece marcado por una espiral de terrorismo y de guerra. Urge que los hombres abandonen las armas y emprendan un camino de paz a través del diálogo y del encuentro. No se trata sólo de hacer algún gesto de buena voluntad, sino de un proceso que hay que emprender para que se extienda a todos los aspectos de la vida humana y se encamine por los caminos de la justicia y el perdón. No obstante, sabemos que la paz, aunque requiere un compromiso tenaz por parte de los hombres, es un don que viene de lo alto, un fruto del espíritu de amor que actúa en el corazón de los hombres. Por esto, la oración del comienzo de este nuevo tiempo es la antigua afirmación de los ángeles: “Paz a los hombres en quienes Dios se complace”. 23